CAPÍTILO XXVIII
Nochebuena
Al igual que sucedía
con su cumpleaños, a Sarah Parker no solían entusiasmarle las fiestas
navideñas. Pero esta vez tenía una excusa perfectamente comprensible a
cualquiera que se interesase por conocerla: dado que nunca había tenido padres
(al menos que recordase con total claridad) no había podido disfrutar de una
cena de Nochebuena íntima o familiar.
Ni siquiera cuando
se trasladó a vivir al bloque de apartamentos de miss Anchor había podido
hacerlo; básicamente porque en esas fechas solían tener el triple de trabajo
que en todo el año. Y dado que no cerraban el día de Navidad (no podían
permitirse ese lujo), las únicas noches de Nochebuena que Sarah recordaba eran
como una noche más; bueno, diferentes en el sentido de que arrastraba un
intenso dolor de espalda y un agotamiento absoluto durante los tres días siguientes
y que desayunaban galletas con forma de muñequito de jengibre mientras daban
cabezazos en la cocina de la pastelería de miss Anchor. Y por tanto, se pasaban
buena tarde del día de Navidad durmiendo y se olvidaban de la entrega de
regalos hasta el día de Año Nuevo.
Así que para las
chicas de miss Anchor, realmente la Navidad se celebraba el día uno de enero.
Quizás ese fuera el
motivo de que todas anduvieran tan despistadas siempre en lo que al día del año
se refería…
Ese era el motivo de
la negativa inicial a pasar una Nochebuena a como lo había hecho durante Henry
se lo propuso. De entrada, se sorprendió que le propusiera a ella pasar una
noche tan especial y familiar en vez de con sus parientes. Acto seguido se negó
encarecidamente y en un soberano no rotundo a que escogiera ese momento, día y
lugar precisos para presentársela a la familia. Aún no estaba preparada para
enfrentarse a Rosamund. Y probablemente no lo estaría nunca.
No obstante, a
Henry no le quedó más remedio que
explicarle que desde hacía seis años él no era invitado a las cenas familiares
y cenaba solo. Eso cuando cenaba, ya que las urgencias y los casos en barrios
tan peligrosos como aquellos parecían no descansar nunca. Es más, se
multiplicaban en noches como esa.
Henry era un
solitario como ella en fiestas tan señaladas como las que eran e
inexplicablemente, le encantaba el ambiente navideño que se respiraba en las
calles de Londres.
Eso le dio que
reflexionar y decidió que daría su brazo a torcer y que compartiría una noche
familiar de Nochebuena si miss Anchor le concedía permiso para no ayudarla; por
supuesto. En tal caso, tendría su primera cena de San Valentín el 25 de
diciembre. Y ella estaría aún más perdida dentro de la cronología del
calendario.
No hizo falta ni
siquiera que se lo plantease. Ella misma se lo sugirió un par de días antes del
propio día de Nochebuena. Para su sorpresa mayúscula, cuando pensó que
nuevamente Henry se le había adelantado
y había dado cosas por supuestas sin contar con ella, miss Anchor le
comentó que había pensado que como Eden y ella eran las más jóvenes del lugar y
como Eden había recibido la visita inesperada de su primo paterno, el también
sacerdote Albert para invitarla a cenar con él en la parroquia, lo más lógico y
justo era que ahora que su primo Henry por fin había dado con ella, tras años
de infructuosa búsqueda, cenase con su familia en las fechas más indicadas para
hacerlo.
La primera reacción
de Sarah fue la incredulidad; a la que más tarde se le unió la risa,
seguidamente se indignó por la cara dura de Eden y Albert al copiarles la
mentira de los primos (aunque lo de la parroquia y lo del cura fuesen ciertos)
y por último, maldijo lo crédula, confiada y tonta de tan buena que podía
llegar a ser miss Anchor.
No le gustaba que se
burlasen de quien ella consideraba y quería como una madre.
De ninguna de las
maneras.
Y después de todo
ese torrente de emociones, se sintió feliz y…bastante curiosa acerca de lo que
sucedería en una noche de Nochebuena habitual
Tan curiosa,
relajada y feliz ante la nueva perspectiva que se le iba a plantear al respecto
el día 24, que no fue hasta que vio a Eden cargada con bolsas llenas de comida
y avituallamientos varios ese mismo día, no se acordó de las cosas que tenía
que comprar.
A ver, no era que se
le hubiera olvidado que en la noche de Nochebuena se entregaban e
intercambiaban regalos (aunque ella había pedido encarecido a Henry que no le
regalase nada más). De hecho, en cuanto la dejó en la puerta de su bloque de
apartamentos el día en que conoció a Lauren Sunbright, fue corriendo a
comprárselo (o más bien, a encargárselo). Pero en ningún momento pensó en el
resto de cosas que tenía que haber comprado. Objetos como comida por ejemplo.
Y tampoco Henry se
había encargado de recordárselo en ninguno de los instantes en que había estado
a su lado atendiendo urgencias con él. Temiendo que también lo hubiera olvidado
por un sobreexceso de trabajo, salió corriendo hacia su casa para informarle de
su peculiar y más que probable situación nocturna cuando se lo encontró en su
carrera cargado con bolsas de la compra y ella se sintió bastante estúpida por
más que intentó disimularlo.
Así pues, con las
mismas, y solo tras asegurarse de que había comprado algunos alimentos que le
gustaban para la cena y de que estaban bien provistos (y por tanto no tendría
que comprar nada) regresó a su casa.
Quizás fuera ese el
motivo; la ausencia de cargar con otro paquete que no fuera el del regalo de
Henry el que provocase que llegase a su casa y consultorio antes de la hora a
la que habían quedado para cenar; a las ocho. Mucho más tarde de la hora de
cenar habitual de ambos, pero lo habían decidido y establecido así previniendo
unas consultas vespertinas de última hora.
Conocedora de que
Henry nunca escuchaba la primera vez que llamaban a la puerta, repitió acción
tres veces sin disminuir la intensidad de sus golpes en ninguna ocasión; es
más, las incrementó. Como siempre, a la tercera fue la vencida.
Se abrió la puerta
y…
Sarah elevó la
cabeza a la misma que vez que descendía los escalones hacia atrás sin mirar al
suelo.
Era cierto que había
un hombre en la puerta.
Un hombre que era
rubio.
Un hombre que era
rubio y con ojos azules.
Un hombre rubio, de
ojos azules que aunque atractivo no era Henry.
Y pese a que no era
Henry, su cara le sonaba muchísimo y le era sorprendentemente familiar.
Ahora bien ¿quién
era?
Por si acaso y para
asegurarse de que no se había equivocado, miró el lateral de la fachada de la
casa de Henry y comprobó que efectivamente, era el hogar y que ahí estaba la
cruz roja que había hecho pintar para ayudar a las personas a identificarla y
que no se confundieran de vivienda; tal y como le había sucedido a ella tantas
y tantas veces en ocasiones anteriores.
-
No te
has confundido Sarah – le dijo el desconocido. Sarah al escuchar su nombre, le
miró con extrañeza y frunció el entrecejo: - Porque eres Sarah ¿verdad? – le
preguntó, dubitativo.
La aludida asintió
mientras pensaba confusa cómo era posible que ese hombre conociese su nombre
cuando nunca habían hablado. Y entonces, una posibilidad remota al principio,
aunque aumentando progresivamente y sobre todo cuando miró al interior de la
casa de Henry.
Henry.
“¿Henry?” se
preguntó confusa. “¿Es posible que Henry por fin se acuerde de mi nombre y me
haya presentado con él en público a alguno de sus conocidos?” añadió,
inmensamente feliz, aplaudiendo a rabiar mentalmente y esbozando una sonrisa de
oreja a oreja en el rostro.
-
¿Cómo lo
sabes? – preguntó, alucinada.
-
¡Oh no!
– exclamó agitando la mano como si la saludase aunque en realidad estaba
negándolo con este hecho. – No es que Henry me haya dicho cómo te llamas, lo he
averiguado yo mismo – explicó. Sarah enarcó una ceja porque ahora sí que no
tenía nada claro. Bueno sí, que este chico conocía a Henry. – Verás Henry me
explicó que esta tarde vendría a cenar con él una chica que era su novia y que
se llamaba no se qué empezando por la S – explicó - El nombre más extraño que
había escuchado nunca – aclaró. – Parker, pero que siempre te llamaba Park y
entonces recordé la regla de los nombres de Henry – concluyó.
-
¿Henry
tiene una regla de nombres? – preguntó ella.
-
Sí –
respondió. – En realidad no es una regla, es un problema serio – explicó,
preocupando a Sarah. – Es capaz de acordarse de los nombres de las personas a
las que conoce sin ser de la familia y por eso se inventa nombres o motes que
solo él utiliza – concluyó.
“Tiene sentido”
pensó Sarah mientras asentía y entendía mucho mejor por qué esa extraña
fijación de llamar Pitágoras a Christian cuando su nombre original era mucho
más sencillo.
-
Aplicando
esa regla al contrario, tu nombre debía ser uno de los más simples y no te
ofendas por lo de simple porque quiero decir con eso que es de los más fáciles
de recordar, que hubiera con la –s – continuó. – No hizo falta pensar mucho más
para darse cuenta de que tu nombre era Sarah – concluyó su argumentación
bastante satisfecho entre los aplausos de Sarah. – Así que… por favor, no te
ofendas si continuamente está cambiándote de nombre porque no lo hace a
propósito, le sale innato y además, tarde o temprano acabará llamándote por el
original – aseguró. Sarah no estaba muy convencida de esto último e
involuntariamente tuvo que reflejársele en el rostro porque a Joseph no le quedó
más remedio que añadir: - No sé si conoces a Penélope Crawford… - inició. Sarah asintió y él explicó algo más
relajado ante la plena convicción de que ahora sí que le creería: - Henry
estuvo llamando durante cuatro años Atalanta[1] a Penélope, pese a que
sabía perfectamente cuál era su nombre –
-
¿Atalanta?
– preguntó extrañada Sarah mientras pensaba que no debía ser por parecido
físico o de carácter. - ¿Por qué? – quiso saber.
-
Porque
le sonaba a griego y era muy rimbombante – se inventó. - ¡Qué sé yo! – exclamó,
encogiéndose de hombros. – Sin embargo, un buen día comenzó a llamarle Penélope
y desde entonces no ha vuelto a equivocarse con ella – le contó. – Ten
paciencia – volvió a pedirle.
Sarah asintió,
aunque no pudo evitar desilusionarse ante la idea de que Henry no supiese su
nombre y sobre todo, que tardara tanto tiempo en asociar nombre real con las
personas que los ostentaban. No le resultaba nada agradable la perspectiva de
esperar cuatro años y que estuvieran casados para que un día la llamase por su
nombre. Esperaría un par de meses y comenzaría a meterle presión de manera nada
sutil para que lo recordase.
“Un par de meses y
no más” se recalcó con decisión, mentalmente.
-
¡Madre
mía! – exclamó el hombre en voz alta. – Pero ¿dónde están mis modales? – se
preguntó en voz alta. – Si se entera Henry de que te he tenido esperando en la
puerta tanto tiempo, me mata con uno de sus puños de boxeador – añadió. – Pasa,
pasa – dijo, invitándola a entrar con gestos de las manos.
Ahora Sarah le miró
insegura y nuevamente confusa.
¿Cómo sabía que
Henry era boxeador cuando en teoría era un secreto?
¿Por qué la invitaba
a pasar dentro como si del anfitrión se tratase?
Y lo más importante
de todo ¿quién era?
-
¡Uy! –
exclamó soltando una risita. – Y luego digo yo de la cabeza de Henry cuando se
me olvida presentarme… - dejó caer. – Soy Joseph, el hermano mayor de Henry –
dijo, tendiéndole la mano.
“¿Joseph?” se
preguntó con arrugas surcándole la frente. “¿Hermano de Henry?” añadió. “Pero…
¿cuántos hermanos tiene?” añadió, confusa.
Conocía
personalmente a Henry por supuesto, a Rosamund por desgracia y había oído
hablar del rebelde Junior y del autoritario jefe de los ocho de Bow Street
Anthony pero ¿Joseph? ¡Nunca en su vida había escuchado hablar de Joseph!
-
Un
hermano del que no habías oído hablar dada la expresión de tu rostro ahora
mismo – añadió, mirándola. Sarah respondió negando con la cabeza, avergonzada.
- ¡No te avergüences! Suele pasar – explicó, tomándola de la mano y obligándola
a subir los escalones. – Soy el gemelo de Anthony; el primogénito de los Harper
y el todopoderoso jefe de los ocho de Bow Street – añadió, con especial rin tin
tin esta frase e imitando el gesto que su hermano realizaba al pronunciar esas
palabras.
“¿Gemelos?” se
preguntó. “¿Otra pareja de gemelos?” añadió, aún más confusa. “Pero… si no se
parecen en nada físicamente” añadió. “¿No se supone que los gemelos eran
idénticos?” quiso saber.
-
Somos
gemelos pero no idénticos, ni física ni psicológicamente – explicó. -
¡Gracias Dios! – exclamó aliviado.
-
¿Te
ayudo en algo? – preguntó Sarah servicial y solícita.
-
¡No!
–exclamó. – Tranquila y siéntate – le ordenó. – Henry ya lo tenía todo
dispuesto antes de que llegaras. Supongo que no hará falta que te diga que está
atendiendo una urgencia de última hora ¿verdad? – le preguntó. Sarah negó con la cabeza.- Así que he
reducido el fuego del horno para que el pavo no esté chamuscado cuando regrese
– explicó.
-
¿Pavo? –
preguntó, sorprendida porque el pavo no era especialmente barato. Y menos en
esas fechas.
-
Es que
Henry te quiere y no ha escatimado en gastos – explicó, mostrándole la
decoración típicamente navideña con las velas, el muérdago y el acebo, las
cintas rojas, el árbol con los regalos… Muestras de amor que debían haber
costado una fortuna para conseguir su felicidad.
Sarah miró
avergonzada hacia su regalo y lo consideró indigno ante tales muestras de amor.
Eso sí, conocedora de que le sería útil y le gustaría lo apretó más contra
ella.
-
En
cierto modo es bueno que no esté porque así podemos ir conociéndonos mejor tú y
yo, cuñadita – dijo sonriente y, la última palabra a mitad de camino entre el
cariño y la burla. – Aunque en cierto modo, me siento bastante culpable por
haber arruinado vuestros planes románticos para esta noche – añadió, al ser consciente
de que el despliegue de medios respondía a un objetivo claramente romántico.
-
No has
arruinado nada – mintió Sarah, condescendiente sin ser muy convincente en su
argumento.
-
Henry me
dijo que siempre intentabas sacar lo positivo de todas las cosas pues…¡quédate
con esto! – exclamó. - ¡Vas a cenar con los dos hermanos desheredados Harper! –
añadió, burlón.
-
¿Desheredados?
– preguntó, sentándose y tomando el vaso de té que le ofreció. - ¿Es que a ti
también que ha tachado tu segundo nombre? – quiso saber. “¡Qué obsesión tiene
este hombre por tachar nombres!” protestó, enfadada porque este hermano Harper
también le había caído bien.
-
No –
refunfuñó. – Pero ¡ojalá lo haga! – pidió elevando sus ojos al cielo. – De
hecho, estoy haciendo méritos para que se anime a hacerlo y éste es mi último
paso – explicó.
-
Eres
consciente que no entiendo lo que dices en la mayoría de las ocasiones ¿verdad?
– le preguntó. Y él asintió con una enorme sonrisa. - ¿Tan feo es como para qué
quieras deshacerte de él? – quiso saber, comprensiva.
-
¡Cómo se
nota que solo tienes un nombre y te toca apechugar con él para siempre! –
exclamó, riendo divertido y con algo de envidia por lo corriente del mismo.
Suspiró y se presentó: – Mi nombre completo es Joseph Achilinus -.
-
¿Achilinus?
– preguntó Sarah porque nunca había escuchad un nombre como ese antes.
-
Feo
¿verdad? – le preguntó, resignado. Sarah evitó dar su respuesta a sabiendas de
lo desagradable que le parecía. – Si te preguntas de dónde viene, es el nombre
de un santo[2]
y hace referencia también al filósofos escolástico Tomás de Aquino[3], cuyas lecturas fueron las
favoritas de mi madre en el embarazo – añadió. – No obstante si aún así
continúa pareciéndote feo, multiplícale
el desdén inicial cuando descubrí que ese nombre no iba destinado para mí en un
principio.
-
¿Es que
tus padres no supieron que iban a tener gemelos hasta el momento de tu
nacimiento? – preguntó, confusa.
-
Exactamente
Sarah – dijo asintiendo. - ¡Si ya dice Henry que eres muy inteligente! –
exclamó.
-
¿Henry
dice eso? – preguntó colorada.
-
Sí,
continuamente – explicó. – Pero volvamos a lo que no ocupa para que conozcas
más en profundidad a tu futura familia política, mis pares creyeron que
tendrían un único hijo varón: Anthony y por tanto iba a llamarse en un
principio Anthony Achilinus Harper, iniciando así una dinámica de repetición de
letras en los dos nombres de cada hijo. No obstante, nací yo con él di al
traste con la dinámica y ahora sólo Henry cumple con el objetivo ya que el
resto se llaman como sentimientos que enaltecen; excepto yo nuevamente – dijo
con acritud.
-
¿Por qué
venir hoy aquí servirá para tener méritos y tachar tu segundo nombre? –
pregunto Sarah.
-
Porque
yo fui el único que protestó cuando no invitaron a Henry a la cena de hoy –
explicó. – Bueno, Rosamund también – rectificó. – Pero ella es la niña de los
ojos de papá. Simplemente no puede decir que no a la cena y tiene que estar
allí por obligación – aclaró. – Eso sí, te aconsejo que si vas a pasar la noche
con él, te marches pasada la hora del desayuno si no quieres que te descubra
allí porque seguramente tengamos una comida navideña en su casa a la que nos
invitará llevándonos a rastras – le advirtió.
-
¿Solo
vosotros dos? – preguntó ella enfadada. - ¿Y el otro dúo? – quiso saber.
-
Nuestra
familia es muy especial desde que nuestra madre murió – explicó.
-
¿Cómo
era vuestra madre? – quiso saber para ver si coincidía con la imagen mental
(escasa por otra parte debido a la falta de información de Henry) que se había
creado de lady Clearance Sybill.
-
Una copia
exacta física de Rosamund – explicó, con orgullo y cariño. – Entenderás ahora
por qué es la niña de nuestros ojos – añadió. – Eso sí, en cuanto a
comportamiento… totalmente opuestas. Mi madre era una apasionada por la
filosofía y bastante activa intelectualmente. También era muy discreta y
estaba llena de cariño, dulzura y amor
que compartir por todas partes y las personas a su alrededor – describió. – No
es justo que ese dolor del pecho se la llevase siendo ella tan joven y sobre
todo, nosotros tan pequeños –protestó. - ¿Te das cuenta de que no nos verá
casado a ninguno? – le preguntó.- Perdona mi nostalgia, serán estas fechas que
me recuerdan más a ella porque le encantaba la Navidad – recordó. - ¿Qué me
habías preguntado? – se preguntó él a su vez. - ¡Ah sí! – exclamó. – Cada uno
de nosotros se concentró en una cosa como método de sobrellevar y superar lo
mejor que pudo el fallecimiento de nuestra madre. Anthony se concentró en sus
obligaciones como futuro heredero del marquesado y en mi opinión, trasladó la
injusta opinión que tenía con la muerte de nuestra madre a todo lo que ocurría
a su alrededor y por eso, creo yo que ahí empezó su idea obsesa y fija de
formar parte de los ocho de Bow Street. Pero no me hagas mucho caso, solo es
uno de los pálpitos que la conexión mental gemelar en teoría debemos tener. Rosamund
se volvió aún más masculina, desobediente y rebelde de lo que ya era y por eso,
no quedó de otra que internarla en la escuela para señoritas de miss Carpet si
queríamos que encontrase un marido que la tolerase. En cuanto a Junior… ahí
comenzó su declive y sus primeros coqueteos con el alcohol y el tabaco; los
cuales robaba a mi padre pese a tener solo diez años – concluyó.
-
¿Y
Henry? – preguntó, preocupada.
-
Henry –
dijo mientras suspiraba. – Henry fue quien peor lo pasó pues era sin duda el
favorito de nuestra madre, o sino, el que más horas pasaba con ella y de la
nada, por una y otra razón, las dos mujeres más importantes de su vida
desaparecieron de su vista – explicó. – Por eso creo que se volcó con nuestra
hermana y que ese sea el motivo por el cual estaba siempre cerca de Rosamund y
se muestre tan protector con ella- agregó – Yo creo que ahí empezó su afán y su
gusto por las peleas, en defenderla. ¡Y cómo a nuestra niña no le gusta meterse
en líos…! – exclamó para sí. – Pero es comprensible ya que al fin y al cabo es
la única mujer permanente en su vida – reflexionó Bueno, hasta ahora –
rectificó, mirándola comprensivo y con orgullo.
-
¿Por qué
no habláis nunca de vuestra madre? – pregunto, sin entender. – Si yo la hubiera
conocido y tuviese unos recuerdos tan agradables de ella, sin duda que la
tendría continuamente en la boca – apostilló, incapaz de entender tan
variopintas reacciones.
-
Porque
somos los Harper, Sarah – explicó. – Y si algo nos caracteriza aparte de ser
tozudos como mulas es nuestro comportamiento reservado y misterioso los unos
con los otros – añadió. – Con todos menos conmigo, que soy el confesor y paño
de lágrimas oficial de la familia – concluyó, no sin cierto desdén.
-
O sea que
eres como el confesor de la familia – concluyó.
-
¿No te
parece un giro caprichoso del destino que al final acabe ejerciendo la función
de manera oficial de aquello a lo que renuncié como segundón familiar? – le
preguntó.
-
¿Quieres
decir que estuviste a punto de…? - inició, suspicaz.
-
De ser
sacerdote – concluyó él, mientras asentía. – Tal y como mandaba mi posición de
hijo segundón – añadió. – Lo cierto es que hubo un enorme malentendido en ese
sentido porque yo fui el único que me volqué en los libros para superar la
muerte de mi madre. O mejor dicho, me volqué en sus libros – explicó. – Y como
ya te he dicho antes, era una mujer excepcionalmente inquieta y activa
intelectualmente. Sobre todo en el campo de la religión y el pensamiento. - Si
estuviera viva, seguro que sería filósofa a día de hoy – aseguró. – El problema
era que lo que yo utilicé como una manera de estar más cerca de mi madre, mi
padre lo entendió como una llamada espiritual y a punto estuvo de pagar mis
estudios universitarios de teología – dijo, con horror. – Afortunadamente,
logré escapar y no los realicé al final – explicó, bastante aliviado.
-
Deberías
haberlo hecho – sugirió Henry; quien había escuchado únicamente la última parte
de la conversación entre ambos. – Tienes aspecto de sacerdote – aseguró.
Sarah miró a Henry e
inevitablemente una sonrisa tonta de enamorada acudió a su rostro. Después miró
a Joseph y negó con la cabeza. No. El sacerdocio; vista la animadversión que
sentía por esta profesión, no era la más indicada para él, pero sí que tenía
paciencia y sabía escuchar… por tanto y en su opinión, si hubiera una profesión
en la que fuera posible dar consejos importantes para que otras personas lo
tomasen como tal, estaba segura de que sin duda, ésa sería la de Joseph.
Incluso pensó que
podría incluírsele en el periódico.
Si su relación con
Christian hubiera seguido como siempre, se lo hubiera planteado para que éste
se lo comunicase al editor. Desde luego sería una idea bastante novedosa.
Henry, aunque
agotado ante esta urgencia inesperada de última hora, pronto se deshizo de éste
y se concentró en hacer feliz Sarah y conseguir que la primera celebración de
Nochebuena como tal fuera perfecta. Por eso, la besó apasionadamente delante de
su hermano (quien se avergonzó sobremanera al ser espectador de gestos como
este) y de inmediato, se hizo con el control de su horno y de su casa;
ordenando y diciendo a sus invitados qué era exactamente lo que tenían que
hacer.
Gracias a esto,
pronto los tres estuvieron sentados a la mesa comiendo y bebiendo ponche de
huevo. Incluso Sarah lo hizo, pese a que sabía que tenía alcohol (una bebida
que había prometido no volver a probar jamás de forma voluntaria y consciente).
Eso sí, en mucha menor medida que los hombres que la acompañaban.
Mientras deleitaba
sus sentidos del gusto y del olfato con cada uno de los bocados, Sarah maldecía
mentalmente a Henry; quien parecía hacerlo todo bien. No solo era un gran
médico y un excelente profesor, sino que también era un diestro boxeador. Tan
diestro que era el campeón de peso medio de Gran Bretaña, sino que encima era
un cocinero de primera clase. Sarah no era mala en este terreno, pero en las
pocas ocasiones que había podido delante de los fogones y hornos, sus
“sencillos” guisos no habían quedado ni la mitad de exquisitos que el pavo y
las patatas asadas a las hierbas que éste había cocinado con ayuda mínima de
Joseph.
Afortunadamente, era
plenamente consciente de que las galletas de jengibre que iban a tomar como
postre no las había amasado y preparado él. Sobre todo porque había estado
presente cuando las encargó a miss Anchor. Y tampoco era el autor del té;
pues lo estaba preparando Joseph,
permitiéndoles un escaso momento de intimidad romántica en el que entrelazaron
los dedos de sus manos; porque si esto hubiera sucedido, sería el acabose como
persona para Sarah; inútil e incapaz ante el dechado de virtudes por el que
Henry se componía.
Precisamente cuando
Joseph traía la bandeja con las galletas y los correspondientes vasos de té, la
jarra de leche, el azucarero y las cucharillas fue cuando sonaron los primeros
golpes en la puerta.
Unos golpes
inesperados y que causaron extrañeza en las tres personas que se hallaban en la
sala. Una extrañeza que fue en aumento cuando volvieron a escucharlos por
segunda vez en golpes de tres.
Henry de inmediato
pensó en otra urgencia que atender y Sarah también fue por esos derroteros. No
obstante, Joseph dijo en voz alta divertido, cuando éste se dirigía a abrir la
puerta:
-
Apuesto
a que es Rosamund, quien se ha hartado ya de lo aburrida que ha debido de ser
la cena en casa de papá y viene a llevarnos a rastras a Savile Row para
festejar como se merece y emborracharnos allí para que mañana no tengamos
ninguna excusa que ponerle que explique nuestra negativa -.
Su hermano se volvió
hacia él, devolviéndole la sonrisa en un momento que implicaba una intimidad y
conocimiento fraternal que era del todo desconocido para Sarah. Una Sarah que
únicamente había pensado en la posibilidad de la urgencia y no en la de la visita
de Rosamund pero que, por otra pare era bastante lógica y razonable que ésta se
produjese y por tanto se quedó paralizada y con una expresión de horror
mayúsculo cruzando su rostro.
“Dios, si estás
disponible pese a que es la noche en que se produce tu nacimiento y en algo me
aprecias o me tienes un cariño mínimo, por favor que no sea Rosamund y que no
me descubra hoy aquí” rogó, rezó y deseó con todas su fuerzas.
Sarah tuvo
suerte.
O bueno, suerte a
medias porque, efectivamente, no era Rosamund quien apareció en el interior de
la casa de Henry pasado un momento de máxima tensión sino Molly; una de las
prostitutas de la calle Doorthmay.
-
¡Henry!
– exclamó ella inmensamente aliviada por hallarlo en su hogar y no fuera de
casa.
-
¿Molly?
– preguntó él, extrañado.
Y Sarah resopló de
manera perfectamente audible, haciendo ver son este gesto lo poco agradable que
le parecía esta visita; para tremendo divertimento e interés de Joseph, a quien
le encantaba ver cómo se reflejaban los celos de maneras tan distintas entre
las personas.
-
¡Es
tu…hermano! – exclamó, casi sin aire.
-
¿Hermano?
– preguntó Joseph, extrañado y nuevamente interesado en lo que decía la
prostituta; solo que con otro cariz mientras se acercaba a ella seguido de
Sarah.
-
¿Qué
hermano? – preguntó Henry, a quien de inmediato se le vino a la cabeza Anthony,
quien era reacio en extremo a la práctica de la prostitución callejera en
fechas tan señaladas y al que no le importaba en lo más mínimo las horas del
día o las fechas del calendario para hacer cumplir la ley.
-
Tu
hermano…- se detuvo para tomar aire nuevamente e intentar recordar su nombre
también; cosa que no consiguió. – El pequeño – añadió, para aclarar y deseando
que eso les sirviese de ayuda a ellos.
-
¿Junior?
– preguntó Joseph poniéndose a su altura y comenzando a echarle aire en el
rostro para que se sosegase y serenase.
Molly asintió.
-
¿Junior?
– preguntó Henry alarmado. - ¿Qué le ha pasado a Junior? – quiso saber,
preocupado aunque fastidiado porque sabía que no sería nada bueno.
-
Le han
disparado – anunció, superando las expectativas de catástrofe de ambos hermanos
Harper y Sarah; todo sea dicho.
-
¿Quién?
¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?– exigió saber Joseph, aumentando su grado de
preocupación por su hermano con cada una de sus preguntas y Sarah calmaba su
inquietud tocándole el hombro.
-
No sé
con seguridad muy bien qué es lo que ha ocurrido porque no he sido testigo
directo del disparo, pero no ha sido hace mucho – aseguró.
Mientras su novia y
su hermano estaba ocupados intentando sonsacar a Molly la mayor cantidad de
información aclaratoria posible, Henry en silencio, agarró su instrumental
médico y se vistió adecuadamente para hacer frente al frío londinense de
diciembre. Por este motivo, sorprendió a propios y extraños cuando, una vez
listos y justo al lado de la puerta ordenó de manera tajante a Molly:
-
Indícame
-.
Los tres se
volvieron a él, y dieron un respingo por la sorpresa al encontrarlo de esa
guisa. Por este motivo, al inicio les costó reaccionar pero una vez superaron
el shock de esa visión, se pusieron en pie, dispuestos para acompañarle.
En ningún momento
Henry quiso que tanto su hermano como, especialmente Sarah le acompañaran en la
realización de su trabajo (por muy ayudante suya que la hubiera proclamado) sin
embargo, sabía que si iniciaban esa conversación, acabarían discutiendo y
perdiendo aún más tiempo del poco que ya de por sí tenían y por eso, se resignó
y calló sus pensamientos para sustituirlos por otros mucho más apremiantes e
indicándoles que se movieran con rapidez.
Orden que
obedecieron y acataron al instante y que fue el motivo por el cual en menos de
lo que cantaba un gallo, estuvieran esperándole en la calle para que cerrase la
puerta.
-
Jodido
Junior – maldijo Henry con los dientes apretados mientras cerraba la puerta
tras de sí.
-
Jodido Junior – repitió esta vez en un tono de voz
perfectamente audible cuando llegó al lugar donde se hallaba y comprobaba que
había perdido mucha sangre.
En cierto modo
también se sintió orgulloso del comportamiento que su hermano había mostrado
por el lugar en el que le habían encontrado; un lugar que inmediatamente evocó
recuerdos (pocos, dado el estado en el que se hallaba) de la noche en que
conoció a Sarah.
Junior se encontraba
en un callejón oscuro y cubierto de basura; con lo cual eso significaba que
había intentado huir y que en ningún momento había buscado el enfrentamiento
con su agresor.
El problema de tan
correcta acción era que estaba en un lugar escasamente iluminado y sobre todo,
que no podía moverlo de ahí ya que sería fatal para el paciente (pues debía
hacerse a la idea de que era sólo un paciente más a salvar y olvidar sus lazos
sanguíneos y el rango de parentesco que los unía); aunque era algo bastante
difícil al verlo inmóvil en el suelo. No podía moverlo de ahí tampoco porque no
sabía el grado de gravedad de sus heridas, pues no le había explorado.
La solución sobre la
marcha que tuvo que tomar fue enviar a Molly y a Joseph a buscar el mayor
número de faroles que pudieran conseguir en el mínimo período de tiempo posible
con los que iluminarse e iniciar cuanto antes la intervención para extraerle la
bala del interior del cuerpo.
Sarah en cambio
permaneció a su lado, pues la necesitaría como ayudante.
Lo que Henry
desconocía era que Sarah también permanecía a su lado porque se encontraba mal
y bastante débil.
Se sentía mareada y
le dolía terriblemente el pecho y la zona de su estómago. Es más, tenía la
certeza de que iba a vomitar. Pero no por el desagradable y nauseabundo olor
que la rodeaba; aunque pude que también eso influyera sino que era por la
imprevista carrera y sobre todo, por su falta de fondo en la práctica del
ejercicio físico.
Su mal estado era
perfectamente visible para todo que se detuviese a observarle el rostro con
detenimiento pero Henry estaba tan concentrado y preocupado (con toda la razón
del mundo, por otra parte) en su hermano pequeño que no era consciente de los
sudores que comenzaron a descender por los laterales de su frente. Viendo que
sus “iluminadores” no llegaban, Sarah tomó la resolución de vomitar; seguro que
eso le calmaría y esfumaría su actual mal estado corporal.
Eso sí, para
hacerlo, se alejó y se agachó disimuladamente tras un gigantesco montón de
basura apilado en el callejón. Una cosa es que el hermano de Henry apestara a
mierda porque se había intentado camuflar con ella al intentar huir (cosa que
no le dio muy buen resultado) y otra bastante distinta era que ella misma lo
manchase con sus propios flujos estomacales. En cuanto se agachó, apenas abrió
la boca y su interior se vació; intentando ser lo más silenciosa posible para
no preocupar con algo que era tan nimio a Henry; que ya tenía bastante.
Una vez terminada,
ya sin dolores y mucho más satisfecha consigo mismo (por lo que incluso sacudió
las manos como si realmente de un trabajo duro, laborioso y sucio se hubiera
tratado) se reincorporó y volvió junto a Henry rezando porque el olor de su
propio vómito no hubiera impregnado sus ropas mucho más que el de la basura que
les rodeaba. Un Henry que la miró extrañado (o eso le pareció dado que no lo
veía) al ser consciente de su reaparición; acción que llevaba implícita una
desaparición momentánea anterior de la que no se había percatado.
Curioso, quiso preguntarle
de dónde demonios salía, pero no le dio tiempo porque justo en ese momento,
aparecieron Molly y Joseph cargados con tres faroles cada uno; que permanecían
sorprendentemente encendido pese al traqueteo al que les estaban sometiendo con
la carrera frenética que ambos llevaban.
Pero no solo eso,
Joseph también venía cargado de información al respecto de lo sucedido; lo cual
también podía serle muy útil a la hora de tratar e intervenirle. Por eso, le
pidió (aunque más bien exigió) que se lo contara mientras colocaban y disponían
los faroles alrededor de la mitad del cuerpo de Junior a una distancia
suficiente que permitiera una perfecta iluminación pero que no le resultase
molesto por si tenía que moverse a su alrededor.
Gracias a la
elocuencia de Joseph, todos se enteraron
de que a cena de Nochebuena en la residencia Harper había acabado mucho
antes de lo esperado y de que por tanto, Junior había salido para festejar las
fiestas a su manera: con sus amigos, alcohol, dinero y mujeres de por medio.
Solo que esta noche no había podido realizar el circuito completo porque fue
interrumpido de forma brusca y violenta al ser disparado.
Herido de bala por
uno de los hombres que habían participado en la partida de cartas de esa noche,
donde se habían apostado grandes sumas de dinero y en la cual Junior había
resultado ganador tras una última ronda con el desconocido.
Un desconocido que
no se tomó demasiado a bien su segundo puesto y que decidió tomarse la justicia
por su mano, disparándole a la salid del club cuando Junior ya volvía a casa.
Un Edward Harper que realmente temió por su vida y que utilizó las técnicas de
supervivencia aprendidas durante el ejército para camuflarse y evitar morir
hoy.
“Así será hermano”
pensó Henry con firmeza mientras rasgaba su camisa para ver cómo había
impactado la bala en su cuerpo y sobre todo, cerciorarse de que había salido.
Mala señal, pues no
lo había hecho y eso solo complicaba y hacía aún más difíciles las cosas.
-
Escuchadme
bien porque no lo pienso volver a repetir – dijo mientras comenzaba a sacar el
instrumental de su maletín. – Necesito el silencio más total y absoluto para lo
que voy a hacer ahora mismo así que no os quiero a ninguno de los tres cerca de
mí – añadió. – Podéis permanecer a una distancia prudencial observando lo que
hago, podéis regresar a casa o incluso podéis iros a fornicar si es lo que
queréis – dijo esto último mirando a su hermano y a Molly.- Pero la decisión
que toméis será irrevocable y ha de ser tomada de inmediato – explicó. – Ya –
concluyó.
Los aludidos se
miraron y permanecieron en silencio.
Por un instante,
Molly miró con deseo a Joseph considerando seriamente la tercera posibilidad
sugerida por Henry y le ofreció sus servicios de manera gratuita y evidente al
enseñarle los pechos pero Joseph la miró con tal intensidad de repulsión y
horror que, furibunda y frustrada, abandonó el lugar.
Ya solo quedaban
dos. De los cuales Sarah fue la primera en hablar:
-
Estás
loco y eres muy estúpido si piensas que me voy a quedar quieta y callada o
marcharme a casa mientras intentas salvar a vida de tu hermano – le acusó,
antes de obligarle a que le mirase a los ojos. – Voy a quedarme y a ayudarte a
salvar a este paciente, como he venido haciendo desde hace algún tiempo – dijo
con firmeza. – Además, de que vas a necesitar a alguien que te dé cordura y que
no tenga parentesco o relación directa con él y que por tanto, tenga la cabeza
fría en esta situación – aclaró. – Ese alguien soy yo – aseguró. – Y no hay
nada que puedas hacer o decir para hacerme cambiar de opinión – concluyó,
mientras se rasgaba parte de la tela del camisón largo que llevaba para
utilizarla a modo de vendas para su cuñado.
-
En tal
caso…creo que te debo un vestido nuevo – dijo, abrazándola y agradeciéndole con
ese gesto que no le abandonase y le dejase solo.
Joseph carraspeó.
-
Yo
también te ayudaría pero es obvio que tres son multitud y yo no tengo la
amplitud de conocimientos médicos que poseéis los dos así que me quedaré y os
ayudaré – estableció. – Desde la distancia – agregó, alejándose varios pasos de
allí.
Aclarado el asunto,
Henry se concentró en la operación de extracción de la bala del cuerpo de su
hermano. Primero, rasgó aun más las ropas de su hermano, ayudado en esta
ocasión por una pequeña navaja. Por otra parte, Sarah viendo que no dejaba de
manar sangre del hombro de Junior tomó una decisión firme; y por ello,
nuevamente regresó al enorme montón de restos de basura apilados (con mucho más
cuidado además para no pisar sus propios restos) y se despojó a tirones
completamente de su camisón.
Acto seguido,
regresó para cumplir las órdenes de Henry y le entregó su prenda de vestir; la
cual pese a estar destrozada en tirones era perfectamente reconocible y por la
que se sonrojó y evitó mirarle durante los siguientes cinco minutos, como
mínimo.
Juntos; como
miembros del equipo Harper y Parker que eran; tras dejarlo con el abdomen
descubierto, comprobaron lo que en jerga médica se conocen como los factores A,
B, C, D y E; siguiendo el orden de las primeras letras del abecedario.
-
De
entrada, la A; la correspondiente a las vías respiratorias estaba mal. Junior
estaba inconsciente y borracho. Por
tanto, no les quedó más remedio que girar su cuerpo mínimamente para que su
respiración fuera mucho más fácil. En esta primera gran comprobación, Henry pidió
a Sarah primero que metiera los dedos en la boca de su hermano para intentar
dar con su lengua pues temía que se la hubiera tragado. Tuvieron suerte y esto
no había ocurrido. No obstante y para asegurarse de que esto no lo hiciese,
enrolló una de las piezas de tela del camisón de Sarah y se la colocó en la
boca.
-
Por el
contrario la B; la correspondiente a la acción de respirar, no presentó ni
planteó ningún tipo de problemas. Sobre todo cuando le colocaron de costal.
-
La C;
correspondiente a la circulación de su sangre se encontraba a medio camino de
las anteriores; continuaron presionando la herida para intentar cortar la
hemorragia. Sin embargo, sabía que ésta no cesaría hasta la extracción de la
bala. Pese a todo, Henry quería que intentase que manara lo menos posible y por
eso, continuaba presionando. En esta tercera comprobación, lo que a Sarah le
tocó hacer fue comprobar si Junior tenía pulso palpando primero su garganta y
después su muñeca. En ambos casos fue afirmativo y hallado sin problemas; por
lo que esto les tranquilizó algo.
-
La D
según explicó Henry era la que hacía referencia a algún tipo de deformidad o
discapacidad. No quería decir que se hubiera quedado tonto de repente o que le
hubiera desaparecido algún miembro del cuerpo, sino que debían asegurarse de
que al caer no se hubiera dislocado o fracturado ningún hueso y por tanto, éste
estuviera fuera de su lugar habitual.
-
Y para
finalizar, la E hacía referencia a la búsqueda de una herida abierta, no vista
en el primer chequeo. En esta ocasión, este paso lo realizó únicamente Henry;
pues a Sarah no le apetecía ni palpar ni aventurarse a descubrir lugares
inexplorados de la anatomía de Junior como su trasero; bastante tenía ya con
verle y tocarle un mínima arte de su torso en contra de su voluntad.
Una vez comprobado
su “buen” estado dentro de la gravedad, Henry procedió a la extracción de la
bala. Para la cual, advirtió a Sarah de que no mirase.
No dudaba de su
tolerancia a la sangre; que no la tenía porque le había ayudado en la
asistencia directa de numerosos partos y toda la pérdida sanguínea que ello
conllevaba, pero nunca había visto una intervención quirúrgica y por tanto,
quería asegurarse de que no se marease.
Cogió las pinzas del
interior de su maletín y se acerco al orificio de bala en el hombro.
En realidad, estaba
alojada en su escápula y más concretamente bastante lejos de los vasos
neurovasculares que circulaban por esa zona; lo cual facilitaba sobremanera su
extracción, pues era bastante accesible.
Aún así, para un
mejor desarrollo de su intervención, practicó una incisión justo en la parte
superior de su escápula izquierda con una navaja (aprovechó su estado de
embriaguez para que no pudiera moverse) hasta llegar al punto exacto del
músculo supraespinoso donde se había alojado la bala; la cual extrajo y una vez
fuera del cuerpo de Junior, la elevó para verla con atención antes de arrojarla
bastante lejos de allí e impactando con un restallido luminoso contra la pared
cercana provocando que Joseph, saltase con júbilo elevando los brazos.
Hasta que…
-
¿Henry?
– preguntó dubitativa Sarah, provocando que le mirase. – Tu hermano Junior no
respira – anunció.
-
¿Qué
quieres decir con eso? – preguntó preocupado y borrando todo rastro de
felicidad de su rostro.
-
Que no
respira – repitió. – Lo hacía hasta hace un momento, pero ahora no – explicó.
Henry maldijo entre
dientes y saltó por encima del cuerpo de su hermano para comprobarlo por sí,
mismo mientras rezaba para que las palabras de Sarah fueran erróneas.
Obviamente no lo eran porque hasta una persona sin ningún tipo de conocimiento
en medicina, sabía y era consciente de cuándo se respiraba y cuando no. En este
caso, Junior no lo hacía y para su consternación, su temperatura corporal había
comenzado a descender.
Eso solo podía
significar una cosa: había entrado en shock.
Debía darse prisa en
cerrarle la herida si quería conseguir
cuanto antes que alcanzase los niveles de normalidad recomendables. Pero si
quería que esto sucediese, necesitaba que alguien le realizase la respiración boca
a boca a su hermano para que su corazón volviese a latir.
“Alguien…” pensó
mirando a su alrededor en busca de un posible ayudante.
Solo había dos
personas que podían ejercer esa función hoy: o bien su hermano Joseph; quien
había ejercido como aguador de la operación o Sarah; su ayudante.
Solo dos posibles
ejecutores y ambos con igual número de pros y contras: los contra de Joseph
eran que principalmente era su hermano y no podía obrar con objetividad y sobre
todo, que carecía de experiencia en este ámbito. Y los de Sarah…Bueno, ella sí
que tenía experiencia en ese ámbito pero… la única contra que tenía que ponerle
a que fuera ella la ejecutora era… ¡que tenía que besar a su hermano!
Cierto que ese tipo
de beso, no iba a tener nada que ver con los se habían dado pero aún así, la
idea tampoco le entusiasmaba. Sin embargo, al final el raciocinio se impuso
sobre sus celos injustificados. Eso sí, no puedo evitar que le sonase raro las
palabras que pronunció:
-
Sarah,
tienes que besar a Junior –
-
¿Qué? –preguntó
horrorizada, casi graznando.
-
En
realidad no tienes que besarlo – corrigió.
-
¿En qué
quedamos? – preguntó confusa. - ¿Lo beso o no? – quiso saber.
-
Tienes
que hacerle la respiración boca a boca para que vuelva a respirar y de que su
corazón bombee nuevamente – explicó, como médico. – Y para ello, necesito que
alguien le insufle aire desde la boca mientras se lo hago – añadió. - ¿Estás
lista? – le preguntó. Sarah asintió. – Muy bien, sigue mis indicaciones –
concluyó.
Lo primero que
hicieron fue utilizar otro trozo de tela para tapar la herida sin protección y
después, tumbaron a Junior boca arriba y le elevaron la cabeza ligeramente.
Solo ahí Henry explicó:
-
Tápale
la nariz suavemente con tus dedos índice y pulgar y sella tu boca con la de él,
insuflándole toda la cantidad de aire que puedas hasta que consigamos que eleve
su pecho – ordenó.- Después cuenta hasta cinco y comprueba su pulso – añadió.
Sarah hizo lo que le
pidió.
Una, dos, tres y
hasta cuatro veces seguidas sin ningún resultado ni mejoría por parte de
Junior. Entonces, no le quedó más remedio a Henry que intervenir y realizar la
resucitación cardiopulmonar. Acción consistente en compresiones del tórax para
conseguir que la sangre siguiera fluyendo hasta el corazón. Masaje que realizó
el mismo número de veces que la respiración antes realizada por Sarah; también
sin ningún resultado.
En ese momento,
llevado por la desesperación y motivado por los pensamientos negativos que
inundaban su mente, ordenó a Sarah que volviese a iniciar con sus respiraciones
boca a boca mientras continuaba con el masaje cardiovascular.
En concreto, no supo
cuánto fue el tiempo que juntos estuvieron realizando estas acciones, pero
cuando ya casi habían perdido toda esperanza de recuperarle, fueron consciente
de cómo el pecho de Junior se elevaba al hincharse de aire y acto seguido se
incorporaba mientras tosía.
-
Pero
¿qué cojo…? – inició. Pero no le dio tiempo a concluir la frase porque
giró la cabeza y vomitó parte del
alcohol que había ingerido esa noche. Cuando comenzó a recuperar algo del color
de su piel (la cual ya era de por sí blanquecina), miró al frente y fue tumbado
por un puño de Henry; dejándolo nuevamente inconsciente.
-
¡Henry! –
exclamó Sarah enfadada. - ¿Por qué has hecho eso? – le preguntó, mientras
palpaba su rostro en búsqueda de algún síntoma de hematoma; el cual aún no
había aparecido pero lo haría sin duda.
-
Lo
necesito callado y quietecito para coserle – explicó con seriedad.
Sarah no volvió a
abrir la boca en toda la conversación. Al contrario, agarró uno de los faroles
y lo situó justo encima de la herida para iluminar bien a Henry mientras
realizaba esta última fase de la cura.
Un Henry que tomó la
aguja y el hilo para coser heridas (cuyo manojo nunca faltaba en el maletín,
aumentando en vez de disminuir su tamaño en cada salida) e inició su tarea. Fue
en este punto cuando un exhausto doctor Phillips hizo su entrada en la
situación, colorado ante la falta de aire y teniendo serias dificultades para
que el aire circulase con normalidad por sus pulmones; pues también era
fumador.
-
¡Caray! –
exclamó, mientras observaba con atención y minuciosidad el trabajo de Henry. –
Muy buen trabajo – felicitó.
-
Gracias –
respondió Sarah en nombre de los dos, conocedora de que no había nada que
distrajese a Henry de su labor; de tan concentrado como estaba a propósito en
él.
Al doctor Phillips
no le sorprendió hallar allí a Sarah pues gracias a Marc había escuchado
rumores de que ahora hacía de ayudante de otro joven doctor de la zona de Tower
Hamlets. De quien estaba realmente interesado en conocer su identidad era del
hombre que acababa de concluir de coser la herida. No obstante, ahora el joven
se hallaba inmerso en la preparación de un emplasto compuesto de bolsa de
pastor, caléndula y guaraná; el cual situó sobre la herida del hombro.
Acto seguido se puso
en pie y llamó a voces a Joseph; antes de entregarle dos pequeñas bolsas de
cuero:
-
La más
oscura contiene manzanilla – explicó. – Necesitará beber un par de ellas al día
– añadió. – La más clara contiene avellanas; machácalas y mézclalas con lecha
porque también es bueno para cicatrizar – concluyó.
“No solo es médico,
sino que también tiene grandes conocimientos farmacéuticos” pensó maravillado
mientras asentía
-
Doctor
Phillips – le saludó Henry agitando la mano. – Le daría la mano pero está
manchada de sangre y me gustaría lavármela primero – explicó mientras se
agachaba y reprimía su gritó de queja ante las frías temperaturas del líquido.
-
¡Henry
Harper! – dijo, sin temor a ocultar su sorpresa.
Recordaba a este
muchacho de cuando lo acusó de ser el padre del bebé de la señora Verónica Gold.
¿Quién iba a pensar
por tan desafortunado encuentro que el chico también ejercía la medicina?
-
Encantado
de volver a verle – dijo, esta vez sí ofreciéndole la mano. – Pero lamento
decirle que su carrera ha sido en vano pues ya está recuperado, intervenido y
consciente – explicó. – Bueno no – rectificó. – Pero lo estará pasado un rato –
aseguró.
-
Estoy impresionado
– dijo boquiabierto, una vez comprobó él mismo que, efectivamente, Henry
llevaba toda la razón en sus palabras y que el paciente estaba inconsciente
debido a un puñetazo y no por la bala o la fiebre que hubiese podido provocar
la herida mal curada. – No sabía que ejercías la medicina – dejó caer.
-
Ni usted
ni casi nadie – informó él, cómplice y divertido.
-
Pues
deberías hacerlo público – exigió. – Tienes un talento real para la práctica de
la medicina Henry – le felicitó. – Es más, con médicos como tú cerca yo podría
jubilarme tranquilo – aseguró.
-
¿Me está
proponiendo que sea su ayudante? – preguntó divertido. – Porque si no recuerdo
mal, usted ya tiene a Marc – dejó caer.
-
Hijo
mío, si tú quisieras ser mi ayudante, Marc no sería más que un mal recuerdo de
mi mala praxis docente – aseguró.
-
Deje que
pase un tiempo, doctor Phillips y no diré que no a su propuesta – explicó,
nuevamente apretando su mano; esta vez como despedida.
En ese momento,
Junior tosió y les recordó a todos que aunque en bastante mal estado seguía
vivo y estaba allí.
-
Tenemos
un problema – anunció Sarah; convirtiéndose en el centro de las miradas de los
hombres. - ¿Quién y cómo lleva a Junior acasa de los Harper? – quiso saber.
-
Yo lo
haré – dijeron ambos hermanos Harper a la vez; sorprendiéndose por la
coincidencia del momento en que lo dijeron.
-
Yo lo
haré – repitió Joseph.
-
Y yo te
acompañaré – apostilló Henry.
-
No creo
que sea la mejor idea… - dejó caer Sarah.
-
Ella
tiene razón – dijo Joseph. – Sabes que no eres bien recibido allí – le recordó.
– Y lo vas a ser aún menos si apareces con Junior de esta guisa – añadió.
-
¡Pero
soy su doctor! – exclamó. – Yo le curé y debo interesarme por ver cómo pasa
esta noche – informó.
-
Te
recuerdo que aparte de mí nadie sabe eso y que sería muy raro e incómodo que
decidieras de la nada pasar la noche en casa cuando hace años que abandonaste
el hogar familiar – le informó. Y Henry maldijo de manera mental, porque sabía que
Joseph tenía razón. – Yo lo haré – repitió comprensivo. – Y te aseguro que, si
le ocurre lo más mínimo te haré llamar y juntos nos enfrentaremos a la terrible
ira de lord Edward Harper – añadió, volviendo a poner tono de magnificencia
para burlarse del cargo de su padre. – Con suerte y todo, esto sirve para que
me tachen por fin el segundo nombre y pueda ser miembro de tu exclusivo club
ahora sí de pleno derecho – concluyó, guiñando el ojo de manera cómplice a
Sarah; sacándole una sonrisa.
-
¿Cómo lo
vas a llevar a casa? – le preguntó ella.
-
Alquilaré
un carruaje – explicó. – No pienso cargar con el mochuelo todo el camino hasta
allí andando – aseguró, firme.
-
Te
ayudaremos entonces en eso – sentenció Henry.
Por “suerte” para
ellos, el prostíbulo de Miss Naughty no quedaba lejos. Y no porque quisieran
irse de prostitutas; que ahora era en lo que menos pensaban, sino porque en
noches como esta, la afluencia de clientes del local se disparaba y muchos eran
los que se acercaban allí andando. Pero también un buen número alquilaba
carruajes como método de transporte y por eso, les costó bastante poco
(especialmente cuando Sarah se insinuó sutilmente a uno de los cocheros; gremio
que se segaba en rotundo a trasladar a heridos graves en ellos, debido sin duda
a recuerdos desagradables) que un carruaje llevara la mansión Harper a dos de
los tres hermanos pertenecientes a dicha familia.
Una vez montado en
el carruaje y a punto de iniciar el trayecto a casa, Joseph se dirigió a la
pareja:
-
Disfrutad
de la noche vosotros que podéis – dijo, con una sonrisa. – Un placer conocerte
hoy, cuñada Sarah – añadió lanzándole un beso.
Y juntos, el equipo
Harper y Parker observaron cómo el carruaje se ponía en marcha hasta
desaparecer y camuflarse con la negrura de la noche londinense antes de que
ellos mismos iniciasen el trayecto de camino y regreso a casa, en silencio y
sumidos en sus pensamientos; pero con las manos entrelazadas, sin ganas de
separarse el uno del otro y con la firme creencia de que eran una pareja mucho
más fuerte que hacía solo escasas horas.
[1]
Atalanta: Heroína griega consagrada
a Artemisa y con excelentes habilidades para la caza. Al estar consagrada a la
diosa debía permanecer virgen. Máxime cuando un oráculo le predijo que el día
que se casara acabaría convertida en animal. Por eso, retaba a todos sus
pretendientes a una carrera en la que siempre les concedía ventaja pero al
final, les vencía y acababa por matarlos. Hasta el día en que fue retada por
Hipómenes, quien la derrotó gracias a las manzanas del jardín de las Hespérides
que le regaló Afrodita y que é dejaba caer para que ésta se detuviese,
hipnotizada por su magia.
La pareja acabó convertida en animales porque hicieron
el amor en uno de los templos de Cibeles; quien montó en cólera y los
transformó en los lenes que unció en su propio carro.
[2]
Aquilino: Hay varios santos con ese
nombre, aunque destacan dos: un norteafricano mártir hecho por los vándalos en
siglo VI a. C (probablemente el escogido por Lord Haper para el segundo nombre
de su vástago) y un monje eremita del siglo XI
[3]
Santo Tomás de Aquino: Fue un
teólogo y filósofo católico, máximo representante de la escolástica del siglo
XIII y fundador de la escuela tomista de teología y filosofía. Es santo por la
Iglesia Católica desde 1323, Doctor de la iglesia e 1567 y santo patrón de las
universidades y centros de estudios católicos en 1880. Su trabajo más conocido es la Suma Teológica, en el que
pretende explicar de forma ordenada la doctrina católica.
Un capitulo intenso, pero una mierda que me hubieras dicho de antes que el hermano no muere, pq me has roto el momento... :( aun asi me ha gustado mucho y me he reido un monton del modo que tiene henry de anestesiar a su hermano XDXD Yo tenia dos profesores que se llamaban como el hermano de doble H: Aquilino, asi que no es tan raro :) Tambien me ha gustado mucho como Sarah dice que se va a quedar con el y que ni de coña se larga y lo deja solo :) Y... a ver si por fin y tras esto, la familia se entera al completo de lo que realmente hace Henry!!
ResponderEliminarbueno bueno bueno maligna maleficencia malvada malota enormerrimamente perversa malignidad me dejas a medias siempre y eso no ee eso no yo quiero maaaas soy insaciable ya lo sabes y ante tamaña magnitud de acontecimientos varios que estan surgiendo pues quiero mucho maaas
ResponderEliminardecir cosas varias:
punto uno: ME LO COMO ES Q ME LO COMO DIOS YO QUIERO UNO DE ESTOS EN MI VIDA, ES DECIR, UN HH PORQUE DIOS ES COMO UN MADELMAN Q HACE DE TODO DIOS Y ENCIMA ES DE UN TIERNO DE MORIRSE, YO QUIERO Q ME PREPARE LA CENA ROMANTICONA Q LE HA HECHO A SARAH POR NOCHEBUENA PORQUE ME DERRETI LEYENDOLO Y AAAIIIS Q BONITO
punto dos: ESE JOSEPH COMO MOLA SE MERECE UNA OLA UEE UEE UN TSUNAMI JAJAJA ME ENCANTA ESTE HOMBRE Y REIRME FUE POCO CUANDO LE DICE Q EL TAMBN QUIERE PERDER SU SEGUNDO NOMBRE AQUILINO JAJAJA ES Q VAYA TELA CHAVAL CON EL PADRE Y LOS SEGUNDOS NOMBRES Q PONE ES Q ES PARA PEGARLE UN TIRO JAJAJA
punto tres: ME ENCANTA CUANDO JOSEPH LE CUENTA Q HH TIENE UN PROBLEMA PARA ACORDARSE DE LOS NOMBRES Y CLAARO AHORA MUCHO MAS CLARO LO DE ATALANTA JAJAJA ME IMAGINO A HH LLAMANDO ATALANTA A LOPS ES Q ENCIMA ES Q LE PEGA A ELLA ESE NOMBRE JAJAJAJ ME MEO
punto cuatro: EDEN ME ENCANTA ES Q ESTA CHICA ES MI DEBILIDAD ME ENCANTA LA FORMA EN COMO LE COPIA LA IDEA DE IRSE A CENAR CON EL PARROCO DE SU NOVIO ES Q ME SIGUE PARECIENDO RARO Q ALBERT SEA SACERDOTE CON LO DICHARACHERO Q PARECE JAJAJ ME SIGUE PARECIENDO RARISIMO COMO JOSEPH CUANDO LE SUELTA Q IBA PARA CURA Q HA SIDO EN PLAN VENGA YA EN SERIO O.O
punto seis: PERO QUE CLASE DE EPISODIO DE UREGENCIAS/ANATOMIA DE GREY/HOUSE/HOSPITAL CENTRAL/MAS SERIES DE TELEVISION Q TENGAN QUE VER CON EL TEMA MEDICO S0LO ME FALTABA EN ESCENA GEORGE CLOONEY EN SUS TIEMPOS MOZOS DE URGENCIAS CUANDO ESTABA TODO BUENORRO Y POTENTORRO Q A LAS MUJERES NOS PONIA CHOCHAS Y AHORA OJO SIGUE TANDO BUENORRO Y POTENTORRO CON LAS CANAS Q LE SIENTAN DE MARAVILLA Y NOS ANUNCIA CAFE AYUDANDO A HH A CURAR AL BRO Q VAYA CON EL BRO Q SE METE EN TO LOS FREGAOS ESTE CHICO NO TIE REMEDIO HASTA Q NO SE CASE JAJAJA
punto siete: ME ENCANTAN LOS METODOS DE ANESTESIA Q USA HH JAJAJA ME MEO AUNQ DESDE LUEGO LA MAR DE EFECTIVOS Y ME ENCANTA LAS NARICES Q LE ECHA SARAH A TODO LOS TIENE CUADRADOS LA TIA OYE ELLA DICE Q SE QUEDA Y POR SUS SANTAS NARICES SE QUEDA CON EL VAMOS ELLA X HH MA-TA COMO LA ESTEBAN JAJAJA SOLO Q NO LE DICE ANDREITA HIJA COMETE EL POLLO Y LOS SAN JACOBOS Q TE LO DICE LA MAMA
Y PARA REMATAR AAIIIISS ME ENCANTA EL FINAL DEL CAPI AAIIS Q ME LOS COMO A LOS DOS MAADRE COMO ME ENCANTA Q LE REGALE VESTIDOS PORQ SE LOS MANCHA AYUDANDOLE ME ENCANTA ME CHIFLA PERO QUIERO CARNACA YA MALEFICENCIA MALIGNA PORQ ME TIES Q ME SUBO POR LAS PAREDES Q QUIERO YA PERO YA CARNACA DE LA BUENA Y MOMENTO APOTEOSICO DE LOS DOS PERO YAAAA DE YAAAA
HE DICHO