El tiempo se había agotado.
Ya había pasado un mes.
Así lo constató Anthony cuando miró el calendario.
Un mes.
¿Cómo demonios había pasado el tiempo tan rápido?
Anthony no lo sabía, pero el transcurrir del tiempo era una
realidad inevitable y por tanto, no le quedaba más remedio que presentarse en
casa de los Biggle para anunciar…
Que no había encontrado al culpable.
Todavía.
Pero estaba muy cerca de hacerlo.
Si pudiera conseguir un tiempo de prórroga…
Lo cierto es que había tenido una mala y extraña sensación
nada más levantarse esa mañana. Lo que no había conseguido identificar de
inicio a qué era debido.
Hasta el mismo momento en que dirigió su mirada al
calendario que había en la pared de la cocina.
Entonces cayó en la cuenta.
Sobre todo porque estaba rodeado y marcado con un círculo;
lo cual despejaba cualquier tipo de duda acerca de lo que ese día significaba.
Cuando lo descubrió se quedó de pie paralizado frente a
dicho objeto, mirándolo como si lo repeliese, incapaz de tocarlo también por
este motivo e inevitablemente recordó la única situación similar que había
vivido en su vida: su fracaso en la captura de Sthealty Owl.
La única mancha en el historial y expediente impoluto
durante su meteórico ascenso y carrera ascendente en los ocho de Bow Street.
Si bien era cierto que después de su fracaso estrepitoso se
había hecho con la jefatura de Bow Street gracias a la intervención de Thompson
eso no quería decir que su fracaso no le hubiera dejado bastante tocado y
afectado.
Y no solo por él, sino por el honor familiar.
No quería ser como el por aquel entonces ignorado y apartado
a propósito por su padre, Henry. Hoy día, pasado un tiempo desde aquello
conocía y sabía toda la verdad acerca de Henry; demostrando cuán equivocados
estaban todos con respecto a él. Pero en aquel momento, él no quería perder
también la opción de usar su segundo nombre. Un segundo nombre; Brave, del que
estaba muy orgulloso y que le gustaba incluso más que su primer nombre. Así de
inmaduro era por aquel entonces.
Sorprendentemente, su familia se tomó a bien y ninguno le
dijo nada; al menos a la cara. Mucho peor se lo tomó la sociedad, representado
y focalizado sobre todo en la figura de Christina Thousand Eyes.
Una personita que desde entonces y no sin razón era motivo
de su odio. De hecho, había estado muy tentado en su momento de capturarla. Concretamente
desde el mismo momento en que publicó su primera columna allá por 1815. No
obstante, no lo hizo; por varias razones:
-
La primera era que sus superiores no se lo
habían ordenado, alegando que desconocían si era o no una delincuente.
-
Y la segunda era que desde el mismo instante en
que Christina hizo acto de presencia en sociedad se creó una especie de
competición en los corrillos de los aristócratas por descubrir cuál era la
identidad real de dicha mujer. Y si era un psudónimo, por identificarla. Justo
como había sucedido con Sthealthy Owl.
Así que ¿cómo arriesgarse a repetir experiencia con este
nuevo personaje con un precedente tan cercano y desastroso?
Definitivamente no era la mejor idea de todas las que se le
habían pasado por la cabeza.
Lo que no imaginó que esa pasividad para con ella sería la
causante única y última de que se convirtiera en el blanco de todo comentario o
crítica extrema de la sociedad hacia su persona; hechos además sin ningún tipo
de impunidad o disimulo.
Meses.
Meses con todas sus semanas y días fueron los que Anthony
tuvo que soportar y aguantar el agrupamiento en pequeños corrillos llenos de
susurros, comentarios poco (por no decir nada) agradables en voz baja y señales
hacia su persona. Incluso llegó un momento en el cual se negó a salir de su
casa de tan hundido moralmente como se sentía.
Si lo pensaba bien y lo analizaba racionalmente lo que le
iba a suceder cuando anunciara que aún no lo había resuelto, en esta ocasión no
iba a ser tan duro como la vez anterior; más que nada porque ya contaba con una
experiencia anterior.
Además que Clun era un pueblo mucho más pequeño que Londres
y con la resolución (en este caso no resolución) del caso ya nada le ataba allí
y podría marcharse, evitando con ello cualquier tipo de comentario
malintencionado hacia su persona.
“Bueno” pensó. “Eso de nada…” añadió.
Lo que realmente le fastidiaba de abandonar justo ahora era
que en esta segunda ocasión estaba muy cerca de resolverla y cuando tenía una
coyuntura tan favorable para hacerlo.
No le hacía ni pizca de gracia pero tenía que hacerlo. Eso,
si no se le concedía un tiempo extra, por supuesto.
No era justo incumplir su palabra. Y él, ante todo era un
hombre de palabra que siempre cumplía y llevaba a cabo sus promesas.
En cuanto al otro motivo principal que le retenía en Clun y
que respondía al nombre de Zhetta Caerphilly… ya vería cómo lo solucionaba.
Lo primero era lo primero y en este caso, correspondía a
confesar la inconclusión de su tarea y caso.
Por eso mismo, se dirigió con pasos firmes y de forma
decidida hacia la casa de los Biggler situada justo enfrente del ayuntamiento.
-
Ha pasado un mes – fueron las palabras de
bienvenida de dicha mujer. - Dónde está mi collar – exigió saber la señora
Biggle en cuanto le abrió la puerta. Espero que haya detenido a tan infame
persona y vulgar ladrón – añadió a modo de advertencia.
“Clara, concisa y directa” pensó Anthony.
Quizá era mejor así, cuanto antes sacara el tema, antes
podría concluirlo y evitar tan embarazosa y vergonzosa situación.
-
No lo tengo – confesó. – Y aún no sé – confesó.
La señora Biggle tomó aire de forma sonora (lo iba a necesitar pues una vez que
iniciase y comenzase a hablar ya no habría vuelta atrás y sería imposible
detenerla). Eso solo podía significar una cosa y era algo malo para Anthony:
que iba a comenzar su serie y retahíla de comentarios desproporcionados e
hirientes hacia su persona.
Partiendo con esta ventaja y sabiéndolo de antemano, Anthony
se adelantó a esos acontecimientos y dijo interrumpiéndola, levantando el dedo
índice para puntualizar con ese gesto que estaba pidiendo permiso y que su
turno de palabra aún no había concluido.
-
Pero sé quién es – mintió. – Solo necesito un
poco más de tiempo para que confiese y me lleve hasta el collar – añadió.
La señora Biggle soltó el aire de una sola vez y tan fuerte
que despeinó la ya de por sí melena leonina (algo más larga de cómo la llevaba
habitualmente) de Anthony. Incluso cerró y apretó los ojos con fuerza ante la
posibilidad de que se le escapara alguna pequeña burbuja de saliva y fuese a
impactar justo en su cara con esta acción (cosa que no sucedió, para su
fortuna). En vez de eso, cuando abrió los ojos descubrió que la señora Biggle
le miraba con la expresión más ceñuda (la cual hacía más evidente su ya de por
sí inmensa y destacable triple papada) con la que se había encontrado jamás.
-
Si me concede un poco más de tiempo le devolveré
aquello que tanto ansía – repitió, aún más firme y convencido de ello que
antes.
Estaba claro que la señora Biggle no le creía y no iba a
concederle esa prerrogativa; bastaba con echar un vistazo a los morros que
había puesto al escuchar de boca de Anthony esas palabras tan llenas de
resignación y lo más parecido a una última oportunidad y esperanza que ella
había conocido. Con lo que ella no contaba era que, por segunda vez en lo que
llevaba de conversación, no iban a permitirle intervenir porque en esta ocasión
fue su hermano, el alcalde quien se metió por medio.
-
¡Anthony! – exclamó, saludándole con un apretón
de manos y esbozando una sonrisa que hizo que los bordes de su enorme bigote
decayesen mínimamente. - ¿Qué te trae por aquí? – le preguntó.
-
No ha resuelto el caso – pudo decir por fin la
señora Biggle. – Viene a mendigarnos un poco de tiempo extra alegando que sabe
quién es el autor del robo – le explicó y resumió.
-
Y tú vas a concedérselo ¿verdad? – le preguntó.
Y solo por el modo y el tono ligeramente amenazante aunque incluyente de algo
de advertencia que el señor Biggle utilizó, Anthony se dio cuenta de que él era
el hermano mayor.
Por tercera vez en lo que llevaban de conversación, la
alcaldesa vio cómo su primera intención y reacción quedaba abortada siendo
sustituida por un tartamudeo evidente; evidencia más que palpable y evidente de
que su mente y su lengua estaban funcionando a velocidades distintas y donde
una estaba ya en plena búsqueda de la palabra y la respuesta más adecuada e
idónea para la nueva situación, la otra se había quedado anclada en la
anterior.
-
Yo… yo… yo… - dijo.
-
Tú aceptarás – respondió él sin dar margen de
réplica o la opción de iniciar una discusión a su hermana. - ¡Biggy! – exclamó
a modo de protesta. - ¿Es que no te das cuenta de quién es? – le preguntó
señalándole. Y por si le quedaba alguna
duda al respecto, añadió: - Es el hijo del marqués de Harper. Y ¡el jefe de los
ocho de Bow Street! – recalcó, además con gestos de las manos. – No creo yo que
en Londres se hayan vueltos tan estúpidos de repente como para dar y regalar el
puesto de jefe del encargado del orden y la seguridad de la ciudad a alguien
tan joven sin haber contratado y comprobado primero sus capacidades de
liderazgo y de éxito en el cumplimiento de las funciones – explicó. – Mi voto
es un sí a que le des más plazo y no solo porque creo que es el único que va a
ser capaz de resolver este caso y te devolverá tu precioso y ansiado collar
sino porque además, si le concedes más tiempo podrá quedarse en el pueblo hasta
el festival de mayo, nuestra fiesta más importante y un espectáculo digno de
ver – dijo y concluyó su argumentación a favor nuevamente mirándole esbozando
una sonrisa y guiñándole un ojo como gesto de complicidad.
“¡Qué gran político, jefe militar o parlamentario se está
perdiendo Londres!” exclamó mentalmente Anthony mientras no podía hacer otra
cosa que asentir ligeramente como un tonto a la excelente intervención
favorable que acababa de oír de boca del señor Biggle a la espera del
consentimiento o no por parte de su hermana; un hueso por otra parte mucho más
difícil de roer.
No obstante, poco se hizo de rogar en esta ocasión la señora
Biggle pues de inmediato abrió nuevamente la boca y opinó, antes de que
cualquiera de los dos (u otra persona vistas las circunstancias) apareciera por
allí y se adelantara en su turno a la hora de expresar su opinión.
-
De acuerdo, te concedo un poco más de tiempo –
dijo, ante el alivio y el asentimiento al unísono de felicidad de ambos hombres. – Hasta el festival de mayo –
le advirtió. – Ni un día más ni un día menos – recalcó, señalándole y
obviamente bastante descontenta por la situación que se había visto obligada a
conceder.
-
Sí señora – dijo Anthony como un niño obediente.
– Hasta el festival de mayo – repitió, mientras pensaba que eso era tiempo más
que de sobra para conseguirlo, puesto que faltaban poco más de dos semanas para
que eso sucediese. Anthony iba a despedirse para ir a hablar con el señor
Dormer y despejarlo definitivamente de su círculo de sospechosos cuando, justo
como le habían hecho a ella antes en varias ocasiones, la señora Biggle se le
adelantó y añadió, con una sonrisa de superioridad en el rostro:
-
Con una condición por supuesto – dijo, y atrajo
la atención de ambos caballeros hacia su persona. Anthony la miró temeroso y a
su vez, con esa mirada le instó y dio permiso a que continuara de explicar qué
era exactamente lo que pedía a cambio. – Dado que tú solo no has sido capaz de
descubrirlo por ti mismo, lo único que te pido a cambio del tiempo extra que te
concedo es que tengas un ayudante en tu investigación – añadió.
Anthony agachó la cabeza mientras pensaba y analizaba detenidamente
las últimas palabras de la señora Biggle. Mientras lo hacía, un solo nombre
venía a su mente como el de la persona que iba a ocupar su puesto.
Un nombre en el que no se había equivocado, pudo confirmar
al escucharlo de la propia boca de la señora Biggle.
-
Zhetta Caerphilly – explicó.
¿Qué demonios pasaba en este pueblo?
¿Es que todo el mundo tenía una dependencia que rayaba en la
obsesión hacia Zhetta Caerphilly?
¿Eran incapaces de valerse por sí mismo?
Había visto a Zhetta ayudar al médico, al maestro, al hijo
del tendero, a algún agricultor a abonar
la tierra, al sacerdote… y probablemente también ayudaría a cualquiera que se
lo pidiera; incluso a él.
Esto se resumía en Zhetta por allí, Zhetta por aquí… Zhetta
aún más allá… Zhetta, Zhetta, Zhetta y siempre Zhetta. Esa mujer era el ser más
parecido a Dios con el que se había encontrado en su vida: siempre estaba en
todas partes, de manera directa o indirecta.
El problema residía principalmente en el momento en que le
había “pedido” (más bien era una exigencia velada) que le asignara el puesto de
ayudante en la investigación porque la
alcaldesa no iba a entender (por desconocimiento de este hecho) y no iba a dar
su brazo a torcer en este punto, que la incorporación y añadidura de Zhetta al
caso no iba a ser una ventaja sino que sería todo lo contrario. Sería una
distracción más que una ayuda y una tentación demasiado grande y bastante
cercana a sus manos como para no caer en ella.
No obstante, nuevamente debía hacer de tripas corazón,
refrenar sus hormonales impulsos de adolescente (hecho que sería más difícil
debido a cómo se estaban comportando últimamente) e ignorar a la tentadora
mujer que iba a tener que estar a su lado durante gran parte de los días que le
quedaban por estar en Clun.
Suspiró.
Si la montaña no va a Mahoma… Anthony va a Zhetta.
-
De acuerdo entonces – dijo estrechando las manos
de uno y otro hermano para sellar de forma definitiva el trato. – Por
casualidad no sabrán dónde puede estar ahora mismo ¿verdad? – les preguntó. –
Para ponernos a ello cuanto antes – explicó.
-
Es tu día de suerte muchacho, no hace mucho la
he visto en la tienda de los Dormer – le explicó. – Probablemente está con
Marcus - añadió
Y hacia allí fue dónde Anthony se dirigió presuroso.
“¡En qué breve espacio de tiempo podía cambiar la opinión de
una persona hacia otra o un lugar!” fue lo que pensó Anthony por el camino.
Ya que hasta ayer la perspectiva de encontrarse a Zhetta con
Marcus no le era para nada halagüeña y de hecho, se imaginaba las peores cosas
y situaciones protagonizadas entre ellos. Hoy sin embargo, no estaba nada
preocupado por esa misma “pareja” (puesto que no lo eran). De hecho, pese a que
padre e hijo eran unos cotillas reconocidos y confesos, no les caían mal del
todo. Siendo aún más concreto y sincero consigo mismo, si había algún miembro
de la familia por el cual sentía especial inquina y al cual podía considerar su
enemigo era Peter. Pero Peter era solo un niño de diez años y por tanto,
cualquier atisbo de consideración de rivalidad entre ambos le rebajaría y
retrotraería a su más tierna infancia; cosa que no quería y que además era una
soberana tontería.
-
¡Zhetta! – gritó, entrando en tromba en la
tienda de los Dormer.
-
Eh… - titubeó Bradley Dormer. – No – dijo,
negando con la cabeza. – Anthony, creo que te has confundido – le dijo,
mirándole con la ceja enarcada. – Esta es la tienda de los Dormer, no la casa
contigua a la tuya – explicó. – Y si las has confundido es porque estás bastante
perdido ¿has bebido? – le preguntó.
-
No – dijo negando con la cabeza de forma
bastante exagerada. – Pero vengo de casa de los Biggle y ellos me dijeron que
la habían visto aquí. Por eso pensé que… - explicó.
-
Los Biggle tenían razón, Zhetta estuvo aquí – le
confirmó. – Pero… ¡cualquiera la pilla ahora! – exclamó. – Apenas para quieta.
Claro que, la entiendo. Esto de ser una de las candidatas para la reina de mayo
mantiene a las jovencitas muy ocupadas – explicó. – Y más ahora, cuando dentro
de muy poco se va a celebrar la fiesta y se va a anunciar quién será la reina
este año –concluyó.
-
¿Reina de mayo? – preguntó confuso. - ¿Eso es
algo parecido a un concurso de belleza? – quiso saber, confunso y bastante
extrañado porque Zhetta se hubiera presentado voluntario a una competición de
ese tipo y estilo porque no eran nada de su estilo. Aunque por otra parte, si
lo hubiera hecho Anthony estaba seguro de que ganaría con una sobrada ventaja
al resto de candidatas. No había más que ver lo guapa que estaba cuando se
ponía alguno de los vestidos que llevaba (y la reacción corporal instantánea de
algunas partes de su anatomía).
-
Eh… sí – asintió, titubeante. – Algo así –
añadió rascándose la frente. Indicando con ese gesto que algo se guardaba con
respecto a ese tema y donde Zhetta tenía un papel destacado. Anthony iba a
preguntárselo para descubrirlo en ese mismo instante pero, ese día parecía ser
el de las anticipaciones porque, antes siquiera de que hiciera el hámago de abrir
la boca para saberlo, el señor Dormer añadió:
-
Pero si Zhetta no te lo contado, no soy quién
para hacerlo –
Y con esas palabras resonando en su cabeza fue como un
completamente aturdido y sorprendido emprendió el camino de regreso a su casa.
¿Que no era quién? ¿Que Bradley Dormer no era quién para
contarlo?
Pero ¡por supuesto que era quién para contarlo!
¡Era un cotilla por el amor de Dios!
Y el ser un cotilla reconocido implicaba la transmisión
pública de cualquier dato, noticia o hecho que te parezca curioso o digno de
ser reseñado sin importarte lo más mínimo si la fuente es fidedigna, cierta o
no y que el protagonista y principal damnificado se entere de que has sido tú
el encargado de propagar y difundir la noticia.
Bradley Dormer era así. De hecho, tanto él como su hijo se
habían comportado así con él, así que ¿a santo de qué venían ahora tantos
reparos a la hora de comentar ese pequeño y nimio detalle acerca de Zhetta?
Solo podía ser por un motivo.
Y si todo el mundo estaba empeñado en negarse a revelárselo,
no podía rayar la legalidad.
Ahora bien ¿qué podía ser? ¿En qué consistía exactamente ser
elegida la reina de mayo además de ser votada como la mujer más bella del
pueblo?
¿Qué se hacía en esa fiesta? ¿Sacrificios de animales
rituales? ¿Humanos?
¿Reproducían antiguos ritos de apareamiento sajones y
normandos donde todo el pueblo participaba con el propósito de dejar embarazada
a la reina de mayo pues eso aseguraría la fertilidad de los campos durante el
siguiente año?
A priori parecía una posibilidad disparatada pero… este
pueblo era demasiado liberal en su opinión para ciertas cosas, así que no podía
descartarlo totalmente.
Sin embargo esperaba estar equivocado en este aspecto y que
dicho ritual no se llevara a cabo, porque si era eso desde luego que el año
próximo para las cosechas y tierras de Clun en general iba a ser especialmente
improductivo.
Nadie iba a tocar a Zhetta.
Él no iba a permitir que dicho apareamiento grupal y público
se llevara a cabo.
Por encima de su cadáver.
Si alguien tenía que aparearse con Zhetta para asegurar la
fertilidad de los campos de Clun sería él. Se sacrificaría por el bien común.
Pero en ningún caso lo harían en público.
De eso nada.
De repente, este tema de la reina y la fiesta de mayo le
pareció mucho más urgente a tratar que el de la proposición de convertirse en
su ayudante y por eso, en vez de entrar en su casa se dirigió a la de su
vecina.
Una vecina que, por supuesto no se encontraba en casa en
esos momentos.
No le importó. Esperaría.
Esperaría todo el día si eso era necesario.
Pero hoy, día en el que se le
había acabado el plazo de resolución del caso, Anthony Harper no iba a dormirse
sin descubrir en qué consistía exactamente ser la reina de mayo; desentrañando y
resolviendo con ello uno de los dos misterios en los que andaba metido.
“Definitivamente eso de esperar sin hacer nada no va contigo”
se dijo Anthony a sí mismo, aburrido hasta la saciedad y cansado hasta la
extenuación de esperar.
Había probado tantas posturas distintas en el tiempo
transcurrido que tenía dolorido y entumecido todo el cuerpo. Además, encima
estaba quedándose dormido.
Si al menos hubiera cogido un libro, el tiempo hubiera
transcurrido de la misma manera (igual de lento) pero él habría estado
distraído y concentrado en la lectura. Con lo cual, la espera no se le hubiera
hecho eterna. Estuvo muy tentado de acercarse a su casa a por uno pero,
sabiendo de su suerte para con los encuentros con Zhetta era más que probable
que en cuanto abandonara su puesto de “vigilancia” improvisado para que ella
regresara.
No.
Se mantendría firme y a la espera.
“Ni un minuto más” añadió mentalmente mientras se ponía de
nuevo en pie, harto de esperar y con la intención muy clara y firme de regresar
a su casa.
Iba a hacerlo cuando… comenzó a observar a lo lejos cómo una
pequeña nube de polvo se estaba levantando por el camino de tierra. Eso solo
podía significar una cosa: que alguien se acercaba por el camino y que iba a
pasar justo por delante de su casa y por la de Zhetta.
Por tanto, era una posibilidad nada descabellada que se
tratara de la propia Zhetta. Eso al menos era lo que le decía su instinto.
Decidió esperar una sola vez más.
Su instinto no se equivocó en esta ocasión ya que a medida
que se fue acercando comprobó cómo la persona que iba montada en la burra era
una mujer. Una mujer que estaba montando al animal a pelo, que vestida con un
mono, que llevaba un enorme sombrero de paja y que silbaba completamente
distraída mientras comía a intervalos una fruta. Manifestando con la
cancioncilla que iba silbando su estado de felicidad.
Y mientras Zhetta hacía esto, Anthony la observó en silencio
mientras pensaba que ésa era sin duda la máxima expresión bucólica que podía
existir, con una sonrisa inevitable en el rostro.
Zhetta, al contrario que Anthony sólo reparó en su presencia
allí, recostado y con una pierna apoyada y flexionada contra la pared de la
entrada de su casa. Justo cuando iba a descender de Beeps. No obstante, al
descubrir a su invitado inesperado allí, decidió no descender y girarse hacia
él, colocando ambas piernas en el mismo lado de su burra.
-
¿Es que no te das cuenta que montar sin brida y
sin silla de montar es muy peligroso? – le preguntó preocupado. – Podrías caerte,
hacerte daño e incluso matarte ¡inconsciente! – exclamó.
-
Siempre he montado así y no voy a cambiar ahora
porque tú me lo digas señor investive – le respondió ella. – Además, si me
caigo no será la primera vez que me ocurra y como puedes ver estoy entera –
añadió, dando un nuevo mordisco a la fruta.
Fruta que en esta ocasión era una manzana y no un melocotón;
para su fortuna. Ya que desde que había conocido a Zhetta dicha fruta había
cambiado completamente su significado para él; ascendiendo puestos en la escala
de sus frutas favoritas y pecaminosas.
La de ahora era una manzana. Fruta a la que tradicionalmente
se le asociaba el significado pecaminoso que él le había conferido al melocotón
pero lo cual no quería decir que mientras observaba con toda su atención cómo
Zhetta daba un mordisco a la fruta con los ojos cerrados, lo saboreaba por la
expresión placentera de su rostro y se tragaba el trozo a él no se le secara la
boca y aumentaran sus ganas de volver a besarla…
-
¿Comiendo a estas horas? –le preguntó como forma
de detener tal hilo de pensamientos.
-
Sí – respondió ella abriendo los ojos. – Faltan al
menos tres horas para la hora de comer y eso es mucho tiempo – añadió. – Además
de que yo tengo hambre ahora y por eso como – concluyó. -¿Quieres? – le preguntó
ofreciéndole la manzana que había mordido.
Y ahí estaba Zhetta; la versión rural de la Eva bíblica
ofreciéndole el fruto y la posibilidad de pecar juntos para ser expulsados del Edén
para toda la eternidad. A él, la versión
medio ruralizada y urbana de Adán.
Pero él, al contrario que Adán, se negó.
Sobre todo porque si acortaba la escasa distancia que los
separaba estaba seguro que ambos iban a pecar. Y no solo porque diera un
mordisco de la manzana.
Por tanto no. Era mejor permanecer donde se encontraba.
-
¿Seguro? – le preguntó. – Pareces hambriento –
añadió.
-
Seguro – confirmó él. “Claro que estoy
hambriento, pero no de fruta precisamente” pensó.
-
Como quieras – dijo ella, comiendo
nuevamente. Y dime… ¿qué haces tú un
hombre tan ocu…cuo… tan poco ocioso en la puerta de mi casa? – preguntó. -
¿Estás tomando el fresquito? – añadió, burlona.
-
Y ¿por qué no? – le preguntó él con un encogimiento
de hombros. – Este es un lugar tan bueno como cualquier otro – respondió.
-
Porque tú no eres así – le respondió ella.
-
Está bien, tienes razón – dijo él. – Te estaba
esperando – añadió. - ¿Me puedes explicar qué demonios es eso de la fiesta de
mayo y de que eres una de las candidatas a reina de dicha festividad? – le preguntó,
cruzándose de brazos a la espera de su respuesta intentando parecer calmado.
-
Voy a ser la reina, no una aspi…pias…candi…
cinda… una de esas que has dicho tú – explicó.
-
¿En serio? – preguntó burlón.- Mis disculpas
pero ¿de dónde ha salido esa vena tuya tan egocéntrica, presumida y
despreciativa? – quiso saber.
Zhetta no entendió el significado de ninguna de las tres
palabras tan largas que Anthony le dijo, pero sí supo por el tono y el modo de
su voz de la ironía que empleó, así que le respondió lo que ella creyó que era
lo más correcto:
-
No soy nada de lo que has dicho, lo sé porque es
de lógica – La reina de mayo es un título que se concede a una mujer para que
contraiga matri…mitra… para que se case durante el año en que es reina con
alguno de los hombres que la pretenda en ese tiempo – explicó. – Se concede a
las solte…selto… a las mujeres de cierta edad que no se han casado para que lo
hagan y yo soy la más vieja de Clun que está soltera. Me toca – concluyó.
-
¡Tú no eres vieja! – exclamó Anthony indignado.
-
Eso me lo dices tú porque era un anciano –
replicó ella, burlándose de él. – Pero Anthony, seamos francos, lo soy –
añadió. – A mi edad tendría que estar casada y con una par de críos- explicó.
-
Y ¿qué pasa con el amor? – preguntó Anthony. –
Creía que todas las mujeres o al menos la inmensa mayoría erais unas románticas
empedernidas – explicó.
-
Yo lo soy –respondió ella asintiendo. – Pero, se
lo debo al pueblo y no voy a decir que no al título – añadió.
-
¿Cómo que se lo debes al pueblo? – inquirió Anthony.
-
Desde que mis padres murieron hace mucho tiempo,
todas las familias del pueblo se han encar… ancer… han sido los respon… los
rospen… me han cuidado. Por eso, ahora yo les devuelvo el favor ayudando en
todo lo que puedo y ese es el motivo por el que siempre estoy tan ocup…. ucop…
por el que apenas estoy en casa – añadió. – Y pienso que el último favor que
puedo hacerles es acepar ser la reina de mayo y dar el sí al hombre que más
tiempo me corteje desde junio – concluyó.
-
Aunque eso signifique marcharte de Clun – añadió
Anthony disgustado y para nada de acuerdo con el pensamiento de Zhetta. Él
pensaba que el matrimonio debía ser por amor y no solo por su propio
pensamiento sino por las numerosas experiencias favorables y exitosas de este
tipo de uniones a su alrededor.- ¿Por qué no con alguien de Clun? – preguntó.
-
¿Perdona? – le preguntó ella sorprendida. - ¿Me
presentas por favor a algún hombre que merezca la pena que viva en Clun que no
sean Michael, Taylor o Marcus? – añadió. - ¿Kirk? – le ofreció como posibilidad. -
¿Quieres que me case con Kirk y me convierta en la señora Gunn? – añadió.
-
¡Dios no! – negó vehemente.
-
Además, tú mismo me lo dijiste no soy el tipo de
mujer actual ¿quién iba a querer casarse conmigo? – le preguntó.
-
Yo -
respondió dando un paso al frente y de forma totalmente impulsiva. – Aunque… ya
sabes que no me gustas – añadió como rectificación.
-
Tu a mí tampoco – respondió ella sorprendida y
algo dolida. - ¿Por qué iba a casarme contigo entonces? –le preguntó. - ¿En qué
eres mejor que cualquier otro de los pueblos cercanos a Clun? – añadió. –
Vuelves a ponerte por encima del resto Anthony – le acusó. – Y eso no me gusta
nada – le informó. – Contigo no habría amor tampoco así que lo lamento, pero
debo decirte que no – le respondió tajante.
La frase y pseudo proposición impulsiva que había salido de
boca de Anthony no había sido premeditada en absoluto, pero una vez hecha no le
pareció tan mal idea. Eso sí, primero tenía que conocerla mejor. Así que, la
negativa a la misma le dolió.
-
Muy bien, tú ya sabes qué es ser la reina de
mayo y yo ya sé que estarías dispuesto a casarte conmigo aunque no te gusto.
Creo que los dos podemos dar el visto bueno al día – dijo Zhetta. – Ahora ¿podrías
quitarte de en medio para que pueda meter a Beeps en casa? – le preguntó. – Me gustaría
mucho darme un baño y descansar – explicó. – El trabajo duro y físico es lo que
tiene, ya sabes – añadió, con una mueca burlona pues sabía que su trabajo (al
menos el que hacía en Clun era de todo menos físico y duro).
-
En realidad… lo de la reina de mayo sólo es uno
de los motivos por los cuales estoy aquí – explicó. Suspiró y añadió,
cabizbajo: - Hay una cosa que quiero pedirte -.
-
Ya te he dicho que no voy a casarme contigo – le
advirtió.
-
No tiene
nada que ver con el matrimonio, lista – le replicó él intentando imitar su voz.
– Tú…tú…tú… - tartamudeó.
-
Vamos Anthony – le animó ella. – ¡Ni que fuera
una palabra de más de tres sílabas! – exclamó exasperada, pues a cada
tartamudeo de él, ella encogía la espalda y como siguiera haciéndolo estaba
segura que acabaría por caerse de la burra.
-
¿Querrías ser mi ayudante? – consiguió preguntarle
de una vez.
Zhetta enarcó una ceja. Tenía una
idea acerca de qué era lo que le estaba pidiendo pero quería estar segura.
-
¿De investive? – le preguntó.
Anthony asintió.
-
Que conste que si por mí fuera tú no estarías
implicada en el caso pero me lo han exigido a cambio de un tiempo extra para
resolver el robo – puntualizó, con expresión superior y tono académico.
-
¿Qué fue del señor autoimpotente? – le preguntó
Zhetta burlona.
-
Autosuficiente Zhetta – le corrigió de inmediato
Anthony, horrorizado por lo que acababa de sugerir con la pronunciación de esa
palabra. – Te aseguro que tengo una gran potencia en todos los aspectos de mi
vida – aclaró.
-
Seguro… - dejó caer ella. – Y dime, don potente
¿dónde está el señor investive que juraba que en un mes tendría resuelto el
caso porque iba a ser muy fácil? – volvió a preguntar de forma burlona,
metiendo el dedo en la llaga.
-
No está – respondió el, desafiante. – Tú tenías
razón ¡oh Zhetta todopoderosa! – exclamó, haciendo una reverencia y adorándola.
- ¿Es suficiente? – le preguntó con los dientes apretados. - ¿Ya estás
contenta? – añadió, levantado la cabeza.
-
¿Me vas a ayudar? – concluyó, preguntándoselo de
forma brusca.
-
Um…- dijo, pensándoselo seriamente e imitando lo
que ella creía que era una postura pensativa (sentándose con una pierna
flexionada sobre Beeps, poniéndose de perfil y golpeando su dedo índice
repetidas veces sobre la barbilla y el labio inferior) – Si me lo pides así
está claro que no – respondió ella, disfrutando enormemente de la dependencia
de Anthony hacia su persona en esa situación.
-
Zhetta por favor – pidió Anthony con expresión
angustiada en el rostro al verla de esta guisa.
-
¿Por favor?- preguntó ella. - ¿Por favor qué? –
quiso saber.
Y Anthony tiró de ella y la posó
de un salto en el suelo, situándola frente a él y comenzando a caminar de tal
forma que le impedía cualquier posibilidad de escape. De esta manera, la llevó
caminando hasta apoyarla contra la pared y una vez allí descendió la cabeza en
dirección a su boca con clarísimas intenciones de besarla de nuevo y
demostrarle con ese beso el grado de preocupación por su seguridad que había
sentido.
Zhetta, quien le había tentado a
propósito con el ofrecimiento de la manzana a propósito para que volviera a
besarla, pues había recordado su tórrida escena en el bosque en numerosas
ocasiones durante la noche anterior, cerró los ojos a la espera del gesto por
parte de Anthony.
-
¿Me harías el inmenso honor de convertirte en mi
ayudante para que juntos resolviéramos este caso por favor? – le preguntó entre
susurros y con tono de voz seductora.
Y ella asintió.
Como gesto que confirmaba el
trato Anthony le dio un beso en la mejilla; para total desilusión y enfado de
Zhetta, quien se había sentido utilizada por haberla atontado y confundido a
propósito para la consecución de sus objetivos.
Pero obviamente, las cosas no
iban a quedar así.
Sobre todo, porque inmediatamente
se recompuso y le dijo:
-
Siempre que superes el reto, por supuesto -.
-
¿Cómo?- preguntó Anthony sin entender.
-
¿Qué creías? ¿Qué diría sí sin pedir nada a
cambio?- añadió burlona. - ¡Ja! – rió. – Nada se hace gratis Anthony – informó.
– Y si quieres que te ayude, tendrás que superar un reto que te proponga –
explicó. – Quis por tres – concluyó.
-
Quid
pro quo – corrigió Anthony.
-
¡Qué más da! – exclamó ella. – Tú me han enten…neten…
tu sabes que quería decir – añadió.
“Si la montaña no va a Mahoma,
Anthony va a Zhetta” se recordó mentalmente mientras se mordía la lengua por
haber creído ser el vencedor de esa situación antes de tiempo; molesto consigo
mismo por este motivo.
-
Está bien – dijo él. - ¿Qué quieres que haga por
ti? – quiso saber.
-
No sé – reconocióella.
-
¿Qué no sabes? – preguntó enfadado. – Oye, tengo
hasta la fiesta de mayo para resolver el caso así que no puedo perder mucho más
tiempo mientras que a ti te da la gana de pensar qué prueba humillante es la
que tengo que pasar para que te dignes a ayudarme – añadió. – Así que ya puedes
ir pensando algo rápido – exigió con premura.
-
¡Eh! – protestó indignada. – Yo no tengo la
culpa de que seas un inútil ¿sabes? – le recordó ahora ella enfadada. – Pero me
has dado una idea – le anunció, altiva. – Ven a verme en dos días – añadió. –
Vas a descubrir cuán alto es el precio que vas a tener que pagar por no saber
resolver tu caso a tiempo y no tener más remedio que acudir a mí – concluyó subiéndose
de un salto a Beeps para entrar por fin en su casa, ahora que Anthony ya no les
bloqueaba la entrada.
-
Come algo – le dijo, lanzándole la manzana que
se había estado comiendo (no sin haberla escupido antes) – A ver si así se te
quita la cara de rancio que tienes hoy – añadió. - ¡Arre Beeps! – gritó a su
burrita.
Y Beeps, la burrita más inteligente del lugar, sabiendo del estado
de enfado de su dueña; la cual se lo había traspasado en parte comenzó a
caminar.
No sin antes utilizar su largo rabo; trenzado (no a
propósito) como látigo con el que dar a Anthony en el trasero como castigo por
tratar y hablar así de mal a su dueña con su presencia; rebuznando tras hacerlo
para despejarle cualquier tipo de dudas acerca de si había sido intencionado o
no.
Solo quedan cinco...
ResponderEliminarY ahora sí que sí, visto el ritmo al que están trabajando mis musas últimamente y sobre todo porque ya sé de sobra lo que va a pasar en cada capítulo gracias al guión que tengo redactado me "complace" anunciarles que para fines de febrero la historia de Zhetta y Anthony estará finiquitada
bueno bueno bueno esto se pone cada vez mas interesanta y me molesta mucho q me pasa como con las series q se estan poniendo en condiciones y con chica cuando se estan acabando y eso no me gusta nada de nada pero regresando a lo q me toca q desvario y me pierdo en mis disertaciones... xD
ResponderEliminaruno: me he reido lo que he querido y mas con thon thon xq mu sherlcok hijo y un inutil palabras textuales de zhetta jajaja
dos: x fin tenia ganaas de ver a thon thon y zhetta trabajando codo con codo en el caso sip
tres: me encanta q un niño de 10 años sea el enemigo mortal del autoimpotente thon thon jajaja me meo y tengo ganas de ver la apoteosis final
cuatro: thon thon tienes complejo de belen esteban q tu x zhetta matas jajaja
cinco: thon thon es peor q yo derivando anda q no ha montado una orgia poco rapido y ha hecho rituales raros jajaja me he meado de la risa cuando lo he leido jajajaj este es mas hottie q eri y yo juntas jajaja sx eso me cae tan bn thon thon jaja
seis: zhetta hazle sufrir muucho con la condicion q le has impuesto q asi me gusta q sufra antes de q termineis juntos xq zhetta chata x mucho q el sr investive te diga q no le gustas miente mas q corre xq el sr no hace otra cosa q pensar en ti a todas horas y bueno tiene unas ganas de q cosais juntos q pa q y usar la salsa agridulce... lo dejo a la imaginacion... xD
siete: thon thon q gracioso eres muchas veces desde luego lo q me puedo reir leyendote jajaja
me meo con el capi genial apoteosico jaja y penita me da que se acabe el libro penita mucha pero con ganas de saber q pasa xD he dicho
aa q se me olvidaba viva la recua de animales de zhetta q sin duda son los mejores del libro bravo por el latigazo en el culo de beeps a thon thon jijij
EliminarNo se con qué me he reído más jajajaj si con Thon en plan: "van a hacer una orgía!" o si con lo de autoimpotente XDXD que he pensado, siiiii..... muy impotente, muy impotente, pero si te coge no te escapas maja!! esa palabra me la apunto, que lo sepas! XD Y por fin!! sale lo de la fiesta de mayo que yo me estaba empezando a preguntar cuando saldría que lo habías dicho pero no había todavía ni rastro de la fiesta :)
ResponderEliminarhija lo que ha dado de sí el pensamiento de la orgía... cuando lo escribí no pensaba que iba a tener tanto exito... OK, te presto la palabra autoimpotente y en cuanto a la fiesta de mayo, no te preocupes que la voy a tratar de manera más pormenorizada en próximos capítulos... =)
Eliminarjajajaja mira que pensar que hacian ritos de apareamiento grupal, este Anthony esta obsesionado, y ahora a ver que "reto" se le ocurre a Zhetta.
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