“¡Qué
duro es tener una vida doble!” se quejó mentalmente una Penélope exhausta
mientras se dirigía por segunda vez en la mañana a Hyde Park a toda carrera.
“¡Jamás podré ser espía!” añadió como protesta.
Y no
solo porque de vez en cuando y de manera fortuita se le acabaran escapando
algunos secretos guardados (afortunadamente para ella, ninguno era de gran
importancia) sino por el hecho de que el tener que estar yendo de un lado a
otro continuamente y el tener organizada a la perfección una existencia en cada
uno de los lugares donde tenías tu ámbito de acción, asegurándose de que nadie
supiera de tu doble vida, debería dejar agotada en su opinión a la mayoría de
las personas.
Lo
decía ella; quien lo estaba sufriendo en sus propias carnes aunque en una
escala mucho más reducida.
Todo
era por culpa de Christian. O más bien de su alter ego, la famosísima y
sempiterna Christina; quien parecía haberse vuelto irremediablemente
dependiente hacia su persona y por tanto, bastante insegura e incapaz de
publicar ni un solo escrito sin que antes hubiera pasado por sus manos.
Por
otra parte, tenía razón. Se lo debía después de todos los acontecimientos
pasados. Y por eso, no pudo negarse a prestarle su ayuda y colaboración cuando
se lo pidió.
Tampoco
tuvo opción, viéndolo desde otra perspectiva, ya que prácticamente la raptó de
la velada musical de los Stewart para decírselo con no muy buenas palabras y un
tono para nada agradable.
De
ahí que incumpliendo la orden de Rosamund de ejercer de perro guardián por las
mañanas mientras ella dormía, se escapó de Hyde Park y dejó a Verónica sin
vigilancia durante un rato para cumplir con su obligación y ganarse su sueldo.
Lo
que no esperaba de ninguna de las maneras era que la redacción y el estilo de
Christina hubiera descendido hasta el nivel parvulario en tan corto espacio de
tiempo y que, en consecuencia, dicha acción le fuese a robar tanto tiempo.
Sabía que Rosamund iba a estar
enfadada con ella cuando se encontraran.
Muy enfadada.
La ventaja de tener una amiga de
la infancia era que la conocía mucho mejor que la propia Rosamund en la mayoría
de las ocasiones. Por eso, sabiendo de antemano su reacción y anticipándose a
la misma, decidió cubrirse las espaldas e inventar una excusa lo más razonable
y cuerda posible para salir airosa de la situación sin levantar sospechas.
Tal y como haría un espía.
O no.
Porque
Penélope no estaba muy segura que los espías utilizasen las almendras
garrapiñadas para salir airosos de una situación.
Almendras garrapiñadas.
Un
fruto seco (aunque en este caso no mucho) que conocía que era el preferido por
Verónica.
Una
Verónica que desconocía que iba a resultar culpable de la situación sin haber
abierto la boca en toda la mañana porque la excusa para salvarse de la quema de
Rosamund consistía en que Penélope solo había salido del parque obedeciendo
órdenes y satisfaciendo un antojo yendo a comprarle almendras.
Cierto
era una excusa muy cotidiana y sin ningún tipo de sofisticación. Pero iba a ser
la que le sacase las castañas del fuego esa media mañana.
Efectivamante.
Penélope
no se equivocó con respecto a la cara y a la reacción de Rosamund cuando la vio
aparecer en la entrada de Hyde Park con un saquito de tela de almendras
garrapiñadas.
O
bueno sí, porque para ser sinceros completamente, su reacción fue mitad de
enfado mitad de sorpresa mayúscula. Segunda reacción producida porque era a
Katherine a quien ella estaba esperando, no a Penélope en cualquier caso.
Cuando
por fin apareció la tercera en discordia (no sin antes recibir la clásica
reprimenda de tardanza por parte de Rosamund) juntas entraron en Hyde Park para
conocer la urgencia por la cual les había citado (nuevamente he de precisar,
sólo había convocado de manera urgente a Katherine pues en teoría Penélope
estaba encargándose de ella y Rosamund siempre iba a acompañarlas una vez se
había levantado).
La
primera vuelta para dar con ella resultó ser un completo desastre, la segunda
lo superó y no fue hasta la tercera cuando por fin consiguieron dar con ella.
Sin
duda les había despistado total y absolutamente que se encontraba abstraída,
sonriendo y hablando con un caballero. De hecho, fue gracias al tono de voz
(más elevado que el que los británicos utilizaban habitualmente) por lo que
descubrieron (en realidad fue Penélope quien lo hizo) que la mujer se trataba
de Verónica.
¿Por qué? Porque ambos estaban
hablando en italiano.
Intrigadas
por la identidad del misterioso hombre desconocido, las tres se acercaron con
los codos entrelazados intentando ser lo más sigilosas posibles.
Mientras
lo hacían, tres eran las reacciones y pensamientos que se sucedían:
-
Enfado. Estado
perteneciente a Rosamund por la desobediencia y rebeldía de Verónica, a la cual
le había repetido hasta la saciedad que no se fiara del primer hombre que se
acercara a ella con una sonrisa en el rostro y fingiese amabilidad (y más
ahora), ya que ello siempre le había causado numerosos problemas, pero era una
recomendación de la cual ella siempre hacía caso omiso.
-
Injusticia. Estado y
queja correspondiente a Katherine. Aunque en este caso la envidia tampoco
hubiera sido una mala elección, ya que la retahíla de pensamientos de la
bulliciosa mente de Katherine sólo giraba en torno a las quejas acerca de que
Verónica siempre atraía la atención y las miradas de los hombres atractivos (porque
este hombre le parecía muy atractivo, aunque no lo distinguiese con claridad)
cuando ése era un privilegio que le correspondía a ella por derecho propio por
ser la incomparable.
-
Y por último,
curiosidad. Científica por supuesto. Este estado por eliminación le
correspondía ni más ni menos que a Penélope, quien en ningún momento dejó de
fruncir su ceño ante la sorpresa que le causaba encontrar a un hombre que
hablase en italiano con un perfecto acento.
También
en este caso, la palabra concentración hubiese casado a la perfección porque
ése era el otro estado imperante en Penélope; quien, después de pasar tanto
tiempo sin practicar ese idioma temía haberlo olvidado. De ahí que su nivel de
concentración fuera máximo. En otras palabras, no quería perderse ni un
detalle.
Intentaron
ser todo lo sigilosas que sus ropas les permitieron pero…al final fueron
descubiertas en uno de los giros de cabeza de Verónica ya que habían olvidado
esconderse al ir caminando (algo básico para el espionaje).
Cuando
Verónica las descubrió no hubo siquiera un hámago de reproche. Al contrario.
Parecía que las estaba esperando. Es por este motivo por el que cortó de raíz
su conversación con el hombre y se adelantó para recibirlas.
Desconcertadas,
las tres observaron con detenimiento cómo se acercaba hacia ellas… Poco duró su
desconcierto no obstante.
Exactamente
el tiempo que tardó el desconocido del traje color beige en dársela vuelta.
Ahí las reacciones se
sucedieron.
Inevitablemente,
las tres agrandaron mucho los ojos porque sus pupilas se dilataron; duplicando
su tamaño habitual y, de forma plenamente consciente ya, aceleraron la marcha
para acortar gran parte de la distancia que las separaba de él en apenas unos
pasos quedando tan solo a diez metros.
Solo
en esa cercanía, cada una reaccionó de manera distinta; aunque todas de manera
muy positiva.
¿El motivo?
Ninguna
quería desmerecer a los hombres conocidos y desconocidos de su entorno más
cercano; especialmente Rosamund (cuyos hermanos eran considerados muy
atractivos por una amplia mayoría femenina) pero…¡Era el hombre más atractivo
que las tres habían tenido la dicha de ver desde tan cerca! Y además ¡existía
una más que probable posibilidad de que lo fuesen a conocer!
Sonrieron ante una perspectiva
tan favorable…
Y eso
fue lo único que hicieron. Sonreír; ya que la presencia de este hombre las
había dejado mudas, avergonzadas y babeantes.
¿Era para tanto?
Desde luego que sí.
Y no
solo porque fuera el hombre más cercano al cuarteto; o porque prácticamente era
la única representación masculina de todo el parque a esa hora (que también)
sino por el propio físico privilegiado de tan bien parecido espécimen.
Era
más alto que todas ellas (aunque para eso tampoco hacía falta mucho mérito;
sobre todo en el caso de Penélope quien era la más bajita de las cuatro) pero,
haciendo cálculos comparativos con la altura de Rosamund (que era la más alta)
el amable desconocido debía medir en torno a 1’85 metros.
Lo
único que sabían de él era que hablaba a la perfección el italiano. Pero eso no
les aportaba mucha información relevante pues bien podría ser oriundo de Gran
Bretaña o bien haber nacido en algunos de los muchos reinos en los que la
península italiana estaba dividida.
Además,
su manera de vestir tampoco les ayudaba nada a discernir cualquier atisbo de
información sobre su identidad puesto que vestía completamente a la moda
imperante marcada por Brummel: levita cruzada de color beige abotonada por
cuatro botones negros. Al llevarla abierta pudieron entrever el chaleco
enterizo acabado el cuello redondo alto (aunque no tan alto como el de la
camisa blanca que sobresalía) que llevaba debajo. Dicho chaleco destacaba por
su color negro, a juego con los botones de la chaqueta y los gemelos de la camisa
blanca. Remataba el conjunto del tronco superior una corbata de tipo Ascot[1]
color negro también.
El
conjunto lo completaban unos pantalones largos entallados a la cintura y
ajustados en sus muslos (informando de unas piernas más que bien torneadas) a
juego con la levita, unas botas alemanas que le cubrían gran parte del gemelo.
Los
únicos elementos de los que carecía tan detallado conjunto eran: el bastón (innecesario
porque era un hombre joven y por tanto, no necesitaba de ningún elemento de
apoyo para caminar), el sombrero de copa (no muy recomendable ya que pese a que
estaban en verano, el día no había amanecido soleado; aunque el llearlo o no
era siempre una elección personal) y los guantes (tampoco demasiado útiles
debido a la estación del año en que se encontraban pero de uso obligatorio
según cánones de moda… ¿sería un hombre de manos calientes, con todo lo que
ello implicaba?).
No.
Lo que realmente causaba la
inexistencia de reacción era el imponente físico.
Físico que entreveían e
imaginaban gracias a su manera de vestir y que colmataba su rostro. Rostro que
tenía un mentón prominente aunque curvo, una frente amplia pero dentro de las
medidas de normalidad, unas cejas negras pobladas y apenas elevadas, unos
desconcertantes ojos pequeños y almendrados de los que dudaban acerca de su
color entre el marrón y el gris, una nariz poco aguileña, no respingona aunque
sobresaliente y unos labios muy marcados de color melocotón cuyo grosor del
labio inferior les estaban provocando una ganas irresistibles a las tres de
besárselos para confirmar si eran tan suaves como parecían.
Además,
debían añadir a los atractivos rasgos de su rostro una serie de detalles que lo
hacían destacar para bien sobre el resto de los hombres allí presentes: el tono
bronceado de su piel, sus patillas apenas destacadas, la barba negra de un par
de días y sobre todo, su cabello negro como una oscura noche. Cabello corto,
ondulado y despeinado de tal forma que parecía estar colocado de esa manera a
propósito; con varios mechones cayendo por su frente.
En
otras circunstancias y a otras personas, este aspecto, indicador clarísimo de
un largo viaje le hubieran conferido un
aspecto de cansancio y le hubieran restado atractivo al poseedor. Pero en esta
ocasión, eso no había sucedido. Al contrario, su aspecto fruto del viaje le
conferían un aspecto terriblemente seductor
y un aire de peligrosidad poderosamente atractivo.
Es
por eso que se entendieron comprensiblemente las reacciones inmediatamente
posteriores a su silencio sepulcral: Katherine entró en una especie de trance y
éxtasis donde no dejó de emitir sonoros suspiros y en el cual se le cayó un
pequeño de baba en más de una ocasión, Rosamund continuaba en silencio
boquiabierta, aunque daba la impresión de que en cualquier momento comenzaría a
hablar por los apenas perceptibles movimientos de su mandíbula y Penélope…
Bueno, Penélope tuvo su clásica reacción: se cayó de culo, literalmente.
Afortunadamente
para sus amigas, desde que vieron por primera vez de cerca al atractivo
desconocido, éstas se habían soltado de los codos, ya que si no hubiesen sido
las tres las que hubieran caído al suelo arrastradas por el impulso y la fuerza
de Penélope; situada en uno de los extremos de la fila. Con el consecuente
abochornamiento que ello conllevaba. Vergüenza extrema de la cual únicamente
fue protagonista Penélope; como siempre.
-
Chicas – dijo
Verónica, provocando que por primera vez en mucho tiempo fijaran sus miradas en
ella. – Quiero presentaros a… -
-
¡Yo sé quien es! –
gritó Katherine, interrumpiendo su frase.
-
¿Lo sabes? – le preguntó
extremadamente sorprendida, elevando las cejas.
-
¡Claro! – respondió
ofendida. - ¡Es un ángel! – añadió, señalándole con el dedo. - ¡Un ángel! –
repitió más alto y mirándole directamente exhibiendo una de sus sonrisas de
conquista que tanto éxito tenían entre los hombres británicos.
-
È vero – respondió
Dante acercándose a Katherine hasta estar justo delante suya. – Sono un angelo.
– añadió. – Dante Angelo Filippi dijo, haciendo una reverencia y mostrándole su
sonrisa. Una sonrisa con la que las tres descubrieron la perfección de su
dentadura; por si no fuera lo suficientemente perfecto ya.
-
Un momento… ¿has
dicho Dante Filippi? – preguntó Rosamund, tras parpadear varias veces,
intentando salir de su asombro y creyendo haber oído bien.
-
Sí Rosamund – respondió él. – Sono Dante –
repitió.
-
¿R..R…R…? –
tartamudeó ella. - ¿Tú como sabes cómo me llamo? –preguntó, enfadada consigo
misma y avergonzada a partes iguales por haber mostrado debilidad ante un
hombre.
-
Io so molti di voi –
respondió Dante sonriendo y orgulloso realizando una reverencia cortés antes de
besarle la mano; ganándose con este gesto a la reticente Rosamund, quien no
sabía dónde mirar para ocultar su enrojecimiento.
Acto
seguido y continuando con la ronda de presentaciones, se agachó para situarse a
la altura de Penélope y decirle en un perfecto italiano:
-
Ciao – la saludó de
forma muy sonriente.
Roja
como un tomate, Penélope giró y agachó la cabeza con la esperanza de que se lo
tomara a mal, se ofendiera, se levantara y pusiera distancia entre ambos. Así
podría recuperar su tono de piel habitual y sobre todo, recuperar la normalidad
en sus pulsaciones y respiraciones. Desafortunadamente para ella, ese no era su
día de suerte (o bien, Dante era un hombre muy testarudo) porque él permaneció
plantado allí aguantando el equilibrio y sin quejarse pese a lo incómoda de su
posición.
-
Ci…ci…ci…ci ci ci…
ciaaaaaoo – consiguió decir relajada al fin, tras una ola de tartamudeos.
-
Piacere Penélope –
la saludó, besándole la mano y ofreciéndole su ayuda para ponerla en pie. Cosa
que hizo de un leve tirón que no le supuso ningún esfuerzo. – Parla molto bene
l’italiano – añadió.
-
Gra…gra…
gra…gra…gra…grazie – dijo por fin de una vez pronunciando la palabra de forma
muy similar a un estornudo, provocando una nueva sonrisa en el rostro de él.
-
Veo que ya parece
innecesario pero… chicas, os presento a Dante Filippi – dijo Verónica,
señalándole.
-
Hola – saludaron las
tres a la vez completamente embobadas agitando su mano, en respuesta e imitación
al saludo de él.
-
Un momento, un
momento, un momento… - dijo Rosamund, acercándose y situándose entre ambos
intentando poner en orden y aclarar sus ideas. – Necesito estar segura de una
cosa – dijo, elevando el dedo índice. - ¿Este es Dante Filippi? – le preguntó.
Verónica asintió. - ¿El de verdad? – quiso estar segura, aún escéptica. En esta
ocasión, fue Dante quien respondió afirmativamente. – A ver… ¿estás queriendo
decirme… – preguntó mirando directamente a Verónica. - … que este es tu
prometido napolitano? – concluyó. Verónica volvió a asentir. - ¿¡El hombre con
el que te vas a casar?! – preguntó, enfadada mientras pensaba en la injusticia
de la que su amiga era protagonista.
-
Con el que me iba a
casar – apuntilló Verónica. – Dante ya sabe todo y hemos decidido que no nos
vamos a casar – explicó.
-
No quería
advertírtelo pero… ¡te lo dije! – le reprochó Katherine.
-
¿Eres consciente del
error que cometiste? – continuó Rosamund enfadada. - ¡Mírale bien! – exclamó. -
¡Mira a Penélope! – añadió, señalándola. - ¡Si hasta ella está sexualmente
excitada! – concluyó a voces, provocando que Penélope quisiera construir un
agujero en el suelo y meterse en él.
-
Calma, calma – pidió
Dante. Non farli arrosire per favore – rogó mirando a Penélope, quien se lo
agradeció de forma silenciosa.
-
No sé lo que me has
dicho – advirtió, señalando a Dante. – Pero es que mi amiga Verónica la
pobrecita es ¡tonta! – explicó Rosamund. – Dante – señaló con una sonrisa
asintiendo vigorosamente y con el pulgar hacia arriba. – Abuelete – añadió,
negando de la misma manera y con el pulgar hacia abajo, añadiendo además
arcadas debido al asco que le provocaba y para remarcar el tremendo error de su
elección. – Dante – repitió acciones. – Abuelete – hizo otro tanto. – Dante,
Abuelete – dijo una tercera vez.
Y así hasta al menos diez veces.
-
Bueno, vale ¡ya
basta! – exclamó, gritando y dando un fuerte pisotón en el suelo para mostrar
el grado de su enfado.
Lo
exagerado de su reacción consiguió el propósito que perseguía, ya que todas callaron
a la espera de una explicación razonable para su repentino ataque y pérdida de paciencia; acciones ambas no muy habituales.
-
No pienso consentir
que insultéis a Jeremy en mi presencia – aclaró, conteniendo su furia. -
¡Debería daros vergüenza! – les recriminó a las tres, aunque miraba
directamente a Katherine.
Katherine,
quien enseguida se dio por aludida, se apresuró a responderle para salvaguardarse
y defenderse:
-
Es que Rosamund
tiene razón – respondió. – Dejando a un lado que Jeremy es mi hermano, si yo
hubiera estado en tu situación y conociera a los dos escogería a Dante sin duda
– opinó.
-
¿Ah sí? – preguntó ofendida.
- ¿por qué si puede saberse? – añadió, entre dientes, enfadada.
-
¡Pues porque es el
hombre más atractivo que hemos visto nunca! – se le escapó a Penélope; quien,
de inmediato se tapó la boca con una mano y la cara con su enorme sombrero de
ala grande; horrorizada ante la espontaneidad, efusividad y vehemencia de su afirmación.
Decepcionada
con las mujeres en general y con sus amigas en particular por venderse y
sucumbir con mucha facilidad ante un hombre guapo y un par de ojos bonitos,
Verónica retrocedió lanzando rayos por sus ojos.
Todo
lo contrario que Dante, quien se acercó a las chicas con los brazos extendidos,
se situó entre ellas y tras recolocarle a Penélope el sombrero, colocándoselo
en el lugar que le correspondía (es decir, sobre su cabeza), se situó entre
ellas, las estrechó, abrazándolas contra él y le dijo a Verónica en un
clarísimo tono de burla esbozando la mejor de sus sonrisas de felicidad:
-
Sai? Amo a le tue
amice – les dijo, besando una a una sus tres cabezas. – E io ho la senzacione
che mi piacerà essere nella Gran Bretagna –
Verónica ni se molestó en
responderle.
Se alejó bufando de allí.
[1] Una corbata ascot, o ascot, es una banda para el cuello estrecho, con
amplias alas puntiagudas, tradicionalmente hechas de seda gris pálido con
dibujos. Este lazo amplio, formal suele ser similar, doblada y sujeta con un
alfiler o un alfiler de corbata. Por lo general se reservan para el uso con el
vestido de mañana para bodas formales durante el día y se usa con un chaqué
corte y pantalón gris a rayas. Este tipo de corbata vestido está hecho de un
más grueso, tipo tejido de seda similar a un lazo moderno y es tradicionalmente
ya sea gris o negro.El pañuelo es descendiente de la versión anterior de la
corbata muy extendida en el siglo 19, sobre todo en la época de Beau Brummell,
de lino almidonada y primorosamente atado alrededor del cuello
me encanta justo la misma reaccion q he tenido yo al ver al mismo especimen esta mañana jijiji solo q no se me ha caido la baba como a kate no me he caido de culo como lops pero si se me han salido los ojos y la boca hasta el suelo como rosamund!! xD
ResponderEliminarA ver si va a ser a la pelirroja a quien te parezcas al final...
ResponderEliminarno me he reido mas xq no he querido mi madre vaya 4 mozas son como babeantes bobas babuinas!! ais q gran frase de Harry Potter 4 de los Hnos Weasly!!! desde luego q esa hubiera sido mi reaccion ante semejaante especimen experimentaria la de las 4 a la vez ahora q lo pienso!!! xD
ResponderEliminarMi cara esta mañana fue OoO jaja asi que si, yo tambien me he quedado muy como ellas y es que el chico lo merece y me he reído muuuuuchoooo imaginando a Rosemund haciendo abuelito- dante!! XD
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