CAPÍTULO XX
La
imagen privada de Henry Harper
Agotados pero
felices.
Esta fue la manera
en que Sarah y Henry abandonaron la casa de Harold “Butch” Matthews.
Tan felices que a
ninguno de los dos les importó que la temperatura hubiese descendido varios
grados desde que habían entrado y que, como consecuencia de ello, estuviera
comenzando a nevar. Y sobre todo, que se creasen finas capa de resbaladizo
hielo por encima del suelo.
Preocupado por una
más que segura caída de Sarah debido a este motivo, intercambiaron posiciones y
Henry se colocó tras ella. Si bien es cierto que desconocía que con esta
“inocente” acción lo que había hecho en realidad era que su nerviosismo y
desequilibrio aumentase.
En esas
circunstancias fue cuando Henry habló.
-
¿No
decías que querías hablar? – le preguntó. – Hagámoslo – añadió.
-
¿Ahora?
– le preguntó sorprendida girándose hacia él.
-
Sí –
respondió él.
-
¿Dónde?
– le preguntó ella.
Y Henry le señaló el
edificio que estaba a menos de tres metros de ambos.
Era cierto que se
había colocado tras ella para evitar que se cayese y se hiciese daño; lo cual
era bastante probable dada su suerte. Pero también era cierto que lo había
hecho con la intención de guiarla sin que ella se diese cuenta justo hacia ese
punto en concreto de la zona en que vivía:
en el cruce entre los caminos de Glengall y Manchester porque allí había un
palacio y Salón de Café. En su humilde y modesta opinión, donde se hacía el
mejor café de todo Londres pero… tampoco era muy sibarita en lo que a asuntos
cafeteros se refería así que no se le debía tomar muy en serio en este aspecto.
Sarah se sintió
burlada y engañada por completo cuando observó el edificio que estaba junto a
ella. Un edificio cuyo enorme cartel en grandes y relucientes letras doradas
anunciaba qué era lo que allí se vendía o se realizaba además de dar
información acerca del año de la fundación del mismo. En dicho cartel rezaba:
Coffee Palace y en letras de la misma tipología aunque algo más pequeñas: Since
1821[1].
Si exceptuabas el
cartel, bien podría pasar por cualquier otro tipo de edificio. De hecho, por la
fachada parecía más cualquier tipo de taller de artesanía que un lugar donde se
tomaran café, tés y pastas y dulces variados; según pudo comprobar cuando el
olor de los mismos llegó hasta ella.
El Coffee Palace era
un edificio de una sola planta (más bajo por tanto que los que le rodeaban,
aunque más grande) cuyo tejado estaba hecho de zinc y que en la fachada
principal contaba con dos enormes ventanas redondas de cristales translúcidos
para que el interior no pudiera ser observado con total precisión y viceversa.
-
¿Estás
loco? – le preguntó. - ¿Has visto cómo voy vestida? – añadió, agitando las
faldas delante de él y mostrándole con total claridad las manchas de sangre de
su falda.
-
Tu
acomodado atuendo sin duda que resaltará y llamará la atención frente al resto
de vestidos femeninos, confeccionados con peores telas y por tanto de mucha
menor calidad – dijo, con petulancia. – No obstante, se ve compensado y
empobrecido en algo por las manchas de sangre en él – añadió de la misma manera
y en un tono bastante parecida a la idea mental de la voz de Christina Thousand
Eyes cuando realizaba las críticas feroces sobre vestuarios y atuendos
diversos. – Lo cual me recuerda por cierto que te debo un vestido – concluyó.
-
No me
debes nada – aseguró ella, negando con la cabeza.
-
Te has
manchado el vestido con sangre de una parturienta porque yo fui quien te propuso que me
acompañaras – dijo, agitando él ahora sus faldas.- Yo creo que sí que te lo
debo – añadió.
-
¡En
serio Henry, que no! – añadió ella.
-
No te
preocupes por el dinero, Park, recuerda que en eso estoy bien surtido – le
aseguró. – Y si no quieres aceptarlo como una devolución de un favor, hazlo al
menos como regalo para tu próximo cumpleaños – agregó, a la espera de su
reacción.
-
¿Cómo
sabes tú que mi cumpleaños está próximo? – preguntó.
Y ahí fue cuando un
Henry victorioso le sonrió mientras agradecía mentalmente la aparición de Eden
en su vida. Una Eden a quien su afán extremo de cotilleo y su inagotable
capacidad de parloteo le hacían contar todo de todos sin que fuera realmente
consciente de ello. ¿Qué Eden contaba a Sarah alguna anécdota embarazosa sobre
él? No pasaba nada. La propia Eden le retroalimentaba al contarle y
proporcionarle información tan útil como que el día de su cumpleaños era el 25
de noviembre.
-
Vamos –
dijo, ignorándola y dándole un pequeño empujoncito hacia delante en dirección
directa hacia el Coffee Palace.
-
¿Es que
todavía no eres consciente del aspecto que tengo? – le preguntó, bufando.
-
Nadie te
dirá nada, Soteria – le aseguró él. – Vas conmigo y afortunadamente para ti,
soy uno de los clientes habituales aquí y todo el mundo me conoce sino por mis
combates, sí como el doctor de la zona – añadió para despejar cualquier tipo de
duda que pudiera quedarle al respecto. – Además, si eso no funciona, no creo
que nadie se atreva a acercarte a ti debido a tu aspecto físico porque en
cuanto te vean todos ahí dentro pensarán que acabas de cometer un asesinato y
no se acercarán a negarte nada por el miedo – concluyó. - ¡Venga! – exclamó,
dándole otro leve empujoncito. – Incluso te dejaré que comas muchos dulces y
chocolates en mi presencia – le informó.
Lo que no había
conseguido la cháchara y retahíla interminable de argumentos favorables a la
entrada en el edificio, lo consiguió la mera mención de la comida dulce. El
mero hecho de imaginarse la variedad y amplia gama que allí abría hizo que a
Sarah se le hiciera la boca agua y se dejase guiar hacia el interior,
hipnotizada por ese pensamiento.
Un interior del
“palacio” que iba y estaba muy a tono con el exterior del edificio: contenía un
pequeño hall de madera cuidada y limpiada con pulcritud extrema; pues así lo
confirmaba el brillo y el buen olor que dicha primera estancia desprendía y
acto seguido, tras unas puertas correderas se encontraba el gran salón donde se
preparaban y se servían a su vez, los líquidos y alimentos disponibles en su
consumición.
Además, según le
explicó Henry detrás del inmenso salón estaban las oficinas; las cuales tenían
pequeñas habitaciones destinadas a los propietarios y en un semi sótano el
almacén de productos.
Sin pedir permiso a
nadie, lo cual demostraba ser sin duda bien uno más de los actos de
egocentrismo y superioridad por parte de Henry; quien se creía a veces tan superior
como para andar como Pedro por su casa por todos los lugares de Londres, aunque
esta vez en opinión de Sarah había sido demasiado osado. O bien era producto de
la familiariedad y confianza que le habían otorgado los dueños del local como
premio y pago a su asistencia continua. Daba lo mismo, el resultado final es
que ambos entraron en el salón y no tenían posibilidad alguna de escape
disimulado una vez que Henry cerró las puertas tras ellos.
Con solo otear y
echar un vistazo a su alrededor, Sarah se dio cuenta de que no había algún
lugar especial o reservado algo más apartado para mantener encuentros de
carácter más secretos o, como en su caso, mantener conversaciones íntimas.
En realidad, si
hubiera seguido sus indicaciones y consejos, esta conversación que pretendía
mantener se hubiera producido en su casa; un lugar privado y no en una
cafetería, mucho más pública y a la vista y oídos de todos.
No obstante, y dado
que no quedaba ya más remedio porque se había puesto extremadamente cabezón,
tendrían que hablar en el Coffee Palace. Aún así, aprovechando todo lo posible
el lugar con el que contaban, si Sarah tuviera que elegir un sitio en el que
sentarse sin duda sería justo al lado de la ventana.
Y no solo porque le
gustase mirara a través de los cristales (aunque no iba a resultar una acción
muy productiva hoy, dado que eran translúcidos) sino porque hoy éstos cristales
estaban empañados fruto del frío y nieve que hacía en el exterior y por tanto
nadie les molestaría e interrumpiría su importante conversación. Por otra parte
parecía que no iban a ser molestados ya que, bien Henry había escogido el día
de peor asistencia clientelar para llevarla allí o bien, aún no se había
producido la llegada del grueso de comensales y bebedores habituales.
En cualquier caso,
el lugar que ella quería y consideraba el mejor para sentarse era junto a la
ventana. No obstante, sabía que era una quimera fantasear acerca del mejor
lugar para sentarse porque estaba convencida de que no la tomaría en
consideración ni le preguntaría dónde prefería sentarse. Al igual que
Christian.
Lo cierto es que sí
que había salido en ocasiones (pocas) a tomar el té con él y siempre había
actuado de manera dictatorial, eligiendo y escogiendo tanto el lugar como la
comida y la bebida, sin tomar en cuenta sus gustos y preferencia (que por otra
parte eran muy normales)
Así que si
Christian, quien la conocía de bastante tiempo atrás se comportaba así con ella
¿por qué iba a ser diferente el caso de Henry, quien se había hecho amigo suyo
en mucho menos tiempo?
En el segundo
vistazo con detenimiento que Sarah echço al interior del local, descubrió la
existencia de dos mujeres que ejercían el trabajo de camarera para atender,
abastecer y suministrar todo lo que los clientes pedían. Dos mujeres que no podían
ser más diferentes entre sí: una vieja y una joven, una entrada en carnes y la
otra con un cuerpo escultural y que no dudaba en insinuar sobradamente, una
rezumaba dulzura y amabilidad y la otra era picante y de sus gestos y maneras
al caminar exudaban seducción y sexo a raduales.
De inmediato, odió a
la joven sin ningún motivo o razón aparente o explicable de forma racional
porque no la conocía de nada. Pero no la quería cerca de ambos. Correción, no
la quería cerca de Henry quien, al menos hoy le pertenecía en exclusividad. Así
que deseó y rezó con todas sus ganas para que ésta no fuera quien les tocase
como camarera porque tenía la total certeza de que apenas iba a prestarle
atención.
Obviamente ¿quien
fue a atenderles y a tocarles en suerte? La camarera joven. Y desde ese
momento, Sarah desconectó y dejó de prestar atención a la situación. Sobre todo
cuando vio la expresión calculadora y de menosprecio que le dedicó. En
contraposición a las hambrientas y nada insinuantes miradas continuas que le
enviaba a Henry.
Sarah podía haber
seguido ignorada todo el tiempo del mundo, hasta que Henry le preguntó:
-
¿Dónde
quieres que nos sentemos? –
Dicha pregunta la
tomó totalmente por sorpresa y a su vez, la hizo sentirse poderosa frente a la
camarera buscona. Y por último, la hizo la mujer más feliz de la tierra. A
punto estuvo de correr a abrazarlo; demostrándole con este gesto a la camarera
que estaba perdiendo el tiempo en ese terreno o incuso aplaudir a rabiar como
si hubiese asistido a la representación teatral más emocionante de todas las
compuestas hasta ese momento.
No obstante, sus
amagos en eso se quedaron y en cambio, se dirigió con paso presto y veloz hacia
la mesa que estaba situada junto a la ventana; tal y como había pensado desde
que entró en la estancia.
-
Esta
será nuestra mesa – repitió Henry, cuando vio que la camarera Lucy había hecho
caso omiso de las palabras de Sarah pero que de manera “misteriosa” obedecía
todas y cada una de las palabras que él decía, aunque fuesen las mismas que las
de ella y antes de que les preguntase qué era lo que querían beber y comer
(comenzando seguramente por él) decidió hacerla esperar y recalcarle que no
había venido solo y que por tanto, no estaba interesado en los condimentos
extra que se ofrecían allí arrastrando la Sarah para permitirle que se sentara
antes y frente a él además de estirarle y colocarle la servilleta por encima de
los muslos.
Justo después se
sentó él y la situación se repitió cuando llegó el turno de pedir bebidas y
comidas. Solo le preguntó a él e ignoró a Sarah; lo cual le exasperó
sobremanera y por tanto, no le quedó más remedio que volver a preguntarle para
que le hiciese caso de una buena vez y por todas en la situación.
-
¿Tú qué
quieres? – le preguntó directamente interrumpiendo el más que seguro discurso
que tenía aprendido de memorieta la camarera.
-
Chocolate
caliente – dijo con una sonrisa de anticipación ante el placer y el disfrute
que le provocaría saborearlo de antemano. – Y de comer… croissants…de chocolate
– añadió. – Y trae también mermelada de fresa – agregó de manera precipitada.
-
Y para
mí un café con leche y… unas anchoas – respondió él.
-
De
acuerdo – dijo una sonriente camarera Lucy antes de darse a vuelta.
-
Lucy –
la llamó Henry cuando ésta llevaba recorrido la mitad del camino; provocando
que se girase. – Trae primero lo de la señorita – añadió y ordenó, bastante
seguro de que se le “olvidaría” o “equivocaría” de manera fortuita precisamente
lo que Sarah había pedido.
Una vez servidos y
solo cuando Sarah estuvo de que nadie les molestaría y escucharía, habló:
-
Eres
médico – aseguró.
-
Licenciado
en medicina – le corrigió él divertido, sabiendo que dicha corrección y
aclaración era innecesaria.
-
Pero
para ser licenciado… - inició confusa. – Christian dijo en el parque que… -
añadió. - ¿Cómo? – preguntó, tan confusa que tenía fruncido en ceño y no era
consciente de ello.
-
Ya te
dije que Cristian tiene razón en todo lo que dijo en Saint James – le recordó.
– Y la respuesta a tu cómo es bastante simple en realidad, no me licencié en
medicina en Gran Bretaña – añadió. – Sé puedes hacer muchas cosas durante el
tiempo libre que te deja el haber desertado del ejército – comentó, comiendo
una anchoa de una sola, cogiéndola con los dedos vez sin masticar.
“¿Dónde te graduaste
entonces?” se preguntó Sarah, “¿Por qué desertaste del ejército siendo hijo de
militar como eres?” añadió, curiosa.
-
Sin
embargo – dijo Henry tras chuparse los dedos y limpiarse en una servilleta. –
La pregunta aquí es ¿cómo sabes tú de medicina? – le preguntó. – Te creía el perrito
faldero de Pitágoras – añadió, ahora confuso.
-
Soy la
ayudante de Christian – respondió y replicó ella con orgullo. – Sin embargo,
también me gusta hacer otra serie de actividades donde é no esté implicado –
explicó. – Y me gusta la medicina – añadió. – Mucho – recalcó. – Sin embargo,
soy una mujer y debido a mi condición sexual no se me da la oportunidad de
empezar mis estudios, abandonarlos y después concluirlos otra vez – dejó caer.
-
Touché –
dijo él mientras le brindaba una anchoa antes de comérsela.
Sin embargo, Sarah
se sintió bastante mal por el último comentario, dado que apenas conocía
esbozos de su versión de los hechos como para juzgarle como culpable de
antemano como todos parecían haber hecho, así que volvió a decir con tono de
arrepentimiento:
-
Siempre
me ha gustado cuidar de los demás, especialmente de las que están enfermas - El
doctor Phillips se hizo eco de esto gracias a Miss Anchor; quien le informó de
todo cuando estuve con ella en sus ataques de gota y decidió llevarme con él en
algunas de sus consultas, sobre todo en las de alumbramientos, primero para
calmar y tranquilizar a la paciente y poco a poco gracias a la dureza de George
con ellas, para acabar ejerciendo de su ayudante – explicó.
-
Fíjate
que no te hacía una chica de ciencias… - dijo, gratamente sorprendido.
-
¡Oh! –
exclamó riendo. – No te equivoques – le advirtió. – Me gusta la medicina pero
lo que realmente me apasiona es escribir – aseguró.
-
No das
esa impresión desde fuera – dijo, señalándola con el tenedor. – De hecho, apostaría
todas mis ganancias de un año como boxeador a que tu decisión de ser cronista,
periodista o como te quieras llamar está bastante influenciada por la presencia
a tu alrededor de Pitágoras y que lo que realmente elegirías si te dieran la
posibilidad de escoger sería médico – añadió.
-
¿Te
llamas Honorius? – le preguntó ella cambiando de tema, algo molesta porque
había algo de razón en sus palabras.
Era cierto que al
principio la motivación que la llevó a querer ser cronista y periodista era
porque tenía la falsa impresión y experiencia de que si aceptaba un empleo de
este tipo, podría estar más tiempo junto y a solas con Christian.
Un razonamiento
completamente equivocado, visto ahora.
Pero eso había sido
en aquel entonces.
“Ya no” dijo con
firmeza mentalmente y apretando su mandíbula involuntariamente.”Y la medicina
solo me gusta por diversión” añadió enfurruñada.
-
Tema
incómodo – dijo. – Muy bien, no hablaré más sobre él – añadió, con conformidad.
– Sí, me llamaba Honorius… – explicó con un suspiro. – Hasta que mi padre me
quitó y tachó mi nombre del libro del censo parroquial – añadió.
-
¿Se
puede hacer eso? – preguntó, sorprendida por la revelación.
-
Soy la
prueba viviente de ello – dijo, señalándose con la mano extendida.
Henry esperó otra
ronda de interminables preguntas que le dejasen exhausto también de forma
mental. Sin embargo, ésta nunca llegó y con dicho comportamiento confirmó sus
sospechas acerca de su vena periodística: es decir, ninguna.
-
Agradece
que te dedicas a la crónica porque si te dedicases a ejercer como periodista
investigadora o entrevistadora…me temo que ya estarías despedida – explicó,
causando estupor en Sarah. – Mira Segismunda esto es lo que vamos a hacer: yo
te relataré toda mi apasionante historia para que compares ambas versiones y
decidas cuál es la que te gusta más – añadió. – Eso sí, mientras lo hago eres
libre para preguntar o comentar acerca de lo que desees – explicó. – Con tacto
– aclaró. – Porque eres la primera persona que no es familia a quien voy a
revelarle esto – le anunció.
Y Sarah se quedó
muda e incapaz de dejar de mirarle, abrumada ante el recibimiento de tan dudoso
“honor”.
Incluso dejó de lado de dulces.
No supo muy bien por
qué pero le daba la extraña sensación de que la historia que iba a escuchar no
le resultaría agradable e incluso podría revolverle las tripas.
Era mejor prevenir
que curar y hoy, nunca mejor dicho.
-
No sé
realmente en qué momento comencé a sacar de quicio a los que tenía a mi
alrededor, pero lo hago por costumbre y muy especialmente con las personas a
las que quiero y me caen bien , pero lo hago y es un problema – explicó. – Fui a
la universidad antes que el resto de mis hermanos, bien fuera porque aprendí
antes que ellos latín y griego en altos niveles académicos o por cualquier otro
motivo – añadió. – La cuestión es que de un momento a otro me vi informado de
que debía marcharme de casa para estudiar medicina, unos estudios elegidos por
mi padre y no por mí – aclaró. – Y me rebelé – apostilló. – Creo que ahí fue la
primera vez que estuve en serio riesgo de ser desposeído de mi segundo nombre
porque en vez de seguir la tradición familiar de irme a estudiar a Cambridge[2], escogí Saint Andrews[3] en Escocia como el lugar
donde desarrollar mis estudios superiores – le dijo. – Imagina la escena: un
niñato enclenque y un año, hijo de nobles y para más inri de la mismísima
capital británica – le dijo, poniéndola en antecedentes. - ¿Quieres saber dónde
empecé a saber pelear, Park? – le preguntó con ironía. – Sin embargo, como ya
te dije la medicina no era algo que me entusiasmaba en su momento y aunque
asistía a la inmensa mayoría de las clases, sobre todo cuando descubrí hasta
donde podía llegar la alargada sombra de lord Harper y en cuanto me enteré de
que había estallado la guerra contra Napoleón, fui de los primeros en
apuntarme. No solo porque así me libraba de los estudios, sino porque el
francés nunca se me dio bien del todo y vislumbré de forma errónea que el
ejército podía ser la mejor manera de alcanzar la fama y la gloria a ojos de mi
padre y que me dejara no estudiar medicina nunca más – comentó. – Craso error –
añadió, para sí, aunque Sarah también lo escuchó. – Mi estancia y participación
directa en el ejército fu escasa y breve, tanto como que concluyó en la batalla
del cabo de Ortegal; la cual se produjo el cuatro de noviembre de 1807[4] – anunció.
Sarah miró con
extrañeza a Henry tras escuchar las fechas en las cuales abandonó el ejército.
1807. Sabía que Henry era el hermano gemelo de Rosamund y que ésta tenía la
misma edad que Penélope porque habían nacido ambas en 1790. Así que echando
cuentas y realizando cálculos matemáticos simples… Henry tenía diecisiete
cuando participó en esa batalla.
¿Diecisiete años?
¡Imposible!
¡Era demasiado
joven!
¿Cómo le habían
permitido alistarse? ¿Tan desesperados y faltos de hombres estaban?
-
Pero… tú
en 1806 tenías diecisiete años… ¿cómo dejaron que te unieras a su ejército? –
preguntó, incrédula.
-
Porque a
los dieciséis parecía más mayor y…porque obviamente mentí en mi edad – explicó.
– Aunque creo que acabaron dándose cuenta por mis comportamientos inmaduros y
porque mi juventud destacaba entre tanto hombre maduro – confesó. – Además, mi
hermano Junior también estaba alistado en el ejército y era aún más joven que
yo – apostilló.
-
¿Por qué
precisamente dejaste el ejército en esa batalla? – preguntó ella.
-
Porque
ganamos a los franceses – respondió.
-
¿Ganasteis?
– preguntó ella y Henry asintió. - ¿No es eso un motivo de celebración? –
volvió a preguntar, recibiendo un nuevo asentimiento por parte de Henry. –
Entonces no entiendo nada – concluyó.
-
Precisamente
fue nuestra victoria la que me obligó a hacerlo – dijo. – Verás, fue una
victoria naval muy importante para las tropas británicas, dado que les causamos
setecientas cincuenta bajas entre muertos y heridos frente a tan solo
veinticuatro nuestras. Además, capturamos sus cuatro navíos participantes y los
llevamos a Plymouth, donde desarbolamos dos y los otros dos los rebautizamos y
los incorporamos a nuestra propia armada naval[5] – explicó.
-
¿Y? –
preguntó Sarah, aún sin entender los motivos por los cuales abandonó su
participación en el ejército.
-
¿Sabes
dónde está Ortegal? – le preguntó Henry y ella se encogió de hombros porque lo
desconocía. – En el noroeste de la península Ibérica. En Galicia concretamente
– explicó.
-
¿Sabes
español entonces? – le preguntó Sarah, sorprendida porque le creía más un bruto
que un erudito de los idiomas.
-
Nociones
básicas para defenderme sin sufrir vergüenza pública – respondió. – Como bien
te he dicho, nuestra victoria fue naval – continuó. – Naval – repitió y
recalcó. - ¿Sabes qué significa eso? – le preguntó. Sarah iba a responderle que
era que no se había producido en tierra, pero le parecía una respuesta tan
obvia y simple que prefirió callarse. - ¿Sabes de qué se compone un ejército? –
reformuló la pregunta. Pero no dio tiempo a su respuesta, porque lo hizo él
mismo: - Sé muy bien que vas a decirme de tropas, lo cual es cierto. Sin
embargo, a esas tropas les acompañan un grupo bastante numeroso de personas
encargadas de su avituallamiento…en todos los aspectos y facetas de su vida
cotidiana – concluyó.
-
¿Estás
hablando de…? – preguntó, incapaz de creer lo que su mente había propuesto como
final a su pregunta.
-
Sí,
hablo de hombres encargados de nuestra comida y bebida y sobre todo, de mujeres
– explicó. – Muy bien Park, te he visto muy perspicaz y atenta en mi
explicación – la felicitó, y Sarah no supo si sentirse orgullosa o no. – No
obstante, y pese a que el tamaño de nuestras fragatas era bastante
considerable, nos vimos obligados a prescindir de nuestro acompañamiento. Suma
eso a que desde antes de la batalla de Trafalgar[6] las tropas no habían
tenido contacto íntimo con una mujer para que se produjera la situación por la
cual abandoné mi participación voluntaria en el ejército – explicó. – Verás,
como ya te he dicho, los navíos franceses iban a ser llevados a Plymouth[7] y sería allí desde donde
también partiría una nueva remesa de apoyo y abastecimiento para el ejército
naval – añadió. – Cambia esa cara encanto, que puede que Plymouth se haya hecho
famosa por sus puritanismo[8], pero te aseguro que esa
ciudad tiene bastante poco de puritana – dijo. Henry suspiró antes de decir: -
Con todo esto, lo que te quiero decir que cuando a los hombres los dominan las
pulsiones e impulsos, sean de tipo que sean, de nada vale que tengan que
esperar mínimamente. Quieren algo y lo quieren en ese momento. Y por eso,
partimos raudos a atracar en la costa española queriendo el destino, la
providencia o alguna paradoja cruel que el primer pueblo que hallamos se
llamase Cariño porque precisamente el hallazgo de “cariño” era la razón y el
motivo por el que nos hallábamos allí – explicó.
-
¿Y al
pueblo de Cariño le pareció bien? – preguntó ella, enfadada ante el
comportamiento de las tropas de la armada británica.
-
¿Tú qué
crees? – le preguntó. - ¿A ti te parecería bien que de repente y de un día para
otro viniera alguien de fuera exigiendo que le alimentes y le des beber además
de que le proporciones mujeres y si no lo hacías lo hicieran por la fuerza? –
le preguntó. – No, Park, obviamente no se les pareció bien – explicó, negando
con la cabeza.
-
¿Y qué
hicieron? – preguntó ella.
-
Intentaron
defenderse como buenamente pudieron, pero las tropas alegaron el derecho de
pernada[9] y de abastecimiento
alegando que eran héroes y sobre todo, declarándoles perdedores por haber
apoyado a Francia en la contienda. Además, que a falta de alguna autoridad
política de mayor rango, los almirantes y capitanes eran los jefes a cargo y
animaban practicando con el ejemplo a que el resto de la flota hicieran lo
mismo – respondió.
-
¿Y las
p…mujeres públicas de Cariño dieron abasto para tanto oficial del ejército? –
preguntó, ahora sí que sorprendida de manera mayúscula.
-
¿Y
entonces qué hicieron? – preguntó, mientras un escalofrío le recorrió la
espalda.
-
Fácil,
Park: recurrieron al resto de mujeres del pueblo – respondió, apretando la
mandíbula.
-
¿Quieres
decir que…? – preguntó, incapaz de concluir la pregunta al empatizar
inmediatamente con las mujeres españolas de esa población.
-
¿Qué las
violaron? – preguntó él, concluyendo su pregunta inacabada. – Sí Park, los
hombres violaron a toda aquella mujer que pasó por delante de sus narices sin
importarles edad o condición social – añadió. – Era mucho más importante
satisfacer sus apetitos carnales – concluyó, asqueado.
-
¿Por eso
dejaste el ejército? – preguntó ella mirándole con recelo, aunque mantenía algo
de esperanza en su mirada porque no quería creer que él también hubiera
participado en tan salvaje, denigrante y dolorosa acción.
-
Algo así
– dijo él, callándose un instante tras eso.
Y cuando Sarah
pensaba que ahí se quedaría su escueta explicación, Henry volvió a hablar. Sin
embargo, lo hizo de manera diferente a como había mantenido la conversación
ella la conversación hasta ese momento. Se negó a mirarla a la cara.
En su lugar, miraba
hacia el infinito. En una señal clara e inequívoca que estaba recordando todo
lo que sucedió en aquel noviembre de tanto tiempo atrás.
-
No sé
exactamente cuántas mujeres fueron violadas porque en lugar de salir a beber y
comer de inicio, yo preferí dormir en el barco. Por eso, para cuando yo me
incorporé y aparecí en el pueblo el infierno ya se había desatado allí. – dijo.
–Mis ojos no eran capaces de acostumbrarse a la cantidad de destrozos que
habíamos provocado sin ningún motivo aparente y mi cerebro era incapaz de
asimilar tal cantidad de información negativa de forma tan repentina. En ese
momento, entendí por qué hombres y sobre todos mujeres se alejaron llorando y
mirándome horrorizados mientras gritaban improperios cuando me vieron aparecer
adormilado y por caminando de forma tambaleante en el pueblo: porque
probablemente hubieran sido dejados en la ruina más total y completa y porque
las mujeres de sus familias hubieran sido violadas en numerosas ocasiones –
añadió, esta vez sí mirándole a la cara. Un instante fugaz porque nuevamente,
se abstrajo de todo lo que había a su alrededor para continuar con su relato: -
Ignorante e inmaduro de mí, fui corriendo a buscar al capitán de ni navío; el
Namur, para informarle de todas las tropelías que estábamos cometiendo. Ahí fue
cuando lo vi. O más bien, primero lo escuché – anunció. – Gritos de
desesperación de varias mujeres pidiendo ayuda. Rápidamente éstos atrajeron mi
atención y cambié el rumbo y dirección de mi carrera para dirigirme al lugar de
dónde provenían. Durante todo el trayecto, no dejé de escucharlo y a más los
oía, más me taladraban la cabeza y ahondaban dentro de mí. Además, a esos
pronto escuché sollozos y lamentos femeninos y masculinos, así como golpes y
consecuentes maldiciones y gritos de dolor. Cada uno de esos golpes, lo sentía
como si me los estuvieran dando a mí y esos gritos de dolor y de desesperación,
los sentía como si los realizara algún miembro de mi propia familia. Aceleré mi
carrera, creo que nunca he corrido tan rápido como en esa ocasión en mi vida,
hasta que por fin llegué a un descampado y vi la dantesca escena:
En un descampado al final del pueblo estaban
a la izquierda, agrupados una mujer madura arrodillada, llorosa y suplicante
que clamaba por su humanidad y su simpatía y un par de hombres: uno maduro,
algo más mayor que la mujer; el cual presupuse que era su marido y uno más
joven, los cuales estaban siendo contenidos por varios oficiales del ejército.
No obstante, lo que realmente captó mi
atención fue lo que estaba ocurriendo, o más bien iba a suceder en la parte
izquierda de la misma. En dicha zona había un par de chicas jóvenes desnudas,
golpeadas de forma salvaje, llorosas, sangrantes e incluso quemadas en algunas
partes de sus anatomía que no querrías saber que también pedían por favor
tartamudeando y tiritando del frío que no les hiciera nada. Estaba claro lo que
iba a suceder: iban a ser violadas – anunció con horror, provocando que Sarah
contuviera un grito y se tapase la boca con la mano para evitar emitir
cualquier sonido que provocase que el resto de asistentes (cuyo número se había
multiplicado sin que ella fuese consciente) los convirtieran en el centro de
sus atenciones. – Lo cierto es que había sido afortunado porque durante mi
carrera no había sido testigo de ninguna, aunque tampoco hizo falta mucha
imaginación por mi parte para ser consciente de que podía estar sucediendo
perfectamente. Sin embargo, lo que no esperaba de ninguna de las maneras era
que fuese a ser testigo directo del inicio de una. Y múltiple además –
enfatizó. – De hecho, no lo fui entonces y si está en mi mano, no lo seré jamás
porque simplemente no pensé y actué – explicó, volviéndola a mirar nuevamente a
los ojos durante otro breve lapso de tiempo porque cuando volvió a abrir la
boca y aunque en teoría la estaba mirando, Sarah sabía y era consciente del
todo de que su mirada volvía a estar ausente: -
No sé muy bien qué me motivó más a hacer lo que hice; quizás fue el
nombre de Honorius, que entonces dominaba y regía mi vida del todo por aquel
entonces o quizás fue la empatía de imaginarme ver a Rosie en aquella situación
tan indefensa y desvalida, pero lo hice. Me abalancé sobre el salvaje que iba a
violarla y comencé a golpearle puños y patadas con toda la rabia y furia que
tan injusta situación me provocaba, para distraerlo y dar la oportunidad a las
chicas de huir. Una de ellas, la menos perturbada y afectada por la situación,
fue rápidamente consciente de mis intenciones y me obedeció sin ni siquiera ser
necesarias palabras entre ambos pero la otra reaccionó tarde y mal y fue
capturada por uno de los oficiales que contenía a sus familiares – explicó. –
Contento por haber conseguido mi objetivo a medias, continué golpeando al
hombre quien, pese a ser mayor también entendía de boxeo y lucha cuerpo a
cuerpo hasta que me llevé la terrorífica y más rotunda sorpresa de mi vida
cuando descubrí la identidad de la persona a quien me enfrentaba: ni más ni menos
que a Lawrence Halsted[11]; el capitán al que me
empeñé en buscar con tanto ahínco para informarle de la situación rió,
sarcástico. – Y ahí comenzó mi declive en la lucha. Devastado, desganado y
bastante afectado por tal descubrimiento, me di por vencido y me rendí, dejando
y convirtiéndome yo en la persona en la que descargar toda la frustración y el
conjunto de pensamientos y sentimientos negativos; cosa que hizo te lo aseguro
– aseguró, volviendo en sí. – Me dio la paliza más grande de todas las que había
sufrido en mi vida – añadió. – Puedes creerme cuando te digo que he recibido
bastantes de mis hermanos mayores y sobre todo, por mi padre y su empeño en
darnos una educación estrictamente espartana y militar – aseguró. – No
obstante, debido a sus años y su experiencia, no me dejó inconsciente. Al
contrario, se aseguró personalmente de no hacerlo para que, amoratado, atontado
y sangrante por todo el cuerpo pero muy especialmente en el rostro, fuese
espectador privilegiado del acto de salvajismo más extremo que he observado
nunca: cegado por la ira y frustrado al no poder ver cumplido su deseo, se
dirigió hacia la otra chica; quien se retorcía ante el agarre del oficial y
mirándola con lascivia y desprecio, le ató las muñecas y los tobillos antes de
atarla con otra cuerda a la altura del ombligo al tronco de un árbol. Acto
seguido, cogió una de la alabarda rota de los oficiales en el enfrentamiento
contra alguno de los dos hombres y la hundió desde el centro de su vagina hasta
que la punta fue visible desde la boca de la chica – explicó, avergonzado. –
Esta primera vez ya fue mortal para la chica, a quien ni siquiera dio tiempo de
gritar de tan inesperada como fue su acción. El silencio se instaló en el
descampado y ni siquiera el viento se atrevió a agitar las ramas o las copas de
los árboles del estupor ante el horror de dicha acción. Tampoco lo hicieron los
familiares allí presentes, impactados ante tal salvajismo y falta de humanidad.
Los gritos vinieron cuando el capitán Halsted repitió la acción una, dos y
hasta tres veces más, asegurándose totalmente de que la chica estuviese muerta
– dijo, sombrío. – Solo después, sacó la alabarda de su interior, sacó los
restos de algunos órganos y tejidos que habían permanecido en el asta de madera
y la arrojó ensangrentada a mi lado
antes de decirme que la muerte de esta chica había sido solo culpa mía y que
por tanto, siempre caería y estaría sobre mi conciencia – añadió. – Acto
seguido, llamó a sus muchachos y desapareció ante mis ojos sin volver la vista
atrás. Momento en que aprovecharon los familiares para acercarse a ella y
cerciorarse de su muerte. Tras hacerlo, la madre mirándome con agradecimiento y
los ojos empapados por las lágrimas se volvió hacia mí y quiso acercarse para
curar en algo mis heridas y aliviar mi dolor pero los detuve. No quería ser el
responsable de la muerte de otro inocente y por eso, con las últimas fuerzas
que me quedaban moví la mano de manera imperceptible y les indiqué que se
apartasen de mí y me abandonaran y dejaran allí solo. Ese fue mi último
pensamiento antes de cerrar los ojos y tener el convencimiento casi seguro de
que moriría – concluyó.
-
Dios
mío, Henry… - dijo Sarah mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Éste,
al verla así, le ofreció su pañuelo. - ¿Cómo? ¿Cómo? – se preguntó, odiando al
capitán pese a no conocerle por ser tan inhumano. – Eres un…- añadió intentando
tocar su mano y apretársela para confortarle y ofrecerle su apoyo.
-
No lo
digas Park, porque no lo soy – le interrumpió, retirando la mano con inseguridad.
– Solo soy un hombre que actuó con raciocinio dentro del salvajismo y
animalismo con el que actuó un grupo de “personas” – añadió. - ¡Y mira el
resultado! – exclamó, despreciándose a sí mismo. - ¿Entiendes ahora por qué
quise desvincularme del ejército? – preguntó. Sarah asintió. – Lamentablemente,
mi desvinculación no fue total porque en contra de mis deseos, no morí de la
paliza que me propinó el capitán – anunció. – La vez siguiente que recuperé la
consciencia y entiende recuperación de consciencia como la vez en que abrí los
ojos, pues nunca me introduje del todo en el mundo de la inconsciencia, fue
forzosa porque me despertaron arrojándome agua fría. Desubicado y aún
adormilado, sentí frío repentinamente y por ello, tirité. Ahí fue cuando me di
cuenta de que estaba vestido únicamente con las calzas y fui consciente con
este gesto tan sutil que había sido desposeído de mi cargo de oficial en el
ejército. No obstante, mostraron algo de piedad y compasión hacia mi persona
cuando descubrí un montón de ropa apilado a un metro escaso de mi persona.
Tuvieron la suficiente delicadez y consideración como para robárselas a uno de
los hombres que habían matado y entregármela – dijo, con acritud. – Solo cuando
me moví milimétricamente, descubrí que me dolía todo el cuerpo. Me dolía tanto
y en tantas partes que el mero hecho de mover los brazos y dejar caer la
liviana tela de la camisa se convirtió en una verdadera tortura por el dolor
tan intenso que sentí. En cuanto a los pantalones… bueno, eso fue más difícil
porque básicamente tuve que rompérmelos hasta la mitad de la pantorrilla para
ponérmelos porque estaba encadenado a un árbol – añadió.
-
¿Encadenado?
– preguntó Sarah enarcando ambas cejas.
-
Sí,
encadenado al mismo árbol donde asesinaron a la pobre campesina española y con
una cadena recién fundida y forjada, según pude comprobar por la quemadura que
recorría todo el diámetro de mi tobillo y que era la causante de que me cayese
al intentar ponerme de pie, de que caminase haciendo extraños movimientos para
intentar hacer el dolor lo menos intenso posible, de que me mordiera los labios
con tanta fuerza que me brotase la sangre y derramase lágrimas dolorosas
mientras me despegaba e intentaba aumentar mínimamente la presión que la tira
de cuero; la cual parecía estar incrustada ya con mi propia carne, ejercía
sobre el tobillo – explicó. – Y que es esa misma la culpable de que aún hoy y
transcurrido bastante tiempo de aquello sea incapaz de llevar botas debido a
que continúa doliéndome – concluyó.
Sarah intentó
reprimir las caras de repulsión e hizo la mayor presión posible en su estómago
para no vomitar. Sin embargo, algo chocó en su mente cuando escuchó lo de las
botas porque ella había visto a Henry con botas. De hecho, boxeaba con ellas.
¿Sería posible que
la estuviera engañando y se hubiera inventado toda esa historia para ganarse su
simpatía?
Inevitablemente y,
de forma disimulada llevó sus ojos hacia los pies de Henry: y efectivamente,
llevaba zapatos por debajo del tobillo y unos calcetines que parecían bastante gruesos
y calentitos. Aún así, no quiso quedarse con la duda.
-
Pero yo
te he visto boxear con botas – replicó.
-
Porque
lo exige el reglamento – respondió él. – Pero dime, ¿cuánto tiempo duran los
combates en los que he participado llevando botas? – le preguntó. – Apenas algo
más de diez minutos – se respondió. – Justo el tiempo que soy capaz de aguantar
el dolor y que no se me note en mi manera de moverme, revelando así mi punto
débil – explicó.
“Tiene sentido y es
perfectamente razonable” pensó Sarah. “A partir de ahora me fijaré en el
calzado que lleva para comprobar su versión” añadió con firmeza.
Henry sabía que
Sarah desconfiaba de su versión de los hechos, debido sin duda a los años que
hacía que conocía a Christian y a la influencia que éste había ejercido de
manera imperceptible sobre ella. Por eso, no le quedó de otra que desabrocharse
el botón que cerraba sus pantalones, bajarse el calcetín y mostrarle su
imperfecto tobillo. Tobillo en el cual era perfectamente distinguible como la
carne alrededor de esa zona se había solapado y le había dejado una cicatriz
irregular, aunque redonda.
-
¡Dios
mío Henry! – exclamó Sarah, involuntariamente de forma elevada soltando varias
lágrimas al verla ahí, con esa forma tan parecida a las de las correas de los
perros, surcando y marcando tan perfecta piel. Sintió unas ganas enormes de
tocársela, pero se contuvo pues si aún le dolía con el contacto de las botas,
tampoco le resultaría muy agradable que le tocase o ejerciesen presión sobre la
zona; por muy leve que fuese.
-
Te veía
con cierto grado de incredulidad – dijo simplemente. – Espero que mis pruebas
te hayan convencido – añadió, dolido. – En cuanto fueron conscientes de que me
había despertado, avisaron al capitán; quien me recibió abofeteándome de manera
tan fuerte e inesperada que me abrió algunas de las pocas heridas que habían
cicatrizado en mi rostro e hizo que escupiera sangre – continuó. – Él mismo fue
el encargado de comunicarme que había perdido mi cargo en el ejército para
ocupar otro de características bastante distintas. A partir de ese día sería
considerado como la última mierda del batallón y como el bufón y
entretenimiento del mismo – explicó. – O para que tú me entiendas, su saco de
boxeo para cuando se aburrieran de violar y destrozar todo lo que tenían e iban
encontrando a su paso – concluyó. – Durante meses, dado que no se quedó solo en
Cariño o ni siquiera en el País Vasco, lugar donde atracó el barco de
aprovisionamiento sufrí escupitajos, meados y demás mierdas varias además de
humillaciones y vejaciones físicas y psíquicas – le dijo. – Por suerte para mí,
no les dio por experimentar sexualmente conmigo y la introducción de
instrumentos diversos a través de mi culo ni había ningún soldado que se sentía
atraído o le picaba la curiosidad sobre sexualidad masculina porque si no estoy
completamente convencido de que también hubiera sido violado – le aseguró. –
Además de eso, me veía obligado a pelear cojo y débil si quería conseguir algo
que llevarme a la boca a diario con todo aquel soldado que se pusiera por
delante como mi oponente – añadió. – Sin embargo, y aunque maldije enormemente
mi mala suerte en aquel entonces, saqué varias cosas buenas de todo aquello:
conseguí hacerme más fuerte tanto física, pues aprendí varias cosas que aún hoy
aplico a mi forma de boxear como psíquicamente ya que, en ningún momento
desfallecí ni bajé el amor propio que siento hacia mi persona – explicó.
“Pues a mí no me
parece que te quieras mucho” pensó Sarah para sí,
-
Y
además, descubrí que sabía mucho más de medicina de lo que pensaba en un
momento ya que, pese a la escasez de mis recursos y gracias a las hierbas que
me iba encontrando por el camino o que me dejaban los aldeanos que sentían
compasión y lástima de mí al verme encadenado tras el caballo del capitán de
manera “fortuita”, podía curarme bien entrada la noche la quemadura de la
pierna y evitar que se me infectara por los cataplasmas que me hacía – añadió.
– Ahí fue, aunque influido bastante por el acontecimiento de la chica gallega
cuando tomé la firme decisión de convertirme en médico y salvar tantas vidas
como me fuera posible, para compensar las barbaridades que el grupo de soldados
había cometido en la guerra – afirmó, con rotundidad y Sarah no pudo si no
admirarle por tomar tan valiente y honrosa decisión. – Sin embargo, la
paciencia tiene un límite y la mía, como la de todo el mundo llegó a su fin
cuando recibí otra de las inmemoriales palizas del señor capitán cuando perdió
al ajedrez – explicó. – Esta vez con fusta incluida – apostilló. – Y por eso,
decidí escapara para sobrevivir y tener alguna oportunidad real de convertirme
en médico – añadió. – Quizás fuese la providencia; quien se compadeció de mi
sufrimiento, o quizás el destino. O puede que incluso la buena suerte que me lo
otorgó como regalo de cumpleaños pero, mi oportunidad de escapar llegó y se
produjo en la batalla de Dresde, el 27 de agosto de 1813 – explicó. – En
teoría, las tropas inglesas no tendrían que haber estado allí, pero mi capitán
desoyó órdenes y sus soldados, ciegos y fanáticos por nuestro carismático líder
le siguieron en su alocada participación en el conflicto; con la consecuente
victoria para el bando francés – añadió. – Ahí fue cuando, aproveché el agreste
paisaje sajón y la confusión en cuanto al número de bajas entre los perdedores
para huir corriendo lo más rápido posible que mis debilitadas y faltas de
ejercicio piernas me permitieron y me interné en el bosque con la cadena que
marcaba mi condición de intocable[12] y maldito a rastras –
concluyó. – Obviamente, fue de lo primero que me deshice al encontrar al
herrero más cercano. Un herrero que, confundiendo mi aspecto físico con el de
un oriundo de la zona, me quitó la cadena sin pedirme nada a cambio; cosa que
agradecí, pues en aquel momento apenas sabía una palabra de los distintos
dialectos de los distintos reinos que conforman esa zona de Centroeuropa –
dijo, aliviado. – Una vez deshecho del principal obstáculo que me impedía
moverme con total libertad, volví a internarme en el bosque con la firme
intención de llegar a Leipzig, la ciudad con la mejor facultad de medicina de
la zona, para ocultarme como un estudiante más – añadió. – Sin embargo, el
invierno no es la mejor estación para realizar una internada exploratoria de la
flora de la zona, especialmente cuando no se tiene ni idea de geografía o
distancia entre la ciudad de destino y la de origen. – En otras palabras, me
perdí y un camino que en teoría debía haber recorrido a lo sumo sin cansarme en
cinco jornadas, se convirtieron en varios meses que estuvieron a punto de dejarme
exhausto y esa vez sí, mucho más cercano de la muerte que con las palizas del
ejército ya que apenas había nada que comer y en contadas ocasiones encontraba
agua que no estuviese congelada. ¡Anda que no me quejé veces durante el camino
ni evoqué a las tropas romanas de la batalla de Teutoburgo[13], masacradas gracias a los
bosques de la zona! – exclamó. – Sin embargo, y debido de nuevo a una nueva
jugada favorable del destino, conseguí llegar a Lepizig en unas buenas
condiciones e incluso conseguir un más que cómodo, confortable y lujoso
alojamiento – explicó. – Y tras varios meses de recuperación y restablecimiento
total, conseguí el dinero y los medios suficientes como para matricularme en la
facultad de medicina – le relató. – Podría parecer que mi destino había
cambiado y girado hacia el final feliz, pero nada de eso. Éste tiene algo en
contra mía que me impide ser feliz completamente y por ello, desde mi llegada
me granjeé el odio de mis compañeros, los cuales me insultaban y metían conmigo
no solo por haberme saltado varios años de clases hasta situarme en el último,
pese a que no tenía la edad suficiente, aunque gracias a la guerra sí los
conocimientos y sobre todo, cuando descubrieron que era británico. – Desde ese
momento fui acusado, chivo expiatorio y declarado públicamente culpable de ser
el causante de que Prusia entrara en el conflicto de las guerras napoleónicas.
Obviamente, dichas acusaciones iban acompañadas de intentos de golpes, a los
cuales yo respondía de manera rápida e intensa, pues mi fuerza, velocidad y
capacidad de reflejos se habían visto sorprendentemente incrementados gracias a
las peleas en el ejército – explicó. – En dichas peculiares y extrañas
circunstancias fue como conocí a Albert – contó. – O más bien, como lord Albert
Branfort, el hijo de lord Chesterfield hizo su acto de aparición y presentación
ante mí – rectificó.
-
¿Albert
es noble? – preguntó Sarah boquiabierta.
-
No solo
eso, sino que además estaba estudiando allí motu proprio Teología – explicó,
asintiendo ante la incredulidad absoluta de Sarah.
-
¿Qué
Albert es teólogo? – estuvo a punto de gritar, con los ojos fuera de sus
órbitas. Henry asintió. – No me gustaría ser una de sus feligresas – añadió
Sarah, reprobando la elección de los estudios universitarios de dicho peculiar
personaje.
-
Albert
vio cómo peleaba y ganaba y se ofreció a buscarme combates donde me pagarían
por hacer eso mismo que estaba haciendo con medio campus universitario, a
cambio de un mínimo porcentaje del dinero que sacase por la venta de entradas y
las apuestas que circularían en torno a mí – explicó. – Fue la primera persona
que se acercó a mí con amabilidad y simpatía, sin denigrarme de ninguna manera
y sin buscar algún beneficio o placer físico de mí y por eso, lo convertí en mi
mejor amigo – explicó. – Nuestra amistad dura desde entonces – explicó, aunque
era innecesario, pues la propia lógica hacía que Sarah lo presupusiese
-
Lo que
no entiendo es cómo tu padre te tachó tu segundo nombre – dijo ella.
-
Comenzó
a sospechar algo de mi huida gracias a algunos comentarios de los oficiales que
me tenían como principal personaje – explicó. – Sus sospechas se vieron
confirmadas cuando, al contrario que el resto de nobles que habían participado
en la contienda, no regresé al hogar familiar cuando la victoria de la Alianza
donde se incluía nuestro país era ya un hecho – añadió.- Aunque le quedó un
resquicio de confianza y esperanza pensando que me había quedado para
participar en la batalla de Waterloo[14]. No obstante, éstas
desaparecieron cuando regresé bien entrado el mes de octubre y sin pena ni
gloria bien a inicios del mes de octubre de 1815 – agregó. – Y sin duda, el
golpe final vino de manos del capitán Halsted; quien aparte de ser uno de los
mejores y más íntimos amigos de mi padre, su obsesión, odio e inquina hacia mí
no se habían enfriado o desaparecido son el tiempo, sino que éstos se habían
incrementado sobre todo desde mi huida en Dresde – agregó. – Un dato
desconocido, que él se encargó de desvelar de manera pública delante de la
familia y de algunos de los más altos cargos políticos y militares de toda Gran
Bretaña, presentando pruebas que lo conformaban y refutaban, tales como mi
expediente, cobrándose con esto su venganza final, humillándome y haciéndome desaparecer de
manera total socialmente hablando a ojos de mi padre – concluyó.
-
¿Tu
padre te expulsó de casa y te quitó tu nombre delante de toda esa gente? –
preguntó realmente enfadada.
-
¿Y darle
esa satisfacción? – preguntó él. - ¡No! – exclamó. – No, no, no, no, no, no –
añadió y repitió mientras realizaba gestos de negación con la cabeza para
enfatizar y aportar credibilidad a su argumento. – Además, de que a mi padre
nunca le han gustado ni los escándalos ni dar la nota en público, así que
esperó a que todos los invitados se
fueran y mis hermanos se fueran a sus respectivas habitaciones o a conocer cómo
cambian las calles de Londres a horas intempestivas para hacerme pasar a su
despacho y allí mantener una “agradable conversación donde pudo despacharse
conmigo a gusto y decirme todo lo que pensaba acerca de mí – Confieso que todos
y cada uno de los golpes, malas palabras e insultos que recibí durante mi
estancia en el ejército y en la universidad de Leipzig me dolieron, pero ni la
más mínima parte de lo que me pudieron doler las palabras que me dijo mi padre
antes de anunciarme que por su parte ya no pertenecía a la familia Harper más y
tachaba mi segundo nombre. - El que nos puso él expresamente – recalcó. - Del
libro donde nos tenía a todos anotados – concluyó. – Ahí sí lloré – explicó.
-
¿Por qué
no le explicaste lo que acabas de contarme a mí? – preguntó ella, enfadada.
-
Cuando
lo más bonito y suave que te dice un padre es que merecías haber estado muerto
en la guerra ante tan vil acto de cobardía, desobediencia y deshonor familiar…
poco puedes decir para cambiar su opinión – explicó, aún afectado por lo dicho.
-
¿Y no
podías haber vuelto en unas fechas acordes al regreso del resto de nobles? – le
preguntó, como posibilidad.
-
Tenía…
tenía cosas que hacer allí – explicó titubeante.
“¿Cosas?” se
preguntó ella, con cierta incredulidad. “¿Qué tipo de cosas?” añadió. Sarah
maldijo su estupidez al preguntarse esas cuestiones de manera mental, cuando
podía aprovechar hoy, ese momento, para preguntarle acerca de todo lo que ella
quisiese pues Henry estaba especialmente comunicativo y se notaba una
barbaridad su necesidad extrema e imperiosa de hablar, comunicarse y
desahogarse sobre este tema en particular.
Iba a hacerlo,
cuando Henry le hizo una pregunta/proposición que provocó que perdiera
completamente el hilo de la conversación que hasta ese momento habían
mantenido.
-
¿Y bien?
– le preguntó. – Park, te conozco y sé que hay algo que te mueres por conocer
acerca de mí pero que tu prudencia y tu buena educación te lo han impedido
hasta ahora – añadió, viendo el gesto de desentendimiento que tenía en el
rostro ella en ese momento. – Creo que con lo que te he contado hoy te he dado
la suficiente confianza como para que me lo preguntes sin tapujos, así que por
favor, hazlo – dijo.
Sarah seguía sin
entender muy bien las palabras de Henry al respecto, aunque entonces recordó
las palabras que éste le había dicho a lo largo de su extensa, ilustrativa y
bastante relativa conversación; que Christian había dicho la verdad en toda su
versión.
Y hasta lo de ahora
era completamente cierto, aunque con bastantes, enormes y serios matices por
falta de información.
No obstante había un
tema de todos los que mencionó el día de Saint James Park que aún no habían
tocado: el referente a su prostitución.
¿Realmente pensaba
que iba a preguntarle acerca de algo así? ¿Ella? ¿En tan poca estima y
consideración la tenía como para creer que sería ella quien le preguntara por
otra más que probable dura etapa en su vida después de todo lo que le había
revelado hoy? ¿Es que no tenía suficiente ya?
-
Veo que
te vas acercando – anunció, sonriendo con enorme satisfacción. – Tu cara de
reprobación y de disgusto se va pareciendo enormemente a la que me había
imaginado que pondrías cuando llegases a la conclusión del tema de mi
prostitución – añadió. – Porque sí, Soledad, yo he ejercido la prostitución –
repitió. – Pero antes de que salgas corriendo, me odies y me repugnes de por
vida, me gustaría preguntarte una cosa que quizás pueda ayudarte a comprender
mejor esta parte de mi vida: ¿qué estarías dispuesta a hacer con tal de
sobrevivir? – le preguntó de manera enigmática, misteriosa y llena de acritud.
“¿Qué estaría
dispuesta a hacer para sobrevivir?” se preguntó Sarah mientras pensaba muy bien
cuál sería la respuesta que debía darle a Henry. Una respuesta para la cual
tendría que ponerse mínimamente en su pellejo; lo cual resultó un verdadero
fracaso y despropósito dado que fue incapaz. Sí, era cierto que ella había
tenido una vida dura y con muchos padecimientos, pero éstos eran minucias a la
hora de ser comparados con todo lo que Henry había pasado.
-
No sé… -
titubeó ella, insegura. – De todo, creo – añadió.
-
Quizás
haya una esperanza para ti después de todo… - dejó caer, mirándola divertido. Suspiró
hondamente antes de confesar: - Severa, tengo que decirte que no he sido
completamente sincero contigo en lo que a mi confesión se refiere – Estas
palabras provocaron que ella lo mirase ceñuda. – He omitido a propósito cierta
parte de la historia esperando a que tú me preguntaras por ella directamente –
explicó. – Y por ello, te pido disculpas – dijo realmente arrepentido. – Ahora
vas a escuchar la historia completas sin cortes u omisiones a propósito desde
que huí de Dresde hasta que me instalé por completo en Leipzig – anunció,
captando por segunda vez la completa atención de quien le escuchaba. – como
bien sabes, me perdí entre la frondosa vegetación centroeuropea y dado que no
era la estación más idónea para recorrer dichos caminos, pronto me vi aún más
debilitado si cabe, falto de alimento y bebida. Por no hablar de que comenzó a
hacer un frío de mil demonios que inmovilizaba mis piernas y provocaba el
descenso de mi temperatura corporal considerablemente. Aún así, era
perfectamente consciente de que debía continuar moviéndome porque en el
instante en que me parase acabaría quedándome dormido y muriendo congelado. La
muerte dulce, dicen – dejó caer, sonriendo. – Aunque en mi caso no sería nada
dulce. Por eso mismo, no podía quedarme quieto ni un instante, aunque debido a
mi estado de debilidad corporal, a más me movía más hambre y sed sentía y más
me agotaba, entrando con ello en un eterno círculo vicioso. Tras aguantar a
duras penas durante dos meses desnutrido, deshidratado y sin apenas
resistencia, sí que creí que iba a morir abandonado como un perro y lejos del
hogar familiar – confesó y a Sarah volvieron a escapársele lagrimillas de
tristeza. – Pero parece ser que debo caer bien a alguien de ahí arriba o que es
cierta la creencia popular de que bicho malo nunca muere porque justos pasados
dos meses, caminando muerto en vida y sin ver lo que había delante de mí, caí
rodando por un terraplén y aterricé en un camino de grava nevado justo antes de
que pasase por allí por casualidad un carruaje del que descendió un cochero –
añadió. – Ese fue el último recuerdo que tengo antes de abrir los ojos varias
semanas en una cama perfectamente cómoda y confortable en la ciudad de Leipzig.
En casa de la marquesa viuda de Brettenfield, según pudo informarme la propia
mujer y mucho más recuperado y fuerte – Incapaz de creer mi buena suerte pensé
que por fin mi sino había cambiado – añadió. - ¡Idiota! – se insultó a sí mismo
en voz alta. – Vi venir al capitán y conocía a mi padre de siempre pero la
marquesa resultó ser la peor de todas. - ¿Por qué te preguntarás? – le
preguntó. – Porque me engaño, proporcionándome la comida, bebidas y recursos
necesarios hasta que me recuperé por completo para después cobrármelo…en carne
– explicó. – Cierto es que desde el primer momento noté y sentí sus miradas
llenas de lascivia y deseo hacia mí – dijo. – En otras palabras, llevaba
escrita la palabra SEXO en la frente – aclaró. – Lo que no me imaginé fue hasta
el punto el que llegaría su obsesión hacia mí – se lamentó. – Su venganza y
estrategia tan maquiavélicamente pensada comenzó en quitarme de repente sus
privilegios hacia mí, explicándome qué era lo que tenía que hacer si quería
conseguirlo. Obviamente, me negué en rotundo desde el principio. E incluso me
planteé escapar… para ser consciente con horror después de que me había
encerrado – Estaba encerrado en un palacio. Era el príncipe de la jaula de oro.
O en mi caso, el marqués – apostilló, con lamento. – No obstante, nuevamente la
necesidad me apretó y acabé claudicando, primero por la comida y más tarde,
poco a poco por todas y cada una de las cosas que me había arrebatado, aunque
por otra parte eran suyas y obviamente, no fueron mis mejores actuaciones en
ese terreno – explicó. – Claro que ¿qué tipo de resistencia iba a tener si
apenas tenía fuerzas? – le preguntó. – Park, no te haces una idea de lo sucio
que me sentí la primera vez que lo hice. Tardé tanto en restregarme con la
esponja y el estropajo, lavándome con lejía que me hice sangre y la comida se
me quedó fría – añadió. – Ahí comenzó el calvario para mí – le anunció. – Día a
día tenía que cumplir con sus favores sexuales si quería llevarme algo a la
boca o, simplemente caminar por el jardín – añadió. – Pero no solo eso, sino
que además debieron de gustarle tanto
mis destrezas en ese terreno que, acabó recomendándome a su círculo más
íntimo de amigas nobles – concluyó. – Y así fue cómo me convertí en el
acompañante público, juguete y mascota
sexual conjunta de ese grupo de mujeres – anunció, dejando a Sarah estupefacta.
- ¡Oh! No te preocupes – la tranquilizó. – Gracias a “mi nueva condición”
recuperé mi libertad perdida y, aunque e escandalice o suene muy dramático,
conseguí el dinero suficiente como para poder ingresar en la universidad y
continuar mis estudios universitarios; los cuales concluí antes de tiempo-
expresó con orgullo. - Y gracias a la intervención y complicidad de Albert,
pude sacar mis cosas de casa de la marquesa loca y trasladarme a vivir con él
en una casa de uno de los barrios más humildes de Leipzig – continuó. – Por
supuesto, mi abandono, no gustó mucho a las mujeres del grupo -. – E incluso,
la marquesa se suicidó, abatida por mi abandono y yo fui acusado de su muerte –
concluyó, sin ningún tipo de lástima o rastro de sentimiento en su expresión
facial.
-
¿Encima?
– bufó, enfadada poniéndose en pie. - ¡Me parece indignante y el colmo! –
exclamó, sentándose de inmediato al descubrir que todo el mundo la miraba. -
¿Cómo permaneciste allí? – preguntó.
-
Es
curioso lo que hace el dejarse barba, raparse al cero y usar ropas lo peor
confeccionadas posible hacen en el aspecto físico de una persona – le
respondió. – Paseaba a diario por delante de ellas jugándome mi propio pellejo
y no me reconocían – añadió, riendo
malicioso.
-
Pero hay
algo que no me ha quedado claro – estableció, confusa y mirándole con
extrañeza. – Dices que conseguiste concluir la carrera antes de tiempo en
Leipzig – añadió. – E incluso conseguiste escapar del círculo de mujeres
maduras viciosas sexualmente hablando y ser autónomo económicamente hablando –
agregó, inevitablemente furiosa. Henry asintió. – Entonces ¿por qué continuaste
allí? –preguntó.
Henry iba a
explicárselo todo de una buena vez por todas, pero… justo en ese momento, se
acercó un hombre a quien no le importó su cercanía con la ventana para hablar
con él.
-
¡Oh! –
exclamó, el aludido volviéndose hacia él. – Hallo! Freidrik – respondió
él. – Wie geht’s?[16] – le preguntó.
-
Bien,
esta semana solo por las tardes y justo después de comer – explicó. – Tenemos
muchas cosas que hacer si queremos casar el caso – añadió, sin ser consciente
de la presencia de Sarah allí.
-
¿Caso? –
le preguntó. - ¿Qué caso? – quiso saber. - ¿Medicina? – se aventuró.
-
Nein –
exclamó Freidrik con una franca risotada. – Henry ist mein aswalt – añadió.
-
Freidrik,
no te entiende – explicó, entre susurros. – Acaba de decirte que soy su abogado
– le explicó.
-
¿Abogado?
– gritó. – Pero ¿tú no eras médico? – añadió, frunciendo tanto el entrecejo que
dos arrugas muy profundas surcaron su frente.
-
Sí a
ambos – respondió, con una enorme sonrisa de superioridad en su rostro.
Freidrik sabía
cuándo su presencia estaba de más. Y esta era una de esas ocasiones, así que
por eso, se despidió de su abogado con un fuerte apretón de manos y unas palmadas
en la espalda antes de volver a dejarles solos.
Cuando Henry volvió
a mirar a Sarah, ésta aun continuaba con la boca abierta y la ceja enarcada.
-
Eres
abogado – repitió, señalándole con el dedo índice.
-
Sí –
respondió y repitió él, igual de sonriente que antes.
-
No
puedes ser abogado – dijo, vehemente.
-
¿Por qué
no? – preguntó él confuso, aunque divertido.
-
Porque…
– titubeó con la voz temblorosa. –Porque… - volvió a titubear. – Si eres
abogado como dices, ¿por qué entonces tu familia se gastó una pequeña fortuna
en la contratación de un abogado en el caso por acusación de un robo contra tu
hermana? – le preguntó. El silencio de Henry le proporcionó la respuesta. - ¡Ay
Dios mío! – musitó mirándole con los ojos fuera de sus órbitas. – No lo saben –
añadió, estableciéndolo. - ¿No lo saben?
- le preguntó pasado un instante para confirmar su teoría y
presentimiento al respecto.
-
Todo el
mundo tiene secretos Park – le respondió.
-
Sí Henry
– concedió ella. - ¡Pero tú tienes demasiados! – exclamó enfadada. “¡Y los guardas
para ti!” añadió, mordiéndose el labio por lo injusta de su situación.
-
Ése era
uno de los motivos por los cuales permanecí en Leipzig más tiempo, Park. La
finalización de mi segunda carrera universitaria – añadió. – Además, de que
cuando finalicé allí, no regresé a Gran Bretaña directamente porque antes tenía
una deuda que saldar con una población y con mi propia conciencia – explicó.
-
¿No
estarás diciéndome que…? – inició.
-
Así es
Park, regresé a Cariño – explicó. – Fui a ponerle flores a la tumba de la chica
de la que fui responsable de su muerte – añadió. – Y para mi total sorpresa, en
cuanto puse un pie en el pueblo después de haber transcurrido tantos años y a
mi cambio de ropa por uno más informal, la madre de Manuela, que así se llamaba
la chica, me reconoció enseguida y llorando desconsoladamente se abrazó a mí –
dijo. – La verdad es que no entendí muy bien el por qué, ya que la mujer murió,
aunque pronto lo comprendí: la otra chica que huyó también era su hija y
gracias a mí consiguió salvarse – agregó. – Me lo explicó ella misma, siendo
incluso más efusiva que su madre por muy embarazada de nueve meses que
estuviese – incidió. – Gracias a ambas, supe que el hombre maduro era el marido
como sospeché y que el joven no era su hermano, sino su novio de aquel entonces
y en ese momento su marido. Fue tal el impacto, alegría o la conjunción de
varios sentimientos que, se le adelantó el parto. – Ése fue el primer pacto que
asistí – explicó, lleno de orgullo. – Una niña – apostilló. – Henrietta en mi
honor – concluyó, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro. – No era
mi intención quedarme más tiempo pero… - inició. – Acabé quedándome una
temporada allí y con mis conocimientos médicos y legales intenté recomponer,
sustituir y suplir el equilibrio que los destrozos que mi tropa había causado y
yo… recuperé el amor por mí mismo viéndome recompensado con creces por su ayuda
desinteresada y por los gestos de agradecimiento, favor y cariño que los
residentes en el pueblo me mostraron – concluyó.
Henry concluyó ya
definitivamente la historia y la versión de los hechos acerca de su vida cuando
volvió a mirar a Sarah. Levantó la mirada hacia ella y la encontró llorando
desconsoladamente, lo cual creó confusión en él.
-
Park
¿por qué lloras? – le preguntó.
-
No estoy
llorando – respondió ella, y sus lágrimas brotaron con más intensidad.
-
Pues lo
parece realmente – agregó con suavidad.
-
¡Que no estoy llorando! – exclamó nuevamente
llorando, esta vez de forma más sonora sonándose los mocos con la servilleta.
-
¡Park! –
repitió, levantándose y estrechándola entre sus brazos. – No llores – repitió.
– No merece la pena – añadió. – Además, eso sucedió hace mucho tiempo y ya casi
lo tengo superado por completo – le aseguró, dándole un beso en la nariz.
Beso que no solo le
calmó, sino que provocó que el torrente de sus lágrimas fuera más patente.
Ahora la historia
que le relató acerca de su hermano le parecía absoluta y totalmente cierta.
Y esta también. En
otras palabras, le creía.
Creía todas y cada
una de las palabras que había pronunciado esa tarde. Por encima y delante de la
versión de Christian; quien no sabía ni la mitad de todo lo que le había
ocurrido.
¿Cómo era posible?
¿Cómo era posible
que hubiera aguantado todo lo malo que le había sucedido sin derrumbarse? ¿Había
pasado alguna vez por su mente la idea del suicidio? Probablemente sí.
Y encima estaba
prácticamente solo…
Con escasos amigos,
relación estrecha con solo dos de sus cuatro hermanos y…siendo enviado al
ostracismo público familiar. ¿Qué fue del amor incondicional paterno filial?
Había desaparecido con los Harper, al parecer.
Lo odiaba.
Pero aún odiaba más
a los conspiradores en la sombra: la marquesa de Leipzig y, especialmente al
capitán del ejército.
Sabía de oídas de
sus métodos no eran los más habituales pero… no hasta ese punto.
¿Cómo podía haber
matado de una manera tan salvaje y cruel a una pobre mujer indefensa?
¿Realmente era capaz de dormir por las noches? ¿Su conciencia se lo permitía?
Era tal la
intensidad de sentimientos negativos que sentía hacia esas tres personas en
particular que ni siquiera capaz de ponerle un nombre. Estaba abrumada ante
tanta información y datos desconocidos de Henry.
Lloraba de rabia e
impotencia por la injusticia de su situación, no por lástima como el podía
pensar en un principio.
Una cosa estaba
clara: que no osaran plantarse ante ella. O ni siquiera estar aún en el mismo
habitáculo que los dos últimos porque… porque… no respondía de sí. Es más,
conocerían una parte desconocida de su carácter que incluso a ella mismo le
costaba sacar a relucir.
Henry necesitaba a
alguien a su lado que no le juzgase, ni se burlase y que confiase plenamente en
él. En otras palabras, una amiga.
Una amiga con la que
compartir risas, charlas, anécdotas y situaciones.
Justo tal y como
ellos lo habían hecho hoy.
Una amiga.
Pero no cualquier
amiga, ella.
Por eso, con una
resolución de la que había carecido en toda su vida, afirmó rotunda:
-
Yo
quiero ser tu ayudante – y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
-
¿Cómo? –
preguntó Henry escupiendo el café que tenía en la boca; no porque estuviera
malo o frío (que también) sino por la sorpresa mayúscula que la resolución y
pronunciación con la que lo pronunció.
-
Que
quiero ser tu ayudante – repitió ella con tranquilidad. - ¿Tienes algo en
contra? –preguntó, ligeramente envarada.
-
En
absoluto – negó. – Opino que cada persona puede ser lo que quiera si pone un
especial empeño en él – añadió. – Tan solo se necesita poner gran empeño y
lucha con todas sus fuerzas por conseguirlo – concluyó. – Tienes ante ti la
prueba viviente de ello – repitió la frase autoseñalándose con la mano, de
manera exacta e igual a la que la había pronunciado la vez anterior. – Pero mi
pregunta es ¿no temes qué es lo que tiene que decir tu mentor y eterno
enamorado Christian al respecto? – le preguntó con rin tintín.
-
No tiene
por qué enterarse – le dijo cómplice, con un encogimiento de hombros. – Y no es
porque me avergüence de ti – le advirtió, añadiendo inmediatamente esta frase a
la conversación, siendo consciente de que no era la más adecuada e indicada
después de todos sus avatares vitales. – Además no me importa si se entera o no
porque ¿sabes? – le preguntó. – Te creo Henry – le dijo. – Te escojo a ti –
agregó, mirándole directamente a los ojos. – A ti – repitió para grabar esta
frase en su mente. – Y por eso mismo, dado que no se ha preocupado por mí antes
y veo bastante improbable que vaya a comenzar a hacerlo ahora, soy una mujer
autosuficiente que hace lo que quiere – le informó. – Y lo que quiero hacer es
ayudarte – anunció, con rotundidad y solemnidad. – Puede que seas un vago o un
hombre sin honor a ojos de los demás – inició a advertirle. – Pero… Doble H, me
gusta estar contigo – confesó sonriéndole de manera sincera.
“Ich liebe dich”[18] pensó Henry, ya que
ninguna palabra de las existentes en el extenso vocabulario de los tres idiomas
con los que Henry contaba era incapaz de describir el grado de felicidad que la
última de las frases que Sarah pronunció, causaron en Henry.
[1]
N. AUT: Licencia artística. Sí que existió un Cofee Palace en la Isla de los
Perros donde se indica en la historia, pero éste no se estableció allí hasta el
año 1883. El resto de datos son ciertos.
[2]
Cambridge: La segunda universidad
británica más antigua en su fundación, en 1209 por académicos que huyeron de
Oxford tras una trifulca allí. En 1231, el rey Eduardo III les concedió el monopolio
de enseñanza en ese lugar.
[3]
Saint Andrews: Universidad ubicada
en el pueblo escocés de nombre homónimo fundada en el siglo XV, siendo la más
antigua del país.
[4]
N. Aut: En realidad, dicha batalla se produjo un año antes, en 1805 pero es una
licencia literaria para que cuadren las fechas de la entrada y estancia de
Henry en Saint Andrews.
[5]
Batalla de Ortegal: Batalla naval
producida el 4 de noviembre de 1805 cerca del cabo gallego de Ortegal y que
también supuso una aplastante victoria para el bando británico.
[6]
Batalla de Trafalgar: Batalla naval
producida el 21 de octubre de 1805 cerca del cabo de Trafalgar en Cádiz y que
supuso una aplastante y contundente victoria para el bando inglés.
[7]
Plymouth: Ciudad del condado de
Devon, situada en el sudoeste británico y que cuenta con uno de los puertos
naturales más espectaculares del mundo.
[8]
Mayflower: Nombre del barco que en
1620 trasladó a los peregrinos desde Plymouth al Nuevo Mundo. Los puritanos
eran una escisión del protestantismo, aún más radicales que los calvinistas.
[9]
Derecho de pernada: Derecho medieval
que otorgaba a los señores feudales medievales la potestad de costarse con las
mujeres en la noche de bodas, robándole su virginidad en consecuencia.
[10]
Mesalina: Valeria Mesalina fue la
tercera mujer del emperador romano Claudio, su tío. Ha pasado a la historia por
su belleza y su fama de seductora. Incluso el poeta Juvenal recogió que se
hacía pasar por prostituta en el peligroso barrio de la Subura romana con el
apodo de Lycisca y organizaba orgías y ritos paganos. Uno de sus episodios más
famosos se produjo cuando retó a Escila, otra de las prostitutas más famosas de
la ciudad eterna, para ver quién era capaz de acostarse con más hombres en una
sola noche. Escila “solo” aguantó 25. Mesalina en cambio se dice que llegó a
los 200.
Cuando esto llegó a oídos de Escila, dijo “Esta
infeliz tiene la concha de oro”
Fue asesinada decapitada por la espada de un
centurión, al ser incapaz ella misma de cumplir la orden de suicidio que su
esposo le había hecho llegar.
[11]
N. Aut: El personaje del capitán Halsted y el cargo que ocupan son reales,
desconozco si cometió algunos de los hechos y acciones terribles que indico en
el capítulo.
[12]
Intocable: O dalit es una casta
inferior del hinduismo también conocida como parias o Chandalass en India,
Bangladesh, Pakistán y Nepal.
[13]
Batalla del bosque de Teutoburgo:
Batalla producida en el bosque de la localidad romana de Teutoburgo,
identificada hoy con Onsbrück en la baja Sajonia alemana. En dicha batalla se
enfrentaron una coalición de pueblos germanos liderados por los queruscos y su líder
Arminio y las legiones romanas número 16, 17 y 18 bajo el mando de Publio
Quintilio Varo, gobernador de la Germania Magna en el año 9 d. C. En dicha
batalla Arminio, engañó a las tropas romanas hacia dicho bosque donde los germanos
les tendieron una emboscada y causaron tal número de bajas que provocaron el
suicidio del propio Varo ante la derrota y que desde ese momento, ninguna
legión tuviese y repitiese esos números.
[14]
Batalla de Waterloo: Batalla
producida el 18 de junio de 1815 y que enfrentó en la localidad belga de
Waterloo y que enfrentaron a las tropas francesas lideradas por Napoleón y a
una coalición de tropas inglesas, holandesas y alemanas lideradas por el duque
de Wellington y por el duque von Blücher y que concluyó con la retirada y
posterior derrota del ejército francés.
[15]
Perdón en alemán o prusiano de aquella época.
[16]
¿Qué tal? En alemán o prusiano de aquella época
[17]
Bien, gracias en alemán o prusiano de aquella época.
[18]
Te quiero en alemán
PERO Q CAB... HIJO DE P.... MAM.... SI LE COJO NO SE LO Q LE HAGO AL SALVAJE MAL NACIDO Q SI LE COJO LE CORTO LOS HUEVOS DE CUAJO Y ME HAGO UN COLLAR CON SUS HUEVOS ESO SI A TORTURA Q LE HARIA AL SINVERGÜENZA HIJO DE MALA MADRE DEL CAPITAN Q LE COGIA LOS HUEVOS CON UN HIERRO CANDENTE SE LOS RETORCERIA Y LUEGO LE METERIA UN PALO POR EL CULO ESO SI A HIERRO CANDENTE PARA Q LE DOLIERA MAS AUN COMO HIZO CON LAS POBRES CHICAS ESPAÑOLAS MAL NACIDO Q ME PONGO EN MODO ESTEBANEITOR Y UFF SUJETADME Q ME LO COMO Y BUENO A LA VIEJA ESA ASQUEROSA DE LA MARQUESA ALEMANA LA COGIA Y LA REVENTABA PERO COMO TIENE A ESTE POBRE HOMBRE ASI COMO¿?
ResponderEliminarDIOS CHIN PERO QUE VIDA MAS MALA Y TRAUMATICA HA TENIDO ESTE POBRE CHICO JOE ES Q MADRE MIA EL POBRE TODO LO QUE HA PASADO POR LA VIDA Y BUENO EL MOMENTO DE LA PIERNA DE LA CICATRIZ ES Q ME HA DOLIDO HAAASTA A MI DIOS QUE GANAS DE COGERLE SACARLE DE LA CAFETERIA LLEVARMELO A CASA Y DARLE UN BUEN ARRUMACO Y CUIDARLO PARA SIEMPRE
DESDE LUEGO LA GENTE Q DESAGRADECIDA Y MALA PUEDE SER ESTOY INDIGNADA HH NO SE MERECE EL TRATO Q LE DIERON NO SEÑOR ES UN HEROE CON TODAS LAS LETRAS Y TILDES DE LA PALABRA VAMOS Q SALVO HIZO BN PERO LA PALIZA Q LE DIERON NO TIENE NOMBRE Y LUEGO EL MUY HIJO DE P.... XQ SOY SEÑORITA PERO MEDIO ESTEBANEITOR ESTOY XQ LOS COJO Y LOS REVIENTO A TODOS POR DIOS Q SALVAJISMO HAY POR EL MUNDO INDIGNADISIMA EL CACHO PAN Q ES ESTE CHICO NO SE MERECE ESE TRATO DIOS MIO
CREO Q ME HE PERDIDO EN LO QUE ESTABA DICIENDO EN MI DISERTACION PERO TOY INDIGNADISIMA
DIOS CUANDO HE DESCUBIERTO LO DE ALBERT ME HE QUEDADO A CUADRITOS PERO COSA MALA TEOLOGO VENGA YA SI NO LO APARENTA JOE CON ALBERT ES UNA CAJITA DE SORPRESAS ESTE CHICO SI ME HA SORPRENDIDO PARA BN
Y LA OPINION HACIA EL INNOMBRABLE ES LA MISMA NO HA CAMBIADO NADA DE NADA ES UN EGOISTA E HIJO DE MALA MADRE X ENVIDIOSO
MAS COSAS GENIAL EL MOMENTO EN LA CAFETERIA CON LA CAMARERA DIOS Q ENAMORAITO ESTA DE SARAH JOLIN QUIERO CARNACA YAA DE ESTOS DOS XQ LO ESTAN DESEANDO Y YO TAMBN
MAS COSAS ME ENCANTA Q HH SEA MEDICO Y ABOGADO DI Q SI RESTRIEGA POR LA CARA LAS COSAS A AQUELLOS QUE TE HICIERON MAL Y Q SE BURLARON DE TI HURRA POR HH
MAS COSAS EL RATO DE CONTARLE LAA Hª HE PADECIDO EN MIS CARNES LOS HORRORES DE ELLAS Y EL DE HH Q MAL RATO HE PASADO
PERO DIOS Q PRECIOSIDAD DE FINAL HE LLORADO INCLUSIVE Y TODO DIOS Q OJIPLATISMO MAS GRANDE HE DESARROLLADO JOLIN YO QUIERO UN HH COMO EL DONDE PUEDO ENCONTRAR A UNO AL QUE APUTURRAR DONDE DIOS Q GANAS DE DAARLE UN PEAZO BESO MAADRE MIA
Y EL MOMENTO SARAH A LA MIERDA EL INNOMBRABLE ME QUEDO CONTIGO XQ QUIERO SER TU AYUDANTE Y TU AMIGA O MAS QUE AMIGA (ESTO LO AÑADO YO) HA SIDO PRECIOSISIMO
Y ME HA GUSTADO CUANDO SARAH SE HA QUEDADO A CUADROS COMO YO LO HE HECHO CUANDO EL ALEMAN SE LE HA ACERCADO Y LE HA DICHO QUE ES SI ABOGADO HA SIDO MU GRACIOSO Q TU ERES LETRADO JAJA ME HA HECHO GRACIA Y
BUENO BUENO BUENO EL MOMENTAZO FINAL DEL TE QUIERO EN ALEMAN DE HH A SARAH AHI SI Q ME HAS MATADO Y HE CAIDO A TUS PIES CHIN A TUS PIES AHI ME HAS ROTO DIOS Q PRECIOSIDAD DE DECLARACION Y Q PENITA Q SARAH NO LO ENTIENDA PERO YO SI Q LO HE PILLADO AAAIIISS (CORAZONES SALIENDO DE LOS OJOS) Q PRECIOSIDAD DE HOMBRE
Y DIOS Q GANAS DE CARNACA YAA HOMBRE Q ES UN BLANDO Y CHICO NO TE MENOSPRECIES Q VALES MUCHO MAS Q EL INNOMBRABLE Y MUCHOS HOMBRES JUNTOS EEE AMOS Q ME PONGO EN ESTEBANEITOR Y ACABO CON TO QUISQUI EEEE
HE DICHO
Dios... yo iba a comentar aquí cosas, pero es que Car me ha acojonado XDXD Sigo asimilando todo esto, como la pobre de Sarah! :) A ver, este hombre lo ha pasado mal noooo, fataaaaaal, definitivamente te da para hacer un libro solo con su vida, hija miaaaaa que manera de sufrir el mi pobre. He llorado, solo un poquitin, pero me parece superfuerte muchas cosas y me parecen que estan muy bien escritas y transmitidas, aunque no creas que puedes transmitir sentimientos si que lo haces :) Me has tenido durante todo el capítulo con alma en vilo, espero que algun dia la familia de Henry sepa la verdad, pq no se merece que le vuelvan la espalda de esa manera despues de todo por lo que ha pasado. Va de duro por la vida y al final es un luchador nato, no un chulito como parece ser, que tambien XD pero vamos... que esta claro que es su manera de protegerse y eso le da un punto sexy muy mono :) Pero cuando se le conoce, se ve como es realmente y eso me gusta mucho :) No todo es lo que parece :) Y bueno... me has dejado al final con una sonrisa de tonta y suspirando. A ver cuando pasa algo entre estos dos, algo que sea muuuyyyy dulce y tierno!! :)
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