CAPÍTULO XXV
Adiós
Christian
Con esta era ya la
tercera noche que Sarah no dormía bien.
No por falta de
ganas, empeño e interés en la realización de esta actividad de descanso; pues
ella era la más interesada en que su cuerpo estuviese descansado.
De hecho, conseguía
dormir bien una parte de la noche.
Pero en torno a las
tres de la madrugada se despertaba sobresaltada después de unas horribles
pesadillas; las cuales nunca recordaba con exactitud o al mínimo detalle, pero
que siempre la hacían llorar.
Ninguna del resto de
las chicas entendía a qué podía ser debido, ya que no estaba enferma. Aunque, a punto estuvo de fingir una
enfermedad para conseguir que Henry viniera a realizarle una consulta; pues así
tendría la ocasión más propicia para poder charlar sin temor a ser
interrumpidos, al calor y la privacidad de su apartamento.
Sin duda era muy
buena idea… hasta que recordó que por antigüedad y estrecha relación de amistad
con miss Anchor, sería el doctor Phillips y no Henry el encargado de explorarla
y ése no era el doctor que ella quería en estos momentos.
De hecho, ella tenía
una teoría al respecto, explicativa de sus pesadillas: en su opinión, las
pesadillas no eran sino un recordatorio horrible de su conciencia; la cual se
burlaba y le reprochaba a la vez la estupidez tan absoluta que había cometido
al dejar escapar a un hombre tan magnífico como Henry.
Afortunadamente para
ella, no estaba sola pasando por este mal trago y estado depresivo: tenía a
Eden. Una Eden a la que había hecho partícipe de forma no deseada por ella.
Misma Eden a la que
iba a visitar cuando las pesadillas la visitaban y le provocaban temor por
volver a dormirse; acción que conseguía realizar aunque mucho tiempo después.
Esa Eden a la que despertaba e interrumpía su sueño con esta acción.
Por eso mismo, la
primera reacción y acogida a sus visitas no era especialmente agradable: de
hecho, refunfuñaba, protestaba y la mandaba a lugares que ninguna mujer debería
pronunciar con tanta ligereza; por muy enfadada que estuviera. No obstante, siempre terminaba por acogerla
sin hacerle preguntas al respecto y le hacía un hueco en su cama para que
durmiese con ella.
Por su comprensión y
todas estas acciones, Sarah se prometió a sí misma que si en algún momento Eden
tenía problemas con su novio Albert o con cualquier otro (“cosa que parecía no
suceder nunca” pensó con fastidio), ella le prestaría el mismo tipo de ayuda.
Además de ejercer
como su madre nocturna, Sarah decidió hacer partícipe a Eden de la totalidad de
su mísera historia contándosela. Eso sí, no de forma directa. En otras
palabras, se valió de artimañas literarias atribuyéndole su experiencia
personal a Lauren Sunbright inventándose que era otra de las historias que
publicaba en el periódico por folletines, agradeciendo que Eden no fuese una
mujer que siguiese las modas o costumbres imperantes y que no se hubiera
enganchado a los capítulos semanales que publicaba esta buena (y mala a su vez)
mujer en The Chronichle.
Así Eden, conoció la
historia de Selene; una mujer que había creído querer durante toda su vida a
Christopher… hasta que conoció a Harry. (De acuerdo, los nombres dejaban
bastante que desear en cuanto a su originalidad y se parecían bastante a los de
los personajes en los que estaban basados pero… ella nunca había tenido mucha
imaginación. Además de que sus neuronas no estaban muy activas en ese momento).
Un Harry quien la descolocó y rompió todos sus esquemas desde su primer
encuentro. Es más, este Harry fue quien hizo que se diera cuenta de quién era y
lo que quería realmente en la vida. Y por ello, Selene se había ido poco a poco
enamorando de él sin ser consciente de ello. Solo se dio cuenta del hecho
después de haberlo perdido.
Cuando Eden quiso
saber cómo la protagonista había resuelto el embrollo, Sarah le explicó que la
autora tenía un bloqueo mental y que no sabía cómo continuar. Y así se lo había
hecho saber a sus lectoras. Hecho que era cierto, solo que en realidad la
autora era ella y las lectoras se concentraban en la persona de Eden.
Fue la propia Eden
quien, de hecho, le proporcionó la solución a su problema en un comentario que
pronunció de forma inconsciente y como quien no quiere la cosa enfadada con
Lauren Sunbright por no dar una solución a este problema y concluir la historia
cuando, en realidad era muy simple.
Era tan simple a
ojos de Eden que tomó a Sarah como referencia para explicarlo.
En su opinión, lo
que Selene debía hacer era lo que ella había hecho días atrás con sus regalos
de cumpleaños: se había desprendido de la pluma estilográfica que aunque
lujosa, parecía no haberle gustado mucho y por eso la tiró cuando se cayó y
permanecía ahora perfectamente guardada en el cajón de escritorio donde había
guardado los dibujos de los gemelos Crawford y escogió al estetoscopio como el
regalo que más le había gustado; el cual por ello enseñaba a todo el mundo
orgullosa y no se separaba de él ni a sol ni a sombra.
-
Ni siquiera
a la hora de irse a dormir - recalcó,
creando vergüenza en Sarah; pues era cierto.
Dicho de otra manera
y mucho más propia de Eden: debía agarrar al toro por los cuernos. O utilizando
un ejemplo más cercano; debía agarrar al foneidoscopio con las orejas.
Las sabias palabras
de Eden sirvieron de revulsivo y de despertador para su inactiva mente.
Tenía razón.
Lo que ella debía
realizar ahora de manera consciente y voluntaria era exactamente la misma
acción que realizó como acto reflejo e inconsciente el día de su cumpleaños.
Debía tirar a la
pluma estilográfica y enganchar al foneidoscopio.
Debía decirle adiós
a Christian en el sentido romántico de su relación para decirle hola a Henry
sin perder más tiempo.
Y eso precisamente
fue lo que hizo.
Para total
perplejidad de Eden; sobre todo por las horas que eran (faltaba muy poco para
la hora de comer) Sarah se levantó llena de energía del sillón donde ambas
sentadas y afirmó rotunda que iba a salir sin dar ni aportar ningún tipo de
información más.
Fruto de las
repetidas visitas producidas a casa de Christian durante seis años y sobre
todo, porque era bastante rutinario, Sarah no tuvo ningún tipo de problema e
inconveniente tanto de acceso al interior de la casa como al hallazgo y
búsqueda de Christian en ella: estaba en el despacho, trabajando en sus
ejercicios matemáticos.
Corrección; estaba
trabajando muy concentrado en sus ejercicios matemáticos.
De hecho, estaba tan
concentrado escribiendo, tachando y trabajando en ellos que ni siquiera fue
consciente del momento exacto en que ella accedió al interior del mismo; aunque
bien es cierto por otra parte que fue muy sigilosa al entrar.
Le gustaba observar
a Christian enfrascado en su trabajo.
Siempre le había
gustado.
Era la
representación y expresión máxima de la diligencia, el esfuerzo y la
concentración. De hecho, emitía con tanta fuerza dichos sentimientos que los
transmitía y compartía con los que estaban a su alrededor. Y por eso, cuando
era ella quien le corregía los artículos ante la baja de Penélope o cuando era
ella misma quien tenía que escribirlo como George Iron Pounches, trabajaba
mucho mejor si lo tenía cerca.
No obstante, en su
opinión se había pasado de concentración y aislamiento del mundo en esta
ocasión. Había alcanzado nuevos y desconocidos niveles en lo que a la
concentración se refería, ya que llevaba un buen rato en el interior de su
despacho y él ni siquiera se había percatado de su presencia. Y no porque
estuviese en silencio; que lo estaba sino porque el excesivamente dulzón
perfume con el que le había rociado Eden y que según ella contenía feromonas
que atraían a los hombres había triplicado la intensidad del mismo al estar en
un espacio cerrado tan pequeño. Además, resultaba bastante obvio que no había
salido en varios días de allí nada más que para ejecutar sus labores
excretoras, según pudo comprobar al descubrir apilados varios platos, vasos y
cubiertos en una banqueta bajo el
ventanal.
Cuando Sarah se
estaba preguntando cuándo sería el momento exacto en que se daría cuenta de que
ella estaba allí; Christian (como Henry días antes) pareció haberle leído el
pensamiento (o puede que estuviera pensando otra vez en voz demasiado alta) y
levantó la mirada de los numerosos papeles que cubrían su escritorio para
descubrirla allí, junto a la puerta.
-
Sarah –
musitó sorprendido frotándose la vista. - ¿Quieres algo? – le preguntó confuso,
porque no recordaba haberla llamado para ningún artículo de Christina. -
¿Sucede algo importante? – añadió, reclinándose sobre su sillón concediendo un
respiro a su frenética y llena de operaciones matemáticas, mente.
-
Eh… sí –
titubeó mientras caminaba varios pasos hacia delante. – Mi cumpleaños –
confesó, maldiciendo al instante su estupidez porque en ningún momento quiso
decir eso.
-
¡Oh! –
exclamó Christian, apenado mientras se ponía en pie con los brazos extendidos.
– Muchas felicid… - añadió.
-
Fue hace
varios días – le cortó Sarah.
-
No te he
comprado nada – confesó Christian mientras volvía a sentarse y ponía sus brazos
sobre el escritorio.
Sarah sospechaba que
eso había sucedido.
Estaba hecha a la
idea después de tantos años, pero aún así no pudo evitar que este desplante y
olvido de Christian hacia ella le doliese y decepcionase a partes iguales. Eso
sí, en un grado mucho menor del que se había imaginado.
Esta reacción no
vino sino a confirmar lo que ella había descubierto recientemente: que no
estaba enamorada de Christian.
No podía afirmar que
nunca desde que lo conocía hubiera estado enamorada de él, pues sería mentira.
Estaba segura que en algún punto de esos seis años, sintió algo de forma
romántica hacia él. Sin embargo, también en algún momento durante esos seis
años, el amor se convirtió en amistad y sobre todo, respeto. Lo que ocurría es
que ella se había habituado a la comodidad que prefirió la idea de permanecer a
la espera de que Christian le confesase sus sentimientos que moverse y salir a
buscar al hombre más adecuado para ella.
¡Cuánto tiempo había
desperdiciado!
Afortunadamente, ya
había dado con ese hombre: Henry Harper.
Y no pensaba
desperdiciar mucho tiempo más con otras cosas.
-
¿Son
suficientes veinte libras? – preguntó, sacando un billete de color violeta y
agarrarlo con dos dedos, orientándolo en su dirección.
-
¿Cómo? –
preguntó ella aturdida y parpadeando varias veces, pues había estado tan
concentrada en su hilo de pensamientos que apenas había prestado a lo que
Christian había dicho o hecho.
-
¿Veinte
libras o más para que te compres un regalo de mi parte? – preguntó, repitiendo
más o menos las palabras que antes había dicho.
Sarah bufó y resopló
por la nariz, mostrando con estas acciones que el grado de decepción y enfado
hacia Christian había aumentado con este ofrecimiento tan “pobre” (en realidad,
era una considerable suma de dinero). No
obstante, pobre si la comparabas con el hecho de que no solo se había olvidado
de su cumpleaños, sino que además ni se había molestado en comprarle un regalo.
Un regalo que ella hubiese aceptado independientemente de si le gustase o no;
porque para ella lo importante era el detalle. Aún así, y bramando de furia por
dentro, se acercó y se lo quitó de las manos, retomando inmediatamente su
posición anterior y permitiendo que Christian volviese a sus ejercicios.
Tenía ganas de
marcharse de tan enfadada como estaba como él, y de hecho pensó en hacerlo
porque en su opinión ya se había desprendido de la pluma estilográfica para
siempre. Sin embargo, la parte impulsiva de su mente no estuvo muy de acuerdo
en este punto porque antes de que fuera muy consciente de lo que estaba
haciendo, dijo:
-
Estoy
enamorada de ti, Christian -.
Al escuchar estas
palabras, Christian dejó de lado su goteante pluma encima de los documentos en
los que acababa de escribir y preguntó, sin manifestar cualquier tipo de
sentimiento o expresión de sorpresa mayúscula en su rostro:
-
¿Cómo
dices? –
-
Estoy
enamorada de Christian – repitió. – Estaba – rectificó, inmediatamente porque
ese hecho ya no era cierto.
-
¿Disculpa?
– preguntó él, mirándola ahora sí extrañado. - ¿Estás o estabas? – quiso saber,
no sabía si más sorprendido por la primera o la segunda pregunta.
-
Estaba –
explicó. – Ahora he conocido a alguien y creo que es el amor de mi vida –
añadió, orgullosa y convencida absolutamente de su afirmación.
-
¿Qué has
conocido a alguien? – preguntó, sorprendido. - ¿Dónde? – quiso saber. - ¿A
quién? – terminó por preguntar nuevamente, esta vez sí elevando la voz como
pruebe inequívoca de la sorpresa y el disgusto que sentía en esos instantes.
-
Estoy
enamorada de Henry Harper – explicó Sarah con una enorme sonrisa en el rostro
que indicaba la felicidad que sentía al poder expresarlo en público y en voz
alta por primera vez.
-
¿Qué? –
gritó ahora sí Christian. E incluso se puso en pie. - ¿Henry Harper? – preguntó
con desprecio. - ¿Lo dices en serio? – preguntó. – Pero ¿yo que te dije acerca
de que te relacionaras con él? – le reprochó. – No son buenas compañías – le
advirtió.
-
Tú no
tienes ni idea – respondió ella, defendiéndolo.
-
Precisamente
porque compartí con él años de universidad puedo decirte que sí que tengo idea
– rebatió él. - ¡Es un viva la vida! – exclamó- - ¿Por qué demonios quieres
malgastar tu tiempo con alguien que no tiene ni porvenir ni futuro? – le
preguntó intentando hacerle ver su aciago porvenir si continuaba por ese
camino. - ¡Abandonó sus estudios y es un cuarto hijo! – concluyó, con
aspavientos de los brazos.
-
No le
insultes – le advirtió. – Le quiero y eso basta – añadió.
En realidad, Sarah
se había contenido a la hora de proporcionarle una respuesta. Si por ella
hubiera sido, le hubiera explicado que para nada era un vago o un viva la vida
como él acababa de llamarle de forma tan despectiva sino que era médico,
abogado y hablaba además tres idiomas. En todo caso, no era un iletrado. Y ni
quería mencionarle siquiera que era Skin HH Skull o el dinero que se embolsaba
por las apuestas en torno a él; porque palidecería sin duda o, moriría de envidia.
Sin embargo, decidió
permanecer callada y esperar a que fuese el propio Henry quien lo anunciase
callando muchas bocas con su confesión. Eso sí, lo que no iba a dejar de hacer
en cuanto estuvieran juntos (de hecho, lo haría desde el primer momento) era
aumentar su confianza en sí mismo hasta que por fin e intentar convencerle para
que finalmente diese ese paso adelante y plantase cara, no solo a su familia,
sino a todo aquel que se le pusiera por delante.
-
Pero
Sarah… tú te mereces algo mucho mejor – explicó él.
-
¿Algo
mejor? – le preguntó ella, enfadada. - ¿Qué entiendes tú por algo mejor? –
quiso saber, desafiante a la espera de su respuesta.
-
Alguien
que pueda darte todo lo que pidas y proporcionarte todos los lujos con los que
vives y a los que te has acostumbrado desde que me conoces pese a ser y vivir
en el Soho – explicó tranquilamente. Acto seguido, comprndió y analizó lo que
había dicho y añadió: - Alguien como yo -. Después, tomó aire y pensó muy bien
la siguiente frase que pronunció: - Cásate conmigo Sarah Parker -.
“Cásate conmigo,
Sarah Parker” repitió la aludida mentalmente.
No ¿quieres casarte
conmigo?, ¿Me harías el inmenso honor de convetirte en mi esposa? O cualquier
otro tipo de declaración o petición de matrimonio romántica; de esas que tanto
le gustaban a ella y que en teoría debería saber, pues llevaban seis años
siendo amigos.
No.
En su lugar había
pronunciado la frase (aunque más bien pareció un orden o una exigencia) “Cásate
conmigo, Sarah Parker”.
Si esa frase la
hubiera pronunciado apenas dos meses antes, por muy recordatorio a ordenanza y
poco romántica que ahora le pareciese, hubiera bastado y sido suficiente para
que ella le diera el sí y se convirtieran en marido y mujer.
¡Cómo cambiaban las
cosas!
Ahora esa misma
frase no le movió ni uno solo de los pelos que le recorrían el cuerpo, ni
sintió mariposas en su estómago e incluso el ritmo de los latidos de su corazón
permaneció impasible y sin sobresaltos.
La razón y la
respuesta estaban claras: no estaba enamorada de él y por tanto, no iba casarse
con un hombre a quien no amaba. Sobre todo cuando aún cabía la mínima
posibilidad de que contrajese matrimonio con el que realmente quería.
Por eso, se lo hizo
saber.
-
No –
respondió firme y segura sin que la voz le tambalease en lo más mínimo.
-
¿No? –
preguntó él sorprendido y con los ojos fuera de las órbitas.
-
No –
repitió ella, con más seguridad en sí misma y en su tono de voz que antes.
-
Sarah –
le advirtió Christian. – Sé perfectamente que me has querido desde que me
conociste hace seis años y también estoy seguro que esto era lo que estabas
esperando desde ese instante – añadió. - ¿Te atreves ahora a negarte a mi
proposición de matrimonio? – le preguntó, incrédulo e irritado.
-
Por
supuesto que me atrevo – rebatió ella. – Me estás pidiendo matrimonio por una
rabieta envidiosa contra Henry, no porque estés enamorado de mí – explicó. – Y
además, como ya te he dicho tres veces, no te quiero y estoy enamorada de él –
concluyó.
-
¿Quieres
decir que prefieres pasar el resto de tu vida con un hombre que no tiene
estudios o recursos para subsistir, que ha sido expulsado públicamente de la
familia por su padre y que además ha sido y probablemente lo siga siendo, puto
a hacerlo conmigo? – gritó, iracundo aunque sorprendido en grado sumo.
-
Si él me
acepta sí – explicó Sarah altiva acercándose a él. Acto seguido y pillándole
completamente desprevenido debido a la sonrisa que había plantado en su rostro,
le agarró por las solapas de la chaqueta y le dijo apretando la mandíbula,
amenazante: - Yo que tú me lavaría la boca y me pensaría muy y mucho qué es lo
que vas a decir acerca de Henry Harper porque puede que como tú hayas dicho sea
todo eso pero te aseguro Christian Crawford que tú no eres ni la mitad de
hombre de lo que lo es él – antes de soltarle y empujarle contra el sillón;
algo avergonzada después. Pues fue consciente de que con la última frase que
había pronunciado ante Christian había dejado caer y entrever que había
disfrutado y compartido con Henry una intimidad que desconocía.
No obstante, decidió
dejarlo pasar y abandonar el despacho de la casa de Christian en Saint James,
con el firme convencimiento de que esta vez sí se había desprendido totalmente
de la pluma estilográfica y segura más que nunca de que no debía perder más
tiempo e ir en busca del foneidoscopio.
Estupefacto ante el
ataque y demostración de poderío del que acababa de ser testigo y partícipe
indirecto, Christian permaneció un instante sentado en el sillón analizando y
reflexionando por todo lo que cavaba de ocurrir en su despacho mirando
fijamente cómo salía de su despacho
Después, y por
primera vez en varios días, se levantó y la siguió. Eso sí, manteniendo una
considerable distancia entre ambos.
Gracias a esta
distancia pudo continuar observándola y ser testigo, fascinado y cautivado de
cómo abandonaba su casa caminando con su manera de actuar y con el porte regio
y la manera triunfal que tenía al caminar.
Estaba sorprendido
con mayúsculas y no le avergonzaba en absoluto el reconocerlo.
Sarah tenía razón:
no le habñia pedido matrimonio porque la quisiera de manera romántica o porque
súbitamente hubiera sufrido un flechazo con ella. El motivo había sido Henry.
No por la envidia o el deseo de revancha acumulado desde hace años que pudiera
sentir hacia él y que solo ganarle en cualquiera de algunas actividades o
competiciones hipotéticas que pudieran mantener ambos le reportaría, no. Tenía
que ver pero no era el motivo único. Sarah también tenía bastante que ver ahí.
Quizás no fuera el
hombre más cariñoso o demostrativo con gestos del amor o del cariño que pudiera
sentir hacia los que más querían (especialmente cuando estaba bastante
estresado con el trabajo, que no hacía más que acumulársele) per él quería y
apreciaba a Sarah. Y por eso, de ninguna manera deseaba o quería que ésta
acabase implicada sentimentalmente con Henry, alguien obviamente bastante
inferior e indigno de su amiga.
De ahí que aún
hubiera asimilado totalmente el comportamiento para con él de Sarah. Un
comportamiento que había sido una novedad inesperada.
Bien era cierto que
sospechaba que algo de carácter debía tener. Sobre todo cuando descubrió el
cambio de papeles con Penélope en el baile de lady Mushroom años atrás, pero no
tenía ni idea de que podía alcanzar estos límites y extremos.
Ya que, si él
hubiera sido consciente de ello o ella también hubiera mostrado siquiera un
ápice del mismo en que había sacado a relucir hoy durante los seis años en que
la conocía, las cosas hubieran sido diferentes.
Muy diferentes.
Bastante diferentes
de hecho.
Porque si estaba
seguro de que eso hubiera sucedido más a menudo o aunque hubiera sido una sola
vez tan solo, él bien podría haberse enamorado de Sarah Parker y su proposición
de matrimonio por tanto, real.
“¿Qué les pasas a
las prostitutas de la calle Doorthmay con las heridas?” se preguntaba Henry
enfadado mientras retiraba otro pequeño fragmento de cristal de la pierna de
Mary.
A ver, no se quejaba
porque se hiriesen o fuesen heridas, ya que los pequeños accidentes domésticos
y cotidianos así como la cura de los mismos eran su principal fuente de
ingresos, pero lo que le fastidiaba en estas ocasiones y con estas dos chicas
era que todas y cada una de las heridas que había tenido que desinfectarles y
en las que había tenido que intervenirles se producían en la misma zona del
cuerpo.
¿Tenían que ser
todas ahí?
¿Todas?
¿Con lo grande que era?
¿Todas tenían que
producirse justo en la cara interior del muslo justo al lado del pubis?
¿En serio?
Al parecer, con
estas dos chicas sí.
En este caso, Mary
había resultado a consecuencia de una pelea callejera en la que se habían visto
involucrados dos borrachos; uno de ellos con una botella de licor. Misma
botella que se cayó y rompió durante su forcejeo y de la cual, muchos de los
pequeños fragmentos fueron a parar y clavarse en las piernas de Mary. Algo
bastante razonable por otra parte, viendo la escasa tela que formaba su falda
hoy y la enorme apertura que ésta tenía además.
Por eso, cuando la
vio de semejante guisa de camino a casa, no le dio tiempo siquiera a llevarla
al interior de su consulta. Su situación bien podía considerarse una urgencia.
Y por ello, la atendió en plena calle, siendo perfectamente consciente de que
cualquiera que pasase tendría una serie de pensamientos bastante diferentes y
mucho más eróticos que los que sucedían en la realidad.
Sarah buscaba
frenética a Henry en cada ventana, puerta ligeramente entreabierta o cada
recoveco que iba encontrando por las calles y callejones que recorría desde
Saint James a la casa de Henry en la calle Parsonage Street de la Isla de los
Perros en Tower Hamlets.
Había decidido que
hoy sí o sí tenía que hablar con él y confesarle sus sentimientos y no le
importaría todo el tiempo que fuera necesario delante de la puerta de su casa y
consulta para hacerlo. Es más, si tenía que hacer noche frente a ella o colarse
en su interior si se negaba a abrirle la puerta, lo haría.
No hizo falta que
Sarah llegase a esos extremos, pues cuando faltaban un par de calles para
alcanzar Parsonage Street, dio con Henry.
“Reconocería ese
cabello rubio y esa espalda en cualquier parte” pensó Sarah con un suspiro.
Un Henry que no la había visto porque estaba de espaldas y
con la cabeza bajo las faldas de una mujer.
“¿Con la cabeza bajo
las faldas de una mujer?” se preguntó horrorizada y alarmada e intentando no
imaginar qué era lo que realmente estaba haciendo en esa posición tan
particular. “¿En la calle y a plena luz del día?” añadió, enfadada.
Aunque bueno, eso de
a plena luz del día era un decir, ya que en realidad estaba anocheciendo.
Sin embargo, Sarah
decidió en esta ocasión no dejarse llevar por sus pensamientos o primeras
impresiones y no cometer los errores de ocasiones anteriores y veces pasadas y
que eran los responsables de la situación en la que se encontraba ahora.
Por eso, caminó de
forma silenciosa (gracias a sus botas planas) hasta acercarse a ellos de tal
forma que pudiera observar qué era realmente lo que estaba sucediendo allí (y no
lo que se había imaginado en un principio) y se tranquilizó y alivió en extremo
cuando descubrió que lo que Henry estaba haciendo realmente era curar a una
paciente que tenía cristales clavados en las piernas.
Se felicitó
mentalmente por no haber montado una escena y haber escuchado a su sentido
común, concediendo el beneficio de la duda a Henry.
Lo observó trabajar;
completamente concentrado en lo que hacía. Si Christian le producía y provocaba
unas ganas irrefrenables de ponerse a trabajar hasta llegar y quedar a su
altura, Henry la anulaba e hipnotizaba de tal manera que no pudo hacer otra
cosa que mirarlo con toda su atención.
De hecho, no fue
hasta pasado un buen rato hasta que no pensó en lo mal que lo estaría pasando
la pobre prostituta a la que le estaban retirando poco a poco los cristales.
Cierto que parecía no estar muy incrustados en su carne pero… eran bastante
numerosos y era evidente que algún tipo de dolor o molestia debía sentir
mientras se los retiraba. Le tomó simpatía y admiró su fortaleza por aguantar
todo el proceso sin quejarse hasta que…le miró el rostro y descubrió quién era.
Reconocería su
rostro en cualquier lugar; independientemente de las condiciones atmosféricas o
de luminosidad y por muy alto nivel de embriaguez que tuviera en esos momentos
pues de hecho, fue borracha como la conoció: era la prostituta que estaba en el
pasillo de los camerinos de Henry.
La misma mujer que
le informó acerca de las actividades que “en teoría” estaba realizando con una
mujer en el interior del mismo; confundiéndola con sus palabras. Misma mujer
que había sido la culpable y única responsable de la enorme borrachera para
olvidar este hecho la noche de su cumpleaños. Era ella y no Henry como creyó de
forma errónea en un principio la causante.
Enfadada y furiosa
con ella dijo de forma despreciativa, ojos entrecerrados y señalándole con el
dedo índice:
-
Tú –.
-
Hola –
le respondió ella con satisfacción, pues había escuchado cómo acabó la noche de
oídas en uno de esos rumores que corría como la pólvora entre el gremio.
En ese momento,
Henry fue consciente de la presencia en el callejón donde estaba y la miró
confundido. Después no pudo hacer nada más, porque ésta le empujó haciendo que
callese al suelo.
Desde esa posición
observó patidifuso cómo Sarah se plantaba frente a Mary, sacaba hombros, suspiraba
y… le daba un doble bofetón en cada una de sus mejillas antes de amenazarle
diciéndole que no volviera a hacerlo y que tuviera mucho cuidado con enfadarla
de nuevo porque pagaría bien las consecuencias.
Después y sin tiempo
de reacción a estas acciones y palabras, Henry fue puesto en pie y llevado a
rastras de allí (siendo una suerte que hubiera terminado de curarla y que en
esos instantes tuviera agarrado su maletín de trabajo pues Sarah; cual torrente
de agua en una crecida, tiraba de él tan fuerte que si no, no hubiera tenido
más remedio que abandonarlo allí. Con lo costoso que era el material quirúrgico
que contenía).
Varias calles
después, Sarah rebajó algo la presión y la fuerza con la que caminaba y permitió
con ello a Henry que se soltara y le preguntara, alucinado con lo que acababa
de ver y vivir y algo enfadado también:
-
¿Se
puedes saber por qué has hecho eso? -.
Ahí estaba.
Su momento.
Justo frente a ella.
Sarah no perdió el
tiempo y habló:
-
Porque te
quiero -.
-
¿Qué tu
qué? – preguntó casi como un graznido, K.O ante esas palabras de Sarah.
-
Te
quiero – repitió ella, antes de tomar la iniciativa en esta ocasión y ser ella
quien le agarró de la mandíbula y besarle de la misma manera que él había hecho
en su mañana de cumpleaños.
Si Henry no esperaba
en absoluto la declaración de amor “pública” de la mujer de la que estaba
enamorado, mucho menos esperó que ella le besara. Y por ello, al principio, le
costó participar en el beso.
No obstante, no le
costó demasiado ponerse a su altura y por ello, la estrechó y apretó contra él
antes de ser él quien tomara el control de la situación y besarla de manera
brusca. Tan brusca que incluso podía ser considerada como salvaje si alguna
persona hubiera visto la forma anhelante en que sus lenguas se enroscaban,
buscaban y saboreaban y cómo sus brazos se tocaban y descendían una y otra vez
por las espaldas.
-
Yo
también te quiero – respondió Henry, incapaz de pensar aún inflamado por la
pasión antes de apoyar a Sarah contra la pared y perderse devorándola.
Esta vez sin
importarle perder el tiempo o dónde pudiera acabar su maletín.
Lo cierto es que
ninguno de los dos fue realmente consciente del tiempo que pasaron besándose de
manera tan apasionada en el callejón que la escena del primer beso entre Skin
HH Skull y la mujer en el primer combate al que Sarah había asistido, se rebajó
y quedó a la altura del betún por la osadía y pasión de ambos.
Realmente, Sarah
estuvo a punto de creer que Henry la haría suya ahí mismo, en esa calle y
apoyada en el muro de ladrillos. No lo hizo finalmente, pero a ella no le
hubiese importado en lo más mínimo.
Lo que Henry decidió
hacer en su defecto fue acompañarle de vuelta a su apartamento, pues había
anochecido cuando dejaron de manosearse y besuquearse.
Trayecto que había
realizado en numerosas ocasiones y del que por tanto tenían perfectamente el
tiempo que tardaban en recorrerlo; unos veinte minutos aproximadamente. No
obstante, era tan la pasión que ambos emanaban que bastaba el mínimo roce
involuntario (o más bien voluntario, pues iban agarrados de las manos) para que
detuviesen su caminata y se besasen en público, ebrios de felicidad y sin
importarles el qué dirán. En consecuencia,
tardaron algo más del doble de tiempo en llegar a la puerta principal del
bloque de apartamentos de miss Anchor en el número 40 de Orange Street. Una
puerta que ahora mismo se encontraba vacía y sin vigilancia externa porque el
encargado de vigilarla estaba dentro, cenando.
Lo cual era perfecto
para los planes e intenciones que Sarah tenía en mente.
-
Entra
conmigo – le dijo, tirando de él.
En otra ocasión,
Henry hubiera aceptado esa proposición y hubiera compartido de buena gana la
cena junto a Sarah, las chicas y miss Anchor. Pero la mirada de Sarah era tan
evidente y picara que Henry sabía que compartir la cena no era realmente el
motivo por el cual Sarah quería que entrase ahí.
-
He
creado un monstruo – dijo burlón.
-
Entra conmigo
– repitió con más énfasis antes de besarle.
-
Park… -
dijo él, separándose mínimamente, pero ella volvió a besarle. – No voy… -
añadió, antes de ser besado. – A entrar ahí – concluyó, antes de verse invadido
por los labios y envuelto en el abrazo apasionado se Srah (que no rechazó)
-
Quiero
que pases la noche conmigo – dijo, mirándole a los ojos con rubor en el rostro;
quizás por vergüenza ante la osadía de su propuesta o quizás por el sofoco que
sus besos estaban provocando en ella.
-
No –
dijo Henry. Costándole bastante esta negativa de lo que en realidad le pareció
a Sarah.
-
¿Por qué
no? – preguntó ella haciendo pucheros.
-
Porque
no – dijo él, rezando porque no quisiera que le confesase el motivo entero.
-
Pero… -
dijo besándole. – Yo…- añadió con un susurro y un beso en los labios. – Te…-
añadió, repitiendo las mismas acciones. -… Deseo – concluyó, y le besó
nuevamente de manera apasionada, aunque fugaz para dejarle con ganas de más;
como así sucedió.
-
¡Dios! –
gimió. – Si sigues comportándote así acabarás por convencerme – se quejó,
apretando los dientes.
-
Te deseo
– volvió a decir Sarah con voz seductora antes de poner morritos.
-
Yo
también te deseo – acabó por confesar él, aprovechando la posición de sus
labios para volver a deleitarse y saborearlos.
-
Déjame
que dude acerca de eso – dijo ella con la ceja enarcada, separándose algo de él
y mirándole a los ojos.
-
Yo te
deseo – repitió. – Y con mucha más intensidad que tú porque te recuerdo que yo
me di cuenta de que estaba enamorado de ti mucho antes – apostilló, no sin
cierto tono infantil y encantador.
Sarah pareció continuar
sin creerle, debido a la expresión descreída que continuaba apareciendo en su
rostro y Henry decidió convertirla en una creyente de sus palabras llevando su
mano a su abultada y dolorida entrepierna; que no ocultaba ya su erección. Al sentir
esa reacción de corporal, Sarah le creyó firmemente y… también se sintió
poderosa y orgullosa de sí misma al tener la plena certeza de que ella había
sido quien se la había provocado. Sonrió ante ese pensamiento, contagiando su
sonrisa a Henry.
-
Te deseo
– se reafirmó Henry. – Pero también te quiero muchísimo – añadió besándole los
dedos de las manos con los que le había obligado la caliente tela de sus
pantalones. – Y tú menos que nadie te mereces esto, ni aquí ni ahora –
apostilló. – Ahora lo que debes hacer es obedecer a lo que tu médico te
recomienda que en este caso es que entres ahí – explicó, señalando el bloque de
apartamentos. – Cenes algo y sobre todo duermas – apostilló. – Porque aunque
continúas estando bellísima, no creas que no he notado que no tienes el aspecto
más saludable desde que te conozco – le advirtió antes de soltar su mano.
Después, se acercó a
ella y la besó justo en la zona de la cabeza donde el cabello inicia su
crecimiento y le susurró con la voz ronca de deseo: - Lo nuestro puede esperar
un día más, Park -. – Tengo toda la vida para demostrarte la intensidad y
curiosidad que tengo hacia ti – añadió, besándola y haciéndole una segunda
marca en el cuello aprovechando el estado de trance en el que ella se
encontraba; seguro que imaginándose esas
escenas.
Cuando su cuerpo
obedeció a la parte con cautela de su mente, Henry puso al menos diez pasos de
distancia entre él y Sarah para decir:
-
Buenas
noches y que duermas bien, Park – antes guiñarle un ojo y despedirse
definitivamente de ella esa noche, dedicándole una vez más el saludo secreto
que ambos compartían y echar a andar en dirección a su casa; justo en dirección
contraria. Seguro de que esa caminata le vendría bien para calmar su estado y
despejar en algo su mente.
Varias veces estuvo
Sarah a punto de echar a correr tras él y seguir sus pasos. No obstante, se
contuvo y decidió comportarse como una buena niña. Dicho cambio de
comportamiento y actitud se materializó en que decidió dedicarse a observar con
continuos suspiros de mujer enamorada, cómo poco a poco la silueta de Henry se
empequeñecía antes sus ojos hasta desaparecer por completo en el horizonte.
Solo en ese momento
y tras morderse el labio inferior, recordando todo lo que había sucedido en el
día (unos recuerdos mucho más reales y vívidos gracias a la marca en su cuello
y por la cual no dejaba de pasar los dedos) con expresión soñadora, entró en el
bloque de apartamentos canturreando y dando pequeños saltitos de felicidad.
Tenía la sensación y
la sospecha de que 1821, año en que cumplía los veintiocho iba a ser su mejor
año
FIN
ResponderEliminar¡QUE NO! xD
ResponderEliminarAún faltan por suceder algunas cosas a estos dos pero... que estamos entrando en la recta final eso sí que es cierto. Pero como en la historia anterior me dijisteis que no queríais cuenta atrás, esta vez oh he hecho caso y solo he dejado entreverlo =)
bueno pues despues de la lectura del capi procedo a realizar lo q viene siendo el comentario del mismo: ante todo quiero dejar claro y patente mi grado de indignacion q es el siguiente:
ResponderEliminarMALIGNAAAAA MALVADAAAA MALEFICAAA MALOTAAAA MALEVOLAAA MALAAA MALISIMAAA COMO TE ATREVES A DEJARME A MEDIAS CON EL FINAL DEL CAPI¿? COMO TE ATREVES MALEFICENCIA MALVADA EE COMO A VER CON LO INTERESANTE Q SE ESTABA PONIENDO LA COSA Y VAS TU ALE LO DEJAS AI ALA DEJANDOME CON LA MIEL EN LOS LABIOS CON GANAS DE SABER Q PASA LUEGO
PERO ROMPO UNA LANZA A TU FAVOR Y A FAVOR DE TUS MUSAS CONFIANDO EN Q PRONTO SABRE Q PASA PERO AHI QUEDA PLASMADA MI INDIGNACION DE HOY
BUENO BUENO CAPIULAZO Q ME HAS DEJADO HOY SUPREMA DE LAS SUPREMAS CHIN O DIOSA DE DIOSAS MUSA DE MUSAAS O TE GLORIFICAMOS AAIIISS
DESPUES DE TENER SENTIMIENTOS ENFRENTADOS HACIA TU PERSONA HE DECIR Q HE PASADO DE LA IRA MAS ABSOLUTA HACIA LA PERSONA DEL INNOMBRABLE XQ MIRA Q HAY Q SER GILIP... CAB.... HIJO DE .... IMBECIL TONTO DEL BOTE Y UN LARGO ETC DE INSULTOS HACIA LA PERSONA DEL INNOMBRABLE AMOS DARLE 20 LIBRAS X DIOS YA HAY Q SER INEPTO Q GANAS TENGO DE Q EDEN LO META EN CINTURA XQ ESTE ESTA MI OPINION DE EL EN EL MENOS 1.000.000.000.000.000.000.000.000 POR LO MENOS SI LA CIFRA EXISTE Q DIGO YO Q EXISTIRA AMOS Q NO ACORDARSE DEL CUMPLE DE SARAH XQ TIE Q ESTAR HACIENDO NUMEROS MALDITO MATEMATICO DE MIERDA CAB.. HIJO DE... IMBECIL DE PACOTILLA Q XQ ME TIENEN SUJETA Q SI NO TE REVIENTO AMOS A CUADROS ME HA DEJADO TU COMENTARIO GILIP.....
Y Q ES ESO DE PERDIRLE Q SE CASE CONTIGO POR DESPECHO EEE Q ES ESO SUBNORMAL DE PACOTILLA EEE Q ES ESO AMOS Q LA HAS TENIO PA TI 6 AÑOS Y NO HAS SIDO CAPAZ DE NADA CON ELLA EN ESE TIEMPO EE CRETINO EEE Q SI TE COJO NO SE Q TE HAGO IMBECIL TONTO DEL BOTE AMOS AMOS AMOS SI ANTES ERAS MENOS 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 AHORA LO ERES X MIL MAS O POR UN MILLON ESO AMOS AMOS AMOS Q TE REVENTABA Q NO LE LLEGAS AL SUPREMO DE TU BRO AAIIS TU BRO Q ME LO COMO M AADRE MIA Q WENO Q TA NI AL SUPREMO DE HH NI A LA SUELA DE LOS ZAPATOS
ESO SI CON LOS OJOS ASI O.O A CUADROS COMPLETAMENTE Y LA MANDIBULA PERDIDA POR EL SUELO CON SARANEITOR MAAAAAADREEEE MIIIIAAA LA HA POSEIDO LA ESTEBAN O SU VERSION DE ESTEBANEITOR Y ELLA POR HH MATA Y VAYA Q SI MATA UN POCO MAS Y SE CARGA A LA GUARRA DE LA MARY Y AL INNOMBRABLE Q SE CARGA AL INNOMBRABLE Y BUENO LA HAGO UN MONUMENTO EN MITAD DE TRAFAGAL SQUARE AMOS Q SI JAJAJA
Y PORQUE LAS MAYUSCULAS NO SON MAS GRANDES Q SI NO LAS HACIA MAS GRANDES BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEN X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN CARNACAAAAAAAAA X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN DE LA BUENAAAAAAAAAAA X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN SE HAN DECLARADO SENTIMIENTOS MUTUAMENTE Y HAN HECHO COMO EN LA CANCION DE SABINA Y LA DURCAL BESARSE EN CADA FAROLAAAAAAAA AAIS Q ME ENCANTA ESA CANCION DE Y NOS DIERON LAS DIEZ Y LAS ONCE BIIIIIIEEEEEN AAIIIISS Q BONITO AAAIISS MAADRE (CORAZONES Q YA NO SABEN DE DONDE SALIR SI DE MIS POROS DE MIS OJOS O DE DONDE XD AAAIIIIS SUSPIRO DE ENAMORADA Q BONITO MAAAADREEE) Q GANAS TENIA DE ESTE MOMENTAZO Q GANAS DIOS Q GANAS AAAIIIISS Q BONITO Q BONITO YO TAMBN QUIERO
EliminarESPERO Q NADA NI NADIE Y NI MUCHO MENOS UN INNOMBRABLE ESTROPEE ESTO XQ SI NO VOY PARA ALLA Y LA LIO ME LO CARGO VAMOS A QUIEN SEA A QUIEN SEA Y AAIIS Q BONITO CUANDO ELLA SE QUEDA MIRANDO COMO SU CHURRI XQ YA SE PUEDE DECIR Q ES SU CHURRI AAISS Q NO SOY CAPAZ DE ESCRIBIR ESTO SIN SOLTAR UN SUSPIRO DE AAIISS Q BONITO SE VA CALLE ABAJO Y ELLA LE PIDE Q SE QUEDE PERO EL NO QUIERE XQ ES UN CABALLERO COMO LA COPA DE UN PINO DE GRANDE PERO ESO SI YA EL MOMENTO DECLARACION LO HAN DADO TODO LOS DOS AAIIS Q PRECIOSIDAD Q BONITOOOO AAIIS
Y BUENO MI EDEN SUPREMA ELLA Q ME ENCANTA Y ME LA COMO AHI AYUDANDO EN LO Q PUEDE Y ELLA DANDO LOS CONSEJOS SIN QUERER ES Q ME ENCANTA ESTA MUJER ME CHIFLA ME LA COMO CON PAPAS
EN FIN QUIERO MAS COMO SIEMPRE XQ ME HE QUEDADO CHOCHA Y CON OJIPLATISMO PARA TODA LA TARDE Y ESO NO SE HACE MALIGNA Q MAÑANA TENGO UNA VISITA Q DAR Y VOY A ESTAR PENSANDO TODA LA TARDE EN HH Y SARANEITOR MALIGNA Q ERES UNA MALEFICA MALIGNA
HE DICHO
Uyyyy Sarah quiere jugar a los medicos con Henry y no sabe como hacerlo... como ya dije esta tarde, a mi me pasa lo mismo que a esta buena y ciega mujer cuando estoy mal, no se pq siempre es a las tres de la mañana... Los capitulos que esta buena y mala mujer publicaba... siiiiii.... es cierto!! Nos tienes enganchadas con tus malignidad XD
ResponderEliminarO.O!!!! DIOOOOOS!!! WHHHHATTTT!!!!!???? ESTE TIO ES GILIPOLLAS!!!!! Y ademas de que sea medico, abogado y que hable tres idomas, no trata de comprarla!!! Que cuando ha sacado el dinero yo le habria dado un par de ostias!!! Olleeeee ahiiiii ahi Sarita!!! Aunque yo le habría plantado el tortazo... lo de este hombre... es mala suerte ya!! siempre se tiene que encontrar en las peores situaciones!! Anda que el panorama... madreee.... Mary, preparate mona!! Pq mira que los escorpiones tenemos paciencia, pero como se enfade... arde roma!!!! Diooos... que calor!!! Y que bien dadas esas dos ostias!!! XD que bocao le daba!!!!! XDXD esperando el siguente con deeeseeeeoooo XD