Cuando Jeremy salió al jardín en
busca de Verónica ni se molestó en llamarla, ya que conocía de sobra que dicha
acción provocaba justo el efecto contrario en ella.
En su lugar lo que hizo fue dar
vueltas alrededor del mismo (puesto que no era demasiado grande) retrasando al
máximo la velocidad de sus pasos y siendo lo más silencioso posible que la
conjunción de sus botas, las hojas caídas de los árboles y la gravilla
camuflada entre la hierba le permitían.
Su estrategia tuvo recompensa, ya
que fue tan silencioso que le pareció escuchar unos sollozos ahogados y el
sorber de mocos por la zona adecuada temporalmente (solo por esa noche con
motivo del baile) para alojar las estatuas del interior del baile.
Solo al entrar al laberinto en lo
que a disposición y colocación de las mismas se refiere, Jeremy se permitió
caminar de manera normal, haciendo también patente su presencia allí a
Verónica.
-
Es curioso como hay cosas que nunca cambian por
mucho que pase el tiempo – dijo en voz alta. – Siempre escoges la estatua más
fea para esconderte tras ella – añadió, apoyándose sobre lo que parecía una
estatua de temática cotidiano campestre en la que una campesina intentaba
apagar un incendio desatado sobre un montón de paja agitándose la falda.
Acción que le costó realizar, ya
que durante un buen rato estuvo frente a la susodicha parpadeando
compulsivamente e intentando pensar en qué lugar exacto de la casa estaba
colocada semejante “obra de arte”.
Verónica contuvo un grito al
escuchar las palabras y sobre todo, cómo se acercaba justo en su dirección.
“¿Cómo me ha encontrado?” se
preguntó. “¿Es que me huele?” añadió. “¿No entiende que quiero estar sola?”
bufó, limpiándose las nuevas lágrimas que cayeron de sus ojos. “A lo mejor si
me estoy totalmente quieta y silenciosa me deja en paz” pensó.
Y dejó de respirar, pensando que
tenía un oído tan fino que ése era uno de los motivos por los que había dado
con ella.
No obstante, hubo un momento en
que medio amoratada por esta acción, no le quedó más remedio que volver a
respirar. Lo hizo tan bruscamente que le dio un ataque de tos y le proporcionó
a Jeremy el lugar exacto de su ubicación.
“¡Genial!” pensó con fastidio.
El ataque de tos provocó que (el
recientemente autonombrado protector) Jeremy iniciase la vuelta para situarse
junto a ella,pero se detuvo cuando Verónica le ordenó justamente lo contrario.
-
Quédate donde estás – ordenó con voz nasal.
-
¿Estás bien? – le preguntó preocupado.
-
Estoy bien – repitió ella.
-
No – respondió él. – No lo estás – añadió. –
Estás llorando – señaló lo obvio. - ¡Y seguro que no tienes pañuelo donde
sonarte el torrente de mocos que brota de tu nariz! – exclamó burlón.
“¿Quién se cree que es?” se
preguntó Verónica ofendida. “¿El hombre más inteligente del mundo?” añadió,
enfadada. “Seguro que no tienes pañuelo con el que sonarte” le remedó,
sacándole la lengua. “¡Claro que lo tengo, listillo!” exclamó. “Está justo en
el bolsillo de…” inició, buscando entre las capas de su abultada falda.
Y solo entonces se acordó que
este era el único de sus vestidos sin bolsillos ocultos y que sí que había
traído un pañuelo.
Un pañuelo que estaba en su bolso
de noche.
Bolso de noche que en estos
momentos tenía Rosamund.
-¡Fantástico! – exclamó entre
dientes señalando al cielo con el pulgar levantado agradeciendo la maravillosa
velada que estaba pasando.
No le quedaba más remedio que
sonarse los mocos en la falda o en las mangas de su vestido (ya que iba sin
guantes) y no sabía cuál era la mejor opción ya que con el color claro que
llevaba esa noche, el rastro de sus mocos se iba a notar fuera donde fuera el
lugar en el que se los había sonado
Gruñó y pidió un poco de
compasión a los seres de ahí arriba hacia su persona.
Parece que le escucharon
porque de la nada apareció un pañuelo
ante sus ojos
Bueno, de la nada no.
De la chaqueta de Jeremy Gold.
Al menos así lo indicaban sus
iniciales bordadas en hilo de oro (¡cómo no!) en una de las esquinas del mismo.
De inmediato, Verónica le dio uso
y comenzó a sonarse los mocos.
Se lo sonó.
Y se lo sonó.
Y siguió sonándoselos durante un
buen rato. Tanto, que Jeremy perdió la cuenta del tiempo exacto que había
transcurrido.
-
¿Ya? – preguntó, cansado y aburrido de esperar.
-
Sí – dijo ella sonándose los últimos restos. –
Ya – añadió. – Gracias -.¡Te dije que te quedaras donde estabas antes! – le
regañó
-
De nada – le respondió él, con una sonrisa. -
¿Qué se le va a hacer? – preguntó. – Soy un desobediente – añadió.
-
Ya lo veo – gruñó ella.
-
Por cierto déjame felicitarte por tu gusto artístico,
primero los grabados y ahora esta “bellísima” escultura – dijo, irónico. – Es
excelente – añadió, comprobando con horror cómo la estatua no tenía un remate
liso en la parte posterior sino que también estaba labrada. Y por tanto, ahí
estaban también las enaguas y los pololos con puntillitas de la mujer.
-
No te burles de mí – le pidió con voz gangosa. –
No sabía lo de los grabados y aunque te parezca increíble, no escogí esta
escultura por su belleza o buena manufactura – añadió. – Lo hice por utilidad –
explicó.
-
¡Ah! Claro – respondió, asintiendo y
comprendiendo. – Si hay algo que caracteriza a esta estatua es su utilidad, sí
señor – añadió.
-
¡No tonto! – exclamó con tono infantil sonriendo.
– Necesitaba una estatua que fuera lo suficiente grande para esconderme
totalmente – explicó. –Ya que por si no habías sido consciente, mi falda tiene
bastante cuerpo – añadió, agitándolas de manera leve.
-
Soy consciente, soy consciente – dijo él. –
Especialmente cuando venimos en el carruaje y gracias a tu falda siempre estoy
pegado junto a la puertecilla – añadió. – De lo que no soy consciente es del
por qué has venido a esconderte aquí. ¡Ni que hubieras hecho algo malo! –
exclamó.
-
No lo he hecho, pero he estado a punto de
hacerlo – respondió ella.
-
Verónica… - dijo, agachándose junto a ella. – Tú
no sabías el otro significado de los grabados, no tienes la culpa de nada –
aseveró.
-
¡Soy una estúpida! – exclamó, rompiendo a llorar
nuevamente. – ¡Volví a confiar en ellas y me han vuelto a engañar! – exclamó. -
¿Cómo pude olvidar la declaración de bastardía? – se preguntó en voz alta,
mientras se llamaba estúpida mentalmente.
-
¿A qué te refieres? – le preguntó Jeremy sin
entender.
Verónica, parpadeó varias veces
(y con este gesto cayeron nuevas lágrimas de sus ojos) con el ceño fruncido
antes de recordar.
-
¡Oh! Claro, tú no lo sabes porque en ese momento
estabas casado… - dijo.
-
¿Qué quieres decir con ese “estabas casado”? –
preguntó enfadado.
-
¡Nada, nada! – exclamó. - ¡No te enfades! – le pidió.
– Si no es nada malo, quiero decir que en aquel entonces estabas recién casado
y tan enamorado que no eras consciente de lo que pasaba a tu alrededor – dijo.
– Ya sabes, por los efluvios amorosos – añadió.
“¡Para lo que me sirvió después!”
exclamó mentalmente mientras se lamentaba de la estupidez que había cometido al
casarse con Rebecca.
-
¿Que fue…? – quiso saber.
-
Bueno… a la familia de mi padre nunca le gustó
mi madre por su profesión y por eso, desde el anuncio de su compromiso
comenzaron a verter comentarios falsos y no muy agradables acerca del
comportamiento y el estilo de vida de mi madre. Aún así, mi padre se casó con
ella. Pero, cuando falleció, aprovecharon el estado de depresión en el que se
encontraba mi padre para conseguir que él firmara una declaración de bastardía
– explicó. – Con esto, consiguieron un doble objetivo: asegurarse de que la
herencia de los Meadows no pasaba a mí, su única heredera directa y desvincular
para siempre a nuestra familia de tan ilustre apellido título – concluyó.
“¡Juventud, divino tesoro!”
exclamó, irónico. “¿De verdad estaba tan centrado que no fui consciente de
eso?” se preguntó mientras intentaba recordar esos hechos. “¿Cómo podía ser tan
estúpido?” se regañó.
-
Ahora parece que con mi regreso, tanto mi abuela
como mi tía se vuelven a sentir amenazadas y por eso, vierten exactamente el
mismo tipo de comentarios que dijeron sobre mi madre haciendo creer a la gente
que soy una mujer de vida disoluta y ligera de cascos – dijo. – Consecuencia:
Atraigo a hombres sobrecargados de lujuria como el azúcar a las moscas y como
no tengo idea de nada en este terreno… se aprovechan de mí – añadió, resignada.
– Jeremy… ¿tengo pinta de eso? – le preguntó.
-
¿De puta? – preguntó para cerciorarse.
-
¡No digas palabrotas! – le regañó.
-
¿De prostituta? –volvió preguntar, tras bufar al no entender que se
enfadara por pronunciar la palabra puta (pues al fin y al cabo era una palabra
más recogida y aceptada en el diccionario) - ¡No! – negó vehemente con la
cabeza. – De lo único que tienes pinta ahora mismo es de que has salido al
jardín a llorar de tan roja e hinchada como tienes la cara – añadió.
-
¿Qué? – preguntó, sorprendida mientras se
palpaba el rostro y comprobaba cómo, efectivamente su cara estaba hinchada por
el llanto.
-
Pareces un tomate relleno – le dijo, divertido
-
¡Muchas gracias por ayudarme! – exclamó
Verónica. - ¡Eres único dando ánimos y subiendo el autoestima recordándome que
estoy hecha un desastre! – añadió irónica, llorando nuevamente. (y poniéndose
más roja) “¡Odio llorar!” exclamó enfadada Verónica consigo misma.
-
¡Pero si solo era un comentario divertido para
animarte! – se defendió él.
-
¡Pues deja de compararme siempre con comida! –
exclamó sollozando.
-
¿Y yo qué culpa tengo de que siempre que estás a
mi alrededor me recuerdes a algún alimento por cómo vas vestida? – le preguntó.
“Y porque siempre me dan ganas de saborearte….Umm…” pensó, nuevamente
fantaseando. “Tub, Andjugs, Water, Frozen. Tub, Andjugs, Water, Frozen” repitió
hasta que la imagen de sus peces se abrió paso en su mente.
Después la abrazó y, como buen
protector y amigo, permitió que se desahogara contra su pecho sin emitir ni un
solo comentario o queja porque estuviera empapándole su chaqueta y su camisa.
Solo cuando terminó y se estaba
nuevamente sonando los mocos dijo:
-
Voy a dejarte un par de cosas claras: la primera
de todas, no me gusta que te eches a llorar porque te pones absolutamente
espantosa y tú no eres fea para nada. Dos, ahora mismo pareces un tomate
relleno, pero eres el tomate relleno más apetecible que me he encontrado en
toda mi vida y eso, teniendo en cuenta que es una de mis comidas favoritas y
que soy el niño mimado de mi madre y por tanto, me lo cocinarán tantas veces
como pida no debes considerarlo como un insulto, sino como todo lo contrario y
tres, ni se te ocurra plantearte una posible comparación con mujeres de vida
disoluta y protagonistas continuas de numerosos escándalos porque eso sería un
absurdo – le advirtió. – Nadie pensaría de ti nada escandaloso – subrayó.
-
¿Ah no? – preguntó Verónica.
-
No – repitió él, firme. – Incluso ahora, cuando
tú y yo llevamos más tiempo del permitido hablando a solas y alejados del
bullicio y por tanto, nuestro comportamiento daría pie a rumores escandalosos,
estoy seguro de que nadie está diciendo nada malo de ti ahí dentro – añadió.
-
¿Qué? – preguntó ella, falta de aire y presa del
pánico. - ¿Qué esto… - preguntó señalándose – también es motivo de comentarios
maliciosos? – terminó. – ¡Genial! – maldijo entre dientes y se tapó la cara con
las manos por la vergüenza.
-
Si, pero tranquila – dijo, retirándole las manos
y levantándole la barbilla para obligar a mirarle. – No es por ti, es por mí –
añadió, señalándose. – Soy un libertino – añadió, sonriendo de manera
seductora.
-
¡Oh Dios mío! – exclamó Verónica cayendo en la
cuenta. – Debes volver al salón de baile inmediatamente – ordenó. - ¡Te estoy
estropeando la noche! – exclamó, disculpándose de inmediato.
-
Solo volveré al salón si tú lo haces primero –
respondió él. – Y en cuanto a lo otro… no me estás estropeando la noche en
absoluto – añadió. – Es más, puedo asegurarte que he pasado noches arremolinado
entre las faldas de mujeres más feas y más grandes que esta – dijo, tocando el
culo de la estatua mientras rememoraba con auténtica vergüenza el episodio en
que una más que fornida tabernera de Southampton se encaprichó de él gracias a
los comentarios del novato de William Crawford.
Verónica le miró interrogativa,
aunque sin ninguna gana de conocer la historia.
-
Lo que quiero decir con esto, Ronnie es que
nadie puede acusarte ni reprocharte nada en tu comportamiento desde que llegaste
porque eres perfecta – le dijo. – Absolutamente perfecta – recalcó. – Y si tú
permites que comentarios como los de esas dos doña nadie te afecten es que no
eres tan fuerte como realmente pienso que eres – le acusó. – Así que no me decepciones
– añadió, acusándola y pidiéndoselo seriamente.
-
Esas dos doña nadie como tú dices son mi familia
– respondió Verónica.
-
No – negó. – No lo son, porque si lo fueran no insinuarían cosas tan espantosas como esa –
añadió. – Y te lo digo yo, que pronuncio muchas palabrotas a lo largo del día
-. Pero no debes preocuparte más por ellas – le aseguró. – Situaciones como
esta no volverán a repetirse -.
-
¿Ah no? – le preguntó. -¿Y tú cómo lo sabes? -.
-
No lo permitiré – respondió. Y entonces recordó
que había olvidado mencionarle la buena nueva.- Por cierto, te informo que
desde el mismo momento en que abandonaste llorando el salón de baile acepté el
ofrecimiento de Katherine y me convertí en tu protector – anunció.
-
¿Mi protector? – le preguntó parpadeando, sin
querer entender lo que quería decir (con todas las implicaciones y
colateralidades que eso conllevaba).
-
Tu protector y tu guía para que no vuelvas a
meterte en líos y ser la protagonista involuntaria de escándalos – añadió.
-
Gracias Jeremy – dijo Verónica.
-
De nada Ronnie – le respondió él. – ¡Si no me
cuesta! – exclamó.
-
Lo digo en serio – repitió ella muy seria. –
Gracias por ser mi amigo, mi guía y… mi protector – rió. – Pero sobre todo
gracias por convertir una noche espantosa que trajo de vuelta mis demonios
personales en una noche muy muy agradable en tu compañía – le dijo. – Gracias de
verdad – repitió, apretándole la mano.
El sentir el más nimio contacto
de Verónica provocó que nuevamente comenzara a imaginarse haciendo cosas nada
inocentes con ella, por eso le dijo:
-
Verónica… creo que deberías volver al salón –
-
Sí – dijo ella asintiendo y poniéndose en pie,
sacudiéndose las hojas enganchadas en la falda de su vestido de la misma manera
que la mujer de la estatua (aunque sin enseñar nada); provocándole otra sonrisa.
-
Jeremy… - titubeó tras terminar de acomodarse. - Sé que te lo he dicho millones de veces
antes pero… creo que deberías afeitarte la barba – dijo Verónica.
-
¿Otra vez? – le preguntó, reprobatorio. -
¿Cuántas veces quieres que te diga que no pienso afeitarme? – añadió enfadado.
¿Por qué esta vez? – quiso saber, suspirando pasado un rato.
-
Porque así no me pincharía cuando hiciera cosas
como esta – dijo agachándose, y dándole un largo y sonoro beso en la mejilla. -
¿Lo ves? – le preguntó ya retirada, mostrándole un pelo de su barba. – Si te
afeitaras me evitaría comerme tus pelos cuando quisiera agradecerte las cosas
con un beso en la mejilla – explicó.
“Pues dámelos en la boca
entonces” replicó su mente. “¡Shhhh!” se ordenó.
-
Lo pensaré – dijo suspirando.
-
Y ya puestos podías añadir también un poco de
color a tu vestuario porque ir siempre vestido de negro… - comenzó a parlotear
y a hablar de forma muy rápida.
-
Ronnie… - le advirtió.
-
Sí – dijo, levantando las manos. – lo sé, lo sé.
Me estoy pasando de la raya – añadió, reconociendo su culpabilidad. – Ya me
voy, ya me voy y te dejo solo con tus pensamientos – dijo comenzando a caminar
en dirección a la casa.
Como no quería ver cómo se
alejaba ya que significaba una nueva oportunidad perdida con ella, Jeremy cerró
los ojos.
Ojos que se abrieron de golpe en cuanto escucharon
el crujir de unas ramas entre la maleza y que se volvieron a cerrar cuando
vieron cómo un enorme bulto se abalanzaba justamente en su dirección para caer
en su regazo.
“¿Qué demonios?”pensó
reabriéndolos.
Cuando lo hizo descubrió que el
“bulto” de su regazo no era ni más ni menos que Verónica; quien le miraba y
sonreía feliz.
-
¿Sabes? – le preguntó. – He pensado que no me
importa que lleves barba y me pinche cuando te dé besos en la mejilla como
agradecimiento – dijo, dándole uno. - ¿Lo ves? – le preguntó. – Ni una sola
queja – añadió, sonriente antes de darle otro sonoro y duradero beso en la
mejilla contraria. – Gracias Jeremy, de verdad – repitió sincera, apretándole
la mano como la vez anterior. – Y ahora me voy de verdad – dijo, saltando de su
regazo. – No sea que vayan a creer que tú y yo somos amantes… - dejó caer con
tono burlón sonriéndole de manera pícara y guiñándole antes de echar a correr
por donde había venido.
Esta vez Jeremy sí que observó
cómo Verónica se alejaba del banco corriendo.
De hecho, observó la escena
completa: cómo continuó corriendo hasta que llegó a la entrada del salón de
baile, punto justo en el que se detuvo de manera muy brusca (estando a punto de
caerse, pues incluso dio un ligero resbalón), cómo en la puerta del salón dio
se sacudió ligeramente la cabeza y los hombros y se recompuso el peinado
aprovechando el cristal de la puerta a modo de espejo, cómo se bajaba al menos
cuatro dedos el escote de su vestido y se recomponía el corsé (gestos que no le
gustaron en absoluto) y cómo plantaba la mejor se sus sonrisas antes de
reaparecer en el salón de baile.
Todo esto lo hizo sin dejar de
tener una sonrisa en el rostro.
Y solo se giró y miró hacia
delante cuando no vio ni un trozo de tela de su voluminosa falda sobresaliendo
por el exterior de la puerta.
Instintivamente, sus ojos
volvieron a mirar hacia la escultura de la campesina y su mente recordó cómo la
había reconfortado allí. Imágenes que de inmediato fueron sustituidas por las
de Verónica en su regazo y el descubrimiento de la agradable sensación que eso
le provocaba.
“Olvídate de dormir esta noche,
amiguito” le dijo su mente.
-
Tub – dijo en voz alta e inspiró aire. – Andjugs
– repitió las acciones. - Water – hizo
una tercera vez. – Frozen - añadió finalmente, con un hondo suspiro.
vivan los peces son los mejores del capi pero chin me dececpcionas!! xD COMO Q UN BESO EN LA MEJILLA?¿?¿?¿?¿?¿ DONDE SE HA VISTO ES¿?¿?¿?¿ DONDE¿?¿?¿ DONDE¿?¿?¿ EN LA MEJILLA¿¿?¿?¿? YO ME ESPERABA ALGO MAS GRANDE!!! ME LO ESPERABA EN LOS MORROS!!!! NO PUEDE SER NOOOOOOOOO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AIS habra que espera un poco a ver el gran beso en los morros!!! me encanta jeremy es genial pero mi willy es mi willy xD
ResponderEliminara ver... parece que no me conoceis del libro anterior... primero, YA se han besado y la cosa no acabo muy bien... y segundo conmigo nada es lo que parece... como ya dije, empiezan muy bien pero se ponen las cosas un poco feas para estos dos...
ResponderEliminarpues a mi me ha encantado el beso en la mejilla, pero es que yo soy mas de gustarme las cosas antes de lo que es el propio lio, lio... asi que... estoy encantadisima!!! los peces me siguen tambien pareciendo lo mejor de lo mejor jaja
ResponderEliminaryo espero q ocurra algo grande jiji
ResponderEliminarpasa carmen, pasa
ResponderEliminarY a ver, se estan re-conociendo estos dos...
Se conocen de toda la vida pero él se enamoró de Rebecca y como pongo aquí; se olvidó del mundo y ella después de ser declarada bastarda se marchó a Italia y acaba de volver y la pobre es más ignorante y está más perdía...
Obviamente, a Jeremy le pone cerdaco perdío pero es que ahora a ella él no le interesa nada y eso a él le choca porque ha sabido que desde pequeñita le gustaba...pero aún así quiere volver a ser amigo de la chica con la que compartía muchas charlas antes de tener una esposa.Y están en ello.
me encanta!!! por cierto... hay algo que no entiendo... ella tiene una niña, que es de jeremy, no?? pero... cuando coño paso eso???!! y porqué el no lo sabe???
ResponderEliminarsi creo q es de ella y le hizo la barriga una noche de pasion me parece y no se lo ha dicho a el x miedo no¿?¿? laurell¿?¿? xD
ResponderEliminarHal hala hala con las derivaciones.... a ver, se están conociendo... no la va a dejar embarazada a las primeras de cambio, señoras!
ResponderEliminarjo yo he hecho una suposicion no una derivacion xD
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