¡Toc, toc, toc!
La primera vez que golpearon a la puerta, Anthony pensó que
estaba soñando así que, no le prestó atención. Su visitante ya pasaría sin
llamar.
¡Toc, toc, toc!
La segunda vez que golpearon a su puerta no consiguieron
despertarlo totalmente pero sí lo suficiente como para que se quejase a media
voz diciendo:
-
Es domingo -.
La tercera vez que golpearon consiguieron despertarlo del
todo.
Obviamente no podía ser otra persona que su cochero; quien
por alguna razón desconocida había decidido levantarse temprano y había
decidido gastarle una broma pesada y aplicarle el mismo rasero.
“Estúpido” se quejó. “¿Es que acaso no recuerda que no tengo
un buen despertar?” pensó gruñendo antes de sacar su brazo útil por entre la
tonelada de mantas y buscar a tientas algo que tirarle para espantarle y
conseguir que se le quitaran las ganas de hacer el tonto a esas horas de la
mañana.
Lo único que encontró en el suelo fueron sus botas.
Justo lo que necestitaba.
La agarró y apretó con la mano y la lanzó con fuerza en
dirección a la puerta.
Creyó que no llegaría porque había realizado el lanzamiento
con los ojos cerrados pero, para su sorpresa descubrió tener más fuerza de la
creía y sonrió satisfecho al escuchar como impactaba contra ella. Después
volvió a meter el brazo bajo las mantas, se dio media vuelta, apretó los ojos
con fuerza e intentó dormirse otra vez.
Intentó, que no
consiguió.
En parte porque su cochero no se había dado por vencido y
continuaba aporreando la puerta y en parte porque había conseguido desvelarle.
Lo cierto es que ya cuando oyó los primero golpes en la puerta su mente se
había puesto en funcionamiento.
-
Hora de levantarse, Thon – se dijo a sí mismo
mientras bostezaba, se quitaba las legañas, abrió los ojos y se quedó mirando
fijamente al techo blanco.
Le parecía increíble que ya hubiesen pasado ya tres semanas
y que por tanto, en poco más de una semana tuvieran que marcharse del
pueblo.
No había hecho amigos, pero tampoco el objetivo de su viaje
había sido ese, por lo tanto no le preocupó. Lo cierto era que podía regresar a
casa con la satisfacción del trabajo recién cumplido pues ya había conocido a
todas las personas a cargo del pequeño marquesado y estaba al tanto del estado
de las cuentas actuales del mismo así que no le resultaría nada extraño o
desconocido ninguno de los asuntos referentes al mismo cuando fuese su turno
para hacerse cargo del ducado.
Quizás no hubiera trabado amistad con ninguna de las
personas del pueblo pero sí que había cosas que iba a echar de menos. Esta cama
por ejemplo. Hasta lo de ahora la única que había conseguido que quisiera estar
todo un día sin hacer nada salvo estar arropado bajo sus numerosas mantas.
O quizás es que se había acostumbrado demasiado bien y
demasiado pronto a no hacer gran cosa durante el día, que era básicamente lo
que significaban las vacaciones.
¿Ya está? ¿Solamente iba a echar de menos la cama?
Obviamente no, también le molestaba el tener que abandonar
Clun apenas iniciada la primavera y sin ver la vegetación de los numerosos
árboles que tenía el lugar en pleno esplendor mientras caminaba por su pocas
calles.
Y sí, ¿por qué no?
Echaría de menos a Zhetta.
Lo cierto es que en muy poco tiempo esa extraordinaria y
poco corriente mujer se había ganado su simpatía por su carácter. Era diferente
al resto de mujeres que él había conocido en Londres. Y estaba seguro de que si
la enfrentabas contra Rosamund, Zhetta ganaría sin duda. Eso le gustaba mucho y
le hacía ganar enteros a sus ojos.
Así que sí, la echaría algo de menos pero solo a su carácter.
No a su persona, por supuesto.
Echaría de menos las situaciones disparatadas que
seguramente viviría con ella si se quedara más tiempo allí. Pero eso era ya un
imposible. Con suerte y si su amiguito Marcus le dejaba suficiente tiempo libre
para estar sola podrían tener una última conversación y una nueva pelea, pero
nada más.
Además, ni siquiera se había fijado en ella como mujer
físicamente.
“¿Mujeres Thon?” se preguntó.
Definitivamente sí, era hora de levantarse y comenzar a
realizar tareas con las que distraer y ocupar su mente de pensamientos absurdos
y disparatados
¿Mujeres?
¿Desde cuándo pensaba él en mujeres?
¡Toc, toc, toc!
“¡Qué pesado!” exclamó mentalmente mientras se desperezaba y
bostezaba, aunque no sabía muy bien por qué lo hacía. Supuso que como una
acción automática porque no estaba ni entumecido ni cansado. Al contrario, se
encontraba perfectamente descansado y lleno de energía. Como si hubiera estado
durmiendo un día entero.
Lo cual era un imposible ya que, por muy mágica y seductora
que fuera su cama del pueblo él no se quedaba durmiendo hasta tarde. Al
contrario, tenía el horario de Bow Street grabado en la sangre. Por eso,
siempre se levantaba rayando el alba sin importar el tiempo atmosférico o
climatológico que hiciese en la calle.
La única excepción y por culpa de la cama se había producido
en Clun. Pero aún así, nunca eran más tarde de las nueve (quizás las nueve y
cinco)
De ahí su cara de incredulidad cuando miró el reloj y vio la
hora que éste marcaba.
Era total, rotunda y absolutamente imposible que fuese cerca
de la una del mediodía.
No.
Ese reloj debía estar roto.
No podía ser la hora que marcaba.
Nunca en su vida se había levantado tan tarde.
Ni siquiera en las pocas veces que se había emborrachado de
ido de juerga en su juventud lo había hecho.
Ni siquiera cuando había estado enfermo y con fiebre.
Y no quería retrotraerse hasta su época de bebé porque no la
recordaba con plenitud. Pero seguramente y dado su carácter madrugador, tampoco
a esa edad se hubiera levantado tan tarde.
De repente sí que era perfectamente razonable la insistencia
de las llamadas a la puerta del cochero ¡Debía estar muy extrañado y preocupado
por él!.
Se levantó de un brinco de la cama y salió corriendo a abrir
la puerta de su habitación para quitarle la preocupación. Abrió la puerta de
golpe y…
Tras ella no había nadie.
Si no había sido el cochero el de las llamadas a su puerta
entonces ¿quién había sido?
¿Cómo había entrado en su casa?
Agarró un atizador que había junto a su puerta (del cual no
recordaba cómo o cuándo lo había depositado allí) y con él en la mano, salió al
pasillo dispuesto a enfrentarse al visitante no invitado.
¡Toc, toc, toc! Volvió a escuchar.
Esos golpes provenían de la puerta principal de la casa y
con toda seguridad era lo que había estado escuchando todo el tiempo. Sobre
todo desde que descubrió que su cochero en ningún momento se había preocupado
por su salud o su bienestar. Al contrario, dormía plácidamente y roncaba como
un cerdo completamente estirado en el sofá de su salón; lo cual le recordó
nuevamente a Anthony que le ordenaría a su padre que lo despidiera en cuanto
llegaran a Londres; por vago.
¡Toc, toc, toc!
No podía culpar ni preguntarse quién podría ser o cuál
podría ser el motivo por el cual le visitaban dadas las horas que eran del día.
Lo que sí que pudo concluir debido a la continuidad e insistencia de sus
llamadas era que tenía muchas ganas (por no llamarle impaciente) de visitarle.
Sonrió mientras se dirigía a abrir la puerta en respuesta a
nuevos golpes en ella mientras pensaba que debería tachar de su lista de tareas
a realizar en Clun la de ejercer como un buen anfitrión…
-
No abre – dijo el padre Thadeus.
-
¿Y si le ha pasado algo al jefe? – preguntó Kirk
angustiado mientras le temblaba el vaso de agua que había traído para él en las
manos.
-
Es obvio que le ha pasado algo – dijo el
alcalde. – Si no haría mucho tiempo que nos habría abierto la puerta – añadió,
señalando lo obvio.
-
¿Y si se ha muerto? – preguntó Kirk aún más
angustiado que antes.
-
Pues que le daremos los últimos sacramentos –
respondió el padre Thadeus. – Aunque hoy no haya ido a misa – apostilló con
evidente disgusto ante la falta de fe del hijo del marqués.
-
Para darle los últimos sacramentos primero
tendríamos que entrar dentro – replicó el alcalde. -¿Qué se hace en estos
casos? – preguntó mirando directamente a Kirk.
-
¿Yo? – se preguntó sorprendido y asustado,
señalándose. – Esto… - dijo, rascándose
la frente. – Haceos a un lado – ordenó recuperando la pose y la actitud
chulesca dando el vaso con agua al alcalde. – Voy a echar la puerta abajo –
añadió mirando directamente a Zhetta para intentar ganarse su admiración.
-
¿Estás seguro? – le preguntó el alcalde
observando atentamente su “espectacular” físico, con serias dudas acerca de su
capacidad para echar la puerta abajo.
-
Completamente – dijo firme. – Todo sea por el
jefe – añadió, guiñándole un ojo a Zhetta; quien puso cara de asco como gesto
de respuesta.
-
¿No habéis pensado en que pueda estar dormido? –
preguntó ahora Zhetta para evitar que Kirk se destrozase el cuerpo de forma
voluntaria porque iba a ser incapaz de echar la puerta abajo por sí solo.
-
¿En domingo? – preguntó horrorizado el padre Thadeus.
- ¿Sin ir a misa? – añadió, aún más horrorizado y escandalizado ante la
posibilidad de que fuese ateo. O peor aún, católico romano.
-
¿Por qué no? – preguntó Zhetta. – Nadie sabe qué
hizo después de la visita al pueblo – añadió.
“Visita en la que me dejó
plantada después de insistir una y otra vez en que quería acompa…ocampa… venir
conmigo” se recordó furiosa mentalmente mientras apretaba los puños. Y se
preguntaba quién entendía y comprendía bien a este hombre tan extraño porque
ella no desde luego.
Por otra parte, estaba segura de
que se había quedado dormido ya que hoy no había colo…loco… situado el
apara…arapa… cachi…cicha… la cosa esa rara que él tenía, junto a la ventana
para poder qué hacía ella en su casa.
¿Qué creía?
¿Qué no se había dado cuenta?
¡Habría que ser tonto y estar ciego para no verlo!
Por eso, había disfru…dusfri… se la había pasado en grande
actuando de forma rara para que la viera cuanto menos posible en estas últimas
semanas.
Se había ensu…unse… se había puesto las ropas perdidas y eso
le había gustado mucho. También había descu…dusce… se había dado cuenta de lo
flexible que era y sobre todo, se había reído de lo lindo del vecino y sobre
todo, de las teorías que pofía haber pensado sobre ella al no verla casi en
ningún momento por el día y tendiendo la ropa por las noches.
Hubiera pagado por verlo.
Kirk se distanció unos diez pasos de la puerta; una
distancia más que suficiente para coger carrerilla y adquirir fuerza para echar
la fuerza abajo con el hombro.
Suspiró antes de iniciar su carrera y cuando faltaban tres
pasos para alcanzar su meta personal con la que impresionar a Zhetta, la puerta
se abrió de repente y el se frenó tan en seco que acabó de bruces en el suelo;
nuevamente ante los pies (descalzos en este caso) de su jefe.
Cuando Anthony abrió la puerta se sorprendió
considerablemente al ver la multitud que acampaba ante su puerta. Se sorprendió
tanto que, decidió guardar el atizador detrás de la puerta lentamente sin dejar
de mirar a ninguno de los presentes mientras lo hacía.
“¿Qué demonios hacen frente a mi puerta de reunión el cura,
el alcalde y el policía?” se preguntó.
¿Sería posible que realmente no hubiera despertado todavía?
En tal caso ¿por qué se soñaba justamente con esas personas?
Cierto que quedó bastante impactado por todas ellas cuando las conoció ayer
pero… ¿no tenía temas o personas más interesantes para protagonizar sus sueños?
Apoyó la cabeza contra el marco de la puerta, cansado por el
trayecto hasta la puerta apretando con fuerza los ojos mientras rezaba para que
cuando los abriera todo fuera un sueño y estas personas hubieran desaparecido.
-
Buenos días jefe – dijo Kirk – incorporado
ya y ofreciéndole el vaso de agua que le
había traído expresamente para él.
-
No soy tu jefe – le respondió enseguida Anthony
con voz ronca, aunque sí que cogió el vaso de forma instintiva y se bebió el
contenido.
En realidad no se lo bebió porque en cuanto fue consciente
de lo que acababa de hacer escupió el contenido junto a sus pies, salpicándose
en los calzones largos que utilizaba para dormir. Parecía quera agua, aunque
nunca sabía…
Y como no se fiaba del todo de los habitantes de Clun
después de la broma del tenderito, decidió escupirla sin remordimientos.
-
¿Lo veis? – preguntó Zhetta cruzándose de
brazos - Os lo dije – añadió,
recreándose en el regodeo frente a los hombre por el hecho de haber resultado
más lista que ellos, aunque intentó que no se le notara mucho en la expresión
de la cara (Otra cosa era su interior, donde estaba dando saltos de alegría)
Anthony creía que el vaso de agua le había terminado de
despejar pero al parecer se equivocaba porque la mujer presente en la escena y
de la cual había sido consciente desde el principio y que no podía ser otra que
Colette Biggle; la mujer del alcalde, por asociación había realizado una dieta
milagrosa durante la noche que le había
funcionado a la perfección. Tan bien le había funcionado de hecho que había
perdido el volumen y el peso correspondiente a cinco mujeres de complexión normal
hasta adquirir ella misma una silueta… ¡Menuda silueta!
Incluso podría decirse que… ¿era una mujer deseable?
Eso había pensado hasta que escuchó la voz de la dama.
Entonces sí que se despertó del todo.
No solo porque abrió los ojos hasta que casi se le salieron
de las órbitas y se despejó los mechones que caían sobre su frente, no. Lo que
realmente le convenció de la identidad de la mujer y despejó cualquier tipo de
duda o pensamiento erróneo acerca de que la identidad de la señora no se
correspondía con la de la señora alcaldesa fue la sonrisa de autosuficiencia y
degustación de victoria que ésta le dedicó.
¡Zhetta!
¡Madre mía!
¿Quién iba a pensar que debajo de aquellas ropas viejas de
hombre se escondía semejante mujer?
Y ¡qué mujer!
El vestido redondo violeta claro de lo que parecía ser terciopelo
con los volantes de las mangas y del escote en forma de cuello de bardo en gasa
en color negro se le ajustaba a la perfección y revelaba curvas que hasta ahora
había sabido cómo esconder muy bien. Además llevaba un sombrero de raso violeta
y negro inclinado hacia el lado izquierdo con tres bucles y que estaba coronado
por un penacho de plumas blancas. No estaba muy seguro pero, le parecía que
debajo del mismo llevaba puesto un cornette (una de las prendas femeninas más
inútiles de todas, en su opinión) de tul muy fino.
Al mirar hacia abajo, se sorprendió nuevamente (aunque no
debió hacerlo) al descubrir que en vez de llevar zapatos, aunque fueran de
caminar, llevaba botas de piel perfectamente visibles gracias al largo de su
vestido. Sonrió ante tan inesperado e inadecuado calzado en ciudad pero
perfectamente comprensible y útil en el campo estando en a finales del
invierno. Remataba este conjunto una larga capa de tercipelo anudada al cuello
con un cordón rojo (que inmediatamente le recordó a otra cosa, aunque no
atinaba a acertar qué era en concreto) y unos guantes de lana.
Sin palabras era como le había dejado esa visión.
A punto estuvo de quedarse boquiabierto frente a ella y el
resto de personas, con la consecuente vergüenza y enrojecimiento.
Solo entonces se acordó de que estaba enfadado con ella por
el desplante de ayer. Un enfado que por otra parte, se redujo considerablemente
al no ver a su amiguito el tendero pululando a su alrededor, otorgándole por
tanto una opinión mucho más favorable a sus ojos esa mañana.
Lo que no esperaba era que lo manifestara de manera tan
evidente frente al grupo de personas plantadas en su puerta ni que su boca le
traicionara de la siguiente manera pronunciando las siguiente palabras:
-
¡Zhetta! – exclamó. – Estás… estás muy guapa -.
-
Gracias le respondió ella, con una ligera
inclinación de la cabeza. – Y tú estás… estás… muy desnudo – añadió ella,
mordiéndose el labio para aguantar la risa.
Anthony se miró y… ¡horror!
¡Zhetta tenía razón!
¡Estaba muy desnudo!
De acuerdo, no totalmente desnudo. Pero sí muy desnudo.
Muy de mucho.
Muy donde el único represntante de las rendas de vestir en
su cuerpo eran sus largas calzones para dormir. Unos calzones que le llegaban
hasta las pantorrillas pero que eran transparentes con la luz del sol…
Con un grito ahogado, dio un salto que le ocultó la
totalidad del cuerpo tras la puerta.
-
¿Es que no van a decirle nada? – preguntó
horrorizado y avergonzado a partes iguales. - ¡Me ha visto casi desnudo! –
añadió.
-
Tranquilo Anthony – le dijo ella. – No eres el
primer hombre al que he visto de esa guisa – añadió ella. – Y los he visto
mejores – concluyó.
Inmediatamente vinieron a su mente imágenes de Zhetta
observando los cuerpos del tendero y del médico como él se hallaba en ese
momento (y con menos ropa) y no le gustó para nada, enfadándose de nuevo con
ella.
-
¿Ha escuchado lo que acaba de decir y no piensa
hacer nada al respecto? – le recriminó al padre Thadeus.
Y el padre Thadeus le respondió. Pero no de la manera que
Anthony esperaba. Solo se limitó a mirar a Zhetta y decir sonriente:
-
Es que nuestra Zhetta es muy especial –
“ Y ¡tan especial que
debía ser para que le consintieran toda esta libertad!” exclamó Anthony
enfadado. “Esto jamás pasaría en Londres” estableció. “Yo mismo me hubiera
encargado de que no sucediera” añadió, firme.
Cuando repitió la pregunta al alcalde (se ahorró la molestia
de perder tiempo con Kirk porque estaba seguro de que en cuanto intentara
imponerse a Zhetta ésta le pegaría o se vengaría de él con cosas similares a la
escabechina de su pelo) éste le contestó con la misma pasividad que lo había
hecho momentos antes el sacerdote.
Poco podía imaginar que los motivos por los cuales era la
niña consentida de los hombres poderosos del pueblo eran el contrabando de mercancías
y la venta de las mismas a precios mucho más razonables y accesibles a sus
bolsillos. En concreto se trataban de whisky gales para el maestro y el
sacerdote (no era en escocés cierto, pero es que éste tardaba mucho en llegar a
Clun y además, a base de beberlo por costumbre, se habían acostumbrado al sabor
del mismo) y del té de plantas galesas
de la compañía del té Pembrokeshire (específicamente para la alcaldesa, quien
se negaba a beber otro) y, algún que otro habano.
Harta de ser el centro de las críticas de Anthony y del
carácter de veleta de Anthony; quien tan pronto la piro…pori… le decía cosas
bonitas como se metía con ella, se giró hacia los hombres para decirles entre
dientes:
-
¿No teníais nada importarle que decirle? –
preguntó.
Antes de añadir un “Maldición” al ver pasar corriendo a toda
velocidad a una mancha negra y blanca justo por detrás de ella y salir a
perseguirla.
-
¿Qué te ha pasado hoy jovencito? – le preguntó
el padre Thadeus.
-
Me he quedado dormido – reconoció, avergonzado.
-
Y ¿por eso no has ido a misa hoy? – le preguntó
enfadado ante su poca cortesía. -¡La misa es sagrada y de asistencia
obligatoria! – exclamó, enfadado. Tanto, que Anthony creyó por un momento que
lo iban a excomulgar.
-
He estado aquí tres semanas y no he ido ningún
domingo a misa ¿a qué viene tanta preocupación por mi alma de forma repentina?
– preguntó, mordaz.
-
A que antes no sabíamos que estabas en el pueblo
porque sino jovencito me hubiera asegurado por mis propios métodos de llevarte
a la iglesia – le amenazó.
-
¿Usted padre? – le preguntó Anthony, saliendo de
detrás de la puerta ahora que Zhetta se había marchado. - ¿Cómo si puede
saberse? – quiso saber, itrigado y burlón.
-
Utilizaría mi arma más poderosa y efectiva –
explicó. – Zhetta – añadió.
Anthony rio ante la idea de que
la amenaza más fuerte del padre fuera la del uso de una mujer para que lo
llevara a la iglesia. Hasta que, no supo muy bien por qué pero su mente se
imaginó yendo a la iglesia con Zhetta para una ceremonia en particular y le
produjo una sensación muy muy agradable.
Asustado por los extraños giros y
derroteros que estaba recorriendo su mente, sacudió la cabeza y focalizó su
mirada justo frente a su casa.
Y creyó estar alucinando.
-
¿Qué? – preguntó Zhetta, dándose por aludida
ante la mención de su nombre por el padre Thadeus.
Entonces todos pudieron contemplar tan surrealista escena
donde ella ocupaba un papel secundario. Esta escena consistía en su forma de
caminar por delante de una oveja a la que traía tirando del cordel rojo que
colgaba de su cuello y que llevaba puesta en la cabeza el sombreo que Zhetta
había llevado en la cabeza pocos momentos antes. Remataba dicho grupo Wingers,
quien estaba situado alzado y de perfil henchido de orgullos y felicidad por la
velocidad a la que abría y cerraba sus orificios nasales y por cómo movía las
orejas de forma compulsiva sobre el lomo de la oveja, a imitación de los
grandes generales romanos que celebraban un triunfo por las calles de la ciudad
eterna.
-
¡T…t…tú! – tartamudeó boquiabierto Anthony ante
semejante panorama señalando directamente a la oveja –
-
¿Qué? – le preguntó Zhetta creyendo que era ella
por error. – Soy Zhetta – explicó. - ¿Te ha confun…cunfo… despis…dispes… has
creído que era otra al no llevar sombrero? – le preguntó.
“Yo te reconocería en cualquier parte y llevaras lo que
llevaras” respondió mentalmente Anthony, pensando que le gustaba mucho más esta
Zhetta sin sombrero, pues así podía verle bien la cara. En esta ocasión Anthony
se refería a la oveja.
Y el animal, que era muy inteligente, se dio por aludido y
le respondió con un balido ante el gesto de Zhetta; conocedora de que sus
ovejas solo “trataban” (entendiéndose trataban como emitir balidos) con
aquellas personas con las que tenían confianza.
Por tanto, si había balado a Anthony eso quería decir que…
¿Cuándo le conocía?
¿Dónde se habían conocido ellos dos?
-
No me digas que es tu oveja – dijo Anthony.
-
Carnero – le corrigió ella.
-
¿Cómo? – preguntó sorprendido.
-
Carnero – repitió ella. – Es mi carnero y se
llama Rhaff– explicó.
¿Por qué no le sorprendía que la única oveja negra de todo
el pueblo y la única oveja que le había cagado en la mano pertenecía
a Zhetta?
“¡Maldita oveja!” exclamo furioso, lanzando chisas por los
ojos. “Carnero” se corrigió
-
¿Por qué lleva entonces un sombrero de mujer? –
preguntó confundido.
-
Como castigo a sus fugas continuas de casa, le
pongo mi sombrero para que camine por el sendero de la vergüenza y piense en lo
que ha hecho mal – explicó.
-
¿Ya le habéis dicho lo que ha pasado? – preguntó
a los hombros.
Anthony frunció el entrecejo a la espera de tan valiosa
información.
-
¿Te acuerdas de cómo iba vestida mi mujer ayer? –
preguntó el alcalde.
“¡Cómo olvidarlo!” pensó con horror.
Dicho atuendo (y la mujer que lo llevaba) podía ser tema
central de las pesadillas de cualquier persona y nadie podía reprochárselo. Es
más, deberían compadecerse de aquella persona. Anthony no había tenido
pesadillas con ella. Afortunadamente. O eso creía. Y si las había tenido, sus
siempre tan sabias mente y conciencia lo habían eliminado.
Asintió.
-
¿Y recuerdas el collar que llevaba? – volvió a
preguntarle.
Nuevamente asintió.
También lo recordaba, aunque por motivos distintos. Ya que
en su opinión, el corazón (y solo el corazón) de nácar era lo único bonito de
esa mujer.
-
Pues lo han robado – anunció, apesadumbrado.
-
¿Cómo que lo han robado? – preguntó, mirando
directamente a Kirk.
-
¡Yo no lo robé, jefe! – exclamó, con una sonrisa
y una risa nerviosa.
Anthony dio un paso en su
dirección amenazante que le hizo retroceder y añadió.
-
¡Oh! - exclamó cayendo en la cuenta. – Lo busqué –
añadió. – No estaba – concluyó.
Anthony gruñó.
-
¡Lo busqué bien lo juro, jefe! – exclamó.
-
Que no soy tu jefe – dijo, rechinando los
dientes.
-
Afortunadamente, estás aquí – dijo el alcalde.
-
¿Eh? -
preguntó., sorprendido.
-
¡Jefe! – exclamó acercándose a él pero
retrocediendo otra vez ante la mirada que éste le lanzó. – Tenemos un trabajo
para usted – anunció en voz bajita.
“No me gusta cómo suena eso” se
dijo, preocupado.
-
Mi pobre Colette, que está desolada y por eso no
ha podido venir a pedírtelo en persona quiere que tú te encargues de
encontrárselo – explicó.
-
No – dijo, provocando alboroto, jaleo y
protestas entre los hombres. – Ya tenéis a un encargado del orden- añadió - Kirk – dijo, señalándolo.
-
Pero… ¡ya lo he buscado y no estaba, jefe! –
protestó Kirk.
-
Busca mejor – le ordenó.
-
A lo mejor no quiere que lo busquéis porque lo
ha robado él – dejó caer Zhetta.
-
¿Qué? – gritó enfadado encaminándose hacia ella.
Aunque rápidamente retrocedió porque, el suelo estaba lleno de nieve y él
estaba descalzo, por lo tanto, sus pies se estaban helando y sobre todo, porque
Wingers cambió de posición, pasando de la posición del reconocimiento por la
gloria a la de ataque inminente. Y dada la escasez de ropa que llevaba él en
ese momento, tenía mucho terreno donde atacarle.
-
¡Es la mayor tontería que he escuchado nunca! –
exclamó, riéndose a carcajadas.
-
En realidad tiene razón, jefe – musitó Kirk. –
Voy a investigar – añadió, elevando el dedo índice como si hubiera hallado la
inspiración en ese instante antes de entrar en el interior de su casa con todo
el grupo; carnero y conejo incluidos, detrás.
Efectivamente, Anthony tenía
razón y el collar no estaba en su casa.
Apenas puso esperar al término
del reconocimiento y búsqueda del collar por su casa (donde lo único productivo
del mismo fue que consiguieron que el cochero se levantara por fin de su ahora “siesta”)
para trazar círculos alrededor del ella e intentar intimidarla y, obviamente que le pidiera disculpas.
-
¿No tienes nada que decirme? – le preguntó con
un tono de voz mucho más seductor de lo que había pretendido.
-
Entonces ya sé por qué no quieres – dijo ella,
aguantando su mirada. – Temes fracasar – añadió, desafiante.
-
¿Perdona? – le preguntó él, altivo.
-
Te da miedo no ser lo sufici… fisicu…de no ser
muy buen inves….detec… ¡lo que sea! – exclamó, harta de su incapacidad por
decir palabras largas. – De ser muy bien investive para resolver este robo - -
concluyó.
-
Estás muy equivocada – le dijo.
-
Y tú eres un gallina – le replicó ella.
-
Mira bonita, soy el jefe de los ocho de Bow
Street – dijo. – El jefe más joven que han tenido a lo largo de toda su
historia – apostilló, a modo de advertencia. - Podría resolver este caso en un mes y con solo un
brazo si quisiera – concluyó, reprimiendo las enormes ganas que tenía de
sacarle la lengua.
-
Hazlo – le instó ella.
-
La pega es que me voy en menos de una semana –
añadió, poco apesadumbrado, todo sea dicho.
-
¡Vaya! – exclamó Zhetta burlona. - ¡Qué casual…
causal…! ¡Justo ahora! – añadió. – Gallina – dijo entre diente, aunque él la
escuchó perfectamente por lo que le apretó la muñeca para ordenarle que parase.
Pero Zhetta no solo no paró sino
que además se puso a imitar a una gallina ahora trazando ella círculos a su
alrededor seguida de la cabra; quien balaba y de Wingers, que le mordisqueaba
los dedos de los pies provocando que él diera pequeños saltos para evitar las
heridas.
Anthony o supo de qué se cansó
primero, si del ruido de los animales (unos reales y otros no tanto) de ser
mordisqueado en los pies o en el alboroto y revuelto que también estaba provocando
los hombres, aprovechando su incapacidad de defensa.
-
¡Basta! – gritó, con su tono de voz glacial,
provocando que las ventanas retumbaran y que una estalactita cayese al suelo y
desapareciese para siempre.
-
Basta- repitió. – Lo haré – anunció, sin pensar
muy bien.
-
¿Qué haras? – le preguntó Zhetta como quien no
sabía nada.
-
Lo haré - repitió.- Descubriré quién robo el dichoso
collar – anunció.
No había terminado muy bien de pronunciar esa frase cuando
se vio entre los brazos del alcalde y con su bigote enorme alrededor de su cara
debido a los besos que le daba.
-
A sus órdenes jefe – dijo Kirk, realizando el
saludo militar.
-
No soy tu jefe Kirk – le repitió, por… había perdido
la cuenta. – Y no me vas a ayudar – añadió. – Lo haré yo solo – anunció, mirando
directamente a Zhetta advirtiéndole que no quería intromisiones de ningún tipo
con esa mirada.
Esa mirada ofendió a Zhetta, quien en ningún momento había
mostrado interés por ser volun…vulon… a ayu…yua… ser parte de su equipo de investives.
De hecho, solo le había picado por orden del cura y del alcalde.
Nada más.
Aunque si se lo hubiera dicho con otras palabras… ahora
mismo no estaría cabreada con él.
¿Quién se creía que era por ser el jefe de los ocho de bow
Street? ¿El rey? ¿El regente acaso?
La había pifiado
porque con esa reacción y actitud lo único que consiguió fue que Zhetta no
tuviera ninguna intención de .ayudarle.
Bastantes cosas tenía que hacer ella ya en el pueblo como
para encima ayudar al investive mano tonta.
No.
Serían él y su orgullo de machito los que lo harían.
Ella no.
De ninguna manera.
Estaba decidido.
Pero eso no significaba que no pudiera pincharle y burlarse de
él mientras tanto.
“Anthony había come…cemo.. se
equivo…ivoque… había hecho mal al creerlos una panda de catetos e ignor…ogni…
analfa… al creer que ellos no sabían nada pero muy pronto verá su error” pensó
de forma maliciosa.
-
Le aseguro señor – dijo solemne y mirando al
alcalde a los ojos que en un mes el collar habrá reaparecido –
-
¿Un mes?- preguntó sorprendido el alcalde. – ¡Eso
es muy poco tiempo! – exclamó alarmado.
-
No para mí – le aseguró con la misma firmeza de
antes y con la mano sobre el hombro para demostrarle la veracidad de sus
palabras con este gesto.
A punto estuvo Zhetta de
atragantarse por aguantarse la risa.
“¿Un mes?” se preguntó. “Si claro…”
añadió, incrédula. “No tiene ni idea de dónde se está metiendo…” pensó viendo
venir las cosas futuras que iban a pasar. “Pero no quiso tu ayuda” se recordó,
dolida.
Tampoco le había dado tiempo a
ofre…freo… a dársela así que…
Que se aguantara.
Ella iba a sentarse y a esperar
cómo iba a meter la pata una y otra y otra vez hasta que lo le quedase más
remedio que acudir a ella.
Iba a pasarlo en grande…
Necesitaba en ese momento un
melocotón.
Era una ocasión especial.
Y ella tenía algo que celebrar…
Anthony se sentó en el sofá de su
casa cuando por fin consiguió que todos sus vistantes, curiosos, manoteadores,
sacadores de quicio y agotadores de paciencia se marcharon y se tiró de los
pelos.
¿Qué estupidez acababa de
cometer?
¡Acababa de aceptar encargarse
del robo de la mujer del alcalde del pueblo!
¡En un mes!
¡Pero si él quería marcharse ya
la próxima semana!
¡Un mes!
¿Desde cuándo se ponía límite
temporal a un caso?
¡Era un error de novatos!
Gruñó.
Todo era culpa de nuevo de Zhetta
Caerphilly.
De Zhetta, su oveja, su conejo y
sobre todo de su vestido.
¡Maldito vestido violeta y negro
ladrón de todas sus facultades!
¿Quién iba a concentrarse bien en
lo que estaba sucediendo con ese vestido a su alrededor?
Maldijo.
¿Quién demonios había sido el
idiota que había dicho que en Clun nunca pasaba nada?
¡Que se lo pusieran delante si se
atrevían!
Iba a demostrarle cuán equivocado
estaba sólo con las situaciones de las que había sido protagonista en el día de
hoy:
Acababa de cometerse un robo.
Él había estado a punto de
estrangular a Kirk Gunn, su autodenominado ahora ayudante.
Y sobre todo, él había mirado de forma
lujuriosa a la hembrito de su vecina.
“Hembrito mi culo” pensó con
fastidio.
primera apreciacion xq cuando ha hablado thon de enfrentar a zhetta y rosamund me he imaginado una pelea en el barro¿?¿?¿ xD
ResponderEliminarsegunda apreciacion: thon eres tonto de solemnidad y con balcones a la calle xq TE LAMENTAS DE LEVANTARTE A LA UNA DE LA TARDE¿?¿?¿? XQ CUANDO DIJERON Q LA CAMA ES BUENA TU ESTABAS HACIENDO PIS??¿?¿?¿ xD
tercera: umm thon thon pensando en mujeres nada mas levantarte¿?¿? PERVERTIDO ;)xD
cuarto: adoro a los del pueblo me encantan q faunaza hay reunida y todos pensando si se ha muerto jajajajajajjajajaja me meo jajajajaja
quinto: zhetta pero q listisima q eres mujer te has ganado completamente mis simpatias y me caes genial no lo siguiente jajaja y de nuevo thon eres tonto de solemnidad con balcones a la calle y azotea con barandilla incorporada PENSASTE Q NO SE IBA A DAR CUENTA DE Q NO LA ESPIABAAS¿?¿? Y TU ERES DE LOS 8 DE BOW STREET¿?¿?¿? TU Q DICES LLAMARTE POLICIA¿?¿?¿? TE PARECES A LESTRADE Y TE CREES SHERLOC xD
sexto: porque las mejores cosas pasan cuando uno esta medio en cueros¿?¿?¿? jajajaja PEAZO DE REACCION CHATO UN POCO MAS Y BABEANTE BOBO BABUINO AAISS Q YA EMPIEZA A HACER TILIN!! AIS COMO LO SABIA YO JAJAJAJAJAJA
septimo: xq me he imaginado al cura agarrando a thon por las orejas y llevandolo a rastras a la misma y thon pataleando espera jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja me meo jajaja
octavo: xq me he imaginado a thon en plan cani diendole mira bonita q soy el jefe de los 8 de bow y haciendo giros raros de cabeza y concluyendo ya tu sae a lo pitbull!!!! xD
noveno: me meo y lo dicho eres tonto de solemnidad thon pero me meo contigo
conclusiones generales del capi de hoy: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ME MEO VIVAN LOS ANIMALES Q SON LO MEJOR DEL CAPI JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAAJJAJA VIVA EL CONEJO Q ES EL MEJOR JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA BUENO Y ME HA ENCANTAO ME HE REIDO MUCHO A Q NO SE NOTA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA `
AI PILLIN Q TE ESTA HACIENDO TILIN EL HEMBRITO MI CULO JAJAJAJAJAJAJAJA
jajajaja que mas le puede ocurrir al pobre Anthony?
ResponderEliminarno se fia ni de beberse un vaso de agua que le hayan dado alguno de ellos jajajaja,
ya veremos cuantas meteduras de pata hace...
Esperando el siguiente cap...
Un saludo
Solo puedo agregar que me he reido mucho XD
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