CAPÍTULO I
Una
noche como esta
(Sarah)
Londres, 1821
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
¡Din don! ¡Din don!
¡Din don!
El sonido del tañir
de las campanas que la iglesia de Saint Bride[1] tenía en su campanario con
forma de pagoda[2]
se escuchaba en la lejanía.
Eso solo podía
significar una cosa: medianoche.
Medianoche.
Y según la señora
Anchor, la casera y dueña del edificio de pisos de alquiler donde Sarah Parker
vivía, sólo había dos tipos de mujeres que andaban campando a sus anchas por
las peligrosas calles londinenses a esas horas: las prostitutas y las
comadronas; a cada cual peor en su consideración personal.
Bien, Sarah no era
una prostituta; obviamente. De hecho era virgen a sus veintiséis años y nunca
había recibido un beso en su vida así que la primera opción entonces estaba
descartada. Además no creía que sus recatados, toscos y sosos vestidos de tonos
tierra y confeccionados con lana fueran las prendas habituales entre estas
mujeres para seducir a los hombres y captar clientes.
En cuanto a lo de
ser comadrona… bien es cierto que sentía cierta atracción hacia la medicina e
incluso había ayudado en no pocas ocasiones al doctor Phillips en alguna de sus
consultas atendiendo partos pero… hoy precisamente ése no era el motivo por el
que regresaba a casa a tan altas horas de la noche
“Otro viernes
perdido trabajando hasta tarde” pensó Sarah Parker con un suspiro mientras
arrastraba los pies de camino a casa mientras rezaba para que la señora Anchor
no se hubiese quedado hasta tarde a esperarla.
En realidad no tenía
por qué quejarse dado que había estado haciendo una de las cosas que más le
gustaba; escribir, junto a la persona de la que llevaba enamorada seis
enamorada seis años; Christian Crawford, el hermano pequeño del duque de Silversword.
O mejor dicho, con
Christina Thousand Eyes.
Aunque en realidad
Christina solo era su pseudónimo periodístico bajo el que escribir. En otras
palabras un personaje ficticio que él se había inventado creándolo de la nada
para poder escribir y comentar de forma mordaz sus escritos cargados de ironía
y comentarios sarcásticos acerca de todo lo que ocurría en la alta sociedad
londinense y británica.
Y ella era su
ayudante.
Bueno… eso n era del
todo cierto.
Al menos en su
totalidad puesto que solo era su ayudante provisional y por temporadas.
Normalmente, el
único momento en que ella entraba en contacto directo con los artículos de
Christina era durante el trayecto de la calle Saint James[3] (lugar de residencia
habitual de Christian) hasta la “oficina” del editor.
Una oficina que por
otra parte era además era parte una iglesia; la capilla de Santa María[4] y que estaba en el condado
de Tower Hamlets[5].
A dicho lugar ella viajaba a diario ya que era la encargada de entregar los
artículos corregidos al editor del periódico The Chronichle. O más bien a
dejarle los folios, dado que desconocía la identidad de tan misterioso hombre y
en consecuencia nunca lo había visto en persona.
Su actual ocupación,
la de correctora de los artículos de Christina Thousand Eyes era realizada por
su amiga Penélope Storm (cuñada de Christian). No obstante, debido a que
acababa de dar a luz a su tercer hijo; una niña llamada Aurora y a que su
marido le había prohibido terminantemente salir de casa hasta que estuviera
completamente restablecida, ahora era ella quien se encargaba de ambas
acciones.
Se sentía feliz.
Pero no contenta.
Ella soñaba con ser
periodista.
Con que su nombre
apareciese reflejado en los periódicos. Incluso se conformaba y no le importaba
que fuese bajo un pseudónimo. Lo importante era que fuese ella misma quien lo
hubiera escrito y a quien se lo hubieran publicado.
Y eso, bajo la
alargada sombra de Christina Thousand Eyes era algo muy difícil de conseguir…
Entonces ¿por qué
seguía ahí, junto a él permitiéndoselo?
Para empezar porque
su situación actual bien podría considerarse como un triunfo; ya que una
huérfana sin recursos, nacida, criada y salida del Soho[6] ¿cómo demonios iba a
convertirse en una periodista?
“¡Si ni siquiera
sabes leer o escribir!” le habían repetido durante toda su vida una y otra vez
mientras se reían de ella.
Pues bien, pese a
que tenía tendencia a ser débil de carácter, todos esos comentarios y burlas no
hicieron más que estimularla y espolearla en sus ganas de aprender. Eso, sumado
a que era una chica trabajadora y a que tuvo algo de suerte con sus patrones a
la hora de trabajar dieron como
resultado final que en poco más de dos años aprendiera lectoescritura a la
perfección.
Incluso también
consiguió una total independencia al alquilar un apartamento en alquiler de un
edificio para señoritas regentado por la señora Anchor y situado en el número
40 de Orange Street[7].
Bien es cierto que
dada su “prosperidad”; pues incluso se relacionaba a diario con personas de la
alta aristocracia, podía haberse mudado perfectamente a otra zona de la ciudad
mucho más segura y de mejor fama pero… era una chica del Soho y como buena
oriunda, viviría y moriría allí.
En cuanto a lo de
escribir… mientras ella supiese y valorase su talento, de momento le bastaba.
Por otra parte, aún
no estaba preparada para “abandonar el nido”
No.
Aún no podía
abandonar a Christian.
Se sentía en deuda
con él por proporcionarle su actual empleo, por pagarle de forma bastante
generosa y porque estaba total y absolutamente enamorada de él desde hacía seis
años.
Si bien es cierto
que desde que lo conoció sintió un marcado un instinto de posesividad hacia su
persona, el desarrollo de sus sentimientos románticos hacia él no se produjeron
mediante un flechazo.
Ni mucho menos.
Al contrario, fue
progresivo y se incrementó con el tiempo.
Puestos a elegir de
quien enamorarse por su atractivo físico debía haber escogido a William, su
hermano gemelo, el duque de Silversword y al que todo el mundo consideraba como
el más atractivo de los dos.
Pero no.
Ella no.
En su lugar, escogió
al hermano “corriente”; el que tenía el cabello castaño claro con los ojos
marrón almendra y u ligero toque ámbar.
Lo realmente
gracioso de la situación era por más que se lo había dejado entrever (sobre
todo por sus ataques de celos contra Penélope), su jefe parecía no darse cuenta
de ello de tan concentrado como estaba en la redacción de sus artículos y la
resolución e investigación en sus ejercicios matemáticos.
Pero un día, un día
él se daría cuenta de sentimientos hacia ella, se le declararía y ella estaría
ahí dispuesta para recibirle y aceptarle como esposo con los brazos abiertos.
Cuando cruzó la
plaza de San Jacobo[8]
y enfiló la calle de Carlos II[9] sabiéndose cercana a su
casa, aceleró el paso por las horas que eran y sobre todo porque pese a que
estaban mediados de octubre y pese a que no hacía un frío que helaba los huesos
(que eran tan propio de épocas navideñas por otra parte) la temperatura de la
calle tampoco era muy agradable.
Mientras la cruzaba,
Sarah escuchó un ruido que la sobresaltó, aunque no la asustó especialmente
pues al fin y al cabo no era la primera ni la última vez que se encontraría en
su vida frente a frente con una rata.
Pero, aunque lo
hiciera a diario, eso no quería decir que le resultara agradable o que las
ratas fueran su animal favorito.
Todo lo contrario.
Le daban bastante
asco y repelús.
A eso debía añadirle
que dicha calle solía ser utilizada como basurero de todos los clubs para
caballeros cercanos y de las viviendas adyacentes a éstos; con el consecuente
olor nauseabundo que desprendían.
Olor nauseabundo que
no hacía sino otra cosa que atraer a dichos animales y también provocaban que
su desorbitada imaginación crease imágenes mentales de ratas enormes y peludas
que le provocaban espasmos y contracciones de su estómago.
Y aunque se
camuflaría perfectamente entre tanta basura acumulada, lo que menos le apetecía
del mundo era vomitar allí.
Tan concentrada y
obcecada en apartar el hilo de pensamientos asquerosos de su mente que… no lo
vio venir.
Y en consecuencia se
tropezó.
Su primer
pensamiento al aterrizar sobre sus rodillas y las palmas de sus manos fue
asegurarse de que estaba bien y de que no había sufrido daños graves.
En ese momento,
agradeció mentalmente que la calle contara con iluminación; aunque fuera tenue.
Así comprobó con disgusto que, como sospechaba, tenía ambas zonas de su cuerpo
enrojecidas y peladas.
“¡Dichoso tronco en
mitad de la calle!” se quejó mentalmente. “¿Quién es el idiota que se deshace
de un tronco a estas alturas del año y con el frío que empezará a hacer dentro
de poco?” se preguntó, ahora enfadada.
Justo en ese momento
escuchó un sonido a su espalda
“¡Una rata!” exclamó
aterrorizada. “¡Qué asco, qué asco, qué asco, qué asco!” añadió, poniéndose en
pie de un salto olvidándose momentáneamente del dolor.
Una vez en pie, fue
consciente de que sus pies estaban pisando sobre algo blando cuando no escuchó
el sonido de la suela de sus zapatos al pisar sobre los adoquines.
Rezando mentalmente
para que no fueran vísceras, restos de cualquier animal, mierda o cualquier
otro tipo de sustancia blanda que le provocara vómito inmediato, Sarah fue
valiente, se agachó y comenzó a palpar para descubrir qué era exactamente sobre
lo que se estaba apoyando.
En este primer
tanteo descubrió que aquello que estaba pisando era una mano.
Una mano humana
además, dada la fisonomía de la misma.
“¿Humana?” se
preguntó, horrorizada dando un brinco; con tan mala suerte que volvió a
aterrizar en el mismo lugar que pretendía dejar de pisar.
Sabía que aunque era
bajita y tenía algunas curvas sobre todo en las caderas, era delgada si la
comparabas con otras mujeres. No obstante, era tal el bote que acababa de dar
que, por muy delgada que fuese, la persona a la que pertenecía esa mano (pues
estaba unida a un brazo según había comprobado) debería haberlo sentido. Y
quejado por ello, ya que sus zapatos llevaban un poco de tacón.
Todo el mundo
reaccionaba cuando le clavaban un tacón; por muy pequeño que fuese.
O debería
reaccionar.
A menos que…
-
¡Oh Dios
mío! - exclamó conteniendo un grito tapándose la boca con las manos, aunque si
hubiera gritado nadie se hubiera enterado tampoco.
“No puede ser un
cadáver ¿verdad?” se preguntó con el pánico apoderándose poco a poco de ella y
su torrente sanguíneo corriéndole a mayor velocidad. “No, no, no, no, no, no”
se repetía mientras nuevamente hincaba la rodillas en el suelo (siseando de
dolor por esto) y comenzaba a palpar a tientas de la manera más exhaustiva
posible alrededor de la mano y por todo el cuerpo para comprobar empíricamente
que su instinto se había equivocado y en realidad no había ningún cuerpo humano
en esa vía.
Efectivamente.
Sus sospechas se
confirmaron…para mal.
Había un cuerpo
humano (afortunadamente para ella)
vestido en dicha calle.
Un cuerpo humano
masculino.
Al menos, así lo
indicaba el incipiente vello de su rostro.
“A lo mejor es una
mujer barbuda circense” pensó, recordando la primera vez que vio a una de estas
mujeres.
Descartando ese hilo
macabro y necrófilo de pensamientos, Sarah decidió que lo primero que debía
hacer era conseguir que se levantase de allí pues corría el riesgo de morir
congelado.
Y por ello, comenzó
a abofetearle el rostro incrementando la intensidad, potencia y fuerzas de cada
par de tortas. Con esto recordó que tenía las manos peladas y con pequeñas
heridillas; siseando de dolor por cada acción.
No obstante, no le
importó.
Lo más importante
era conseguir que despertara.
Pero el hombre
continuaba dormido.
Razón por la cual
comenzó a zarandearlo levemente.
Nada inmóvil.
Sin reacción.
Al acercarse a él,
comprobó que estaba borracho; tal era el hedor a alcohol que desprendía.
De lo que se dio
cuenta también de que, para su horror, no respiraba.
Pensando que era
producto de su imaginación y fruto del pánico, Sarah tembló cuando fue a
tomarle el pulso al desconocido.
Con un alivio
inmenso comprobó que tenía pulso.
Débil.
Pero lo había.
Sin embargo, no
respiraba.
Así lo reafirmó
cuando no notó nada de aire cálido saliendo de su nariz.
Y se alarmó
sobremanera.
“No, no, no, no, no,
no” pensó poniéndose en pie y retrocediendo un par de pasos. “No puedo tener
más mala suerte” se quejó.
Bien es cierto que
en numerosas ocasiones las calles y callejones servían como lugares donde
esconder y dejar abandonados cadáveres pero en los seis años que llevaba siendo
la ayudante de Christian, nunca jamás se había encontrado con uno desde Saint
James Street a Orange Street.
“Y esta noche
tampoco” pensó con rotundidad antes de salir corriendo disparada en dirección a
la casa y lugar donde tenía su consulta médica el doctor Phillips: la calle Panton[10].
Por suerte para
ella, el doctor Phillips siempre se dormía tarde y dormía pocas horas.
Gracias a estos
hábitos, no lo despertó cuando llamó a la puerta con desesperación con grandes,
sonoros (y dolorosos) golpes.
-
¡Doctor
Phillips! – gritó para que supiera quién era la persona que llamaba a la puerta
y le visitaba a esas horas.
Nada más abrir la
puerta, el doctor Phillips se limpió con un trapito y se reajustó las gruesas
lentes que llevaba puestas sobre el puente de su nariz para ubicarse mejor.
Obviamente no la esperaba, vista la expresión de su cara.
-
¿Sa?
¿Sarah Parker? – preguntó.
La aludida respondió
con un asentimiento de cabeza antes de explicarle lo que acababa de vivir en la
calle.
-
Carlos
II – dijo señalando a la calle. – Muerte. Frío. Mano. Hombre. Mujer barbuda…
intentó explicarle. Pero estaba tan asustada y nerviosa que su mente y su
aparato fonético iban a velocidades distintos; lo cual causaba y creaba gestos
de confusión y desconcierto en el rostro del doctor Phillips; quien por más que
le prestaba toda su atención, no la entendía.
-
Sarah,
Sarah, Sarah… - le dijo posando sus manos sobre los hombros de la asustada
chica para tranquilizarla. – No entiendo una palabra de lo que me dices – le
explicó con voz suave, - Por favor, repítelo – añadió.
Sarah expulsó el
aire de forma sonora antes de intentar serenarse poniéndose la mano en el pecho
antes de volver a hablar.
-
La calle
de Carlos II – repitió, señalando nuevamente. – Hay un hombre muerto o a punto
de morir de frío allí – explicó.
-
¡¿Qué?!
– gritó boquiabierto.
-
Un
hombre está a punto de morir de frío en esa calle si no nos damos prisa – le
apremió. – Y una vez muerto será para ratas y… ¡qué asco me dan las ratas! –
exclamó con cara de asco mientras un escalofrío le recorría la espalda.
-
Entonces
vamos – dijo el doctor Phillips volviendo sobre sus pasos para ponerse una
bufanda, coger un farol en forma de botella para tener una mejor iluminación y
llamar a su ayudante para que les acompañase. Al fin y al cabo, si la historia
de Sarah resultaba ser cierta (cosa que dudaba porque aunque estuvieran en una
mala zona, ésa no solía ser una calle donde se tirasen los cadáveres pues para
eso estaba el Támesis y la chica siempre había tenido fama de rarita y fantasiosa
en el barrio) necesitarían su ayuda para trasladar el cuerpo.
Sin embargo, esta
vez resultó tener razón y efectivamente, el cuerpo de un hombre cubierto de
basura estaba en la calle de Carlos II.
Un noble, según
pudieron comprobar los tres con sus propios ojos tras apartarle los restos de
inmundicia que le cubrían por encima (acción que a punto estuvo de hacer
vomitar a Sarah).
Así, gracias a la
iluminación de la gruesa vela descubrieron que el desconocido era rubio, de sus
ojos nada podían saber pues los tenía cerrados) y que vestía completamente a la
moda imperante: botas negras de estilo italiano, calcetines blanco, pantalones
bombachos a la altura de la pantorrilla color azul oscuro, camisa blanca,
pañuelo, chaleco y corbata negros y una chaqueta del mismo azul de terciopelo
con botones y gemelos bordados en plata.
Además y bordados
con los mismos hilos había dos grandes H (una encima de la otra) en una de las
solapas de su chaqueta.
“¿H H?” se preguntó
mentalmente ella mientras se mordía las uñas debido al nerviosismo que la
gobernaba a la espera del diagnóstico por parte del diagnóstico del doctor
Phillips. “No me suena ningún H H” añadió.
Y era cierto.
De todos los nobles
y con los que tenía “relación” no conocía a ninguno al que le coincidiesen la
inicial de su nombre y de su apellido.
Volvió a dirigir su
mirada hacia el rostro del desconocido y descubrió que su cara le sonaba… pero
no sabía de qué o de dónde. Acto seguido, volvió a mirar las iniciales bordadas
en la solapa de la chaqueta, pasando los dedos por encima de las mismas.
Esta “marca” era
bastante inusual.
Parecía que quisiera
reivindicar su identidad y darse a conocer, diferenciándose del resto de la
nobleza con algo tan nimio como la exhibición de sus iniciales.
-
Buenas
noticias Sarah – dijo el doctor Phillips alumbrándole el rostro y sonriéndola.
– No está muerto y por su constitución parece que no morirá hoy, solo está muy
borracho y algo drogado quizás – añadió.
Sarah dejó de
morderse las uñas de la mano y suspiró aliviada.
Era mucho mejor
pisarle la mano a un borracho que a un muerto.
-
Pero
tienes razón – dijo el doctor Phillips. – Si no nos lo llevamos en su estado
acabará por congelarse de frío. Ten – añadió, entregándole el farol.
-
¿Adónde
nos lo llevamos? – preguntó ella desconfiada mientras agarraba el farol como
acto reflejo.
-
Nos lo
llevamos a mi consulta por supuesto – estableció.
Sarah Parker ni se molestó en desperdiciar tiempo o saliva para
intentar hacer ver al doctor Phillips que ya no era el jovencito de antaño y
que como tal, no era aconsejable que cargar peso porque se lo tomaría bastante
mal y se ofendería cuando ella aunque bajita y delgada podía ocupar su lugar y
ayudar a George a cargar al noble desconocido. En vez de eso, se puso a la
cabeza de la comitiva; alumbrándoles el camino a ambos hombres.
Por suerte para ellos, durante el corto trayecto que iba desde la calle
de Carlos II a Panton Street no se encontraron con nadie. A saber qué podían
pensar viéndoles de esta guisa y actuando con tanto sigilo.
Sarah Parker podía hacerse una idea; exactamente pensarían lo mismo que
ella si se hubiese descubierto: que acababan de robar un cadáver para que el
doctor Phillips enseñase a su discípulo George a tomar experiencia en el
ejercicio de la medicina pues en el barrio era un secreto a voces los métodos
de enseñanza del doctor.
En ocasiones como esa, Sarah agradecía vivir y ser del Soho pues en
ningún otro barrio londinense se guardaban secretos como ese. Quizás en
Endfield…
Ambos hombres tumbaron al desconocido en la camilla destinada a los
pacientes y presurosos, comenzaron a desvestirle.
Tan abstraída y concentrada en el pensamiento de que la cara del
desconocido le sonaba que cuando fue consciente de lo que ambos hombres se
disponían a hacer se horrorizó.
Tanto, que acabó pegada a la pared.
-
Qq…qqq…qué…qqquuueeeé…
eeesssstttáis… hacc… hacccii haccciiieeen…haccciiieeennnddooo? – preguntó
señalándoles.
-
¿A ti
qué te parece? – le preguntó George con ironía, enfadado con ella por ser la
causante de la perturbación de su sueño.
“¡Cuánto le queda por aprender!” se lamentó mentalmente el doctor
Phillips mientras desaprobaba las maneras de George.
-
Como tú
bien has dicho Sarah, este hombre probablemente se hubiera muerto congelado de
frío sino llega a ser por ti – dijo. – Afortunadamente, apareciste en su camino
cual ángel guardián y lo salvaste – añadió. – No obstante y aunque solo está
muy borracho, vamos a quitarle sus ropas, a lavárselas, a secárselas para que las pueda utilizar
mañana cuando se despierte, a ponerle un traje de dormir de George y a taparle
para evitar que tenga fiebre – explicó. – Y para ello esta noche velaremos su
sueño – anunció. – Con suerte conseguiremos que vomite y que eche todo en poco tiempo para así poder
irnos todos a dormir – concluyó.
“El problema del
doctor Phillips es que excesivamente gráfico y detallado” pensó Sarah Parker,
con gesto de disgusto.
-
Y yo…
¿tengo que verlo? – preguntó temerosa.
-
¡Oh! –
exclamó el doctor Phillips siendo consciente de era una mujer y de que por
tanto se sentía incómoda y no estaba preparada para verlo. –Date la vuelta – le
ordenó.
“¿Date la vuelta?”
se preguntó incrédula. “¿Date la vuelta?” repitió ella enfadada mientras
obedecía a regañadientes mientras bufaba y se cruzaba de brazos. “No puedo
creerlo… ¡ni siquiera me ha pedido que salga fuera un momento!” añadió.
Justo en ese momento
llamaron a la puerta y, como era ella quien estaba más cercana al lugar, salió
de la habitación sin mirar atrás y fue a abrir. Pero lo hizo tal y como le
habían enseñado en su bloque de alquiler; una cuarta y permitiendo solo lo
justo para verle el rostro.
Eso fue exactamente
lo que hizo.
O al menos, lo
intentó porque el visitante de esas horas entró en tromba, provocando que la
puerta rebotase contra la pared con fuerza. Ambos se sobresaltaron por este
hecho, aunque por diferentes motivos.
La visitante porque
no esperaba encontrarse a Sarah allí (mucho menos que fuera ella quien le
abriese la puerta) y Sarah porque no esperaba que la visitante fuera una mujer;
era Lindy, una de las chicas de Miss Naughty y sobre todo por la fuerza del
impacto.
-
¿Y el
doctor Phillips? – le preguntó sin aliento.
-
Dentro –
respondió, señalando con la cabeza.
-
Necesito
verlo – exigió.
-
Está
ocupado – rebatió.
Pero ella la ignoró
y comenzó a caminar hacia allí.
-
¡Espera!
– exclamó tirando de ella agarrándola del brazo. – No puedes entrar ahí –
añadió.
-
¿Por qué
no? – le preguntó ella de forma despectiva. – Tengo prisa – añadió antes de
soltarse de su agarre y entrando en la habitación.
-
¡Pero
bueno! – protestó George girándose hacia la puerta. - ¿No habías dicho que no
ibas a entrar? –le gritó a Sarah. – Hola Lindy – añadió de forma seductora y
con una sonrisa en el rostro al descubrir que había metido la pata hasta el
fondo.
Ésta, a quien no le
gustó en absoluto el tono de voz empleado con Sarah le ignoró a propósito y
solo se dirigió al doctor Phillips.
-
¡Doctor
Phillips, ha ocurrido una tragedia señor! – exclamó de forma muy teatral con
aspavientos de los brazos. – Te necesitamos urgentemente – añadió, mucho más
seria.- Ha habido una pelea en el club – concluyó, ya sin ningún rastro de la
expresión anterior.
-
¿Una
pelea? – preguntó George mucho más interesado en el tema. - ¿Grave? –añadió,
con los ojos muy abiertos.
-
¡Oh sí!
– dijo ella mientras asentía . - ¡Ha habido navajazos y todo! – añadió. –
Afortunadamente nadie llevaba pistola porque sino… - dejó caer mientras se
mordía el labio sin concluir la frase para quo do el mundo fuese consciente de
la gravedad del asunto.
-
¿Heridos
con navajas? – preguntó el doctor Philipps preocupado. – George, agarra los
maletines – ordenó.
George obedeció,
soltando al desconocido (ya vestido con su ropa de dormir) de inmediato antes
de que el doctor hiciera lo mismo y comenzaran a seguir a Lindy.
Sarah; quien en todo
momento estuvo tras Lindy (más alta y corpulenta que ella) solo reaccionó
cuando vio las intenciones claras que tenían de marcharse todos y dejar al
desconocido todo.
-
Pero… -
musitó boquiabierta. – Pero… - repitió algo más fuerte señalándole. – Pero,
pero, pero… - añadió, incapaz de terminar la frase. - ¡Doctor Phillips! – gritó
ella con los puños apretados cuando éste ya se hallaba en la puerta, captando
su atención.
-
¿Si
Sarah? – le preguntó mientras se ponía la bufanda.
Sorprendida por el
cambio tan repentino de pasar de la ignorancia más total y absoluta a
convertirse en el centro de atención, Sarah sólo pudo articular señalándole con
el dedo índice:
-
¿Y él?
-.
-
¡Oh! –
volvió a exclamar él riéndose de forma suave. – Para eso estás tú aquí –
añadió. – Por suerte para todos, tú también has sido mi ayudante en ocasiones
puntuales – concluyó antes de salir de la consulta dando un portazo sin tiempo
a que ella le diese la réplica.
“¿Su ayudante?” se
preguntó enfadada. “¿Su ayudante?” se repitió. “¡Pero si ya hace un año desde
la última vez!” protestó.
-
¡Yo solo
quería irme a casa a dormir! – exclamó, quejándose con un bostezo tan grande
que derramó unas lagrimillas. – Todo esto es por tu culpa – añadió mirando con
los ojos entrecerrados por la furia al desconocido borracho antes de sacarle la
lengua y golpearle el pecho con su puño.
Obviamente el hombre
ni lo notó de tan borracho como estaba. Era tal la borrachera que ésta le hacía
dormir profundamente y ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
-
Te odio
– estableció con firmeza.
“¡Maldita mi mala
suerte!” volvió a quejarse. “¡Y yo que pensaba que era un mendigo a punto de
morirse de frío!” añadió, riéndose de su propia estupidez. “Esto me pasa por
estar atenta a todo lo que me rodea” se autoreprendió. “La próxima vez no
miraré a nada de lo que haya a mi alrededor” estableció. “Solo mis zapatos”
añadió. “¡Lo juro!” se prometió, antes de echarle otro vistazo.
Seguía como antes.
O sea dormido.
Y muy borracho.
“¿Qué tipo de noble
se agarra tal cogorza como para acabar en una calle del Soho cubierto de
basura?” se preguntó curiosa.
Uno al uso no, desde
luego.
Y uno de los que
ella conocía mucho menos.
“¿Dónde he visto
esta cara antes?” se preguntó nuevamente mientras se mordía el labio y se
acercaba al desconocido e intentaba recordar y ubicarlo.
A medida que reducía
la distancia que los separaba pudo confirmar lo que el primer vistazo bajo la
luz del farol ya le había sugerido: que desde luego, era un hombre bien
parecido.
Era alto (al menos
medía 1’80 metros), rubio, bien musculado y para su total sorpresa sin un solo
vello en el pecho (al menos en la parte del pecho que ella podía ver gracias a
que no estaba completamente cubierto por la sábana y porque no habían abrochado
la camisola de pijama de George con las prisas de su marcha)
Sin duda que debido
a su atractivo debía llevarse a las mujeres de calle… y su mente fantasiosa
comenzó a funcionar.
Se sentía intrigada.
Y como tenía
curiosidad se preguntó de qué color tendría los ojos, cómo sonreiría, si tenía
hoyuelos al hacerlo o si conservaba intacta la dentadura.
Suspiró hondamente
antes de soltar una risita.
Por suerte para él,
se encontraban en el Soho ya que no
quería ni imaginarse la cara que pondría si alguien los encontrase de esta
guisa: él en ropa de dormir (o puede que incluso medio desnudo) tumbado en una
camilla y ella a su lado mirándolo con mucha atención, siendo fuertemente
tentada por sus instintos a pasar sus manos por su cuerpo.
Probablemente
hubieran tenido que casarse.
“¿Qué iba a hacer un
noble como él casado con una chica del Soho de pura cepa como ella?” se
preguntó mientras reía a carcajadas mentalmente.
Tanto se reía en su
mente que, una nueva risita se escapó de su boca.
“¡Compórtate Sarah!”
se ordenó. “Está dormido, no muerto” se recordó enfadada consigo misma.
Tenía razones para
enfadarse de esa manera consigo misma de esa manera.
Le habían encargado
que cuidase de él y aunque no le había hecho ni pizca de gracia el “trabajito”
que le había salido, no le quedaba de otra que hacerlo pues era su única ayuda
en caso de que empeorase.
Ahora estaba dormido
y dormido debía permanecer puesto que era un buen síntoma.
Pero el que
estuviera dormido también significaba que como tal podía despertarse en
cualquier momento. Sobre todo, ates de lo previsto si la persona que estaba a
su lado no dejaba de reírse.
Era una idiota.
A nadie le gustaba
despertarse (o mejor que lo despertasen) con un ruido de fuera. Mucho menos en
un lugar extraño, con ropas que no son las tuyas, borracho todavía o con los
efectos del alcohol causando estragos en su organismo (es decir, con una enorme
resaca) y con alguien desconocido mucho más pequeño y débil que tú riéndose de
ti justo a tu lado.
En circunstancias
normales ¿qué pensaría cualquier persona?
Obviamente, que se
estaba riendo de él y no de sí misma.
Por este motivo y
para evitar una nueva situación complicada y difícil de explicar y creer en una
noche que ya de por sí le había resultado lo suficientemente compleja, decidió
alejarse de él y volver a ocupar su lugar en el asiento del doctor Phillips, situado
a una distancia prudencial de esa camilla junto a la pared opuesta y comenzar a
rezar y desear que pronto regresaran el doctor Phillips y George, su ayudante,
Así se evitaría
problemas futuros y riesgos innecesarios.
Esas eran sus firmes
intenciones.
Sin embargo, cuando
se disponía a hacerlo, la mano del desconocido surgió de por encima de la
sábana y le atrapó el brazo impidiéndole la realización de cualquier tipo de
movimiento por su parte mientras le dijo de forma muy amenazante:
-
Te vas a
cachondear de tu puñetero padre -.
[1]
St Bride Street: Es una iglesia sita
en la Ciudad (The City). Es una de las iglesias más antiguas de Londres;
probablemente fundada en el siglo VII a. C dedicada a Santa Brígida de Kildare
o de Irlanda una monja. En 1210 el rey Juan sin Tierra celebró aquí un
Parlamento. En el siglo XV fue reemplazada por una iglesia de mayor tamaño. En
1666 fue carbonizada por el Gran Incendio de Londres y fue construida por
entero por Christopher Wren; uno de sus trabajos más caros y largos, el cual le
llevó siete años.
Al estar ubicada en la calle Fleet, mantiene tiene una
larga asociación con periodistas y
periódicos. Rn pináculo mide 69 metros, siendo la segunda más alta de las
iglesias diseñadas y construidas por Wren.
[2]
Pagoda: Término para una torre escalonada,
construida en las tradiciones originarias de Asia oriental histórico o con
respecto a estas tradiciones, con múltiples aleros comunes en Nepal, India,
China, Japón, Corea, Vietnam, Birmania y
otras partes de Asia.
[3] Saint James Street: Es una de las
principales calles londinenses del exclusivo barrio de nombre homónimo. Se extiende desde Picadilly cuesta
abajo hasta el palacio de Saint
James (Palacio construido por Enrique VIII y que ha sido residencia de la
realeza durante dos siglos) y Pall Mall (calle que recibe su nombre por el
juego de nombre homónimo al que se jugaba con un mazo y una pelota durante el
siglo XVII). No fue construida con un plan urbanístico perfectamente trazado
pero recibió un enorme impulso constructivo gracias a lord Alban, quien planeó
y diseñó la plaza de Saint James. Era una calle conocida sobre todo por ser
sede de algunos de los clubes para caballeros más importantes como Brook’s o White’s. (Hoy día sigue
conservando esa función. N. Aut)
[4]
St. Mary’s Chapel: Capilla dedicada
a Santa María (probablemente de las Gracias) erigida en 1380 Posteriormente fue
convertida en vivienda; aunque no se sabe con exactitud cuándo se produjo el
cambio de función. En 1799 sufrió reparaciones y en 1811 se convirtió en una “aseada”
granja.
[5]
Tower Hamlets: Es un municipio de
Londres situado al este de la ciudad y al norte del río Támesis. A los
habitantes de esta zona se les requería habitualmente para proporcionar
trabajadores para la Torre de Londres
[6]
Soho: Área del centro de Londres
limítrofe con Mayfair que durante el siglo XIX fue el lugar escogido para el
asentamiento de prostitutas, salones de baile y pequeños teatros.
[7]
Orange Street: El lugar de la calle
Orange estaba cubierto por los establos del duque de Monmouth. La calle se creó
en torno a 1696 en los que los
arrendamientos de construcción del suelo a ambos fueron otorgados por la duquesa de Buccleuch
y su hijo James, conde de Dalkeith a distintos compradores. En el año 1720
Orange Street fue descrita como justa y de buenas casas construidas.
[8]
Saint James Square: Única plaza en
el distrito londinense de Saint James. La arquitectura de la plaza es georgiana
y neo-georgiana con un jardín privado en el centro. En dicho jardín hay una
estatua de Guillermo III erigida en 1808.
[9] Carlos
II: (1660-1685) Fue el monarca
inglés que gobernó tras la guerra Civil Inglesa y tras la muerte de Cronwell (N.
Aut: La calle de Carlos II no está en el Soho; es una licencia literaria)
[10]
Panton Street: Calle londinense que
recibe su nombre de Thomas Panton, un “jugador” quien en 1671 pidió al Consejo
Privado aumentar su propiedad a pesar del rey pues había comprado grandes
parcelas en esta zona y servía de cierre de una jurisdicción en el siglo XVI.
Se le fue denegada pero al final fue construida por la intervención de
Christopher Wren; quien creyó conveniente construirla para aliviar el tráfico
de esa zona. De tal manera que en 1674 ya aparece como tal Panton Street. En
1720 fue descrita como una calle abierta y habitada por comerciantes.
(N. Aut Esta calle no está en el Soho, es una licencia
literaria)
bueno bueno bueno menuda sorpresa con este primer capi pero... ENAMORADA DE CHRISTIAN¿?¿? COMO Q ENAMORADA DE CHRISTIAN¿?¿? ME HAS DEJADO EN ESTADO DE SHOCK ABSOLUTO CHATA ME HE QUEDADO A CUADROS ASI O.O UN GRAN ZAS EN TOA LA BOCAZA DE LOS GRANDES y la pobre mia q ella queria dormir y se encuentra a un desconocido no tan desconocido q aaiis como ñam ñaam esta jiji aunq willy willy supremo ee ese no se toca y es de penelope chin y mio ee cuidao sarah q te arranco los pelos del lili ee cuidadin y bueno el momento mano agarrandola en plan te vas a reir de tu puñetero padre ha sido ajajajajajajaja me meo jaajajajajjajajajajajajaj en fin
ResponderEliminarQUIERO MAAAAAS MALEFICA MALVADA MALOTA EE QUIERO MAAAAS
HE DICHO xD
Claro que esta enamorada de Christian!!
EliminarYo creo que es algo obvio en el libro de Lops... pero por si acaso si, está enamorada de Christian.
Yo pensaba que te iba a sorprender por la iglesia de Saint Bride...
En cuanto a lo de te vas a reír de tu puñetero padre... tiene su por qué.
Lo descubrirás pronto porque el próximo capi es la noche desde el punto de vista de Henry... =)
si la iglesia donde un harper es el editor xD y trabaja alli y lo se lo se por el libro de thon thon aais thon thon pero willy willy supremo ee eso siempre tos estan mu ñam ñam pero mi supremo es willy willy q quede claro y ves como siempre acaba en todos los fregaos ee has visto xDy te dije creo en su momento q pense siempre q sarah tenia algo o le pasaba algo especial con chris chris el hermanisimo de mi supremo willy willy lo sabia lo intuia pero siempre creo me lo negaste y ya pensaba mi cabecita el xq sarah miraba mal a mi lops por la q mato e sarah ojito con meterte con mi lops q te arranco los pelos del lili xD cuidadin cuidadin q me pongo chunga contigo ee pues eso ya sabes xD
ResponderEliminarYa he visto que te has tomado un "kit-kat" con Jeremy por tus musas jejeje, pero menos mal que no te han abandonado del todo y has empezado esta otra historia y ¡que comienzo!, que ella estaba enamorada de Crhistian ya se veia, pero ahora que ha entrado H.H. en escena a ver como sigue...
ResponderEliminar¿Penelope ya tiene 3 hijos? como pasa el tiempo jajaja.
Jajajajajajajajajajajaja me quedo con el final!!! XD
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