jueves, 4 de julio de 2013

Capítulo 1: El regreso de Verónica



¡Sorpresa sorpresa!
Hace poco os puse el prólogo y he decidido portarme bien y ser muy muy buena con todos los que me visiten ofreciendo el primer capítulo de la historia de Verónica y Jeremy del libro que estoy escribiendo actualmente y que llevará por título Amigas Duquesas I: De toda la vida.
El segundo motivo por el que he decidido ponerlo es por crear un poco de gusanillo y generar expectativas y porque además, según estoy comprobando a medida que el libro avanza, el número de capítulos será mayor que en el de Penélope y William y mucho más cortitos...
Sin más, aquí os lo dejo; disfrutad

Londres, diez años después, 1815

Hay un cambio en la memoria de cada hora,
Vemos la última prímula de los campos
Cuando las primeras amapolas brotan al romper el día.
¡Dolor por el cambio de las horas!

Dante Rosetti
Londres
Frío.
Londres.
Gris
Londres,
Lluvioso.

"¡Por fin!" exclamó Verónica tras descorrer las cortinas del carruaje individual cubierto que había conseguido alquilar (no sin poco esfuerzo) para poder observar cómo había cambiado la ciudad desde la última vez que la vio.

Y es que, aunque se consideraba piamontesa por los cuatro costados; sobre todo desde que la familia británica de su padre la repudió y consideró bastarda tras la muerte de sus padres.Éste también había ido el motivo por el cual había cambiado su apellido al de soltera de su madre.
Ya no era Verónica Eduvina Meadows.
No más.
Ahora era Verónica Eduvina Rossi.
Este también fue el motivo por el cual se mudó a vivir justo al finalizar su presentación en sociedad y desde hacía nueve años vivía en el reino del Cerdeña y el Piamonte en la casa de sus tía Ludovica.
Pero con todo Londres había sido su hogar durante casi dieciocho años y por tanto, era lógico y bastante razonable que lo hubiese añorado durante todo el tiempo que había estado fuera.

Además,Londres era el lugar de residencia de sus tres mejores amigas de la infancia.
Amigas a las que hacía nueve años que no veía y, aunque habían mantenido el contacto por carta (sobre todo con su amiga Penélope Storm; quien incluso había aprendido italiano de manera autodidacta para comunicarse mejor con ella).
 Estaba segura de que tenían mucas cosas que contarse...

"Empezando por mí" pensó mientras se miraba el dedo anular de su mano izquierda; lugar donde llevaba su anillo de compromiso confeccionado de oro macizo y que tenía en el centro un diamante de tamaño bastante considerable.

Sí.
Estaba prometida.
Y pronto iba a contraer matrimonio.
Bueno, pronto.... era un concepto muy relativo.
En realidad, lo único que sabía era contraería matrimonio a lo largo del año próximo.
Iba a ser la primera de las cuatro amigas que se casaría.
Increíble.
Ella siempre pensó que la primera sería Katherine; tal y como le correspondía por su status de incomparable de su generación.
Pero no, ¡sorpresa sorpresa!
Ese honor le correspondía a ella.
Y ¿con quién iba a casarse?
Con un italiano. 
Obviamente.
Conde, para más señas.
Y esto seguramente no iba a gustarle en absoluto a Rosamund en cuanto lo supiese.
¿Por qué?
Porque rompía el pacto de conversión y consecución del título de duquesas que hicieron las cuatro diez años atrás y justo antes de entrar en sociedad.
Pero ella no tenía la culpa de haber encontrado a su hombre ideal y de que éste "solo" fuera conde.
Daba igual.
Ella estaba prometida con Dante Filippi y con él se casaría.
Era el hombre para ella.
Punto.

Aún recordaba como si hubiese sido ayer cómo se conocieron...
No fue de una manera habitual; eso seguro.
La primera vez que se vieron (y por tanto) se conocieron fue en un palacete para cortesanas.
Lugar al que él había ido como acompañante en la "iniciación" de su hermano menor Fabrizio.
¿Y ella?
¿Qué hacía ella allí?
Vivir, básicamente. 
Porque el palacete para cortesanas era el lugar de residencia de su tía Ludovica; quien regentaba el lugar como madame.
Según sus propias palabras, pronunciadas el mismo día que le pidió matrimonio y ella aceptó, se enamoró fulminantemente de ella en cuanto la vio caminar distraída por el pasillo en dirección al "despacho" de su tía.
Tan enamorado quedó, que modificó sus planes iniciales de disfrutar también de la agradable compañía que unas de las chicas de la casa del placer le proporcionaría por un "módico" (en realidad, de módico no tenía nada, pues era el más famoso y con ello el más caro de la zona) precio, para perseguirla, esperarla tras la puerta y charlar con ella.
¿Qué otra cosa pudo hacer ella sino rendirse ante sus dotes de seducción, siendo como era tan "inglesita"?

"Inglesita" recordó sonriente.
Así como todos la llamaban en el Piamonte.
Inglesita.
O lady.
Mote cariñosos que era muy lógico y razonable cuando era una recién llegada en le península italiana y destacaba por su palidez y su manera de vestir "simple" al compararla con la del resto de mujeres (prostitutas o no) del lugar.
Claro que ella no era una cortesana y por tanto, también era de cajón que su manera de vestir no fuese igual que la del resto de personas....
Hasta que se probó uno de los antiguos vestidos de gala de su tía.
Esa fue su perdición.
Porque desde ese momento ya no vistió nada más.
Eso sí, modificados. 
Porque, en su opinión, esos vestidos enseñaban mucho más carne de la que deberían.
"Insinuar, más que enseñar" pensó. "Ese es mi lema" añadió y repitió mentalmente.

Justo en ese momento miró por la ventana de carruaje y comprobó que había comenzado a llover ligeramente.
No se sorprendió.
Ya contaba con eso, más siendo primavera.
Lo había previsto de tal forma que la falda de su vestido estilo rococó estaba confeccionada de tela impermeable y las gotas de lluvia resbalaban por ella y la tela no se calaba.
Eso ayudaba bastante a comprender el extraño color verde de la misma, tan oscura que se asemejaba bastante al negro.
Pero no era negro.
El negro era el color de las viudas.
Y ella no era viuda.
Al contrario, estaba recién prometida.

Y muy ansiosa porque todo el mundo la viera.
En realidad todos no, porque no quería llamar la atención de personas indeseables.
Lo cual a su vez era una incongruencia porque pasar desapercibida era justo lo que no iba a conseguir; dado su aspecto actual.
Es más, estaba segura de que se convertiría en el centro de atención por vestidos como el que llevaba justo en ese momento ("verde oliva oscuro" recordó en ese momento) y, sobre todo, por su tez morena.
Tez morena consecuencia directa de los numerosos días soleados de la península itálica:

Verónica quería conseguir la aprobación de muchas personas. 
Pero sobre todo la de:
- Katherine Gold; incomparable de la temporada y por tanto, de sus tres amigas la que más conocimientos de moda y estilo sobre la moda tenía.
- Y sobre todo y especialmente, la de su antigua familia británica. Porque ahora solo consideraba como miembros de su familia a su tía Ludociva, las chicas que trabajaban en el palacete y a sus amigas.
De hecho, otro de los motivos por los cuales había regresado a Londres tras prometerse y antes de no regresar jamás: quería demostrarle a los Meadows el error que habían cometido al considerarla una bastarda y apartarla de la familia.
Se enterarían de lo que ella valía.
Claro que sí.
Había pasado los últimos nueve años de su vida preparándose para ello. Gracias al esfuerzo y al empeño que le había dedicado ahora era: culta, hablaba varios idiomas, conservaba su dentadura intacta, tocaba el piano, no cantaba mal del todo y sobre todo, conocía a la perfección el complejo protocolo británico.
Lo conocía tan bien que no tenía nada que envidiarle a la propia Katherine Gold.

Una Katherine Gold que iba a ser con quien se alojase durante su prolongada estancia londinense.
Razón principal pro la que se lo había pedido: podía continuar aprendiendo sobre moda, buen comportamiento y protocolo; mejorando día a día.

El único inconveniente de esta situación era que no podrían vivir ellas dos solas junto a los duques de Dunfield; tal y como ella había querido, emulando los días en que compartían habitación en la escuela para señoritas de Miss Carpet.
No.
Para su sorpresa mayúscula , Jeremy también era un huésped permanente en la residencia Gold de Abermale Street.

"Jeremy Gold" pronunció su nombre mentalmente mientras se reía. "Jeremy Gold" repitió.
Jeremy Gold; quien no era otro que su amor de infancia y juventud.
Amor que ya había superado y olvidado.
Sin embargo, no podía evitar recordarle con cariño.
Al fin y al cabo había sido su primer amor.
Con doce años se enamoró de él para ser exactos.
¿Podía enamorarse una persona siendo apenas una niña?
En opinión de Verónica, estaba claro que sí.

Además, todo lo que le había sucedido era tan triste...
Para sorpresa general de las cuatro (y en completa oposición a la opinión social general) Jeremy y Rebecca no tuvieron un matrimonio feliz; tal y como Penélope había predicho el día de su boda.
Es más, ahora Jeremy estaba viudo.

Fue una de las primera noticias que recibió al llegar al Piamonte; la muerte de Rebecca.
Por eso, no pudo darle sus condolencias más que por carta.
Fue la única carta que se escribieron y la última vez que mantuvieron contacto.
Habían pasado ya ocho años de esto.
"¡Qué lástima!" pensó apenada. "Con los buenos amigos que habíamos sido" añadió, rememorando algunos de sus momentos de complicidad; siempre alrededor de algún dulce.
La suya sin duda era una amistad extraña; no solo por la amplia diferencia de edad (Jeremy era ocho años mayor que ella) sino por la gran cantidad de cosas que ellos tenían en común y, sobre todo porque Jeremy (al igual que el resto del mundo) era perfectamente conocedor de los sentimientos románticos  que Verónica albergaba hacia su persona.

Desde luego, él iba a sorprenderse con el reencuentro; básicamente porque hacía mucho tiempo desde la última vez que se vieron y ella había cambiado su aspecto bastante y sobre todo, porque Ronnie le había pedido expresamente a Katherine y a los Gold que no le mencionasen ni una palabra de su regreso.

"¿Cómo estaría él?" se preguntó. "¿Cómo estaría después de ocho años?" añadió, curiosa. "Seguramente muy guapo" se respondió, firme mientras recordaba la última imagen que tenía de él: Una imagen de un hombre rubio,  quien pese a que tenía el pelo corto estaba peinado hacia atrás, de ojos azules, alto, fuerte, simpático, risueño y muy enamorado de su esposa.

En todo caso, sus interrogantes acerca del aspecto actual del hermano mayor de su mejor amiga iban a ser resueltas en apenas unos instantes ya que el carruaje estaba iniciando la entrada en la residencia de los Dunfield de Abermale Street...

3 comentarios:

  1. vale chin en serio eres MALIGNA MALEFICA MALOTA MALVADA Y DEMAS ADJETIVOS Q TENGAN Q VER CON LA MALDAD mas genuina y pura COMO ME PUEDES DEJAR ASI A MEDIAS SIEMPRE¿?¿?¿?¿?¿??¿?¡ XQ¿?¿¿?¿?¿¿?¿?¿?¿?¿?¿? EEEEEEEEEE DI¿?¿?¡ dios q ganas tengo yo de ver tambn a abuelete xq.... me has dejao con las ganas de saber q cara pone el otro cuando la ve toh sesi sesi y prometia si si q ganas asi q pon maaaaaaaaaaaaas te lo suplico de rodillas me encadeno al averno para q publiques maaaaaaaaaaaaaaas xfis!!! xD

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  2. Este es el prologo de la historia,por si les ha gustado y sienten cómo empezó todo...http://eselblogdelachin.blogspot.com.es/2013/01/prologo-amigas-duquesas-i_15.html

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  3. solo puedo decir que estoy deseando saber como la reciben tras ocho años... :)

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