CAPÍTULO IV
Christina
Thousand Eyes
En el eco de
mis muertes
Aún hay
miedo.
¿Sabes tú del
miedo?
Sé del miedo
cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
El miedo con
sombrero negro
Escondiendo
ratas en mi sangre
O el miedo
con labios muertos
bebiendo mis
deseos
Sí. En el eco
de mis muertes
Aún hay miedo
Alejandra Pizarnik (1936-1972)
“Lo que se siembra se cosecha” pensó un Christian Crawford con el pecho
hinchado por el orgullo mientras caminaba dando cortos y pequeños pasos con las
manos cruzadas justo por detrás de la espalda y observaba con toda sus atención
hasta el más mínimo detalle de todo lo que ocurría en Hyde Park con una sonrisa
de satisfacción y superioridad plantada en el rostro.
Él no madrugaba, eso era un hecho.
No madrugaba excepto en contadas y puntuales ocasiones.
Hoy era una de ellas.
De otra manera no se explicaba con racionalidad que estuviese levantado
y paseando por Hyde Park justo antes de la hora del té.
De acuerdo que, precisamente en torno a las tres de la tarde no era una
hora muy temprana. Es más, era bastante tarde y el día ya estaba bastante
desarrollado.
No obstante, era una hora muy temprana si se tenía en cuenta la hora a
la que se había acostado: la hora del desayuno.
En otras palabras, había trasnochado.
Pero no porque hubiera estado de farra y juerga divirtiéndose toda la
noche, de est ya se ocupaba y encargaba su hermano mayor William; el duque de
Silversword.
No.
Él había trasnochado por motivos muy diferentes.
Tan diferente y diametralmente opuesto como que la razón por la que no
había dormido nada esa noche era el trabajo.
Y no es que tuviera un trabajo nocturno (al menos no el principal)
porque era matemático. El “problema” había consistido en que la persona o musa
que lo inspiraba en lo que a su segundo trabajo secreto se refería y que estaba
relacionado con el uso de las letras para escribir y componer textos complejos
y relatos de diversa envergadura trabajaba bien por las noches.
Horario bastante razonable por otra parte ya que era por las noches
cuando más fresco tenía el contenido de sus escritos (más bien escrito, puesto
que solo había escrito uno) dado que eran cuando acababan de suceder.
Pero ¿qué clase de escritos redactaba cuyo tema central sólo sucedía
por las noches? Y otra pregunta más importante por resolver ¿a qué se dedicaba
en su segundo trabajo secreto?
Era periodista.
En realidad no lo era. Más bien era cronista.
Cronista social para ser exactos.
Un trabajo al que no debería dedicarse en teoría; dado que pese a ser
un hijo segundón, seguía siendo noble y como tal, no estaba bien visto que
trabajara. Cuanto más, un noble cuyo ducado familiar era uno de los más ricos
de Gran Bretaña (hecho que sucedía gracias a su intervención y labor a la hora
de sanear las cuentas)
Si su padre hubiese estado vivo…
Afortunadamente para él (y no es que se alegrara del hecho; ni mucho
menos) su padre no se encontraba en el mundo y ahora era William (por cinco
minutos tan solo) el nuevo y soltero duque de Silversword.
Nuevo duque al que no le interesaba en absoluto a qué dedicaba su
hermano pequeño su tiempo vital a lo largo del día. En realidad o le importaba
nada más allá que sus juergas y reuniones junto a Prinny y su habitual círculo
de amistades, así como sus habituales visitas a Boodle’s, White’s o cualquier
otro club de caballeros antes de concluir la salida en al barrio de Fairfox, en
Almack’s o en el salón de chicas de Miss Naughty.
Por otra parte ¿cómo alguien como él, con un trabajo (que desobedecía y
rompía toda clase de protocolos, convenciones y normativas sociales) bastante
bien remunerado que le permitía vivir no ya rodeado del lujo del que disfrutaba
su hermano pero sí holgadamente había acabado por convertirse en cronista
social?
Cronista social que, por otra parte era (o había sido hasta ese
momento) un trabajo destinado a las mujeres (en la sombra eso sí)
Pura casualidad.
Y con mucha ayuda femenina además.
Concretamente de tres mujeres en particular: las mujeres de los
miembros del tribunal que le concedió y otorgó (no sin muchos nervios y
sufrimiento por su parte) el título de doctor en matemáticas.
Aún hoy recordaba vívidamente tan aciago día como si fuera ayer por la
tarde (cuando en realidad había pasado ya un año) y se estremecía del susto.
En su opinión (totalmente objetiva pese a que el tema le tocaba muy
cerca) el tribunal se había pasado tres pueblos con él y había ido demasiado
lejos al sacarle punta y poner pegas incluso al asunto más nimio; lo cual era
bastante injusto dada la gran cantidad de tiempo y esfuerzo empleado en ese
trabajo demostrando que Zeller[1] sólo había demostrado el
teorema para potencias racionales; dándole y “cubriendo” él el hueco mediante
una demostración válida para el caso general.[2]
Por eso, se desquitó y quedó a gusto criticándoles y no dejando títere
con cabeza en cuanto tuvo la menor ocasión. Y esa ocasión vino propiciada
bastante pronto.
Concretamente durante el tiempo que se tomaron para deliberar y
reflexionar acerca del resultado más acertado para su exposición verbal.
En cuanto puso un pie en la sala donde le obligaron a esperar el
veredicto (porque eso era lo que era realmente, por mucho que intentaran
camuflarlo) tanto sus piernas como su lengua iniciaron un movimiento frenético siendo
incapaz de frenar ninguna de las dos.
Bueno, sí.
Sí que se detuvo.
Lo hizo en el mismo momento en que escuchó unas risas ahogadas en su
espalda.
Ese mínimo sonido provocó que pasara del estado de nerviosismo a la
rigidez más absoluta (lo cual agradeció en parte)
Y así se quedó, igual que una estatua.
No debía ni quería darse la vuelta.
Porque si se daba la vuelta descubriría quien estaba con él en esa
habitación justo en ese momento y le había descubierto. Hecho que se había
convertido en una recurrente pesadilla durante las noches inmediatamente
anteriores a este día.
En sus pesadillas eran los miembros del tribunal los que se aparecían
de la nada y esa era la causa por la cual no se atrevía a darse la vuelta:
temía que sus sueño se hubiese convertido en realidad.
Aunque por otra parte…
Por otra parte le había parecido escuchar risas,
Y en sus pesadillas la risa nunca había hecho acto de presencia.
Además, eran unas risas femeninas,
Y por lo que acababa de escuchar no parecía que las voces de los miembros
del tribunal fuesen especialmente femeninas,
Impulsado por este nuevo ímpetu de positividad, lentamente (aunque con
los ojos cerrados) se dio la vuelta. Solo cuando dio un giro de 360º C
Christian abrió los ojos.
Pero tampoco lo hizo de manera brusca o de una sola vez.
Todo lo contrario.
Muy lentamente y de manera bastante dubitativa (temiendo una reacción
violenta por parte de quienes le acompañaban en la habitación en ese momento)
fue abriendo un solo ojo.
Después de abrirlo por completo, parpadeó varias veces para enfocar
bien la imagen de las personas que estaban frente a él, suspirando con un
alivio tremendo. Tras ello, abrió los dos ojos antes de fruncir el entrecejo.
¿Quién demonios eran esas tres mujeres?
-
Esto…
esto… yo quería… - inició, titubeando.
-
No digas
ni una sola palabra más – le interrumpió la señora que estaba en el centro de las
tres con la mano levantada para poner distancia entre ellas y marcar a su vez
quién era la autoridad allí. – Las tres creemos que has hablado lo suficiente
por hoy – añadió muy seria.
-
Disculpen
señoras pero… ¿ustedes quiénes son? – les preguntó sin entender muy bien su
presencia allí.
En respuesta y alusión a la pregunta, las tres mujeres irguieron su
postura dando un paso atrás y sacudieron los hombros (irguieron su postura todo
lo que pudieron puesto que eran más bien maduritas y les era prácticamente imposible
ponerse rectas del todo).
-
Yo soy
la señora Wind, y éstas son la señora Fleck y la señora Asper – se presentaron.
Al escuchar esos nombres, Christian quiso que se lo tragara la tierra y
tragó saliva sonoramente.
“Tenían que ser estas tres señoras precisamente” se quejó mentalmente
mientras lamentaba su mala suerte.
Y es que esas tres señoras precisamente eran ni más ni menos que las
esposas de los miembros de su tribunal evaluador.
Esposas a la que si les daba por abrir la boca le convertirían en hombre
muerto y en un matemático no doctorado.
Imágenes de su hermano burlándose de él se repetían en su mente
continuamente. Para impedir que sucediera esto, Christian se puso presto a
evitar el desastre:
Se arrojço a los pies de las tres señoras y comenzó a suplicar e
implorar con las manos juntas imitando la genuflexión en el rezo en los bancos
de las iglesias.
-
¡No!
–gritó. - ¡Por favor! – les pidió. - ¡Por favor, por favor, por favor, por
favor, por favor, por favor! – añadió. - ¡Lo dije sin querer! – se excusó. –
Realmente no pensaba lo que decía – les aseguró con toda la calma que el pánico
que dominaba su cuerpo le permitió. – Si les dicen algo no me concederán el
doctorado –les explicó. – Y he trabajado mucho para conseguirlo – apostilló con
tono lastimero. - Por favor – les volvió a pedir añadiendo una sonrisa.
Ante tan brillante actuación, las tres mujeres solo pudieron realizar
una acción: volver a reírse, añadiendo más confusión a la aturdida y aturullada
mente de Christian; quien las miraba sin saber muy bien qué gesto poner en esta
ocasión.
-
Tranquilizaos
señor y poneos en pie – le exigió la señora Wind. Christian obedeció.- Si lo
que realmente os preocupa es si vamos a decirles a nuestros maridos lo que
hemos escuchado sobre ellos antes de que os den el veredicto, debéis estar
completamente tranquilo porque no les vamos a decir nada – le aseguró.
-
¿Ah no?
– preguntó inseguro, aunque algo más contento.
-
¡Por
supuesto que no! – exclamaron las tres al unísono.
-
¿Y más
tarde? – quiso saber en el mismo tono de inseguridad que antes. Las tres
volvieron a negar. - ¿Por qué no? – preguntó, confuso del todo.
-
¿Nos
tomas el pelo? – le preguntó la señora Wind antes de reír por tercera vez
consecutiva (aunque en esta ocasión de forma mucho menos escandalosa) En tal
caso deberíamos estarte agradecidas nosotras jovencito – explicó.
-
¿A mí? –
preguntó boquiabierto.
-
¡Por
supuesto! – exclamó enfadada. – Odiamos este tipo de actos académicos y la
sensación de no estar haciendo nada durante tanto tiempo nos resulta realmente
tediosa – explicó. – Por eso agradecemos tus comentarios enormemente. Nos has
hecho pasar el mejor rato de toda la tarde… - concluyó.
-
Además,
que todo lo que has dicho es cierto – apostilló la señora Fleck. – Yo también
pienso que mi marido parece una pelota de tenis de tan calvo, gordo y
blanquecino como es – añadió con una sonrisa.
-
Y mi
marido también podría pasar por un loro a oscuras de tan grande y ganchuda como
tiene la nariz – concluyó la señora Asper.
-
Ya sabe
señor Crawford – le advirtió la señora Wind. – Si el tribunal hoy tiene un día
difícil y por el motivo que fuese no decidieran aprobar el trabajo de tu
investigación siempre podrás dedicarte a la crónica social – añadió.
Christian no pudo responder al comentario favorable. No le dio tiempo a
agradecérselo o a despedirse de las damas porque en ese instante le llamaron
para comunicarle su calificación.
Esa fue la primera vez que Christian
“ejerció” (durante escasos minutos) de cronista social y el primer conato de acercamiento al mundo
periodístico.
Conato que fue olvidado inmediatamente porque al final le aprobaron el
trabajo con excelentes calificaciones y se hizo con el título de doctor en
matemáticas pese a su juventud.
Dicha situación hubiera quedado categorizada como una anécdota graciosa
para contársela a las futuras generaciones de los Crawford y nunca jamás
hubiera salido de los círculos familiares o de amistad íntima sino hubiera sido
porque hacía ya más de seis meses que la señora Whisper desapareció sin dejar
pistas.
¿Quién era esa señora?
Y lo más importante ¿por qué era importante y relevante su
desaparición?
Atendiendo a la primera pregunta la señora Whisper era, o mejor, había
sido la cronista social del periódico The Information y por tanto, era quien
había surtido y abastecido de información pseudo-periodística a una sociedad
londinense hambrienta de noticias y cotilleos.
Una sociedad que actualmente se había quedad “huérfana” de madre en
este tipo de contenidos.
Nadie sabía el cómo y el por qué de esta extraña desaparición misteriosa
y además tampoco la propia protagonista había explicado sus motivos
(básicamente porque nadie sabía a ciencia cierta quién era realmente la señora
Whisperya que escribía bajo un pseudónimo)
La desaparición de la cronista más reputada había sido el primer motivo
para que Christian comenzara a recordar cada vez más de seguido la frase de la
señora Wind.
El segundo motivo había sido el grado sumo de aburrimiento que había
alcanzado debido a un más que considerable exceso de tiempo libre. Tiempo libre
que comenzó justo con la última columna de miss Whisper; pues en torno a esos
días fue despedido como profesor particular de matemáticas de los hijos de un
vizconde (hecho que él agradeció considerablemente puesto que los niños eran
unos lerdos y unos repelentes). A este nuevo status también contribuyó que su
mentor y maestro; el señor Gauss[3] no respondía a ninguna de
sus cartas rogatorias de una nueva asignación de un tema, campo, problemas por
resolver o ámbito de estudio sobre el que realizar un nuevo trabajo
investigador.
Así estaba desde hacía ya cinco meses.
Tremendamente aburrido.
Y si se aburría mucho sus niveles de sarcasmo, crítica y crueldad hacia
el resto de personas se disparaba.
Había alcanzado tal nivel de aburrimiento (y con ello de cotas de crueldad)
que algunos de sus insultos y comentarios habían sido muy buenos. Tan buenos
según su criterio que le dio pena que se olvidasen y se perdiesen en la noche
de los tiempos.
Y por ello comenzó a escribirlos.
No obstante, cada vez era más frecuente que terminara por anotar todos
y cada uno de sus comentarios; llegando a apilar gruesos montones de papeles.
Fue un día, observando esos gruesos montones de folios cuando se le
ocurrió una idea.
Una locura más bien.
El pensamiento más disparatado de todos los que se le habían ocurrido
en sus veinticinco años de vida tomando como referencia las palabras y
siguiendo el consejo que la señora Wind le dio meses atrás.
¿Y si fuera él quien reemplazara a la señora Whisper como cronista
social?
Cuanto más lo pensaba y más vuelta le daba al asunto más conveniente y
recomendable le parecía como solución a la situación de hastío vital en la que
se hallaba.
Por este motivo, se puso manos a la obra de inmediato y para ello fue
una suerte que conociese debido a u mutuo interés por las matemáticas al editor
de un periódico. Bien es cierto que no al más conocido y de mayor tirada de
todo Londres pero para la idea inicial que tenía en mente era más que
suficiente.
Ese había sido el resumen de su avatar vital hasta esa tarde en lo que
al tema de Christina se refería.
Cabe decir y destacar que el editor del periódico aceptó de bastante
mala gana inicial que Christian se convirtiera en la nueva cronista social de
The Chronichle pero fue tal la vehemencia u el número de argumentos favorables
que presentó para su causa que acabó por claudicar.
A grandes rasgos, cuatro fueron los motivos; todos íntimamente
relacionados:
1. El primero y más obvio de todos era la
necesariedad de cubrir la vacante dejada por la señora Whisper.
2. El segundo argumento estaba relacionado con
el incremento de beneficios que le reportaría personalmente si accedía.
3. El tercero estaba íntimamente ligado al
anterior y se relacionaba con la publicidad. Utilizando su propio vocabulario y
terminología matemáticas y cmo si de una regla directamente proporcional se
tratase así se lo hizo saber: a mayor número de ventas, más interés suscitaría
el periódico y a más interés más publicidad para el mismo.
En este tercer argumento se valió de su cercanía y amistad con él y
jugó la baza de la influencia hacia persona dejando caer e intuir de forma muy
directa que si su columna o artículos
tenían mucho éxito, el The Chronichle pasaría a integrar el círculo de los
grandes periódicos del nivel superior y entraría en competencia directa con los
hasta componentes. E incluso podría llegar a ser el de mayor tirada y más
número de ejemplares vendidos de todo Londres; el cual era el sueño de
cualquier editor.
4. Por último, el cuarto gran grueso de
argumentos favorables a que él fuese la nueva cronista social se componía de
varias proposiciones:
·
Él era
noble (de menor categoría cierto, pero noble y al fin y al cabo) y como
aristócrata que era, las normas de protocolo recomendaban (cuando no exigían)
que se le invitase oficialmente a cualquier evento. Y cuando esto no sucedía,
su hermano William lo enviaba como representante o embajador familiar.
En otras palabras, salvo motivo de causa mayo asistía sí o sí a los
eventos.
Primer punto a su favor frente a todas las más que seguras propuestas
y/o ofrecimientos que le habían
planteado.
·
Y la
segunda proposición consistía en que él también había ido un paso por delante
en lo que a autoría se refiere. En otras palabras, ya tenía pensado el
pseudónimo con el que iba a firmar sus artículos: Christina Thousand Eyes.
¿Por qué iba a firmar con un pseudónimo y no con su nombre real?
Porque este tipo de crónicas (en teoría) las escribían mujeres y si él
las firmaba como un hombre conseguiría justo el efecto contrario al deseado. Es
decir, no atraería publicidad, sino todo lo contrario, perdería el escaso
margen de lectores con el que contaba.
Además de que no le apetecía en absoluto que la gente supiera que era
él, Christian Crawford el autor real de dichos escritos. De ahí la necesariedad
del nombre falso; aunque no se diferenciara mucho del original.
Nadie nunca jamás sospecharía de él y podría continuar ejerciendo de
Christina todo el tiempo que quisiera.
Sencillamente perfecto.
Por este motivo comenzó a escribir para The Chronichle.
Pero no escribió artículos o grandes informaciones de inicio.
No.
Para conocer la opinión del público lector (y a su vez generar algo de
expectación) comenzó a escribir en él de a poco; pequeñas frases o comentarios
acerca de los eventos.
Frases y comentarios que fueron aumentando de tamaño y se hicieron más
extensos a medida que los rumores y comentarios sobre ella fueron cada vez más
habituales.
Su periodo de prueba concluyó anoche coincidiendo con el inicio de la
temporada al escribir un artículo de opinión completo y extenso acerca del
baile de los Aubrey.
Artículo que, como predijo el editor, continuando con la tónica de todo
lo escrito por ella anteriormente fue un rotundo éxito de crítica, público y
ventas (de hecho The Chronichle fue el periódico más vendido esa mañana y tuvo
que ser reeditado).
Hechos que henchían su orgullo y su vanidad y que provocarían que
cayese rendido en la cama en cuanto se tumbase sobre ella.
Pero eso sería mucho más tarde.
Ahora debía aprovechar las horas de luz y la energía que aún conservaba
para seguir escuchando comentarios favorables (de los que parecía no cansarse).
La Fortuna[4]
pareció sonreírle y ser su aliada nuevamente cuando tomó un recodo que le
condujo a un estanque patos, puesto que dos señoritas sin chaperona a la vista
habían iniciado una conversación sobre él.
Intrigado y picado por la curiosidad, ralentizó la velocidad de sus
pasos y caminó de manera más silenciosa hasta casi no hacer ruido porque quería
escuchar qué decían.
De inicio lo que Christian escuchó fueron risas.
Pero no unas risas leves y contenidas; no. Éstas eran carcajadas.
Lo cual significaba que algo de lo que habían leído en su artículo les
había parecido muy gracioso.
Y él no había incluido ningún chiste en él.
De repente, las risas comenzaron a preocuparle y a enfadarle.
Por eso, agudizó aún más el oído.
-
¿Lo has leído bien? – le preguntó Rosamund a
Penélope muerta de la risa. Ésta respondió con un asentimiento de cabeza pues
era incapaz de responder con palabras; tal era su ataque de carcajadas. - ¿De
dónde habrá salido esta Christina? – volvió a preguntarle sin dejar de reír.
-
No… sé –
le respondió la susodicha entrecortada por la risa. - ¡Y prefiero no saberlo! –
añadió. - ¡Es pésima! – concluyó, sacudiendo el periódico antes de empezar a
reír nuevamente.
En realidad Penélope reía por no echarse a llorar, ya que era lo más
zafio, cruel y de peor redacción que había leído en toda su vida.
“¿Pésimo?” se preguntó Christian desconcertado. “¿Ha dicho pésimo?”
añadió, antes de decidir acercarse aún más a ellas aprovechando el tronco de un
árbol pues no se fiaba mucho de sus oídos.
-
¿Tan
malo es como para que lo califiques de pésimo? – le preguntó Rosamund
extrañada. – Tú nunca has calificado nada de
lo que has leído de forma tan desfavorable – añadió. – Y mira que has
leído… - incidió. – No sé… a mi la pobre chica me parece graciosa y en el fondo
me da lástima – opinó.
“¿Lástima?” se preguntó Christian atónito. “¿Lástima por qué?” exigió
saber, cambiando su escondite por unos arbustos aún más cercanos a ellas que el
árbol.
-
¡Oh
vamos Rosie! – exclamó Penélope. - ¿Graciosa? – le preguntó. - ¿En serio? –
añadió, escéptica y enarcando una ceja. – En tal caso lo que es, es indignante
– le regañó antes de coger de nuevo el periódico, abrirlo por la sección de
Sociedad, ponerse sus lentes, carraspear
y comenzar a leer en voz alta:
“Hola señores y señoras, damas y caballeros,
señoritas y señoritos, queridísimos lectores habituales y demás personas varias
que lean este artículo: buenas tardes” – se detuvo.
Tanto tiempo que Rosamund se preocupó y no le quedó más remedio que
preguntar:
-
¿Y? -.
-
¿Cómo
que –y? – preguntó Penélope. - ¡Pues que está mal desde el principio! – exclamó
enfadada. - ¿Cómo empiezas un artículo periodístico con algo tan coloquial como
un hola? – le preguntó, aunque en realidad lo hacía para sí misma. Por eso
tardó un segundo en responder: ¡Eso es un error de primeras letras! – exclamó.
Y ¿señorito? – preguntó, ofendida. -
¿Desde cuándo existe la palabra señorito como algo diferente al de un uso
despectivo del término? – añadió. – Y ¿buenas tardes? ¿En serio? ¿Dos saludos?
– preguntó con cara de sentirse enferma y poniendo más énfasis en cada una de
las preguntas que hacía. -¡Otro fallo garrafal! – exclamó desesperada al ver
tanto error gramatical en tal pocas líneas.
Christian Crawford escuchó dichos comentarios y su paciencia fue
desapareciendo poco a poco.
¿Qué pasaba por haber utilizado la palabra hola en su artículo? ¿Es que
era pecado y por ello acabaría descendiendo a los infiernos? ¡Si al fin y al
cabo era el saludo más habitual y utilizado!
En cuanto a lo de señorito… Christian sabía perfectamente que estaba
mal escrito como categoría definitoria social pero quería darle un toque
irónico-cómico de inicio al artículo.
Y lo de buenas tardes… ¿doble saludo? ¿mal dicho?
“¡Por Dios!” exclamó y bufó ante
semejante tontería. “Me parece a mí que la señorita solterona es demasiado
tiquismiquis y sabihonda” refunfuñó mentalmente.
-
Además,
no entiendo muy bien por qué se mete tanto y ataca al gusto y la decoración de
la marquesa de Aubrey. Yo estuve allí y a mí sí que me gustó – explicó y añadió
su opinión: - Tantos comentarios ofensivos hacia su persona lo único que me
sugieren son una envidia y unos celos terribles hacia su persona – apostilló. –
Y el comentario que sugiere cómo llegó a ocupar el puesto de marquesa me parece
totalmente fuera de lugar – apostilló. – A mí me parece que quien salió ganando
llevándose el mejor premio y partido de la temporada fue el marqués de Aubrey y
no al revés – dijo esto último señalando con el dedo a modo de advertencia a su
amiga para que no dijese una barbaridad: - No todas las jóvenes que pueden
elegir esposo están dispuestas a casarse con un hombre diez años mayor que ella
y con trágicos recueros de la guerra y termina enamorándose del en el proceso –
expresó. – Nuevo error por desconocimiento y veredicto negativo por mi parte -.
“¿No es un poco pedante esta mujer?” se preguntó Christian Crawford
enfadado.
-
Luego
están sus contradicciones acerca del duque de Silversword – expresó.
-
¿Contradicciones?
– preguntó Rosamund confundida a la par que curiosa.
-
Cuando
digo contradicciones quiero decir en realidad nuevos errores – aclaró Penélope.
– En primer lugar ¿por qué dedica una buena parte de su escrito a alguien que
ni siquiera estuvo presente? – preguntó nuevamente de forma retórica. – Acepto
de buen grado que es un duque joven , rico, muy bien posicionado y por lo que
dicen, bastante atractivo pero… ¿para tanto? – preguntó. – Yo creo que no – se
autorrespondió. – Y si al menos siguiera un discernir y una línea de
pensamiento lógica a lo largo de todo el fragmento del artículo – dejó caer,
suspirando. – Todo sería mucho más sencillo para sus lectores volvió a
responderse a modo de queja. – Pero lo que no se puede hacer de ninguna de las
maneras es criticarlo hasta el límite por no asistir para luego detenerse en
hacer una descripción lo suficientemente detallista de su persona como para
conocer cuál es el número de granos que ahora mismo tiene en el rostro – se
quejó, airada. - ¡Qué lío! – exclamó confusa. – Cuando Patrice me lo leyó esta
mañana me desconcertó bastante de inicio – confesó. – Aunque luego lo comprendí
todo mucho mejor – concluyó.
-
¿Qué
pasa? – se preguntó Rosamund sin entender.
-
Está
clarísimo Rosie: la señorita que escribe bajo el pseudónimos de Christina
Thousad Eyes ha sido una de las numerosas amantes que el duque ha tenido y a la
que dejó de manera inesperada por su parte. Por esta razón, ésta escribe así
acerca de él; está enamorada todavía y siente bastante despecho hacia su persona
– concluyó.
Pensamientos contradictorios cruzaron por la mente de Christian antes
las últimas palabras de la redicha mujer:
Por una parte tenía razón; había escrito bastante acerca de su hermano.
Hecho del que fue consciente únicamente al ver el artículo publicado, cuando ni
siquiera ido a la fiesta (una fiesta que organizaba uno de sus amigos más
íntimos por otra parte) y a la que había prometido asistir. No obstante,
sabiendo de antemano lo que podía ocurrir Christian también asistió y se enfadó
al ver que incumplía su promesa y no apareció en la fiesta por ningún lado; de
ahí la razón de sus críticas
Pero por la otra… esa mujer estaba total y absolutamente equivocada
además de loca y bastante afectada por los libros que leía. El motivo de la
excesivamente detallada descripción de William estaba muy relacionado con lo
anterior; era fastidiarle de la forma y manera que más le afectaba: la
persecución de todas las jovencitas y mujeres
solteras más que dispuestas a echarte el lazo no porque estuviera enamorada
de él ¡Si era su hermano, por el amor de Dios! Y dado que su negativa a asistir
a los eventos sociales parecía rotunda, a éstas no le s iba a quedar más
remedio que “asaltarlo” cuando fuese a las sesiones parlamentarias, cando
ejerciese de abogado o en cualquier otro momento en que abandonara su casa; la
cual había reutilizado y convertido en una especie de fortín.
Volvió a escuchar cómo la mujer abría de nuevo la boca por lo que
detuvo sus pensamientos y agudizó el oído:
-
Eso no
es todo – anunció. – Habla de Ronnie… - añadió. Y tras un breve silencio,
apostilló. – Y de ti -.
-
¡¿Qué?!
– preguntó sorprendida y repentinamente furiosa. . ¡Trae acá ese periódico! –
exclamó, arrebatándoselo de manera brusca de las manos. Tan brusca que a punto
estuvo de romperlo.
-
¡Sabía
que no te lo habías leído entero! –exclamó con tono acusador antes de echarse a
reír, recordando sus días de “estudiantes” en la escuela apara señoritas de
Miss Carpet en las cuales Rosamund nunca terminaba de leer las lecturas
obligatorias y sonsacaba la información a base de preguntas y amenazas a las
chicas.
No obstante, Rosamund no escuchó las palabras de Penélope. O si lo hizo
no les prestó mucha atención, ya que ésta giraba en su totalidad acerca de la
lectura del artículo.
-
¿Quién
demonios se cree Christina Thousand Eyes para hablar de Ronnie así? – preguntó.
- ¿La reina de Gran Bretaña? – añadió enfadada. – Cuando me entere de quién es…
le cortaré la mano para que deje de escribir barbaridades – anunció.
-
Rosamund…
-
-
Y
tú - dijo, señalándola con el dedo. - No
vas a intentar impedírmelo en esta ocasión porque sabes que tengo razón –
añadió. - ¿Cómo se le ocurre poner esas cosas de Ronnie? – preguntó.
Penélope sabía que Rosamund tenía razón pero no iba a fomentar su
violencia y agresividad para con Christina reconociéndolo. Eso sí, si alguna
vez descubrían por casualidad quién era Christina, no iba a permitir que la
pobre muchacha se quedara sin manos. Aunque iba a ser harto complicado ya que,
una vez que Rosamund te declaraba como su enemiga, lo eras para siempre. Y
parecía que Christina de entrar a formar parte de tan “selecto” grupo.
Ella también estaba muy enfadada con esa parte en especial del artículo
y de hecho, no quería ni recordar las palabras ahí plasmadas. Pero Rosamund,
aún afectada e incrédula por lo que acababa de leer lo repitió:
“¡Ah!
Y casi me olvidaba, lo cual hubiera sido un error imperdonable por mi parte:
anoche sin lugar a dudas hubo una mujer protagonista y destacable sobre el
resto: la señorita Verónica Meadows. Perdón, la señorita Rossi como ella se
hace llamar desde hace no se sabe cuánto tiempo esta chica cambió su apellido
por el de soltera que su madre, una actriz teatral del tres al cuarto ligera de
cascos – se dice que tan ligera de cascos que puede que incluso la señorita
Verónica no sea hija del difunto lord Meadows.
El
rechazar y desvincularte mediante no usar el apellido paterno ha sido un error
garrafal por tu parte bonita. Ya que has regresado a Gran Bretaña sola, sin nadie que te
proporcione buena posición y protección; por mucho que estés alojada con los
Gold.
Afortunadamente,
la chica no están tonta como parece a simple vista y ha regresado
“comprometida” con un conde napolitano. Aunque señoras, yo por si acaso ataría
bien en corto a sus maridos e hijos solteros ya que, vistos los antecedentes…
nunca se sabe.
Anoche,
la señorita Rossi intentó revivir y
recuperar su juventud perdida hace ya mucho asistiendo al baile vestida de
blanco cual debutante el día de su presentación en sociedad.
Nuevo
error por parte de esta…chica ya que por muy bella, bien peinada y maquillada
de tal forma que resaltara los rasgos de tu cara (y hago un inciso para
recordar que el rojo es un color de labios muy de moda en el Soho) Tú no tienes
ya diecisiete años ( y nunca volverás a tenerlos)y con equivocaciones de ese
tipo lo único que consigues es parecer más vieja d lo que eres ya de por sí.
Mis
críticas hacia ella hubieran acabado aquí si no llega a ser porque el vestido
aparte de ser blanco, estaba totalmente pasado de moda. Tan pasado de moda como
que era del siglo anterior.
Como
lo leen lectores.
La
señorita Rossi asistió anoche al baile de los Aubrey vestida con un vestido
blanco barroco-rococó, con corsé externo y motivos marineros.
Un
desastre.
No
obstante, yo solo soy la nueva cronista social del periódico y no la
responsable de los comentarios de la revista de moda; la señora Porter, así que
no me lo tomen muy en cuenta. Al parecer, en este aspecto soy yo la que está
equivocada ya que hay una opinión y mayoría acorde y bastante favorable al modo
y manera de vestir de la señorita Rossi; quien acabó alcanzando la primera
posición de la lista de las mejor vestidas y con más estilo. Justo por delante
de su amiga la señorita Katherine Gold.
Cuidado
señorita Gold, puede que tengas al enemigo en casa e invitada por ti misma.
Y
¡ojo lady Dunfield! Vigile a los tres hombres de su casa sino quiere sorpresas
desagradables.
Rosamund gruñó al concluir la lectura, manifestando así el grado de
enfado que tenía mientras que Penélope permaneció en silencio.
Dos cosas estaban claras:
1.
Christina
no conocía personalmente a Verónica y se había dejado influenciar bastante por
la familia Meadows a la hora de emitir juicios erróneos hacia su persona. Si
hubiera consultado otras fuentes sabría que Verónica nunca pudo tener una
presentación en sociedad propia en Gran Bretaña debido a la muerte de su madre.
Así que sí, se había vestido de blanco como una debutante a propósito.
Pero no para revivir tiempos pasados llenos de recuerdos de juventud sino para
ser protagonista de su propia presentación británica; pues ese era el propósito
de su viaje de regreso antes de su nueva vida de casada.
2. Y lo segundo que estaba claro era la
inteligencia oculta de Christina Thousand Eyes, ya que pese a todo ese lenguaje
soez, cruel y sin ningún tipo de mesura había conseguido golpear directamente
en los puntos débiles y sensibles de sus amigas:
·
La
consideración de bastarde de Ronnie y la insinuación de que sería una buscona
porque su madre había sido actriz de teatro.
·
El temor
a la pérdida de la hegemonía en lo que a estilo y moda de Katherine, a quien se
lo otorgaba la concesión del título de la incomparable.
En realidad había tocado el punto sensible de las tres. Y por eso, no
se explicaba la ausencia de reacción por parte de Rosamund. Quizás estaba
aprendiendo a controlar su genio… aunque quizás hubiera otra posibilidad…
Una posibilidad que resultó ser la correcta cuando Rosamund rompió el
periódico antes de saltar una y otra vez sobre los pequeños fragmentos, escupirles
encima y decir:
-
Juro que
no pararé hasta encontrar a Chritina Thousand Eyes y hacer que se trague una a
una sus palabras y se retracte públicamente –
Penélope suspiró y se quedó mucho más tranquila al comprobar que la
Rosamund que ella conocía había regresado gracias a ese comentario. Después le
lanzó una mirada y una sonrisa cargada de comprensión aunque esto fuera
incierto; ya que de las cuatro ella había sido la única en librarse de la
criba.
Claro que, considerando el nivel de inteligencia que le había otorgado
a Christina, quizás la no mención de su nombre había sido deliberada y le había
recordado la consideración e importancia que la sociedad le tenía: ninguna.
-
¿Cómo se
atreve? – se preguntó. - ¿Cómo se atreve a decir que yo me enfadé con Verónica
porque por su culpa no iba a tener pretendientes para mí? – añadió.
Penélope quiso responder que en este caso Christina había sido fehaciente
con lo ocurrido. No obstante, era tal su estado que lo mejor era que se
desahogara y soltara todo lo que llevaba dentro.
-
Y ¿quién
se cree que es para decir que tengo el carácter de un hombre en un cuerpo
extraordinario femenino pero que como lo primero prima lo segundo jamás me
casaré porque no hay nadie que me aguante? –preguntó al aire con aspavientos de
los brazos. – Eso solo se lo consiento a mi padre y a mis hermanos – añadió. -
¡Y no siempre! –exclamó amenazante. - ¿Con qué permiso lo afirma esta? – le
preguntó.
Penélope se encogió de hombros, incapaz de darle una respuesta lo
suficientemente coherente.
-
¡Desde
luego! – protestó. ¡A cualquiera le dan ya el puesto de cronista en un
periódico! – añadió, lamentándose. – Christina habrá desarrollado muy bien sus
otros talentos para conseguirlo, porque lo que es a la hora de escribir… - dejó
caer.
Penélope, horrorizada en principio, se tapó la boca con la mano
asimilando la indirecta de tema sexual que su amiga había dejado caer con un
lenguaje más propio de una taberna de marineros que de una marquesa de la alta
sociedad antes de volver a reír.
Christian había escuchado atentamente y aguantado con la paciencia de
un bendito la (por otra parte interesante) única conversación de todas las
escuchadas en las que sus opiniones hacia él eran bastante desfavorables hasta
el momento en que la pelirroja pasó directamente a meterse con su otro yo
dejando caer a la otra chica de pelo color inclasificable que se había valido
del uso de favores sexuales para ascender y hacerse con el puesto de redactora
de la crónica social de The Chronichle.
Bien, él era un ser sexual.
Poco, cierto. Pero jamás había utilizado el sexo para conseguir nada.
Quizás fueran su ego o su amor proprio los que se sintieron bastante heridos pero… justo en ese
momento se cansó de oír despotricar contra su yo femenino y decidió darse a
conocer y plantarles cara saliendo de su escondite.
-
¡Ya
basta! – bramó.
Tan inesperada fue la salida de Christian que ambas mujeres dieron un
respingo:
-
¿A
vosotros os parece correcto lo que estabais haciendo? – les preguntó,
visiblemente enfadado.
-
Exactamente
igual de correcto que escuchar conversaciones ajenas escondido tras los
matorrales – respondió de manera automática Penélope; quien se arrepintió
inmediatamente de lo dicho con cara de horror.
Rosamund aprobó la respuesta de su amiga con una mirada cargada de
orgullo y un gesto de pulgar hacia arriba.
-
¿Quién
te crees que eres para hablarme así? – le preguntó Christian encaminándose muy
decidido y de muy malas maneras hacia donde Penélope estaba sentada.
No obstante, Rosamund estuvo mucho más rápida que él y se cruzó en su
camino con los brazos en jarras:
-
Quién
eres, qué creías que ibas a hacer, qué hacías detrás de los matorrales y por
qué has alterado nuestra conversación – exigió saber; aunque ella ya sabía
perfectamente quien era.
-
Yo soy
Penélope Storm – se identificó la mujer sentada saludándole con la mano.
“Penélope Storm” se repitió Christian mentalmente. “Claro” añadió y se
regañó: “Debería haberme dado cuenta antes porque siempre van en grupo”.
Penélope había sido la única de las cuatro amigas a la que no había
mencionado porque para comenzar, no recordaba cuál era su nombre. Además de que
no había realizado o dicho nada reseñable o digno de destacar, y tampoco era el
epítome de la belleza o el estilo. No había más que verla.
-
¡Eh! –
chasqueó los dedos para llamar su atención. – Te he dicho una serie de
exigencias que tienes que cumplir – le recordó.
-
Yo soy
Christian Crawford – se presentó.
Penélope le dedicó una media sonrisa de simpatía, saso que desconocía
quién era y el grado de importancia social que tenía dentro de la aristocracia
británica antes de preguntarle:
-
¿Eres
Christina Thousand Eyes?-.
“¿Qué?” se preguntó mentalmente, atónito. “¿Cómo lo ha sabido la
pequeña mujer?” quiso saber.
-
¿Qué? –
preguntó ahora sí, en voz alta antes de echarse a reír para disimular su
nerviosismo creciente. - ¡Por supuesto que no! – exclamó vehemente. – Christina
es una mujer y por si las gafas no te permiten verlo bien, yo soy un hombre –
explicó.
-
¿Eres un
pariente o amigo íntmo o cercano a Christina? – volvió a preguntarle Penélope mientras
se limpiaba las gafas.
-
¿Qué? –
volvió a preguntar él, extrañado. - ¡No! – se apresuró a volver a negarlo.
-
¿Eres
acaso el editor de The Chronichle? – insistió Penélope.
-
Que si
soy el… ¡No! – negó por tercera vez. – A ¿qué vienen tantas preguntas inquisitoriales?
– preguntó enfadado. Aunque creía conocer la respuesta: su hermano.
-
Porque
si no eres la susodicha y dices no tener ningún tipo de relación amorosa,
fraternal o de amistad cercana a ella,
no entiendo a qué viene tu comportamiento y lo exagerada de tu reacción –
explicó Penélope.
Christian se quedó mudo ante a inusual capacidad de elevado raciocinio
de Penélope. No obstante, enseguida recordó que había criticado su trabajo y el
enfado hizo nuevamente acto de presencia.
-
Porque
habéis criticado el trabajo de una persona sin darle opción a defenderse -se
explicó.
Penélope se echó a reír antes de añadir:
-
Christina
se arriesga a eso porque escribe una columna de sociedad. Además de que ella
hace exactamente lo mismo – explicó. – Pero si por alguna casualidad de la vida
me la presentaran, le diría exactamente lo mismo que a vos – concluyó, algo
desafiante.
-
Lo que
no entiendo es por qué no os gusta Christina - dijo, rascándose la cabeza por
la confusión, - Sois las dos únicas personas de las que he escuchado
comentarios desfavorables – explicó.
-
¡Porque
me ha criticado! – exclamó Rosamund furiosa e indignada.
Pero Christian no prestó atención a la pelirroja y esperaba expectante
la respuesta de Penélope, la representante del raciocinio en el dúo.
-
Bromeas
¿verdad? – le preguntó.
-
En
absoluto – respondió él. – Ni un ápice – enfatizó.
-
¿Cómo me
va a gustar algo que es cruel y soez en extremo?-le preguntó ella. – Y ¿Cómo me
va a gustar cuando cima hace referencia a mis amigas? – añadió.
Christian aguantó el rapapolvo y el aluvión de críticas de manera
estoica y sin permitirse manifestar una reacción positiva o negativa…hasta el
momento en que se volvió a dejar caer que había conseguido el trabajo con ayuda
extra añadiendo además que el abuso de palabras malsonantes respondía a una
clarísima falta de cultura por parte de Chrsitina Thousand Eyes.
¿Incultura?
¡Él!
¡Él, que era doctor en matemáticas!
Esto era el colmo.
Era frustrante, cabreante, indignante…
Era...era…
Era todo eso y mucho más.
Incapaz de contenerse por más tiempo, se levantó y se acercó a ella
amenazante para preguntarle:
-
¿A quién
estás llamando tú inculta o ignorante? –
-
¡Eh! –
exclamó Rosamund entrando en acción de nuevo en la conversación agarrando a
Christian por la chaqueta, empujándoles y apartándola del lado de su amiga: -
¿Qué demonios te creías que ibas a hacer? – le preguntó furiosa. – Penélope ha
sido correcta y educada en sus formas en todo momento, así que si no sabes
controlar tus hormonas te aconsejo que te marches “amigo” – le amenazó.
Ante lo hilarante de la situación, Penélope comenzó a reírse a
carcajadas. No obstante, un especialmente sensible Christian se lo tomó como
algo personal y, otra vez se acercó a encararse a Penélope para preguntarle
acerca de por qué se reía.
Por segunda vez en la conversación, Rosamund agarró a Christian por la
chaqueta y lo alejó de sus amiga, empujándole más fuerte que antes.
-
Te has
propuesto que te pegue esta tarde ¿no es cierto? – le preguntó con tono severo,
ante lo cual Christian palideció.
“¿Quién necesita hermanos mayores que te protejan y defiendan teniendo
como amiga a Rosamund Harper?” se preguntó una Penélope muy orgullosa de su
amiga.
Disfrutó enormemente de la situación hasta que comprobó que el más que
predecible desenlace iba a ser una pelea.
Por este motivo, decidió intervenir y evitarlo.
-
Tranquilizaos
ambos por favor – pidió. – Lo menos que quiero es que os peguéis por una
tontería – añadió.
-
¡Christina
Thousand Eyes no es ninguna tontería! – protestó a voces enfadado. - ¡Y no es
una inculta o una mujer de moral relajada! – amenazó a Penélope señalándola con
el dedo y entrecerrando los ojos.
-
De
acuerdo, de acuerdo – claudicó ella. – Deteneos – volvió a pedir.- Lo que menos
deseo en este mundo es verme envuelta en un escándalo en el que hayáis llegado
a las manos por algo tan nimio y banal – explicó.
-
¿A qué
llamas tú nimio y fugaz? – le preguntó Christian, nuevamente ofendido.
Penélope le lanzó el periódico abierto por la sección de Sociedad,
perdiendo éste varias páginas en el lanzamiento.
-
¿Qué
quieres decir con esto? – preguntó desconcertado.
-
¿Cómo? –
le preguntó sorprendida. – Pero ¿es que aún no te has dado cuenta? – añadió,
perpleja.
-
¿Te
estás refiriendo a Christina? – preguntó agarrando fuertemente el periódico y
moviéndolo.
Penélope asintió.
-
¡Bueno!
¡Esto es el colmo y lo que me faltaba! – bufó, exasperado y enfadadísimo. - ¿Quién eres realmente, eh? ¿La sibila de
Cumas para vaticinar y adivinar el futuro? – le preguntó burlón antes de reírse
de ella y añadir en voz baja: - Loca estúpida -.
-
No soy
la sibila de Cumas[5]
ni la pitonisa de Delfos[6] ni Casandra de Troya[7] y tampoco tengo relación o
parientes directos con alguna de ellas pero tampoco hace falta ser muy listo
para saber que la carrera como cronista social de Christina va a ser muy breve
– explicó.
-
¿Cómo
estás tan segura tú? – le preguntó él cruzándose de brazos a la espera de una
respuesta satisfactoria.
-
¿Es que
aún no te has dado cuenta? – le preguntó ella sorprendida. Ante la falta de
respuesta por su parte, Penélope suspiró y añadió: - Bien es cierto que la
desaparición de la señora Whisper como cronista social ha dejado un hueco y
vacío enorme en la crónica social. Una crónica social que sirve de alimento y
distracción a muchas personas; en su mayoría mujeres. Un hueco y vacío que en
teoría y repito, en teoría – recalcó. – Christina habría venido a suplir. No
obstante… -
-
No
obstante ¿qué? – quiso saber, ansioso.
-
No
obstante – repitió ella. – Dicha ocupación será temporal – anunció. – O dicho
de otro modo será una sustitución breve ya que hay una diferencia muy grande
entre ambas u que es la base del éxito duradero de una y el fracaso más
estrepitoso de otra y que no es otra cosa que la mesura – concluyó.
-
¿La
mesura? – preguntaron ambos sorprendidos y desconcertados.
-
La
mesura – repitió Penélope asintiendo. – Si dejamos a un lado las comparaciones
que son siempre odiosas son dos las principales diferencias entre ambas: la
primera es que Christina Thousand Eyes
adolece de una más que preocupante escasez de vocabulario – explicó. –
Lo cual acabará cansando a los lectores en muy corto espacio de tiempo. Y la
segunda y principal diferencia entre ambas consiste en la falta de mesura e
inexistencia de filtros entre su manera de pensar y su estilo de redacción.
Diferencia muy relacionada con lo anterior y que denota un desconocimiento
profundo de recursos y estilos literarios a la hora de escribir – concluyó. –
Dicho de una manera que podáis entenderlo: sus artículos están llenos de ataques e insultos personales donde no deja
títere con cabeza dentro de la aristocracia. Una vez es pasable por novedad,
originalidad o comicidad pero a medida que el protagonismo para mal se
transforme en continuo os aseguro que ya no les parecerá tan divertido –
añadió. – Como podéis comprobar, pese a que poseo cierto cierta vena profética
y vaticinal, los argumentos que defienden mi teoría son más que probables,
refutables y defendibles. Es por eso y aún a riesgo de parecer presuntuosa… no
le doy más de un mes a Christina Thousand Eyes
como cronista social sino cambia de maneras – concluyó.
“Así que es eso” pensó Christian. “Que no tengo el suficiente
vocabulario en su opinión” añadió. “No puedes estar más equivocada querida”
concluyó añadiendo una sonrisa de satisfacción y superioridad a su hilo de
pensamientos.
Otra cosa no, pero sí había algo en el mundo que le sobraban a
Christian eran palabras. Tenía tal conocimiento del lenguaje que ésa fue una de
las cosas que reseñaron como favorable los miembros de su tribunal al
doctorado, E incluso le felicitaron por ello. Algo de lo que se sintió
tremendamente orgulloso y satisfecho, pues escribir una tesis doctoral de más
de 800 páginas repitiendo varias veces una docena de palabras entre verbos y
sustantivos (teniendo en cuenta que su tesis era sobre matemáticas) era todo un
logro más que suficiente como para considerarlo un hito.
“Pero eso ella no lo sabe” se recordó. “Por poco tiempo” añadió con
firmeza ya que justo en ese momento había decidido presumir de sus logros
lingüísticos frente a ella.
Justo cuando se disponía a hacerlo, se produjo una intervención
inesperada en la conversación.
“Pitágoras” pensó Christian. “Pitágoras” repitió. “Pitágoras” pensó por
tercera vez mientras tragaba saliva con horror.
Pitágoras.
De todas las posibles personas y soluciones que podían surgir o
aparecer tenía que suceder precisamente ésta.
“¡No es justo!” protestó mentalmente.
-
¡Pitágoras!
–le llamaron al ver la nula reacción ante la alusión a su “nombre”. - ¿Qué
demonios estás haciendo aquí? – le preguntó.
-
Esto…esto…yo…
pues….yo… - tartamudeó y balbuceó en su presencia ante la creciente curiosidad
de ambas damas (sobre todo de Rosamund) quienes observaban silenciosas cómo el
hombre que hasta ahora se había comportado de manera agresiva, saltando a la
mínima, enmudecía y empequeñecía hasta casi desaparecer ante la formulación de
la pregunta.
“¡Mierda!”” exclamó y volvió a protestar mentalmente. “¿Por qué no
puedo hablar como una persona normal delante de él? – se preguntó. “Todo es por
tu culpa Henry Harper” añadió. “Idiota” concluyó, sacándole la lengua; gesto
que jamás en la vida se le hubiera ocurrido realizar.
Porque la persona que había realizado e intervenido de manera
totalmente imprevista e inesperada (sobre todo para él) en la conversación era
ni más ni menos que el propio Henry Harper,
Sí, Henry Harper.
Henry Harper; quien por otra parte era el hermano mellizo de Rosamund
Harper; una de las dos mujeres ahí presentes.
Henry Harper, uno de sus veteranos y compañero de universidad (no así de
correrías; puesto que él no tenía tiempo para eso). Uno de los encargados de
hacerle la existencia lo menos llevadera posible en Eton, también.
El mismo encargado de ponerle el mote de Pitágoras, burlándose con ello
de su elección de las matemáticas como estudios superiores.
Ahora, pasados los años y viéndolo desde otra perspectiva la situación
podría dar risa. Mucha risa en realidad, ya que quien se burlaba continuamente
por su elección por las matemáticas acabó pro no concluir jamás ninguna carrera
universitaria y dedicarse únicamente a las juergas y a gastar parte de la
fortuna familiar, mientras que Christian ya era todo un doctor pese a su
juventud. Doctor que había alcanzado la fama y la gloria gracias a una columna
de cotilleos, sí. Pero doctor al fin y al cabo.
Y además, él tampoco era un desertor del ejército en la contienda
contra los franceses como era el susodicho y por tanto, no había traído la
vergüenza y la deshonra a su familia.
Debería plantarle cara y decirle todas estas cosas.
Debería burlarse de él por estos motivos y así desquitarse de tantos
años de comentarios, burlas y humillaciones sufridas.
Debería hacerlo.
Quería hacerlo.
Pero no podía.
¿Por qué?
Porque una de las cosas por las que era conocido en la universidad
(aparte de ser un imán para las mujeres y por las magníficas que organizaba)
era por sus legendarios puños.
Puños que el propio Christian sufrió en sus propias carnes en varios
momentos en los que le sacó de quicio.
Puños que aún le dolía al recordarlos.
Puños que por estas numerosas razones prefería no volver a probar; así
que calló y continuó comportándose como un estúpido en su presencia.
-
Está
todo bien Henry – dijo Penélope. – Solo estábamos comentando e intercambiando
opiniones acerca del artículo de Christina Thousand Eyes – explicó.
Increíble.
Sorprendente.
La mujer que más duramente le había criticado, atacado y sacado punta a
todo lo que él decía ahora se había convertido en su defensora.
Una defensora bastante enérgica y poderosa, según pudo comprobar cómo
Henry la miraba primero con desconfianza para luego relajar la tensión de su
cuerpo, abrir los (hasta ahora cerrados) puños, aflojar la mandíbula y
retirarse un par de pasos de su posición actual.
-
¿Es
cierto eso? – le preguntó enarcando una ceja.
-
Eh… sí –
asintió. – Completamente – añadió, asintiendo con la cabeza enérgicamente.
-
¡Claaaaro!
– exclamó Henry, - Y de todas las mujeres que pasean por Hyde Park a estas horas has tenido que escoger
casualmente a mi hermana y a su mejor amiga – dejó caer.
-
Te
resultará inverosímil o muy difícil de creer – dijo Penélope poniéndose en pie.
– Pero eso es exctamente lo que ha sucedido –añadió. – Serendipia se llama este
tipo de cosas – concluyó.
Henry miró alternativamente a uno y otro e inesperadamente comenzó a reír a carcajadas
para el total y absoluto desconcierto de todos los allí presentes en ese lugar
y ese instante.
-
¡Ay! –
exclamó él. – Christian, Christian, Christian – dijo en tono condescendiente y
deteniendo su risa. – No has cambiado un ápice ¿lo sabías? – le preguntó antes
de que se le escapara una corta risita. – Sigues siendo el mismo chico tímido y
callado al que le costaba horrores acercarse a la gente para entablar una
conversación pero que siempre acaba metido en líos por culpa de los demás –
explicó con otra risita. – Bueno, sí que hay una diferencia – añadió malicioso.
– En la universidad era tu hermano quien te defendía y ahora dependes de una
mujer para que lo haga – concluyó, rompiendo a reír nuevamente a carcajadas y
sin dejar de señalarle con el dedo. - ¡Eres aún más patético que entonces! –
añadió.
Cuando Penélope escuchó la primera parte de la descripción del carácter
y comportamiento de Christian Crawford en la universidad olvidó de inmediato su
resentimiento y la mala opinión que de él había tenido, sustituyéndolo ahora
por una plena identificación con su persona y por tanto, sintió un renovado
interés por conocerle.
Ella sabía perfectamente qué era lo que se sentía al ser tímida y tener
problemas de socialización; ya que los había sufrido en carne propia también.
Por ello, quiso hacerle patente su apoyo tocándole el hombro.
No obstante Christian lo entendió completamente al revés; pues le
apartó el brazo de manera brusca (y algo dolorosa) dándole un tortazo.
-
¡No! –
exclamó de manera brusca y agresiva, - ¡No! – repitió, algo más relajado. – no
te atrevas a tocarme y a sentir lástima de mí – le advirtió, con los dientes
apretados. – Tú no – añadió siseante.
Penélope ofendida por el gesto y sin entender muy bien su reacción,
focalizó su mirada enél y comenzó a parpadear compulsivamente para ver si así
conseguía desencriptar y desentrañar la mente más confusa con la que se había
encontrado en su vida.
A Henry, que siempre le había caído bien Penélope (al contrario que
algunos de sus hermanos) porque la consideraba
una presencia positiva que añadía calma y cordura al carácter impulsivo en
exceso de su hermana, no le sentó nada bien la manera en que éste la trató.
Por eso (y antes de que lo hiciera su hermana) explotó:
-
Pitágoras
– dijo tomando aire. – He tenido que soportarte durante toda mi vida
estudiantil y aguantar tus excentricidades y salidas de norma continuas en
público. No obstante, las aguantaba a fin de evitar escándalos y porque lo
dictaba el protocolo – explicó, con calma aparente. – Pero si crees que ahora,
finalizada nuestra etapa de estudia y por tanto, con encuentros y cruces
esporádicos entre nosotros voy a tener la paciencia de antaño y voy a aguantar
comportamientos y reacciones como la que acabas de tener, estás muy equivocado –
le advirtió. Tan equivocado como que si no te marchas de aquí inmediatamente y
nos dejas tranquilos y solos, mi puño aterrizará en tu boca en menos tiempo del
que crees y sin que puedas hacer nada por evitarlo – le amenazó. – Fuera – le ordenó
señalándole la salida de Hyde Park de forma tan firme que parecía ser el dueño
del parque.
“Increíble” pensó Christian. “Inaudito” añadió enfurruñado. “Jamás en
mi vida me habían humillado tanto”
reflexionó. “Y todo por culpa de esta maldita mujer y de Henry”
concluyó, mirándoles con odio de manera disimulada; por miedo a ser
descubierto.
No obstante, y pese a ser humillante hasta el extremo, obedeció.
Sobre todo por la expresión ceñuda y de furia de Henry (exacta a la de
su hermana)
Por eso, se dio la vuelta y se marchó sin despedirse de ninguno de los
tres (no era necesario visto el caso) .
El hecho de que se marchara silencioso, no quiso decir que su mente
también se comportara de la misma manera. De hecho, su mente era un hervidero
de ideas…vengativas.
Ideas vengativas contra las tres personas que acababan de burlarse de
él. Sobre todo contra Penélope Storm; pues los otros dos ya habían sido
reseñados en su artículo.
No así Penélope Storm, quien, en teoría había creído que no tenía nada
importante que escribir o reseñar acerca de ella.
¡Cuán equivocado había estado!
¡Penélope Storm era sin duda la peor de todos!
Lo que pasa es que al ser tan bajita, insignificante y nada destacable
nadie era consciente de ello.
Nadie excepto él, por supuesto.
Pero eso se había acabado ya.
Se iba a enterar.
Decían que una de las cosas que menos le gustaban a esa pequeña
sabihonda y repelente mujer era ser el centro de atención, pues bien, su
venganza iba a consistir precisamente en eso. Gracias a Christina Thousand Eyes
esa chica no es que fuese a ser conocida en sociedad sino que la a iba a
convertir en el centro de atención y en el blanco de todas sus críticas.
Rió ante el maligno y vengativo pensamiento.
Eran conocidos por todos los arrebatos de mal genio y furia de Jeremy
Gold o las reacciones violentas, similares a las de un hombre de Rosamund
Harper pero lo que nadie sabía era la furia e ira de Christian Crawford.
Christian Crwaford ya no era el de la universidad y por tanto, no iba a
aguantar burlas, compasión o críticas en ningún aspecto de su vida,
Se iban a enterar.
Se iban a enterar.
“Penélope Storm, acaba de ganarse usted un enemigo” pensó de forma maligna
antes de echarse a reír (esta vez sí) en voz alta.
[1]
Zeller: Julius Christian Johannes
Zuller fue un sacerdote protestante alemán, creador del algoritmo que lleva su
nombre; en el cual se puede obtener a partir de una fecha el día de la semana
que le corresponde.
[2]
N. Aut: Dato y teorema tomado y
copiado del matemático noruego Niels Henrik Abel
[3]
Gauss: Johan Carl Friedrich Gauss (1777-1855)
fue un matemático, astrónomo y físico alemán que contribuyó en muchos aspectos
incluida la teoría de números, el análisis matemático, la geometría diferencial,
la estadística, el álgebra, el magnetismo y la óptica.
[5]
Sibila: La Sibila de Cumas recibe
este nombre por haber pasado la mayor parte de su vida en dicha ciudad. En
realidad, según la mitología nació en Eritrea y era hija de Teodoro y una
ninfa. Nació con el don de la profecía y las anunciaba en verso.
[6] Pitonisa
de Delfos: Era la encargada de realizar las predicciones en dicho lugar. No
importaba su clase, solo se le pedía su vida y que sus costumbres fueran
irreprochables. El nombramiento era vitalicio y ella se comprometía a vivir
siempre en el oráculo.
[7]
Casandra de Troya: Hija de Hécuba y
Príamo, era una sacerdotisa de Apolo con quien pactó un encuentro sexual a
cambio del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió al conocimiento y
procedimiento de la adivinación rechazó al dios. Apolo, ofendido, la escupió en
la boca. Con esta acción la maldijo: seguiría teniendo el don, pero nadie
creería sus palabras.
[8]
Pitágoras: Pitágoras de Samos (580 a
c – 495 . C) fue un filósofo y matemático griego considerado el primer
matemático puro. Contribuyó al desarrollo de las matemáticas helénicas, la
geometría y la aritmética. Uno de sus teoremas más conocidos, el teorema de
Pitágoras plantea que en el triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa
es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.
yo también quiero pegar a Christian!!!! -.- que mal han empezado todos... y a que lo del examen y el vocabulario lo has sacado de ti???
ResponderEliminarSi!! Está inspirado en mí... en su momento me sirvió como terapia de choque...para que veas cuánto hace que escribí acerca de esto..
Eliminary no te preocupes, luego se arregla... recuerda quién es la correctora de Christina... :)
Ya... pero que modo más malo de empezar y que estúuuuuuuupidooooo que es Christian! XD Lo de que es una terápia... es por el motivo que escribo mi libro, así que si... éso lo sé! :D Ahora cuando publiques es cuando tienes que ir y darle un ZAS en toda la boca a quien te dijo lo que te dijo!! XD Sazonale bien el libro y que se lo coma!!!
EliminarPor cierto, que se me pasó decírtelo. Adoro las poesías que me pones por aquí, nunca he sido de leer poesía, no me gusta leer poemas, pero... estás consiguiendo que lo haga y me encantan los que eliges :D
bueno bueno bueno christian christina hermano de mi supremo willy willy umm q me lo como xq esta como quiere el sr maadre q me pierdo y me desvio del tema q con este mozo me pongo a divagar y pasa lo q pasa jajaj
ResponderEliminarvolviendo al tema central del capi =) CHRISTIAN ME HAN ENTRAADO UNAS GANAS DE PEGARTE 3 4 5 O LAS Q HAGAN FALTA SENDAS Y SONORAS BOFETADAS Q ME HA DETENIDO EL COJIN DE CORAZON CON MANOS Q TENGO Q SI NO TE LAS DABA ¿COMO SE TE OCURRE TRATAR MAL A MI PENELOPE TU FUTURA AYUDANTE Y CUÑADA ESPOSA DE ESE PEAZO DE HOMBRE Q TIENES X HERMANO¿?¿?¿?¿? EEEE DI EE DI CONTESTA PITAGORIN Q NO TE MERECES NI EL APODO DEL GRAN PITAGORAS (AL Q COGI MANIA EN EL INSTI PERO ESO NO VIENE AL CASO AHORA) COMO TE ATREVESS A METERTE CON ELLA Y Q CLASE DE VENGANZA ES ESA TE CREES MU GUAY O Q HACIENDOLA EL CENTRO DE ATENCIOM?¿?¿? CUANDO SOLO UNICA Y EXCLUSIVAMENTE TE HA DICHO COMO MEJORAR LAAS COSAS PORQUE LOPS ES MU LISTA ELLA Y HAY Q HACERLA CASO LO UNICO BUENO ES Q ME QUEDO CON LA FORMA TAN PATETICA EN COMO SUPLICASTE A LAS ESPOSAS DE LOS DEL TRIBUNAL DE DOCTORADO Q SUS MARIDOS FUERAN BUENOS CONTIGO SI HUBIERA SIDO YO NO TE HUBIERA DADO EL DOCTORADO X LO IMBECIL SI HE DICHO IMBECIL AUNQ PUEDO DECIR ALGO MUUUCHO PEOR DE EL X COMO HAS TRATADO A LOPS MU MAL MU MAL ESPEERO Q EN EL FUTURO SEAS BUENO Y ROMPA ALGUNA LANZA Q OTRA A TU FAVOR XQ DE MOMENTO TIENES UN MENOS 1000 O MAS!!
conclusion del capi (despues de haber soltado mi inquina y verborrea salvame de tertuliana en contra del mozo) me ha gustado mucho sobre todo saber los origenes de como llega a escribir la cronica y como consigue el doctorado el sr en fin quiero maaas y bueno bueno tambn estelar entrada de doble h jijij q ha sido apoteosica jaja y bueno ronnie x sus amigas mata como la esteban me he reido mucho en el momento casi pelea de ella con christian y como siempre mi willy willy como dios en todos lados jajaj
Madre... sí que te indignas tú... O.O
EliminarMe alegro saber que te gustaron sus orígenes...
Sí, el próximo ya es de la pareja y es mucho más corto...
Y tu Willy como dios pero ¡anda que no queda nada para que aparezca en persona y como tal!
da lo mismo lo q falte yo aunq no venga a cuento te lo cuelo cual cuña radiofonica jajajaj y si me he indignado mucho xq la ha tratado muy mal muy mal a mi lops y eso no lo consiento yo q me pongo igual de chunga q la esteban y por lops ma-to jaja y si se q luego ellos dos anda bn x la cuenta q le trae a christian jiji pero si ya has visto mi indignacion con el toque de chunguismo jaja
EliminarBien, me gusto el cap (nos gustó muahjahjaha ?) Comenzaré a leerte! ^^
ResponderEliminarY de paso te dejo mi invitación.
Somos Revista OML. Un nuevo proyecto con intereses literarios y artísticos. Estamos buscando un staff de reportajes y corrección actualmente. Veo que escribes (y genial *w*) Qué te parece si te pasas y averiguas un poco? si te gusta participa!
Y dilo, soy un desastre para la publicidad D:
Saluditos, Ire
¡Hola!
EliminarEncantada de que te guste... =)
Tu comentario me hizo mucha mucha ilusión.
Muchas gracias
Ya veo como "nacio" Christina...
ResponderEliminarUn saludo