CAPÍTULO V
Pesadillas
Si
las ilusorias escenas del día me engañan,
Y mi alma errante se aparta del
sendero
Si por engaño o deseo; ilusa,
ante la pasión cedo
Si yerro encantada por un
vértigo impostor
Mis pensamientos más tranquilos
te reclaman
Y toda mi esperanza se disuelve
en tu amor
Elizabeth Carter (1717 – 1806)
-
¡No voy
a consentirlo! – gritó Jeremy señalándola con el dedo, amenazante. – No pienso
consentirlo – repitió. - ¿Me oyes? – le preguntó, rugiendo de furia. - ¡No te
irás! – concluyó.
-
¡Ponte
como te dé la gana! – le respondió Rebecca también a gritos, con aspavientos de
los brazos. – Pero me voy a ir – anunció con determinación. – ¡Y tú no serás
quién para impedírmelo! – añadió caso tan amenazante como él.
-
¡De
ninguna manera! – le gritó Jeremy nuevamente. – nunca en la historia de mi
familia ha habido un divorcio ¡y yo no seré el primero! – añadió.
-
Te lo
advertí por las buenas Jeremy pero no me hiciste caso, así que no me quedó de
otra que hacerlo a la tremenda – le advirtió. - ¡Y me importa un comino la
historia de tu familia! – gritó Rebecca.
-
Eres mi
mujer Rebbecca y lo seguirás siendo… ¡hasta el día en que me muera! – concluyó,
con un asentimiento brusco de la cabeza iniciando el retiro de la habitación.
-
Estoy
embarazada – anunció, impasible.
-
¿Qué? –
preguntó Jeremy deteniendo sus pasos, escéptico por la noticia y acercándose a
ella. - ¿Es mi…? – añadió, mirando hacia su inapreciable tripa.
-
No –
respondió ella, saboreando el momento. – He dicho que estoy embarazada, no que
sea tuyo – explicó. – Sabes muy sobradamente de quién es, así que no entiendo a
qué bien tu pregunta – le echó en cara.
-
Lo
criaré y tomaré como mío – se apresuró a responder Jeremy.
-
Y yo lo
negaré rotundamente y lo gritaré a los cuatro vientos – rebatió Rebecca.
-
No serás
capaz Becky – dijo incrédulo.
-
Me
conoces de sobra Jeremy y sabes que soy muy capaz de hacerlo – respondió ella.
-
Pero ¿y
tú familia? – preguntó él, nervioso. - ¿Has pensado en lo que les va a ocurrir
a ellos? – añadió, horrorizado.
-
¡No me
importa mi familia! – gritó ella desesperada agitando los brazos. – ¡No me
importa nada! – añadió. – Salvo el bienestar de mi hijo y la felicidad junto a…
-
-
No lo
nombres – le interrumpió, siseante. – Ni te atrevas a mencionarlo en mi
presencia – le advirtió, mascullando entre dientes, amenazándola con el dedo
índice. – Rebecca… yo te quiero – se declaró, abatido.
Y era cierto.
A pesar de los
desplantes y desprecios públicos que había sufrido por parte de su esposa, así
como sus continuas infidelidades (aunque en su caso también las había
habido; una vez) y de que ella estuviera
embarazada y dispuesta a abandonarlo por otro, la realidad era que seguía
queriéndola como el primer día.
Incluso de que
acababa de romperle el corazón.
-
¿No lo
entiendes todavía Jeremy? – le preguntó cansada. – Yo no te quiero ni estoy enamorada de ti –
explicó. – Ni lo estoy ahora ni lo estuve nunca – puntualizó Rebecca a su
espalda.
-
¿Q…qué…
qué dices? – balbuceó, Jeremy mirándola receloso.
-
Lo que
oyes, Jeremy – respondió ella. – Y como dentro de muy poco tiempo me iré, lo
mínimo que debes saber al menos es la verdad – añadió. Rebecca hizo una pausa
para expulsarlo sonoramente. – Jeremy, nuestro matrimonio ha sido una farsa de
principio a fin; al menos por mi parte dijo. – Yo nunca te he querido – concluyó
ella impasible.
-
¿Qué? –
preguntó Jeremy, boquiabierto. – No – dijo, negando con la cabeza. – No –
volvió a repetir. – Es imposible – añadió. – Estás mintiendo – le acusó, con
apenas un hilo de voz.
-
No
Jeremy – dijo ella apretando su mano. – Es lo más cierto que he dicho nunca –
aclaró.
-
¿Por
qué? – exigió saber él con dureza en el tono de su voz y sin entender. - ¿Por
qué yo? – le preguntó.
-
¿Por
qué? – preguntó ella esbozando una sonrisa. – Fácil – respondió. – Mis padres
me obligaron y presionarlo para hacerlo – explicó. – En cuanto a por qué tú…
eras joven, atractivo, heredero a uno de
los ducados más notorios e importantes y sobre todo… muy muy rico – respondió.
-
Pero tú
fuiste la incomparable de la temporada – rebatió él y le acusó. – Podrías haber
tenido a quien quisieras – añadió.
-
Sí – le
dio la razón. – Pero nadie te igualaba en importancia – explicó, con un
encogimiento de hombros. – Además – dijo, sacudiéndose el cabello de forma
coqueta como solía hacerlo siempre. – Incomparable sí, pero hija de un simple
baronet y sin familia de rancio abolengo – añadió. - ¿Qué familia nobiliaria en
su sano juicio iba a aceptarme? – le preguntó, sabiendo que tenía razón. – De
ahí mi sorpresa mayúscula al ver cómo mis inútiles coqueteos surtían efecto
contigo. Y bastante además. – explicó. – Por eso cuando mis padres fueron
conscientes que estabas enamorando de mí, cosa evidente por otra parte, me instaron
a que centrara mi fingido interés únicamente en ti - explicó.
-
-
Rebecca… - dijo Jeremy incapaz de asimilar tanta información de repente. – Tú…
- dijo señalándola con el dedo. – Tú…tú… estuviste a punto de acostarte conmigo
antes de casarnos… - musitó.
-
Así es –
dijo ella asintiendo con la cabeza. - ¿Sabías Jeremy que la historia es la
maestra de la vida? – le preguntó, ante su evidente confusión. – No tuve más
que buscar precedentes similares en los libros de historia para continuar
manteniendo tu interés en mí – le explicó. – Y lo hallé en el caso de la reina
Ana Bolena – añadió. - ¿Sabías cómo consiguió que el rey de divorciara de su
anterior esposa para acabar ella misma
convirtiéndose en reina? – le preguntó, sin arle tiempo de réplica pues ella misma
le respondió al instante: - Excitando al rey – explicó, centrando la atención
de Jeremy. – Le besaba, le tocaba, le acariciaba y ella se dejaba hacer… pero
nunca le permitió que la penetrase sino le prometía que se casaría con ella –
concluyó. - ¿No te recuerda a algo? – le preguntó con malicia.
¡Claro que se lo recordaba!
Era justo lo que le había hecho a él.
Y ambos hombres, locos de deseo y dominados por las hormonas accedieron
a la petición, sin saber con los monstruos con los que habían contraído matrimonio.
-
Disfruté
enormemente hacerte sufrir dándote a probar una ligera parte y dejarte con
ganas de más para que estuvieras completamente a mi merced como un borrego –
añadió, regodeándose en cada una de estas palabras.
Con esta confesión,
la venda había caído de sus ojos y Jeremy contempló a la mujer que era su
esposa como si nunca hasta ese momento la hubiese visto mientras sentía cómo
una mezcla de odio y repulsión le dominaban en esos instantes.
“¡Qué estúpido he
sido!” se lamentaba mentalmente. “Debí hacer escuchado a la pequeña Katherine o
a Verónica cuando me advirtieron acerca de ella y me explicaron que la boda era
algo muy precipitado” añadió. “Un matrimonio es algo para toda la vida y por
tanto es un tema muy serio. No debe tomarse a la ligera, decía Verónica a sus
tiernos dieciséis años en aquel entonces. ¡Cuánta razón llevaba!” exclamó,
deprimido.
-
¿Todo
esto no podrías habérmelo dicho antes? – le preguntó. - ¡Nos hubiésemos
ahorrado esta discusión y muchas otras! – añadió, de nuevo con gritos.
-
¿Y
perderme todo esto? – le preguntó Rebecca mientras reía y señalaba a los
lujosos muebles y cuadros que adornaban su salón. - ¿Y nuestras apasionadas
noches? – añadió. – No – respondió, simplemente.
-
O sea… -
inició Jeremy intentando aclarar sus ideas. - ¿Qué solo me querías para
acostarte conmigo? – le preguntó mientras sentía un nudo en el estómago y unas
crecientes ganas de vomitar.
-
¡Oh
vamos Jeremy! – exclamó ella. – ¡Tampoco hay que hacer de esto un drama! –
añadió. – Además, al principio también disfrutaba de tu compañía – le explicó.
– Pero más tarde… sí – reconoció. – Básicamente te quería para eso – añadió. –
Cosa que te agradezco mucho, personalmente – apostilló, llevándose la mano al
pecho. – Ya que sin tus sabios consejos y expertas lecciones yo no hubiera
podido orientar y enseñar a su vez a mis amantes – dijo. – Te doy las gracias
de su parte también – concluyó, condescendiente antes de dirigirse a sus
habitaciones para dejarle allí solo regodeándose en los pensamientos y el dolor
que sabía que le habían causado estas palabras.
-
Rebecca
– dijo él, provocando que le mirase con interés pues no esperaba una réplica
tan inmediata por su parte. - ¿De verdad que nunca me quisiste? – le preguntó
con un hilo de voz mientras se negaba a creer las palabras que acababa de pronunciar.
-
¿Tanto
te cuesta entenderlo? – preguntó entre cansada y enfadada. - ¡Que no Jeremy!
¡Que no! – exclamó. – Al único que quiero y al que siempre querré es al señor
Pitts – añadió, con firmeza.
-
Pero…-
dijo él.
-
¡Ni pero
ni nada! – exclamó furiosa ya. - ¿Quién iba a quererte a ti Jeremy por ti
mismo, de todas maneras? – le preguntó con desprecio. - ¿Acaso has hecho algo de valía en tu vida? –
añadió, con ironía. – No. Y por eso no mereces que nadie te quiera – le
informó. – Eres indigno de ser amado – le dijo. - ¡Indigno! – exclamó. – Por
otra parte en la cama… - dejó caer. – Aún así, el señor Pitts te supera – le
informó. – Jeremy Gold… ¡no eres bueno para nada! – exclamó. - ¡Para nada! –
repitió mientras abandonaba el salón riendo a carcajadas.
“Solo eres bueno en
la cama” pensó. “No eres bueno para nada. ¡Para nada!” añadió.
Jeremy se despertó
sobresaltado con el sonido de la risa de Rebecca resonando en su cabeza;
recuerdo único de su pesadilla.
Ocho años.
Habían pasado ocho años
desde que Rebecca falleciera y su recuerdo aún seguía presente y muy vivo. De
eso se encargaban las habituales y continuas pesadillas que le asaltaban por
las noches, “recuerdos felices” de su desastroso matrimonio que le impedían un
buen descanso nocturno.
Jeremy se frotó los
ojos primero, después la cara y se apartó el pelo de la cara antes de
levantarse y mirar por la ventana.
Siempre lo hacía.
Era una costumbre
que tenía desde sus días de estudiantes en Oxford: el dormir con las cortinas
descorridas para ver la calle y lo que hubiese en el exterior además de para
levantarse en algún momento a mirar la negrura y disfrutar del silencio de la
noche.
Le habían criticado
mucho este hábito tanto sus amigos como sus conquistas (pues también lo hacía
en casas ajenas). No obstante, no lo llevaba a la práctica todos los días; la
única excepción a este caso se producía cuando regresaba tarde a casa ya que,
si había algo que molestaba sobremanera a Jeremy Gold era que lo despertasen
los rayos del sol apuntando justo en su cara.
Ya en la ventana y a
falta de reloj de bolsillo a mano (sus calzones no llevaban bolsillos); la
iluminación con brea de las farolas de la calle y la oscuridad de la noche le
sirvieron de guía para hacerse una idea aproximada de la hora que era.
De repente, la
quietud de la noche se vio interrumpida primero por el sonido de unos pasos
rebotando sobre los adoquines y, posteriormente por la aparición de uno de los
vigilantes nocturnos y encargados de la manutención de la seguridad en las
calles londinenses. Los ocho de Bow Street
se hacían llamar.
“Pobre hombre” pensó
compadeciéndose de él. “No me gustaría estar en su pellejo” añadió. “Y seguro
que a él tampoco en el tuyo” concluyó, al recordar el motivo por el cual estaba
levantado a esas horas.
Como si el hombre
hubiera escuchado que acababan de mencionarle, el vigilante levantó la cabeza a
modo de saludo. Un saludo al que Jeremy correspondió con el saludo militar ya
que al fin y al cabo eran una figura de autoridad.
Este hecho le
recordó a los días inmediatamente posteriores a la muerte de Rebecca; cuando
sufría de insomnio y se hizo amigo silencioso y distante del hombre de Bow
Street que por entonces patrullaba por su calle
Sonrió.
Bostezó.
Se desperezó.
Las dos últimas
acciones le recordaron que era tarde pero a su vez muy temprano para estar
despierto y el descanso era fundamental si quería derrotar a su padre en su
nuevo enfrentamiento parlamentario; visto el nuevo fracaso del de ese mismo
día.
Por ello dio media
vuelta y se metió de nuevo en la cama, confiando y rezando en que esta vez no
volviesen las pesadillas.
“Y tú pareces un
enorme pastelito de merengue” replicó Jeremy con tono infantil. “El merengue es
mi postre favorito” susurró con tono seductor antes de apoderarse de sus
labios.
¿Merengue?
¿Merengue?
Y Verónica apenas
despegó los párpados de los ojos para volver a cerrarlos al instante. Sin
embargo con este mínimo gesto consiguió despertarse a medias. En tal caso, lo
suficiente como para pensar con algo de racionalidad y ser perfectamente
consciente de lo que hacía.
Bufó.
Estaba enfadada.
Con Jeremy y con
ella misma.
Con el primero
obviamente por haberla besado y tomarla como a una cualquiera, eso era
obvio. Era tal su grado de enfado con él
que ni siquiera le consoló por su derrota parlamentaria frente a su padre; la
primera de la que había sido testigo directo.
Pero no pensaba hablar
con él hasta que no se disculpase con ella, admitiese que fue un error y le
prometiera que no volvería a hacerlo.
Hasta entonces,
nada.
De ahí su enfado con
ella misma también.
Si el beso no le
había gustado nada por las maneras y por la tardanza… ¿por qué entonces no
dejaba de soñarse con él una y otra vez en cuanto cerraba los ojos?
Pero ¡si ella nunca
recordaba con qué soñaba!
Era indignante,
cabreante y un montón de epítetos más pero sobre todo era frustrante porque no
podía hacer nada por evitarlo. Y además parecía que cuanto más le decía y
amenazaba a su mente para que no repitiese sueño, más decidía esta llevarle la
corriente y actuar por cuenta propia.
Consecuencia directa
de esto: apenas descansaba. Lo cual sumado a que aún no había sido capaz de
acostumbrarse a su cama londinense provocaban que no durmiera apenas por las
noches y que se levantara de muy mal humor por los motivos anteriormente
expuestos; pues lo normal para ella era dormir mucho.
Todo esto había
sucedido cuando apenas habían transcurrido dos días de dicho beso.
No quería llegar ni
pararse a pensar en lo que ocurriría cuando hubiera transcurrido una semana.
De hecho, no iba a
hacerlo porque eso no iba a suceder.
Hoy mismo iba a
ponerle punto y final a tal bucle de pesadillas.
Muy decidida olvidar
tan extraño asunto y sin importarle la hora exacta que era (porque había
decidido continuar en la cama) Ronnie se giró, adquirió posición fetal; la que
habitualmente utilizaba para dormir y se echó la ropa de cama por encima hasta
taparse la cabeza con ella.
“Dulces e
irrecordables sueños” se deseó antes de apretar con fuerza los párpados y dejar
la mente en blanco; antes de quedarse dormida inmediatamente.
La intención de
Verónica era muy buena e incluso durante su segundo tiempo de sueño no revivió
el momento que compartió junto a Jeremy. No obstante nunca supo si eso sucedió
porque por fin su mente se había vuelto obediente y había decidido hacer caso
de sus amenazas o porque no tuvo el suficiente tiempo como para ponerse en
marcha y repetirlo; ya que apenas veinte minutos después estaba nuevamente
despierta.
En este caso, debido
a un ruido.
O más bien, a un
sonido.
Un sonido que la
despertó de golpe, sobresaltada y desubicada. Tan desubicada de hecho, que tiró
de un manotazo el contenido que estaba situado encima de su mesita de noche;
incluyendo un vaso lleno de agua (que rompió)
-
¿Qué
pasa? – preguntó bostezando y restregándose los ojos (que tenía medio cerrados)
para ver mejor mientras miraba hacia
todos lados en su habitación e intentaba ubicar qué era el sonido y de qué
parte exacta de su habitación procedía.
Pero no procedía de
allí.
Entonces ¿de dónde?
Con el ceño
fruncido, gesto extrañado y sentada encima con las piernas cruzadas justo en el
centro de su cama decidió quedarse muy muy quieta y agudizar el oído para
intentar averiguarlo.
No le costó mucho
identificarlo: apenas unos minutos; quizás porque sonó mucho más cerca de su
posición.
Sin lugar a dudas
era una trompeta.
“¿Una trompeta?” se preguntó
extrañada.
Desde luego que no
era instrumento musical más habitual para aprender a tocar.
Y mucho menos para
practicar y mejorar en él a horas tan tempranas en la mañana, añadió esto
último enfadada.
¿Quién tocaría
semejante instrumento?
Al momento descartó a
las mujeres de esa casa ya que, lady Dunfield era demasiado menuda como para
tener la potencia de expulsión de aire que dicho instrumento requería y
Katherine era imposible que fuese, dado que carecía de cualquier talento
musical.
Solo quedaban tres
candidatos masculinos.
Ahora bien ¿qué
motivación tenían para hacerlo? ¿A qué respondía esta acción? o dicho de otra
manera ¿¡por qué?!
En casa de tía
Ludovica el sonido de una trompeta tenía un significado muy claro: que había
fuego en la casa. ¿Sucedería aquí lo mismo?
¿Se estaría quemando
la casa de los Gold en Londres?
Y si era así ¿por
qué no escuchaba pasos precipitados o voces en el pasillo?
¿Por qué no la
habían avisado a ella?
¡Ay Dios! ¿Sería
posible que aún estuvieran todos dormidos y por ello no habían sido conscientes
de que su casa estaba siendo pasto de las llamas?
De ser así, alguien
tendría que hacerlo.
Y ese alguien iba a
ser ella. Lo haría ahora mismo, aprovechando que aún no olía a humo y por
tanto, el fuego no estaba muy desarrollado.
Con la firme
intención de realizarlo salió al pasillo corriendo gritando ¡Fuego! Con la mala
suerte que, debido a las prisas y los nervios se le había olvidado ponerse la
bata; prenda fundamental por cómo iba vestida en ese momento.
-
¡Dichoso
papá y sus maneras de restregarme por la cara sus victorias parlamentarias! –
se quejó y protestó entre dientes Jeremy
mientras caminaba por el pasillo mirando sus propios pies en busca de su
padre el músico para ordenarle que detuviese tal música infernal.
Concentrado al
extremo como iba, no fue consciente de lo que se le venía hasta que escuchó la
palabra ¡Fuego! Y acto seguido, se chocó con la persona que lo había gritado.
“Genial” pensó Verónica
con fastidio cuando descubrió con quién había colisionado. No le quedaba más
remedio que incumplir su promesa y hablar con él; aunque s´´olo fuera para
disculparse.
-
¡Gracias
a Dios que tú también lo has escuchado! – exclamó aliviada. – Así podrás
ayudarme – añadió con firmeza y tajante.
-
¿Ayudarte
a qué Verónica? – le preguntó, mientras se palpaba la frente en busca de un
chichón y decía un montón de improperios entre dientes.
-
A avisar
a todos de que hay fuego – le dijo ella.
-
¿Fuego? –
preguntó desconcertado. - ¿Qué fuego Verónica? – quiso saber, mirándola por
primera vez en la escena y olvidando todo a su alrededor.
“Aparte del fuego
interno que me estás provocando, por supuesto” pensó con los ojos desorbitados
debido a la visión que tenía ante él mientras tragaba saliva lentamente debido
a que la garganta se le había quedado repentinamente seca y sentía cómo la
erección con la que se había levantado y que poco a poco había ido
desapareciendo en su paseo volvía a adquirir fuerzas.
“¿Así es cómo duerme
Verónica?” se preguntó, totalmente incrédulo. “¡Madre de Dios!” exclamó.
¡Así no podía
dormirse!
Y si dicha ropa de
dormir (porque no podía ser consideraba interior) existía y se utilizaba en
otras partes de Europa ¿por qué no la había en Gran Bretaña?
¡Menudo error de los
sastres británicos!
Más de un matrimonio
se arreglaría (incluido algunos de los de sus amigos) si las mujeres utilizasen
prendas similares a la que Verónica llevaba en ese momentos con total naturalidad
ante él; lo cual multiplicaba su lujuria interna por ella.
Pero ¿en qué
consistía exactamente su atuendo para que las hormonas de Jeremy estuvieran tan
revolucionadas pese a las tempranas horas de la mañana que eran?
Ni más ni menos que
en un camisón con forma túnica griega corta. Tan corta que le llegaba justo por
la mitad del muslo. Desde luego no es lo que se pondría Artemisa para salir de
caza con sus perros. Además, estaba confeccionado en organza, por lo que era
muy transparente. Y muy transparente quería decir exactamente muy transparente
según pudo comprobar Jeremy cuando siguió con la mirada la pronunciada –V del
escote del mismo y descubrir que los pezones rosados de Ronnie eran perfectamente
distinguibles a través de la tela.
Se negó a continuar
descendiendo. No lo soportaría.
Ya había tenido
suficiente con el inesperado y sorprendentemente placentero descubrimiento que
provocó que su lujuriosa mente desarrollara y concluyera la escena de manera
muy sexual. Especialmente debido a que desde el abandono de las ovejas que
pacían y pastaban tranquilas en el prado de su mente, él se había quedado sin
animal o tema que le sirviera de distracción para no pensar en acostarse de
manera ruda con la mejor amiga de su hermana pequeña.
Por tanto, no le
quedaba de otra que buscar otro tema que fuera lo más antisexual posible. Y
urgente, pues su erección era ya perfectamente distinguible a través de sus
calzones. Unos calzones que pese a era de algodón fino no eran tan
transparentes como lo que Ronnie llevaba pero que, por si acaso no quiso arriesgarse
a descubrir el grado de transparencia de los mismos. Por ello, se encogió,
simulando un tirón en la pierna (con el que tapaba tan estratégica zona
poniendo el brazo por delante).
“Craso error” pensó Jeremy
mirando las torneadas y bronceadas piernas de Verónica.
Lo que había
arreglado por un lado, se empeoraba por otro porque había descubierto que la
tela de la falda del camisón era igual de transparente que la de la parte de
arriba (lógico, pues era la misma) y que Verónica no estaba en los días de
paños del mes.
Consecuencia, sin ninguna
intencionalidad le había mirado todo el centro de su feminidad. E incluso le
pareció distinguirle algunos de los rizos de su monte de Venus.
“Venus” pensó… y
gimió, mordiéndose el labio pidió ayuda a Dios y a Noé para que le enviaran
desde su arca la imagen mental de un animal lo suficientemente feo, inusual o
inactivo para que tuviera el mismo efecto sobre él que un baño en agua
congelada.
-
¿Cómo
que qué fuego? – le preguntó ella con los brazos en jarras. Un movimiento que
realzaba sus senos, por otra parte.- ¡El de tu casa! – exclamó.
-
¿Mi casa
se está quemando? – preguntó extrañado. – Y ¿por qué no huele a humo? – añadió,
con la ceja enarcada.
-
Porque
aún no se ha desarrollado lo suficiente como para que huela – le explicó, con
una mueca en el rostro.
-
¿Me
explicas entonces cómo has sido capaz de localizarlo tú? – le preguntó con una amabilidad
fingida.
-
De la
misma manera que tú – le respondió ella. – Escuché la trompeta – añadió.
-
¿De
dónde has sacado la estupidez esa de que con la trompeta se avisa de que hay un
fuego cercano? – preguntó, contrariado.
-
Es el
sistema que se utiliza en casa de mi tía – le explicó ella.
Jeremy de inmediato
se arrepintió de haber dicho que era una estupidez lo de la trompeta pues de
forma indirecta la había llamado estúpida.
-
No te lo
han explicado ¿verdad? – preguntó él con una medio sonrisa.
-
¿El qué?
– quiso saber ella curiosa.
-
Que el
tocar la trompeta a primeras horas de la mañana es la manera que tiene mi padre
de celebrar sus victorias en el Parlamento frente a mí – le explicó.
-
Te
aconsejo que para la próxima vez sigas el consejo y truco de Katherine, mamá y
Graham y te pongas tapones de cera en los oídos – añadió, ahora paternal.
-
De
acuerdo – asintió ella. – Pero ¿y tú? – le preguntó. - ¿Cómo es que no los
utilizas? – añadió.
-
Porque
mi padre quiere que le persiga por toda la casa para que le pida enfadado que
acabe con ese ruido infernal – dijo. – Es un mal hábito que tiene, que le gusta
regodearse demasiado en mi fracaso – añadió con un susurro.
-
¡Qué
acción tan horrorosa e impropia de un padre! – exclamó Verónica tapándose la
mano con la boca. - ¿No puede buscar otra cosa con la que decirte que él ha
ganado? – le preguntó ella.
-
Le gusta
demasiado – dijo Jeremy, negándolo con la cabeza.
-
¡Pues se
va a acabar!- exclamó Verónica enfadada, provocando un nuevo movimiento de sus
senos y que la falda se balanceara; para horror de Jeremy. - ¡Yo misma voy a
hablar con él! – añadió, de forma tajante.
-
Todos lo
hemos hecho ya y aún así él sigue en sus trece – le explicó. – Gracias, pero no
creo que sea buena idea – añadió.
-
¿Por qué
no? – preguntó ofendida, acercándose a él.
Jeremy volvió a
trazar una línea descendiente con la mirada por el vertiginoso escote de
Verónica. Esta vez de forma tan lenta y patente que hasta la propia dueña y
propietaria del camisón se dio cuenta.
Lívida como las
paredes y con los ojos desorbitados, inmediatamente echó mano de su bata
palpándose todo el cuerpo. Una bata que siempre la acompañaba a todos lados y
que en teoría, debería estar ahí pero que esta vez, para su “buena” fortuna se
había dejado olvidada en la habitación.
Verónica gritó de
horror y vergüenza.
-
¡Shhhh! –
le ordenó Jeremy. - ¿Es que quieres despertar a toda la casa? – le preguntó
enfadado.
-
No creo
que se despierten por mi grito si la trompeta no lo ha hecho – replicó ella,
altiva gritando nuevamente.
-
¿Se
puede saber por qué gritas? – le preguntó Jeremy, desconcertado.
-
¿Cómo
que por qué grito? – le preguntó ella. - ¿Tú has visto como voy vestida? – le preguntó
señalándose.
-
Yo te
veo… bien – dijo él mientras pensaba en animales. “Demasiado bien” añadió
mentalmente. – Además creía que habías salido así a propósito – añadió,
intentando quitar hierro al asunto.
-
Pero
¿cómo voy a salir medio desnuda y dejando entrever todos mis encantos a
propósito? – le preguntó enfadada.
Se hizo el silencio
entre ambos.
-
¡Ay
Dios! – musitó Verónica. – Todos mis… - añadió y se miró con atención.
Jeremy también la
miró con atención.
Verónica le
descubrió haciéndole, queriendo que se la tragara la tierra.
Jeremy intentó disimular
mirando hacia otro lado.
No le funcionó.
Verónica comenzó a
enrojecer y sus pezones reaccionaron poniéndose puntiagudos tocando la organza
del camisón.
Jeremy y su erección
alcanzaron las cotas máximas de excitación y sintió como se ahogaba en un mar
de pensamientos lujuriosos no apto para puritanos y menores de edad.
Un momento ¿mar?
¡Claro! ¡Un mar!
¿Qué hay en el mar principalmente
aunque también los hay en los ríos e incluso en algunos estanques y charcas?
¡Peces!
Y ¿qué hay más antisexual
que un pez? ¿Un animal que al fin y al cabo solo nada de un lado para el otro,
se alimenta de pequeños organismos, no emite sonido alguno y sobre todo, se
olvidaba de todo lo que había pasado o visto en muy corto espacio de tiempo?
Era perfecto.
Simplemente
perfecto.
Desde ahora en
adelante, los peces serían sus animales de la buena suerte a la hora de bajarle
la libido.
Ya lo había
decidido.
Volvió a mirar a
Verónica; quien no solo no se había marchado sino que se había tapado los senos
con un brazo y se otra parte pudiente con la mano, a imitación de la Venus de
El nacimiento de Venus de Boticelli; lo cual no hacía sino centrar la atención
aún más la atención sobre esas zonas corporales en particular.
No obstante, sus
peces parecieron funcionar la primera vez que recurrió a ellos.
-
Creo…creo
que debería irme – dijo ella atropelladamente.
-
Sí –
respondió él, de inmediato.
-
A
vestirme – explicó. – Ponerme una bata encima – rectificó.
-
Sí –
repitió él, asintiendo.
-
Me
marcho – dijo ella.
-
Adiós –
dijo él, con un hilo de voz.
Verónica avergonzada
hasta el extremo se dio media vuelta e inició una carrera para desaparecer lo
antes posible del campo de visión de Jeremy. No obstante, pronto la detuvo
porque fue consciente que con el movimiento de sus piernas en carrera, la corta
falda del camisón tenía un efecto de voladiza que le dejaba el culo el aire.
Su culo al aire y a
ojos de Jeremy.
Condenación eterna.
Por eso, se alisó e
intentó estirarse lo más que pudo la tela del mismo, se la metió a presión
entre las piernas y comenzó a caminar como si el suelo estuviera construido por
brasas ardiendo.
-
No te
preocupes Jeremy – dijo Ronnie mientras se alejaba. - ¡Solucionaré lo de tu
padre! – le aseguró.
La visión del
perfecto trasero prieto y respingón de Verónica fue más de lo que la mente e
imaginación de Jeremy pudieron soportar.
Se colapsaron.
Incluso, tardaron
varios minutos en comprender, entender y asimilar la frase informativa de despedida
de Verónica.
Tal fue el shock.
No obstante, una vez
recuperada al menos un 20% de la materia gris de su cerebro llegó a una conclusión:
necesitaba a los peces mucho más de lo que había pensado en un principio.
Afortunadamente para
él, conseguir peces no era difícil en Londres.
Dudaba de si
existían peces en las aguas de Támesis pero él sí iba a conseguirse uno.
Unos.
Pues de hecho ya
tenía pensado los nombres para los
cuatro: jug (jarra) andtugs (y tinas) frozen (congelada) y water (agua).
Con esos nombres
jamás olvidaría qué era lo que debía pensar cada vez que viera a Ronnie.
“Unos peces” pensó
con satisfacción, orgulloso de la decisión que había tomado. “Ya tengo la
solución” añadió. “A partir de ahora, Verónica no será un problema” concluyó
dirigiéndose a su habitación con el sonido de la trompeta de su padre; el cual
momentáneamente no parecía ser molesto.
ahora entiendo lo de los peces de aqui claaaro hombre claaro jajaja bueno decirte q.... QUIERO MAAAAAAS MUCHO MAAAAS MALIGNA Q ME HAS DEJADO A MEDIAS MALVADA COMO SIEMPREEEEE
ResponderEliminarBUENO COSAS VARIAS:
UNO: Q GANAS DE ARRANCARLE LA CABEZA A REBECCA ME HA CAIDO COMO UNA TREMENDA PATADA EN EL MISMISIMO CULO MAL NO LO SIGUIENTE DAN GANAS DE PEGARLA TRES CUATRO O LAS Q HAGAN FALTA DE TORTAS BN MERECIDAS HACERLE ESO A JEM Q PARTO UNA LANZA A SU FAVOR Q NO ES TAN MALO COMO PARA DECIR Q NO VALE UNA MIERDA ESO NO E ESO NO CACHO GUARRA NUNCA MEJOR DICHO YO X JEM MA-TO TE ENTERAS CHULA¿?¿
DOS: JEM DEBES MEJORAR EN LOS DISCURSOS XQ YO VIVO CONTIGO EN TU CASA ME DESPIERTAN ASI COMO A RONNIE Y YO NO SALGO CORRIENDO COMO ELLA YO ME MUERO EN EL ACTO
TRES: ES AMIGO DE THON THON, ES DECIR, ES THON THON EL Q PASEA POR LA CALLE DE JEM X LAS NOCHESS¿?¿' SI ES Q SI VES TU COMO THON THON SALIA AL FINAL JAJAJA
CUATRO: BUENO BUENO BUENO MOMENTAZO ENCONTRONAZO EN EL PASILLO YO QUIERO EL CAMISON DE RONNIE AUNQ NO TENGA NADIE PARA QUIEN LUCIRLO :( PERO BUENO AHORA ENTIENDO LO DE LOS PECES Q ANDABAN X ESTOS LARES Q DIOS JEM PODRIAS HABERLOS PUESTO OTROS NOMBRES A POCO ORIGINAL EERES MACHOTE JUM MAS CREATIVIDAD ME HA ENCANTADO LA REACCION DE REZAR A JESUS Y NOE PARA Q LE MANDE ALGUN ANIMAL FEO JAJA ME HE PARTIO CUANDO LO HE LEIDO Y BUENO LA REACCCION DE JEM CUAN MACHO IBERICO HAA SIDO EN PLAN XQ ESTABA EL PADRE CON LA TROMPETA PERO SI NO HUBIERA ACABADO RONNIE EMPOTRADA COMO DICE ZHEETTA JAJA
GRAN CAPI SI SEÑOR QUIERO SABER MAAS Y DUDAS EXISTENCIALES MUCHAS E INTRIGADA ME HALLO Y ME PREGUNTO COMO JEM ESTUVO TAN CIEGO CON REBECCA NO ME LO EXPLICO O SI ES HOMBRE Y A VECES CON UNA FALDA BONITA NO PIENSAN PERO BUENO... XD A SI Y COMO REBECCA HIZO SIN Q JEM SE ENTERARA PARA TENER TANTOS AMANTES¿?¿?
HE DICHO XD
No... nada de empotrarse....
Eliminarde momento!
En cuanto a la duda que me planteas...Jem si sabe de los amantes de Rebecca, pero se los consiente porque la quiere y cree que así estará consigo y no le dejará. La quiere =)
pero no resuelves mi duda planteada en tercer lugar q es la q mas me intriga¿?
Eliminarah!! que tu duda importante y existencial es la de Thon... no, no es él... además que no se llevan bien. Aunque eso lo comprobarás mucho más adelante, donde sí que sale tu Thon Thon...
Eliminarjajaja cuando Veronicaoye la trompeta y cree que es porque hay fuego y era la manera que tenia el padre de Jeremy de chincharlo, que discreto jajaja
ResponderEliminarY...ahora quiere peces????? jajaja
Que hija de satanas!!!!!!! Odio a Rebecca y eso que debería caérme bien, pq se llama como la prota de mi libro, eh??? Pero tela, pedazo de.... HUORA!!! Palabra finesa para describir lo que es ésta tia!!!! Que fuerteeeee.... Y pobre Jem, que no vale para nada??? La que no vale para nada es la guarraaa esta!!! Asquerosa!!! Te voy a poner dos velas negras!! Da las gracias de estar muerta pq sino.... te mataba yo!!!
ResponderEliminarMe encanta que Jem duerme como yo, con las persianas hasta arriba esté donde esté y las pesadillas de Verónica,.... joder, como la entiendo!!! Dos semanas llevo yo ya así!! XD
Me ha encantado el momento encontronazo, que ganas se le veían de empotrarla contra la pared del pasillo y hacerle de todo a lo bestia XD Su camisón me gusta, muy sexy!! :D Y el padre... a trompetazos!! Ni en el ejército!! XD
gracias eri otra q opina como yo sobre rebecca GAURRA MALA PECORA BICHO ENGENDRO... q me embalo y me pongo chunga xD y si yo tambn quiero el camison y lo de empotrarla tambn lo he pensado y expresado como tu xD
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