CAPÍTULO VI
La debutante
No abras tus labios, necio
Ni gires hacia mí tu rostro;
La furia del cielo te derribará
Entonces mi gracia será tuya.
Elizabeth Eleanor Siddal (1829-1862)
Durante la semana y
media posterior a su “presentación” en sociedad y por si alguien no había
reparado en ella; bien sea por su espectacular vestido de esa noche o por el
artículo de Christina Thousand Eyes que compartió a medias con el duque de
Silversword, los Gold, o mejor dicho las mujeres Gold, se encargaron de que no
hubiese ni una sola persona de cierta importancia en Londres que no la
conociera.
Y eso conllevaba
arrastrarla con ellas a todos y cada uno de los eventos a los que asistían. Los
cuales, aunque pudiera parecer una redundancia eran la totalidad de los mismos.
De hecho, hubo días
enteros en los que llegó a estar presente en hasta ocho eventos.
Muy insignificante o
irrelevante tenías que ser para que ellas no te tuviesen anotada en su lista.
Verónica apreciaba
el esfuerzo que les suponía agregarla e invitarla a participar de forma activa
en sus apretadas agendas personales pero…no le gustaba en absoluto el grado y
cotas de atención que estaba alcanzando por esto.
Además de que estaba
cansadísima.
Ella no estaba
acostumbrada al ajetreo vital de estas dos mujeres. O quizás fuera de que en la
Península italiana las cosas se tomaban y ejecutaban de manera mucho más
relajada… la realidad era que lo que ella deseaba hacer era lo único que no le
consentían: dormir.
O en su defecto
descansar.
Pero no debía ni
podía siquiera plantearle esa petición: era su invitada y como tal debía
adaptarse a sus anfitriones. Además de que lo estaban haciendo por ella y de
que así lo exigía el protocolo.
¿Cómo lo hacían? Se
preguntaba una y otra vez admirando y envidiando su fortaleza física.
Puede que se debiera
a algún complemento vitamínico o energético que tomaran en algún momento del
día a sus espaldas o simplemente, que sus cuerpos se hubieran acostumbrado e
aclimatado tras tantos años de práctica.
No lo sabía a
ciencia cierta.
Lo único que podía
demostrar era que las Gold derrochaban energía por donde pasasen y a ella
tenían que arrastrarla.
Estaba en ese estado
cuando no participaba de forma activa en los eventos.
Así que Verónica no
quería ni imaginar cual sería su apariencia y estado cuando por fin decidiese
integrarse de lleno en la sociedad; a imitación de las debutantes.
Y es que, como se
decía por su lugar de nacimiento, quien hizo la ley hizo la trampa y Verónica
era una consumada tramposa a base y fuerza de observar las triquiñuelas de los
jugadores de cartas en casa de su tía… en el buen sentido de la palabra; si es
que eso podía concebirse.
En otras palabras,
Verónica asistía cuasi obligada y por tanto, desganada a los eventos pero… otra
cosa muy distinta era lo que hiciera en ellos; pues allí ella tenía total
libertad ante las lagunas del protocolo en este aspecto y porque sus
anfitriones así se lo habían informado en el baile de los Aubrey.
Por tanto, no podían
criticarle o llamarle la atención por nada de lo que hiciera o dijese en dichos
eventos. Y eso era precisamente lo que hacía: nada.
Continuaba con el
mismo comportamiento y actitud que mostró en su primera aparición pública:
aparecía, rompía su tarjeta de baile y… se sentaba en el lugar destinado para
las solteronas; para total y absoluto desconcierto de todos los presentes.
En realidad, el
desconcierto era el primer sentimiento que provocaba entre los presentes. A
partir de ese primero global, el público se dividía por sexos: los hombres
adoraban esa máscara de impenetrabilidad e inaccesibilidad debido a su actitud
tan misteriosa que ella mostraba. Sin embargo, esa máscara eran tan solo eso;
una máscara.
Porque si se
acercaban a ella para hablar y conocerla (sólo para eso) descubrían que era una
chica muy simpática y abierta que tenía mucha muchos temas de conversación
interesante.
Consecuencia directa
de ello: en poco tiempo se creó un círculo de admiradores en torno a ella en la
zona reservada para las señoritas solteras, para total envidia de Katherine
Gold; quien veía cómo las mejores oportunidades para encontrar un buen partido
como marido se le escapaban justo delante de sus narices… para correr y caer en
el círculo de Verónica. Lo cual desaprobaba.
Pero no era la
única.
Esta misma reacción
era la que provocaba en la inmensa mayoría de las mujeres presentes en los
eventos; privadas de la oportunidad de destacar, brillar y atraer a algún
hombre que mereciera la pena.
Y Verónica era
perfectamente consciente de ello. Incluso tenía una certeza casi total y
absoluta de que estarían hablando de ella y no precisamente para bien; justo
como hacía Christina Thousand Eyes.
Además, todo el
mundo desconocía el motivo y el por qué de su actitud.
Que lo había; aunque
era secreto
Y no era otro que
ganarse el respeto y conseguir la atención de su familia paterna. Hasta que
éstos no la invitaran a comer, cenar, tomar el té o incluso pasear en un
carruaje por Hyde Park, ella no levantaría el trasero de su asiento de
terciopelo
Afortunadamente,
esto no ocurría todos los días y ella podía disfrutar de las veladas y
relajarse junto a sus amigas; más o menos.
Y era más o menos
porque justo esos días eran los que Jeremy Gold aprovechaba para materializarse
junto a ella y ejercer de vigilante y perro guardián con ella.
Con ella porque no
había ni rastro de su hermana por los alrededores.
No entendía a qué
era debida esta actitud porque desde el día de su beso no se habían detenido a
hablar y de hecho, seguían sin hacerlo porque él permanecía ahí, quieto y en
silencio mirando a la pista de baile.
Lo que Jeremy
desconocía era que, “gracias” a su comportamiento de lo que ella consideraba
como de “hermano mayor” Verónica se granjeaba nuevas enemistadas entre el
sector femenino.
Especialmente el de
una mujer bien dotada de senos, rubia y de ojos azules que le dedicaba miradas
cargadas de odio y desprecio. Mientras la descubrió mirándola pensó que era una
mujer justo del tipo de las que le gustaba a Jeremy.
Sus pensamientos y sospechas
se vieron confirmadas gracias a Penélope; quien fingió dejar caer el libro que
llevaba en ese momento y aprovechó el instante en que se agachó para recogerlo
y mirar en la dirección de la mujer de forma disimulada; descubriendo con esta
acción su identidad.
Gracias a ello supo
que la mujer no era otra que la última amante de Jeremy. De ahí el
comportamiento y la reacción hostil hacia ella.
Aunque ya hubieran
finalizado su relación, según palabras textuales de Jeremy. Al parecer no por
parte de ella; según pudo comprobar en sus propias carnes. Cosa que no entendía
ya que ambos no mantenían ningún tipo de relación (lícita o ilícita).
Lo único que venía a
su mente era que supiese lo del beso que se habían dado observándole el
rostro. ¿Era posible eso?
¿Qué llevara escrito
en la frente que había sido besada por primera vez? Y sobre todo ¿Qué se le
notara quién se lo había dado sin que sintiera nada por él?
Cinco días después,
Verónica continuaba cansada.
Aún más que antes si
era posible.
¿Por qué?
Porque a todos esos
motivos de cansancio debía añadir la presencia continua de la mujer a su
alrededor.
En otras palabras:
tenía una acosadora.
Y una acosadora
violenta, al parecer.
Así al menos lo pudo
sentir cuando fue abordada (por no decir atacada) en mitad de la calle y fue
advertida “amablemente” para que cesara sus acercamientos hacia Jeremy.
¿Acercamiento?
¿Ella?
¡Pero si casi no
hablaban!
Ya habían hecho las
paces por el “incidente” pero su relación no pasaba por su mejor momento sin
ninguna duda. Así que esa mujer estaba paranoica y veía fantasmas donde no los
había. Además, simplemente no podía alejarse de él: vivían en la misma casa y por
nada del mundo (bueno, por una causa muy grave o mayor) no pensaba marcharse de
la casa de los Gold hasta que Dante viniera a por ella.
Verónica lo sentía
por ella y por sus celos enfermizos pero no iba a marcharse.
Aunque también
sintió algo de miedo por su vida cuando en un arranque de ira, ésta se abalanzó
sobre ella y… le rompió la falda de su vestido en plena calle.
Por suerte para
ella, Anthony, el hermano mayor de Rosamund rondaba por allí cerca realizando
su trabajo como uno de los miembros de los ocho de Bow Street y se la quitó de
encima para llevársela; no de muy buena gana, todo sea dicho.
Primer problema
resuelto; la loca fuera de escena.
Ahora solo faltaba
el otro; el cual era mucho más importante: debía arreglar su vestido.
No podía regresar a
casa de los Gold de semejante manera y con la falda tan rota.
Podían confundirla
con una ramera.
Al parecer, la
Fortuna alió con ella ese día porque su problema pronto encontró fácil y
solución y remedio de manos de una de las personas que menos se esperaba. Una
de sus tías paternas, ni más ni menos.
Efectivamente, una
de las dos mujeres encargadas de declararla bastarda hacía ya nueve años y una
de las dos mujeres británicas por las cuales había regresado a Londres en busca
de su aprobación y reconocimiento.
Desde luego que esa
no era la manera en la que lo había planeado, pero… era una. Perfectamente
válida y al parecer la mejor oportunidad que iba a conseguir para conseguir un
acercamiento a ellas.
Para su total
incredulidad y desconcierto, su tía no solo no la desdeñó o despreció en
público sino que se comportó de manera educada y casi familiar podría decirse
pues de inmediato le prestó su capa para tapar el roto de la falda, la invitó a
su casa (su anterior vivienda en Londres) a tomar el té junto a su otra tía y
juntas se pusieron al día de su respectivas vidas pasando una agradable tarde
mientras tomaban té, azúcar, pastas y dulces. Parecía como si nunca la hubieran
apartado de la familia.
Tan sorprendidas
quedaron para bien que incluso quisieron celebrar una fiesta en su honor en la
residencia Meadows; siempre con el permiso del actual vizconde, su primo Roger.
Pero Verónica ya no
era estúpida. O al menos no tan inocente en algunos aspectos de su vida tal y
como era antaño. Por eso, en cuanto escuchó semejante proposición, de inmediato
trazó paralelos con la fiesta que le precedió y se negó a ella. Muy
educadamente, todo sea dicho.
A lo que sí que
accedió sin embargo, para intentar que su negativa tan rotunda no pareciese
tanto una ofensa como ahora lo era fue a una cena familiar de reencuentro; algo
a lo que sus tías asintieron entusiasmadas.
Por supuesto, no
informó de nada de esto a sus amigas. Si algo diabólico tramaban sus familiares
sería ella y solo ella quien se enfrentaría a la situación. Podría parecer que
por estar sola en Gran Bretaña era débil pero nada más lejos de la realidad.
Ella era fuerte y se
lo demostraría si se atrevían si quiera a intentar algo contra ella. No podían
estar más equivocados en cuanto a su imagen…
Por una parte estaba
contenta y relajada ya que en mucho menos tiempo del que había previsto
solucionaría sus desavenencias familiares paternas o al menos, hablaría con
ellos para tenerla lo más encarrilada posible al regresar a la península
italiana.
Por la otra, en
cambio estaba muy enfadada. Con la amante de Jeremy en particular. Y algo
también con Anthony Harper ¿es que no podía hacer nada por mantenerla alejada
de ella?
Pero si ¡él mismo
había sido testigo de su intento de agresión en plena calle! ¿Cómo consentía
entonces que estuviera cerca de ella en ese salón de baile? ¿Es que quería que
volviera a atacarla esta vez con público delante?
¿Cómo podía
convencerla de que para nada estaba interesada en Jeremy?
Necesitaba pensar un
plan.
Y de repente lo vio.
Justo delante de sus
narices.
Tan claro y evidente
que no podía creer que no lo hubiera visto antes.
La solución era
simple, fácil y muy rápida. Y no era otra cosa que desviar su atención y
despejar sus dudas dejando de ser tan inaccesible y mostrando su disponibilidad
a ojos de todos.
Era perfecto, simple
y llanamente.
Miró hacia su
vestido de esa noche y descubrió que era verde manzana. Desconocía qué era lo
que decía el protocolo al respecto de este color (si es que decía algo) pero no
era ni negro, marrón oscuro o azul oscuro tampoco y por tanto, en teoría sería
un color perfectamente recomendable para iniciar su período de disponibilidad
en sociedad.
Y en cualquier caso
tampoco tenía otro así que…no le quedaba de otra.
Por eso recordó el
protocolo e hizo lo que toda debutante tenía que hacer: se puso en pie de
repente; causando sorpresa y desconcierto en sus dos amigas allí sentadas
también y se dirigió con todo el porte majestuoso y regio que había ejercitado
y practicado durante su estancia en casa de su tía hacia la pista de baile; a
menos de quince pasos de allí.
Mientras lo hacía,
creía que con esta acción quedaría lo suficiente claro que estaba disponible y
dispuesta a bailar con cualquier hombre que le pidiese un baile; pese a que
había roto su tarjeta.
Confiaba en que la
Fortuna volviera a aliarse con ella esa noche y tuviera el mejor debut posible;
pese a lo inhabitual de sus motivos y la manera en que había decidido
integrarse en sociedad…
ois ois ois dices tu q no te gusta a mi me ha encantado jaja q momento salvame mas guay he tenido y ESTELAR LA APARICION DE MI THON THON JAJA dios caneaba a la acosadora de ronnie q con ella no se mete nadie ee nadie xq lo digo yo y punto jaja y bueno mi willy willy tambn ñam ñam q me lo como aunq no aparezca se lo menciona es q el es el alma del cotarro jajaja es como dios omnipotente y q potencia y omnipresente y q presencia jajajaa
ResponderEliminarno ha estao mal el capi chin me ha gustado me ha encantado =)
Tengo una duda... si se va a casar, ¿puede ser debutante? Y luego... me encanta!! Mira que sé que hace mil que escribiste éste libro, pero es que Verónica se parece un montón a mí XD Yo hago también trampas cuando juego al poker, no son trampas, trampas, pero es que como no se jugar, siempre voy de farol y siempre juego con chicos y se lo creen, así que... casi siempre gano! XD Luego lo de la loca... pobre Vero, otra cosa en común jaja Como la entiendo!! Luego lo de ROGER??? No había más nombres? XDXD Me has tenido todo el capítulo así O.O!! XD He estado tan entretenida que se me ha hecho muy corto!! Voy a por el siguiente :D
ResponderEliminarala y donde ta el siguiente chin mala¿?¿' xD
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