Aviso importante a todas las lectoras de que este es un capítulo con contenido y escenas hotties no recomendadas para menores de 13 años y no 18; que los niño/as de hoy en día están muy adelantados.
Si deseas saber qué es lo que ocurre entre ellos es solo, única y exclusivamente bajo tu responsabilidad.
Hechas las advertencias pertinentes, si has decidido ignorarme porque la curiosidad ha podido contigo aquí te dejo el capítulo.
Disfrútalo.
“La odio” pensó Anthony mientras miraba sentado en un
banco a Zhetta desde lejos.
Bueno, no en el sentido de odiar con todo tu corazón y tu
rabia más profunda a una persona hasta el punto de desearle una muerte lenta y
dolorosa.
El odio de Anthony era el del otro sentido de la palabra.
El del sentido en el que pronuncias una palabra o una frase
en una conversación sin sentirla o pensarla con la plena capacidad de tu
raciocinio o con un tono humorístico o de broma. De ese segundo significado
hablo.
No obstante, aunque no pensara en odiar a Zhetta, el mero
pensamiento y elección de esas palabras respondía a un motivo. Dicho motivo era
el siguiente: que desde que Zhetta se había convertido en su “ampollayante” y
se había implicado cien por cien en el caso hacía ya una semana, había
conseguido más resultados en sus pesquisas que él solo en dos meses y medio de
investigación.
Por eso la odiaba. Era su mente envidiosa la que pensaba por
él.
Además, la muy condenada era muy buena haciendo preguntas.
De hecho, lo hacía de tal forma que
engatusaba y metía de tal forma
en la conversación para conseguir las respuestas a las preguntas que ella
deseaba realizar (y que normalmente estaban situadas en mitad de la misma) a
sus interlocutores sin que ellos fueran conscientes en ningún momento. Si a eso
le sumabas que, al contrario que para con él, con Zhetta todo el mundo sacaba
un pequeño hueco (cuando no dos) en sus apretadas agendas diarias para charlar
con ella… los resultados estaban ahí.
Y ella iba venciendo.
Para su buena fortuna, aún no había dado con quién era el
ladrón.
¡Solo faltaba ya eso para su ego!
Pero vista la velocidad con la que conseguía progresos y
recopilaba información de relativa importancia, Anthony ya no lo ponía en duda
y por eso había elaborado una lista con posibles explicaciones para el hecho y
todas se excusaban, escudaban y tomaban como argumento principal y base que
Zhetta era una oriunda del lugar y que por tanto, lo había tenido mucho más
fácil al estar plenamente integrada en la comunidad.
En cualquier caso, tampoco se había concentrado mucho en
ese aspecto como posible ocasión a
ocurrir porque si Zhetta conseguía dar con el ladrón, una buena parte del
mérito y del trabajo de hacerlo le correspondería también a él. Pues para eso
ya llevaba realizado gran parte del trabajo cuando Zhetta se incorporó.
Sabía que si esto ocurría iba a quedar como un aprovechado y
un envidioso en el imaginario colectivo del pueblo de Clun (quizás no para
Kirk, quien lo tenía en los altares) pero no le importaba, dado que no era
cierto.
Solo aquellos que conocían el plan y que participaban en él
de manera más o menos activa lo sabrían, y con eso para él era más que
suficiente.
Esa era otra cuestión, le extrañaba completamente que el
hecho de que Zhetta se hubiera convertido en su “ampollayante” aún permaneciera
en secreto y no hubiera transcendido entre los vecinos de Clun.
Mirándolo desde otro punto de vista, aél le venía de perlas
que no se hubieran ido de la lengua, pues eso permitía actuar a ambos miembros
del equipo con tal libertad y sin levantar sospechas. De hecho, para alguien
que permaneciera ajeno a la realidad y que los estuviera observando
atentamente; alguien como el ladrón por ejemplo, la única sensación que podría
estar provocándole era que Anthony era el perrito faldero y bebía los vientos
por Zhetta y que la seguía a todas partes con la suerte y esperanza de que ella
se fijara en él en algún momento. Mientras esto sucedía, él se contentaba con
mirarla desde lejos.
Excepto en lo referente a que él era su perrito faldero y
solo se contentaba con mirarla desde lejos, los tiros no irían muy
desencaminados porque si había algo que se iba confirmando y acrecentando eran
sus sentimientos por Zhetta.
Por otra parte, la segunda resolución que había tomado con
respecto a Zhetta si esta resolvía el caso era que se la llevaría con él a
Londres y juntos crearían una compañía de investives para ella, detectives para
él y acabarían convirtiéndose en la pareja de moda a la hora de resolver
crímenes, robos y fechorías en Londres y todos sus alrededores.
Eso sí, primero tendrían que hacer una serie de cambios:
así, por ejemplo Zhetta no se llamaría nunca más en su presencia
“ampollayante”. Ampollayante, hasta la fecha la única palabra de la que no
había conseguido transcribir y adivinar la palabra real que Zhetta pretendió
pronunciar la primera vez que este esperpento para cualquier diccionario salió
de su boca.
Una palabra a la que no prestó plena atención hasta segunda
o tercera vez que Zhetta la pronunció en su presencia y que le horrorizaba en
la misma cantidad y grado en que producía enormes ataques de risa. Sin duda que
al menos una de las palabras en las que estaba basada era ayudante pero…con
esta chica, ¡cualquiera sabía!
Ese sería el primer cambio que realizaría, la nomenclatura
en cuanto a la categorización de Zhetta. Y para hacerlo más sencillo y
llevadero para la susodicha y principal afectada, buscarían una palabra de
menos de tres sílabas. La llamaría…. John simplemente. John a secas
Por otra parte… el segundo gran cambio que debían realizar
solo sería a medias puesto que consistiría en vestir a Zhetta de hombre. La
ventaja en este sentido era que de los 2365 días que tiene el año, al menos 320
Zhetta iba vestida como un hombre por lo que eso, a priori no supondría un
problema y lo único que tendrían que hacer serían cambiar sus ropas de campo
por unas a la última moda de la ciudad de Londres.
Todo eso, como una ilusión estaba bastante bien, pero en la
realidad era una utopía llevarlo a la práctica sin que él y su hombría se
vieran seriamente perjudicados.
¿Por qué?
Porque pese a que estuviese completamente camuflado como un
hombre (bigotes y patillas incluidos) él sabría que era Zhetta quien estaba
debajo del disfraz e inevitablemente iba a poner la cara de bobalicón que de
forma natural ponía ante el mero hecho de escuchar su nombre.
Así que de eso nada, nada de Zhettas vestidos de hombres ni
nada de Zhettas en Londres por mucho que esto le disgustara y entristeciera;
sobre todo la segunda parte.
En torno a las once de la noche tocaron a la puerta de casa
de Anthony.
Unas horas un poco intempestivas e inusuales para visitas.
No obstante, Anthony no estaba preocupado o sobresaltado por
esto, ya que conocía perfectamente quién era su visitante nocturno. Básica y
principalmente porque siempre le visitaba a esas horas desde hacía muy poco
tiempo.
¿Quién era?
Ni más ni menos que su “ampollayante”. Bueno, en realidad
eran dos las visitas que recibía a esas horas, la ya mencionada Zhetta y su
conejo marrón con complejo de perro guardián Wingers.
Y en cuanto a la hora escogida para las visitas… había sido
una idea de ambos ya que, pese a que
vivían muy cerca el uno del otro y en las dos casas más alejadas del pueblo no
podían fiarse ni de su sombra. Incluso hubo un momento, recién aceptado el
cargo por parte de Zhetta en que a Anthony no le quedó más remedio que
preguntarle si ella era quien había robado
el collar. Una pregunta y acusación velada que, contrariamente a lo que
había pensado se tomó bastante bien, respondiéndole incluso de forma afirmativa
e irónica.
Por eso mismo y para evitar que corrieran rumores
malintencionados y falsos acerca de ambos como una futura y real pareja
escogieron esta hora diaria.
-
Buenas noches jefe – le saludó ella con el señor
Wingers en las manos.
-
¿Ahora quieres reemplazar a Kirk? – le preguntó
irónico y con la ceja enarcada. – Pues no creo que le guste nada cuando lo
descubra – añadió, antes de darle un beso en los labios y permitirle el acceso
a su casa.
Sabía que se arriesgaba demasiado
al besarla en casi cualquier ocasión en la que se quedaban solos puesto que no
sabía cómo iba a reaccionar ella y sobre todo,
cuanta tensión podía aguantar su cuerpo y refrenar su deseo antes de
estallar pero… le salía solo. En cuanto sus ojos veían los labios de Zhetta con
sabor a melocotón, inmediatamente sentía antojo de esa fruta probada en el
sabor de sus labios.
-
Tengo una idea para el caso –anunció Zhetta muy
orgullosa y satisfecha de sí misma cuando llegaron al lugar escogido como sede
de sus planes y operaciones. Un lugar que no era otro que el salón de la casa
de Anthony y por este motivo, habían obligado a que el cochero cambiase su
lugar de estacionamiento por uno mucho más habitual: una habitación. – Es una idea
genial – añadió visualizándola e intentando crear misterio con gestos de las
manos. – De hecho, es la mejor idea que he tenido nunca – confirmó. – Pero… no
te va a gustar – concluyó.
-
Aún no me lo has dicho – replicó inmediatamente
Anthony.
-
Lo sé, pero te conozco – respondió ella. – Y sé
que esto no te va a gustar – recalcó.
-
Dilo, listilla – le retó.
-
A ver, dices que ya crees saber quién es el
ladrón gracias a tus preguntas de antes
y a mi labor de ampollayante ¿verdad? – preguntó.
-
Correcto – le confirmó él.
-
Entonces lo único que falta es que cometa algún
error y que se delate ¿no? – volvió a preguntar.
-
Estás en lo cierto – le confirmó.
-
Pues creo que la mejor forma de hacer que se
delate es que cometa un error – explicó. - ¿Y cómo va a cometer un error? – preguntó.
– Cuando tú no estés haciendo de investive por el pueblo – se respondió. – Pero
tú eres investive todo el tiempo, así que entonces ¿cómo puede suceder algo
así? – volvió a preguntar. – Fácil – respondió ella. – Tienes que renunciar –
concluyó.
Y esperó la violenta reacción.
-
No – dijo, llanamente para su sorpresa.
-
¡Lo sabía! – exclamó Zhetta. – A ver… - dijo
suspirando. - ¿Por qué no? – le preguntó.
-
¡No voy a renunciar después de tanto tiempo,
trabajo y esfuerzo empleado! – exclamó enfadado.
-
Entiendo que no quieras renunciar después de lo
que te paso en Londres con Stulty Towl – dijo Zhetta.
-
Sthealthy Owl – le corrigió él.
-
Como sea – dijo, con un encogimiento de hombros
pero esta vez sería distinto – explicó. - ¿Sabes por qué? – le preguntó.
-¡Porque sería una renuncia de mentira! – explicó ella, creando confusión en
Anthony. – Tú renuncias de forma falsa pero te quedas por aquí hasta la fiesta
de mayo como investive espía, el ladrón se confía, comete un error y… ¡zas! –
exclamó, golpeando la mesa con el puño. – Lo atrapas y se te quita el trauma –
concluyó. – Tienes que admitir que es un plan muy bueno – dijo, satisfecha de
sí misma asintiendo con orgullo.
-
Lamento hundir tu ego Zhetta pero tu magnífico
plan no tiene ni pies ni cabeza – le dijo. – Así a bote pronto, te has olvidado
de dos cosas – dijo, mostrándole dos dedos de una mano.
-
Bien genio, píntame – le pidió.
-
Ilústrame – le volvió a corregir. Uno: Si ya no
soy investive más, lo cual es el único motivo por el que estoy en el pueblo
¿cómo explico al resto del mundo mi presencia aquí? – le preguntó.
-
No sé…- dijo con un encogimiento de hombros. –
Con lo que quieras – añadió. – Diles que quieres ver Clun florido, que te quieres
quedar a ver la fiesta de mayo o incluso que me estás corroborando. No importa.
Ellos te creerán – le dijo. –Eres un héroe – añadió.
“De acuerdo” pensó. “Con eso no
contaba” añadió.
En realidad no había contado con
que Zhetta discurriese y elaborase un plan tan bueno como el que acaba de
explicarle. Pues no tenía fallos en realidad y no al contrario, como él pensaba
en demostrarle fuese como fuese. La idea de una renuncia pública y falsa para
continuar trabajando sin tener la sensación de ser observado y analizado en
todos y cada uno de los movimientos que estás haciendo y por tanto, el permiso
de actuar con mayor libertad era brillante.
Incluso las soluciones que
acababa de inventarse eran buenas y servían perfectamente para explicar su
posible estancia prolongada en Clun
De nuevo, la idea de llevársela
con él a Londres para crear dicha agencia rondó por su mente. Pero no. No iba a
reconocerle la utilidad y brillantez de su plan al igual que no iba a
llevársela con él a Londres. De ninguna manera.
Se enfadó consigo mismo. Ese plan
e ideas deberían habérsele ocurrido a él y no al revés. Se estaba entonteciendo
por momentos y volviendo Zhettadependiente. Por eso mismo, no podía seguir con
su plan y por tanto, no iba a renunciar. Eso le daría a Zhetta mucho más poder
sobre él del que ya tenía y no lo iba a consentir.
-
¿Cuál es el segundo gran motivo para no llevar
mi plan a cabo? – le preguntó Zhetta esperando para rebatir y contradecir ambos
estúpidos argumentos a la vez.
-
Que no voy a renunciar – repitió él. – Ni por
todo el oro del mundo o todas las tentaciones que se presenten delante –
apostilló. – He dicho que no – añadió.
-
Eres un…un… - dijo, mirándolo con los ojos
entrecerrados. – Un ángulo… - añadió mordiéndose el labio y refrenando su
lengua.
-
Ámame o déjame – replicó él como si nada.
Y Zhetta se tomó al pie de la letra la última frase de
Anthony porque abandonó la casa, solo tras permitir que Wingers le diera un
mordisco en el dedo con el que manifestase el grado sumo de enfado para con él
en ese momento. Era tal su grado de enfado que durante el camino de regreso no
dejó de repetir y maldecir una y mil veces su nombres añadiendo un sinfín de
epítetos y palabras malsonantes.
Hasta que cayó en la cama y en la cuenta.
Su plan era pefecto y no tenía fallos, solo que era un
cabezota y jamás se lo reconocería a la cara. Muy bien. Esperaría sentada y en
silencio a que él cayera de su burra
mental. Además, contaba con un factor muy importante a su favor: el tiempo. Un
tiempo que se lestaba agotando porque su último plazo y esta vez no era
prorrogable era hasta el final de la fiesta de mayo; para la cual faltaban sólo
dos semanas.
Esperaría…
Solo entonces volvería a dirigirla la palabra.
“Otro malentendido con el idioma” pensó Anthony mientras se
ponía un paño en el dedo para cortar la leve hemorragia que el mordisco del
conejo le había provocado.
Cuando dijo ámame o déjame no era para que lo tomara con
literariedad. Al contrario, era como la frase de odio hacia ella que pensó días
atrás; es decir, que no tenía ese significado real.Sin embargo, ella parecía no
haber entendido ese matiz.
Y aquí estaba él, lamiendo sus heridas. Esto sí, ya mucho
más literal y al parecer, sin ampollayante. Por tanto, tendría que retomar y
volver a concluir la investigación él solo. Por mucho que esto disgustase a la
señora Biggle.
Quizás había cometido al no decirle lo que realmente pensaba
de su idea, Pero claro, ella no conocía la tremenda humillación que le supuso
el renunciar hacía ya unos años. En realidad, con su marcha de esa manera
Zhetta había tomado la mejor decisión. Así él, se concentraría en buscar una
nueva estrategia para dar con el ladrón, pues estaba seguro de que no le haría mucha gracia que le
copiase su idea.
Era lo mejor para todos ¿no?
Entonces ¿por qué sentía que nuevamente había metido la pata
con ella?
“Serán las hormonas que te nublan en entendimiento”
respondió una parte de su mente.
“Has tomado la decisión correcta” le dijo otra. “ Tú siempre
has sido algo cabezota y un hombre de palabra” le recordó.
Sí, un hombre de palabra.
Había dado su palabra recién llegado al alcalde que
encontraría al ladrón y eso es lo que iba a hacer.
Por su honor y por su palabra.
Y lo haría solo.
Punto y final.
Tres días después un Anthony impoluto y vestido con su mejor
traje comparecía ante el pueblo de Clun en el mismo escenario del parque donde
se realizó la subasta benéfica de las cestas para anunciar ante la multitud
allí congregada que renunciaba al caso dado que no había sido capaz de dar y
averiguar con la identidad del ladrón del collar de la alcaldesa pero que iba a
permanecer en el pueblo un tiempo más, hasta la fiesta de mayo porque debía
recoger las numerosas que había almacenado en su casa durante su estancia en el
pueblo.
Dichas estas palabras, descendió en silencio las escaleras y
se dirigió solo a su casa, causando el estupor y el asombro general de los allí
presentes a la par que una oleada de comentarios y susurros en corrillos
múltiples.
En realidad, lo que había hecho no era otra cosa que seguir
al pie de la letra el plan de Zhetta, una vez caído de la curra de la
testarudez. Algo que debía haber hecho desde el principio, por otra parte. Con
esta declaración pública de su renuncia buscaba por supuesto que el ladrón se
confiase y cometiese algún error y sobre todo, que Zhetta se enterase y lo
entendiese como una manera de disculparse con ella.
Lo cierto es que había esperado encontrársela entre las
personas que asistieron a su discurso, pues fue anunciado en la iglesia; lugar
donde fue la última vez que la vio pero donde no se dirigieron la palabra. Pero
ella no estaba. Por otra parte, eso tampoco le sorprendía demasiado ya que,
probablemente estaría ocupada terminando de construir la porqueriza, preparándose
para ser la reina de mayo o en cualquiera de los múltiples quehaceres diarios
en los que participaba de manera desinteresada.
No obstante, no tenía ningún tipo de dudas de que acabarían
enterándose. Y cuando lo hiciera, de inmediato iría a visitarle para
regodearse, echarle en cara su suprema inteligencia, discutir un poco, besarse
algo más y sobre todo, continuar discutiendo con la estrategia a seguir desde
ese punto.
Sin embargo, y para su total desolación no acudió a él de
manera inmediata. Ella continuó quedándose en casa, pese a ser conocedora de la
noticia. Él mismo había podido comprobarlo con sus propios ojos, pues había
vuelto a las andadas y había reutilizado el catalejo orientado a su casa.
Zhetta se quedó en
casa. Al contrario que el resto de la población de Clun; quienes le inundaron
de visitas para mostrarle personalmente sus sentimientos y pensamientos acerca
de este asunto. Jamás en su vida había atendido tantas recepciones y esto;
quizás porque no estaba acostumbrado lo cansó y agotó hasta extremos
impensables. Mucho más que el día de la porqueriza.
Por eso tomó una drástica y durante los dos días siguientes
a su gran noticia se encerró en su casa cual monje de clausura; mandando al
cochero a hacer la compra por él en su lugar. No quería ver a nadie.
A nadie que no fuera Zhetta Caerphilly por supuesto.
Fue por eso por lo que no abrió la puerta a su primer
visitante del día tras dos días de encierro voluntario hasta que golpeó la
puerta cinco veces; ya que tanta insistencia sin duda indicaban testarudez y
fijación por conseguir hacerle una visita. Claro que también podría ser que al
cochero se le hubiera olvidado las llaves de la cancela trasera y por tanto, no
le quedaba más remedio si quería entrar en casa con la compra que utilizar la
puerta principal.
Cuando abrió la puerta tras tres nuevas rondas de golpes
sobre ella, lo único que encontró fue una cesta colgando por el aire,
causándole desconcierto y extrañeza en primera instancia. Acto seguido sintió
horror porque él conocía esa cesta. La conocía tan bien que de hecho, había
tenido pesadillas con ella.
¿Qué motivo podía llevar a un hombre y derecho como él a
tener unas pesadillas horrorosas con una pequeña cesta forrada de tela burdeos.
Ni más ni menos que esa era la cesta utilizada el día que intentó recoger los
huevos para el desayuno en casa de Zhetta.
Un momento ¿desayuno en casa de Zhetta? ¿Cesta de huevos de
Zhetta? ¿Zhetta?
Dio un par de pasos en la puerta de su casa y se chocó con
ella; ya que había decidido justo en ese momento revelarse en su presencia ante
la falta de reacción o palabras.
-
Perdona – le dijo Anthony mientras vio cómo se
rascaba la frente.
-
Te dije que era una buena idea – le echó en cara
ella con una sonrisa. - ¿A ti te parece bonito tardar tanto en abrirme la
puerta? - le preguntó enfadada.- Pensé
que te habías ido a Londres – añadió.
-
Estaba esperando a que vinieras – confesó. – Y
además, de ti me hubiera despedido – añadió, abrazándola y besándola de manera
dulce en los labios mientras jugueteaba con su lengua y disfrutaba saboreando
el melocotón de sus labios; un sabor que había añorado y echado de menos en
este tiempo de separación.
-
Eh… - titubeó Zhetta aún afectada por el beso. –
No había venido a que me besaras – le dijo.
-
¿No? – le preguntó él, sonriente. – Y entonces
¿para qué querías verme? – añadió.
-
Para que me pidieras perdón, cosa que ya has
hecho y… para invitarte a comer – le dijo.
-
¿Invitarme a comer? – preguntó, desconfiado.
Zhetta asintió mientras balanceaba la cesta delante de sus
narices.
-
Nos vamos de picnic – anunció.
-
¿Picnic? – preguntó con la ceja enarcada y los brazos
cruzados.
-
Picnic – repitió Zhetta mientras asentía. –
Comida campestre o como quieras llamarlo – añadió. - ¿Es que no has ido nunca a
uno? – le preguntó sorprendida.
Anthony se tomó su tiempo para responder a esa pregunta.
Echó la vista atrás e intentó recordar algún momento durante su infancia,
juventud o adolescencia donde hubiera ido al parque para ir de picnic y no
recordó ninguno. Ni siquiera cuando quería robarle besos a alguna señorita de
la alta sociedad.
Finalmente negó.
-
¿No? – le preguntó Zhetta sorprendida. Anthony
volvió a negar. - ¿Ni siquiera en los grandes parques que tenéis en Londres? –
añadió, a lo que Anthony negó por tercera vez. - ¡Dios Anthony, que sosos eres
a veces! – exclamó. – Por suerte para ti, ahora me conoces y muy pronto sabrás
qué es lo que se hace en un picnic – dijo, echando a andar y tirando de él.
-
Espera – dijo él plantando los pies de manera
firme en el suelo. – Sé que te gusta caminar. A mí también me gusta caminar- A
ambos nos gusta caminar pero hoy y sin que sirva de precedentes iremos en mi
caballo.
Y ese fue el método de transporte que utilizaron.
Concretamente uno de los dos caballos del carruaje que trajo a Anthony desde
Londres a Clun. Pero no fue un viaje precisamente tranquilo ya que desde la
posición delantera y durante todo el trayecto, Zhetta no hizo otra cosa que
quejarse por todo; aunque muy especialmente de por qué tenían que ir dos
personas en un caballo cuando hubiera sido mucho más fácil que ella cogiera a
Beeps para que el animal no tuviera que soportar ese peso y sobre todo acerca
de por qué había tenido que ser ella la que iba delante.
Solo cuando la tuvo sentada delante de él, Anthony descubrió
que esa no era la decisión más acertada que había tomado porque gracias a esa
posición y perspectiva pudo llevarla agarrada y abrazarse a ella mientras
aspiraba el olor a romero de su pelo. No obstante, y aunque en realidad solo
habían sido unos días, su cuerpo había extrañado y echado de menos la cercanía
de Zhetta. Tanto, que llevar su trasero pegado a su bajo vientre le provocó una
dolorosa erección cuando solo llevaban cinco minutos encima del animal. Además,
su continua cháchara no ayudaba en nada a que se distrajera de este
pensamiento. Más que nada porque Zhetta era de moverse mucho y realizar muchos aspavientos
mientras hablaba, por lo que no dejaba de rozarse contra él de manera
involuntaria mientras parloteaba.
Por eso, tomó como resolución y primer propósito del viaje
calmarla y para ello le dio un beso en el hombro y en el cuello tras echarle el
cabello hacia un lado. Dichos besos tomaron a Zhetta por sorpresa quien se giró
para exigirle una explicación. Y ese gesto fue su perdición ya que antes de que
ambos se dieran cuenta muy bien, se estaban besando de forma apasionada, con
Zhetta girada completamente girada hacia él y con los brazos por detrás de su
cuello y con Anthony abrazándola y apretándola más contra él.
Podrían haber seguido así (e incluso ir más allá) durante mucho más tiempo sino llega a ser
porque estuvieron a punto de caerse del caballo en uno de sus frenéticos
movimientos. Afortunadamente, sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos
para impedir este hecho. No pudo decirse lo mismo de la cesta que contenía la
comida, la cual sí que cayó (aterrizando de pie y por tanto, sin perder nada
del contenido que portaba). Señal de que era el lugar para el picnic.
Asustados, nerviosos y aun afectados por el beso fue como
juntos sacaron la manta y la comida del interior de la cesta de Zhetta. Por eso
mismo, también decidieron tocar temas de conversación neutros y intrascendentes
hasta que al menos de uno recuperase la compostura y la fuerza de voluntad
necesarias como para actuar con raciocinio ante una nueva situación como la que
acababan de vivir.
Anthony fue quien rompió esa dinámica cuando preguntó a
Zhetta acerca de su familia. Dos fueron sus principales motivaciones: la
primera y más importante era saber más cosas acerca de la mujer que le gustaba
pero que era un enigma para él en la inmensa mayoría de los aspectos y dos, que
tras dejar de forma oficial su oficio de investive en Clun debía desahogar el
caudal de preguntas acumuladas de una u otra manera.
-
No tengo familia – explicó ella. – Si exceptúas
a la población de Clun mayor de cincuenta años, para las cuales soy su hija o
nieta adoptiva por supuesto – añadió.- Pero si te refieres a familiares
directos, no tengo – añadió algo apesadumbrada.
-
Lo siento – dijo Anthony pese a que sabía que
hacía mucho tiempo que Zhetta había perdido a sus familiares y reprimiendo las
ganas de darle un abrazo para confortarla porque su erección aún no había
desaparecido y no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo ante la extrema
cercanía de ella.
-
¿Y tú? – le preguntó ella. – Conocí a tu padre
cuando vivía en tu casa mientras que le cuidaba las plantas y me cayó muy bien.
De hecho fue bastante agra…agar…gra… agranado – dijo ella.
-
¿Agradable? – preguntó Anthony frunciendo el
entrecejo. - ¿Mi padre? – preguntó, incrédulo. - ¿Estamos hablando del mismo
hombre? – le preguntó. Zhetta asintió. - ¿Del todopoderoso, omnipotente y
omnisciente capitán del ejército naval de su majestad, marqués de Harper y
héroe de guerra temido por los franceses? – añadió. – Lo dudo mucho – concluyó,
incapaz de imaginarse a su padre siendo simpático, cercano o agradable con otra
persona; pues era la dureza e inflexión personalizada con sus hijos.
-
Lo creas o no conmigo lo fue – replicó ella. –
De hecho, me hablaba mucho de sus hijos – añadió. – Hijos – recalcó. – Así que
es obvio que tú tienes hermanos – estableció.
-
Tengo tres hermanos varones y una chica. Joseph,
que es mi gemelo, los gemelos de nuevo Rosamund y Henry y el pequeño Edward
junior – explicó.
-
¿Sois cinco? – preguntó boquiabierta. – Y ¿has
dicho dobles parejas de gemelos? – quiso saber, entusiasmada. – ¡Como en el
póker! – aplaudió ante la estupefacción de Anthony al descubrir que Zhetta
sabía jugar al póker (juego que por otra parte era ilegal). - ¿Es cierto eso de
que los gemelos tenéis una conexión especial mental? – agregó, dicharachera y
vivaracha como no la había visto antes.
-
Creo que sí porque Rosamund y Henry la tienen
pero… el caso de Joseph y mío es diferente – explicó, causando extrañeza en
Zhetta. – Verás, los Harper somos extremadamente celosos y reservados con
nuestra vida privada y de entre los cinco, Joseph y yo los que más – explicó.
-
¿Has puesto de tu parte o has intentado
acer…ecar… aclarte a alguno de tus hermanos? – le preguntó. Silencio fue lo que
obtuvo de Anthony. - ¡Lo sabía! – exclamó, señalándole. – Eres igual que tu
padre ¿lo sabías? – le preguntó.
Anthony la instó a continuar con
la mirada que le dedicó.
-
No dejas que la gente se acerque a ti ni te
muestras cercano de primeras ¿a que no? – le preguntó, sabiendo que tenía
razón. – Apuesto a que tampoco tienes muchos amigos y que no eres el colmo de
la popu… pupo…. poblacionalidad allí en Londres ¿me equivoco? – le preguntó.
Anthony negó. – Bien, pues me vas a prometer que cuando llegues a Londres vas a
penetrar con tus hermanos. Con todos y cada uno de ellos, sin excepción – dijo.
– Y sobre todo con tu gemelo – añadió, advirtiéndole.
“¿Penetrar?” preguntó Anthony
dubitativo. Y ante la mención por inclusión y ser parte de la palabra, sintió
un nuevo tirón en la entrepierna. “Querrá decir profundizar” añadió. “Porque la
única persona a la que quiero penetrar eres tú…” divagó, aunque pronto cerró la
puerta mental a ese hilo de pensamientos.
-
Y también dejarás a la gente que se acerque a ti
para cono…noco… para ser tu amiga y te quitarás esa coraza y el corazón con el
que te proteges – le ordenó. – Porque puedes ser un anciano, algo soso, rancio,
muy urbano, cabezón y bastante subido por tu cargo de jefe de Bow Street –
dijo, imitando su voz grave. – Pero eso es porque no dejas a la gente que te
conozca bien, si lo hicieras también verían que eres tenaz, fuerte, paciente,
gracioso a veces y ¡qué carajo! – exclamó. – No estás nada mal, chico – le
felicitó, dándole un puño suave en el hombro.
Quizás no había tenido el comienzo más prometedor del mundo
pero sin duda era la descripción más acertada que nunca nadie había hecho de
él. Y el saber que a Zhetta él también le gustaba le provocó que una nueva
oleada de deseo le recorriese el cuerpo de la cabeza a los pies y que le fuera
materialmente imposible contenerse y besarla de forma apasionada, ruda y
brusca.
-
Cinco hermanos ¡qué mariposa! – exclamó encantada,
aún aturdida por el beso y parpadeando de forma continua.
-
Maravilla querrás decir – le corrigió él,
encantado por ser él quien aturdía a Zhetta. – Y no te preocupes, puedes
resarcirte cuando seas madre teniendo tú un montón de hijos – añadió.
-
Creo que con dos bastará – mintió Zhetta, pues
ella quería muchos hijos más..
-
¿Dos? – preguntó Anthony confuso y decepcionado.
-
No quiero espantar a mi futuro marido pidiendo
muchos hijos – explicó ella. – Además, la señora Biggle me dijo que debía ser
convertida por lo que creo que dos estaría bien – añadió.
-
La señora Biggle no tiene ni idea – replicó él
enfadado. – Además, no creo que mentir a tu futuro esposo acerca de los hijos
que quieres tener esté muy bien – añadió. – Debes decirle el número de hijos
reales que desearías tener – le animó. – Zhettanieves – dijo con tono infantil.
- Tú eres de esas personas con el extraño talento innato de caer bien a todos
los niños a tu alrededor – añadió, pensando sin querer en Peter Dormer y en el
marcado instinto de posesividad que despertaba en el niño. – No debes privar al
mundo de él – le dijo apretándole la mano y animándola a cumplir el sueño de
una gran familia que sabía que tenía.
-
Gracias – le dijo Zhetta, dándole un beso suave en
los labios.
-
Y en cuanto a lo de ser comedida… tú eres de
todo menos comedida, querida así que tampoco creo que debas mentirle acerca de
eso – le recomendó. – Además, es algo que descubrirá pasadas varias horas
contigo – añadió. –Pienso que deberías buscar a un hombre que te quiera tal y
como eres – concluyó.
“Alguien como yo” pensó.
-
Si de mí dependiera por ejemplo, yo te daría
seis o siete hijos como poco – dijo Anthony su pensamiento en voz alta,
deseando que se lo tragara la tierra cuanto antes al ser consciente del hecho.
-
¿Me darías? – preguntó ella burlona. - ¿Es que
los compras? – añadió. - ¿Me darías la dirección del mercado donde venden a los
niños por favor? – le pidió de manera educada e irónica. – Porque así no
nece…cene…porque entonces no me sería útil un marido – añadió.
-
Sabes perfectamente lo que he querido decir – le
dijo, compadeciéndose de su pobre entrepierna porque iban a tocar un asunto
dolorosa para ella.
-
Claro que lo sé – le interrumpió Zhetta. – Y por
eso me cuesta mucho más creerte – añadió. – Yo no te gusto ¿recuerdas? – le
preguntó, utilizando sus propias palabras.
-
¡Qué tontería! – exclamó. – Por supuesto que me
gustas Zhetta – le aseguró.
-
Sí claro - bufó ella. – Y por eso, salvo hoy
solo me has besado cuando llevo vestidos ¿verdad? – le preguntó. – Dilo
Anthony, no pasa nada – le instó. – A ti gustan las mujeres con vestidos y no
los hembritos como yo, por eso solo me besas cuando llevo vestidos – repitió
Zhetta.
-
Qué estupidez – masculló entre dientes Anthony
antes de acortar la distancia que los separaba, plantarse de rodillas pegar su
frente y su nariz contra los de ella para que sintiera el aliento de sus
palabras mientras que le hablaba y agarrarle el mentón con fuerza para evitar
que girase la cara o intentase mientras le decía:
-
Mira Zhetta, que te quede una cosa muy clara y
se te quede graba en tu cabecita – le advirtió tocándole con un dedo la frente.
– Te mentí al decirte que no me gustabas porque tú me gustas. Y mucho además –
recalcó. – No entiendo por qué me gustas ya que eres como un maldito grano en
el trasero demasiado descarada, independiente, malhablada y peleona para mi gusto – le dijo, provocando
su enfado y que intentara separarse de él, pero él se lo impidió incrementando
su fuerza. – Pero también eres inteligente, preciosa tanto como dentro como por
fuera, fuerte, perspicaz, sincera, extraordinaria… ¿quieres que siga? – le
preguntó furioso por tener que grabar estas palabras en su mente ante su falta
de credibilidad por sí misma. – Me vuelves loco Zhetta, en todos y cada uno de
los sentidos de la palabra. Para bien o para mal me vuelves loco – repitió. –
Créeme cuando te digo que estoy agotando con esta cercanía todo los restos del
autocontrol que me queda para no tumbarte sobre el césped, desnudarte y hacerte
mía ahora mismo – añadió. – Y te aseguro que esta vez no me va a importar la
ropa que lleves – le advirtió.
-
Ay – se quejó Zhetta de forma lastimera mientras
miraba de forma nerviosa a su alrededor.- Entonces no ha sido una buena idea
traerte aquí de picnic – añadió.
Solo entonces Anthony miró a su alrededor y fue consciente
del lugar donde se hallaban: el claro del bosque donde hicieron de chaperones y
donde sacaron a relucir por primera vez el deseo y la pasión que sentían el uno
por el otro.
“Desde luego que no lo ha sido” pensó, tragando saliva.
Un nuevo silencio se instaló entre ellos mientras que
apartaron la mirada.
Quizás lo provecharon para avergonzarse o que la timidez los
invadiera. O puede incluso que recordaran lo sucedido en ese mismo lugar pocos
días atrás.
A ciencia cierta ninguno leyó los pensamientos del otro
durante esa pequeña fracción de tiempo. Pero, cual gemelo sí que se leyeron la
mente cuando sus miradas se reencontraron pues al instante siguiente se
abalanzaron el uno sobre el otro y comenzaron a devorarse como si estuvieran
famélicos y no hubieran terminado de comer.
Pronto, y pese a que comenzaron a besarse estando ambos de
rodillas, Zhetta quedó bajo Anthony quien no dejaba de saborear con sus labios
y sus labios el sabor melocotón de Zhetta.
Sin embargo, llevaba mucho tiempo reprimiéndose a propósito y hoy no era
suficiente. Su mente curiosa quería descubrir si ese sabor melocotón estaba
presente y escondido por otras partes del cuerpo de Zhetta. En cuyo caso, era
imperante saber cuál eras y por ello comenzó con la exploración por el rostro
de Zhetta.
Rostro que besó en todas partes: en los ojos, la cara, la
frente, las mejillas y sobre todo y repetidas veces en la boca entre los jadeos
de Zhetta, encantada con esto.
Ni rastro del sabor melocotón en el rostro de Zhetta. Así
que continuó su búsqueda por otras zonas del cuerpo y siguió plantando besos y
pequeños lametones por debajo del mentón, la rodilla; descendiendo poco a poco
por el cuello de Zhetta.
Al llegar al final del cuello se encontró con el primer
obstáculo: el cuello de la camisa de algodón color amarilla ceniza que ella
llevaba. Sin embargo, no era un problema de difícil solución pues él estaba
acostumbrado a desabrochar camisas a diario. Por ello, en apenas unos segundos,
todos los botones de la camisa estaban fuera de su agujero y Anthony descubrió
que en esta ocasión la ropa interior de Zhetta era distinta.
Mucho más corta y menos numerosa.
De hecho, apenas le tapaban sus pequeños senos el imposible
de olvidar apodesmo y un mamillere (banda para darle soporte a los senos).
“Así que este es tu pequeño secreto” pensó con satifacción y
hambriento antes de deshacer el nudo del apodesmo y tirar hacia debajo de la
banda de tela; dejando los senos de Zhetta a la vista. Unos senos cuyos
pequeños pezones color melocotón se pusieron inhiestos al sentir el contraste
de temperatura y no estar apretados.
Anthony, colocado entre las piernas se mordió el labio y se
relamió del gusto ante la anticipación de saborear y darse un festín de melocotones.
Zhetta le miró en ese momento y le sonrió con los labios hinchados,
probablemente porque le gustaba la expresión que tenía él en ese momento y él
le devolvió la sonrisa antes de iniciar el descenso hacia ella.
Zhetta cerró los ojos por la anticipación de la nueva oleada
de placer que Anthony (un experto) le proporcionaría al besarle los senos. No
obstante, le sorprendió cuando no la besó ahí directamente y se dirigió primero
justo debajo de su ombligo, trazando una línea con la lengua desde ahí hasta el
inicio de sus pantalones (repentinamente sobrantes para ella). Pasando por alto
su ombligo, trazó una línea de besos hasta sus senos y una vez en ellos,
decidió detenerse para encontrar el sabor melocotón que en teoría deberían
tener sus pezones al ser del mismo color. Por eso, los besó.
Los besó, una, dos, tres y hasta mil veces antes de llevarse
uno de ellos a la boca y comenzar a succionar mientras con una mano agarraba el
otro seno y se lo pellizcaba, provocando en Zhetta estremecimientos y movimientos
de escorzo bajo él.
Sabía que le gustaba y que estaba disfrutando enormemente de
lo que estaba haciendo a sus senos pero estaba sorprendentemente callada para
lo que ella acostumbraba. Por eso, se detuvo un momento para observarle el
rostro. Preocupado descubrió que la expresión de su rostro era rígida.
-
Zhetta – dijo, besándola en los labios. – Puedes
hablar – añadió.
-
N…n…no – consiguió decir ella. – No puedo –
añadió.
-
¿Por qué no? – quiso saber curioso.
-
Porque soy una gritona –le recordó.
-
A mí me gusta que grites – le dijo él.
-
No aquí y desde luego que no en este momento –
explicó ella.
-
Zhetta cariño, no te reprimas – le dijo. – Y si
tienes que gritar o gemir, hazlo – la informó. – De hecho eso me sería de gran
ayuda para saber si lo que te estoy haciendo te gusta o si voy bien o no –
aclaró.
-
No voy a gritar – le informó ella.
-
¿Esa es tu última palabra al respecto? – le
preguntó con un deje de amenaza en la voz.
Zhetta asintió.
-
Ya veremos – concluyó él antes de volver a sus
pechos para saborear el otro de la misma manera que el primero. Y de repente,
en mitad de la degustación de los pechos de Zhetta (los cuales subjetivamente
sí que le dejaban un regusto a melocotones) le mordisqueó el pezón, causándole
tal mezcla de emociones contradictorias entre el placer y la sorpresa que
Zhetta, involuntariamente gritó su nombre con desesperación. Aumentando su
henchido de orgullo ego y espoleándole a que continuara.
Y Anthony; como buen niño obediente continuó trazando un
peligroso a la par que placentero triángulo entre su boca y sus pechos, los
cuales aunque pequeños eran los objetos más dignos de alabación y perfectos
para el tamaño de sus inquietas manos.
Liberada de su autoimpuesta represión una Zhetta mucho más
perceptiva y receptiva al toque de Anthony entró en acción, con jadeos,
gemidos, palabras ininteligibles y sobre todo, frotando su entrepierna contra
de Anthony, la cual clamaba por la libertad y la rebeldía total y absoluta de los
calzones y los pantalones de Anthony.
Un Anthony para quien los espasmódicos movimientos de Zhetta
contra su entrepierna no eran sino una exigencia de más y una demostración de
que realmente le gustaba lo que le estaba haciendo. Sin embargo, esta acción le
dio una malévola idea bastante relacionada con el sabor de los melocotones y
con la pérdida del control total y absoluto por parte de ella.
¿Cuál era la única parte del cuerpo de Zhetta que no había
explorado en busca del sabor de la fruta prohibida? ¿Cuál sería a su vez la
única manera que tenía a mano de hacerla perder el control y el dominio
completamente?
Exacto.
Volvió a su boca para danzar con su lengua y mordisquear sus
suaves y apetecibles labios e inició un implacable asalto a los mismos mientras
que, de forma disimulada y tanteando por la suave piel de su vientre plano fue
buscando el cierre de los pantalones de Zhetta; el cual desabrochó sin que la
dueña se diera cuenta.
De hecho, solo fue consciente de las intenciones de Anthony
cuando tenía bajados al menos cinco centímetros sus pantalones y él se
incorporó.
-
¿Anthony? – le preguntó con un susurro
apoyándose sobre los codos mientras se repetía mentalmente que él no podía ni
iba a hacer lo que estaba pasando por su mente justo en ese momento porque
nunca nadie le había hablado de eso. Ni
siquiera Louise Biggle.
-
Shhh – le dijo, poniéndole un dedo sobre los
labios. – Ahora mi muy querida Zhetta vas a descubrir cuánto me gustas con
pantalones – añadió.
Ella jadeó y se dejó caer contra la manta y la hierba del
bosque mientras Anthony le bajaba lentamente los pantalones hasta la altura de
las botas y le separaba las piernas mientras pensaba que por una vez era muy
útil la abertura justo en el centro que los calzones bombachos de la señoras
tenían; aunque hubiera sido mucho mejor si Zhetta no hubiera llevado nada.
“Sí que puede” pensó Zhetta mientras sentía cómo al menos
eran dos los dedos de Anthony (dado que no los tenía tan gruesos pues estaba
harta de vérselos) los que se estaban introduciendo en ella sin que le opusiera
resistencia alguna.
Por una vez agradeció mentalmente el trabajo de Anthony ya
que sus dedos eran suaves y no tenían callos, rozaduras o ampollas; lo cual sin
duda sería doloroso para ella. En su lugar eran suaves y estaban realizando un
perfecto trabajo excitándola y haciendo que perdiera poco a poco el control y
la vergüenza con las diferentes velocidades y posiciones con las que entraban y
salían de ella.
“¡Sí que puede!” gritó mentalmente.
-
¡Anthony! – gritó, apretándose mitas voluntaria
mitad involuntariamente contra él cuando sintió que eran sus labios los que
estaban justo en su centro.
“Vamos bien” pensó pagado de sí mismo al escuchar y sentir
la reacción de Zhetta mientras la besaba la primera vez.
Sin embargo, eso solo habían sido unos besos de
presentación. Lo que realmente importaba y buscaba él era averiguar si Zhetta
sabía a melocotón y por eso, dio paso a que fuera su lengua quien lo
descubriera.
Una lengua que se volvió salvaje, malvada y maliciosa al
entrar en contacto con Zhetta además de curiosa pues no dejó ningún rincón sin
explorar.
-
Oh Zhetta Zhetta, sabes a melocotón – comentaba
sin cesar Anthony maravillado antes de volver al ataque, estimulado por los
movimientos de Zhetta; quien no sabía qué hacer o qué decir aparte de gemir y
llamar a Anthony sin cesar o de arrancar todas las briznas y flores a su
alrededor.
El doloroso pinchazo (más que ningún otro de los que había
sentido en su vida le hizo) de su entrepierna y el mínimo movimiento que sus
pantalones permitieron a su pene, le recordaron a Anthony que no todos había
participado en la expedición.
Por eso, un Anthony resuelto y medio borracho de placer se
incorporó y llevó sus manos directamente a sus pantalones para poner fin a tan
espantosa a la par que placentera tortura.
No sin poco esfuerzo debido a sus temblorosas manos de
desabrochó el cinturón y cuando iba a hacer lo mismo con el botón y la
cremallera de su pantalón…
-
No – dijo, con la voz ronca.
Volvió a la realidad. Más bien aterrizó en ella y no de muy
buena manera.
-
No – repitió más alto. - ¡No! – exclamó, provocando que Zhetta
abriera los ojos y mirase a todos lados a la par que parpadeaba para recordar
dónde estaban.
-
¿Qué? – preguntó con ella sin entender muy bien.
-
No – volvió a decir él, mirándola a los ojos. –
Esto – dijo, señalándose. – No está bien – dijo, poniéndose en pie y alejándose
al menos quince pasos de ella.
-
Creo… - titubeó. – Creo que es momento de
regresar a casa – añadió titubeante y nada convencido de sus palabras. – Yo… yo voy a dejar que te
vistas – añadió. – Vuelvo en un momento – aclaró antes de salir corriendo como
alma que lleva el diablo hacia la espesura del bosque ante la expresión
insondable del rostro de Zhetta.
Misma expresión que reapareció en su rostro apenas diez
minutos después; que fue el tiempo exacto en que Anthony tardó en
aparecer…completamente empapado.
-
¿Lista? – le preguntó a una Zhetta boquiabierta.
– Vamos – dijo, antes de montarse y subirse en el caballo.
Para el camino de vuelta, la pareja intercambió posiciones y
esta vez, Zhetta iba detrás. También por expreso deseo de Anthony.
Un Anthony en exceso maleducado y brisco con Zhetta, a quien
no ayudó a subir al caballo y a quien no le consintió que se abrazara a él para
ir más segura.
Sin embargo, este cambio de actitud obedecía a dos motivos
principales: la estupidez, pues debió haber hecho caso a Zhetta cuando les
sugirió llevar a Beeps con ellos y sobre todo, la falta de confianza en sí
mismo en que si Zhetta le tocaba nuevamente llegaría sana, salva y lo más
importante de todo, virgen, a casa.
Porque si. Era virgen pese a tener veintiséis años y a estar
rodeada de hombres todo el tiempo.
Lo descubrió por la reacción y el gesto de su rostro cuando
introdujo los dedos entre sus pliegues para comprobar si estaba igual de húmeda
y lista que él.
Ahí lo supo.
Y un instinto férreo animal de posesividad, el cual
desconocía poseer se apoderó de él y le clamó e imploró que la tomara ahí mismo
como fuera a la par que su sentido común y raciocinio le dijeron que ese no era
el lugar indicado para hacer el amor con una mujer su primera vez. Por muy
rural o mucho que le gustara el campo, como en el caso de Zhetta.
Su parte buena ganó y
por eso, se detuvo justo en el momento crítico. Siendo necesario desaparecer
inmediatamente para autosatisfacerse y darse un baño helado de agua que cortara
de raíz cualquier tipo de impulso o pensamiento de tipo erótico, sexual o
animal.
Objetivo conseguido hasta que la vio nuevamente; aunque
estuviera vestida y completamente vestida en esa ocasión.
Por todo ello, Anthony estaba convencido de que si no la
miraba, no la tocaba, no la prestaba atención, la ignoraba a propósito y era
maleducado con ella podría superar este mal trago y la nueva erección que
estaba comenzando a desarrollarse no llegaría a estar nunca en su total
esplendor.
En teoría, el camino de regreso era exactamente el mismo que
el de vuelta.
No obstante, era tanta la tensión que se palpaba encima del
animal que a ambos les pareció que tardaron el triple que al irse, pese a que
el caballo iba a trote ligero.
De hecho, en cuanto Zhetta vio su casa intentó bajarse del
caballo. Ese fue el único momento en todo el camino en que Anthony la agarró. Y
no precisamente de manera amistosa.
Su pensamiento se resumía en la siguiente frase: “Saliste de
mi casa conmigo y conmigo volverás”
Por este motivo, en cuanto ambos estuvieron en el interior
del mismo descendieron de un salto y sin mirarse:
-
Adiós – dijo Zhetta enfadada abriendo la puerta
-
Espera Zhetta – la llamó él, provocando que se
girase en su dirección
-
¿Qué? – le preguntó de forma brusca ella.
-
Te olvidas la cesta – añadió, entregándosela.
Y Zhetta se marchó de allí dado grandes zancadas y con un
enorme portazo.
“Menos mal” pensó.
Sin embargo, parecía que Anthony no conocía muy bien a
Zhetta porque ésta enseguida regresó sobre sus pasos de la misma manera que se
marchó, deteniéndose solo un paso frente a él y saltándole para que la cogiera
al vuelo, antes de comenzar a besarle.
-
Tú me deseas – explicó lo obvio.
-
¡Claro que te deseo! – gruñó él, al comprobar que ahora gracias al beso la
erección se había desarrollado por completo.
-
¿Se te ha pasado por la cabeza que antes en el
bosque yo quería lo mismo que tú? – le preguntó enfadada.
-
¿Cómo dices? – preguntó.
Zhetta se soltó de su abrazo y le
dijo:
-
Que yo también te deseo ¡idiota! – exclamó.
-
¡No puedes desearme! – exclamó él a su vez. – Lo
que hicimos en el bosque estuvo mal – explicó.
-
Y tanto que estuvo mal – repitió ella. - ¡Me
dejaste a medias! – exclamó, acusándole.
-
¿Qué? – le preguntó, sorprendídisimo por la
revelación.
-
Que me dejaste a medias – repitió ella ante su
incredulidad. – Te lo voy a decir de una forma tan soez y clara que hasta tú lo
vas a entender: Mi vagina deseaba a tu pene y te quería dentro de mí – dijo. –
Quiero – rectificó.
-
¿Ahora? – preguntó.
-
Ahora – asintió. – Y sé que tú también – añadió,
tocándole la entrepierna perfectamente distinguible a través de los pantalones.
-
No sabes lo que dices – dijo él, apartándole la
mano.
-
No es una palabra de más de tres sílabas Anthony
– le respondió desafiante. – Sé lo que quiero y lo que hago – añadió.
-
¿Quieres acostarte conmigo? – le preguntó él,
encantado con la idea.
-
Sí, quiero – le respondió asintiendo.
-
Tus deseos son órdenes para mí – dijo, apoderándose
de su boca de un mordisco y volviendo a besarla de forma tan apasionada que
fueron chocándose contra las paredes mientras uno y otro se desabrochaban
sendas y respectivas camisas; permitiendo por fin a Zhetta ver y tocar los
abdominales de Anthony perfectamente marcados y a Anthony comprobar que Zhetta
no llevaba ropa interior:
-
Creía que te habías vestido – le dijo, burlón
entre beso y beso.
-
Me gusta que no tengas el pelos en el pecho – le
respondió ella entre beso y beso.
-
Vámonos – dijo él tirando de ella.
-
¿Adónde? – preguntó ella sin comprender.
-
A la cama – dijo con voz ronca. – De donde no
vamos a salir en mucho mucho tiempo – añadió, volviéndola a besar y tocándole
los pezones de los senos.
-
¿Por qué no lo hacemos aquí? – preguntó, mirando
a su alrededor.
-
¿Aquí? – preguntó horrorizado. - ¿En el establo?
– añadió. – De eso nada – negó vehemente, tapándole los pechos abrochándole un
único botón de la camisa.
-
¿Dónde está tu cama? – le preguntó.
-
En mi habitación – respondió él. Y solo entonces
se dio cuenta de que su habitación era la más grande de toda la casa pero
también era la más lejana.
“¡Maldición!” pensó.
-
Siempre podemos usar otra cama – dijo retomando
la marcha.
-
¿Y dejar que tu cochero nos descubra? – le preguntó
ella horrorizada ahora. – Podemos hacerlo aquí – repitió. – Claro, si tu
trasero de ciudad no es lo bastante reproducente y capaz de aguantar el hacer
el amor sobre paja… - dejó caer.
-
Mi trasero de ciudad es perfectamente
resistente, muchas gracias por preocuparte por ello de todas formas – le replicó
mordaz. – Yo lo digo por ti, porque quiero que tu primera vez sea algo que te duela
cuanto menos posible, algo para lo cual creo que debes estar en un lugar donde
te sientas cómoda – le explicó, acariciándole la cara.
-
Soy una chica de campo – le informó. - ¿Dónde estaré
más cómoda que en un establo sin caballos? – le preguntó.
-
Como desees entonces – claudicó, nuevamente
hambriento de ella, desabrochándole de nuevo la camisa al mismo tiempo que ella
la de él.
-
Ven aquí – dijo, tirando de ella y sentándola
encima de la manta sacada de la cesta. – Quítate las botas – le ordenó.
-
Tú también – replicó ella.
-
Los dos a la vez entonces – dijo, sentándose a
su lado.
Zhetta aprovechó esta coyuntura
favorable para girarse en su dirección y desabrocharle los pantalones.
-
¿Qué haces? – le preguntó, intentando apartarle
la mano.
-
Tú me has visto primero desnuda – le informó y
acusó, no sin cierto tono acusador. – Y me has probado – añadió. – Es mi turno,
jefe – concluyó; provocando una sonrisa en él.
Por este motivo, Zhetta se colocó de rodillas delante de él
y se dejó hacer.
Había menospreciado a Zhetta y a su virginidad, eso desde
luego. Porque algo tan cotidiano como bajar unos pantalones y unos calzones
masculinos los convirtió en una auténtica tortura y un delirio para sus
sentidos.
Hasta que al fin quedó libre de ellos.
Anthony esperaba cualquier tipo de reacción o comentario de
Zhetta acerca de su pene. No por ego masculino como podría parecer a simple
vista, sino porque le habían dicho que estaba bien dotado. Algo que por otra parte,
él no había tenido interés en contrastar directamente. Pero, las pocas mujeres
con las que se había acostado en su vida sí que se lo habían comentado.
Zhetta en cambio no.
-
¿Y bien? – le preguntó. - ¿No sigues? – añadió, apremiándole
porque estaba empezando a quedarse sin resistencia.
-
¿Qué quieres decir con bien? – le preguntó ella.
– No es la primera vez que veo un pene, Anthony – añadió. - Los caballos la
tienen más grande – concluyó.
-
Y ya voy… don prisas – dijo, toándole la punta
del pene. Hecho por el cual éste pareció cobrar vida y Anthony siseó.
Zhetta se sintió poderosa a la par que curiosa, y tal y como
Louise le había indicado comenzó a pasar su mano sobre él; haciéndole
cosquillas (y provocándole también algo más). No obstante, la gota que colmó el
vaso de su resistencia y su paciencia fue cuando le tocó las bolas y se las
apretó. Anthony sintió un dolor como nunca hasta entonces y supo que estaba a
punto de irse. Irse y no dentro de Zhetta.
De ninguna de las maneras.
De forma brusca y hasta casi podría decirse violenta, volvió
a colocarse sobre Zhetta y casi con la misma premura con la que se deshizo de
la camisa le sacó los pantalones y le rompió los calzones bombachos en el
camino.
Por segunda vez saboreó todo su centro y supo que ella
estaba casi tan húmeda y a punto de irse como él. No obstante, debía conseguir que lubricara algo más y por ello, durante un
par de minutos introdujo uno y dos dedos de su mano lentamente primero, para ir
incrementando la velocidad después.
Zhetta vibraba y creía revivir una y otra vez con el tacto y
los dedos de Anthony mientras le gritaba una y otra vez que quería más pues le
dolían los pechos y sentía un cosquilleo en el bajo vientre placentero pero le
daba la sensación de que había algo que faltaba.
Repentinamente, Anthony se detuvo y se sentó, sentándole a
su vez a ella sobre sus rodillas:
-
No me aguanto más, Zhetta y voy a penetrarte –
le informó. – Intentaré ser lo más cuidadoso posible pero no tengo mucha
exèriencia con mujeres – confesó.
-
Seguro que más que yo – le dijo ella, acariciándole
la cara mientras le sonreía para tranquilizarlo, pues lo veía aún más nervioso
que ella.
-
Sé que te va a doler – le advirtió. – Pero te
juro que será muy poco tiempo – aseguró. – Luego ya todo se pasa – aclaró.
-
Anthony – le dijo ella, agarrándole la cara para
que le mirase. – Hazlo – le ordenó.
-
Como desees – replicó él, abriéndole las piernas
y entrando en ella con una embestida leve y no completa.
-
¡Oh! – gritó Zhetta de forma ahogada ante la indescriptible
sensación sentida. – No ha estado mal jefe – le informó.
Anthony volvió a entrar en ella y
bien fuera por el continuo ejercicio físico all que sometía a su cuerpo, por
montar a Beeps a horcajadas, tal y como la tenía sentada sobre el en este
momento o por cualquier otro motivo desconocido para su mente, solo tardó varias
veces más en acomodarlo en su interior.
¿Cómo lo supo?
Porque lo abrazó con las piernas
en su espalda y desde ese momento fue ella quien cons sus movimientos fue
guiándole en sus embestidas mientras ambos gritaban sus respectivos nombres
como locos; presas del frenesí.
Lamentablemente, eran tantas las
ganas que se tenían y lo estimulados que habían llegado en sus juegos preliminares
que tardaron muy poco tiempo en comenzar a tener los primeros síntomas de un
orgasmo.
Orgasmo coetáneo que les llegó al
mismo tiempo pero que fue acallado en sus bocas.
Sin duda que no había sido la vez
que más tiempo había durado haciendo el
amor con una mujer para Anthony, pero sí
que había sido la más intensa.
“Y la más sentimental” añadió
mentalmente mientras Zhetta yacía con los ojos cerrados sobre él y éste aprovechó
para tomarle la mano y que se la posara sobre su pecho. “Tengo a la mujer que amo feliz y descansando
junto a mí. Podría morir tranquilo ahora mismo” pensó mientras cerraba los
ojos.
Y así, agotados y exhaustos ambos
echaron una cabezadita.
-
Zhetta – le llamó Anthony, sacudiéndola
ligeramente.
-
¿Mmmm? – le preguntó ella adormilada, rebuznando
por los labios con la cabeza alzada antes de volver a posarla sobre el pecho
desnudo de él.
-
Zhetta – volvió a llamarla él de la misma manera
y entre susurros. – Levántate – le ordenó. – Tenemos que irnos – añadió.
-
¿Adónde? – le preguntó ella, algo más despierta.
-
A la cama – dijo besándole la nariz. Y ante la
expresión picara que ella le dedicó, aclaró: - A dormir –
Zhetta puso expresión
desilusionada, hasta que una idea le rondó la cabeza:
-
Señor investive, tengo un nuevo reto para usted –
le anunció.
-
¿Un reto? – peguntó él curioso levantando la
ceja y besándola suavemente en los
labios. - ¿Qué tipo de reto? – quiso saber.
-
Le reto a que no es capaz de pasar la noche aquí
conmigo durmiendo desnudo en el establo conmigo – le explicó ella.
-
Un reto interesante sin duda – respondió él. -
¿Y cuál sería la recompensa a obtener? – le preguntó con tono de voz seductor.
-
Um… no sé – dijo pensativa volviéndole a besar y
sintiéndose poderosa al volver a sentir cómo cierta parte de la anatomía de
Anthony se despertaba ante el mero roce de sus dedos por sus pezones. – Pero estoy
segura de que tendrá sabor a melocotones – le informó.
-
Acepto el reto – dijo, colocándose sobre ella
antes de volver a besarla con la certeza de que iba a dormir muy poco esa noche
y de que el melocotón si duda s había convertido desde ese día en su fruta
favorita.
bueno bueno bueno la mandibula anda dios sabe donde xq la he perdido xq se me ha descolgado de la cara los ojos desorbitados completamente y x fin majos ya era hora q... he esperado este momento dios sabe cuanto jaja y zhetta te hago la ola un monumento lo q tu quieras chata entre las patadas q les das al diccionario xq el momentazo penetrar con tus hermanos ha sido buenisimo y la reaccion del otro penetrar a mis hermanos¿?¿?¿ q ti coño a ti jaja ais no me he reido mas con eso xq no jaja y cuando la ha dejado a medias en el bosque es q me he quedado en plan no me jodas thon thon no me jodas q me has dejado a mi y a zhetta a medias es q me he sentido zhetta y el momento baño de agua fria ha sido tremendo jaja me meo y bueno cuando han ido a caballo al bosque es q mi pensamiento ha sido en plan dios la q se va a liar como asi ha sido ha sido en plan como se ha retorcido en plan niña del exorcista para besarlo xq no me lo explico y q apropiado para la apoteosis final xq ha sido en plan bua chaval de los ojos asi: O.O no daba credito a lo q estaba leyendo xq uff sin palabras y el reto final me ha molado mucho el x zhetta zhetta es un babeante bobo babuino y mata x ella jajaj y romper una lanza en favor de thon thon si dar un beso a zhetta cada vez va a tu casa o la ves es costumbre yo tambn quiero eee me mola esa forma efusiva de hacer happy a la gente o x lo menos a mi me harias muuu happy si cada vez q te veo me recibes de esa forma xq voy a verte todos los dias para el beso diario jaja y montar una agencia de investives yo creo q si la montas ella seria sherlock y tu watson xq ella te gana de calle jajaj y bueno esta torpe declaracion chapucera no tiene precio y para todo lo demas mastecard jajaj en fin el capi bua chaval sublime se magnifique è bellisimo coño ya era hora jaja
ResponderEliminarpd: que se me olvidaba thon thon me parece chupilerendi q quieras a zhetta pero majo no le rompas la ropa xq cuesta mucha pasta comprarla y coserla xq como se nota que tu no coses la ropa (entendiendo coser en su acepcion y no en la erotico-festiva) xD
EliminarA ver por alusiones...
ResponderEliminarYo avisé desde el principio que iba a ser hottie... estaba bajo vuestra responsabilidad leerlo o no; así que a mí no me culpeis de vuestras reacciones corporales varias al leerlo.
Por otra parte ¿que son esas palabras malsonantes en los comentarios señorita ristori?? No son propias ni de ladies ni de señoritas... son muy Zhettacienses por otra parte...
Y volviendo a lo de antes, también avisé de que esta escena hottie iba a ser diferente.
Sobre todo por el carácter de ambos personajes ya que ni Anthony es William, Henry, Jeremy o Andrew ni Zhetta es Lops, Sarah Parker, Verónica o Patrice (las otras parejas de las que tengo escritas las escenas hotties) y como cada pareja es un mundo...
Si prestais atención al título de capítulo se titula la rendición de Anthony y es una rendición en todos los sentidos de la palabra... Mi intención por otra parte era hacerlo un poco salvaje y muy intenso sin perder visos cómicos o algo de romanticismo. Y sobre todo tenía que ser muy rural; de ahí que el lugar escogido fuera un establo.
Espero que lo hayais disfrutado, que hayais pensado mucho en melocotones y sobre todo, si lo veis excesivamente gráfico, pasional o intenso no me echeis la cualpa a mí, echadsela al reggeaton:
Sí, sí. Al reggeaton porque justo cuando empecé a escribir esta escena hace ya varios días me salió una canción de este estilo de música y mis dedos comenzaron a teclear muy deprisa... Así que, las quejas a ellos.
PD; Os dejo la canción por si habéis sentido curiosidad pero obviamente no formará parte de la BSO de esta historia... ¿o sí? xD
http://www.youtube.com/watch?v=8aZptqwv3CQ
milady laurel como no usar esos vocablos tan malsonantes pero aun asi recogidos en la RAE para describir ciertos aspectos del capitulo!! es q me salieron solos xq indignada como zhetta me halle cuando la dejo a medias para ir a darse una o mejor dicho bañarse en agua helada para evitar cosas y/o acciones jaja y... seguro q le echas la culpa al reaggeton¿?¿?¿ seguro¿?¿?¿?¿? noooo yo creo q nooo tu y tu mente hottie incitadora q nos indujo a mi x lo menos a tener esas reacciones corporales como mis ojos desorbitados y mi mandibula dios sabe donde andara al leer semejamte capitulazo q me dejo asi melosa y con ganas de mimos x parte masculina jajaj pero si un gran capi de hecho cuando me dormi aun me seguia riendo jaja
Eliminarsi si, la culpa es del reggaeton y de los rentes family; pues solo con ellos comencé a teclear el final de la escena. Antes solo había llegado a cuando la dejaba a medias...
EliminarVuelvo a repetir.... "penetrar" XDXD cuando he visto esto me he desternillado, ha sido como.... NO ha dicho eso!!! Jajajajajaja Me ha parecido muuuuyyy mal que la dejara a medias y se fuera a satisfacerse a solas, eh??? Encima vuelve y la trata como el culo, Thon eso no se hace!!!! Pero me ha encantado Zhetta en plan indignada, yo habria hecho lo mismo!!! Que es eso de dejarla a medias???? Hombreeee ya.... jajaja De los momentos me quedo cuando Thon se le declara, que la mi pobre se pensaba que no le gustaba de verdad.... :( y su declaracion es muy bonita :) Y el momento basto de: te lo voy a decir bien claro majete, por las dudas, te quiero dentro de mi YA!! XD Luego el momento sexo, esta bien, pero te he leido cosas mucho mejores, aun asi me ha gustado :) Y siento confesar que, aunque soy una hottie, normalmente estas escenas no me suelen poner hottie :P me ponen melosa y romantica perdida :)
ResponderEliminarthon niño malo eso no se hace es lo q te ha faltado jajaja y si opino igual q eso de dejarla a medias me ha dolido hasta a mi pero el momentazo pajar bua superadisimo!! y laurell q se me olvidaba xq has puesto a willy willy aaaais q me lo como madre q lindo ñam ñam el 1º diciendo q no es thon thon¿?¿?¡ ee di anda anda con argumentacion valida!! aunq... eso es xq mi willy willy lo peta alla donde va y es q es como para no!!! q te gusta mi willy willy q lo se yo jajaja me da en la nariz jajaja
Eliminarvamos a ver con los significados literales de las palabras... disfrutar leyendo el capítulo y la multitud de situaciones que ocurren en él, no que las escenas hotties que haya en él os pongan cerdacas perdidas...
EliminarOtra aclaración yo NO soy escritora erótica, así que sé de sobra mis limitaciones en cuanto a la hora de escenificar escenas de sexo..
y repito lo avisado, que iba a ser diferente...
Y en cuanto a lo de que he puesto a William como el primero en las comparaciones es porque es el único del cual os habéis leído también su escena hottie con Penélope...
Y claro que le tengo cariño a William, es mi primer nene literario =)
Oye.... eso díselo a Car, que yo he comentado el capítulo en su totalidad :P como digo yo no me pongo con estas cosas, no es lo que busco en estos libros, para mi es un momento de romance y de cosas bonitas y como digo también lo que más me ha gustado es la declaración de Thon :)
Eliminareeee yo tambn he pensado en cosas bonitas q mi sonrisa bobalicona ha estado ahi presente eee pero claaaro mi mente de hottie es la q ha salido a la luz!! xD
Eliminarjajaja Anthony esperaba halagos de su p... y Zhetta le contesta "Los caballos la tienen más grande" jajajaj
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