CAPÍTULO XVII
Christian
Crawford en el Soho
Que los nobles que
asistieron a la fiesta de los Richfull, la disfrutaron era un hecho.
No obstante de todos
los asistentes, hubo una persona a la que resultó especialmente gratificante,
provechosa y…desconcertante.
¿Una persona?
Bueno, en realidad
eran dos en uno.
Efectivamente.
Se trataba de
Christian Crawford en sus dos versiones: la de su persona física como tal,
invitado oficial al evento y la de su alter ego femenino, no invitada al mismo;
Christina Thousand Eyes.
-
Como
Christina el motivo de su goce y disfrute había sido que por fin le había
puesto rostro a la futura señora de Richfull consiguiendo la crónica en
exclusiva y por tanto, vendiendo muchos más ejemplares de The Chronichle del
día siguiente.
¿Cómo era la
susodicha?
Al contrario de lo
que muchos esperaban e imaginaban, no se parecía en nada físicamente a su
paisana más conocida. Ésta; con quien también compartía el nombre; Anne era un
mujer…normal, de pelo color trigueño y ojos marrones claros, altura y peso
medios… Además de que tampoco tenía en la cara las cicatrices propias que toda
persona que había tenido viruela poseía, al contrario que la otra Anne de
Cleves. Por tanto… sí, normal era la palabra
que mejor la definía.
Esa y discreta, dado
que debía sumarse a su normal y corriente aspecto físico, una personalidad de
lo más anodina.
Por tanto, podría
decirse que había altas posibilidades de que el matrimonio de ambos funcionase.
No porque hubiera triunfado el amor; al menos no de inicio, pero sí… al menos
se basaría en el respeto y con eso ya llevaban mucho ganado.
-
En
cuanto a Christian… también había disfrutado de la fiesta, al menos durante el
tiempo que estuvo en el interior de la mansión. Durante todo ese tiempo charló
y rió con algunos de sus colegas matemáticos mientras disfrutaba de una buena
bebida y comida.
Su pensamiento con
respecto a esa fiesta se vio modificado cuando salió al exterior.
Ya había estado en
los jardines de Lord Richfull con anterioridad y por tanto era sobrado
conocedor de la colección tan particular de sus estatuas. Unas estatuas cuyo
número había aumentado al parecer y esta vez gracias a su incursión en el
maravilloso mundo del arte con un grupo escultórico formado por dos estatuas de
enorme tamaño imitado e inspirado en el cuadro El columpio de Fragonard.
Christian sabía y se
conocía a la perfección dicho escandaloso cuadro y por eso, movido por la
curiosidad se acercó al punto exacto del jardín donde se hallaba para ver y
cerciorarse por sí mismo del toque personal que lord Richfull le había dado
esperando no llevarse una sorpresa muy desagradable al llegar a ese punto.
No obstante, sí que
se llevó una sorpresa.
Y mayúscula.
Pero no por las
estatuas, las cuales guardaban asombroso parecido en la manera de vestir con
los personajes del cuadro aunque modificando los rostros para asemejarlos al
suyo propio y al de…¿la duquesa de Oxford y Mortimer?
La sorpresa vino de
manos de otra pareja que, como él también estaban visitando las estatuas esa
noche. Y que no era otra que la formada por su archienemigo desde la
universidad Henry Harper y, sobre todo y de ahí su enorme desconcierto… ¿Sarah
Parker?
¿Su Sarah Parker?
¿Qué demonios hacía
con un tipejo como él?
Y además, ¿desde
cuándo lo conocía y tan bien como para bromear e incluso hacerse mordaces
comentarios? Sin duda ese tipo de comentarios eran producto de una estrecha
relación de amistad con grandes dosis de confianza.
La pregunta era
¿cuánta confianza? ¿cuán estrecha era su amistad?
Receloso, se acercó
y comenzó a escuchar la conversación entre ambos, cual si de un espía se
tratase. O una cotilla. Más bien era un espía cotilla.
Y no le gustó para
nada lo que escuchó allí.
Hablaban de irse a
casa juntos.
¿A casa? ¿cómo que a
casa?
Pero ¿es que Henry
conocía donde vivía Sarah? ¿Y el por qué no? ¿Por qué no le había invitado
alguna vez a ir allí?
La indignación de
Christian creció por momentos, hasta el instante en que Henry; mostrando algo
de cordura decidió declinar la propuesta (y la consecuente invitación
posterior) y continuar allí sentado.
Por tanto, Sarah se
iba a marchar sola a casa, para su total tranquilidad momentánea. Podía haber
sido él quien la acompañase a casa pero le resultaría bastante difícil inventar
una historia lo suficiente verosímil que explicara e incluyera por qué estaba
escondido entre los matorrales para que Sarah, después de recuperarse del susto
y del impacto del descubrimiento de su persona allí, le permitiese acompañarle.
Por ello decidió no hacerlo. Con ello además se evitaría nuevos comentarios
críticos de Henry hacia su persona.
No obstante, esa
tranquilidad momentánea duró bastante poco y pronto se convirtió en una tranquilidad
transitoria derivando en permanente.
¿El motivo?
Más bien los
motivos.
El primero de ellos
era que el encuentro del que había sido testigo en el baile de los Richfull no
había sido producto del azar o de la casualidad. Ambos habían ido al lugar de
la estatua (vete tú a saber qué iban a hacer allí) juntos. Hecho confirmado al
encontrárselos a ambos caminando uno al lado del otro por Saint James Park
riendo y charlando completamente ajenos a lo que ocurría a su alrededor.
Y el segundo era que
tenía un muy mal presentimiento con respecto a esta pareja. Presentimiento
romántico.
En otras palabras,
como observador y espectador extranjero, había sido consciente de lo
increíblemente bien que se veían uno al lado del otro y de la increíble pareja
(al menos física) que hacían.
Obviamente, dato que
no le gustó en absoluto.
Él la había conocido
antes.
Era su amiga.
Y tenía algún
indicio de que albergaba algún tipo de sentimiento romántico hacia su persona.
Sentimiento ahora disminuido con la aparición estelar de Henry en escena.
Pues bien, estaba
claro lo que tenía que hacer.
Para salvaguardar la
integridad física y moral de su amiga, una de sus mejores trabajadoras, de las
más cumplidas y puntuales no le quedaba más remedio que entrometerse en ese
principio de relación de amistad o pseudo noviazgo que ellos estaban iniciando,
contándole la verdad acerca de la verdadera imagen de Henry Harper. Bastante
distinta seguro a la que tenía ahora mismo en su mente.
Se acabó.
Esta vez no sería
Henry quien ganaría en un nuevo enfrentamiento entre ambos.
Él al menos iba a
concederle a Sarah la prerrogativa de elegir y escoger entre ambos una vez que
los conociera a los dos por entero. Y si en algo creía conocerla, estaba seguro
que lo elegiría a él.
Con este pensamiento
positivo, salió presto, raudo y veloz de su casa para adentrarse en los más
bajos fondos londinenses con el único propósito de ir a visitar a su amiga;
poniendo incluso su vida en riesgo por ello.
Consecuencia de no
haber estado nunca antes en su lugar: pérdida en el mismo y ausencia total y
absoluta de orientación.
Eso mismo fue lo que
le ocurrió a Christian una vez cruzó Regent Street[1]; que se perdió.
“¿Cómo puede hacer
seis años que la conozca y nunca se me haya ocurrido ir a visitarla a su casa?”
se preguntó, enfadado consigo mismo. “¡Ni siquiera lo hice cuando estaba
enferma!” añadió con horror.
Maldijo
interiormente ante su falta de orientación,
Ésta se la había
llevado toda su hermano mellizo William; alguien con un sentido de la
orientación tan desarrollado e innato que se compró una casa de trazado
laberíntico (la cual aún conservaba en buena parte) y en apenas una semana era
capaz de moverse por ella como pez en el agua. De hecho, Christian creía que
era el único que era capaz de hacerlo; exceptuando a su mujer Penélope por
supuesto.
Parecía que William
se había llevado todo lo bueno de sus progenitores, pues también había sido
bendecido con el “amargo” don de la belleza siendo nombrado por él mismo como
el soltero más codiciado y atractivo de toda la aristocracia. En realidad, lo
había hecho porque era conocedor de cuánto le desagradaba este tipo de
nombramientos y el comportamiento frívolo y estúpido de la mayoría de las damas
de sociedad al ver a un hombre guapo. Y sobre todo, muy rico.
Una vez fuera de
juego William Crawford, lo más lógico y razonable habría sido que Christina
hubiera elegido a un sucesor en tan “honroso” puesto. Todo el mundo sabía
(incluso él mismo) a quién correspondería el legado. Y era por eso mismo por el
cual no lo había nombrado.
Dicho puesto
correspondía ni más ni menos que a Henry Harper.
Y con eso, cualquier
tipo de explicación acerca del por qué no lo había escogido y publicado
sobraba. Pero además, tampoco lo había hecho porque Henry, al contrario que su
hermano sí que disfrutaba cuando se le reconocía públicamente su belleza y él
no quería contribuir a elevar su ya de por sí bastante desarrollado ego.
Por tanto, el puesto
de soltero más codiciado continuaba vacante.
Christian sabía que
Sarah vivía en un bloque de apartamentos en el Soho, situado en el número
cuarenta de la calle Orange Street y… poco más. Y cuando decía poco, decía nada
más; lo cual significaba que tenían una larga y extensa conversación personal
pendiente.
Afortunadamente para
él, la calle a la que fue a parar en la cuadragésima vez que se perdió no
estaba tan lejos de la calle Orange como en sus otras pérdidas en el Soho. Así
se lo indicó un amable deshollinador. Es más, tan buen hombre le informó acerca
de su ubicación exacta; Henrietta Street[2] e incluso se ofreció a
acompañarle hasta allí dado que no estaba muy lejos y tenía trabajo que hacer.
Obviamente,
Christian dijo que sí y por ello, apenas diez minutos después (trece, tras
haber mirado y comprobado su reloj) se hallaba frente a la puerta del edificio
de apartamentos donde vivía Sarah.
Un bloque de
edificios que era mucho más pobre y le causó una bastante peor impresión a como
se lo había imaginado mentalmente. Quizás estuviera muy confundido y equivocado
al tomar como referencia los vestidos de Sarah Parker; los cuales pese a ser de
una tela pésima (se notaba a simple vista) siempre estaban perfectamente
planchados y arreglados y por ello, despistaban.
Aún así, parecía
robusto y…acogedor una vez consiguió entrar en él tras sobornar al hombre
encargado de custodiar la puerta con cinco libras.
Siguiente problema
con el que se encontró una vez en el interior; aunque no había dejado de darle
vueltas durante todo el camino: si el bloque de apartamentos era de señoritas
que vivían en alquiler eso significaba que Sarah al menos vivía con otra mujer
allí. Y la cuestión que se planteaba ¿en qué apartamento en concreto se
alojaba?
Su problema engrosó
sus dimensiones y su dificultad de resolución cuando descubrió que eran seis
las inquilinas en total de dicho bloque. Por otra parte, el tiempo jugaba en su
contra para dar con el correcto, puesto que el hecho de que hubiera sobornado
al hombre de la entrada no significaba que pudiera permanecer allí todo el
tiempo que quisiese. Al contrario. El tiempo que le estaba permitido estar era
equivalente al número de libras con las que le había pagado; es decir, cinco.
¿Sería capaz de dar
con su apartamento o incluso de encontrársela en tan poco tiempo?
Muchos apostarían en
su contra pero él confiaba en su buena suerte.
Y por ello comenzó a
caminar de manera frenética por todo el bloque de apartamentos.
-
¡Ay Dios
mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será
que Johny se queda tanto tiempo en la feria?[3] – canturreaba Eden feliz
mientras paseaba distraída por el bloque de apartamentos de miss Anchor.
El motivo de su
felicidad era que no había tendido que madrugar ya que miss Anchor había
decidido intercambiar su posición como ayudante de pastelera por el de Teresa;
otra de las allí residentes y por tanto, solo tendría que tener listo el
comedor para cuando todas se sentasen a comer, ya que el turno de cocinar
correspondía a Mary Jo.
“¡Por fin la vida me
trata bien!” pensó feliz ya que tenía novio serio del cual estaba muy enamorada
tras haber ido y ser maltratada de un hombre a otro y sobre todo, ya llevaba
más de un mes trabajando en un lugar sin ser despedida.
Pero es más, no solo
no había sido despedida sino que además recibía críticas muy favorables a su
trabajo y sus dulces eran de los más vendidos.
No podía, debía ni
quería quejarse no fuera a ocurrir que alguien o algo truncasen su racha de
buena suerte.
Y así ocurrió.
Fue un alguien quien
lo hizo.
Christian Crawford,
que se chocó contra ella.
-
¿Por qué
ser….? ¡Dios! – gritó, quejándose por el dolor mientras cerraba el ojo, lo
apretaba con fuerza mientras se tocaba para intentar calmar el intenso pinchazo
que sentía en ese momento y rezaba para que no le saliese un chichón.
-
¿Es que
no ves por dónde caminas? – le preguntó, enfadada y a voces. Solo entonces,
consiguió abrir los dos ojos, parpadear compulsivamente, retroceder bastante
sorprendida y añadir con gesto confuso y curioso: - ¿Quién eres tú? –
“Bien, no es Sarah”
pensó Christian, igual de dolorido por el choque que la mujer desconocida.
“Pero seguro que la conoce y podrá llevarme hasta ella” añadió, con decisión.
-
Hola - la saludó. – sonriente, mostrándole su
perfecta dentadura blanquecina. - ¿Podrías llevarme con Sarah Parker…? – pidió.
- ¿Cómo te llamas? – quiso saber, por buena educación.
-
¿Quién
eres? – quiso saber desconfiada.
-
Un amigo
– explicó. - ¿Tú? – volvió a preguntar.
-
¿Qué
amigo? – preguntó ella a su vez. – Yo no te conozco – añadió.
-
Pues soy
un amigo suyo – aseguró, ya exasperado. – Quién eres tú – exigió ahora con los
dientes apretados.
-
¡Ah! –
exclamó, fingiendo distracción. – Una amiga – explicó.
-
¿En
serio? – preguntó él enarcando una ceja y con acritud. – Mira… - inició. – No
tengo mucho tiempo y no me gustaría desperdiciarlo contigo manteniendo esta
conversación de tontos – explicó.
-
¿Conversación
de tontos? – repitió, ofendida. – Mira… - repitió, imitando el tono de su voz.
– Tú has sido quien ha venido hasta mi casa, tú has sido quien se ha chocado
conmigo y tú has sido quien se ha negado a decirme primero tu identidad – le
recordó, puntillosa sobre todo en la última frase. – Aquí el único que está
tonto de los dos eres tú si realmente piensas que voy a compartir mi
información contigo así por así – concluyó, orgullosa.
“¡Vaya!” exclamó
sorprendido mentalmente. Y estaba seguro que esa sorpresa también se había
manifestado en su rostro. “La pequeña mujer desconocida tiene agallas…” añadió,
satisfecho.
Aunque eso no fue lo
que dijo.
-
Pero es
que yo no quiero compartir información contigo – explicó. – Solo te he
preguntado quién eras por educación – añadió. – Lo único que quiero es que
vayas a decirle a Sarah Parker que alguien que conoce la está esperando –
concluyó, resoplando.
-
¿Y qué
hago si me pregunta quién eres? – le preguntó ella. – Porque déjame decirte –
dijo, señalándole con el dedo. – Que tu aspecto físico no es nada despampanante
y que pasas bastante desapercibido – concluyó.
-
En tal
caso, le dices a Sarah Parker que su jefe y amigo, Christian Crawford – dijo,
incidiendo y poniendo especial énfasis en su nombre. – Está aquí y que desea
verla – concluyó, ya cansado y emitiendo un suspiro.
-
¿Su…? –
preguntó boquiabierta y repentinamente avergonzada. - ¿Su…jefe? – añadió. - ¿Tú
eres Christian Crawford? – preguntó enarcando una ceja, sorprendida y sobre
todo, con un deje de decepción bastante latente en su tono de voz.
-
El mismo
que viste y calza – asintió.
-
¿Christian
Crawford? – preguntó otra vez, descreída. Él asintió. - Christian Crawford –
dijo esta vez sin tono interrogativo. El aludido volvió a asentir mientras
creía que le saldría una contractura de tan seguido como realizaba estos
movimientos hacia delante y detrás. - ¿Estamos hablando de ese Christian
Crawford? – preguntó nuevamente señalándole con el dedo índice de un brazo
mientras que el otro lo tenía en jarra.
-
¡Por el
amor de Dios! – exclamó él, ya cansado y dolorido. - ¡Sí, soy yo! – añadió. – Christian Crawford – añadió.
– Chris-tian Craw-ford – repitió de forma silábica. – Pero tú… ¿cuántos
Christians Crawfords crees que conoce Sarah? – preguntó.
-
¡Disculpa!
– dijo, ofendida. – Pero te llamas Christian y te apellidas Crawford, no
Chindasvinto, Agila, Wanba, Teodorico o Recaredo[4] y por tanto son nombres
muy comunes. Cabe la posibilidad de que conozca a otro que se llame como tú –
se defendió.
-
Pues no
la hay te lo aseguro – declaró con firmeza. – El único Christian que conoce soy
yo – aseveró. - ¿Decepcionada, señorita…? – preguntó.
-
Eden –
se presentó. – Eden Growner – añadió a regañadientes. – Y sí, te imaginaba… yo
te imaginaba… te imaginaba… - titubeó. - ¡Bueno! – exclamó dando una palmada. –
Desde luego no eres el primo Henry – concluyó, diciendo lo que era evidente.
-
¿Primo
Henry? – preguntó, Christian con desdén y enarcando una ceja.
-
Primo
Henry – repitió ella asintiendo vigorosamente. – En realidad, no es mi primo,
es el de Sarah pero como soy su mejor amiga y me considera casi una hermana,
Henry también es mi primo – explicó.
-
Alto,
alto, alto – dijo. - ¿Primo de Sarah? – preguntó confuso.
E inmediatamente
asoció nombres y conceptos y se temió lo peor.
Henry y Sarah no
podían haber sido tan osados ni tener la poca vergüenza de haberse inventado esa
historieta para hacer creer a estas pobres mujeres crédulas y ávidas de
cotilleos que eran primos para encubrir su relación… de cualquier tipo que
fuera.
No podían.
Afortunadamente,
tenía delante a esta mujercita llamada Eden (paradójicamente) quien sería la
solución a sus problemas y las respuestas a todas sus preguntas no planteadas.
La miró con renovado interés antes de preguntarle:
-
¿Podrías
describirme a este primo Henry por favor? –
-
¿Qué si
podría? – le preguntó. - ¿Que si podría? – repitió elevando bastante el tono de
voz y babeando ligeramente al imaginarse a primo Henry allí. Aunque de inmediato,
recobró la compostura, se recompuso el moño ligeramente ladeado de lo brisco de
sus movimientos imaginativos y respondió amable y tranquilamente: - Si dices
ser tan amigo de Sarah es obvio que conoces a su primo y por tanto, es
innecesario que te describa a su primo – explicó. No obstante, fue tal la
mirada de exigencia que le lanzó el corriente y con cara de buenazo, jefe de Sarah
que al final acabó claudicando y lo describió:
-
Mide más
o menos como tú, es rubio de ojos azules, rostro cuadrado y cuerpo… ¡ay cuerpo!
– exclamó, con un sonoro suspiro. – En fin, diré que es cuerpo que me gustaría
descubrir y explorar bien bien bien a fondo… - añadió, con una sonrisa pícara.
Christian la miró con acritud. – No te ofendas chato – le pidió. – Tú no estás
mal - aclaró. – Pero con ese color cetrino de piel y la expresión tan arcaica
de tu cara, tienes una pinta de aburrido que… tira pa atrás – concluyó dándole
palmaditas en la espalda para compadecerse de él. – No obstante, Henry… -
añadió. – Ese Henry… - dejó caer iniciando a babear. – Con esa linda carita y
sobre todo con ese cuerpo… - explicó en pleno trance de hormonas revolucionadas.
– No pienses mal de mí, chicuelo, no es que lo haya visto desnudo pero…este
tipo de cosas se sobrentienden, se sobrentienden en alguien como él – aseguró
nuevamente mucho más consciente de ser observada. – ¡Con gusto le dejaría que
me metiera mano pese a que fuera mi primo! – exclamó.
-
¡Lo
sabía! –exclamó furioso, provocando que Eden le mirase con especial atención e
interés. - ¡Sabía que era de Henry Harper de quien estábamos hablando! –
añadió.
-
¿Conoces
a primo Henry? – preguntó sorprendida.
-
¡No es
primo Henry! – bramó. – Ni el tuyo ni el de Sarah – aclaró. - ¡De nadie! –
concluyó, dando un grito y pisando con fuerza el suelo.
-
¿Qué
dices? – pensando que se había vuelto loco.
-
¡Lo que
has oído! – replicó él, a punto de sacarle la lengua. – Henry no es su primo –
repitió, pensando que si ya le había costado asimilar la información acerca de
su nombre; esta exclusiva le iba a costar tres veces más.
-
¿Cómo no
van a ser primos? – preguntó horrorizada y algo decepcionada tanto consigo
mismo con ellos si esto llegase a ser verdad. – Ellos mismos me lo han dicho –
explicó. – Y cuando incluyo la palabra
dicho, lo que quiero decir en realidad es que he escuchado de la propia boca de
ambos sus versiones y debo decirte que ambas eran iguales – añadió. – Exactas –
puntualizó, muy subida y segura de sus palabras.
-
¡Porque
estaba ensayada y preparada! – exclamó él, intentando que viera la luz. – Como
un guión de una obra de teatro, tu querida Sarah y su “primo” – dijo poniendo
especial énfasis en esa palabra en particular de la frase. – Se han aprendido
la historieta que tenían que contar a todo aquel osado que se atreviera a
preguntarles – explicó.
-
No sé
qué motivos te llevan a pensar tan mal de la gente Christian pero estás
equivocado – aseguró ella. – Ellos son familia
– concluyó, tajante.
-
Sarah es
huérfana – rebatió él. - ¿Sabes lo que significa la palabra huérfana? – le
preguntó burlón y enfadado.
-
Dicho de
una menor de edad; a quien se le ha muerto el padre, la madre o incluso ambos –
explicó, llena de orgullo. - ¿Y eso qué tiene que ver? – le preguntó. – Como
bien acabo de explicar es huérfana de padres, no de familia. Puede tener tíos,
primos y un largo etcétera – concluyó.
-
No se
parecen en nada – explicó él.
-
¡Ese es
el argumento más absurdo y flojo de todos los que he oído en mi vida! – se rió
de él.
-
Tienes
razón – reconoció él. – Yo mismo soy la prueba patente de ello porque no me
parezco en nada a mi hermano mellizo William – explicó. – Pero déjame que te
diga una cosa, si tan familia son ¿por qué no ha aparecido hasta ahora? –
preguntó, suspicaz. - ¿Por qué Sarah te ha mantenido oculto su drama familiar
real durante tanto tiempo? – añadió, aumentando en ella la incertidumbre y la
desilusión antes creada. - ¿No sería mucho más lógico pensar que lo que
realmente se ha inventado es esa segunda versión de su pasado influida de
alguna manera por Henry? – dejó caer. –
Además, tú sabes de qué trabaja últimamente, si son familia ¿por qué no se
preocupa de su seguridad? – añadió. – Si tanto quiere a su prima ¿por qué no es
él quien la acompaña? – concluyó.
Y ahí fue cuando
Eden cayó en la cuenta.
Ambos le habían
mentido.
Ahora ¿por qué?
No tardó ni un
segundo en ser consciente del verdadero motivo por el cual se habían inventado
la historia de los primos: eran amantes. Lo que Eden no entendía era el por qué
Sarah se lo había ocultado. Quizás era porque siempre había sido muy discreta
en su vida privada.
Otra cosa que
tampoco había pasado por alto era el papel de su jefe en toda la historia. Un
jefe, Christian; a quien, pese a ser tan anodino, estaba segura de que
albergaba algún tipo de sentimiento hacia él. Era obvio por la manera postura que adquiría cuando lo mencionaba.
Siempre había creído que era sentimiento romántico pero… si era amante o novia
de primo Henry ¿de qué modo lo quería?
-
Tengo
razón ¿verdad? – le preguntó satisfecho y con una sonrisa. – Pues bien, no lo
sabes todo aún – añadió. – Henry no es quien dice ser; os tiene engañadas a
todas - anunció. – En realidad y por muy
noble que sea, es un viva la virgen que no tiene oficio ni beneficio y que se
aprovecha de las mujeres a que ya no puede sacarles nada más – concluyó. – Sé
que Sarah es pobre, así que desconozco por qué ha fijado su interés en ella
pero desde luego que se hoy se va a acabar – anunció rotundo. – Y por eso
necesito tu ayuda Eden – explicó. – Necesito que me digas dónde se encuentra para poner punto y final a
este despropósito – concluyó, con cierto tono suplicante.
En realidad fue una
súplica en toda réplica. Y tan convincente que hubiera convencido a cualquier
persona con un mínimo de corazón.
Una persona como
Eden Growner… en sus días habituales.
Pero hoy no era un
día habitual. La noticia del noviazgo de su amiga Sarah Parker le había dejado
tan impactada que cuando sintió la mirada fija de Christian sobre ella, lo
único que pudo decir fue:
-
¡Ay que
jodía la Sarah! – exclamó. - ¡Y pensar que fingía exclamación cuando le decía
lo de cuanto más primo más me arrimo! – añadió, risueña. - ¡Bien que se había
arrimado ella! – concluyó, riendo más fuerte.
-
¿Es que
no vas a enfadarte con tu amiga? – le preguntó, casi fuera de sí;
incomprendiendo totalmente su reacción.
-
¿Enfadarme?
– preguntó sorprendida, prestándole nuevamente toda su atención. - ¡No! –
exclamó. – Hombre, admito que me ha decepcionado un poco que no me lo contase
pero… piensa Sarah y semejante hombretón juntos… ¡menuda pareja! – exclamó. -
¡Ya verás de que se enteren el resto de gallinas cluecas! – añadió riendo. -
¡Seremos las reinas de Orange Street! – concluyó gritando y alzando los puños
al cielo.
-
¡Mujeres!
– suspiró Christian. “¿Quién las entiende?” se preguntó.
Eden debería estar
enfadada por el engaño. Si a él le hubieran ocultado un hecho tan importante
como este, se hubiera indignado con toda la razón del mundo. Una indignación
que era la que sentía en ese momento. De ahí que no entendiese la benevolencia
de Eden para con ellos.
Pero si ella iba a
ser la buena en esta situación, él sería el malo. No le quedaba más remedio.
-
¿Y bien?
– preguntó otra vez.- ¿Me vas a decir de una buena vez dónde vive Sarah? –
añadió, impaciente.
-
¡Ah! –
exclamó distraída. – Es esa puerta que está a tu derecha – añadió, señalándola.
Christian se encaminó hacia allí y justo cuando iba a aporrear, Eden le dijo: -
Pero no está -.
Al escuchar esas
palabras, Christian volvió sobre sus pasos, le miró reprimiendo las ganas que
tenía de estrangularla y le preguntó, fingiendo amabilidad y dibujando una
sonrisa falsa en el rostro:
-
¿Cómo
dices? – preguntó.
-
Que no
está – repitió. – Primo Henry vino a llevársela con él esta mañana a primera
hora como viene haciendo desde hace una semana y me regala de paso unos
excelentes despertares – añadió, suspirando.
-
¿Dónde
está? – preguntó a modo de exigencia y soltando espuma por la boca.
-
No lo sé
– dijo, encogiendo los hombros.
-
¡Muchas
gracias Eden! – dijo con ironía. – Me has hecho perder un tiempo precioso con
una conversación de borregos y una cháchara insustancial – añadió en el mismo
tono.
-
De nada –
dijo ella, a quien no le afectaron en absoluto sus palabras. – Pero ¿sabes? –
le preguntó. – Yo que tú iría a Saint James Park porque allí fue la primera vez
que la llevó en sus paseos matutinos – añadió. – A lo mejor lo han convertido
en su templo del amor… - dejó entrever.
-
¿Qué templo
del amor ni que niña muerta? – protestó Christian. - ¿Saint James Park? –
preguntó y Eden asintió. – Muy bien, entonces en Saint James Park sucederá –
estableció antes de encaminarse hacia la salida.
-
¡Qué
emocionante! – exclamó Eden, inmensamente feliz, cruzando los dedos y dando
pequeños saltitos. - ¡Vas a montarle una escenita en público! – añadió, siguiéndole.
- ¡Puede que incluso te rete a un duelo! – chilló de forma aguda. - ¡Esto no me
lo pierdo por nada del mundo! – concluyó, desarrollando mentalmente una
sangrienta escena en pleno Saint James.
Eden se dispuso a seguirle, pero Christian se giró de manera tan brusca
y repentina que provocó que esta diera un respingo y trastabillase. A punto
estuvo de caer al suelo, pero Christian estuvo mucho más rápido que ella y la
agarró por los hombros impidiendo que esto sucediera.
-
Ni lo
sueñes – le dijo amenazante. Eden abrió la boca para protestar, pero no le dio
tiempo ya que Christian añadió enseguida: - Mira… maldita trotaconventos[5], no pienso permitir que me
hagas perder más tiempo ni que actúes como una seguidora loca y acérrima de
Henry en el parque solo porque tu vida sea tan insustancial y aburrida que no
tengas otro método de entretenerte que fijarte y estar pendiente al detalle de
la vida de los demás – añadió. – Así que ¡olvídate de ello! – concluyó, antes
de soltarla de mala manera y tan fuerte que si no hubiera sido por el sofá
estampado de flores del vestíbulo, esta vez sí Eden hubiera dado con sus huesos
en el suelo.
Una Eden que,
boquiabierta observó como Christian se alejaba de ella y abandonaba el número
cuarenta de Orange Street a grandes zancadas y con la sensación de que, si
observabas con muchísima atención podías observar cómo el humo que tenía dentro
le salía de por encima de la cabeza y por las orejas.
“Trotaconventos” se dijo.
Nadie la llamaba así
desde hacía tanto tiempo…
De hecho, el único
que lo hacía era su padre y utilizaba esa palabra como manera cariñosa de referirse
a ella; aprovechando de paso su raso personal más definitorio: la curiosidad.
Su padre… el
reverendo Growner…
Hacía tanto tiempo
que no pensaba en él que la inclusión de esa palabra precisa en la conversación
se lo trajo a la mente, instánteamente. Con pésimos resultados anímicos para
ella porque Eden en ese momento tuvo un ataque profundo de nostalgia y añoranza
del ambiente familiar. Tan profundo que rompió a llorar desconsoladamente en el
sofá comunal del vestíbulo, olvidando completamente el pensamiento y la idea de
seguirle y ser testigo de excepción del espectáculo que sucedería en Saint
James Park en un breve espacio de tiempo. Un acontecimiento que, en cualquier
otra circunstancia no se hubiera perdido por nada del mundo.
“Odioso Christian
Crawford” pensó mientras sorbía los mocos y se enjugaba las manos y se
preguntaba cómo Sarah podía sentir cualquier tipo de cariño hacia él pues era
el hombre más antipático con el que había tenido la desgracia de encontrarse en
su vida. “Compadezco a la afortunada que se case con él” añadió, con
repugnancia antes de que otro espasmo hiciese brotar más lágrimas.
Christian Crawford
no se giró en ningún momento para comprobar si Eden le seguía, pues estaba
seguro de que no lo hacía. Se lo había dejado tan claro que hasta el ser más
estúpido del mundo lo hubiera entendido.
Mucho mejor, dado
que no quería testigos del acontecimiento más allá de los tres protagonistas.
De ahí que no le hiciese ni pizca de gracia que estuvieran en Saint James Park
y mucho menos a estas horas del día; cuando serían numerosas personas las que
se encontrarían caminando por él.
Personas entre las
que se encontraría sin duda lord Edward Harper, padre de Henry. Lo cual hacía
esta situación mucho más estrambótica e incomprensible a sus ojos, sobre todo
por la inexistente relación familiar entre ambos. Hecho que por otra parte a él
le venía estupendamente y por el cual estaba seguro de que lord Harper le
felicitaría.
Dicen que la
venganza era un plato que se sirve frío.
Pues bien, ésta
llevaba tanto tiempo esperando que prácticamente estaba congelada.
Ahora Henry Harper
pagaría todos y cada uno de sus comentarios burlones y bromas en sus años de
universidad.
Le arrebataría
quitándole aquello que más apreciaba: la relación estrecha y cercana con una
mujer que no fuera su familiar directo y que no podía ser otro el motivo por el
cual se había acercado a Sarah; puesto que era del todo imposible que le
atrajese sexualmente o le gustasen mujeres del tipo de Sarah; muy corrientes y
abundantes en las calles londinenses, aunque no quería decir con esto que ella fuera
fea.
Una amistad y
cercanía con las féminas de la que carecía desde que su madre a quien estaba
muy unido, falleció.
Ya estaba
disfrutando con la cara y expresión de asco, desprecio, repulsión y odio que
Sarah pondría cuando él le revelase la verdadera historia y comportamiento de
Henry con las féminas y con su vida en general. Comportamientos que sin duda
eran los que más reprobaba y criticaba Sarah; huérfana desde muy temprana edad
y a quien no le había quedado más remedio que espabilarse para ganarse la vida
si quería sobrevivir.
Una Sarah a la que
rompería la imagen idílica e idealizada que había creado en su mente y que
rompería en el acto su relación de amistad o camaradería con Henry. Además,
Henry no podría defenderse sin mentir, dado que todo lo que iba a contarle era
cierto. Punto que hacía que su plan de actuación le gustase más a cada momento
que transcurría.
“Así son las cosas
Henry” pensó malicioso.”Dile adiós a Sarah” dejó caer, canturreando.
Sarah era su amiga. Él
la había conocido mucho antes y en parte, el resultado de cómo era ahora había
sido gracias a su modelaje. Por eso, no iba a consentir de ninguna de las
maneras que se la quitase y la convirtiese en una más de las mujeres que le
seguían como las ratas seguían al flautista de Hamelín[6].
Sarah no. Su Sarah
no.
“Sarah” pensó otra
vez. “Apenas puedo esperar para contárselo” añadió pensando de manera sibilina
y riendo de manera maliciosa al entrar en Saint James Park
[1]
Regent Street: Calle que toma su nombre
del regente, posteriormente Jorge IV y que fue construida en 1811 por el
arquitecto John Nash para desarrollar una ruta ceremonial desde la residencia
del regente hasta el recién inaugurado Regent’s Park, así como para diferenciar
el barrio del Soho (de mala reputación) de las lujosas residencias de Mayfair.
[2]
Henrietta Street: Es una calle cuyo
inicio de construcción se produjo en el 1631 y cuya conclusión fue en 1634. Se
llamó en homenaje a la consorte del rey Carlos I en el año 1637. Desde el
principio fue una calle habitada por comerciantes como sederos o pañeros,
aunque a mediados del XVII varias personas con título se trasladaron a vivir a
la zona. En 1633 se tiene constancia de
la presencia de dos zapateros y cuatro avitualladores con licencia. La
heterogeneidad de la población de la calle aumentó un siglo después, pues se
tiene constancia de que vivían un cirujano, cuatro boticarios, un panadero, un
comerciante de telas de lino, un sedero, un corredor de bolsa y tres artistas.
[3]
Estrofa de una canción popular británica que dice así: « ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué
será? Hace tiempo que Johny está en la
feria/ Me prometió comprarme un fajo de bandas azules, me prometió comprarme un
fajo de bandas azules, me prometió comprarme un fajo de bandas azules para liar
mi cabello marrón/ ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será?
¡Ay Dios mío! ¿por qué será? Que Johny se queda tanto tiempo en la feria/ Me
prometió traerme un ramo de flores, una guirnalda de azucenas, rosas rojas como
regalito, un pequeño sombrero de paja para sustituir las bandas azules que lían
mi hermoso cabello marrón/ ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué
será? ¡Ay Dios mío ¿por qué será? Que Johny se queda tanto tiempo en la feria
».
Al
principio puede parecer que la preocupación de la joven por la tardanza de Johny
es porque teme que éste tenga una amante. Sin embargo, a medida que se canta la
canción se descubre que la preocupación responde al interés por los regalos que
le había prometido traerle.
[4] Todos monarcas visigodos
[5]
Sinónimo de cotilla.
[6]
El flautista de Hamelín: Fábula
escrita por los hermanos Grimm en el siglo XIX que se basa y está documentada
en un hecho real que sucedió en la ciudad de Hamelín el 26 de junio de 1284
cuando ésta se veía asolada por las ratas.
Pero, pero, perooo.... sera perro del hortelano!!!! Chris con lo bien que me caias y la patada en los ovarios que me eres ahora!!!! Jajajajaja me ha hecho mucha gracia la cancion de Jonny!! XDXDXDXDXD me meo con la reaccion de Eden!! que grande que es esta mujer!! XDXD y el otro modo: poker face!! Toma ya!!
ResponderEliminarHola??? Su Sarah?? Desde cuando?? Este con que derecho se cree que puede hacer esto??? Dioos.... que paliza le daba!! Encima, no lo hace por ayudarla siquiera, lo hace por el bien de el mismo y por hacer daño!!! Que dos tortazos le daba!! Encima me deja llorando la pobre de Eden... puffff.... trinando me ando!!!
bueno bueno bueno UN SALVAME DELUXE YAAAA SEÑORAS Y SEÑORES DAMAS Y CABALLEROS DE DEMAS CALAÑA PREPAPRENSE PARA VER EL COMBATE ENTRE PITAGORIN Y EL CUERPO DEL DELITO DE CABELLOS DE ORO HH jajajaja me meo con el capi chin desde luego eres mi madonna particular cuando uno no se puede superar mas para besarse xq no se llega vienes tu y te vuelves a superar con creces
ResponderEliminarpara eempezar jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja y mas jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja me meo ais q me meo jajajajajajajaja
y EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN esa EDEN como mola se merece una ola cuando y donde quieres el monumento chata xq chapo contigo me meo contigo eres como yo con sus supermegacomentariazos es como yo sin lugar a dudas =) yo el momento eres christian crawford y no toda la ristra de reyes godos es q me he meaado literalmente de la risa xq vaya salida de christian me meo y bueno el momento aaiis babeo al describir a hh commo lo haria yooo es q sin palabras me he seguido riendo y ya el momentazo de y no te eenfadas despues de q le contara lo de q no son primos y el otro jooo me cagüen to ha sido genial lo q hubiera dado x verle la cara de fary chupando limones a christian jaja me hubiera revolcado de la risa
y bueno christian y esos celos irracionales ahora q te entran de q sarah este con hh despues de q tu la ignoras desde dios sabe cuando ee¿? muy mal muy mal dejala en paz a la chiquilla xq para ti no va a ser chato noo no lo va a ser ella de hh q hacen mu linda pareja y como le hagas daño a sarah capullo q eres un capullo redomado q la vas a liar parda x celos te mato o te corto los cataplines ee q ties q hacer muchos meritos para q me caigas simpatico xq majo vas x mu mal camino q mira q me pongo como la esteban y mato por sarah y hh
y bueno bueno es nombrarlo y babear AAAAIIIS GUAPO MI SUPREMO GUAPO SI ES Q LO TIES TO MAJO TOOOOO LO TIES ES EN LO UNICO Q COINCIDO CON EL CETRINO DE TU BRO CRETINO TARADO Q LA VAS A LIAR X NADA
y resaltar el curioso comentario de pobre quien se case contigo christian eden teen cuidadin q vas a ser tuu yo no digo nada pero lo vi en mi bola de cristal
y bueno rematando me ha encantado me he meado de la risa y quiero el siguiente yaaaaaa q ese va a ser explosivo xD
he dicho