Bueno, antes de nada y dado que estamos en la época propicia del año, lo primero que me gustaría desearos a tod@s es una muy Feliz Navidad y unas Felices Fiestas.
Y ya que estoy puesta, un muy ¡Feliz Año Nuevo y un próspero 2014!
Segundo punto importante del día:
¡¡SOY ESCRITORA!!
Es decir, que me han publicado un libro.
No en papel (ya me gustaría) pero menos da una piedra y yo ya lo tengo publicado en formato digital; que son pocos los que pueden decir eso. Y por esa misma razón, me siento súper orgullosa de mí misma.
Aquí os dejo la entrada donde lo podeis descargar; por si os apetece:
http://ediciones-frutilla.blogspot.com.ar/2013/12/publicacion36.html
Pero no solo eso, sino que tengo un acuerdo con la editorial para publicar todos y cada uno de los libros que componen la serie de Amigas Duquesas, así que... ¡¡bien por mí!!
De hecho, recién acabo de enviar la historia de Sarah Parker y Doble H...
La mala noticia para todos es que esas historias no van a poder publicarse al menos enteras en el blog... so... sorry. Y ese ha sido el motivo por el cual también he de borrar algunos capítulos de Amor a golpes...
No os preocupéis que os haré saber de mis avances..
Y ahora sí que sí, me he propuesto empezar por tercera vez (a la tercera va la vencida dicen) la historia de Verónica; la primera de la serie. Creo que el motivo por el cual me bloqueaba era por la personalidad de ella, así que la voy a cambiar y la voy a hacer algo más femme fatale; mezcla de seductora e inocente, y también habrá algunas apaiciones de la tía Ludovica, aunque sea en forma de frases hechas, proverbios italianos o consejos que Verónica irá diciendo a lo largo de libro.
Eso sí, aviso de que habrá capítulos que no sufran grandes cambios sustanciales.
Eso es todo por mi parte
Mi pequeño espacio cibernético/internáutico donde colgaré y volcaré todo lo que ronda por mi sobrecargada y excesivamente creativa cabeza cargada de ideas pero bastante centrada en la romántica de la Regencia...
Páginas
- Página principal
- Poemas
- Personajes históricos
- Serie Amigas Duquesas I: De toda la vida
- Serie Amigas Duquesas II: Todo lo que NO es una dama
- Serie Amigas Duquesas III: Por un beso
- Serie Amigas Duquesas IV: Incomparable
- Amor a golpes (Sarah Parker y Doble H)
- Palabras de amor (Christian Crawford & Eden)
- Me robaste el corazón (Anthony Harper y Zhetta Caerphilly)
- Escrito en tus manos (Joseph Harper y Callíope Mercer)
- Un amor improcedente (Edward Harper y Jezabel O Donovan)
- Huyendo del escándalo (Graham Gold y Poppy Turner)
- Por amor al arte (Patrice Storm y Andrew Worthing)
miércoles, 25 de diciembre de 2013
sábado, 7 de diciembre de 2013
Capítulo 9: JJ
CAPÍTULO IX
Un
trato
Si hay trato, amigos pueden ser
el perro y el gato.
Refrán
Tal y como
sospechaba, Edward Proud Harper Júnior; su esposo en otras palabras, regresó. En
ese punto no estaba sorprendida.
Sin embargo, sí que
lo hizo con las maneras en que su nuevo encuentro se produjo. O mejor dicho,
estaba en aras de producirse.
Para empezar, al
contrario que la primera vez le había avisado. Pero no el mismo día, con lo
cual solo tendría unas horas para acicalarse y preparar unas circunstancias lo
más acogedoras y a la vez, lo más hostiles, posibles.
No. Esta vez le
avisó con varios días de adelanto. E incluso le envió un lacayo anunciándolo
con todo lujo de detalles.
Además, en esta
segunda visita, las horas que había escogido eran mucho más tardías.
Concretamente, justo antes de su hora de cenar.
Una serie de
interrogantes se le planteaban al calor del tiempo seleccionado. ¿Había
escogido la hora a propósito o se trataba tan solo de una pésima casualidad? Y
en el caso de que lo hubiera hecho a propósito ¿cómo demonios había sido él la
hora exacta a la que ella solía cenar habitualmente?
¿Era esta la manera
que tenía para empezar a advertirle que su maldad no conocía límites y que no
iba a tener piedad con ella por haberle ocultado la existencia de la casa y de
su prometido?
¿Tan pronto?
¿Ni siquiera iba a
concederle la oportunidad de cenar tranquila y a gusto?
Parecía que no
porque, estaba segura de que, si la reunión se zanjaba tanto de forma razonable
como de manera desfavorable, el apetito desaparecería fruto de su estado de
nerviosismo y tensión. Justo tal y como había sucedido esa misma mañana. De
hecho, solo había podido ingerir líquidos en el transcurso del día. Acción para
nada favorable o de ayuda a su vejiga; quien solía empequeñecerse durante sus
estados de nerviosismo extremo y, como consecuencia, se multiplicaban sus
visitas al excusado en períodos cortos de tiempo.
Justo lo que más
necesitaba que le ocurriese hoy.
Aunque, por otra
parte, si bien no podía controlar su vejiga, sí que podía controlar el resto de
circunstancias que rodeaban a este encuentro. En ese aspecto estaba mucho mejor
preparada.
No era por presumir
pero, pocas cosas que dijese podrían sorprenderla en este encuentro; se había
preparado a conciencia ojeando algunos libros de leyes que David le había
proporcionado de manera muy amable y muy solicita.
Y en caso de que
esta primera estrategia no resultase exitosa también estaría protegida.
¿Por qué?
Porque le había
pedido a su prometido que estuviera allí con ella para proporcionarle apoyo
moral.
Obviamente no iba a
estar junto a ella durante el transcurso de toda la conversación y eso no era
debido a que fuera perfectamente capaz de defenderse y plantar cara a su
marido; pues lo era.
El problema radicaba
precisamente en que su prometido desconocía precisamente ese pequeño detalle
acerca de su estado sentimental y, como consecuencia, también desconocía que, a
no ser que deshiciera ese entuerto, su segunda boda jamás podría llevarse a
cabo.
Por este motivo y porque
no estaba muy segura de cómo o por dónde podían ir los derroteros de su
conversación o si de acabarían de manera más o menos violenta, la mejor opción
posible era pedirle que estuviera allí con ella... perfectamente escondido tras
una puerta en la estancia contigua a donde se produciría tan amistosa reunión a
la espera de que necesitase de su ayuda e intervención en algún punto de la
misma. Hecho para el cual ya habían acordado una clase y una contraseña de
emergencia.
Por quincuagésima
vez ese final de tarde miró el reloj para cerciorarse de la hora que era y de
lo lento que transcurría el tiempo cuanto más rápido quería o deseaba que algo
sucediese.
“Tranquila…” se dijo
para tranquilizarse mientras suspiraba, por muy irónico y redundante que esto
le pareciese. “No tienes nada por lo que estar preocupada porque lo has
preparado todo a conciencia” añadió. “No hay nada que escape a tu control”
concluyó y se aseguró, concentrada y absorta en sus pensamientos.
-
¿Seguro?
– le preguntó Junior situado frente a ella y mirándola con interés. Además de
que parecía que le había leído si bien no la mente, sí al menos la expresión
del rostro.
Jezabel dio un
respingo a la vez que abrió mucho los ojos debido a la sorpresa mayúscula que
le supuso encontrar allí a Edward; pues aunque lo esperaba, no lo hacía de
forma tan repentina.
De esta manera, con
tan súbita aparición, todo su plan se fue al traste y comprobó, no sin cierto
fastidio, que para nada estaba
preparada.
No estaba preparada
para su presencia allí sin ser avisada o que éste fue anunciado, lo cual le
llevaba a la segunda falta de preparación; que también podía ser considerada
una pequeña traición por parte del señor Chambers hacia su persona; ya que
nunca había permitido la entrada a nadie ajeno a la casa sin anunciárselo
primero.
Hasta ahora.
¿Sería posible que
Edward le hubiera caído en gracia con solo una visita a su propiedad?
No estaba preparada
para su presencia allí, tampoco para la traición del señor Chambers pero sobre
todo, no estaba preparada de ninguna de las maneras para su reacción al verlo
allí.
Parecía que una
parte de su mente, al igual que había hecho su mayordomo, la había abandonado y
se había posicionado de manera favorable hacia su esposo.
La realidad es que
es estaba devastadoramente atractivo vestido de etiqueta esa tarde noche. Y al
pensar en etiqueta, una parte de su mente se puso alerta y desconfió acerca del
lugar exacto hacia dónde podía ir vestido de esa manera. E incluso, sintió una
punzada de dolor, envidia y celos cuando decidió no llevarla con ella donde
quiera que fuese.
Lo irónico de la
situación para ella es que nunca había considerado como potenciales candidatos
poseedores de atractivo. Y con ello no quería decir que fuera una de esas
personas que discriminaba al resto por su aspecto físico; al contrario: era la
menos indicada para hacerlo, dado su aspecto actual. Lo que ella siempre había
imaginado debido a su color de cabello castaño y a su tez blanca era que, quien
mejor podría complementarle era un rubio de tez algo bronceada (justo como
David) y no un pelirrojo de piel aún más blanca que la suya si cabe.
Sin embargo, hay
estaban ellos para romper estadísticas. O incluso los duques de Whitecross;
Katherine y Evan McReed; una rubia y un pelirrojo, perfectamente compatibles
físicamente entre sí.
Júnior aprovechó el
momento de abstracción y abandono mental de su esposa para acercarse a ella y
darle un beso en la mejilla; sabedor de su falta de reacción por este mismo
motivo.
Efectivamente.
Solo pareció
reaccionar y salir de su ensimismamiento cuando sintió el roce de sus labios en
sus mejillas. Y una vez reubicada en la realidad retrocedió horrorizada; para
su total satisfacción por otra.
-
Mi muy
querida… - inició la segunda parte de su saludo con una reverencia.
-
¡Shhhhh!
– le interrumpió ella.
Edward ignoró esta
interrupción y volvió a repetir acción.
Carraspeó y volvió a
decir mientras enfatizada y ejecutaba una reverencia aún más pronunciada
(imitando a David).
-
Mi muy
querida… -
-
¡Shhhhh!
– volvió a interrumpirle Jezabel de manera aún más evidente. Quiso hacerlo de
manera tan evidente la necesariedad del silencio en ese momento por parte de
Júnior que, apretó la mandíbula hasta que le dolió y pequeños escupitajos de
saliva salieron despedidos de su boca hacia todas direcciones.
-
¿Se
puede saber por qué me mandas a callar? – le preguntó él ofuscado, por no decir
enfadado. – Escogí esta precisamente esta hora para no perturbar tu sueño –
añadió con ironía.
-
No
puedes decir esa palabra hoy – explicó ella.
Júnior enarcó una
ceja de desconcierto.
-
¿Qué
palabra? – preguntó, aunque no salió tono interrogativo de su boca.
-
Esposa –
susurró.
-
Lamentablemente
para ti, aunque he venido precisamente para solucionar eso hoy, aún a riesgo de
llegar tarde a una cena en la que me van a cortar el cuello por este retraso,
eres mi… - respondió.
-
¡Shhhhhh!
– dijo una tercera vez Jezabel. Y ante el disgusto evidente de Júnior, se vio
obligada a añadir entre susurros: - Está aquí y puede oírte -.
La añadidura, en
teoría explicativa y aclaratoria, no cumplió su función en ese caso porque, en
ese momento exacto, y por primera vez desde que hizo su gran aparición triunfal
(que su esposa se había perdido) Júnior estaba perdido en la conversación y la
situación.
En teoría había
alguien más allí con ellos. Y por ello, se dispuso a buscarlo girando sobre sí
mismo. Al no hallar a nadie a simple vista, su confusión y desconcierto se
incrementaron y por ello, completó la vuelta para exigirle a su esposa una
explicación algo más detallada.
-
Disculpa
pero… ¿quién dices que está aquí? – le preguntó, con mucho tono de burla no
disimulado.
-
David –
dijo, señalando la puerta.
Las ganas de
diversión de Júnior desaparecieron en el momento en que escuchó esas palabras.
Era imposible que fueran ciertas.
De ninguna manera.
Era demasiado
estúpido como para que fuera cierto.
Desconfiado e
incrédulo porque consideraba a su mujer mucho más inteligente que esa
disparatada idea que acababa de reconocerle, encaminó sus pasos de forma
silenciosa (y a esto ayudó mucho la insistencia del señor Chambers para que se
quitara las botas al entrar en la casa) aunque no por ello menos decidida,
hacia la puerta que, en teoría era la entrada y a la vez la única salida del
escondite de David. Con mucho cuidado y
delicadeza pegó su oído a la madera de la puerta y…
Escuchó un suspiro
de aburrimiento acompañado de un posterior bostezo. Acciones que confirmaban la
sinceridad de las palabras de Jezabel sin ningún género de dudas. En defensa de David debía decir que sin duda
había cumplido órdenes y mandatos de su prometida pero él, tenía un oído muy
fino y desarrollado. De hecho, entre sus amigos y conocidos incluso había quienes estaban convencido que
estaba mucho más cercano al de los animales que al de los propios seres
humanos.
De ahí, que no era
una buena idea mantener conversaciones en susurros si él estaba presente. A su
vez, esta “habilidad” también era la responsable de que se enterara en más de
una ocasión de datos innecesarios e indeseados para su persona.
Superada la
estupefacción inicial, volvió sobre sus pasos y encaró a sus pasos.
-
No te
conozco lo suficiente pero aún así me arriesgaré a pensar que eres inteligente,
así que no me queda de otra que pensar… ¿es que te has vuelto completamente
loca? – preguntó enfadado, y por eso le fue inevitable elevar el tono de voz. -
¿Es que te has vuelto completamente loca? – repitió, siseando acercándose a ella.
- ¿Cómo se te ocurre invitar a tu prometido a una conversación donde el tema
único y principal a tratar precisamente es el de tu matri…? – y ahí se detuvo
porque fue consciente de que, nuevamente estaba elevando su tono de voz. -
¿Matrimonio? – repitió, en voz baja. - ¡Un matrimonio del que no tiene ni idea!
– exclamó, mientras señalaba la puerta, y aunque habló en voz baja, tanto la
expresión de su rostro, como la modulación de su voz, manifestaban su enfado.
Jezabel agachó la
cabeza para ocultar su vergüenza y su enfado consigo misma: Edward tenía razón,
invitar a David como método de protección, había sido una completa estupidez.
Pero ya estaba hecho
y de nada servía lamentarse ya, así que por eso, decidió informarle los motivos
por los que lo había hecho.
-
Necesitaba
ayuda y protección porque no sabía muy bien cuáles iban a ser tus intenciones
conmigo esta noche – dijo, mientras tragaba saliva.
-
¿Me
tienes miedo Jezabel? – le preguntó Júnior con tono intimidatorio, incapaz de
dejar escapar una sonrisa de satisfacción por el descubrimiento.
-
¡Yo que
voy a tenerte miedo! – exclamó ella, algo incómoda por la cercanía de él.
-
¡Ah! –
exclamó cayendo en la cuenta mientras asentía. – Entonces es lo otro – añadió,
focalizándose en su expresión de confusión.
-
¿Lo otro?
– se preguntó frunciendo el entrecejo. - ¿Qué es lo otro? – quiso saber.
-
Tenías
miedo de que aprovechara nuestra soledad para intentar seducirte y consumar
nuestro matri…- inició. – Nuestra peculiar situación actual de una forma en la
cual ambos pudiéramos acordarnos de lo sucedido – explicó.
No existían palabras
para explicar el grado de indignación de Jezabel cuando escuchó las palabras de
su marido y por dentro, su mente comenzó a bullir. Incluso sentía cómo la
sangre comenzaba a calentársele. Claro que, si esperaba que la conversación
terminase ahí, estaba muy equivocado.
Sin embargo, y
aunque no hubiera habido cosa que más le hubiera gustado hacer en el mundo, no
pudo darle réplica porque Júnior volvió a hablar:
-
No sé
por qué clase de animal salvaje me has tomado pero… soy perfectamente capaz de
controlarme – explicó, con toda la serenidad del mundo. “Recientemente” añadió,
de manera mental con rotundidad. “Más o menos” concluyó, de manera mucho más
dubitativa. – Por otra parte, he de advertirte que eso que tú te imaginabas que
sucedería hoy solo ocurrirá cuando tú me lo pidas y no antes – agregó.
-
Puedes
estar tranquilo entonces, porque nunca vas a tener que realizar ese esfuerzo –
replicó ella, poniendo especial énfasis en la palabra esfuerzo.
-
Nunca es
una palabra demasiado vehemente y que indica demasiado tiempo ¿no te parece? –
le preguntó divertido. Jezabel gruñó en respuesta mientras lanzaba fuego por
los ojos. Nuevamente, se dispuso a darle réplica pero, por segunda vez en la
conversación, su marido volvió a adelantársele. – Y aunque ya sabes que eres
preciosa, lamentablemente hoy por problemas de agenda, no puedo comprometerme a
satisfacerte de ese modo – explicó, con resignación. - ¿Qué? – preguntó. - ¿No
pensarás que estas galas son única y exclusivamente para venir a verte a ti? –
preguntó, señalándose. – Confieso que, como buen marido – inició. – ¡Ups! – se
lamentó sin mucho arrepentimiento. – Confieso que así debería ser pero… mis
galas de hoy son para otra mujer – confesó.
Jezabel odió al
instante sin ser capaz de controlarse a la mujer destinataria de la atención y
las galas de las que presumía Júnior y al mismo tiempo, se horrorizó ante la
idea de que su marido pudiera estar siéndole infiel, ahora que era
perfectamente consciente de que era un hombre casado. Sin ser consciente todas
esas emociones se manifestaban su rostro y Júnior, que no perdía detalle de
ella, emitió una franca risotada.
-
Es mi
hermana – dijo, posando una mano sobre su hombro. – Tenemos cena familiar en su
casa – explicó. – No tienes por qué ponerte celosa – la tranquilizó.
-
¡Yo no
estoy celosa! – exclamó ofendida de veras y al momento por esa acusación; como
si con esa reacción, negase la evidencia de los mismos, por otra parte.
-
De
acuerdo entonces… - concedió él. – Estás enfadada porque no te invité – añadió.
– Pero no te preocupes – agregó al instante. – Ya les conocerás más adelante –
aseguró. – Al fin y al cabo, están todos ansiosos por conocerte, querida –
concluyó, pronunciando con demasiado énfasis la palabra querida.
-
Ya basta
– ordenó ella de manera tajante.
-
¿Qué
pasa, querida? – preguntó Junior, divertido, haciendo caso omiso a sus
palabras.
-
Deja de
hacer eso – le advirtió.
-
¿Hacer
qué? – preguntó Júnior fingiéndose ignorante y encogiendo los hombros.
-
De llamarme
querida – explicó ella.
-
Creía
que las palabras prohibidas aquí eran matrimonio o esposa – dijo,
desconcertado.
-
¡Shhhh!
– ordenó y le regañó ella nuevamente. – Lo siguen estando – añadió.
-
Creo que
me he perdido – confesó él.
-
No te
conozco lo suficiente pero te considero inteligente – dijo Jezabel utilizando
sus propias palabras. – Y sé que me estás mintiendo y utilizando a propósito
ese tono – volvió a advertir.
-
¿Para
qué iba a querer yo hacer eso? – preguntó él burlón e inocente.
-
¡Para
burlarte de David! – acabó estallado ella.
-
¿Para
qué iba a querer yo burlarme de él? – preguntó. – Pero ¡si es perfecto! –
exclamó.
-
Edward…
- le amenazó mordiéndose la lengua.
-
Hablo en
serio – aseguró. Jezabel no le creyó y
le miró con escepticismo. Júnior carraspeó y dijo, con tono solemne: - Tu
prometido David es tan perfecto que hasta yo siento deseos de casarme con él -.
Acto seguido, incapaz de seguir la farsa
por más tiempo, rompió a reír a carcajadas, confirmando a Jezabel con esa
acción que tenía razón y despejando
también, las dudas que a ésta le habían surgido acerca de su comportamiento y
actitud para con ella. – Y hablando de bodas… ¿qué te parece si hablamos de la
nuestra? – preguntó, con repentina urgencia, tras mirar el reloj y maldecir por
lo tarde que era.
-
Shhhh –
volvió a reprenderle ella.
-
¡Deja de
mandarme callar que no te estoy diciendo que la celebremos! – exclamó,
ofuscado. – Vengo a proponerte de hecho todo lo contrario – añadió, enigmático.
-
¿Cómo? –
preguntó ella confusa.
-
¡Vaya! –
exclamó él, fingiendo sorpresa. – Parece que no solo soy el que aporta economía
y las propiedades al matrimonio – dijo, mientras admiraba su casa y comprobaba
la solidez de sus muros. – También aporto inteligencia – añadió, mordaz. Sin
embargo, cuando vio la cara de pocos amigos que Jezabel tenía ese momento,
cambió de tema: - Te propongo un trato – anunció.
-
Un trato
– repitió Jezabel de manera automática.
-
Si un trato – dijo Júnior mientras asentía.
-
Un trato – volvió a decir Jezabel mientras
asentía de forma casi imperceptible.
-
Un
tratado, convenio o contrato entre estados o gobiernos e incluso en ferias de
ganados – explicó Júnior. Su esposa le miró con la ceja enarcada y
desconcertada. - Es la definición de trato – explicó él. - ¿Estás segura de que
sabes lo que es? – preguntó, cauteloso.
-
He
sabido de sobra lo que es un trato desde la primera vez que lo has mencionado –
farfulló ella, ofendida porque la considerase una estúpida. - Lo que quiero es
que me lo expliques de inmediato – ordenó.
-
Desde
luego sí que sabes cómo quitarle la magia al momento – dijo, con horror apenas
disimulado. - ¡Había preparado un discurso incluso! – protestó. – Y te
recuerdo que aquí el único que tiene
prisa porque llega tarde a una cena familiar soy yo, querida – concluyó. Y solo
cuando terminó de pronunciar la última palabra de su frase se dio cuenta del
error que había cometido y por ello, decidió enmendarlo agregando una de sus
sonrisas más encantadoras. Sonrisa que, en esta ocasión no le resultó cómo
esperaba y acabó pareciéndose más a una mueca compungida de dolor que a una
sonrisa encantadora real.
-
¿Qué
quieres? – preguntó ella, tajante y borde.
-
¿Ansiosa
por mí Jezi? – preguntó él, nuevamente burlón.
-
¡Oh
sí! - exclamó. – ¡Desespero por ti! –
añadió. Y aunque intentó que sonase de la misma manera irónica que la primera
exclamación, fui incapaz de hacerlo y, de forma inesperada, la situación y la
conversación dio un giro inesperado e incómodo para ambas partes.- Al grano Edward
– gruñó, antes de cruzarse de brazos a la espera de más información.
-
Los dos
queremos la disolución de este matrimonio – estableció. Y solo tras comprobar y
observar que Jezabel, sorprendentemente no iba a darle réplica, continuó: -
Bien, tras mucho devanarme los sesos he decidido que, si quieres que elimine
por completo cualquier rastro o retazo de nuestra unión nupcial deberás darme a
cambio una parte de aquello que más estoy perdiendo desde que te conozco –
explicó.
El primer
pensamiento de Jezabel, y eso que no se consideraba una persona codiciosa o
materialista, fue en el dinero. Claro que, su razonamiento, por otra parte no
era descabellado ya que, desde hacía ocho años, ella había empleado en su
nombre una buena suma de dinero en la decoración de la casa y en su propio
abastecimiento. Hubiera dicho o pensado en la casa, sino hubiera sido porque
mencionó las palabras una parte y era una absoluta y soberana tontería que le
exigiese una parte de la casa cuando también podía quedársela entera.
-
Tu tiempo
– añadió Júnior, observando la confusión en el rostro de Jezabel. Y disfrutando
con antelación del gesto que ella iba a poner al escuchar esas palabras.
-
¿Mi
tiempo? – ladró ella. E inmediatamente después se arrepintió de su pronto y se
tapó las manos con la boca. - ¿Qué quieres decir con eso? – añadió.
-
Precisamente
eso – explicó él. – A cambio de la disolución por siempre de nuestro
matrimonio, lo único que pido a cambio es que pases cierto tiempo conmigo –
añadió.
-
¿Cuánto
tiempo? – preguntó ella, recelosa.
-
Un mes –
respondió. Poco tiempo fue el que Jezabel sopesó las opciones y, presta comenzó
a asentir. Pero justo cuando iba a terminar de confesárselo de manera oral,
Júnior levantó el dedo índice y agregó: - ¡Ah! – exclamó. – Olvidé mencionar
que sería viviendo juntos bajo este mismo techo – concluyó, con una sonrisa de
anticipación ante su reacción.
-
Bromeas
– estableció ella, muy serena, para total desolación de Júnior; quien esperaba
una explosión de carácter y palabras malsonantes.
-
En
absoluto – dijo él, mientras negaba con la cabeza de manera pausada.
-
Pero,
pero, pero… - comenzó a tartamudear por el nerviosismo. Suspiró, y algo más
serena, añadió: - Puedes pedirme dinero, la casa o cualquier otra cosa que se
te antoje ¿por qué precisamente quieres esto? – preguntó.
-
Porque,
tal y como tú has dicho, esto es lo que se me ha antojado – respondió él de
manera simple. – En realidad, es que soy un envidioso – explicó, pasado un
instante que a Jezabel se le hizo eterno. – Veo a diario, la convivencia y
dicha conyugal de mis hermanos y, paradójicamente yo, que soy el que más tiempo
casado de todos ellos, no he pasado ni un solo día compartido que recuerde con
mi esposa, así que ahora que tengo la oportunidad, no pienso desaprovecharla –
añadió.
-
Será si
yo acepto – puntualizó ella.
-
Sé
sincera Jezabel… ¿estás segura de que no quieres disfrutar de mi grata compañía
y de nuestra mutua dicha conyugal por tan corto período de tiempo? – le
preguntó.
-
¿Sinceramente?
– preguntó con acritud. – No – respondió.
-
Tus
palabras me duelen sobremanera – dijo, llevándose la mano al pecho, con
excesiva teatralidad. – Vamos… ¿no tienes ni una pizca de interés? – le
preguntó de nuevo.
-
No –
masculló ella.
-
¿Ni
siquiera aunque eso significa que puedas quedártelo todo después? – volvió a preguntar,
sonriendo nuevamente porque sabía que, esas palabras, la dejarían completamente
descolocada.
-
¿Cómo
todo? – preguntó frunciendo el entrecejo.
-
Todo –
repitió él. – La casa será entera para ti y tanto tú, tu futuro marido y tu
prole la disfrutaréis por generaciones – aseguró.
-
Pero… -
inició ella.
-
¿Pero? –
peguntó sin entender.
-
Seguro
que hay algo a cambio de tan desventajoso trato – explicó ella. - ¿qué ganas tú
a cambio? – quiso saber.
-
Información
para un experimento – respondió él. Y en el mismo momento en que vio la
reacción de Jezabel a sus palabras, se arrepintió de haberlas escogido. -¡No te
estoy llamando experimento ni nada por el estilo! – exclamó. – Así que no te
enfades – pidió. – Lo que yo gano a cambio
con esta experiencia es conocimiento porque si, sobrevivo y salgo indemne de
esta convivencia contigo quien, pese a que eres mi esposa, eres una completa
desconocida, creo que seré capaz y estaré preparado para repetir experiencia y
compartir convivencia y vida con otra señorita - explicó.
-
Con
esto… ¿estás queriendo decirme qué…?- preguntó, insegura.
-
Que
necesito práctica y entrenamiento para convivir en pareja antes de casarme - -
informó él. “Y para demostrarme a mí mismo que puedo superar la tentación y que
corro un riesgo menor de recaída” añadió mentalmente. – No es por presionarte
querida… - dijo, dándole palmaditas de condescendía en el hombro. – Pero… todo
depende de ti – concluyó.
-
¿Es que
te casas? – rugió ella, incapaz de refrenarse y horrorizada ante la posibilidad
de que Edward se casara con otra mujer.
-
¿Qué
pasa? – preguntó él, pareciendo estar enfadado. - ¿Es que solo tú puedes
contraer nupcias? – añadió.
-
¡No! –
exclamó ella.
-
¿No qué?
– preguntó divertido al ver su confusión. - ¿No lo sabías? – le preguntó él, sorprendido
en grado sumo. - ¿Hace cuánto que no lees una columna de Christina Thousand
Eyes? – añadió interesado en conocer esta respuesta en particular de su ronda
de preguntas. – Porque fue ella la que informó a todas las señoritas solteras
de mi intención de casarme, incluso antes de que las tuviera realmente –
añadió.
-
No me
parece una buena idea… - se inventó, respondiendo sobre la marcha.
-
Al menos
la mujer a la que elija por esposa sabrá desde el principio cuáles serán mis
intenciones con ella y eso ya es mucho más que lo que nuestro querido y
perfecto David hizo contigo – respondió, enfadado.
-
¡Dios
mío David! – murmuró. - ¡No puedo aceptar tu trato! – exclamó. Y ante la
incomprensión de él, agregó: - ¿Qué dirá David? – preguntó, con horror.
-
Yo creo
que no debes preocuparte por el divino y perfecto David – dijo con ironía. – En
cuanto sepa cuál es el trato que te ofrezco será él mismo quien nos encierra
con llave bajo el mismo techo – añadió, granjeándose una mirada de furia por
estas palabras.
-
No puedo
aceptar tu trato – dijo de nuevo.
-
Mi
chollo querrás decir – le corrigió él.
-
¿Qué
dirán mi madre y mis hermanas si se enteran de esto? – preguntó ella.
-
¡Ah! –
exclamó él, cayendo en la cuenta. – Mi suegra… - añadió para sí, aunque en voz
alta. – ¿Hablamos de esa misma madre que te menospreciaba y se metía contigo? –
preguntó, nuevamente enfadado y, en consecuencia, elevando el tono de voz. - Algún
día me gustaría conocerla – concluyó, focalizándose en ella, quien negó con la
cabeza encarecidamente esta posibilidad.
-
Ya no es
así – puntualizó ella. Él la miró dudando acerca de esa posibilidad porque
sabía por experiencia propia que las personas no cambiaban así por así de un
día para otro sin un buen motivo para ello. – Admito que nuestra relación madre
e hija no es la mejor del mundo pero… está mucho más tranquila y confía en mí
mucho más desde que estoy comprometida con David – explicó. – Tanto es así, que
se ha ido a la campiña a pasar un tiempo junto a mis hermanas y me ha dejado a
mí al cargo de todo lo relacionado con lo del enlace – concluyó, satisfecha y
optimista consigo misma por este hecho.
-
Alto –
dijo Júnior. - ¿Has dicho que tu madre está fuera del entorno londinense ahora
mismo? – preguntó. Jezabel asintió. – Entonces no tienes de qué preocuparte en
este sentido y puedes vivir conmigo un mes sin temer a represalias por su parte
– añadió.
-
¿Te has
vuelto loco? – le preguntó ella. – Habladurías y rumores malintencionados son
los que más rápido viajan – explicó. – Y en cuanto escuchase el primero de
ellos, tomaría la primera diligencia y se presentaría en mi puerta exigiendo
explicaciones ¿Qué pasaría entonces eh? – le preguntó, encarándose con él.
-
Pues que
por fin conocería a parte de mi encantadora familia política – respondió él,
nuevamente irónico. – Y ¿qué si viene? – le preguntó, encogiéndose de hombros.
– Puedo volver a presentarme como el abogado de la familia Harper – sugirió.
-
A mamá
no le gustan los abogados – confesó ella apesadumbrada.
-
¡Tanto
mejor! – exclamó, disfrutando ante la perspectiva de posibilidad de encuentro
con su suegra; un encuentro en el cual él no sería demasiado agradable, por
otra parte.
-
¿No te
preocupa lo que pueda pensar de ti? –
preguntó ella, asombrada e incrédula.
-
En
absoluto – reconoció él. – Seguro que cuando le cuente los motivos por los
cuales estoy compartiendo casa contigo pensará que soy un perfecto hijo de puta
sin sentimientos al que solo le importa su trabajo y no tiene en cuenta las
circunstancias personales o los sentimientos de aquellas personas con las que
se enfrenta porque soy un maldito egoísta que solo pienso en el dinero que
cobraré cuando mi caso termine y con el cual me estoy comprando un billete
directo al infierno – añadió, aunque casi podría decirse que recitó. Jezabel le
miró boquiabierta e incluso, quedó tan afectada que hubo de retroceder varios
pasos para mirarle desde otra perspectiva.
Tenía razón; salvo con la única excepción de que su madre nunca
utilizaba palabrotas, el resto de su discurso bien podría haber salido de su
boca. – No es la primera vez que oigo eso acerca de los abogados – explicó,
recordando la única ocasión en la que lo había escuchado; y que para más inri,
había ido dedicado a su hermano Henry, quien no era precisamente egoísta. – Y
no te preocupes por mí, seré tan bueno y convincente en mi papel que hasta tú,
a quien en ocasiones no caigo precisamente bien te preguntarás por qué no acabé
siendo parte del elenco de una compañía teatral – aseguró. - ¿Y bien? –
preguntó pasados unos instantes. - ¿Hay trato? – quiso saber, ofreciéndole su
mano como gesto para sellarlo.
-
No puedo
– respondió ella por tercera vez.
-
Joder… -
maldijo entre dientes y con impaciencia al mirar lo tarde que era ya y se
recriminaba ser tan estúpido al pensar que la convencería fácilmente. - Antes
no protestabas tanto – le echó en cara. - ¿Se puede saber por qué ahora no
puedes? – preguntó, resoplando para no gritar.
-
¡Porque
me pides un mes de mi tiempo! – exclamó ella, olvidándose de su prometido
oculto.
-
¿Y? –
preguntó él, sin entender.
-
¿Tienes
alguna idea de la fecha exacta en la que me caso? – le preguntó ella, aunque
sabía que era una pérdida de tiempo el hacerlo porque, seguramente habría
mirado la invitación de boda que David le dio y en ese pequeño trozo de papel
aparecía la información con todo lujo de detalles. Para su total sorpresa,
Júnior negó con la cabeza. En otras palabras, había hecho lo que, por otra parte
harían los nobles: se había guardado la invitación de boda sin ni siquiera
echarle un vistazo y al llegar a su casa se la habría dado al mayordomo; quien
sería el encargado de recordarle la fecha del mismo y de sugerirle que
confirmase o no la asistencia. Estaba furiosa y, ¿por qué no decirlo? Algo
humillada. – Es en mes y medio – dijo, y en su rostro manifestó todo su enfado
contra él.
-
¿Y a qué
vienen tantos impedimentos entonces? – quiso saber él. – Te viene como anillo
al dedo – añadió. – Y nunca mejor dicho – le dijo guiñándole un ojo con gesto
pícaro. - Terminamos nuestro arreglo y
te quedan dos semanas libres completas para
organizarlo todo – le explicó su plan. -
O… ¿es que no eres capaz de hacerlo? – le preguntó para picarla.
-
¡Por
supuesto que sí! – exclamó ella, obviamente picada ante el reto lanzado por
Júnior con sus palabras. Además de que por otra parte era cierto.
-
Entonces
no tienes motivos para decir que no a lo que te estoy proponiendo – estableció él.
– Pero por si te queda alguna duda o mínimo resquicio al que agarrarte para
decirme que no, te informaré de que, aunque pienses todo lo contrario sobre mí,
soy una buena persona para compartir vivienda porque no te voy a mantener ocupada
las veinticuatro horas del día pendiente de mí, así que durante ese mes podrás
seguir haciendo tus cosas de novia, sean cuales sean y yo podré continuar
realizando mis asuntos – explicó.
Jezabel quiso
preguntarle acerca de cuáles eran esos asuntos que le mantendrían ocupado
porque, sí que había leído las columnas de Christina Thousand Eyes (otra cosa
bien distinta era que hubiera prestado más o menos atención a las intenciones
nupciales del benjamín de los Harper) y en ellas, la columnista no era
precisamente amable con él. Es más, vago, aprovechado y ocioso solían ser los
adjetivos que más a menudo utilizaba para describirle.
Sin embargo, sus
intentos se vieron frustrados de raíz cuando Júnior se puso en pie de manera
repentina y anunció sus intenciones de marcharse porque era terriblemente tarde.
Así como Jezabel, no era la única persona frustrada en esa habitación; él
también lo estaba porque había pensado que todo sería muy sencillo y que no
pasaría mucho tiempo intentando convencer a su esposa para que aceptase el
ventajoso trato que le proponía. En su lugar, no solo no había sucedido nada
como lo había supuesto, sino que además de haber desperdiciado un tiempo
precioso con su palabrería inútil, no había conseguido el objetivo por el cual
había decidido desviarse en su trayecto hacia Savile Row; la residencia de los
Appleton y lugar donde vivía su única hermana.
Con todo, y pese a
que gran parte de la culpa era suya por haber salido de casa con retraso del hogar
familiar, no iba a pasar más tiempo intentando convencerla de que el trato era
lo mejor para ambos. Estaba exhausto mentalmente y se le habían acabado las
excusas y recursos a utilizar así que, se marchaba. Por otra parte, tampoco
quería presionarla o forzarla demasiado para que aceptase su propuesta si no
estaba completamente convencida de ello. Por eso, era mejor marcharse y dejarla
a solas con sus pensamientos (aunque eso no era completamente cierto en este
caso dado que el prometido perfecto y oculto David se encontraba tras alguna de
esas puertas).
Además, no sabía por
qué, pero su intención le decía que había sembrado la sombra de la duda en ella
de manera muy profunda y por tanto, todas esas negativas repetidas y excusas no
hacían más que ocultar sus verdaderas ganas de aceptar la proposición. Bien,
otro motivo para marcharse. Utilizando un símil militar; Una retirada a tiempo
era una victoria y él en este caso, así creía que lo sería.
-
¿Es que
te vas? – preguntó ella, desesperada. Sabía que era una pregunta estúida porque
Edward encaminaba ya sus pasos hacia la puerta pero… aún así, fueron las
palabras que salieron de su boca. Sin embargo, no era eso lo que le
abochornaba, lo que era peor para los dos es que ambos habían sido
perfectamente consciente del tono de desesperación que tenía su voz. – Parecía…
parecía… - tartamudeó. – Creía que estabas muy interesado en conocer la
respuesta hoy – añadió, inventándose las palabras sobre la marcha.
-
Y así es
– reconocío. – Pero creo que en este caso, eres tú la más interesada en la toma
de decisión ya que, al fin y al cabo, mi matrimonio puede retrasarse algún
tiempo más, al contrario que el de otros… - dejó caer, aunque las palabras iban
específica y clarísimamente dedicadas a ella. - No puedo permitirme el lujo de
esperarte toda la vida para conocer la respuesta, así que lo mejor será que me
vaya y, cuando hayáis sopesado las opciones me deis una respuesta – añadió,
abriendo la puerta y saliendo de la habitación. No obstante, pasado un
instante, regresó sobre sus pasos, entró de nuevo en la habitación y apostilló:
- Os aconsejo que os deis premura mi querida dama porque, como bien habéis
dicho tan solo tenéis un mes y medio hasta vuestra boda y yo creo que a nadie
le gustará saber el día de la ceremonia que habéis contraído matrimonio antes y
de que por tanto, el nuevo es inviable de realiza ¿no os parece? – preguntó,
sonriendo con malicia antes de dejar a una Jezabel aterrorizada por su devenir
y sola en el lugar.
Pero, ese no fue el
último intento infructuoso de Júnior por abandonar porque en esa segunda ocasión,
fue David quien se lo impidió. Un David que apareció de manera repentina justo
frente a él y que fue el causante de que realizase una acción que no realizaba
en mucho tiempo: gritar del susto.
Fue tan potente su
grito (quizá debido al tiempo transcurrido) que, contagió su miedo a Jezabel;
quien corrió muy asustada hasta el lugar de dónde provenía el mismo y cuando
llegó al mismo (el pasillo) detuvo su carrera de forma brusca y precipitada; no
solo porque había alcanzado su lugar de destino sino porque, la propia escena
que estaba presenciando en ese momento provocó que su propio miedo alcanzase
cotas insospechadas y que quedase paralizada a una distancia prudencial
-
¡Joder! –
exclamó Júnior asustado dando un brinco mientras intentaba volver a respirar
con tranquilidad y normalidad.- ¡David! – añadió, enfadado; aunque, cuando vio
la expresión en su rostro (nada agradable), decidió añadir una sonrisa de
circunstancias.
-
Hola
Proud – le saludo él. – Amigo – añadió, aunque esta última palabra la pronunció
con evidente desgana y asco.
-
¿Qué
pasa amigo? – le preguntó él a modo de saludo cortés y utilizando esa palabra
que tanto le gustaba usar a él de coletilla para volver a ganarse su confianza
y amistad.
-
Quiero
que sepáis que aunque lo habéis intentado – dijo, y en ese momento, Junior se
dio cuenta de la presencia de Jezabel en la situación, pues hasta entonces, su
grado de susto había sido tal que no se había ubicado por completo. – No he
podido evitar parte de la conversación que habéis mantenido – añadió y confesó.
Jezabel creyó morir
en ese instante al menos de tres causas distintas: vergüenza por saberse
descubierta y por no saber controlar su tono de voz, arrepentimiento (si es que
realmente se podía morir de ese sentimiento) por no haber sido total y
completamente sincera con David cuando tuvo la oportunidad. Y sobre todo, creyó
morir de miedo ante la reacción de David al conocer sus nuevas y especiales
circunstancias.
“Adiós boda, hola
señora Harper de por vida” pensó, con lamentación.
Júnior quiso
confortar a Jezabel cando vio el caudal de sentimientos que se reflejó en su
rostro pero, al instante lo desechó. Es más, de hecho creyó que eso iba a
venirles bien a ambos porque dependiendo de la reacción que tuviera, así
despertaría y vería con sus ojos el tipo real de persona que David era. O
incluso, si reaccionaba de manera positiva, él podría su propia opinión e
incluso, podría ayudarle a convencer a Jezabel a que hiciera lo correcta.
-
Solo
tengo una cosa que decir al respecto – anunció, cruzándose de brazos y
mirándolos con gesto severo.
Jezabel agachó la
cabeza y cerró los ojos (o mejor dicho, los apretó) para no ver el desastre que
se avecinaba. Junior por el contrario, aguantó su mirada y esperó con
impaciencia a escuchar qué era lo que David tenía que decir al respecto.
Un David que
sorprendió a propios y extraños cuando, en vez de mostrarse solícito y feliz
con la noticia del trato; lo cual significaría que estaba de parte de Júnior en
la situación o, estallar de furia y comenzar a soltar gritos e improperios como
un poseso endemoniado (lo cual confirmaría las sospechas de Jezabel) lo que
hizo fue arrodillarse y tomar las manos de Júnior. Un Júnior quien,
desconcertado en grado sumo por esta acción, retrocedió dando un pequeño salto
e intentó zafarse del agarre de David; cosa que le fue imposible.
Jezabel no quería
mirar la escena que estaría sucediendo ante sus ojos, aunque por otra parte se
estaba muriendo de ganas de hacerlo. Así de fuerte se mantuvo al menos, hasta
que escuchó decir a su prometido la palabra gracias. En ese momento sí que se
permitió mirar hacia lo que estaba sucediendo y ante sus ojos vio que estaba
sucediendo una escena bastante hilarante e inesperada; la cual sin duda, jamás
se hubiera imaginado que sucedería.
-
¿Gracias?
– preguntó Júnior, incapaz de creerse que acabara de escuchar esa palabra y
mientras maldecía por lo bajo su incapacidad para soltarse de David; quien era
más fuerte de lo que parecía.
-
Gracias –
repitió él, apretando aún más sus manos.
-
¿Por
qué? – gritó Júnior y exigió saber.
-
Por
sacar la cara por Jezabel frente a los Harper hasta el punto de conseguir un
trato tremendamente fácil y ventajoso para ella si quisiera hacerse con la
propiedad de la casa – explicó.
El color volvió a
los rostros de los miembros del matrimonio quienes respiraron de manera honda y
sonora y suspiraron de la misma manera al unísono. Era cierto que David había
escuchado parte de su conversación, pero no había captado la más importante por
lo que, de momento, su secreto estaba a salvo y si, Jezabel aceptaba, el trato
podía llevarse a cabo sin levantar sospechas.
-
Gracias –
volvió a decir David besándole en esta segunda ocasión ambas manos.
-
Mi
querida Jezabel… ¿me lo parece a mí o tu prometido me está rindiendo vasallaje?
– le preguntó Júnior conteniendo las ganas de reír, bien fuera por la comicidad
de la situación, por la incredulidad de que ese hecho estuviera pasándole a él
o por causa de su nerviosismo contenido.
Jezabel miró
alternativamente al menos cinco veces la sonrisa y la cara de su marido y la
posición de su prometido en esta situación antes de maldecir para sí.
Con esta situación,
no le quedaba de otra que aceptar el trato que Edward le había propuesto, ahora
con más razón y motivo si cabe, ya que David sabía de su existencia.
Era una mala idea.
Era una pésima idea.
E iba a arrepentirse
si aceptaba durante toda su vida.
Y esas frases
precisamente fueron las que no dejaron de resonar en su mente (y a las cuales
hizo caso omiso) mientras se escuchaba a sí misma, aceptando tan diabólica
propuesta
lunes, 11 de noviembre de 2013
Capítulo 8: JJ - El prometido perfecto
CAPÍTULO VIII
El
prometido perfecto
Con seguridad, cuando trates de causarle buena
impresión a alguien, cometerás alguna estupidez.
Anónimo.
Ahí estaba.
El motivo por el cual su vida
era tan complicada ahora mismo y a su vez, la causa que explicaba que el
momento que Edward Junior había escogido para regresar de entre los muertos y
proclamarse como su esposo no podía ser peor: su prometido.
Sí, estaba prometida a otro
hombre y sí, eso implicaba una nueva boda.
Un enlace que además en su
caso iba a producirse en un relativo corto período de tiempo: apenas dos meses.
Lo tenía calculado y previsto
todo al milímetro.
O al menos, así había sido
hasta que descubrió que su supuesto difunto esposo continuaba con vida y por
tanto, ella no estaba viuda sino casada. Ahora bien ¿cómo iba a casarse una
mujer cuando ya estaba casada con otro?
Esa era la asignatura
pendiente o la ecuación que despejar y resolver en toda esta situación.
Ya no solo tenía que lidiar
con un molesto recién redescubierto esposo sino que además, debía hacerse a la
idea y pensar cuál sería la posible reacción de su prometido cuando descubriera
su nueva situación sentimental. Y sobre todo, si querría seguir adelante con
los planes de boda entre ambos una vez estuviera al tanto.
En su defensa debía argumentar
que desconocía su situación de indisponibilidad para el matrimonio, ya que de
lo contrario ni hubiera alentado el coqueteo ni ella misma hubiera dado pie al
flirteo nada disimulado que había existido entre ellos desde el mismo momento
en que se conocieron.
Dicho pensamiento podría
servir de ayuda y consuelo para algunos, no para ella y quizás esa era la razón
por la cual la frase o el pensamiento del emperador filósofo Marco Aurelio “La
que se casa muchas veces, no se casa; es una adúltera dentro de la ley” no se
dejaba de repetírsele una y otra vez.
Una adúltera dentro de la
ley: eso es lo que era ella.
No le gustaba ni cómo sonaba
pero no por ello era menos cierto.
Miró a la razón y causa de su
adulterio (su esposo) y descubrió, no sin cierto asombro, que no la estaba
mirando a ella sino que permanecía abstraído en su mundo y sus pensamientos.
Quiso continuar enfadada con él por su obstinación y empecinamiento en
permanecer en el dormitorio conyugal para darle la bienvenida. Sin duda para
provocarle. O a ella. O a ambos.
Pero ya no podía hacer nada,
puesto que se había subido y sentado en su cama y como si de unas cadenas
invisibles se tratase, no había nadie divino o humano que lo moviese de allí.
Prometida era la palabra que
resonaba en la cabeza de Edward una y otra vez; quizás con el propósito y la
idea fija de que a base de repeticiones, acabaría por asimilarla y la impresión
y el enorme impacto que le había causado desaparecerían finalmente.
Sin embargo, eso no quería
significar ni significaba que ésta continuase repitiéndose en su cabeza; como
si de una broma cruel se tratase.
“Está prometida” se dijo. Se
lamentó. O incluso podría decirse que se volvió a burlar de sí mismo y de su sino su antiguo yo. “Apenas acabas de encontrarla y ya vas a perderla”
rió su otro yo
-
Prometida
– murmuró en apenas un susurro.
Ahora lo entendía todo.
De ahí las exacerbadas quejas, maldiciones y protestas ante
el descubrimiento de su “nuevo” (o mejor dicho, antiguo) status civil y
religioso: una mujer ya casada, no puede contraer nupcias nuevamente. Al menos
no en Gran Bretaña, ni en ninguna otra parte de Imperio Británico que él
conociese.
Su reencuentro y reaparición le habían trastocado por
completo los planes y seguramente, el resto de la vida, que ya había visualizado
en su futuro más próximo, pero así era la vida… ¡qué se le iba a hacer!
“Un momento” se dijo, mientras se repetía el plan para
comprenderlo por completo. “Si ella tampoco desea estar casada contigo…”
añadió.
Pero no había oraciones de posibilidad que valiesen. Dicho
de otra manera, debía quitarle el si a esa oración de inmediato.
Ella tampoco quería estar casada con él. De la misma manera
que él tampoco quería estar casado con ella. Y encima ella estaba prometida con
otro hombre. La solución por tanto era sencilla, lógica y rápida ¿no?
Sí y no.
Sí porque gracias a la que parecía ser la única opinión
común y coincidente de ambos hasta ahora en un tema, ambos podrían poner punto
y final a su matrimonio fantasma y relatarlo como una anécdota e historia
curiosa cuando fueran viejos. Pero no a sus nietos. A sus nietos no porque eso
significaba hijos en común. Y él no quería hijos con Jezabel, quería disolver
su matrimonio cuanto antes.
Y no porque no quería que su matrimonio acabase de esta
manera. Estaba claro que quería que acabase pero no así y no de este modo.
Debía ser él quien decidiese poner poner punto y final al mismo y no que éste
se produjese porque su esposa le había reemplazado en tan poco (aunque en realidad,
ocho años era tiempo más que suficiente y sobre todo, aceptable cara a la
sociedad para contraer nuevas nupcias) tiempo.
Por tanto, no.
De eso nada.
Se separarían y pondrían punto y final a tan improcedente
acción realizada en sus años de juventud sólo cuando él así lo creyera
conveniente.
Y solo por eso, sentimientos encontrados se manifestaban en
su rostro y su mente mientras esperaba la que se suponía que sería la gran
entrada triunfal de su rival.
Dichos sentimientos no eran otros que curiosidad por saber
cómo era su rival y sobre todo, inexplicablemente, antagonismo (por no decir
antipatía) hacia él.
El primer sentimiento era del todo razonable porque, todo el
mundo sentía curiosidad en el momento en que iba a conocer a nuevas personas y
sobre todo, sino le habían dicho nada al respecto con anterioridad.
Era el segundo el que realmente le preocupada y extrañaba a
partes iguales porque él nunca había odiado “Odiado no, sentido antipatía” se
corrigió inmediatamente de manera mental, a nadie sin conocerlo primero. Así
como tampoco se había fiado de los comentarios (muchas veces perniciosos) del
resto de personas sobre una en particular y mucho menos, se había fiado de las
primeras impresiones porque hubiera sido demasiado hipócrita por su parte. Más
en sus años y comportamiento de alocada y desenfrenada juventud (y buena parte
de su madurez también).
Por eso mismo, no terminaba de comprender por qué ahora y
precisamente por qué con él.
“Porque es el prometido de Jezabel” se respondió a sí mismo
como si fuese el primer y en consecuencia el mejor alumno de su clase.
Jezabel.
Volvió a fijar su mirada en ella y descubrió que aunque
quieta y estática, se revolvía nerviosa en su lugar. Así al menos lo indicaba
el movimiento circular de sus manos; con las cuales parecía estar enrollando un
hilo alrededor de ambas que acabaría por inmovilizarlas, porque se mordía el
labio inferior y porque sus ojos no dejaban de posarse por todos y cada uno de
los objetos presentes a simple vista; aunque estos dos últimos síntomas bien
podrían ser considerados como gestos de impaciencia o quizás de preocupación
porque, podría ser que su antiguo uniforme militar de gala no hubiera sido lo
único que olvidó en su casa. Bien pudo olvidar alguna otra cosa y esta sí que
podría ser mucho más indecente e inapropiada para una mujer. Y en consecuencia,
bastante más difícil de explicar.
Deseó que esto no hubiera pasado porque él tampoco sabría
muy bien cómo iba a ayudarle a explicarlo. Y lo peor de todo era que las
historias nunca se le habían dado especial o particularmente bien. Tanto era
así que sus sobrinos le habían asignado en una no solemne ceremonia el título
de peor cuentacuentos de la familia.
Título otorgado por niños. De muy corta edad, pero no por
ello estúpidos o menos selectivos. A su juicio y opinión, era un dato a tener
en cuenta…
En cualquier caso, no hubo mucho tiempo de preparación más
porque, justo en ese momento, se encontraron tres golpes en la puerta que
provocaron sendos respingos y sobresaltos en el matrimonio.
“¿Llama a la puerta?” se preguntó extrañado. “¿Quién
demonios llama a la puerta para pedir permiso de entrada cuando sabe de sobra
que ya ha sido anunciado?” añadió, contribuyendo a aumentar la mala imagen que
ya de por sí tenía del pretendiente, dado que aún desconocía su nombre.
-
Adelante – dijo Jezabel dándole permiso
para acceder al interior del dormitorio y solo después de dedicarle una mirada
de advertencia y amenaza que él ni siquiera se tomó como algo serio.
“Muy pronto lo sabré” añadió mientras asentía y recolocaba
su postura desde lo alto del colchón donde había decidido sentarse a esperarle.
La puerta se abrió por fin y, gracias a ello, Júnior pudo
ponerle rostro y cuerpo a su rival. Y para su total y completa frustración (y
también su fastidio) hubo de reconocer que si él fuera mujer o uno de esos
hombres que se sienten atraídos por otros hombres, sin duda se hubiera fijado
en el actual prometido de Jezabel porque, físicamente hablando, no estaba nada
mal.
Era alto, rubio, de ojos negros, nariz aguileña y labios
sarnosos. Además, tenía los hombros anchos y caminaba con una gracia, actitud y
porte aristocráticos, por lo que no cabía duda acerca de cuál era su origen y
posición social. El problema para él era que, solo por su aspecto físico no lo
recordaba como tal y dado que tampoco sabía su nombre, no podría asegurar si lo
había conocido antes en alguna ocasión y las circunstancias que habían podido
rodear su encuentro o encuentros previos.
-
¡Jezabel querida! – exclamó resoplando
de alivio mientras se acercaba a ellos. – Dudaba si venir o no y créeme que me
he pasado un buen rato esperando y analizando en la puerta de tu casa acerca de
si llamar o no – aseguró. – Pero…no he podido resistirme – confesó. – Llevaba
demasiado tiempo sin verte – concluyó, justo en el mismo momento en que se
situó frente a ella.
Jezabel no pudo evitar sonreír y sí, también sonrojarse un
poco ante las palabras de David, su prometido. Era un hombre extremadamente
formal y bien educado y esa era una cualidad y actitud a tomar muy en cuenta
para un futuro marido en su opinión.
-
David… solo hace un día que no nos
vemos – le regañó ella con una sonrisa y, según opinión y criterio de Júnior
una mirada de persona no muy enamorada. – Solo hace un día que no me ves – le
recordó.
-
No – le contradijo él. – 20 horas y
treinta y ocho minutos para ser completamente exactos – añadió, mientras echaba
un ojo a su reloj de bolsillo, lo cerraba, lo guardaba, hincaba una rodilla en
el suelo, le agarraba la mano, se la besaba y, finalmente, le entregaba el ramo
de flores.
“¡Por fin, David!” exclamó Junior mentalmente, bastante
cansado de la teatralidad y lo relamido que era el prometido de su esposa.
Aunque su asistencia como espectador mudo y silencioso a este reencuentro tuvo
dos consecuencias positivas. O mejor dicho, una y media.
-
La primera de ellas, o mejor dicho, la media
era que había descubierto cómo se llamaba el susodicho: David. Pero eso era
como no saber nada ya que, a excepción de que era otro nombre bíblico,
desconocía qué otra información útil podía obtener de ahí ya que seguramente,
habría cientos y cientos de David sueltos por Gran Bretaña.
No.
Si realmente quería sacar algo en claro acerca de su
identidad, necesitaba conocer su apellido.
-
Lo segundo que había descubierto había
sido gracias al regalo que David le había raído a Jezabel. O en otras palabras,
las flores.
Corrección: las flores silvestres.
Flores silvestres y por tanto, de ningún grupo, rama o
familia específica.
Acción beneficiosa para él porque el hecho en sí no
significada nada gracias al tipo de flores que había elegido ya que, de entre
la amplísima gama de especies diferentes de la flora británica e importada,
había escogido precisamente aquellas que no tenían ninguna segunda intención
oculta y desconocida para el gran público o escondían un mensaje cifrado dentro
del misterioso, complicado y enigmático lenguaje de las flores.
Sin embargo, para Júnior, lo más preocupante y aterrador de
todas estas ideas sacadas mediante tan escueto análisis era que no tenía ni la
más remota idea de cómo era tan experto en lenguaje de las flores; pasatiempo
obviamente femenino.
Cuando iba a ponerse en serio a pensar acerca de esta duda
que le corroía de estupor e incertidumbre, la pareja de la habitación llamó
nuevamente su atención. O mejor dicho, el miembro femenino de la misma, porque
se inclinó hacia delante y besó la mejilla de su prometida.
Si en ese momento, Junior
hubiera tenido que escoger una palabra del diccionario para describir el
grado de intensidad y los sentimientos en sí que le recorrieron en el preciso
instante en que fue observador de este gesto, no hubiera podido hacerlo ya que,
a buen seguro, no existían aún.
En cualquier caso, sí que volvió a sentir un marcado
instinto de posesividad hacia la que era su esposa de manera legal y en esta
ocasión, mucho más fuerte y potente que en casos anteriores porque la única
manera de contenerse para no levantarse de la cama donde estaba sentado y (como
mínimo) abofetear al relamido de David fue apretando el puño en torno a la
colcha de la misma.
Era perfectamente consciente de que a simple vista, esta
acción como gesto de detención de intenciones no daba la impresión de ser muy
poderosa pero para él fue perfectamente válida. Sobre todo, porque gracias a
tan nimio gesto fue consciente de dónde se hallaba: un lugar que no era otro
que uno de los dormitorios de su casa; aunque este detalle de propiedad era
inapropiado e inadvertido para la inmensa mayoría de personas.
Había sido muy dado a liar escándalos y montar espectáculos
cuando era un adicto al alcohol y otro tipo de sustancias. Sin embargo, ahora
que estaba sobrio y en rehabilitación de sus adicciones, consideraba que aún
era demasiado pronto para granjearse un enemigo. Lo que no pudo evitar de
ninguna de las maneras fue que gruñera cual perro al que le habían quitado su
comida y en consecuencia, de esta manera “involuntaria”, su presencia quedó
revelada.
Cuando David descubrió que no estaban solos en la
habitación, lo primero que sintió fue una enorme vergüenza propia y ajena. Aunque
bien pensado, tampoco tenía por qué sentirse así ya que en ningún momento iba a
traspasar los límites que, ninguno de ellos había mencionado de manera
explícita pero que ambos conocían muy bien.
Sabía que Jezabel era viuda y que por tanto, no era inexperta
en este tipo de lides, pero también sabía que tenía una reputación intachable y
que era muy respetada en la comunidad por este motivo, así que no iba a ser él
quien corrompiese tan idílica imagen de su prometida.
Por este motivo, con la satisfacción de que muy pronto vería
cumplido sus objetivos vitales y por ello, sin permitirse el lujo de demostrar a
la tercera persona allí presente arrepentimiento por semejante conato de
manifestación de emociones y sensaciones y pérdida de control de sí mismo, se
giró hacia él sin ningún tipo de expresividad y le dijo:
-
Le ruego me disculpe caballero por mi
inapropiado comportamiento pero en ningún momento he sabido o he sido
consciente de su presencia aquí -.
“¿Caballero?” se preguntó incrédulo Junior. “¿Caballero?” volvió
a preguntarse, con la incredulidad por el tema incrementándose por segundos.
“¿Realmente me ha llamado caballero?” se preguntó mientras miraba sus ropas y
entonces comprendió que quizás sí que tenía sentido la manera en la que se
había dirigido a él.
Tenía sentido, pero no por ello quería decir que fuera menos
divertido para él.
“Caballero…” se repitió mientras asentía y esbozaba una
ligera sonrisa. “Hace tanto que no me llaman así…” añadió.
Hacía tanto que no le llamaban así que ni se acordaba del
momento preciso o exacto cuando se produjo. A ver, por supuesto que se acordaba
de otras siuaciones problemáticas en las que se había referido a él como
caballero, como por ejemplo aquellas en las que iba tan borracho y colocado de
su otra sustancia favorita y montaba tales espectáculos en las fiestas, eventos
o clubes que visitaba que no le quedaba de otra a alguno de los que habían
organizado el acto allí presentes que decirle: “Caballero, no me queda más
remedio que pedirle que se marche”. O esas otras ocasiones en las que había
sido descubierto in fraganti con una mujer comprometida o casada por el
prometido o marido de la susodicha en cuestión. Hombres a los que no solían
gustarle lo que estaban viendo y que por ello mismo, se referían a sus mujeres
directamente y obviando su presencia allí en un clarísimo tono de ironía para
preguntarles: “¿Es que no me vas a presentar al caballero?”
Ese tipo de caballerescas ocasiones las recordaba en
abundante cantidad y prístina calidad pero, que le llamaran caballero sin
ningún tipo de doble intención y sin ningún tipo de tono especial en la voz, sí
que hacía tiempo que no lo oía. De ahí su escepticismo e incredulidad la
primera vez que lo oyó para dirigirse a él y… que esto le pareciese muy
divertido.
Tan divertido de hecho, que hubo de contener con todas sus
ganas las enormes ganas de reír a carcajadas que tenía. Al final y, para evitar
males mayores, su conato de carcajada se quedó en eso, en un conato y como tal,
el resultado fue que el sonido; o mejor dicho, en no sonido de su boca, fue lo
más parecido jamás existido a un carraspeo sin tener flemas en la garganta que
querer expulsar.
-
¡Qué despiste por mi parte! - exclamó
Jezabel golpeándose la frente con la mano antes de mirar de manera amenazante a
Junior; advirtiéndole de este modo que permaneciera callado mientras ella
hablaba. – Este es David Edmonson – dijo, mientras posaba la mano sobre su
hombro. – Mi prometido – añadió poniendo especial énfasis en el pronombre
posesivo – Además del futuro marqués de Bute[1]
- conlcuyó.
“¿Marqués?” se preguntó, sorprendido. “Muy bien Jezi”
añadió, mientras asentía con la cabeza y clavaba sus ojos en ella para que le
leyera la mente y supiera que la estaba felicitando por su buen trabajo a la
hora de encontrarle reemplazo y sustituto.
-
Y querido David, él es… - dijo,
titubeante mientras pensaba qué decir y qué no acerca de su identidad; sobre
todo porque ella tampoco sabía muy y mucho qué decir al respecto sobre él.
Y ahí estaba.
Su gran momento.
O bueno, quizás no su gran momento, pero sin duda era su momento
en toda la conversación.
Instintivamente, buscó el rostro de Jezabel y en él se
reflejaba una mezcla de hasta tres emociones distintas:
La manera de mirarle de forma interrogativa, la manera
recelosa y sobre todo, destacaban en manera de mirarle el miedo y la
vulnerabilidad provocados por la certeza de que, si quería justo en ese
momento, podía dar al traste con su perfectamente organizada y planificada vida
sin él.
Ahora bien ¿qué hacer?
¿Presentarse como quien era y mostrarle al señor Edmonson
una faceta de la vida de su prometida que seguro desconocía o inventarse una
identidad nueva, cual si de un espía del Imperio Británico se tratase?
¿Conseguir granjearse por una de estas opciones su odio más
visceral o su agradecimiento eterno?
En definitiva… ¿ser bueno o malo?
Suspiró, se puso en pie y caminó hasta situarse justo frente
a David, antes de decir:
- Soy Proud Clarence, un antiguo amigo de Jezabel – y
ofrecerle la mano para que éste se la estrechara. Cosa que hizo como buen
caballero inglés que era. En ese momento, Junior pudo jurar y asegurar a todos
los presentes que Jezabel tenía mejor color de cara.
La bondad que hubo en él gano la partida y acabó por no revelar
quién era. Aunque dependía del señor prometido y de los derroteros que siguiese
la conversación para agregar o no información de vital relevancia.
Por otra parte, tampoco había sido completamente bondadoso
ya que había utilizado su segundo nombre de pila y el apellido de soltera de su
madre, por lo que había revelado una verdad a medias nada más; lo cual
significaba que aún existía una parte de maldad dentro de él.
Pese a ello, era necesario para él que se cubriese las
espaldas en torno a su identidad. Estaba seguro de que si mencionaba el
apellido Harper sería pronto identificado; más siendo el benjamín y el
acaparador de todos los artículos de sociedad. Y si le daba por buscar algo de
información sobre él, no tardaría en descubrir su matrimonio con su prometida
ya que, al ser noble, podía permitirse ese tipo de recursos.
Sin embargo, como Proud Clarence tenía muchas posibilidades
de pasar inadvertido pues, básicamente, dudaba mucho de que existiera alguien
con un nombre tan ridículo y extraño.
Así al menos debió parecerle a David Edmonson porque, aunque
estrechó su mano (no demasiado fuerte cabe reseñar) le miró con la ceja
enarcada mientras repetía:
-
¿Proud Clarence? – Junior asintió. -
¿Un antiguo amigo? – añadió, confuso. Junior volvió a asentir. – Jezabel nunca
me ha hablado de ti – murmuró, finalmente.
-
Es que nos acabamos de reencontrar –
respondió de forma precipitada Júnior. “Verdad” pensó. – Nos conocimos hace
ocho años en Escocia – añadió. “Nueva verdad” pensó otra vez.
-
¿Escocia? – preguntó mirándolos
alternativamente hasta que se centró en él. – ¿Eres escocés? – quiso saber.
“¿Escocés?” se preguntó tremendamente desconcertado Junior. “Pero…
¿de dónde demonios ha sacado este que soy…?” se preguntó indignado. “¡Ah!”
exclamó, cayendo en la cuenta. “El pelo” pensó con resignación. Debía estar
acostumbrado a este tipo de identificaciones, dado que no era la primera vez
que por sus rasgos físicos le creían oriundo de Escocia pero… él no se hacía a
la idea. Es más, le molestaba profundamente que creyeran que era escocés, sobre
todo cuando había ido a la guerra contra Francia para defender al Reino Unido,
sí, pero muy especialmente a Gran Bretaña. Por tanto, le fue inevitable, volver
a mirar al prometido con cara de fastidio y, por qué no, algo de odio en su
rostro.
Sin embargo, más tarde cayó en la cuenta de que, por una
vez, estas habituales confusiones podían servirle de ayuda en su afán porque no
conociera su verdadera identidad y por ello, asintió y confirmó las sopechas de
David:
-
Escocés de pura cepa – aseguró. – De
Gretna Green para más señas – añadió, lanzando una mirada cómplice a Jezabel. E
incluso le dedicó un guiño de ojos que esperaba que David no hubiese apreciado
debido a la velocidad con la que lo hizo.
-
No tienes acento norteño – le dijo
David, pero sin tono acusador.
-
Eso es porque me mudé a Londres hace
ocho años – replicó él.
-
Ocho años… - dijo David mientras
realizaba cálculos mentales. - ¡Claro! – exclamó. – Ocho años – repitió,
sonriéndole. – Fuiste a Escocia a celebrar el triunfo como se merece ¿eh amigo?
– le preguntó antes de echarse una risotada.
“¿Amigo?” se preguntó Junior sin ninguna gana de reír.
“¿Amigo?” repitió. “En la vida tú y yo seríamos amigos” añadió, con firmeza.
“Llevas escrita la palabra aburrimiento en la frente” concluyó.
En su lugar, sonrió, asintió y le dijo: - Nací en el lugar
indicado para la diversión -. Y pasado un instante añadió con énfasis - “amigo”
–
-
Creía que no habías salido de
Inglaterra nunca… - murmuró y añadió David, focalizándose ahora en Jezabel.
-
Pues lo hizo, créeme – respondió Edward
aunque la cosa no fuera con él, con un tono que no dejaba lugar para las dudas.
– Que te cuente… que te cuente lo desenfrenada, impulsiva y salvaje que era en
Escocia – dejó caer, clavándole el codo de manera suave a Jezabel en el costado
para simular complicidad y conocimiento.
Júnior sabía que lo que estaba haciendo no era del todo
correcto, pero a su juicio, tampoco era tan mezquino porque era la manera
perfecta y sobre todo, divertida, de vengarse de ella por guardarle secretos
tan importantes como ese y de él por ser tan petulante y buscar tan
desesperadamente su aprobación, más ahora que lo creía íntimo amigo de su
esposa.
-
Si sois amigos desde hace tanto, Proud
por favor, dime que mi futura esposa no ha olvidado sus modales y que para algo
han servido las clases de protocolo que en su día tomó y costeó y que te ha
invitado a nuestra boda – dijo.
-
¡No! – gritó horrorizada y de manera
estrangulada Jezabel, provocando que ambos hombres la miraran, uno sorprendido
y algo horrorizado y otro sonriendo con malicia. –No…me ha dado tiempo, querido
– añadió, sobre la marcha. – Apenas acabábamos de comenzar la conversación –
concluyó, para tranquilizarle.
-
En cualquier caso querida, ya no es
necesario que lo hagas, Proud estás cordialmente invitado a la boda de tu amiga
Jezabel – anunció, antes de sacar del bolsillo una invitación de boda y
entregársela.
Estupefacción fue lo que sintió Júnior cuando descubrió que
David llevaba invitaciones a su propia boda en el bolsillo como aquellas
personas que llevan tabaco, por ejemplo. Quizás por eso mismo, la tomó con los
dedos sin ser muy bien consciente de lo que hacía.
-
No creo que sea una buena idea… -
indicó Jezabel.
-
Lo hecho, hecho está querida – dijo él,
tocándole la punta de la nariz con el dedo índice para poner punto y final a la
discusión ante la atónita mirada de Júnior que no dejaba de temblar para
contener las inmensas ganas de reír a carcajadas ante tanto acto de melosidad y
empalagamiento frente a sus ojos. – Además, su presencia nos vendrá bien a
ambos para que tu zona de la iglesia no esté tan vacía de familiares – añadió.
– Vendrás ¿verdad? – le preguntó a Júnior.
-
¿Cómo iba a perdérmelo? – le respondió
él a su vez con una pregunta.
-
Excelente – dijo él, dando su
aprobación a la asistencia de Júnior a su enlace. – Y trae contigo a tu esposa
y familia, por favor – añadió.
Ahí Júnior fue incapaz de contenerse por más tiempo y rompió
a reír a carcajadas, ante la incredulidad de David, que no entendía nada. Y
Júnior rió, rió y rió ante lo hilarante y la comicidad de la situación. Y
continuó riendo no supo cuánto tiempo más hasta que desaparecieron los últimos
coletazos y conatos de risa de su cuerpo.
-
Has tocado un tema peliagudo – explicó
Jezabel a David.
-
¡Oh! – exclamó con tono de disculpa
David. - ¿No estás casado? – le preguntó. – Lo l… -
-
Mi situación es complicada – le cortó
Júnior. Eso sí, plantó la mejor de sus sonrisas carismáticas para no parecer
tan rudo y falto de modales.
-
¿En serio? – preguntó sorprendido. -
¿Qué os ocurre? – quiso saber. – Cuéntame, a lo mejor puedo ayudaros – añadió.
– La gente dice que soy bueno dando consejos – aseguró.
Antes de que su marido de nuevo, se riese a carcajadas de su
prometido; ignorante de los acontecimientos reales, Jezabel decidió actuar.
¿Cómo? Concentró todas sus fuerzas en el pie, antes de darle un pisotón
disuasorio a Edward.
Un Júnior que contuvo las enormes ganas de gritar por el
dolor que sentía en esos instantes gracias a la retahíla de insultos y palabras
malsonantes que pensó acerca su ya no tan querida esposa, pero al que le fue
del todo imposible contener las lagrimillas que brotaron de sus ojos.
Cuando pudo hablar por fin (de manera estrangulada y a
trompicones), lo único que fue capaz de decir fue:
-
Es… doloroso – Poco después y pese a
que aún le dolía, pudo hablar con total normalidad. Por ello, decidió vengarse
de su esposa de la única manera que se le ocurrió (y también de paso, dejaba de
convertirse en el centro de atención):
-
Pero por favor “amigo” David,
olvidémonos de mí y centrémonos es vosotros, la “feliz” pareja. Cuéntame por
favor cómo os conocisteis – pidió. – Jezabel sabe que me encanan las historias
de amor – concluyó y para picarla le lanzó un silencioso beso.
-
Bien… - inició, tomando asiento y
provocando que a su vez, las otras dos personas le imitaran. – Nuestro romance
no fue muy habitual – añadió.
“¡Pues si te cuento mi boda!” exclamó Junior, resoplando
mentalmente.
-
Al menos por mi parte – rectificó de
inmediato. – Porque supe que quería casarme con ella en cuanto vi la simetría
perfecta de su triángulo femenino – concluyó con una sonrisa franca.
“Triángulo femenino…” pensó
Júnior, nuevamente desconcertado.
A simple vista y sin detenerse
mucho en pensar, el cuerpo de la mujer tendía más a ser curvo que puntiagudo
pero, eso no quería decir que no hubiese algún que otro triángulo femenino en
él.
Y el primer triángulo femenino
que se le vino a la mente y no porque fuera un salido, o porque fuera un
hombre, sino porque todo el mundo tiene un primer pensamiento sucio, fue el
triángulo femenino que situaba justo entre las piernas de Jezabel.
Y quiso gritar de nuevo, pero no
de dolor sino de horror e indignación.
¿David? ¿El perfecto David se
había enamorado de Jezabel la primera vez que contempló la simetría de su
triángulo femenino? Pero ¿y qué hombre
no lo haría? Sin embargo, las cuestiones más apremiantes en esta situación eran
¿y cómo se las había ingeniado para contemplar esa perfecta simetría la primera
ocasión que la conoció? Porque no tenía mucha labia para encandilar visto y
comprobado… Y sobre todo, ¿qué tipo de golfilla o mujer de amplio bagaje
libertino había escogido como esposa? Aunque en este segundo caso, no podría
reprocharse nada a sí mismo porque él solía frecuentar esos ambientes en
estados de embriaguez y momentos de diversión por lo que era bastante lógico y
razonable que la extracción social de su esposa fuera de allí; por mucho que su
aspecto actual despistase en este sentido.
“¡Maldición!” bramó en su fuero
interno.
Gracias a la información explicada,
que no deseada, por parte de David ahora él era incapaz de dejar de pensar en
otra cosa que no fueran los triángulos púbicos femeninos. Máxime, cuando sabía
de buena tinta, que algunas mujeres se “dibujaban” diferentes formas justo en
esa zona. Especialmente, si contaban con un excelso patrimonio.
¿Sería Jezabel de ese tipo de
mujeres?
“Debí haber sido alipilario como
Andrew cuando tuve la oportunidad” protestó en su fuero interno. “Seguro que
hubiera disfrutado mucho la experiencia y aprendido mucho de triángulos
femeninos” añadió.
Hubiera sido una idea genial si
no fuera porque a él nunca se le dieron bien los trabajos manuales de ningún
tipo. Y en tareas de este tipo, el manejo, uso y control de la mano parecía
imprescindible, ya que de ninguna de las maneras quería armar un estropicio en
semejante parte de la anatomía femenina..
Sin querer y de la manera más
involuntaria existente, su mirada fue desplazándose y descendiendo poco a poco
hacia el triángulo femenino del que había hablado David. Una tarea facilitada
porque Jezabel había escogido como lugar para sentarse justo el sofá situado
frente a él.
Y lo que comenzó de manera
involuntaria e inocente, se hizo plenamente visible y consciente. Al menos a
ojos de David; quien descubrió justo el punto exacto hacia donde estaba mirando
el hombre sentado frente a él cuando siguió su mirada. Obviamente no le gustó.
Por dos motivos: la fama de
Jezabel y… la suya propia.
-
¿Qué? – casi gritó. - ¡No! – exclamó
sacudiendo la cabeza con energía. – No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no
– añadió, para concederle mayor credibilidad. – Ese triángulo no… - inició. –
Yo nunca… - añadió. – Jezabel y yo jamás hemos… rectificó.
Pero no terminó de hablar; ya que para, a fin de evitar más
embarazosos momentos y su abochornamiento, según David, ésta se abalanzó sobre
él. Sin embargo, la acción de abalanzarse sobre él fue vista por el matrimonio
Harper de una manera mucho más comedida porque lo único que ésta hizo fue
sentarse sobre su regazo y callarle la boca posando su mano sobre ella.
Esta acción que sorprendió sobremanera a David por lo
impulsiva de la misma en su prometida, sirvió para confirmar las sospechas en
torno a este tema y tranquilizar a su excesivamente alarmista en ocasiones,
mente. Así mismo, sirvió de estimulante para que dejara de pensar en triángulos
púbicos femeninos, pensamiento motivado sin duda ante la sequía de sexo en su
vida durante el pasado año.
Una sequía completamente voluntaria, había que reseñar.
Fuera de contexto y sin conocerle podía el privarse del sexo
voluntariamente podría parecer una tontería y la más absoluta de las
estupideces. Pero en su caso, y sus circunstancias, eran perfectamente
comprensibles porque el sexo, junto al alcohol y a la cocaína, era el tercero
de sus vicios. De hecho, podría decirse que era la punta de su triángulo de
pecados particular, pues siempre acababa en algún prostíbulo o contrataba los
servicios de alguna prostituta cuando salía a divertirse con sus amigos.
Era lógico por tanto, e incluso podría decirse que
obligatorio que para evitar asociación de malas ideas, tentaciones y recaídas y
habiendo dejado sus dos vicios anteriores, también rechazase este.
No obstante, y al contrario que con los otros dos, tendría
que volver a las andadas en este terreno, sobre todo habiendo comprobado su
reciente obsesión con determinados triángulos femeninos.
“Otros posibles triángulos…” pensó, sin dejar de mirar a
Jezabel; evitando eso sí cualquier tipo de contacto visual con su parte
inferior. “Otro posible triángulo femenino…” se repitió.
Y entonces lo vio.
Justo en el rostro de Jezabel.
Pero no porque tuviese dibujado nada en él o algo por el
estilo sino porque era, como bien había
dicho antes David, perfectamente simétrico. Un triángulo inverso formado por
sus ojos y su nariz.
¿Cómo no se había dado cuenta antes si había estado frente a
él todo el tiempo?
“Idiota” se dijo sin dejar de mirarla y sonriendo.
No era de extrañar que David hubiera caído fulminado al
observar el triángulo perfecto del rostro de su esposa, ya que no iba nunca que
era muy guapa. De hecho, debía felicitarse a sí mismo por su elección de
esposa, ya que por experiencias propias anteriores, no era la primera vez que
se había despertado junto a muchos adefesios y en consecuencia, había tenido
que huir a mitad de la noche de las diferentes camas y casas como si de un
vulgar ratero se tratase.
El ser el centro fijo de atención de su marido, turbaba e
incomodaba muy y mucho a Jezabel quien no entendía a qué se debía este
repentino comportamiento y sobre todo, por qué tenía esa expresión embobada en
el rostro mientras lo hacía.
Lo primero que se le vino a la mente fue que se había
ensuciado con algo y recordó que antes de dormir la siesta había estado
escribiendo cartas con la pluma. Por tanto… ¡horror! ¡Pluma! ¡Tinta!
¡Se había llenado la cara de tinta!
¡Qué amable y educado David al besarle las mejillas pese a
tenerlas sucias!
“Pero si me ha besado, ha de tener los labios sucios” pensó
con suspicacia… y por ello, se giró de forma brusca para buscar cualquiera
rastro o resquicio de suciedad en los labios de su prometido.
“¿Va a besarme delante de su amigo?” se preguntó David
temeroso, mientras tragaba saliva y pensaba que Proud tenía razón y que su
prometida tenía una faceta algo desinhibida y salvaje que no le había mostrado
hasta ahora, pero que no le gustaba por otra parte. Sus palabras sin duda aluna
eran ciertas y eran amigos de antaño, dado que parecía conocerla mejor que
incluso él mismo.
“Pues si tengo tinta, ha de estar bien arraigada en mi cara
porque no tiene restos en sus labios…” pensó con fastidio Jezabel.
-
Entiendo lo que quieres decir – dijo
Júnior, provocando ahora que ambos lo miraran con extrañeza. – Siempre he
pensado que Jezabel tiene un rostro muy lindo – explicó, provocando que la
aludida se sonrojase. Sin embargo, sus palabras no fueron lo suficientemente
aclaratorias porque ambos, continuaron mirándole sin entender muy bien a dónde
quería ir a parar con esas palabras. – Es normal que supieras que querías que
fuera tu esposa en cuanto le viste el rostro – concluyó. “No estoy seguro
porque no lo recuerdo pero… creo que a mí me sucedió lo mismo” pensó tras tener
un recuerdo de la noche de su boda en la que estaba riendo a carcajadas con
Andrew pero se detuvo en cuanto creyó ver su rostro entre la multitud de la
taberna y recordar también cómo, desde ese momento, hizo verdaderos movimientos
de flexibilidad hasta que por fin pudo contemplarle el rostro sin ningún
obstáculo o impedimento y afirmar que no se había equivocado; que era
bellísima.
-
Pero ¡yo no me enamoré de ella por su
rostro! – exclamó David, con una risotada suave. Al instante Jezabel se envaró
y se puso tensa con él, exigiendo explicaciones. – No me malinterpretes querida
– añadió, inmediatamente poniendo las manos en señal de rendición. – Tienes un
rostro bellísimo, pero eso no fue lo primero que vi de ti y lo que me dijo que
eras la indicada – explicó.
-
Entonces ¿ me puedes explicar cuál fue
el perfecto triángulo simétrico que así te lo indicó?- preguntó gruñendo y sin
paciencia.
-
Por supuesto – asintió con la cabeza. –
El perfecto triángulo simétrico que se forma gracias a la alineación y
conjunción de su cabeza y sus hombros – explicó.
Incapaz de creer que las palabras que le había dicho fuesen
ciertas, Júnior enarcó una ceja a la espera del momento en que David le
confesase que era una broma. Momento que parecía no llegar nunca.
“No parece muy bromista…” se dijo, mientras continuaba
mirándole a la espera de la confesión. “¿Será cierto y no es una broma?”
añadió.
-
Espera – dijo, reorganizando ideas y
pensamientos. - ¿Estás queriendo decirme con esto que te enamoraste de ella sin
verle la cara? – le preguntó, solo para asegurar lo que era un certeza. Por
supuesto, como no podía ser de otra manera, David asintió. - ¿Lo supiste solo
por la forma en que se alinean su cuello y hombros? – añadió, incapaz de
creerlo todavía. No podía ser de otro modo, puesto que repetía lo anterior y,
David volvió a asentir.
Como no podía ser de otra manera, Júnior volvió a irrumpir
en enormes carcajadas.
-
Es la cosa más… -
-
Romántica – le interrumpió Jezabel,
ceñuda apretando los labios del disgusto que tenía con él por tan improcedente
comportamiento.
-
¡Estúpida! – exclamó él en su lugar,
concluyendo la frase. - ¡La cosa más estúpida que he escuchado nunca! – añadió.
– Había escuchado sandeces de personas que se enamoraban de otras por su
peculiar olor corporal y cosas por el estilo pero ¡amigo! – exclamó. - ¡Oh
amigo! – volvió a exclamar, y esta vez pronunció la palabra amigo sin ningún
tipo de connotación irónica (más bien peyorativa) – Tú eres el absoluto ganador
de esta competición – explicó. – Enhorabuena – concluyó, estrechando su mano y
felicitándole.
A todo el mundo le gusta que le feliciten y reconozcan su
mérito o esfuerzo. Esos fueron los motivos por los cuales, David devolvió el
apretón de manos a Júnior. Solo cuando fue consciente de que éste se estaba
burlando de él, se defendió con las siguientes palabras:
-
El triángulo terminó de convencerme
pero yo ya sabía quién era antes de acercarme a hablar con ella -.
-
¿Ah sí? – preguntaron ambos miembros
del matrimonio a la vez.
-
Sí – respondió. – Admito que hice
trampas al conocerte querida pero… era amigo de los anfitriones y en aquel
momento andaba desesperado en la búsqueda de mi esposa adecuada, no buscaba
amor pero… te vi y lo supe – explicó.
-
¿No buscabas amor? – preguntó Júnior. -
¿Qué buscabas entonces? – quiso saber.
-
Financiación y patrimonio – respondió
David con franqueza. – Pero eso ahora gracias a Jezabel ya no es problema –
explicó, resoplando de tranquilidad. Las últimas palabras de David provocaron
que Júnior se pusiera alerta, recelara y comenzara a verlo desde una
perspectiva completamente distinta a la que le había visto hasta ahora. Una
perspectiva de persona interesada y oportunista.
“¿Será posible que el perfecto David sea un perfecto
cazafortunas?” se preguntó.
El cambio de actitud
de Júnior para con David fue perfectamente apreciable y distinguible pese a que
en ningún momento abrió la boca para expresar su opinión. No hacía falta,
porque la fijación de su mirada en la parte femenina de la pareja así como lo
tensa de su postura al estar sentado, lo indicaban.
Y lo hicieron de tal forma que el ambiente se crispó y de
repente, se tornó en bastante tenso. Tensión que alcanzó cotas máximas de
presión para David; quien incaaz de soportarlo volvió a abrir la boca para
confesarle a ese desconocido su penosa situación económica actual.
-
El estado económico del marquesado es
pésimo, como el de tantos y tantos títulos aristocráticos – inició. Júnior
asintió, haciéndole creer que entendía
de qué le estaba hablando cuando lo cierto era que no tenía la más
mínima idea ya que, como último hijo de su familia no tenía grandes tierras o
un gran título aristocrático procedente de una herencia familiar, y lo único
que podía entender del tema procedía de las explicaciones que bien su hermano
Anthony o su cuñado Greyford; los dos únicos terratenientes y grandes
propietarios con parentesco directo con él, pero… no eran unos temas de
conversación muy habituales entre ambos. – Nos persiguen los acreedores y las
deudas como consecuencia de años de mala gestión y despilfarro – explicó. – Y
aunque ahora nos estamos recuperando poco a poco gracias a algunas de mis
inversiones, las tierras no proporcionan los beneficios suficientes como para
saldar este agujero económico y por ello necesitamos una gran inversión de
capital. – Nada mejor que un matrimonio con una rica heredera para si bien no
generar superávit sí al menos comenzar de cero con las cuentas limpias y las
deudas saldadas –
-
Ahí es donde entra Jezabel – sentenció
Júnior con gravedad desviando la mirada hacia ella. – Una rica heredera –
añadió, pronunciando con algo de rencor y dolor cada una de las palabras ya que
ella no era ninguna rica heredera y su “herencia de viuda” no era otra cosa más
que su propio dinero.
-
Sí, como bien sabes y ya he dicho, el
anfitrión era conocido mío y el propósito de la fiesta no era otro que el de encontrarme
esposa entre las ricas herederas solteras y viudas de Gran Bretaña e incluso de
América – explicó.
Júnior bufó de disgusto al escuchar las palabras de David.
Ya había escuchado hablar de este tipo de fiestas y le asqueaban de la misma
manera que lo hacían los matrimonios concertados (aunque debía decir que había
cambiado de actitud con respecto a estos últimos desde que sus hermanos habían
contraído nupcias por amor. Cuanto más cuando su cuñada Callíope, quiromántica
de profesión le había dicho que se casaría por amor). Quizás este tipo de
fiestas le asqueaban más porque las jóvenes allí asistentes desconocían que
estaban siendo observadas y evaluadas continuamente.
Pero sin duda, lo que más le molestaba y esto profundamente,
era que Jezabel se mostrase tan complaciente y resignada ante la confesión de
los hechos. Cierto que no la conocía demasiado pero con él sacaba mucho genio
en la mayoría de las ocasiones.
-
Por eso te dije que en principio no fue
buscaba amor – le recordó. – Sin embargo, quedé fascinado por Jezabel desde que
observé su triángulo simétrico y posteriormente extasiado al contemplar su
rostro de divina Madonna – dijo, besándole ambas manos. – Desde que mis ojos se
posaron en ella, me olvidé de las demás , incluso de otras que eran más ricas
que ella – incidió. – Y afortunadamente para mí, yo también causé una grata
impresión en ella y comenzamos nuestro noviazgo – explicó.
-
¿Cuánto hace de esto exactamente? –
preguntó con suspicacia.
-
Tres meses – respondió David.
-
Y os casáis en dos meses – concluyó él.
- ¡Vaya! – exclamó, sin tono de sorpresa. – ¡Sí que debéis estar seguros de que
estáis hechos el uno para el otro! – dejó caer. – A eso lo llamo yo un romance
rápido –concluyó mientras asentía. “Pero
el mío lo fue más” pensó con satisfacción y orgullo de sí mismo.
-
Sería incluso más rápido pero la
organización de la boda requiere su tiempo y a mí me gustaría devolverle a
Jezabel parte del dinero que me ha prestado para mis inversiones y para eso
necesito un mínimo de dos meses – explicó.
“Alto, alto, alto…” pensó, para llamar su atención. “¿Qué
Jezabel te ha prestado dinero?” preguntó mentalmente. “¿Qué Jezabel te ha
prestado mi dinero?” gritó mentalmente, iracundo. Estaba tan enfadado con el
uso y disposición de su dinero sin su permiso que incluso juró que podía
escuchársele pese a que estaba callado.
No obstante, y pensándolo con más raciocinio, la culpa no
era del perfecto David; era de su familia por ser unos inútiles. Y de las tres
personas presentes en la conversación, si tenía que echarle la culpa a alguien,
esa persona era Jezabel. Sin embargo, prefirió hacerlo en privado, y en cambio,
mucho más sereno de cara a la galería, le preguntó:
-
¿Y en qué inviertes exactamente? –
-
No tengo un campo fijo de inversión –
respondió. – Un poco allí, un poco aquí… - añadió.
“¿Qué no…?” se preguntó, gruñendo. “Ahí está por qué tu
familia está en la ruina, idiota” añadió, con asco. “Pero vamos, que se te ha
acabado seguir viviendo del cuento a mi costa” concluyó.
Si había algo que molestase profundamente a Júnior eran las
injusticias y en este caso, era obvio que se estaba cometiendo una muy grande.
Estaba claro que, aunque Jezabel cuando era más joven hubiera frecuentado
ambiente poco recomendables para una mujer, era del todo inocente y carecía de
malicia alguna. Y el prometido David, lo había visto y lo había aprovechado a
su costa.
Pero no solo se estaba cometiendo una injusticia con
Jezabel; lo cual ya de por sí convertía el asunto en algo personal porque esta
continuaba siendo su esposa, sino que además se estaba cometiendo una
injusticia muy grande con su persona ya que se estaban gastando su herencia y
su dinero sin que él hubiera sido consciente de ello durante todos estos años.
Pero eso se iba a acabar en ese preciso instante, porque con
toda la tranquilidad del mundo y sangre fría que tenía en el cuerpo, le miró y
con una sonrisa calculadora le dijo:
-
Amigo David, mucho me temo que te he
mentido en lo que a mi identidad se refiere -.
Tanto Jezabel como David se paralizaron al escuchar esas
palabras, aunque por motivos muy diferentes.
-
¿Qué…? – tartamudeó. - ¿Qué quieres
decir con eso? – preguntó, finalmente.
“Por Dios y por lo que más quieras, no le digas que eres mi
esposo” suplicó y rezó Jezabel cerrando los ojos.
-
Me llamo Proud Clarence eso es cierto
pero… la naturaleza y años de duración de mi relación con la señorita Jezabel
son bien distintos – explicó, o eso creyó, porque la confusión de David iba en
aumento.
“Se lo va a decir” se temió Jezabel. “¡Será chivato!”
exclamó enfadada.
-
Resulta que estoy mucho más relacionado
y soy más cercano a los Harper – explicó él.
-
¿Los Harper? – preguntó David,
temeroso.
-
Los Harper – repitió Júnior. – Los
relativos de tu prometida – añadió como aclaración.
-
¿Qué pasa con los Harper? – quiso
saber, David.
-
Han contratado los servicios de un
abogado y casualmente, ese soy yo – respondió.
-
¿Qué? – preguntó Jezabel, siendo en
esta ocasión ella la que estuvo a punto de echarse a reír a carcajadas.
-
Represento a la firma de abogados
Morrison Lawyers con sede en Fleet Street[2]
- dijo, ignorando la risa de Jezabel. – Recientemente los relativos de su
esposa han tenido constancia de la boda del señor Edward Harper con la señorita
Jezabel y en consecuencia han descubietrto la existencia tanto de la fortuna
del señor Harper como de esta casa y por ello, están pensando seriamente en
tomar medidas legales para quedarse con ella y que ésta pertenezca al inmenso
patrimonio familiar existente – explicó.
Y Júnior de manera tan veraz que hasta casi se convence a sí
mismo. No obstante, el mérito no había sido solo suyo, este comportamiento y
forma de actuar lo había copiado y había tomado nota de él por mimetismo con su
hermano mayor Thon; antiguo jefe de los ocho de Bow Street cuando estaba en un
punto álgido de la representación de su papel de máxima autoridad, de las pocas
ocasiones en que su hermano Henry había ejercido de abogado e incluso, por qué
no decirlo, del tono autoritario y amenazante de Rosamund cuando se enfadaba en
grado sumo.
Lo sorprendente del caso para él es que, no había sido
consciente ni realmente se había parado a pensar en la utilidad y conveniencia
de esta para él hasta que no pronunció
esas palabras. Si bien era cierto que le
gustaba vivir con la mayoría de sus hermanos y que, pese a que todos vivían en
común, cada una de las parejas y él disfrutaban de sus propias habitaciones y
estancias para mayor privacidad y asilamiento del resto de la familia, lo
cierto era que, todos tenían su propiedad (más o menos pequeña) aparte a la que
podían huir cuando no le querían que nadie le molestase.
Bien era cierto que esta propiedad también estaba en Londres
pero… lo suficientemente lejos y con bastante peor reputación que la zona donde
vivía como para que se atreviese a ser molestado. Así que… ¿por qué no?
-
¿Entonces usted…? – preguntó David.
-
Yo seré la persona intermediaria y a
quien tendrá que convencer de que no es un cazafortunas y un aprovechado de la
situación de la señora Harper y que busca enriquecerse a su costa – respondió,
simplemente.
-
Y… ¿y cómo hará eso? – preguntó.
-
¡Ah! – exclamó, con tono misterioso. –
Amigo mío, si le dijera cómo pienso hacerlo usted tendría ventaja sobre ellos y
los Harper son quienes me pagan – añadió, terminando la frase entre susurros
para buscar su complicidad.
-
Yo… yo… - balbuceó. – Yo creo que
debería irme – anunció David poniéndose en pie.
-
¿Ya? – preguntó Júnior incapaz de
contener una sonrisa.
-
¿Tan pronto? – preguntó Jezabel mitad
sorprendida con su prometido, mitad furiosa con su marido.
-
Sí querida – se reafirmó David. –
Acabas de reencontrarte con tu amigo y seguramente tenéis muchos temas que
tratar para poneros al día y yo… - volvió a titubear. – Yo he de irme a comprobar
mis inversiones.- terminó la frase mirando hacia Júnior. Además, añadió un
asentimiento de cabeza para autoconvencerse aún más de ello y lo que debía ir a
hacer. – Un placer – agregó, estrechándole la mano sin que Junior tuviera
tiempo siquiera a ofrecérsela y salió de la estancia y de la casa precipitadamente
y a trompicones sin mirar atrás ni siquiera una sola vez; sin duda atemorizado
del posible y bien distinto devenir que podía tener a partir de ahora.
-
Estarás contento – refunfuñó Jezabel
tras escuchar cómo se cerraba la puerta de la entrada de su casa.
-
Irradio felicidad – respondió él sin inmutarse
en un claro tono de ironía.
-
¿Te has vuelto loco? – le preguntó
horrorizada y enfadada. - ¿Por qué te has inventado todas esas patrañas para
espantarlo así? – añadió, exigiéndole cuentas e igual de enfadada.
-
Aquí la única que parece haberse vuelto
loca de repente eres tú – le acusó. Y añadió, al ver la cara de incomprensión
de Jezabel: - Tienes un prometido del
cual me has ocultado su existencia, aunque esa es una cuestión a tratar aparte,
que obviamente es un cazafortunas y se está aprovechando de ti – Y mientras
dijo estas palabras, se puso en pie y fue acercándose poco a poco de forma
sigilosa y amenazante hacia donde Jezabel estaba sentada; que era casi al menos
más de la mitad de la habitación, pues quiso poner distancia entre ambos; tal
era su nivel de enfado.
Una Jezabel que sí que se sintió algo intimidad y, más bien
acorralada por Júnior. No obstante, no iba a demostrárselo y por ello, replicó:
-
David está enamorado de mí -.
-
No perdona – replicó él. – David está
enamorado de mí – añadió, imitando su tono de voz de una manera pésima.
-
Tú no eres una mujer – apostilló ella.
-
¿Y qué? – preguntó él con un
encogimiento de hombros. – Hay hombres que no están interesados en el género
femenino, querida – añadió, Y esta vez intentó imitar a David en la
pronunciación de esa palabra. – Siento ser yo quien te comunique que tu querido
David está enamorado de esta casa y de
tu fortuna, no de ti y como yo soy el poseedor de ambas, tu prometido está
enamorado de mí – explicó, con una lógica sencilla pero aplastante.
Tan claro y conciso fue Júnior en este punto que incluso
Jezabel, más que segura de los sentimientos de David por ella hasta ese
momento, comenzó a dudar. Por ese motivo, decidió cambiar de tema y
concentrarse en el otro punto de las palabras que había comentado que le
preocupaba sobremanera. Tema que por otra parte no era baladí y que no era otro
que el de su disparatada idea de venir a su boda pese a que obviamente había
sido invitado a la fuerza y por las circunstancias. Además, tras como se había
comportado con David, estaba segura de que ahora él no le querría allí.
Sin embargo, no podía arriesgarse a quedarse con la duda y
por eso, para tranquilizar su conciencia le preguntó:
-
Edward no estarás hablando en serio
¿verdad? –
-
¿Lo de quedarme con la casa? –
preguntó. – Lo estoy considerando seriamente – se respondió sin darle opción a
que ella abriese la boca. – Es mucho más bonita y grande de cómo la recordaba…
- añadió, mientras giraba sobre sí mismo y no se mostraba disconforme, sino
todo lo contrario, bastante satisfecho de lo que veía.
-
¡No me refiero a eso! – protestó indignada,
aunque luego pensó que tampoco era un tema que debía desechar. Por dos motivos
principalmente:
El primero porque si su marido finalmente decidía venirse a
vivir allí (hecho que podía suceder perfectamente y una acción perfectamente
válida en el aspecto legal porque la casa era suya al fin y al cabo)
probablemente la echaría de allí, vista la antipatía; o mejor dicho los
desencuentros y enfrentamientos continuos entre ambos.
Y el segundo era cómo iba a explicarle a su madre que debía
regresar al hogar familiar porque su marido le había echado de casa, cuando la
creía viuda y como tal, desconocía el hecho de que estaba casada y que aun
tenía marido.
-
Yo me refiero a que no vendrás a la
boda ¿verdad? –
-
Y ¿perderme semejante acontecimiento y
despropósito? – le preguntó, descreído. – ¡No me lo perdería por nada del
mundo! – exclamó.- Además, he sido invitado – le recordó. – Por tu perfecto
prometido – añadió, para picarla.
-
Pues porque sería extremadamente
inapropiado e improcedente – respondió ella, tras gruñir. Aunque solo fue de
manera leve.
-
¿Qué te pasa Jezabel? – le preguntó. - ¿Es
que tienes miedo de que haga algo improcedente y arruine tu gran día? – añadió,
sonriendo de manera maliciosa.
-
No te atreverás…- le amenazó. - ¿Sabes
qué? – le preguntó ella. Junior arqueó las cejas, deseoso de saber qué era lo
que ella tenía que decir al respecto y le instó a hablar con ese gesto: - ¡Te
desinvito! – exclamó, orgullosa de sí misma y de no haber sonado como un niño
pequeño protestón.
Una risotada franca de su marido fue la respuesta que obtuvo
Jezabel en primera instancia. Y hasta que no paró de reírse en sus narices, no
añadió:
-
Olvidas algo mi querida esposa –
inició, captando su atención con un tono mitad advertencia, mitad amenaza. - Estás
completamente a mi merced – explicó. - tanto,
que no puedes desinvitarme a tu boda porque ahora mismo soy yo quien decide si
habrá boda o no – concluyó entre susurros, para darle e imitar lo más posible a
un secreto o un hecho malo únicamente compartido entre ambos (cosa que era
cierta)
Tras eso, imitó al prometido perfecto David, la besó en la
mejilla sin su consentimiento y desapareció con toda la solemnidad que pudo.
Eso sí, antes de marcharse, se giró en su dirección y volvió a lanzarle otro
beso desde la distancia, presagio y promesa segura de que volvería.
[1]
Marquesado
de Bute: Título nobiliario de uno de los pares del reino creado en el año
1796 a cargo del rey Jorge III para John
Stuart; quien a su vez ya era conde de
Bute. Cabe reseñar que es un marquesado con sede en Escocia y que también
comprende parte de las tierras escocesas de Ayrgill.
[2]
Fleet Street: Calle de Londres cuyo
nombre proviene del nombre del río homónimo, que se extiende paralela al río
Támesis y en cuyo entorno se encuentran las iglesias de Temple (de los caballeros
templarios) y de St. Bride. Esta calle y
sus cercanías fueron entorno y sede habitual de la ubicación de los diferentes
despachos de abogados. Además , cerca de allí, en Strand, se ubican las Cortes
de Justicia.
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