CAPÍTULO
III
Primer golpe
Cuando Henry abrió los ojos y descubrió quién era la persona
que se había estado riendo de él (y que desde luego no era Edward) se quedó sin
palabras.
Únicamente se dedicó a observarla con atención.
Justo enfrente, Sarah Parker ahogó un grito cuando él abrió
los ojos.
“Azules” pensó, respondiendo a la pregunta que se había
hecho a sí misma momentos antes.
Pero tampoco dijo nada: se dedicó a observarlo también.
En silencio fue como estuvieron durante un incómodo momento.
Hasta que ambos reaccionaron de la misma manera: dando un
grito.
-
¡Ahhh! –gritaron al unísono.
Además Henry le soltó el brazo. Hecho que provocó que Sarah diese
un gran salto hacia atrás, alejándose de él lo más que pudo e impidiendo que la
alcanzase de nuevo en el caso de que quisiera alargar el brazo nuevamente en su
dirección.
-
¿Quién eres? – le preguntó, con total
claridad mientras se frotaba los ojos con fuerza y parpadeaba compulsivamente
para cerciorarse de que la borrachera y efectos secundarios del cóctel explosivo
que había “degustado” esta noche y para ver mejor y enfocar de forma más clara
a la mujer desconocida que estaba frente a él.
Con este esto además, la sábana que le cubría el tronco
superior del cuerpo (y que hasta ahora
se había mantenido más o menos sobre él) cayó, revelando con esto que a George
no le había dado tiempo a vestirle adecuadamente.
-
¡Ah! – volvió a gritar Sarah de manera
ahogada mientras retrocedía horrorizada hasta tocar la pared con las manos a su
espalda.
“¿Qué tipo de pijama usa George?” se preguntó enfadada
mientras luchaba con todas sus fuerzas y los ojos apretados para no mirar en la
dirección del desconocido semidesnudo.
-
¿Quién eres? – volvió a preguntar él
mientras maldijo en voz baja debido al intenso dolor de cabeza que sentía.
-
¿Quién eres tú? – preguntó ella también
abriendo los ojos y cruzándose de brazos como estrategia de autodefensa.
-
Touché querida – dijo él. – Es lógico
que quieras saberlo – añadió.- Es más, tendrías que saberlo – le recordó. –
Deberías – se corrigió inmediatamente. – Pero da la casualidad de que te lo
pregunté primero así que es tu turno decirme dónde estoy – concluyó, mirando
confundido a su alrededor, ya que no le sonaba nada el lugar.
-
¿Ya no quieres saber cómo me llamo? –
le preguntó ella haciéndose la ofendida.
-
Por supuesto que quiero saberlo –
respondió el automáticamente. – Pero también dónde me encuentro – añadió. -
¿Dónde está Edward? – añadió.
-
¿Edward? – preguntó ella sin entender y
con la ceja enarcada.
-
Sí, Junior – respondió él. - ¿Dónde
está? – le preguntó de nuevo.
Un encogimiento de hombros fue su respuesta, dado que no
tenía ni idea de quién era ni dónde se encontraba en ese momento.
-
Creo que debería irme – dijo Henry
levantándose de la camilla de un salto, quitándose la sábana que le cubría (y
que revelaba que llevaba calzones) y con la firme intención de irse ante la
falta de respuestas por parte de la joven.
“¿Irse?” se preguntó Sarah alarmada. “¿Ahora?” añadió,
temerosa, “¡No!” exclamó con rotundidad. “No puede irse” concluyó.
Sarah taragó saliva ante la perspectiva de la marcha del
desconocido. No por el doctor Phillips quien siempre se mostraba muy
comprensivo con ella y al que le entusiasmaría la noticia de no encontrárselo
allí pues significaba que no era nada grave y que estaba recuperado.
No.
El problema venía de la mano de la posible reacción del
idiota y siempre enfadado con el mundo de George. Por él precisamente no podía
irse y así se lo hizo saber:
-
¡No! – exclamó, dando un salto hacia
delante en su dirección. – No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no,
- añadió negando con la cabeza y haciendo gestos de negación también con las
manos. - ¡Ah! – volvió a gritar al darse cuenta de su cercanía al pecho desnudo
del desconocido y saltando hacia atrás nuevamente antes de
añadir con falso tono de tranquilidad: - No puedes irte –
-
¡Desde luego que no puedo irme! –
exclamó él, enfadado. - ¡Estoy desnudo! – añadió, exclamó tapándose los
calzones con la sábana. - ¿Dónde está mi ropa? – exigió saber.
-
No lo sé – musitó ella agachando la
cabeza.
-
¿Quién demonios eres tú que no sabes
nada? – le preguntó, enfadado.
“Ya está bien” pensó Sarah harta. “No voy a consentir ni a
tolerar que siga menospreciándome” añadió, enfadada. “No después de haber sido
yo quien le rescató” concluyó.
-
¿Que quién soy? – le preguntó. - ¿Qué
quién soy? – repitió alzando la voz. - ¡Pues soy la mujer que te ha salvado la
vida esta noche! – exclamó, orgullosa.
“¿Qué?” se preguntó. “¿Salvarme la vida?” se preguntó.
“¿Cómo que salvarme la vida?” se
preguntó bastante sorprendido.
-
Y ¿eso es impedimento para que me
devuelvas la ropa? – le preguntó mordaz e irónico.
Sarah enrojeció por esta pregunta, no de vergüenza sino de
furia.
“¡Ojalá supiera dónde te han escondido la ropa para que te
marchases de aquí cuanto antes!” pensó enfadada.
-
¿Y bien? – preguntó él, captando su
atención. - ¿Vas a responderme de forma clara a alguna de las preguntas? –
añadió. - ¿O al menos a mirarme mientras hablamos? - concluyó, cruzándose de brazos.
Sarah quería, realmente quería mirarle a la cara mientras
hablaban pues al fin y al cabo era una falta de educación no hacerlo.
Sin embargo, por más que quería no podía.
¿Por qué?
Fácil.
Estaba medio desnudo y a pecho descubierto.
Y ella nunca había visto a un hombre de esta guisa.
Ese era el motivo por el cual estaba avergonzada y se sentía
cohibida. Además de que, por mucho que había intentado no fijarse, no había
podido evitar fijarse en el atípico pecho e este desconocido.
Atípico en el buen sentido de la palabra, no en el de raro.
Es decir, no tenía tres pezones, senos abultados o alguna
otra anomalía físicaque llamara la atención.
No.
Lo “raro” del torso de este hombre era que lo tenía
completamente depilado.
Y eso no era muy normal y habitual entre los integrantes del
sexo masculino.
Ella lo sabía no porque lo hubiese comprobado con sus
propios ojos, sino por las conversaciones furtivas que había escuchado a Eden y
al resto de las chicas de su bloque.
Además, aparte de estar depilado, el pecho de este hombre
también destacaba porque estaba tatuado.
No completamente tatuado; pero sí con más de uno.
Concretamente tres.
1. Una
cruz celta con el palo vertical más largo que el horizontal con un anillo que rodea
ambos extremos y grabada con entrelazados y diseños geométricos.
2. Y dos
oraciones a modo de brazaletes que rodeaban sus bíceps: en el derecho una cita
célebre de Aristóteles “El hombre más poderoso es aquel que es dueño de sí
mismo” (Cita con la que estaba bastante de acuerdo) y en el izquierdo: “El arte
de amar se reduce a decir exactamente lo que el grado del momento de embriaguez
lo requiera”. (Frase, con la cual obviamente no estaba tan de acuerdo y pro la
que puso un evidente gesto de disgusto).
-
Adelante – le dijo él con tono burlón,
sacándola de su ensimismamiento.
-
¿Eh? – preguntó ella ya en el mundo
real.
-
Adelante – le repitió él con voz
tranquila. – Puedes mirar – añadió. – No entiendo por qué eres tan tímida ahora
si al fin y al cabo nos hemos acostado esta noche – concluyó sonriendo
satisfecho.
-
¿Qué? – se preguntó Sarah indignada. -
¿Qué tú y yo…? – añadió, incapaz de terminar esa frase. - ¡No! – exclamó,
negando con la cabeza.
-
¿No? – preguntó, confuso y sorprendido.
¿A qué te refieres entonces con salvarme la vida? – añadió.
-
¡A traerte aquí! – exclamó señalando la
consulta del doctor Phillips.
-
¿Dónde es aquí? – preguntó mirando a su
alrededor. -¿Quién eres? – preguntó otra vez. - ¿Por qué estoy medio desnudo y
te niegas a devolverme la ropa? – quiso saber. – Y sobre todo ¿dónde está
Edward? ¡Voy a matar al maldito duendecillo del demonio! – gruñó entre dientes.
-
¿Podrías…? – inició levantando el dedo
índice. - ¿centrarte en un único tema de conversación? – concluyó. – Por favor
– le pidió. – Es bastante frustrante y difícil para mí intentar seguirte con
tantos giros de conversación – explicó.
-
Está bien – dijo él, levantando las
manos en señal de rendición.
-
Y no… no hagas ningún movimiento que me
muestre más carne de la necesaria de tu cuerpo – le advirtió.
-
¿Mi pecho? – preguntó llevándose la
mano precisamente a esa parte de su anatomía. - ¿Qué pasa con mi pecho? –
preguntó frunciendo el entrecejo y ofendido.
Aunque pronto comprendió el punto de vista de la mujer en la
situación: estaba incómoda y avergonzada.
“Te pongo nerviosa” pensó sonriente y satisfecho. “Muy bien,
puede que tu tengas todas respuestas que necesito esta noche, pero yo también
puedo jugar y divertirme” añadió.
-
Además ¿qué harás? – Ante su cara de
desconcierto, añadió: - ¿Qué harás si me niego a cumplir tu segunda petición? –
le preguntó con tono burlón.
-
Que hablaré contigo dándote la espalda
- respondió.
-
¡Qué cruel! – dijo él con sarcasmo.
-
Lo sé – respondió ella satisfecha y
orgullosa sin haber captado el sarcasmo.
-
Eres mala – volvió a hablar él en el
mismo tono, provocando que la sonrisa de orgullo de ella se ensanchara. - ¡Mira
cómo tiemblo! – añadió nuevamente sarcástico mientras sacudía el cuerpo de
forma leve; provocando que la sábana cayese al suelo nuevamente.
-
¡Te has estado burlando de mí! –
exclamó acercándose a él mientras le señalaba con el dedo índice para echarle
un buen rapapolvo sobre la educación. Sin embargo, en cuanto se dio cuenta del
estado de semidesnudez del desconocido , frenó en seco su acercamiento y justo
como dijo, le dio la espalda y se cruzó de brazos.
-
No me has dejado terminar – dijo ella
con suficiencia. – Te daré la espalda y me marcharé de aquí dejándote solo con
las ganas de saber las respuestas a tus preguntas – le informó, dirigiéndose
hacia la salida de forma altiva.
-
¡No! – exclamó él con la mano extendida
para detenerla – No, no, no, no, no, no, no, no, no, no y no – añadió. – No te
vayas ¡Por favor! – le pidió con tono lastimero. – Está bien – cedió,
levantando las manos nuevamente en señal de rendición. – Lo haremos a tu manera
– le informó. - ¿Nada de pecho descubierto? – le preguntó. – Pues nada de pecho descubierto – se respondió y volvió
a coger la sábana que estaba en el suelo y la envolvió alrededor de su cuerpo
como si de una túnica se tratara.
Mientras Sarah observaba aún en la puerta y por el rabillo
del ojo cómo el desconocido acataba sus
órdenes sin rechistar.
-
¡Hala! – exclamó, sacudiendo las manos
como si las tuviera llenas de polvo. – Ya puedes darte la vuelta y mirar porque
no hay nada que ver – añadió.
Sarah se giró totalmente y comprobó cómo efectivamente é
había cumplido con lo que le había pedido y no había nada en su pecho que la
escandalizase, distrajese o atrajese a partes iguales.
Otra cosa eran sus calzones.
Demasiado cortos, apretados e insinuantes para su ignorante
mente en esos aspectos. Pero claro, ella nunca había visto antes a un hombre en
calzones así que no podía opinar al respecto. Por eso mismo decidió no
concentrarse en ese detalle nimio ni en esa zona en particular de su anatomía
porque si no, no hablarían nada esa noche.
Y ella quería conocer la identidad del hombre al que habían
salvado la vida, pues también estaba ansiosa de respuestas. Acto seguido,
agarró una de las sillas de la sala, la arrastró hasta situarla frente al
hombre allí presente, se sentó y solo entonces le preguntó:
-
Muy bien ¿qué quieres saber? –
-
No nos hemos acostado esta noche –
afirmó.
“Típico masculino” pensó con fastidio. “Preguntar primero
por lo que pone en duda su hombría” añadió, bufando antes de negar con la
cabeza.
-
Y no conoces a Edward – añadió Henry.
-
Aunque es un nombre muy común y
corriente, no, no conozco a ningún Edward – respondió. De una manera tan
sincera que esta vez la creyó.
-
¿Dónde estamos? – preguntó algo
asustado por la respuesta que podría proporcionarle.
-
En el Soho – le informó ella.
“¡Oh claro!” exclamó él sonriente. “En el Soho” se repitió.
“Ahora está mucho más claro el motivo de por qué no quiere devolverme la ropa”
añadió. “Mucho más claro…” dejó caer.
¿Cuál era ese motivo en opinión de Henry?
Su propia identidad.
No la de Henry Harper; hijo lord Edward Harper; marqués de
Harper.
La otra.
La de Skin HH Skull, el boxeador invencible y más famoso de
todo Londres. Luchador que participaba de forma exclusiva en peleas organizadas
en el Soho.
Barrio donde tenía docenas de seguidores… y seguidoras.
Unas seguidoras muy acérrimas en ocasiones demasiado
exaltadas con él, llegando incluso algunas al punto de la obsesión hacia su
persona.
Este parecía ser el caso de esta desconocida; quien al
parecer era una seguidora suya con tendencias fetichistas.
“Podría ser peor” se consoló mentalmente. “Podría haber
estado obsesionada físicamente conmigo” añadió. “Y eso sí que hubiera sido
difícil de sobrellevar”. Volvió a mirarla y sonrió. “Pues no tiene pinta de
fetichista” concluyó.
-
¿De qué te ríes? – quiso saber ella
frunciendo el entrecejo.
-
Creía que solo yo podía plantear las
preguntas – dejó caer él.
-
Esto es una conversación, señor –
explicó, señalando lo obvio. – Y en una conversación la interacción entre todos
los participantes es básica para que funciones y se denomine como tal – añadió
con un mohín.
-
Así que estamos en el Soho – repitió
asintiendo, dándole la razón.
-
Sí – repitió ella, algo cansada de
tener que decirle las cosas varias veces para que las entendiese porque estaba
borracho. – En la consulta del doctor Phillips – explicó.
-
¿En la consulta del doctor Phillips? –
preguntó a voces, alarmado. - ¿Qué demonios hacemos en la consulta del doctor
Phillips? – repitió, poniéndose en pie de un salto.
-
Hasta hace un momento tú dormías y yo
te velaba el sueño – respondió ella. – Ahora charlar – añadió, por si no había
quedado suficientemente claro. – Charlar y esperar – apostilló entre dientes,
quejándose por la tardanza de los hombres.
No es que le estuviera resultando un fastidio estar con el
desconocido en tan reducido espacio. El problema era que éste le resultaba
demasiado atractivo y por tanto, la ponía muy nerviosa y temía quedar como una
estúpida ante él. Además, sería la única y última vez que se verían y por
tanto, no deseaba de ninguna de las maneras causarle una mala impresión.
-
¿Por qué estaba dormido aquí? –
preguntó, sentándose sobre la camilla.
-
Porque te salvé la vida – repitió;
suspirando.
-
Explícame mejor eso – le pidió. – Si no
te has acostado conmigo ¿cómo dices entonces que me salvaste la vida? –
preguntó, sin entender.
-
¿Qué pasa? – preguntó. - ¿Qué para
salvarte la vida es obligatorio acostarse contigo? – preguntó, irritada por la
petulancia y el inmenso ego de este hombre.
-
Sí – respondió él ligeramente
desconcertado por la reacción de ella ante esa respuesta. – Normalmente eso es
lo que me devuelve la vida – añadió, omitiendo a propósito las circunstancias
en las que el sexo era el revulsivo y el reconstituyente de su monótona vida.
-
Bueno, pues siento comunicarte que este
no es el caso – explicó aún enfurruñada. – Te salvé la vida porque yo te he
descubierto y te saqué de la calle – añadió. – Antes preguntabas quién era ¿no?
– le preguntó. – Pues ¡ea! – exclamó con una palmada. – Ahí lo tienes. Yo soy
la mujer que te sacó de la calle de Carlos II – concluyó.
-
¿Tú? – le preguntó incrédulo.
-
¡Yo! – exclamó rotunda. Y tras una
breve pausa añadió en voz baja: - Con ayuda -.
-
¿Cuánta ayuda? – le preguntó él
mordiéndose el labio para no reírse.
-
Pues bastante – replicó orgullosa. –
Ellos cargaron contigo y yo… -
-
¿Ellos? – preguntó, interrumpiéndola.
-
Sí, ellos – asintió ella. – El doctor
Phillips y el idiota de George, su ayudante – explicó.
-
Si ellos hicieron el trabajo pesado…
¿qué hiciste tú exactamente? – preguntó, curioso.
-
Pues algo muy importante – respondió
ella en tono infantil. – Yo les alumbraba el camino – añadió.
-
¡Oh sí! – exclamó él. – Muy importante
– dejó caer mientras se reía (sin dolor de cabeza)
-
¡Cállate! – le ordenó ella lanzándole
un trapo sucio. – No estarías aquí si no me hubiese tropezado contigo – le
recordó amenazándole con el dedo.
-
Así que… eres un ángel – le dijo.
-
¡Oh sí! – exclamó ella con ironía. – Un
querubín[1]
– añadió. Mientras recordaba las clases de teología con el matrimonio Cross y
cómo estos se burlaban de ella por no ser la única rubia de ojos claros y por
tanto, no se parecía nada físicamente a los ángeles y no formaba parte del
grupo de querubines e iría derecha al infierno.
-
¿Un qué? – preguntó él frotándose la
frente por el dolor de cabeza y el esfuerzo sobrehumano que le estaba costando
seguir esta conversación.
-
Un querubín – repitió ella. - ¿Es que
no fuiste a la escuela monacal? – le preguntó enfadada.
-
No – afirmó él, como si nada. –
Teníamos un profesor particular de teología que venía a darnos clases a casa –
le informó él con tono infantil y a punto de sacarle la lengua.
-
Profesor al que obviamente no prestaste
mucha atención – apostilló ella como reproche.
-
No tanta como tú – rebatió él.
-
Así pasa luego – se quejó Sarah. –
Mucho profesor particular y mucho dinero pero los nobles no prestan atención a
nada y por eso salen tantos libertinos – añadió.
-
¿Nobles? – preguntó él. - ¿Có…cómo
sabes que soy noble? – le preguntó sorprendido. – Suponiendo que lo sea –
añadió inmediatamente.
-
Lo primero señor es que no debéis
olvidar que fui yo os descubrió y que por tanto, vi vuestras ropas y creedme
que esa confección y riqueza de los hilos no son muy abundantes en el Soho
londinense y segundo, acabáis de delataros a vos y a vuestra “hipotética” –
dijo haciendo los gestos de comillas – pregunta – concluyó.
“¡Vaya!” exclamó sorprendido, “Inteligente” añadió.
“Inteligente y hermosa” concluyó.
Porque si la señorita desconocida pensaba que él no se había
fijado en ella mientras estaban hablando, se había equivocado.
Se había equivocado muchísimo además.
Por supuesto que se había fijado en ella.
Quizás fuese por su lustroso cabello liso que esa noche
tenía ondulado por las puntas; fruto sin duda de un moño deshecho; el color
marón verdoso de sus ojos, su nariz chata aunque fina salpicada con algunas
pecas o su boca; cuyo labio inferior era muy carnoso y por tanto estaba hecho
para ser besado y mordisqueado. No sabía, pero era hermosa.
Hermosa y deseable.
Tanto, que había tenido que hacer un gran esfuerzo para que,
en el momento en que abrió los ojos y descubrió que la tenía agarrado por el
codo (y completamente a su merced) no tumbarla bajo él y poseerla allí mismo en
la camilla.
“No estás acostumbrado a la abstinencia” pensó.
-
¿Qué haces? – preguntó ella borde.
-
Mirarte – le respondió con una sonrisa.
-
¿Por algún motivo en particular? – le
volvió a preguntar, tensa.
-
Para asegurarme de que no eres un
querubín – aseguró.
-
¿Y bien? – preguntó. - ¿Cuál es el
veredicto? – añadió.
-
Tienes razón – confirmó él. – No eres
un querubín – añadió.
-
Lo sabía – dijo ella triunfante. – Te
lo dije – le advirtió.
-
Pero eso no es un impedimento para que
seas un ángel – añadió.
-
¿Eh? – preguntó desconcertada.
-
Sí, señorita desconocida – la señaló
con el dedo. – Eres un ángel – añadió. – Eres mi ángel de la guarda y cómo te
niegas a decirme tu nombre real… te llamaré Ángel – estableció.
“¿Ángel?” pensó con desagrado.
-
Yo no me llamo Ángel – dijo ella enfadada.
-
Me he dado cuenta por la expresión de
tu rostro – respondió él, con una sonrisa.
-
No quiero que me llames Ángel – exigió.
– No me gusta – recalcó.
-
Yo tampoco quiero hacerlo – aseguró,
llevándose la mano al pecho. – Pero no me queda más remedio – añadió,
condescendiente. Sarah le lanzó una mirada de furia y le gruñó, provocando que
comenzase a reír a carcajadas.- Esto tiene una solución muy sencilla – anunció.
– Dime cómo te llamas y dejaré de llamarte ángel – pidió.
-
No hasta que me lo digas tú primero –
replicó ella de inmediato. - ¡Y no vale que me digas Doble H! – le advirtió,
señalándole con el dedo.
-
¿Doble H? – preguntó enarcando la ceja.
Y entonces se acordó de que esa noche se había puesto su chaqueta favorita; la
que llevaba bordada con hilos de plata las dos H bordadas. – Pero es así como
me llaman mis amigos – explicó inocentemente.
-
Uno, yo no soy tu amiga. Dos, quiero
saber qué nombre y apellido hay detrás de cada una de las haches y tres ¿para
qué quieres saber tú mi nombre? – preguntó desconfiada y desconcertada.
-
Para agradecerte personalmente el que
me hayas salvando la vida esta noche impidiendo que muriese de frío – explicó.
Sarah sintió remordimientos de la situación y se mordió el
labio inferior mientras dudaba acerca de decírselo o no.
Al final, cedió y habló.
-
Sarah – dijo. – Sarah Parker – suspiró
antes de decir por tercera vez - Mi
nombre es Sarah Parker. ¿Cuál es el vuestro? – le preguntó.
-
Puede llamarme Doble H – dijo él,
sonriendo.
-
Eres… - dijo, poniéndose en pie. –
Eres… - repitió, señalándole con dedo furiosa. – Un… ¡mentiroso y un
embaucador! – exclamó, consiguiendo terminar la frase.
Henry rió e intentó ponerse de pie.
-
¡Ah! – volvió a gritar de forma
estrangulada. - ¿Qué haces? – le preguntó horrorizada. - ¡Quédate ahí! –
exclamó señalándole la camilla.
-
¿Qué demonio tienes en contra de que me
mueva? – le preguntó él enfadado. – Para tu información ¡se me ha entumido el trasero!
– exclamó.
-
Oh – dijo ella entendiendo. – Lo siento
– añadió, agachando la cabeza.
-
Pero bueno, está bien – claudicó él. –
Si no quieres que me mueva…acércate – le ordenó.
-
¿Yo? – preguntó ella sorprendida.
-
No, la mujer que está detrás de ti –
respondió sarcástico. - ¡por supuesto que tú! – exclamó. – Acércate – repitió.
Sarah obedeció y se sentó junto a él en la camilla.
-
Así que Sarah… - inició, sonriéndole. –
Como la mujer de Abraham y la madre de Isaac – añadió suspirando e ignorando
las ganas que sintió de besarla en ese instante.
-
Dijiste que no prestaste atención en
las clases – murmuró ella mirándole a los ojos directamente y sintiendo el
embrujo de sus ojos azules sobre ella.
“¿Por qué tiene que ser un desconocido tan sumamente
atractivo?” se preguntó quejándose y enfadada.
-
Eso lo dijiste tú – rebatió él. –
Además, que no me sepa de memoria la jerarquía de los ángeles no quiere decir
que no sea un buen estudiante – añadió esbozando una sonrisa.
-
Te felicito Doble H – le dijo ella. –
Eres un buen estudiante de la Biblia – añadió orgullosa de él.
-
Muchas gracias – respondió él. – Y
hablando de gracias… muchas gracias por salvarme hoy, Susannah – le dijo. – Sin tu intervención, probablemente estaría
muerto hoy -.
-
Es Sarah – masculló ella entre dientes.
-
¿Cómo? – preguntó él sin entender.
-
Que soy Sarah – repitió de la misma
manera. - ¡Tanto empeño en saber mi nombre para que lo olvides a la primera de
cambio! – protestó exasperada. – Debería haberte dicho uno falso – concluyó con
los ojos entrecerrados. - como tú, solo
las iniciales – concluyó.
-
¿No te llamé Sarah? – le preguntó él,
extrañado.
-
¡No! – gritó ella enfadada.
-
¡Vaya! – exclamó tragando saliva y
queriendo que se lo tragara la tierra. – Lo siento – añadió, mientras se
rascaba la cabeza. – Lo siento – repitió. - ¡Dios! – exclamó. - ¡Soy fatal con
los nombres! – exclamó, avergonzado. - ¿Me perdonas? – le preguntó, temeroso.
-
Sí – concedió ella a regañadientes.
-
¡Gracias! – exclamó él, acortando la
distancia que los separaba.
-
Eh, eh, eh – se alejó ella y poniendo
la mano entre ambos como muralla que los separaba. – No se te ocurra acercarte
ni un dedo más – le advirtió.
-
¿Cómo quieres que te lo agradezca
entonces como Dios manda? – le preguntó.
-
No hace falta – respondió ella
distante. – Ya lo hiciste – explicó.
-
Como buen noble y caballero londinense,
insisto – respondió.
-
¡Está bien! – cedió. – Discúlpate y
acabemos cuanto antes – gruñó.
“Ven cuanto antes doctor
Phillips” rogó.
-
Gracias – dijo. – Muchas gracias –
añadió.
Y se lo agradeció de la manera que solo él sabía hacerlo y
que era la razón principal por la cual le había dado un montón de conversación
intrascendente e insustancial y los había distraído a ambos: la besó.
Como estaba aún algo lejos de él, la atrajo en su dirección
situando su mano situando su mano por detrás del cuello hasta que por fin los
labios de ambos se rozaron y é, por fin pudo desquitarse de su obsesión y saboreó su carnoso labio
inferior.
Al principio ella gimió tensa e intentó zafarse de él debido
a la sorpresa. Pero pronto se relajó y le devolvió el beso.
Beso que en este primer tanteo solo consistió en un leve
roce de labios, permitiéndole a ella, por ser la que menos experiencia tenía en
este contexto, que fuera la que marcase el ritmo, mantuviese el control y
pusiera fin al mismo en cualquier momento.
Por este motivo, Henry solo profundizó el beso poco a poco e
introdujo su lengua cuando ella entreabrió la boca ligeramente.
En ese momento, retiró la mano del cuello de su ángel y la
situó en su cintura para mantenerla mucho más cerca de él mientras juntos
exploraban sus bocas.
“Mmm…sabe bien” pensó feliz y satisfecho. “Sabe dulce”
añadió. “Sabe a… ¿chocolate?” se preguntó, poniéndose rígido de inmediato.
En ese mismo instante fue Sarah quien notó el cambio de
actitud de Doble H mientras se estaban besando.
Un momento.
“¿Besándose?” se preguntó horrorizada. “¿Ellos?” añadió.
“¡Oh Dios mío!” exclamó mentalmente sorprendida por la reacción y respuesta que
le había dado al beso, separándose de él de inmediato.
Como escasos momentos antes, cuando Henry descubrió que no
era su hermano sino la mujer con la que acababa de besarse quien se estaba
riendo de él, ninguno de los dos dijo nada y el silencio se apoderó nuevamente
de la sala.
Hasta que Sarah decidió hacerlo.
-
¿Qué te crees que estás haciendo? – le
preguntó enfadadísima poniéndose en pie y poniéndose en pie, separándose de él
y frotándose la boca con fuerza para limpiarse cualquier tipo de resto que
pudiera quedarle, escupiendo varias veces en el cubo que había justo al lado de
la camilla. - ¿Es que crees que porque soy del Soho tengo que ser una
prostituta o una chica fácil ligera de cascos? – le echó en cara. - ¡De eso
nada! – exclamó iracunda.
Lo que no sabía era con quién estaba más enfadad, si con
ella misma o con él.
No debería haberse comportado así.
Ella no era así.
Además estaba enamorada. Corrección, muy enamorada.
De Christian Crawford. No de Doble H.
“Entonces ¿por qué he permitido que me besase?” se preguntó.
“¡Estúpida!” se insultó. “¿Por qué demonios tiene que ser tan condenadamente
atractivo?” volvió a preguntarse enfadada, mirándolo con furia asesina.
“¡Doctor Phillips! ¡George!” los llamó de forma mental a voces. “¿Dónde
estáis?” se preguntó nerviosa antes de continuar con su charla y bronca consigo
misma acerca de la moralidad y el respeto hacia sí misma y las mujeres en
general.
Al principio, Henry le prestó atención atentamente pero
pronto tuvo que dejar de mirarla, ya que sus problemas parecía aumentar por
momentos esa noche.
¿Estaban relacionados con el beso? Sin duda.
Si por él hubiera sido, hubiera pasado horas y horas
besándola, ya que aunque apenas tenía experiencia en ese terreno (lo cual había
notado al instante) el beso le había gustado tanto que estaba en la primera
posición y había recibido la máxima puntuación en su escala de besos personal-
Hasta que notó su sabor.
No es que supiese mal, le oliese el aliento a rayos o algo
por el estilo.
Todo lo contrario.
Sabía dulce y extremadamente bien.
Y ahí radicaba precisamente el problema.
Él no toleraba el dulce.
No le gustaba.
Le sentaba mal.
Por eso nunca tomaba azúcar con el café o en el té y siempre
se marchaba de las bodas a la hora de comer la tarta-
Y ella. Ella ¡Maldita sea! Sabía a chocolate.
¡Chocolate!
¡A algo dulce!
Los retortijones y ruidos de su estómago (acompañados de un
incipiente dolor de barriga) comenzaron a hacer acto de presencia.
Instintivamente, para calmarse se llevó la mano a su
abdomen.
“Aguanta chico” pidió. “Sé valiente” añadió.
Pero no aguantó.
Y sus arcadas y náuseas se fueron haciendo más evidentes.
Viendo su estado de cabreo actual, decidió disculparse antes
de causar un mal mayo en la situación,
-
No te lo tomes a mal porque me ha
gustado mucho – le advirtió levantando el dedo índice.
-
¿Cómo? – preguntó ella frunciendo el
entrecejo sin entender ni una sola palabra de la última frase.
Y vio con horror cómo Doble H se inclinaba sobre el cubo
donde antes había escupido ella y vomitaba todo el contenido líquido y sólido
que almacenaba en su estómago.
Tapándose la nariz con una mano, la boca con la otra y con
el hombre vomitando, así fue como el doctor Phillips y George se los
encontraron.
-
Muy bien, muy bien Sarah – dijo el
doctor Phillips asintiendo con satisfacción mientras sonreía de forma amplia. –
Veo que has cumplido tu trabajo a la perfección – añadió.
A Sarah le volvió el color al rostro en cuanto los vio
aparecer.
¡Incluso le dio el visto bueno a la entrada en escena del
idiota, maleducado (pues ni siquiera le devolvió el saludo) mal hablado y
seboso de George!
Ésta se apartó de Doble H y comenzó a seguir al doctor para
conseguir algo más de información sobre lo ocurrido en el prostíbulo de Miss
Naughty y sobre todo, para que le concediese el permiso para abandonar la
infernal consulta del doctor Phillips; pudiendo marcharse de una buena vez y
por todas a dormir.
Algo que necesitaba desesperadamente.
-
Y bien doctor ¿qué fue? – le prguntó.
-
Lindy tenía razón – le informó. Hubo
una pelea con navajas en la entrada del local y hubo heridas muy feas y
profundas – explicó limpiándose las gafas con el pañuelo.
“¿Una pelea?” se preguntó Henry mientras vomitaba. “¿Con
navajas?” añadió. “¡La madre que te parió, Edward!” exclamó soltando otra gran
bolsa de vómito.
-
Afortunadamente ninguno de los dos
llevaba armas de fuego – añadió George, aliviado. – Eso sí que hubiera sido un
problema – añadió. – Pero eso se ha acabado – apostilló sonriente. – Ambos implicados
están ahora detenidos y bajo custodia de los ocho de Bow Street. Final feliz –
concluyó.
Sarah le devolvió la sonrisa para intentar ganarse su
simpatía y Henry se golpeó la frente con la palma de la mano:
“Edward… ¡eres un maldito idiota!” pensó. “Siempre dije que
tus instintos sexuales te meterían en problemas” añadió mientras se secaba el
sudor que el vómito le había producido con el antebrazo y suspiraba de alivio y
agradecimiento al pensar que él estaría corriendo ahora mismo una suerte
idéntica a la de su hermano sino hubiera sido porque Snia le encontró y le
salvó.
Intentó mirar hacia ella nuevamente para agradecérselo de
manera silenciosa pero en ese instante, un nuevo espasmo estomacal se lo
impidió.
-
Ahora lo más grave está en esta
consulta – dijo el doctor Phillips mirando hacia Henry.
-
Hablando de eso… - inició Sarah entre
susurros. - ¿Yo podría? – volvió a preguntar señalando la puerta con la cabeza
indicando que quería marcharse; aunque quedara como una cobarde y maleducada.
No quería pronunciar la frase entera en voz alta por si daba
la casualidad de que Doble H la escuchase y exigiese que se despidiera de él
como una señorita hace con un caballero; aunque fueran en tan extraordinarias y
atípicas circunstancias.
Y ella no quería despedirse de él; dada su incómoda
situación actual juntos.
Por otra parte, sospechaba que él no iba a dejarla marchar
tan fácilmente con tantos asuntos pendientes e inconclusos entre ambos.
-
¡Oh! – exclamó el doctor Phillips
dándose cuenta de la situación y la petición silenciosa de Sarah.
Un asentimiento rotundo y lleno de agradecimiento fue la
respuesta que le dio.
Sarah casi se golpea contra la mesa de utensilios del salto
de alegría que dio, murmurando un lo siento por el estruendo que apunto había estado
de causar antes de poco a poco y de puntillas; comenzó a abandonar la consulta.
Pero al llegar a la puerta de salida se detuvo y se giró para
contemplar por última vez al hombre que le había dado su primer beso; el cual,
por este mismo motivo, se haía gando un hueco en su corazón y en su memoria
para siempre.
Un hombre al que jamás volvería a ver en su vida y que en
ese mismo instante se encontraba vomitando. Un último recuerdo que por tanto,
no sería muy agradable para ella.
Puso los ojos en blanco y un gesto de asco y desagrado
apareció en su rostro.
Y pensar que solo un momento antes la había besado…
Unas manos sobre su cintura la devolvieron a la realidad.
Sobre todo cuando la levantaron del suelo y la posaron justo al otro lado de la
puerta; en la calle y le cerraron con ella en todas las narices.
Sarah, dio las gracias mentalmente al idiota de George;
quien, por una vez en su vida había hecho algo útil y le había dado el
empujoncito que necesitaba para marcharse de allí.
Ya que, ahora bajo el raciocinio de la objetividad y sobre
todo gracias al aire helado de la fría noche de octubre en Orange Street le
proporcionaba, tenía que admitir para sí misma que de no haberse producido este
gesto por parte de George, ella hubiera seguido allí durante mucho tiempo más y
Doble H hubiera terminado por descubrirla en plena huida.
“Buenas noches Doble H y hasta nunca” se despidió
mentalmente de él antes de entrar en el bloque de apartamentos regentado por la
señora Anchor situado en el número 40 de la calle anteriormente mencionada.
[1] Querubín:
Tipo de ángel; el segundo de los nueve coros o jerarquías angélicos. Se
consideran los guardianes de la gloria de Dios y se les representa como un coro
con carroza celestial y van siempre juntos.
ya sabéis lo que pienso de los capítulo en exceso dialogados...
ResponderEliminarPues me ha gustado mucho y ha conseguido tranquilizarme, que estaba de los nervios! Me ha gustado mucho el besi aunque si sabe a chocolate a Doble H solo le quedan dos opciones: que le acabe por gustar o se lo piense antes de besarla jaja las cinsecuencias pueden ser nefastas, pobre mujer!
ResponderEliminartranqui, lo del chocolate es solo circunstancial de esa noche...
EliminarAunque le gusta el dulce, Sarah no se harta a comer "comida basura"...
jajaja, acabara gustandole el chocolate ¡seguro!
ResponderEliminarbueno my lady chin siento haber tardado tanto en leerte en esta ocasion q sabes q siempre te leo nada mas q sales pero como bien sabeis ambas ladies cle he estado malucha ayer de la espalda y tremendamente cansada porq no paro pero despues de esta aclaracion me predispongo pues a comentar el capi =)
ResponderEliminarBUENO BUENO BUENO GRAN REACCION DE AMBOS DOS CUANDO EL SE HA DESPERTADO ME LA ESPERABA Y ME HA ENCANTADO PARECIAN KAJOL Y SRK CUANDO SE ENFADAN EN KUCH KUCH XD. DEBO DECIR Y SOLTAR UNA DE MIS DERIVACIONES Q CREO Q ESTA VEZ ESTA JUSTIFICADA Y OS IMPLICA A AMBAS LADIES CLE: A VER CHICAS Q ES ESA OBSESION X LA CUAL A VUESTROS PROTAS MASCULINOS LES ENCANTA EXHIBIRSE EN BOLAS O MEDIO EN BOLAS ES DECIR EN CALZONES XQ AQUI TAPARRABOS COMO Q NO AUNQ... NO LO DESCARTO DE UNA FIESTA SALVAJE Q ALGUNO ACABE EN TAPARRABOS (CASO JACKSON ME REMITO EN ERI ELLA SABE XQ... xD Y A TI CHIN A ESTE ME LO PONES EN CALZONES AJUSTAOS Q NO SE YO Q ES PEOR xD) LUEGO ME LLAMAIS HOTTTIE PERO CLAAARO A VER A MI ME PONEIS A ESTOS MACHOS MENES EN CIRCUNSTANCIAS MU SUGERENTES Y CLAARO MI IMAGINACION Q ES CASTA PURA E INOCENTE SE CORROMPE Y LUEGO PASA LO Q PASA Q SALEN COMENTARIOS SUBIDOS DE TONO Q NO SON PROPIOS DE LADIES xD
luego el dialogo de besugos de los dos casi me da algo de la risa q me ha dado leyendolo xD ha sido en plan maria vas a misa no creia q ibas a misa pues vamons a misa jaja buenisimo
mas cosas doble h chato a ver eres un pelin bruto y duro de mollera chato moceton a ver si saritisima te dice q ella no sabe nada de nada es porq no sabe nada de nada no te pongas pijotero xq te arreo un mamporro por mucho y muy q seas boxeador ee q te quede claro y otra cosa moceton: Q EMPEÑO EN Q SI OS HABEIS ACOSTAO A VER TO A SU TIEMPO ANSIOSO MAADRE MIA Q ANSIA TIES MACHO CHSS RELAJA RELAJA MACHOTE Q LLEGARA TRANQUI TRONCO DEJA Q ME RELAMAS COMO LA CONQUISTAS CHATO EEE Q VAYA TELA.
y bueno creo q el spoiler era o bien el beso CON EL Q HE HECHO LA OLA CUANDO LO HE LEIDO Y SE ME HAN PUESTO LOS OJOS COMO PLATOS CUANDO LO HE LEIDO Y HE SOLTADO COMO NO UN PEAZO SUSPIRO EN PLAN AAAAIIISS COMO LOS Q SUELTO CON MI WILLY WILLY AAAIS MI HOMBRETON Q COMO ÑAM ÑAM ESTA MAADRE Q ME LO COMO (VES TU COMO ME DESVIO YO CON ESTE PEAZO HOMBRE) Y CREO Q VA A SER ESTE O BIEN ERA EL MOMENTO COÑO SOHO ¿YO PELEO EN EL SOHO Y LAS CHICAS SE PIRRAN POR MI? APUESTO POR EL BESAZO. y bueno saritisima eso de q no lo vas a ver ai tontina q si lo vas a ver mas veces q se ha quedado tonto cuando te ha visto jaja. creo q no se me olvida nada mas o si lo hago chin se encargara de decirmelo. he dicho
y como bn me ha recordado chin esta mañana nada mas recien levantarme me he olvidado del momento vomitona de doble h asi q aqui va mi rapapolvo: A VER CHATO ESO DE LA VOMITONA TE PASA UNO POR NO TOLERAR EL DULCE Y SER ALERGICO COSA COMPRENSIBLE Y OTRA POR SER UN BURRO Y BESTIA POR BEBER EN EXCESO Q NO HAY Q FIARSE DE LA GENTE POR MU HERMANITO CHICO Q TENGAS Y HAGA COCKTELES RIQUISIMOS A ESO SE LE DICE CACA ASI Q LA CULPA DEL MAL CUERPO Y LA VOMITONA LA TIENES TU Y MU MALA IMPRESION LE HAS CAUSADO A TU FUTURA CHURRI XQ CHATO NO NOS ENGAÑEMOS VA A SER TU CHURRI Q TE HACE TILIN TOLON Q MAJO ASI Q ALE
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