CAPÍTULO XIV
El
encanto de Henry Harper
“Mi muy querida y estimada lady Delia, os he
de confesar y os ruego perdonéis mi atrevimiento y no toméis en cuenta la
vergüenza y el bochorno extremo que siento en estos instantes pero… creo
sinceramente que estoy total y profundamente…”
-
¿Ves? –
preguntó una voz que entró de repente en escena. – Esta imagen va y se asocia
mucho mejor a la imagen mental que tengo de ti – añadió.
Tan repentina e
inesperada fue la aparición e intervención en escena de esa voz que fue tal el
bote, el respingo (o quizás una mezcla a partes iguales) que Sarah Parker dio
que el ejemplar de The Chronichle que tenía en las manos justo en ese momento
salió volando y las pocas hojas que lo conformaban salieron volando por la
vestíbulo.
-
¡Tranquila
Shonda! – exclamó Henry mientras se cruzaba de brazos y se recostaba sobre la
pared, dejando que todo el peso de su cuerpo lo sostuviera una pierna. –
Dijiste que yo no te ponía nerviosa – le recordó burlándose de ella. – A ver si
va a resultar finalmente que era una mentirosa y que sí que tienes cierto
interés en mí… - dijo caer, sonriente ante este pensamiento.
Mientras Sarah,
arrodillaba intentaba recomponer su deshecho periódico, exhaló todo el aire
(representación de su enfado de una sola vez) antes de preguntarle hostil:
-
¿Qué
haces aquí? – y ponerse en pie para sentarse en el cómodo sofá y tapizado en
flores que miss Anchor había colocado en los vestíbulos comunes de los
apartamentos.
-
Chica
inteligente al omitir la pregunta de cómo he dado contigo – la felicitó. – Y
respondiendo a tu pregunta, solo vengo a devolverle a mi muy querida primita
las ganancias de la apuesta que se olvidó recoger el otro día en The Eye –
explicó de manera inocente aunque no por ello menos burlona mientras caminaba hacia
ella con la firme intención de sentarse a su lado.
-
¡Quédate
dónde estás! – le ordenó Sarah con la palma de la mano extendida. – No te
acerques ni un solo centímetro más – añadió, mirándole con los ojos
entrecerrados en una clara señal de advertencia antes de arrebatarle de manera
brusca y con muy malas formas el dinero de las manos. Solo tras contar el
dinero y cerciorarse varias veces de la cantidad exacta que era y ocultando la
sorpresa que le provocaba haber triplicado el dinero que había apostado (también
omitiendo el detalle de agradecerle su buen ojo a la hora de realizar apuestas)
Sarah añadió, enfadada: - Aún conservo la marca del mordisco que me diste días
atrás en The Eye – le hizo saber.
-
¡Gracias
a Dios! – exclamó aliviado e inclinándose para intentar vérselo. – Está hecho
precisamente con esa intención de perdurabilidad – explicó, viendo su desconcierto.
Y esa explicación en
vez de resultarle clarificatoria a Sarah lo que provocó realmente fue que su
desconcierto y confusión fuesen aún mayores que al inicio de la conversación.
Sin embargo, no iba a darle el gusto a Doble H de demostrarle cómo sus palabras
(y algunos hechos) hacían efecto en ella. Máxime cuando estaban en su casa.
Su casa.
El lugar donde ella
llevaría las riendas y el control de la situación en todo momento.
Por eso, decidió
(influida también por los agradables recuerdos que traían a su cabeza los
momentos iniciales de cómo se había producido esa marca) cambiar de tema
rápidamente. De ahí que le preguntase:
-
¿Cómo
has entrado? – le preguntó.
-
¿Cómo? –
repitió él, haciéndose el sorprendido y el ofendido a la vez. - ¿Pero es que
aún no sabes que los impresentables tenemos como don atravesar puertas, paredes
y ventanas? – añadió burlón, aunque a Sarah no le hizo ni pizca de gracia por
el gesto que mostraba su cara. - ¿Por dónde voy a entrar si no? – añadió para
suavizar la expresión en el rostro de su “prima”. – Por la puerta – explicó.
-
Tenemos
un portero – rebatió ella de inmediato.
-
Lo sé –
reafirmó él. –Un hombre muy agradable – añadió.
-
¿Y la
señora Anchor? – le preguntó ella.
-
¿La
señora Anchor? – preguntó él, confuso por primera vez en la conversación. -
¿Quién es la señora Anchor? – añadió sin entender.
-
Pues es
la que…- resopló. – No te muevas – le ordenó con el dedo índice señalando al
techo mientras se ponía en pie y salía al recibidor principal del bloque de
apartamentos y llamaba a la señora Anchor a gritos. Tras un par de intentos sin
resultado alguno, regresó a su vestíbulo convencida de lo extraña que era la
situación que estaba viviendo esa mañana.
-
No te
había mentido en ningún momento – explicó, esta vez dolido.
-
Al
parecer no – dijo ella con fastidio. – Solo eres un tipo con suerte – agregó,
mirándole no de muy buenas formas.
-
Un tipo
de suerte que está contagiando parte de la suya… - dejó caer con una risita
intentando buscar complicidad en ella; aunque lo único que recibió por su parte
fue una sonrisa falsa y forzada en exclusiva para él.
-
¿Qué
quieres? – exigió saber con inmediatez.
-
¡Relájate
mujer por Dios! – exclamó Henry con tono de voz suave. – Solo vine a confirmar
que lo que me había dicho Albert era cierto y a asegurarme de que llegaste bien
a casa después de lo de la otra noche – añadió. - ¡Caray! – exclamó,
sorprendido. - ¡Qué mal despertar tienes por las mañanas! – añadió como
protesta.
-
Pésimo –
le confirmó ella. – Y ahora visto, comprobado, cerciorado y asegurado de que
continúo sana y de una pieza ¡márchate! – le ordenó, indicándole de manera
brusca donde estaba la puerta de salida e incluso, dándole leves empujoncitos
para evitar que se entretuviese y permaneciese allí más tiempo del necesario.
En realidad, Sarah
acababa de mentirle porque ella tenía un despertar bastante agradable y
tranquilo. E incluso en días como hoy, cuando ya había sido despedida de manera
inminente ante el regreso del cartero personal entre Christian y el editor y
por tanto, podía quedarse durmiendo más tiempo, no le importaba levantarse algo
más temprano que el resto para ayudar a la señora Anchor.
Por otra parte,
gracias a eso, podía disfrutar de un tiempo a solas y leer tranquilamente el
periódico, sobre todo para ponerse al día con la historia de Lauren Sunbright;
la cual por circunstancias y avatares vitales había tenido que abandonar
momentáneamente antes de que Eden se levantase y fuesen juntas a desayunar.
Eso era lo que había
estado haciendo hasta que Doble H apareció allí sin ser invitado y
completamente por sorpresa.
Sarah sabía que
estaba siendo una descortés, una maleducada y una pésima anfitriona al
comportarse así con Doble H y echarle de esa manera, pero todo ello respondía y
obedecía a la idea de que bajo ningún concepto quería que Eden o ninguna de las
mujeres que allí también vivían lo encontrasen en el vestíbulo; sabedora y
siendo muy consciente del escándalo y revuelo que armarían al no estar muy
acostumbradas o habituadas a mantener conversaciones, protagonizar situaciones
y tratar con hombres a tan poca distancia y sobre todo por el increíble
atractivo del hombre al que estaba echando del bloque de apartamentos.
Y sin duda que las
mujeres allí residentes se percatarían de la presencia de Doble H allí; no solo
por sus rasgos físicos diferenciadores del resto de inquilinas (era un hombre)
sino porque faltaban escasos minutos para la hora del desayuno y todas y cada
una de ellas tendrían que pasar justo por delante del lugar en el que ambos se
hallaban ahora mismo, dado que el primer rellano y vestíbulo compartido (para
bien o para mal) era el que compartía con Eden.
Cuando esto
sucediese, las mujeres se entretendrían y se detendrían movidas por la
curiosidad y algún otro sentimiento para conocerlo mejor, lo cual retrasaría
sin duda la hora oficial que tenían para el desayuno y provocaría que la señora
Anchor se acercara enfadada y preocupada para conocer qué era lo que estaba sucediendo;
descubriendo a Doble H.
Y eso sí que era
algo que Srah tenía que impedir que ocurriese de cualquier manera posible; ya
no solo por la política prohibitiva y restrictiva con respecto a los hombres
que la dueña del bloque de apartamentos exigía sino también por su propia
imagen personal; la cual sin duda se vería dañada de manera irremediable e
irreparable ante esta situación
-
¿A qué
viene tanta prisa por echarme? – preguntó, intentando detener sus empujones. -
¿Es que acaso estás intentando ocultarme de tu amante? – añadió, burlón y
curioso mientras volteaba la cabeza y echaba un vistazo al interior del
apartamento de Sarah; quien tenía la puerta abierta para airearlo y para que el
suelo se secara, dado que lo había fregado.
Sarah iba a
responderle con una palabra malsonante y soez pero justo en ese momento, sus
peores pronósticos se confirmaron cuando la puerta del apartamento de Eden se
abrió poco a poco hasta alcanzar el espacio suficiente como para permitir salir
del apartamento a la mujer que allí residía de alquiler; provocando con esto
que ambos se callaran y pusieran fin a sus forcejeos para contemplar con
tremenda curiosidad el complejo ritual de despertar de Eden Growner.
Una Eden que emergió
de entre las sombras (y nunca mejor dicho, dado que el interior de su
apartamento permanecía completamente a oscuras ya que sino no podía conciliar
el sueño) vestida con un camisón de cuello alto, manga larga y largo hasta los
pies que daba la sensación de ser bastante calentito y era muy femenino gracias
a los detalles de puntillas en el cuello, puños de las mangas y al final del
mismo.
Hasta aquí todo
normal con respecto al atuendo de Eden ya que Sarah tenía su propio camisón,
muy similar al que su amiga llevaba pero fue inevitable que ambos dieran un
respingo simultáneo y se abrazasen cuando descubrieron cómo era Eden Growner
realmente recién levantada. O mejor dicho, cómo tenía el pelo.
Ninguno de los dos
podía imaginar qué tipo de actividades había estado realizando durante la noche
en su viaje al reino de Morfeo para amanecer con semejante aspecto terrorífico.
El aspecto del cabello de Eden en ese momento parecía…parecía el resultado de
haber combinado un cardado para añadir volumen hasta multiplicarlo por cuatro
(algo realmente innecesario dada la cantidad de volumen capilar con el que Eden
contaba ya de por sí) con el haber estado protagonizando una pelea de gatas con
uñas y dientes dentro de un sanatorio mental.
Ahora entendía Sarah
por qué su amiga siempre se hacía moños en el pelo con los que se recogía la
cabellera: porque si ya de por sí, gracias a su afilada e irrefrenable lengua,
apenas duraba tiempo en los trabajos, si aparecía con este aspecto… ¡ni
siquiera le darían la opción a presentarse como posible candidata!
De forma muy lenta,
imitando la velocidad máxima que una tortuga podía alcanzar Eden abandonó su
apartamento mientras agita la mano de forma pausada (como si le pesara más de
una tonelada) en varias direcciones a modo de saludo de buenos días dado que
aún no había abierto los ojos. Este también fue el motivo por el cual se fue
chocando contra la pared varias veces durante su trayecto en dirección al baño
comunal situado al final del pasillo mientras rebuznada, bostezaba y se frotaba
los ojos murmurando palabras de difícil interpretación; aunque Sarah creyó que
eran refunfuños y maldiciones que tenían que ver con las tempranas horas a las
que había tenido que levantarse.
-
Buenos
días Sarah – dijo con la voz muy ronca, deteniendo su marcha y mirando en su
dirección.
Sarah y Henry deshicieron
su abrazo y dieron un pequeño salto para
interponer distancia entre ambos; lo cual confirmó a Eden que no estaba soñando
todavía y que el hombre (¡Menudo hombre!) que estaba en su vestíbulo abrazado a
Sarah era real.
“Real” se repitió
mentalmente. “¡Real!” exclamó, horrorizada mientras se tocaba la cabeza con una
mano e intentaba atinar con el rabillo del ojo mirando hacia arriba hasta dónde
y cómo se había desarrollado su rebelde cabello la pasada noche.
Avergonzada hasta el
extremo por el aspecto que podía ofrecer gracias al nido de pájaros construido
sobre su cabeza y sobre todo, a su puritano camisón, Eden caminó presta de
vuelta a su habitación caminando con los pies juntos y sin dirigir la mirada en
ningún momento hacia la dirección de la pareja allí presente, boquiabierta.
Momentos después y
como si hubiera empleado una magia muy poderosa consigo misma, la puerta del
apartamento de Eden se abría nuevamente para mostrar a su inquilina con un
aspecto bien diferente: se había recogido el pelo en su habitual moño (con lo
cual ya mejoraba bastante), se había arrojado un vaso de agua sobre la cara
para limpiársela y quitarse cualquier tipo de legaña o rastro de la misma que
pudiera quedar en él; se había puesto una bata de motivos florales y vivos colores
para tapar su horroroso y simple camisón; el cual había mojado gracias a la
acción del vaso y por último, había pellizcado sus mejillas para que en ellas
apareciese un ligero rubor sobre sus pecas pues sabía que éstas eran el punto
fuerte de su rostro de muñeca.
-
¡Buenísimos
días! – exclamó ensanchando su sonrisa a medida que se acercaba a ellos con una
voz mucho más femenina y musical porque antes de arrojárselo sobre la cara se
había bebido la mitad del vaso de agua.
Se detuvo frente a
ellos aunque ignoró deliberadamente la presencia de Sarah para
concentrarse en la del misterioso hombre
desconocido y admirarle en silencio como si de una obra de arte escultórico a
tamaño natural se tratase. Para ello, acercó y alejó su rostro silencioso de
distintas partes específicas de su anatomía varias veces.
Acercó y alejó su
mirada curiosa y concentrada del rostro del hombre.
Acercó y alejó la
mirada del torso vestido (para su total decepción).
Acercó y alejó su
mirada de la entrepierna del mismo; parte que miró con especial interés.
E incluso también
acercó y alejó su mirada de los pies (mejor dicho, las botas de piel negras)
antes de hacer un segundo repaso y recorrido ascendente del mismo hasta
finalizar el recorrido por segunda vez en el rostro del atractivo rubio.
Tras eso, dio un
paso atrás asintiendo muy satisfecha con el resultado global y por partes de lo
que había observado antes de murmurar boquiabierta e incapaz de creer en la
existencia de un espécimen masculino tan perfecto:
-
Dios mío
-. Y añadir mientras suspiraba y se mordía el labio: - ¡La madre del cordero
sagrado! -.
-
Tu amiga
me cae mucho mejor que tú – le dijo Henry divertido a Sarah para picarla y con
el orgullo masculino henchido, sonriendo a la desconocida.
-
Buenos
días para ti también Eden – dijo Sarah con los dientes apretados, harta de ser
ignorada en la conversación. – Te presento a Eden, mi mejor amiga y la novia de
tu amigo Albert – añadió, incluyendo una mirada de advertencia a Henry acerca
de sus intenciones con ella.
-
¡Vaya! –
exclamó Henry mirando directamente a Eden y provocando que a ésta le
tambalearan las rodillas. – Así que por fin conozco a la preciosa mujer que ha
puesto pinto y final a los días de libertinaje de Albert… - añadió.
-
Bueno…
preciosa preciosa… ¡para precioso tú, chato! – exclamó ella dando una palmada
causando que Henry rompiera a reír antes el excesivo entusiasmo de la mujer y
contagiara por ende a las dos mujeres.
-
¿Es que
no puede levantarse una un solo día sin que ninguna de los dos estéis montando
un escándalo a primeras horas de la mañana? – preguntó una enfadadísima Mary Jo
entrando en escena (más bien en vestíbulo) con un horroroso camisón largo y
plisado de color carne y la cabeza llena de rulos. – El día menos pensado os
juro que… hola – añadió, cambiando el tono de voz desde el más irritante al más
meloso incluyendo un pequeño babeo en el mismo momento en que descubrió allí a
Henry.
-
Hola –
respondió él, conteniendo la risa ante la comicidad de la situación.
Como sucedió con Eden,
también Mary Jo fue consciente del aspecto que tenía y horrorizada y
avergonzada a partes iguales (especialmente cuando se le cayó uno de los rulos
de la cabeza y aterrizó a sus pies) se agachó a recogerlo y explicó antes de
desaparecer a la carrera en dirección al baño:
-
Ahora
mismo vuelvo –
-
¿Quién
es la loca de los rulos? – le preguntó Henry dirigiéndose a Eden; sabiendo que
era la persona adecuada para resolver las dudas en la conversación.
Eden se tapó la boca
con la mano para reprimir (más bien atenuar) la risa que le provocó el
calificativo hacia Mary Jo; descripción por otra parte muy acertada.
-
Es Mary
Jo, la vieja solterona del bloque de apartamentos y tengo que decirte que se
acaba de convertir en tu mayor seguidora – le advirtió.
Y Mary Jo volvió.
Pero no lo hizo
sola.
Los tres tuvieron
sus sospechas cuando escucharon el revuelo que se estaba formando en el pasillo
según se iban acercando; el cual era absolutamente imposible que lo produjera
una sola persona por muy loca que estuviera o muchas personalidades múltiples
que tuviera.
Sospechas que
quedaron más que confirmadas cuando se presentaron en el vestíbulo todas y cada
una de las inquilinas de miss Anchor: Julia, Lisa, Teresa y la propia Mary Jo
nuevamente vestidas de domingo para ir a mesa (papalinas incluidas) ante la más
absoluta de las incredulidades de Sarah y Eden, quienes parecían unas
pordioseras en comparación a éstas por los vestidos que llevaban; mucho más de
estar por casa.
Gracias a la
aparición grupal estelar de las cuatro solteras más cotizadas de la calle
Orange, en apenas un momento Henry Harper desapareció del lado de Sarah y la
novia de Albert (terreno confortable) para verse arrastrado en contra de su
voluntad al interior de un círculo rodeado por cuatro mujeres maduras, solteras
y hambrientas de carne masculina fresca y joven; en resumen, los especímenes
más peligrosos de todos los del género femenino porque como no habían conocido
nunca varón ni habían aprendida nada en las lides y asuntos amatorios,
pretendían hacerlo todo de una sola vez.
En ocasiones como
esa, Henry lamentaba realmente ser atractivo y repudiaba el título que le
habían otorgado de manera oficial, en el que le calificaban como “el hermano
Harper más atractivo” y por ello intentaba distraer toda la atención posible
con respecto a su físico mostrándose amable y encantador, respondiendo a las
numerosas (interminables) preguntas acerca de su persona que las cuatro voraces
y nada discretas a la hora de insinuarse mujeres le estaban planteando-
Afortunadamente
estaban en el vestíbulo semipúblico, sabía que podía contar con la ayuda al
menos de una mujer allí presente; Eden, la novia de su amigo Albert, quien
también estaba bajo su encanto aunque dentro de los límites de la normalidad;
si es que existían límites razonables en estos casos (porque dudaba bastante
que Sarah le prestase su colaboración) y aún no había hecho acto de presencia
la dueña del lugar; aunque estaba seguro que no tardaría mucho en hacerlo,
visto el revuelo que este coro de gallinas cluecas que le estaban alimentando
de plumas de sombrero para desayunar esa mañana estaban armando.
Solo esperaba que
fuera una ancianita entrañable y que no
cayese fruto de su embrujo porque sino… su pellejo corría un peligro
serio y real.
-
Podías
ser más disimulada y dejar de mirarle – dijo Eden, riéndose desde la distancia
del comportamiento de sus compañeras de apartamentos; quienes tenían las
hormonas revolucionadas y desatadas (justo como ella).
-
¿Cómo
dices? – preguntó Sarah aterrizando en la realidad y mirando a su amiga.
-
No
disimules – dijo, agitando el dedo delante de sus ojos. – No has dejado de
mirarle desde que te lo han robado de tu lado – dejó caer.
-
¿Yo? –
preguntó Sarah fingiendo sorpresa. – Estás muy equivocada – añadió negando con
la cabeza.
-
Sí
claro… - respondió Eden soltando una risilla.
Eden tenía razón.
No había dejado de
mirar hacia Doble H desde el momento en que había desaparecido de su lado.
Pero no por los
motivos y sentimientos que Eden dejaba entrever y caer hacia ella.
Era cierto que había
sentimientos en esa situación. Y que estaban encontrados.
Dos para ser
concretos y exactos.
Por una parte se
compadecía de él ya que conocía de sobre la capacidad obsesiva que podía
alcanzar Mary Jo con cualquier tema, persona, animal u objeto. Una Mary Jo que
sin duda era la líder del grupo (también por antigüedad) y que podía ser
especialmente convincente en los temas que le interesaban, atrayendo a su causa
a las mayorías; así de carismática podía llegar a ser. Y ahora Doble H parecía
ser la causa y motivo único de su motivación.
Pero por otra estaba
disfrutando enormemente la situación y la posibilidad de verlo metido en
problemas ya que él solito se los había buscado al venir a visitarla esta mañana
por su cuenta. Se lo tenía merecido.
-
Está
bien – reconoció. – Estoy mirando hacia allí – añadió.
-
¡Lo
sabía! – exclamó Eden dando palmaditas de felicidad.
-
Pero no
es por lo que tú piensas – se entrometió Sarah en la frase que Eden iba a
añadir. – Estoy mirando para ver cuándo va a aparecer miss Anchor – explicó. –
Alguien debe mantener la cordura y la cabeza fría en toda esta locura
sentimental y hormonal – añadió, algo enfadada pues no le gustaba nada la
manera tan evidente en que se estaban ofreciendo a Henry.
-
Como
digas… - dejó caer Eden, provocando que Sarah le lanzase una mirada de
advertencia. - ¿Quién es el mozuelo divino? – quiso saber, muy interesada.
-
Henry –
se limitó a responder Sarah.
-
Espera…
¿Henry? – preguntó Eden. - ¿Henry…Henry? – añadió. - ¿Henry el primo? – quiso
confirmar. - ¿Estamos hablando de ese primo? – volvió a preguntar.
-
Sí –
respondió Sarah de mala manera dejando escapar un bufido ante el creciente
interés y entusiasmo de Eden en la conversación.
-
¡La
Virgen! – exclamó. – Está claro quien se llevó toda la belleza en tu familia,
hija… - añadió cerrando los ojos y mordiéndose los labios, imaginando
pensamientos pecaminosos con el rubio.
-
Gracias
por la parte que me toca – respondió con ironía Sarah.
-
¡Joe! –
exclamó, pidiendo disculpas Eden. – Ahora entiendo yo el sentido de la frase
cuanto más primo más me arrimo – añadió. – Porque si ese fuera mi primo… ¡con
gusto me arrimaría! – exclamó riéndose ante la cara de escándalo de Sarah.
-
¿Tengo
que recordarte que tienes novio? – preguntó Sarah, algo celosa por la actitud
de su amiga hacia Henry. - ¿Albert? – añadió. - ¿Te suena ese nombre de algo? –
concluyó.
-
Soy
perfectamente de que tengo novio, de que se llama Albert y de que lo quiero mucho
– respondió Eden. – Pero no estoy ciega querida y tu primo está de toma pan y
moja, toma pan y vuelve a mojar y ¡repite hasta que te dé un empacho! –
exclamó.
-
Ughh…
¡Eden! – la reprobó.
-
¿Cómo es
desnudo? – le preguntó muy curiosa en ese aspecto de la conversación.
-
¡Eden! –
exclamó Sarah horrorizada.
-
¿Qué? –
preguntó con fingida inocencia. – Según sus palabras tan solo hace diez años
desde la última vez que os visteis y cierto que o no sé mucho de matemáticas
pero echando cuentas…eso os deja a ti con diecisiete y a él con veinte años la
última ocasión en que coincidisteis. Y a esa edad estoy segura de que ya había
desarrollado algo del cuerpo que tiene ahora y tú seguro que le has visto sin
camisa así que ¿cómo es desnudo? – volvió a preguntar.
-
No voy a
responderte a eso – replicó, bufando.
-
¡Oh
vamos Sarita! – protestó Eden sacando morritos. – Sabes de mi curiosidad
extrema con respecto a este sentido y si el hombre vestido tiene pinta de estar
de muy buen ver y rever e incluso de aprenderte las letras de memoria, no me
puedo ni imaginar cómo sería sin ropa… - añadió. – Por favor – le rogó juntando
las manos y sonriendo ampliamente.
-
Es mi
primo Eden – le engañó Sarah. – No puedo opinar sobre él de ese modo – añadió
enrojeciendo al recordar la perfección de los abdominales y el torso delineado
y depilado de Doble H.
-
O sea
que está muy bien – transcribió Eden su razonamiento. – Lo suponía añadió satisfecha. – En mi imaginación era
mucho mejor que Albert – añadió, maliciosa guiñándole un ojo. – Y en cuanto a
lo de que porque sea tu primo no lo ves de esa manera… ¡eso es una tontería
tremenda! – exclamó. - ¡Mi padre casó a cantidad de primos carnales! – explicó.
– Y si ése – dijo señalando a Henry – fuera mi primo, ¡con gusto cometería
incesto! – concluyó.
Sarah iba a
replicarle nuevamente, pero en ese momento escuchó cómo Henry decía:
-
Lo
siento señoras, pero yo solo estoy aquí por ella – antes de reaparecer de un
enorme paso junto a ella, abrazarla por la cintura y besándola en la mejilla;
aspirando su aroma a lavanda y jabón.
-
¿Qué
demonios quieres decir con eso, jovencito? – se escuchó en el vestíbulo cómo lo
preguntaba una voz que estaba situada justo detrás del corro de mujeres que
miraban a Sarah como el objetivo de su próximo asesinato por el abandono y la
huida nada sutiles de Henry para con ellas.
Sus gestos de
enfado, ira y furia se vieron modificados por completo cuando escucharon esa
pregunta hasta la superioridad, la satisfacción y la venganza; conocedoras del
destino que le esperaba a Sarah por haber transgredido de manera tan evidente
las normas que miss Anchor se encargaban de transmitir, recordar y recalcar de
manera continua a diario.
Es más, el círculo
se abrió gustoso para dejarla pasar.
Sarah agachó la
cabeza y se tapó la cara con la mano en cuanto escuchó la pregunta inesperada
en el vestíbulo; ante el gesto confuso de Henry.
Gesto típico y
clásico porque él no conocía a quién correspondía esa voz; al contrario que a
ella, quien supo al instante que pertenecía a miss Anchor y por eso, intentó
“ocultarse” evitando un desastre aún mayor en su vida. Aún así, su inútil
disfraz de camuflaje no le impidió ver cómo miss Anchor se acercaba en su
dirección con gesto severo y adusto, los ojos entrecerrados y los brazos en
jarras hasta situarse a solo un paso de distancia de ambos permitiendo que se
deleitase con su olor a dulces
También lo hizo
Henry, quien no pudo ocultar su sorpresa cuando descubrió el aspecto físico de
la dueña del bloque de apartamentos; madura aunque mucho más joven de lo que su
mente había imaginado. Y por eso, no pudo evitar tragar saliva de modo bastante
sonoro ante lo que se le podía venir encima si esta mujer también caía bajo su
influjo. Por si todo esto no fuera suficiente, cuando se detuvo frente a ellos,
Henry pudo percibir que olía a dulces.
Dulces.
La comida que le
provocaba ganas de vomitar.
Solo esperaba (y
rezaba mucho) para que esto no sucediera. Una cosa era no querer agregarla a su
club de seguidoras y otra muy distinta, granjearse su odio eterno.
-
Quién
eres – exigió saber.
-
Cuéntaselo
todo – le susurró Eden.
-
Eden
Growner – dijo, mirándola de forma severa. – No te he preguntado – agregó,
enfadada aunque sin elevar la voz. – Te lo he preguntado a ti – aclaró.
-
Soy
Henry – explicó, ofreciéndole la mano aunque sin soltar a Sarah, quien pensaba
que el desastre empeoraba por momentos.
-
Hola
Henry – le saludó miss Anchor aunque sin tomarle la mano. - ¿No te ha explicado
la señorita Parker que la presencia de hombres en mi bloque de apartamentos sin
mi permiso está terminantemente prohibido? – preguntó, poniendo especial
énfasis en las dos últimas palabras.
Henry giró la cara
de Sarah en su dirección y se lo preguntó con la mirada. Ella asintió y él
volvió a tragar saliva; ya que la situación se ponía peliaguda por momentos.
-
No tenía
ni idea – confesó, sincero. – Pero por favor, no tome represalias con ella pues
al fin y al cabo he sido yo quien ha entrado en su propiedad – le pidió.
-
¿Quién
te crees que eres para hacerlo? – le preguntó, arisca. – Y ¿con qué objetivo
específico? – añadió, temerosa y bastante decepcionada porque se imaginaba la
respuesta que iba a escuchar y nunca en su vida se hubiera imaginado algo así
de Sarah.
-
Es mi
primo, señora Anchor – anunció, captando la tención de la señora frente a
ellos.
A Sarah no le
gustaba mentir. A nadie. Sin excepciones.
Poco le había
gustado hacerlo con Eden, aunque en ese caso más bien se vio obligada por las
circunstancias a continuar con una historia en la que ni siquiera sabía que
estaba involucrada. Mucho menos le gustaba tener que hacerlo ahora. Más siendo
quien era la persona a quien lo estaba haciendo; a quien consideraba su segunda
madre.
No obstante,
nuevamente se había visto arrastrada y obligada por las circunstancias ya que
sino, hubiera sido expulsada por algo que no había hecho. Peor. Por algo que ni
siquiera había pasado por su imaginación hacer con Henry Harper. Y dado que
inventar historias nunca se le había dado bien (además de que hubiera sido aún
más confuso para ambos) decidió aumentar
el tamaño de la bola de embustes que él había iniciado y continuó su hilo
argumentativo.
-
Mi primo
Henry - aclaró; provocando nuevas
miradas de interés en la única figura masculina de la sala y que a su vez
relajaran la expresión ceñuda y de odio profundo hacia ella.
-
Jovencito,
suéltala ahora mismo – ordenó miss Anchor.
Henry obedeció al
momento.
No había apoyado
Sarah muy los pies sobre él y había intentado recomponerse, cuando sintió cómo
miss Anchor le agarraba la piel de la barbilla y tiraba de su rostro adelante y
lo mismo hacía con Henry; situándolos por primera vez desde que se conocían y
pese a su amplia diferencia de estatura, a la misma altura.
La señora Anchor
estuvo en silencio mientras observaba cualquier tipo de detalle que destacase
con su ojo avizor y les sometía al más severo y analítico escrutinio y
reconocimiento. Cuando terminó, les soltó y ambos de manera simultánea y sin
reparar muy bien en lo que estaba haciendo el otro; se frotaron la dolorida
parte de la piel por donde habían sido agarrados.
-
Sí una
se fija mucho, sí que os parecéis – estableció, sonriente.
Sarah levantó el
rostro con la ceja enarcada ante la incredulidad que sentía en ese momento.
¿Qué se parecían? ¿Lo había dicho en serio? ¡Si lo único que tenían en común
era la especie! ¡La especia y nada más! ¡Ahí acababan sus semejanzas!
Era imposible que
una persona tan avispada y conocedora de la vida y sus diferentes avatares se
hubiera creído semejante historia. ¡Pero si no podían ser más diferentes
físicamente! ¿Dónde demonios le había encontrado las semejanzas?
-
Se
equivoca – le dijo Henry, atrayendo una mirada de advertencia y reprobación por
parte de Sarah; quien le estaba gritando mentalmente que se callara de muy
malas maneras.
-
Tutéame
Henry – le pidió, estrechando su mano ahora que no se la había ofrecido. En ese
momento, los tres supieron que Henry se había ganado a la señora Anchor.
-
Me
gustaría hacerlo pero… por el respeto que le tengo lo lamento, no puedo hacerlo
– explicó. – Y se equivoca señora porque Parker es mucho más guapa que yo –
añadió. – Se llevó toda la belleza de la rama de su familia – concluyó,
diciendo esta última frase entre susurros y guiñándole un ojo.
-
¿Parker?
– preguntó sin entender.
-
Parker…
ella – dijo Henry señalando a Sarah y adelantándola a sus ojos.
-
¿Por qué
la llamas Parker cuándo todas sabemos que se llama Sarah? – le preguntó
desconfiada la señora Parker.
-
Porque…
había tantas personas con su nombre entre la casa y los alrededores que todo
era un caos y encima su madre también se llamaba como ella- inició. – Y bueno,
no te ofendas primita pero… tienes nombre de sirvienta… además de que Parker le
encantaba cuando era pequeña – explicó, intentando parecer verosímil.
Sarah odió aún un
poco más a Henry Harper, si es que eso era ya posible. En esta ocasión venía
motivado por lo verosímil que le había quedado una historia incierta que se
había ido inventado sobre la marcha. Además, iba a replicarle que para nombre
de sirviente el suyo. Sin embargo, recordó dónde se hallaban y delante de quién
sobre todo y decidió dejarlo para más tarde y en la intimidad. En lugar de eso,
plantó una sonrisa falsa y asintió, confirmando su versión de los hechos a
todas las presentes.
-
De hecho
Parker, ahora entiendo tu prisa porque me marchara – le dijo. Me temo que no he
escogido las horas más indicadas para realizar visitas, justo cuando os
disponíais a desayunar – añadió, pidiendo disculpas con la mirada a la señora
Anchor. – Pero ya me marcho y os dejo desayunar tranquilas, no os preocupéis –
concluyó.
-
¡No! –
gritaron seis voces al unísono. Es decir, todas menos Sarah; quien se había
hecho a la idea de que por hoy Doble H desaparecería de su vida.
-
No
puedes irte – añadió Mary Jo, con voz lastimera.
-
Ten
cuidado Sarah – le advirtió Eden. – Si yo fuera tú y tuviese a un hombre como
éste tan cerca no me despegaba de él ni lo dejaría solo ni a sol ni a sombra
porque nunca se sabe dónde aparecerán las lobas para robarte al macho cabrío de
tu ganado – concluyó.
-
¡Eden
Growner, modera tu lengua! – le ordenó miss Anchor.
-
¡Pero si
lo que he dicho es cierto! – explicó ella para defenderse. – Todas las aquí
presentes pensamos que el caballero de traje caro y botas alta está para hacer
algo más que chuparse los dedos, incluida Sarah por mucho que sea su primo –
añadió. Algo que Sarah se encargó de negar enérgicamente. – Lo que pasa es que
ninguna se atreve a decirlo en vez alta – explicó. – Nadie excepto yo, que soy
la representante del populacho – se presentó. – Así que primo Henry, créeme
cuando te digo que los pensamientos que todas estamos teniendo con respecto a
tu persona dejarían a los poemas que Santa Teresa escribía en éxtasis como un
cuento infantil – concluyó.
-
O sé a
qué populacho representas Eden Growner pero desde luego no al que vive en mi
bloque de apartamentos - le regañó. – Disculpa
las soeces palabras de mi inquilina – añadió, avergonzada.
-
No se
preocupe, no me molestan – aseguró. – Al contrario, es estimulante y divertida
y me recuerda mucho a alguien que conozco – añadió, guiñándole un ojo que
provocó que se sonrojase.
-
En cualquier
caso, por favor acepta mi invitación a que desayunes con nosotras como método
de compensación por el comportamiento de Eden; quien se ha quedado hoy sin
dulces por hablar tan mal – explicó, mirando directamente a la perjudicada.
-
Pero
¡miss Anchor! – protestó con aspavientos de los brazos Eden.
-
¿Quieres
que te quite también las tostadas, los huevos y el resto de cosas que sé que te
gustan? – le preguntó, retándola.
-
No –
respondió ella con un sonoro suspiro.
-
Entonces
¿vas a desayunar con nosotras? – le preguntó miss Anchor.
Henry paseó su mirada por la habitación y por las caras de las mujeres
antes de dar su respuesta: había un grupo numeroso (el formado por las cuatro
mujeres del círculo) que le miraban ilusionadas y esperanzadas en que dijera
que sí, en ese grupo se incluía también a la señora Anchor. Por otra parte
estaba Eden; a quien le resultaba más bien indiferente su presencia allí pues de todas formas se
había quedado castigada sin comer dulces y por último estaba su prima Simona;
quien obviamente era un NO rotundo a su presencia allí. Es más, era tan
evidente que no lo quería en la mesa del
desayuno y su mirada lo gritaba tan fuerte que, le parecía increíble que el
resto de mujeres no se hubiera dado cuenta.
Las apuestas estaban cinco a una en su contra.
¿Qué iba a hacer él?
Obviamente, aceptar el reto que se le planteaba.
Además de que se encontraba muy a gusto allí y no quería irse tan
temprano del bloque de apartamentos esa mañana.
No sin hacer rabiar un poco más a la señorita Parker.
Por eso, sonrió de forma maliciosa, le lanzó un beso en el aire y se
giró hacia la señora Anchor para decirle:
-
¿Sabe
qué? – le preguntó. – Me lo he pensado mejor y creo que sería un honor para mí
ser vuestro acompañante durante el desayuno de hoy – añadió; causando varias
oleadas de gritos agudos en el pequeño vestíbulo.
-
Magnífico
– asintió satisfecha y feliz con un asentimiento de cabeza y una enorme sonrisa
la señora Anchor, antes de entrelazar su codo con el de él; notificándole con
este gesto que él sería el invitado de honor y como tal, presidiría la mesa. –
Pues no perdamos más tiempo – añadió, echando a andar en dirección al salón
mientras Henry hacía todo lo posible por ignorar el olor a dulces que se
empeñaba en llegar hasta lo más profundo de sus fosas nasales con el único
objetivo de revolverle el estómago.
-
Panda de
esquirolas – dijo Sarah con los dientes apretados cuando todas habían
abandonado ya el vestíbulo siguiendo a Henry Harper como perritos falderos. –
Eso es lo que sois todas, una panda de esquirolas – repitió mientras pensaba
que aparecía una cara bonita con una sonrisa perfecta y buenos modales y todas
se volvían locas y suspiraban por él. Y él, cual veleta girando en la dirección
que le guiara el viento, escuchaba un par de halagos a su físico, su ego se
crecía y se olvidaba completamente de ella, supuestamente el motivo por el cual
había ido allí hoy. – Sucios traidores – añadió.
-
Parker –
le dijo la señora Anchor; quien había vuelto sobre sus pasos acompañada de
Henry y estaba nuevamente en su vestíbulo. - ¿No vienes? – le preguntó.
Sarah asintió y comenzó a caminar varios pasos por detrás de ellos
mientras imaginaba distintas maneras de vengarse de Henry Harper con métodos
que implicasen mucho dolor y sufrimiento corporal porque también se había
ganado a miss Anchor.
Con esto no solo la
había desbancado de su puesto de favorita y privilegiada sino que además
también había conseguido que ésta la cambiase el nombre y utilizase la solución
improvisada que se había inventado porque era incapaz de recordar su servil
nombre.
“La venganza es un
plato que se sirve dulce” pensó Sarah con satisfacción cuando descubrió la
enorme cantidad de ese tipo de alimentos que se apilaban sobre la mesa en
distintas bandejas.
En realidad lo
primero que pensó; más bien sintió fue una pena tremenda por Eden; a quienes le
encantaban y que hoy por estar castigada, no podría probarlos. Una Eden a quien le parecía que le estaban
restregando por la cara su nueva situación debido a la cantidad y variedad de
ellos que había. Por eso, Sarah comenzó a pensar de inmediato una manera de
hacérselos llegar sin que miss Anchor se diera cuenta o ninguna del resto de
inquilinas se lo hiciese saber por haberse chivado.
Un plan que a priori
no le iba a resultar complicado, dado que ninguna de las mujeres mencionadas
anteriormente citadas parecía reparar hoy en su presencia. Toda su atención
estaba concentrada en el visitante masculino de hoy; lo cual era mucho mejor
para sus intereses.
Sarah ni siquiera
intentó sentarse a su lado; su lugar correspondiente al menos en teoría ya que
eran familia. Ni amagó el hacerlo. No le dejaron porque “literalmente” hubo
tortas por sentarse al lado de Henry; sorprendido en extremo por este
comportamiento ya que, normalmente comía solo.
Realmente, a él le
hubiera gustado tener a su prima sentada junto a él, para seguir burlándose de
ella, gastarle bromas o provocar que se le subieran los colores. Pero no había
podido ser.
Pero eso no quería
decir que no la hubiera perdido de vista en ningún momento; pues de hecho era
su punto de referencia del final de la mesa por encima de las papalinas y las
plumas de las mujeres que le habían rodeado.
Eden Growner no
tenía hambre.
Lo cual era muy raro
porque para ella el desayuno era la comida más importante del día. No obstante,
hoy su apetito estaba desaparecido porque la acción estaba concentrada justo
delante de sus ojos y sobre todo, para su desgracia, fuera del alcance de su oído.
Si encima añadías
que no podía comer la inmensa mayoría de los alimentos que había situados sobre
la mesa al estar castigada; su hambre desaparecía por momentos. Por eso, no
pudo ocultar su enorme sorpresa y alegría injustificada cuando, de la nada un
pequeño bollo lleno de crema apareció en su plato. Miró a su alrededor y su
desconcierto e incomprensión alcanzaron límites que desconocía cuando descubrió
que había sido Sarah quien lo había situado allí.
Sarah.
O mejor dicho Sarah
la desobediente.
Hasta ese momento,
Sarah nunca había transgredido las normas.
Nunca.
Quizás el nuevo
trabajo en el que parecía ir disfrazada de meretriz la estaba pervirtiendo y
cambiando su carácter diametralmente.
Sospechaba más de
esa posibilidad cuando nuevos dulces volvieron a aparecer en su pequeño plato
colocados allí de una manera sigilosa y furtiva. Y especialmente cuando le
rogaba que guardase silencio ante su comportamiento.
Su plan de cebar a
Eden en el desayuno estaba saliendo bien. Muy bien en realidad, pero es que
ella no merecía haber sido castigada cuando toda la culpa la tenía Henry. De
hecho, su plan había estado marchando tan bien que nadie había reparado en lo
que estaban haciendo.
¿Nadie?
Casi nadie porque
Henry sí. Y a punto estuvieron de descubrirlas cuando él le pregunto
repentinamente:
-
…verdad
¿prima? –
Sarah se puso tan
nerviosa que el dulce se le escapó de las manos y cayó justo por debajo de la
mesa rebotando en los pies de Eden y contuvo tanto el aliento que se mordió la
lengua.
-
Mmm…
¿dtomo? – preguntó, confusa.
-
Que
ambos somos muy parecidos – repitió. – Los dos pensamos que el desayuno es la
comida más importante del día y por ello, comemos un montón durante el mismo –
concluyó. - ¡Mira la cantidad de dulces que te has comido! – exclamó. - ¡Ten
cuidado, podría darte un empacho! – añadió, sonriéndole malicioso y
manifestando con estas últimas palabras que las había descubierto.
Pero no solo él,
gracias a esto el resto de mujeres se dieron cuenta del hecho y, se
sorprendieron en extremo. Sobre todo, porque Sarah nunca era del tipo de
mujeres que desayunaba en exceso; mucho menos dulces.
-
Es que
están deliciosos – se defendió. Más bien, inventó porque ella no había probado
ni uno solo de los dulces que faltaban de los platos.
En ese momento, recordó
que a Henry no le gustaban los dulces y que cuando los probaba, vomitaba.
Y si vomitaba,
quedaría en ridículo y se rompería esa imagen idílica, divinizada y errónea que
todas se habían creado de ella. Ahora era su oportunidad de menospreciarle
públicamente y por ello, le devolvió una sonrisa igual de maliciosa que la que
Henry les había dedicado momentos antes.
-
Deberías
probarlos – dijo, levantándose y yendo hacia él con una bandeja de dulces. -
¿Sabes que miss Anchor es pastelera? – le preguntó, moviéndola cerca de su
nariz para que él los oliera.
Lo notó enseguida,
pues la cara de Henry en ese momento se contrajo.
-
Es más,
consideraría una ofensa que no los probaras – añadió, ensanchando su sonrisa
maliciosa.
Henry le miró de manera furibunda, aunque luego las pequeñas arruguitas
que aparecieron en los laterales de sus ojos y por debajo de las pestañas
inferiores desaparecieron, retomando la expresión calmada que había tenido
durante toda la velada y una sonrisa de satisfacción apareció en el mismo.
Sarah temió esa expresión de Henry. Tanto, que retrocedió un par de
pasos. ¿El motivo? Que esa mirada y esa sonrisa significaban que aceptaba el
reto que le había lanzado.
“¿Cómo va a aceptar si le sientan mal los dulces?” se preguntó
horrorizada a la par que sorprendida hasta el extremo, buscando algo en la mesa
que le resultase a él aún más asqueroso y que por tanto, su mala reacción fuese
épica.
Dio con él justo al alcance de la vista.
-
Mmm… -
titubeó y retiró la bandeja al alcance de su mano. – Cierto que los dulces de
crema de miss Anchor son divinos pero sí realmente quieres alcanzar el éxtasis
culinario debes probar aquello por lo que es realmente conocida en Londres –
agregó, antes de anunciar y cambiar de bandeja: - Sus dulces de chocolate -.
Si en algún momento
Henry pensó que su “prima” no iba con segundas, se había olvidado de su
reacción y era todo buenas intenciones en ese aspecto, en ese momento y sobre
todo, por la expresión de malignidad que tenía en el rostro, Henry lo descartó.
Pero si pensaba que iba
a salirse con la suya y resultar ganadora en su nuevo enfrentamiento de hoy,
estaba muy equivocada.
Mucho.
-
¿Cómo
resistirse entonces a semejante delicatesen si me la pintas tan apetitosa? –
preguntó, con una sonrisa y una risita maliciosa tomando uno de la mano de la
bandeja de chocolate.
-
¿Per..?
¿Cóm? ¿Por q…? – preguntó Sarah, tan sorprendida y alucinada por esa respuesta
que era incapaz de concluir ninguna de las numerosas preguntas que se
apelotonaban en su boca. - ¿En serio te lo vas a comer? – quiso saber,
boquiabierta.
-
¡No me
queda de otra después de todo lo que has dicho sobre ellos! – exclamó,
resignado, antes de levantarse; enarcar ambas cejas para comunicarle que
aceptaba el reto y que no pensaba achantarse ante este nuevo reto.
Acto seguido cogió
un bollito relleno de chocolate caliente y se lo comió en dos bocados,
provocando que el relleno chorrease a ambos lados de su boca y que por tanto
tuviera que utilizar los dedos de la mano para comérselo.
Pero no solo eso,
para demostrarle a su prima hasta qué punto no pensaba dejarse amilanar, tomó
uno de los bollitos de crema que antes le había apartado de la mano y volvió a
comérselo de la misma forma.
Por si ninguna de
estas dos opciones le había quedado lo suficientemente clara, se chupó los
restos de chocolate y crema que le quedaban en los dedos chupándoselos con
lentitud, los ojos cerrados y gesto de placer extremo.
-
Tenías
razón – dijo, abriendo los ojos y asintiendo. – Éstos sin duda son los mejores
dulces que he probado en toda mi vida – dijo sonriendo a la señora Anchor y
mostrando su perfecta dentadura.
Sarah se giró
furibunda y regresó a su asiento con los puños apretados como gesto que
manifestaba su indescriptible.
“¡Me ha mentido!”
exclamó furiosa. “¡Me ha mentido!” repitió. “Estaba tan borracho la noche que
le conocí cuando me besó que vomitó por eso, ¡no porque le sentaran mal los
dulces o el chocolate!” añadió. “Embustero” le dijo, mirándole con los ojos
entrecerrados y una mirada cargada de desprecio al hombre al que había creído
mientras maldecía su estupidez suprema.
“¡Ojalá te sienten
mal y te provoquen una gastroenteritis!” le maldijo.
Eden la miró con la
ceja enarcada ante la actitud tan atípica y exagerada de su amiga. No hacía
falta que realizara gestos o diese grandes voces, su rostro “aparentemente”
inexpresivo y especialmente, su mente lo gritaba a pleno pulmón.
Y por ello Sarah
calló y hundió la mirada en su palto vacío mientras ella misma, agarraba uno de
los numerosos pastelitos de la bandeja al azar y se lo metía en la boca
mientras empezaba a masticar sin ni siquiera molestarse en saborearle; sin
importarle lo que el resto pensara de ella por esto.
Al mismo tiempo que
Sarah terminaba de tragar su último bocado, Henry se ponía en pie; atrayendo
nuevamente las miradas de todas las mujeres de la sala; incluyendo la de Sarah
(quien se maldijo por hacerlo)
Un Henry quien sabía
que había sido una tontería suprema aceptar ese reto incluso antes de ni
siquiera ser planteado de manera latente.
Ahora pagaba las
consecuencias de ello.
Sus tripas habían
empezado a protestar justo desde el momento en que le dio el último lametón a
su dedo pulgar. Ahí ya sintió el primer pinchazo de dolor en el estómago. E
incluso reprimió un eructo mientras felicitaba a miss Anchor por su repostería.
De hecho, se había
puesto en pie apretando el estómago (hinchado por la acidez que sentía en ese
momento) y apretando glúteos para evitar que se le escapara alguna ventosidad.
Permaneció ahí de
pie en silencio, con la mano apoyada sobre la boca de su estómago y la otra en
la espalda para disimular, a la espera de que los gases que estaban explotando
en su interior dejasen de hacerlo.
Y lo peor es que
Sabina ya había sido consciente de ello (al fin y al cabo, había sido ella
quien se lo había ofrecido a mala idea) y esperaba con impaciencia y gesto
victorioso en el rostro aunque fingía indiferencia mientras tamborileaba con
los dedos por encima de la mesa (a imitación de tocar una melodía a pianola) a
que en cualquier momento comenzara a vomitar.
-
Ehm… -
titubeó, carraspeando mientras tragaba saliva de forma muy sonora para tragarse
su jugo gástrico, en exceso ácido. Un sabor nada recomendable por otra parte.
-
Me temo
que las he mentido señoritas – anunció, intentando hablar lo menos posible
porque a más abría la boca, más aumentaban sus ganas de vomitar.
Esas palabras
provocaron el recelo y la expectación del resto de mujeres; quienes esperaron
confusas sus siguientes palabras.
-
Eh… Aunque
he disfrutado enormemente de tan agradable desayuno con vosotras, me temo que
la razón por la que vine a horas tan tempranas era para hablar de asuntos
familiares con mi prima sin interrumpir su quehacer diario dentro de su
apartamento – se inventó. – Pero… viendo las horas que son (pausa para tragar saliva) – y sobre todo con
el fantástico clima con el que estamos siendo bendecidos (pausa para tragar saliva) – creo que no
pasará nada porque paseemos charlando por el parque (carraspeo y tercera pausa)
– Así que Parker ¿te gust…? – preguntó.
-
¡No! –
gritó Sarah interrumpiendo su pregunta pues conocía de sobra cómo acabaría esa
pregunta.
-
¡Parker!
– le regañó miss Anchor. – Deja a tu primo concluir su pregunta – añadió.
-
Señora
Anchor… ¿permitiría dejar salir a Parker a dar un paseo conmigo por Saint James
Park sin chaperona? – le preguntó, educado.
-
Pero
Henry… ¡no tienes ni que pedírmelo! – exclamó. – Y lo de la chaperona ni
siquiera es necesario, sois familia – añadió devolviéndole la sonrisa.
-
Estup… -
nuevo carraspeo para tragar saliva.
-
Lo
lamento querido primo, pero ahora sí que no puedo acompañarte – respondió
adelantándose a los acontecimientos.
-
¿Por qué
no quieres salir a pasear conmigo? – preguntó con deje lastimero; granjeándose
el favor de las féminas.
-
Pues
porque tengo muchas cosas que hacer aquí – explicó Sarah, nerviosa de manera
evidente.
-
¿Aquí? –
preguntó Eden mirando hacia todos lados extrañada. - ¿Qué? – quiso saber,
revelando con esa pregunta que se lo estaba inventando, ensanchando la sonrisa
de Henry y aumentando el gesto de fastidio de Sarah.
-
Parker –
dijo la señora Anchor. – Hoy no tienes absolutamente nada que hacer aquí, salvo
leer esa historieta estúpida de Lauren Sunbright, la señorita Delia y el marqués
que tan enganchada y atontada te tiene – añadió como reproche.
-
No es
estúpida – gruñó Sarah. – Y no estoy enganchada – apostilló. – Y tengo muchas
cosas que hacer – repitió con tono infantil.
-
Parker,
sabemos que no tienes nada que hacer esta mañana y tienes que hablar con tu
primo de la familia urgentemente, así que ve – reordenó miss Anchor.
-
¡Aprovecha
tonta! – le dijo Eden. - ¡Hoy hace buen tiempo! – añadió. - ¡Vas a ser la
envidia de todo el parque! – concluyó, entusiasmada. - ¡Da un poco de envidia a
todas esas solteronas amargadas! – aplaudió, guiñándole el ojo a Henry y
recreándose por última con la contemplación de su visión.
-
Pero… -
replicó ella.
-
¡Gracias
prima! – exclamó él, abrazándola frente al resto de mujeres siguiendo el
consejo de Eden. – No sabes cómo vamos a disfrutar ese paseo – añadió entre
susurros junto a su oído antes de que un eructo con olor a dulce se escapase de
su boca; provocando un nuevo escalofrío en Sarah.
he de decir q: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ME MEO JAJAJ
ResponderEliminarQ GRAN CAPI NOS HAS DEJADO CHIN Q GRAN CAPI ME MEO, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ NO ME HE REIDO MAS XQ NO DESDE LUEGO ERES MI MADONNA EE REINVENTANDOSE SIEMPRE PERO EMPEZANDO CON EL COMENTARIO:
-ME ENCANTAN LAS BATALLAS DIALECTICAS DE LA PAREJITA DESDE LUEGO CHIN ME MEO CON ELLOS NO PUEDO CON SUS DISCUSIONES SON GENIALES XD
-DESDE LUEGO HOY ME HA QUEDADO CLARA LA DICHOSITA LEY DE MURPHY XQ BASTESE QUE SE QUIERA ALGO PARA QUE SUCEDA LO PEOR SI ULTIMAMENTE ME ESTAN QUEDANDO CLARAS MUCHAS FRASES DEL REFRANERO ESPAÑOL XD
-MIEDITO ME HA DADO EL DESPERTAR DE EDEN ME HA RECORDADO A SAMARA LA DEL POZO PERO COMO SI HUBIERA METIDO LOS DEDOS EN EL ENCHUFE Y COMO TENGA PESADILLAS ESTA NOCHE VA A SER POR TU Y CULPA Y LA DE EDEN
-ME DECLARO FAN FAN FAN PEERO FAN DE POSTER DE EEDEN Q TIA MAS GRANDE DESDE LUEGO QUE ESTA CHICA ES UNICA ME ENCANTAN LAS FRASES Q SUELTA SEGUN LAS PIENSA SE PARECE A MI A VECES XD Y BUENO MOMENTAZO HOLA PEAZO MAROMO HAY EN CASA Q ME LO COMO HA SIDO COMO MIS DERIVACIONES Q TENGO CON MI WILLY WILLY Q ME LO COMO MADRE Y BUENO EL MOMENTO RADIOGRAFIA DEL CUERPO HUMANO ME HE MEADO DE LA RISA EN PLAN HOLA COMO ESTA EL SR Y Q BN DOTADO JAJA
-EL CORRO DE LOCAS BABEANTES BOBAS BABUINAS Q SE HA FORMADO ME HA ENCANTADO EN PLAN VIVAN LAS HORMONAS REVOLUCIONADAS ALIMENTANDO EL EGO DE HH Q NO TIENE ABUELAS Y NO SE BESA ASI MISMO XQ NO SE LLEGA ME MOLA
-EL MOMENTO PRECIOSA PARA PRECIOSO TU CHATO ME HA LLEGADO Y ME HA ENCANTADO ES Q HA SIDO UNA EXPRESION Q LA HE VISUALIZADO DICIENDOLA TU XQ ES MUY TUYO ESO XD
-EL MOMENTO PELIAGUDO DE MIS ANCHOR EN PLAN TIBURON PERO LUEGO DICIENDO SI OS PARECEIS MOLA QUEDATE A COMER HA SIDO BUENISIMO ME ENCANTA ESA MUJEER ES PARA APUTURRARLA XD Y EL MOMENTAZO EDEN MALA CASTIGADA SIN DULCES ME HE MEADO DE LA RISA HA SIDO MUY ROTTERMEYER JAJAJAJA Y LA OTRA ROBANDO DULCES PARA LA POBRE EDEN COMO SI FUERA ROBIN HOOD Y LA OTRA A CUADROS HA SIDO MUY BUENO
-Y LA FRASE DE CUANTO MAS PRIMO MAS ME ARRIMO TAMBN ME HA QUEDADO CLARA GRACIAS A EDEN XQ ES COMO YO Q DERIVA CON HH Q NO VEAS ME HA ENCANTADO Y ESPERO (Y NO ES POR ALIMENTAR MI EGO) Q LO TOMARAS DE MIS DERIVACIONES XD
-Y EL MOMENTO VENDETTA DE SARAH ME HA ENCANTADO Q APURO HA PASADO EL OTRO CON LOS GASES X LOS DULCES ME HUBEIRA GUSTADO SI HUBIERA VOMITADO ME HABRIA REIDO DE LO LINDO
-Y BUENO COMO SIEMPRE ME DEJAS CON GANAS DE MAS DEBIDO AL GENIAL FINAL Q HAS DEJADO PARA EL SIGUIENTE CAPI EE MALOTA Q ME DEJAS A MEDIAS XD
CONCLUSION: BUEN CAPI EL DE HOY Q GANAS LE TENIA
HE DICHO
Madreeee de dioooos!!! estoy deseando que llegue el martes!! :D
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