CAPÍTULO VIII
Rozando
el contacto
-
¡Levanta!
– ordenó Penélope a gritos, zarandeándole de forma suave a la altura de las
piernas.
Christian se había
despertado sobresaltado gracias a este grito Penélope. No obstante, no se
incorporó y se sentó sobresaltado sobre la cama como había hecho tantas y
tantas ocasiones anteriores, despotricando cual tabernero del puerto. En su
lugar comenzó a estirar las piernas muy poco a poco bajo la manta, la sábana y
el edredón que el tiempo fresco de la tercera semana de octubre ofrecía con la
esperanza de que ésta no fuera consciente de lo que allí debajo ocurría.
Fue en vano, pues lo
vio con perfecta claridad y como si su ropa de cama fuera transparente. Por
eso, tiró de éstas hacia atrás mientras le decía:
-
¡Venga
dormilón! -.
Christian tiritó de
frío por el cambio tan brusco de temperaturas mientras con los ojos cerrados en
señal de rebeldía, de disconformidad y
de firme oposición a despertarse a horas tan tempranas después de la redacción
de un nuevo artículo de Christina Thousand Eyes mientras tanteaba su cama en
busca del batín con el que cubrirse. Una prenda de ropa que no aparecía, por lo
que no le quedó más remedio que acabar sentado en su cama, desperezándose
mientras bostezaba y se rascaba la cabeza.
-
Cuñadita
¿esto de que seas tú quien va a despertarme se va a convertir en una costumbre?
– le preguntó con ironía y evidente mal humor. – Porque si es así, no me va a
quedar más remedio que ponerle un pestillo a la puerta – añadió, volviendo a
bostezar.
-
Hazlo –
le instó ella. – Pero te recuerdo que entre mis numerosas virtudes se encuentra
la de forzar cerraduras – añadió, con orgullo. Christian resopló y ella
aprovechó para lanzarle el batín antes de ordenarle desde la puerta:
-
Tienes
cinco minutos para vestirte – Y añadir: - Sarah ya nos está esperando en Saint
James Park -.
-
¿Sarah?
– preguntó, confundido con los ojos entrecerrados. - ¿También has despertado a
Sarah? – añadió, algo más despierto y enfadado. - ¡Por el amor de Dios mujer! –
exclamó. - ¿Es que no tienes ni sientes caridad o compasión cristiana por
aquellos que trabajamos hasta altas horas de la noche? – le preguntó, bufando.
-
Vosotros
dos me metisteis en esto y me convertisteis en vuestra cómplice de manera
indeseada por mi parte, no os quejéis si siento curiosidad y me preocupo por lo
que os haya podido pasar – rebatió ella, haciendo caso omiso a sus quejas y
protestas.
-
Me
gustabas mucho más hacía seis años – le acusó él en tono infantil.- Desde que
te has convertido en madre de tres hijos te has hipersensibilizado y
desarrollado en exceso tu instinto de maternidad y protección para con todo el
mundo – añadió, con el batín puesto y los brazos cruzados sobre el pecho.
-
Entonces
reza porque no vuelva a quedarme embarazada – le respondió, no sin cierto deje
de amenaza en la voz. - ¿Quién sabe en qué tipo de monstruo podría convertirme?
– le preguntó divertida, antes de abandonar la habitación definitivamente.
Quince minutos
después, ambos cuñados se dirigieron hacia Saint James Park, donde como
Penélope indicó, les esperaba una Sarah con los ojos hinchados y unas ojeras no
excesivamente pronunciadas ante la falta de sueño y una sonrisa en el rostro.
-
Será
mejor que caminemos – estableció Penélope situándose en el medio de ambos,
ejerciendo de buena chaperona a ojos de los pocos transeúntes de parque y
entrelazando sus codos con cada uno de ellos. – Porque mucho me temo que como
nos sentemos, ambos os quedaréis dormidos – añadió mirando a uno y a otro con
atención y observando su falta de energías.
-
Yo solo
necesito algo con azúcar y que me proporcione energías porque…no he desayunado
– reconoció, avergonzada cuando le sonaron las tripas.
Solo en ese momento,
Penélope sintió algo de compasión y lástima por Sarah ya que ella sí que había
desayunado; un café, pero ya era algo más que la nada de ella. Por ello,
decidió que en cuanto viera un puesto de almendras garrapiñadas, le daría
dinero para que se comprara una bolsita. Se lo merecía al fin y al cabo.
-
¿Cómo
fue todo anoche? – le preguntó a Sarah, inspeccionándola de manera exhaustiva
por todas y cada una de las pocas partes y zonas de su cuerpo que el vestido y
la capa no tapaban para cerciorarse de que había salido incólume de la noche
anterior.
-
Espera –
dijo él, deteniendo su marcha de forma brusca; provocando a su vez que ambas
mujeres detuvieran su marcha. - ¿Vas a hablar solo con ella? – preguntó,
enfadado. - ¿Y entonces qué hago yo aquí? – añadió.
-
Lo
mínimo que debes hacer como jefe es preocuparte de las personas que están a tu
cargo ¿no te parece? – le echó en cara. – Más cuando es amiga ¿no? – añadió.
Christian calló ante
la veracidad y firmeza del argumento de Penélope en este punto.
-
Fue todo
perfecto y sin contratiempos graves Penélope – dijo, orgullosa. – De hecho,
cuando algunos de los hombres allí presentes intentaba sobrepasarse, se
detenían de inmediato gracias al tatuaje que me recomendaste encarecidamente
que me pintara. E incluso, cuando el presentador y juez se puso un poco pesado,
la mera presencia de Marc junto a mí le hacía desistir de sus nada buenas
intenciones – explicó omitiendo a propósito su nuevo encuentro con Doble H y su
descubrimiento de que en realidad era el archiconocido boxeador de altos y
bajos fondos Skin HH Skull.
-
¿Marc? –
preguntó, mirando hacia Christian con la ceja enarcada.
-
Sí Marc
– repitió él. – El matón que contraté y pago de mi propio bolsillo para que
vele por la seguridad de Sarah – explicó, con un suspiro. – Sí, te he hecho
caso – añadió inmediatamente. – Tú tenías razón y yo no. Tú lista y yo tonto
¡Alabemos a Penélope y a su sapiencia infinita! – dijo, con evidente sarcasmo.
-
Sí que
tienes un pésimo despertar a primeras horas de la mañana – murmuró Sarah.
-
¡Genial
entonces! – dijo Penélope, dando una palmada. – Solo hay que esperar a que el
editor dé su visto bueno y decida si te publica o no el artículo – añadió,
volviendo a mirar fijamente a Christian para que utilizase su influencia e
inclinase la balanza a favor de ella, después de todo el tiempo que había
empleado en él y sobre todo, cómo se había puesto ella misma en peligro.
-
No
tienes por qué preocuparte por eso, Lops – le aseguró ella. – Me publica –
anunció.
-
¿Cómo
estás tú tan segura? – preguntó, Christian acercando mucho el rostro a Sarah
con cierta envidia e incredulidad, pues a él le costó tres esbozos que Joseph
le diera el visto bueno a su idea de Christina.
-
He
madrugado – informó. – He ido a la capilla, he depositado mi artículo como hago
con los tuyos, me lo han recogido y cuando me marchaba, un niño me ha dado la
respuesta por escrito – explicó, enseñando un papel.
Papel que Christian le arrebató de las manos con brusquedad y que orientó
hacia Penélope para que ambos lo leyeran.
Estimado George Iron Pounches:[1]
¡Enhorabuena! ¡Has pasado la prueba con
excelentes calificaciones! ¡Bienvenido al The Chronichle! Estoy deseando
recibir un nuevo artículo para comenzar a publicarte.
Continúa por ese
camino y llegarás lejos.
Un saludo,
Tu editor.
-
¿George? – preguntó Penélope
contrariada. Sarah asintió. – ¿Te llamas George en serio? – repitió. Sarah
volvió a asentir. - ¿No había otro nombre? – concluyó.
-
¿Qué tienes en contra del nombre de
George? – le preguntó ella sin entender. – Es un nombre muy común – añadió,
encogiéndose de hombros.
-
Tan común como que es el nombre del
actual rey – respondió Penélope. – Y del actual regente – incidió.
-
Y del estúpido, engreído y arrogante
del ayudante del doctor Phillips, que es en quien me inspiré para elegirlo –
respondió ella.
-
Pues has escogido un nombre pésimo para
hacerlo – le informó Penélope. - ¿Sabías que hay gente que ha sido condenada y
enviada a la torre por el mero hecho de utilizar y compartir el nombre del
regente por darle mala imagen? – le preguntó, recordando el último caso en el
que estaba trabajando su marido. Sarah se sorprendió por esa revelación y comenzó
a arrepentirse por su aleatoria elección nominal.
-
Ten mucho cuidado con lo que incluyes
en esos artículos – le pidió, advirtió y amenazó a la misma vez con esa frase
antes de añadir: - ¡Enhorabuena Sarah! – exclamó, abrazándola.
Justo en ese momento, tanto una
como otra observaron por el rabillo del ojo el pequeño puestecillo donde a
diario se colocaba una familia para vender almendras garrapiñadas. Y por si no
lo habían visto, de inmediato les llegó tan característico y dulzón olor.
Ambas se separaron, y Penélope
le dio dinero para que se comprara una bolsa bien grande de almendras
garrapiñadas de celebración y Sarah se acercó a ese puesto dando pequeños
brincos de felicidad.
Había un segundo motivo por el
cual Penélope había enviado a Sarah a comprar a ese puesto y con gestos desde
la lejanía le indicó que podía permanecer cerca del mismo y aspirar el dulce
olor que éste emanaba y que la hacía suspirar de placer mientras Christian y
ella continuaban charlando: quitarla de en medio para poder tratar los asuntos
que realmente le interesaban con su cuñado.
-
¿Y bien? – le preguntó, volviéndose
hacia él cuando estaban lo suficientemente lejos y fuera del alcance visual de
Sarah. - ¿Cuándo se lo vas a decir? – quiso saber.
-
¡No me has dado tiempo a felicitarla! –
exclamó con aspavientos de las mismos.
-
Sabes que no me refiero a eso – le
advirtió, señalándole con el dedo índice a escasos milímetros de su nariz.
-
¿A qué es entonces? – preguntó
reprimiendo un suspiro.
-
A que le digas que no estás interesado
en ella – explicó. – A eso – enfatizó.
-
¡Otra vez con la misma canción! –
protestó él, airado. - ¿Cuántas veces me lo vas a repetir? – le preguntó.
-
Todas las que sean necesarias para que
te entre en tu opaca cabezota – dijo, presionando con fuerza la frente de Christian
con dos de sus dedos (para lo cual tuvo que perseguirle caminando de puntillas).
– ¿Es que no ves lo enamorada que está esa chica de ti? – le preguntó
horrorizada ante su ceguera.
-
Por última vez – inició, cansado de
esta discusión. – Sarah no está enamorada de mí – añadió, muy despacio. – Eso
es algo que yo sé, que tú sabes y en lo que ofendes a la inteligencia de la
señorita en discordia al decir que ella no es consciente – concluyó.
-
¡Claro! – dijo irónica. Y por eso, se
jugará su pellejo de buena voluntad cada vez que vaya allí sin recibir o
esperar nada a cambio – añadió. – Muy inteligente, señor matemático – concluyó,
aplaudiendo.
-
¡No lo hace por mí! – exclamó él. – Lo
hace por el generoso sueldo que le pago – explicó.
Penélope enarcó una ceja antes
de responderle:
-
Como tu bien has dicho, si crees eso de
Sarah es que estás ofendiendo su intelecto – Maldita parte de un polígono
cerrado arquimetriano – masculló entre dientes.
-
¿Cómo? – preguntó él con el entrecejo
apretado al escuchar la retahíla de palabras rimbombantes de su cuñado. - ¿Un
qué? – añadió sin entender.
-
Eres como una de las partes de un
maldito polígono cerrado arquimetriano – repitió esta vez, mirándole a los ojos
y disfrutando enormemente el poder pronunciarle esas palabras a la cara.
-
¿Qué demonios quieres decirme con eso?
– preguntó, confuso.
Penélope gruñó de tanta
exasperación como acumulaba antes de decir:
-
¡Un cateto! – exclamó. - ¡Un cateto,
imbécil! – repitió, enfadada y con enormes aspavientos de los brazos.
-
¿Sabes? – le preguntó, con una mueca en
la boca. – Tu comportamiento público de hoy no se corresponde en absoluto con
el que debería tener una duquesa – le informó, intentando buscar su
culpabilidad. – Me pregunto qué pensaría la gente si llegase a enterarse…- dejó
caer.
-
Adelante – le respondió mordaz ella. –
Cuéntaselo a Christina Thousand Eyes – le instó. – No sería lo peor que hubiera
escrito sobre mí – concluyó, sabiendo que tenía la razón en este aspecto de la
conversación.
Christian odió en ese momento a
su cuñada porque, fue consciente de que tenía razón y de que por tanto,
nuevamente había resultado ganadora en este combate dialéctico.
“Te odio” se repitió
mentalmente.
No obstante, estaba claro que
hoy no podría presentar batalla y hacerle frente como ella merecía debido a su
evidente falta de descanso. Por ello, decidido a olvidar cuanto antes ese
lamentable aspecto en su currículum de discusiones (y reservándose para
coyunturas más favorables), cambió de tema lo más pronto posible.
Y solo había uno en concreto que
pondría el punto y final definitivo a esa situación:
-
Está bien – concedió. – Hablaré con
ella personalmente y le haré ver que mis sentimientos no van más allá de la
fraternidad – añadió.
-
Promételo – ordenó.
-
Lo juro por tus hijos – rebatió,
solemne.
-
¡No jures por tus sobrinos! – exclamó
ella, golpeándole el brazo.
-
De acuerdo entonces…lo juro porque me
case antes de dos años y solo justo después que Sarah – dijo, cambiando de
parecer.
-
Lo has jurado – le recordó ella
intentando aparecer amenazante girándose en su dirección e impidiéndole
continuar con la marcha con esta acción.
Podrían haber seguido discutiendo mitad en serio, mitad en
broma durante Dios sabe cuánto tiempo pero…la ocasión se pospuso cuando
escucharon primero unos veloces pasos a la carrera sobre el césped de Saint
James (algo totalmente prohibido) antes de oír una voz que gritaba
“¡Penélope!”.
Voz que provocó que la aludida se girase para identificar la
procedencia y pertenencia de la voz que la llamaba. Esa misma voz cuyo dueño
apareció con un enorme salto que superó a los matorrales y continuó su carrera
una decena de metros más hasta detenerse justo frente a ellos de forma tan
impecable y rigurosa que sus cabellos; en teoría alborotados y fuera de lugar
por tan continuo movimiento no cambiaron de posición y se mantuvieron en el
mismo lugar donde siempre permanecían.
-
Penélope – repitió, mucho más aliviado
y sonriente mientras recuperaba el aliento.
-
¿Henry? – preguntó ella, confusa al
hallarlo allí. O más bien, a la manera y forma que él había tenido de dar con
ella.
Al instante, el ambiente y el aire, puros hasta ese momento
se enrarecieron. Coincidiendo justo con el momento en que ambos hombres fueron
conscientes de la presencia del otro a tan escasos centímetros.
-
Henry – dijo Christian tras un instante
pensando bien si debía saludarle o no mientras
apartaba el rosto hacia otro lado.
-
Pitágoras – respondió con la misma
desgana, aunque con una sonrisa de satisfacción y anticipación a lo que iba a
suceder.
Christian gruñó ante la mención
del mote con el que se burlaba de él desde sus años de universidad. Aún así,
repitió:
-
Henry –
Henry por su parte, a quien no
le gustó la manera en que le gruñó; como si fuera una de las abundantes ratas
callejeras presentes donde vivía, se envalentonó tensando todos los músculos de
su cuerpo y apretando la mandíbula
acercándose un paso más hacia él mientras repetía a su vez:
-
Pitágoras -.
Como si de un espejo se tratase,
el que Henry se acercase provocó que Christian también diese un paso al frente,
apretase la mandíbula y dijese por tercera vez:
-
Henry -.
-
Pitágoras – rebatió el aludido al
instante.
-
Muy bien señores – dijo Penélope
colocándose en el medio de ambos hombres y separándoles ligeramente con leves
empujones antes de que la sangre llegara al río. – Os felicito – dijo
realizando el gesto del aplauso aunque sus palmas nunca llegaron a tocarse. –
Sois educados, inteligentes por haberos reconocido al momento y vuestros egos
masculinos de gallos de corral y pelea son tan enormes que no caben en este
parque – concluyó, a modo de advertencia y con la orden implícita de que se
reubicasen y recordase dónde se hallaban en ese momento.
Pareció que las palabras de la
única fémina de la conversación surtieron efecto pues ambos hombres relajaron
su postura y se separaron ligeramente; tomando las posiciones de inicio de la
conversación.
-
Penélope – dijo Henry, captando su
atención en exclusiva.
-
Henry – respondió ella. – No pienso repetir
la situación de hace un momento – le advirtió.
-
¡Gracias a Dios que te encuentro! –
exclamó, con un alivio inmenso tomándola de las manos.
-
¿Qué haces aquí? – preguntó mirando a
su alrededor extrañada. - ¿Qué te ha pasado en la cara? – añadió, preocupada.
-
¿Esto? – le preguntó, sorprendido
tocándose el golpe de la mandíbula que Gary Johnson le dio la noche anterior. –
No es nada – dijo, restándole importancia porque en realidad el moratón era
mucho más escandaloso que el dolor que le provocaba. – Me golpeé con una
ventana al abrirla– se inventó, sin importarle lo más mínimo lo que pudiera
pensar Christian de su explicación.
-
¿Qué haces aquí? – repitió ella también
preocupada. – Tú no sueles caminar por este parque – añadió, con el ceño
fruncido. - Y además, lord Harper… - concluyó en voz bajita.
-
No me preocupa mi padre – dijo él, con
un encogimiento de hombros. – Vine a Saint James Park porque sabía que estarías
tú aquí – explicó, causando aún más confusión en ella. – Tenemos problemas –
anunció.
-
¿Problemas? – preguntó. - ¿Qué tipo de
prob…? – quiso saber. – Oh, oh – concluyó tragando saliva. Henry asintió. –
¿Hace mucho de eso? – preguntó por tercera vez.
-
Ya están todos allí – explicó,
compasivo confirmando a Penélope que la situación era mucho peor de lo que se
imaginaba en un principio; por lo que se puso lívida. – Mi hermana Rosamund, se
ha puesto de parto – explicó dirigiéndose a Christian y hablándole como si
fuera un niño pequeño.
-
Ya lo sabía – replicó él en tono
infantil aunque en realidad no sabía que el estado de gestación de la hermana
de Henry fuese tan avanzado.
-
¿Estás lista para marcharnos y llegar a
casa de mi hermana en un periquete? – preguntó Henry sonriéndole ignorando
deliberadamente otra vez a Christian.
-
Solo
si no hay que saltar setos en el trayecto – respondió ella amable,
devolviéndole la sonrisa. – Piernas cortas – añadió, mostrándole los pies.
-
Tendremos que improvisar sobre la
marchas entonces – suspiró entrelazando sus manos con las de ella antes de
comenzar a echar a correr.
Debido a la fortaleza de sus piernas y a la poderosa zancada
de Henry, en apenas un minuto había recorrido cien metros. Y por esto, Penélope
fue consciente de la distancia que les separaba y no le quedó más remedio que
despedirse de Christian a voces (acción no muy correcta para una noble) pero
mucho mejor que no despedirse de una persona con la que habías planeado un
encuentro; como era su caso con Sarah Parker.
-
¡Ya hablaremos! – dijo, a modo de
despedida. - ¡Recuerda lo que me has prometido! – añadió. - ¡Y despídeme de
Sarah Parker! – concluyó, antes de doblar la esquina y abandonar de forma
definitiva Saint James Park.
De lo que no fue consciente ella, era que con la mera
mención de ese nombre algo se reactivó en la mente de Henry, quien la miró con
suspicacia.
¿Sarah Parker?
¿De qué le sonaba a él ese nombre?
O incluso mejor ¿de dónde?
¿Conocía él a Sarah Parker?
Estaba claro que no, pero entonces… ¿por qué le daba la
extraña sensación de que sí?
No obstante, no había tiempo para más retrasos.
Había hecho una promesa a su hermana parturienta y ya estaba
tardando demasiado en cumplírsela perdiendo tiempo en la búsqueda de la huidiza
y fácilmente perdible Penélope.
Ya hablaría con ella sobre esa tal Sarah Parker más tarde…
bueno bueno bueno q ganas de leerte malota q me ties con las ganas de mas como siempre malona q me dejas a medias e insatisfecha mafelica malvada
ResponderEliminary despues de estos ataques taaaan gratuitos a tu persona comencemos con el comentario del capi xD
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ESPERA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ATAQUE DE RISA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ ME MEO ESPERA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA Y MAS JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
NO ES UN MERO CAPI DE TRANSICION SINO UN CAPITULAZO DE TRANSICION NO ME HE REIDO MAS XQ NO Q SI NO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA CREO Q
UNO: A PENELOPE LA ADORO LA IDOLATRO UN MONUMENTO YA
DOS: EN ESTE CASO ME HE SENTIDO PENELOPE LEVANTANDO AL TONTO CHRISTIAN XQ HA SIDO COMICO NO LO SIGUIENTE
TRES: EL BRONCAZO MATERNAL Y LUEGO LA FELICITACION DE LOPS A SARITISIMA HA SIDO COMO DIOS Q BIPOLAR SE HA PUESTO PERO JAJAJAJ ME MEO
CUATRO: EL MOMENTO CHRIS TONTO LOPS LISTA IDOLATREMOSLA HA SIDO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA EL INICIO DE MI ATAQUE DE RISA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
QUINTO: EL JURAMENTO DE CHRIS HA SIDO UMM INTERESANTE INTERESANTE LO DEJO AHI
SEXTO: MOMENTO PRESENTACION HENRY ÑAM ÑAM CON PERMISO DE MI SUPREMO WILLY ;D HA SIDO BUENISIMO CREO Q MI ATAQUE DE RISA HJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA SE HA INCREMENTADO ME MEO AUN ME ESTOY RIENDO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
SEPTIMO: EL MOMENTO VENGA Q NOS VAMOS DE PARTO HA SIDO EN PLAN HOLA Q DISE¿?¿ JAJAJAJA ME MEO
OCTAVO: EL MOMENTAZO SARAH DE Q ME SUENA SARAH HA SIDO EXPLOSIVO SUPREMO GENIAL MARAVILLOSO ENORMERRIMO ;D JAJAJAJA
ME MEO CON EL CAPI DE HOY
HE DICHO XD
O.O!
EliminarGracias, gracias... sabía que había algunos momentos dignos pero... no hasta tal punto...
yo tambien quiero carrapiñadas :( jaja me he reido mucho con el encuentro de: heeenryyy... pitaaaagoooraas... :P y a ver ese parto!!! lastima que HH y Sarah todavia no se hayan encontrado :/
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