viernes, 5 de julio de 2013

Capítulo 2: Diez años después...

Por demanda popular...aquí os dejo el segundo capítulo de la historia de Jeremy y Verónica. Sí, en el que se reencuentra con Jeremy después de ocho años.

Tejemos un red en la infancia,
Una red de soleado aire,
Creamos una primavera pequeña
De agua pura y fresca
                                                                                                                                  (...)
Cuando me senté bajo una extraña bóveda de árboles,
Con la Nada como compañía, sin amor ni amigos,
Mi corazón se volvió de pronto hacia ti,
Y sentí tu amistad, un lazo suave sobre mis manos
En retrospectiva Charlotte Brönte.


- Katherine, por más que te asomes a la ventana y mires por ella el carruaje no aparecerá de la nada - explicó lady Dunfield - Así que haz el favor de volver a sentarte le ordenó a su hija por quincuagésima vez consecutiva en lo que llevaban de tarde.
Con cara de fastidio y sin ninguna gana de cumplir con la orden de su madre Katherine se apartó de la ventana, manifestando su desagrado en su manera de sentarse; muy poco femenina  el el sillón situado justo enfrente de su madre mientras tamborileaba los dedos en el reposabrazos del mismo.
Al menos así estuvo hasta que sitió la mirada reprobatoria de su madre fija sobre ella. Una mirada que implicaba la palabra PROTOCOLO de forma nada sutil y por la cual, de inmediato, se sentó de manera erguida y estuvo quieta; tal y como correspondía a una señorita de su clase social.
Harta de esperar la llegada de la señorita Rossi, lady Dunfield; el perfeccionismo encarnado en forma de mujer, se dirigió a la cocina para comprobar nuevamente por sí misma y cerciorarse de que todo lo relacionado con el tentempié que iban a ofrecerle estuviera preparado.
Un rato después de que su madre abandonara la estancia, Katherine comenzó a escuchar el resonar de unos cascos sobre los adoquines de la calle y el chirriar de las ruedas de un carruaje causado por el movimiento y un exceso de peso en la parte de arriba.
Eso sólo podía significar una cosa: estaban cada vez más cerca.
Katherine sonrió de forma sincera, dejando ver su perfecta y blanca dentadura.
Dio un salto y se acercó a la ventana (otra vez)
Allí estaba.
El carruaje.
No el carruaje que ellos habían enviado para que la fuera a recoger, lo cual le causó gesto de extrañeza, pero era un carruaje al fin y al cabo.
Sigilosamente, se alejó de la ventana dado pequeños  cortos pasitos; miró hacia ambos lados del salón para asegurarse de que nadie (entendiéndose por nadie su madre) estuviera cerca para regañarla por lo que estaba a punto de hacer o recordarle que debía seguir el protocolo a rajatabla y.... salió corriendo hacia la puerta de la entrada principal de su casa.
"¿Qué importa el protocolo?" se preguntaba mientras los tirabuzones de su cabello subían y bajaban a imitación de un muelle por la carrera que estaba ejercitando para reencontrarse con su amiga durante la cual no dejó de sonreír. "Además, seguro que no hay ninguna norma de protocolo que indique cómo debe comportarse una señorita cuando vuelve a ver a una de sus mejores amigas tras un buen número de años de ausencia" añadió antes de abrirse ella misma la puerta.
El carruaje se detuvo pero Verónica no se bajó de él inmediatamente pues el protocolo así lo exigía.
Esperó a que el cochero le abriese la puerta lateral para comenzar a descender las escalerillas del mismo.
Puertecilla que le abrieron justo en el mismo momento en que la puerta principal de Dunfield Manor hacía lo mismo; permitiéndole ver la visión de Katherine corriendo en su dirección.
Una carrera que Katie frenó en seco para observar con detenimiento a su amiga Ronnie después de tantos años. De hecho, tan repentina fue su frenada que, derrapó sobre la gravilla de la entrada; ensuciándose sus zapatos de paseo y a punto estuvo de caer de bruces.
Cuando recuperó el equilibrio, levantó la mirada de nuevo hacia la recién llegada para mirarla con... ¡horror!
- T...t...ttt...tú - acertó a decri tras numerosos tartamudeos mientras acortaba la distancia que las separaba.

Eran dos las razones por las cuales Katherine había reaccionado así:
- La primera de ellas había sidfo el aspecto actual de su Ronnie.
Estaba despampanante. 
Atrás había quedado sin duda aquella chiquilla morena, algo desgarbada, con un pelo difícil de domar y algo tímida, eso seguro. En su lugar había aparecido una mujer bastante sofisticada de enormes ojos marrones verdosos y pestañas larguísimas, labios carnosos, perfectamente maquillada potenciando sus rasgos más destacables, su otrora pelo salvaje se había convertido en una mata de pelo negro con rizos perfectamente definidos (los cuales parecían ser reales) y un vestido totalmente pasado de moda que ella jamás se pondría pero que a Ronnie le daba un aspecto de lo más sofisticado.
- Hablando de vestidos... la segunda de las razones explicativas del comportamiento de Katherine era el propio vestido. 
Mejor dicho, el color de dicho vestido.
Era negro.
¡Estaba viuda! 
"Es una suerte que esté de luto porque si hubiese estado libre hubiera sido mi rival y más dura competidora" fue el primer pensamiento que le vino a la cabeza. "Incluso por delante de Cassandra Cassidy" añadió, mirándola no sin cierta envidia. "¡Basta Verónica!" se ordenó. "Es tu amiga" se recordó.
Por eso, la segunda ola de pensamientos que cruzaron por su mente no fueron de envidia, sino de lástima y compasión hacia el estado amoroso reciente de su amiga.
"¡Pobre Verónica!" pensó. "Recién casada y ya viuda..." añadió, negando mentalmente y mordiéndose el labio."¡Pobre Dante. Tan joven y ya fallecido!" "¡Qué lástima!" añadió.
-¡Hola! - exclamó Verónica sacándola de su ensimismamiento agitando la mano y con una sonrisa que multiplicaba su belleza por cuatro - Extraña manera la que tienes tú de saludar a una antigua amiga después de tanto tiempo - le reprochó de forma cariñosa.
- ¡Oh cariño! - exclamó. - ¡Cuánto lo siento! - añadió abrazándola de forma muy fuerte. - ¡No sabes cuánto lo siento! - repitió.
"¿Y esto?" se preguntó Verónica extrañada. "¿Qué me he perdido yo aquí?" añadió sin comprender el estado de desolación de Katherine.
-¿Cuándo? - quiso saber una vez terminó de abrazarla.
- ¿Cuando qué? - le preguntó Verónica con el ceño fruncido.
- ¿Cuándo...? - suspiró antes de preguntarle algo que seguro sería muy doloroso para ella.- ¿Cuándo... te... quedaste... viuda? -.
- ¿¡Viuda!? - preguntó Verónica con la cara de extrañeza más pronunciada que pudo poner. - ¡Yo no estoy viuda! - exclamó indignada.
- Hija... como vas de negro... - dejó caer. - Bueno... yo pensé... ya sabes... - añadió.
- ¿Negro? -  preguntó miando su vestido. - Katherine, mi vestido no es negro - respondió. - Esto - dijo, agarrando uno de los mechones de cabello suelto de su semirrecogido; el cual con el sol dándole de lleno adquirió tonalidades azuladas - es negro -. Y esto - añadió, agarrando la tela de la falda de su vestido - es verde -. Verde oliva oscuro - apostilló.
Realizó la demostración práctica de diferenciar los colores negro y verde a su amiga tres veces más, despejando cualquier tipo de dudas sobre el tema que ella pudiese tener al respecto.
Sólo en la última vez, Katherine se dio cuenta del brillante.
- ¡Oh Dios mío! - chilló, agarrándole la mano y acercándosela para verla mejor. - ¡Madre del amor hermoso! - exclamó. - A eso es lo que llamo yo un buen diamante - añadió boquiabierta y verde de envidia por dentro.
- ¿Lo ves? - le preguntó - Sigo prometida con Dante - la tranquilizó.
- No sabes cómo me alegra oír eso -  respondió Katherine mientras ambas entraban en su casa.

Al final y pese al considerable retraso de su invitada, lady Dunfield se comportó como una buena anfitriona ofreciendo el tentempié y dejando a amabas jóvenes solas para que se pusieran al día y compartieran confidencias, informaciones y chismorreos después de ocho largos años de separación.
Eso sí, les aseguró que volvería "para que les diese tiempo"-Palabras que Verónica no entendió muy bien.
Como buenas niñas obedientes, en cuanto lady Dunfield abandonó el sañoncito del té hicieron lo que ella les había sugerido. Buena muestra de ello eran las risas y carcajadas que se escuchaban y resonaban en toda la casa.
Para disgusto y enfado de Jeremy Gold.
- Si queremos ser... - escuchó risas de fondo que le desconcentraron. - Debemos ser - volvió a iniciar su discurso aunque nuevamente perdió el hilo gracias al sonido de risas y carcajadas femeninas. - Las viudas - intentó por tercera vez elevando el tono de voz.
Pero resultó insuficiente y, por tercera vez consecutiva ese odioso sonido le cortaba el ensayo de su discurso.
- ¡Maldita sea! - gritó lanzando los papeles al aire.
Debía ensayar este discurso.
Corrección, debía aprenderse este discurso para mañana.
Era de vital importancia que lo tuviera memorizado para explicarlo de una manera firme y coherente frente al resto de los miembros del Parlamento.
Muchas vidas dependían de él.
Y no sólo ya políticas, también viudas y niños londinenses.
De ahí la importancia y relevancia de su intervención mañana representando al partido liberal.
Pero estaba fracasando gracias a las risas agudas y pequeños chillidos que se le clavaban en lo más profundo del cerebro.
¿Es que no podía Katherine dejar de ser egoísta por un instante y pensar en él?
¡Lo necesitaba, demonios! 
Y es que Jeremy Gold era muchas cosas: era considerado el viudo más joven y atractivo de toda Gran Bretaña y también era un hombre afortunado al conservar una dentadura perfecta, carecer de arrugas en el rostro y no tener ni una sola cana ni en el pelo de cabeza ni en el vello facial. Además, era uno de los mejores y más íntimos amigos del príncipe regente Jorge (o Prinny, como se le conocía cariñosamente) amigos, era un héroe de guerra, tenía amigos de verdad, disfrutaba de una vida sexual plena gracias a sus numerosas amantes y sobre todo, era un hombre total y absolutamente convencido en la inexistencia del amor verdadero.
"Y todo por culpa de Rebecca" recordó. Inmediatamente, se regañó por traer a su mente a tan despreciada persona y decidió borrar ese hilo de pensamientos.
Jeremy Gold era muchas cosas.
Pero lo que no era de ninguna de las maneras pese a ser político era un buen orador.
Para disgusto y alegría conjunta de su padre.
Disgusto porque si sus intervenciones parlamentarias continuaban como hasta ahora, nunca jamás podría perpetuarse la saga de los Gold como una de las más famosas dinastías de políticos de toda Inglaterra.
Alegría en cambio porque en la mayoría de las ocasiones le tocaba como oponente político al pertenecer padre e hijo a distintos partidos (el duque a los conservadores y el hijo a los liberales) y el pobre Jeremy era tan mal orador que despertaba el espíritu hiper competitivo y ganador de su padre; quien siempre le derrotaba y humillaba en público.
Y las personas se acababan cansando de ser humilladas y destrozadas públicamente.
De ahí la importancia de la inervención de mañana.
Jeremy quería ganar.
No.
Quería devolverla el golpe a su padre y humillarle también como en tantas y tantas ocasiones él había hecho con su primogénito.
- Pero si las dos cotorras no dejan de parlotear a voces y reírse como si estuvieran viendo un teatro cómico va a ser imposible - dijo, con los puños apretados y rechinando los dientes.
Una nueva carcajada colmó su paciencia e hizo que saliera de la biblioteca de su casa con fuerte portazo (que seguro no oyeron debido al altísimo volumen de sus voces) y se encaminó al lugar de donde provenía tanto escándalo a grandes zancadas.
- ¡Dios! - exclamó, dando una ligera patada a la puerta más cercana. -Se van a enterar - dijo, amenazante rechinando los dientes. - Se van a enterar - se repitió permitiendo que su malhumor y su furia fluyesen y campasen a sus anchas corriendo libres por sus venas mientras se encaminaba al lugar donde estaban siguiendo el mayor o menor número de decibelios que el sonido que salía de sus gargantas producía.
- ¡Cluecas! - exclamó a voces por el pasillo. - ¡Sois como gallinas cluecas! - gritó en respuesta a un nuevo ataque de risa.
Y entonces le pareció escuchar lo que a todas luces resultaba un imposible.
Un imposible en forma de risa. Una risa tan peculiar y extraña que sólo podía pertenecer a una persona en el mundo: una de las mejores amigas de su hermana y una conocida íntima suya,  Verónica Meadows.
Pese a que tenían muchas cosas en común y se habían quedado en numerosas ocasiones hablando solos en los rincones ocultos de los salones de baile no podía considerarla como una amia suya debido a la enorme diferencia de edad existente entre ellos; ocho años nada menos.
Aunque era esta misma diferencia de edad lo que también le permitía pulular y estar siempre a su alrededor sin levantar sospechas o dar inicio a rumores malinfundados acerca del inicio de una posible relación romántica surgida entre ambos.
Eran ocho años.
No podría hacerlo.
En aquella época bien podría haber sido considerado como un delito penado ante la ley.
Afortunadamente, nunca fue declarado ni acusado de nada parecido y por eso sus excursiones y escapadas  habituales  juntos a las cocinas de las casas en la búsqueda de los dulces más exquisitos de todo Londres se repetían en prácticamente todos y cada uno de los bailes a los que eran invitados.
Por segunda vez le pareció escucharla y por segunda vez,  negó a su mente que lo creyera.
Aunque... sería mucha casualidad que existieran dos personas en el mundo con una risa idéntica. Muy especialmente con la de Verónica.
¿Qué tenía de especial y particular la risa de Verónica?
En principio nada. Es decir, que iniciaba como cualquier risa normal. Pero solo cuando algo le hacía verdadera gracia y le provocaba un ataque de risa se reía de esa forma tan especial en la que poco a poco iba disminuyendo el tomo de su risa hasta volverse muy grave, para acabar concluyendo en el sonido más parecido al que emite una persona cuando se ha clavado una espina de pescado en la garganta y se estaba ahogando. En otras palabras, todo aquel que no la conocía y la escuchaba por primera vez se preocupaba enormemente por su bienestar. Justo tal y como le sucedió a él.
De ahí la extrañeza por escuchar dos sonidos idénticos.
Realmente se sorprendió al recordar un detalle tan nimio de una persona ya que él era la personificación del despiste a la hora de no acordarse de fechas importantes tales como Navidades, aniversarios o incluso hubo una vez en que olvidó su propio cumpleaños.
Dicha sorpresa se multiplicó en este caso por dos, ya que Verónica Meadows era una persona a la que no veía desde hace mucho mucho tiempo.
¿Cuánto tiempo hacía desde la última vez que la vio? ¿Doce años?
"No tarugo. Hace ocho años que no la ves" le informó su mente. "¿Ocho años?" se preguntó confuso justo antes de comenzar a realizar el esfuerzo hercúleo de revisar entre las estanterías más apartadas, olvidadas y desvencijadas que componían su cerebro en busca del  recuerdo de la última vez que vio a Verónica Meadows.
Y entonces, las imágenes y los recuerdos vinieron a su mente.
La última vez que la vio fue en una fiesta organizada en casa de sus familiares. Una fiesta a la que él asistió con Rebecca pues en aquel entonces ya estaban casados (para su total desgracia y ruina posterior) Ella estaba allí con su indomable y rebelde pelo; con su volumen multiplicado por tres veces pues había llovido y éste parecía haber absorbido toda la humedad del ambiente a su alrededor y vestía de luto por las recientes pérdidas de sus padres. Aún así,al vivir con sus tías, su presencia era obligatoria y no le quedó más remedio que asistir.
Entonces, cuando la fiesta estaba bien avanzada otra de sus tías solteronas se situó justo en el centro del gran salón, llamó la atención de todos los presentes y requirió la presencia de su sobrina junto a ella para hacer un anuncio oficial y público. Anuncio que no consistía en otra cosa que en una declaración de bastardía y de renegación pública de su persona como miembro de la familia Meadows justo delante de toda la flor y nata de la alta sociedad británica. Comunicándole también que disponía del plazo de un día para recoger todas sus pertenencias para marcharse de allí y no regresar jamás.
Ni siquiera le dio tiempo a despedirse de ella, pues sorprendentemente cumplió con lo que le habían pedido y abandonó Gran bretaña con rumbo desconocido para él. En realidad y siendo completamente sinceros, el último contacto que mantuvieron fue por escrito y materializado en una de las miles de cartas de condolencia que recibió por el repentino fallecimiento de su esposa. Una carta, a la cual él no respondió. Igual que al resto.
Se acordaba de detalles como su risa o su gusto por los dulces pero por más que lo intentaba no conseguía ponerle rostro.
Sabía a ciencia cierta que era guapa. Especialmente porque en su fiesta de presentación en sociedad tuvo que abandonar de forma permanente esa noche a su esposa para ejercer de vigilante, garante de su seguridad y hermano mayor con ella, sobre todo cuando la vio rodeada de numerosos pretendientes; muchos de los cuales coincidían en edad con él y habían sido compañeros de juergas en la universidad o el Grand Tour.
Lo cual era del todo inaceptable pues ella era apenas una niña.
Estrujó sus neuronas al máximo y su cerebro le materializó dos recuerdos borrosos acerca de ella; el primero era su más que difícil de domar cabello oscuro; probablemente negro y ¿rizado? y el segundo unos enormes ojos de los cuales no alcanzó a distinguir el color.
De repente, sintió curiosidad por saber de ella; dónde estaba, qué hacía y como le iban las coas. Solo esperaba y deseaba que las cosas le fueran bien porque ella no mereció ese trato por parte de sus familiares paternos. Un día próximo le preguntaría a Katie acerca de Ronnie.
Un día próximo...
Porque en ese momento, otra oleada de carcajadas interrumpió este hilo de recuerdos y añoranzas de mucho tiempo atrás.
Afortunadamente para él, las cosas iban a cambiar en muy poco tiempo porque estaba situado justo detrás de la puerta del salón para visitas, lugar que resultó ser el escogido para tan ruidosa reunión.
- Se os ha acabado la fiesta - dijo,antes de girar el picaporte, abrir la puerta y entrar en el interior de dicha habitación repiqueteando con el tacón de su bota sobre el suelo de piedra caminando muy muy lentamente...

En cuanto escucharon el sonido del giro del picaporte, sabiéndose descubiertas y declaradas culpables confesas de un delito de descuartizamiento social público, ambas mujeres callaron y se mantuvieron a la espera y merced de su visita.
- ¡Ya basta cotorras! - gritó. - ¿Se puede saber a qué viene tanto jolgorio y alboroto? - les preguntó enfadado. -Aquí hay personas que están inten... - pero Jeremy no pudo acabar la frase.
Bien es cierto que desde que entró se había dado cuenta de la existencia de dos mujeres en la habitación. Es más, las había estado mirando alternativamente mientras les gritaba, hasta que... hasta que la miró fijamente a los ojos.
Era una mujer bellísima, pero había algo en sus ojos... ¡Qué ojos! Su color no era de lo más extraordinario pero... estaban enmarcados con unas larguísimas pestañas que tenían el efecto mágico de que olvidaras el resto de ojos y miradas que habías contemplado antes en tu vida.
Sabiéndose observada de forma tan evidente, la mujer batió las pestañas abriendo y cerrando los párpados recreándose en esta acción y ahí entonces Jeremy creyó.
Otra de las características definitorias de Jeremy Gold es que no era un hombre de fe o creyente. De hecho, hacía más de ocho años que no iba a misa y la última a la que fue correspondió a la del funeral de Rebecca. Desde entonces repelía a sacerdotes e iglesias.
Hasta ese momento.
Momento en que Dios le había enviado a unos de sus ángeles más bellos para traerlo de nuevo al redil. Pues bien, si tenía que volver a creer y regresar a la iglesia católica de Inglaterra de la mano este ser divino, con gusto lo haría. ¡Vaya que sí!
Claro que también podía pertenecer perfectamente al otro bando, ya que la súbita oleada de deseo manifestada en una dolorosa erección apenas posible de disimular que había sentido al mirar a los ojos a esta mujer no debía ser muy celestial precisamente. Erección que a su vez sirvió de recordatorio de que debía tomar a una nueva mujer como amante pues hacía mucho que no tenía sexo.
Tres meses para ser exactos.
Con lady Huchfield.
Y tres meses para un hombre como él era demasiado tiempo.
Volvió a mirarla y le pareció que ella esbozaba una sonrisa y él volvió a sentir un nuevo tirón en su zona dolorida que a punto estuvo de conseguir que se doblara pero que le sirvió para despejar sus dudas religiosas.
Sin duda era una enviada celestial.
¿Qué importaba que hasta ahora le hubiesen contado que lo ángeles eran rubios de piel blanca y ojos azules? En su caso Dios había provisto para enviarle una morena, de piel bronceada y enormes y expresivos ojos.
"¡Gracias Dios mío!" exclamó mentalmente feliz y contento mientras se mordía el labio y se relamía de gusto ante lo que estaba por venir.
Varias esferas celestiales más abajo, concretamente en el aspecto terrenal tenia mucho que agradecer a que su hermana hubiera conseguido el título de la Incomparable por encima de muchas jovencitas de su edad, incluyendo a algunas de sus amigas como la propia Verónica o Rosamund.
Incluso él mismo la ayudó haciendo campaña a su favor en círculos exclusivamente masculinos para que ganara a estas dos últimas. No iba a consentir que Verónica fuese escogida como la incomparable después de ver cómo sus amigos la perseguían como perros en celo desde el primer baile al que asistió y... un escalofrío le recorrió la espalda ante el mero hecho de pensar que la señorita Harper hubiera sido elegida como la ganadora.
Gracias a ese título conseguido hace ya muchos años todas las mujeres que querían ser presentadas y conocidas en sociedad o incluso las que querían integrarse en su reducido círculo de amistades debían hablar con ella. Incluso había veces en que se saltaban el paso de Katherine y se acercaban directamente a él.
Lo cual sin duda propiciaba la creación y el estrechamiento de su relación; acabando en la cama y aumentaban su fama de libertino, su ego y su vanidad masculina.
Esa mismo plan pensaba levar a cabo justo con la mujer que tenía enfrente.
Sin que ella lo supiera, en cuanto Katherine los presentara de forma oficial, él pondría en marcha su plan de seducción.....
- ¿Jeremy? - le preguntó Katherine. - ¿Querías algo? - quiso saber de forma disimulada como si realmente no supiera el motivo por el cual había ido y les había interrumpido la conversación a ambas.
- Eh... sí - dijo, ignorando totalmente a su hermana. Y dirigiéndose directamente a la viuda le dijo: - Au chanté, mademoiselle - antes de agacharse y esperar a que ella le ofreciera la mano para besársela.
Un ofrecimiento por parte de Verónica que no llegó nunca.
Desde que alcanzó la juventud y su cuerpo se desarrolló había atraído las miradas de los hombres, aunque no sabía muy bien por qué ya que según sus propios criterios personales no era una belleza despampanante, pero aún así, había algo que no podía ni soportar ni tolerar porque la enfadaba muchísimo y esa cosa era que los hombres babearan en su presencia.
Justo lo que estaba haciendo ahora mismo su otrora antiguo amor de juventud.
Tampoco le ofreció la mano porque las circunstancias de su reencuentro la sobrepasaron.
¿Este era Jeremy? ¿El hombre del que había estado enamorada más de diez años?
¡Dios mío! ¿Qué le había pasado?
No estaba feo, eso seguro. Al contrario seguía siendo muy atractivo y la madurez le había sentado muy bien; pero...
¿Qué fue de su antigua alegría juvenil?
¿Por qué su mirada era sombría? 
¿Por qué vestía siempre de negro? ¿Es que acaso aún llevaba el luto por la muerte de Rebecca?
Si era así, sí que debió quererla mucho... Aunque bien podría ser por otra parte que se hubiera vuelto a casar en segundas nupcias y su segunda esposa hubiera fallecido muy recientemente o que se les hubiera muerto un familiar cercano.
Parecía imposible si te parabas a analizarlo con raciocinio, sobre todo y especialmente porque si alguna de las dos cosas hubieran ocurrido, Katherine se lo hubiera contado durante su tiempo de cotilleos y sobre todo ella también iría vestida de negro y no de violeta como vestía en ese momento.
Por tanto, solo debía ser por su viudez.
¿Qué narices era ese horror de peinado? ¿Y el bigote? ¿Y la barba alrededor de la boca?
"¡Que se los quite por Dios!" pensó, mirándole con horror.
Quizás fuera la moda pero a ella no le gustaba en absoluto cómo le quedaban. 
Le hacían parecer viejo. Y él aún no era viejo.
- ¿Dónde te has dejado hoy el bastón que siempre te acompaña? - volvió a preguntarle Katherine, al sentirse ignorada.
"Bastón" dijo Verónica mentalmente. "¿¡Bastón?!" gritó preocupada mirándole a él con recelo.
Durante uno de sus muchos temas tratados Katherine sacó a relucir que Jeremy había sido condecorado con héroe en las guerras napoleónicas. En ningún momento dijo que fuera herido de gravedad en la pierna y como consecuencia de la misma tuviera que llevar bastón para ayudarle a caminar. Además, lo había visto con sus propios ojos venir en su dirección caminando y no cojeó ni caminó de manera extraña.
Todo fue perfectamente normal. ¿Para qué quería un bastón entonces?
Y si... bueno, podía ser como Lord Byron y haber a prendido a caminar disimulando su malformación...
- Hermanita, sabes que uso el bastón siguiendo la moda que marca Brummel y que no lo necesito para caminar - le responidó, provocando un alivio inmenso en Verónica. - No me hagas parecer más viejo de lo que soy - añadió, con tono de advertencia. - So-lo ten-go trein-ta y cua-tro - concluyó, mirándola diectamente y pronunciando cada una de las sílabas de forma muy marcada para que la viuda extranjera le leyera los labios y supiera cuál era la edad que tenía.
Verónica frunció el entrecejo ante la última frase de Jeremy aunque tampoco pudo evitar que se le escapara una risita. Aprovechando que nuevamente había captado su atención, éste quiso preguntarle: 
- Comment t'appelles-tu? - antes de imitar una nueva reverencia

"No me ha reconocido" pensó Verónica al verlo agachado frente a ella por segunda vez. "¡No me ha reconocido!" exclamó feliz.
¡Era maravilloso! ¡Ni en sus mejores sueños hubiera salido mejor!
Había tenido sus dudas acerca de que la descubriría en cuanto escuchara su particular risa pero no. Ahí estaba, haciendo el idiota frente a ella solo por el mero hecho de querer conocerla.
En un principio, su intención había sido hacerle sufrir y permitir que continuara haciendo el tonto y el ridículo delante de su perosna como tantas y tantas veces había hecho ella años atrás...pero le veía tan ridículo y estúpido que no pudo evitar volver a reírse a carcajadas y aumentar su sensación de estupidez y confusión preguntándole a Katherine entre susurros (aunque siendo perfectamente consciente de su cercanía):
- ¿Y este por qué me habla ahora en francés? -
Katherine se encogió de hombros como respuesta.
En el mismo instante en que la escuchó hablar en un perfecto inglés. Con acento no identificado, pero perfecto inglés, Jeremy se incorporó y le preguntó, confundido:
-Ah pero ¿sabéis hablar inglés? - Ella asintió, con una sonrisa y tor de los parpadeos que lo estaban volviendo loco.
Haciendo alarde de su entrenamiento de oratoria, Jeremy quiso pedirle disculpas alegando como argumento para su confusión el tipo de vestido que llevaba era exacto a un vestido clásico francés de estilo Barroco de los más habituales en el guardarropa de la reina María Antonieta.
Esa había sido su intención. Muy loable por otra parte.
La realidad fue bien distinta y los únicos sonidos que salieron de su boca fueron unos titubeos y tartamudeos.
Al menos hasta que carraspeó, se ordenó relajarse mentalmente y dijo por fin:
- Mis disculpas milady -. Me presentaré; soy Jere... -
- Jeremy Howell Gold - le interrumpió la desconocida. - O como te llaman tus íntimos y cercanos, Jem - añadió, orgullosa con una sonrisa enorme de satisfacción ante la más que segura confusión mental que le iban a provocar estas palabras.
"¿Cómo sabe como me llamo?" se preguntó el susodicho. "¿Es que acaso me conoce?" añadió, acercándose dos pasos en su dirección. "No" negó rotundo. "Es imposible que me conozca" añadió. "Y entonces ¿cómo lo sabe?" concluyó.
La respuesta se la proporcionó él mismo cuando miró justo a la izquierda de la desconocida: Katherine.
Ambas mujeres habían estado charlando mucho tiempo. Era normal que le hubiera hablado de él y del resto de los miembros de su familia. Lo que no era normal de ninguna de las maneras era que le hubiera revelado detalles íntimos como su segundo nombre galés o su mote. 
Si Veronica conocía tan bien como creía conocer a Jeremy y su carácter no había cambiado por el paso de los años, estaba segura que la culpable y quien iba a pagar los platos rotos en esta situación era Katherine. Por eso quiso aclarar.
- Sabía perfectamente quien eras desde que entraste por la puerta Jem -
"¿Jem?"se preguntó. "¿Cómo que Jem?" añadió, enfadado. "¿Quién demonios se cree esta que es para hablarme con tanta confianza?" exigió saber.
Se iba enterar. No iba a consentir tanta familiariedad hacia su persona de una desconocida.
Acortó aún más la poca distancia que los separaba y se dispuso a dejarle las cosas muy clara cuando ella le dijo, descolocándole por completo:
- En cambio tú no tienes idea de quien soy ¿verdad? - le preguntó aguantando la risa.
- Señora mía, debo asegurarle que en este momento no tengo ni la más remota acerca de su identidad - confesó llevándose la mano al pecho como señal de juramento.
Katherine; quien hasta ese momento había estado disfrutando enormemente de la situación no pudo más y dijo, captado la atención de su hermano:
- Es Verónica, Jeremy -.
- ¿Verónica? - preguntó con el ceño fruncido girándose hacia la desconocida. - Verónica - dijo mirando su rostro fijamente entornando los ojos para ubicarla. - ¿Verón...? - intentó preguntó
Y entonces, las imágenes borrosas que su cerebro le había ofrecido momentos antes sobre una de las amigas de su hermana se hicieron nítidas.
Es más, habían cobrado vida justo delante de sus ojos.
- ¿Verónica? - le preguntó, señalándola boquiabierto. - ¿Verónica... Meadows? - inquirió para estar completamente seguro de la identidad de la mujer.
- Rossi - le corrigió ella asintiendo vigorosamente mientras le saludaba a la italiana; con un apretón de manos y un beso el la mejilla.
Esos gestos, totalmente inofensivos por parte de ella, permitieron a Jeremy disfrutar de la cercanía de esta mujer, sentir la suavidad de su piel y sobre todo, aspirar el perfume que ella utilizaba.
Dulce, su favorito. 
Compuesto de vainilla y canela. 
Ambos afrodisíacos.
"¡Genial!" pensó, con fastidio.
Y haciendo gala de todo su autocontrol, se apartó de un salto de ella para impedir que notara su erección al estar tan cerca; la cual había aumentado.
- Madre...del...amor...hermoso... - dijo, costándole un montón de trabajo hablar con normalidad e impedir que se salieran gemidos de excitación. - ¡Verónica! - exclamó, mitad excitado dejándose caer hacia atrás en un sillón. Un sillón que Katherine había arrastrado hacia allí en cuanto vio cómo se tambaleaba su hermano por la impresión del descubrimiento de la identidad de la mujer y que impidió que cayera de culo a sus pies.
- Hola - le saludó Verónica sonriente. - ¿Estás bien? - le preguntó preocupada. - Tu voz antes ha sonado... rara - añadió.
"¿Que si estoy bien?" se preguntó. "¿Que si estoy bien?" repitió. "¡No!" exclamó. "¡Por supuesto que no estoy bien!" volvió a exclamar. "Tú me estás poniendo malo" añadió.
- Sí, si tranquila - mintió. - Ha sido por la...sorpresa - aclaró, plantando una sonrisa en el rostro.

Mucho más relajada por esta respuesta, Verónica decidió cumplir con el deber protocolar para estas ocasiones: 
- Jem... - inició la frase, provocando que este levantara la cabeza en su dirección. - Te acompaño en el sentimiento - añadió, agachando la cabeza.
- ¿Eh? - le preguntó él con gesto de extrañeza. - ¡Oh! - exclamó al rato.
"Hacía tanto tiempo desde la última vez que ya ni me acordaba..." pensó. "Rebecca" añadió, despreciativo.
- Gracias Verónica e... - igualmente - le respondió.
- ¿Igualmente? - preguntó en un murmuro ahora ella extrañada. - ¿Igual...? - volvió a preguntar más alto. 
- ¡Oh no! - exclamó incrédula. - No, no, no, no, no, no, no - repitió. - ¡Otra vez no! - volvió a exclamar mientras miraba al techo y caminaba pidiendo clemencia y parloteaba en italiano. - Por segunda vez en esta tarde - dijo, girándose hacia los Gold. - Yo no soy viuda - añadió, lentamente. - ¡No soy viuda! - añadió con un grito.
- Y entonces ¿por qué vas vestida de negro como yo? - preguntó Jeremy, apoyado sobre el respaldo del sillón. - El negro es para las viudas - informó, con gesto serio.
- ¡Que esto... - dijo, agarrándose las faldas del vestido... - no es negro! - explicó. - ¡No es negro! - repitió.
- Es verde - explicó, con los dientes apretados y bastante. - Verde oliva oscuro - recalcó para intentar dejarles la idea clara de una buena vez.
Como si el sol se hubiese apiadado de ella tras escuchar sus palabras, justo en ese momento la nube gris oscura que lo tapaba se dividió en dos y permitió que un rayo de sol se filtrase e iluminase el cielo. 
Este minimo halo de luz fue más que necesario para que la tela de color tornasol con la cual se había confeccionado el vestido refulgiese y les permitió comprobar a ambos hermanos Gold que, efectivamente Verónica había tenido razón desde el principio porque la tela era verde.
- Es verde - exclamaron ambos a la vez hipnotizados por la luz que se reflejaba en Verónica y que mediante una ilusión óptica leas hacía parecer que emanaba de ella. Motivo por el cual confirmó la teoría de Jeremy acerca de  carácter celestial.
La puerta de la habitación volvió a abrirse en ese momento, rompiendo la magia.
Era lady Dunfield.
- ¡Caramba Verónica! - exclamó. - ¡Qué vestido verde más bnito! -añadió, alabando su estilo.
- Gracias - le respondió Verónica antes de volver a sentarse.
- ¿Querías algo mamá? - le preguntó Jeremy, visiblemente fastidiado por con la interrumpción habia perdido la oportunidad de continuar reconociendo a Verónica.
- Vengo a informaros chicas - dijo, ignorando a su primogénito - De que ya tenéis todo listo y preparado y que los criados os están esperando - añadió. 
- Gracias mamá - respondió Katherine, pues así lo exigía la buena educación y el protocolo.
- Vuelta al pasado ¿eh?-les preguntó Jeremy esbozando una sonrisa.
Soonrisa que borró al comprobar la incomprensión general de sus palabras. Por eso, se vio obligado a añadir: - Voy a volver a ejercer de vigilante y a reintroducir a las solteronas - dijo, señalándolas con el dedo - en la temporada ¿no? - preguntó. - ¡Caramba! - exclamó soñador. - Siento como si el tiempo hubiera retrocedido nueve años... - añadió, mesándose el bigote mientras rememoraba lo sucedido ocurrido nueve años atrás cuando él, como futuro heredero del ducado de Dunfield y un hombre felizmente casado ejerció de anfitrión e introductor social en la fiesta organizada por su familia de su hermana pequeña Katherine,
- Por supuesto que no - respondió lady Dunfield rotunda, devolviendo a Jeremy a la realidad. - Tú te encargará de Katherine pero de Verónica se encargará vuestro padre - añadió.  
- ¡Mamá! - protestaron ambos hermanos a la vez.
- Mamá nada - les replicó ella. - Te recuerdo - dijo señalando a Jeremy - querido, que tú mismo has repetido y manifestado en numerosas ocasiones durante los últimos ocho años tus renuncias al ducado de Dunfield así que perdiste ese privilegio -.
La palabras pronunciadas por lady Dunfield provocaron que Verónica mirase de forma ceñuda a Jeremy.
"¿Renunció?" se preguntó soprendida. "¿Cómo que renunció?" añadió, enfadada.
- En cuanto a ti, jovencita, por decir algo - dijo señalando a su hija. - Esta va a ser tu décima temporada en sociedad. Todos te conocen - recalcó. - No necesitas a nadie que te presente o introduzca - añadió. - Y dado que vuestro hermano Graham está en la universidad y le es imposible asistir hoy a baile, será lord Dunfield quien lleve a Verónica de la mano en la primera fiesta - anunció.
- ¡Mamá! - volvieron a protestar. 
- Ni mamá ni nada - les volvió a cortar. - He dicho - y les mandó callar. - Además Jeremy, mañana tienes sesión en el Parlamento. Debes estar descansado y regresar pronto a casa - añadió.
Su madre tenía razón.
Mañana era su sesión en el Parlamento
Una sesión de la que no se había vuelto a acordar desde que entró en este salón por culpa de la mujer sentada justo enfrente de él.
Una mujer que le disparaba sus hormonas como cuando era adolescente y con quien no habñia dejado de tener fantasías desde que se sentó en ese sillón.
"¿Realmente piensa que voy a regresar solo a casa temprano o estar tranquilo en la fiesta sabiendo que cualquiera puede seducirla?" se preguntó. Suspiró hondamente. "Tocará hacer de canguro" se concienció.
- Todo esto es por vuestra culpa - las acusó con tono infantil, señalándolas. - Si estuvierais ya casadas yo no tendría que ejercer como vuestro perro guardián y yo podría disfrutar de la fiesta junto a mis amigos solteros - les echó en cara.
- Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo y yo - le imitó Katherine. - Egoísta - añadió, sacándole la lengua.
Una Verónica divertida asistió a la pelea fraternal, pero antes de que el tono infantil pasara a mayores y comenzase los comentarios hirientes serios, intervino:
- Por mi parte, te libero de tus obligaciones . - No voy a necesitar un perro guardián - añadió sonriente.
- ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó Jeremy con el ceño fruncido e inseguro.
- No necesitaré que actúes como mi perro guardián porque no voy a tener pretendientes a mi alrededor - explicó. Ante las miradas de incredulidad de las personas a su alrededor se obligó a añadir: - Estoy prometida -.
- ¡¿Qué?! - gritaron a la vez Jeremy y lady Dunfield.
. Estoy prometida - repitió Verónica sin dejar de sonreír, mostrando a su vez la mano donde estaba el anillo con el enome diamante solitario; diamante que brilló con los rayos de sol.
"¿Cómo prometida?" se preguntó aún sin creerlo. "No puede estar prometida" negó vehemente. "Pero si acaba de reaparecer en mi vida para ¡convertirse en mi amante!" añadió enfadado. 
Había dicho lo de estar casadas instantes anteriores como una broma, en ningún caso quería meterles prisa para que se casaran. Especialmente a la exhuberante morena del salón.
Intrigado, quiso saberlo todo acerca del misterioso prometido de Verónica: el qué, el cómo, el cuándo y lo más importante el con quién y el por qué el susodicho hombre no estaba aquí con ella y había permitido que viajara sola a otra país.
- Estás prometida - afirmó, disimulando su enfado.
- Sí - respondió Verónica. - Con Dante Filippi, un conde del Piamonte - añadió.
- Un conde - repitió lady Dunfield, ebria de felicidad por la noticia de la amiga de su hija mientras le lanzaba miradas reprobatorias y condenadoras a su propia hija.
Unas miradas que establecían comparaciones entre ambas muchachas y donde, obviamente Katherine era la perdedora.
Por otra parte, como si de un niño pequeño enfurruñado se tratara, la mente de Jeremy se hizo una imagen metal del tal Dante y comenzó a burlarse de ella, sacándole la lengua. "Pff" bufó mientras se cruzaba de brazos. "Un conde" pensó con desprecio. " Yo podría ser duque...si quisiera" añadió. "Duque gana a conde. Fin de la partida" pensó. "Ese Dante Filippi es un perdedor...." dejó caer.
Harta y muy incómoda por las miradas de su madre, Katherine le preguntó a Verónica:
- ¿Qué te vas a poner? -.
- Yo...yo preferiría no ir - dijo ella muuy bajito con un ataque repentino de pánico por el qué dirán y sobre todo por la perspectiva nada halagüeña de reencontrarse con sus antiguas tías.
- ¿Por qué? - le preguntó lady Dunfield. - ¿Te encuentras bien? - añadió, preocupada.
- La verdad es que... no - volvió a decir bajito, aunque Jeremy la escuchó ya también la miró con preocupación.
Y era cierto.
Verónica no estaba bien.
Estaba agotada.
Y no solo por el viaje, que también. Sus energías las había agotado principalmente en su pelea por conseguir un carruaje en su llegada al puerto.
Además, no habñia descansado porque era absolutamente incapaz de dormir o dar cabezazos reparadores siquiera en el interior de un carruaje y ella llevaba numerosas horas de viaje acumuladas en dicho medio de transporte.
Conclusión: necesitaba dormir.
Necesitaba una cama.
Urgentemente.
Ignorando las mínimas protestas de Verónica, Katherine le dijo con tono lastimero y tomándola de las manos:
- ¡Ronnie! - exclamó. - ¡Tienes que venir! - le pidió. - ¡Va a ser tu reencuentro con las chicas! - le recordó. - ¡Por favor! - añadió, sacando morritos. - Además - dijo, cambiando completamente su tono de voz a uno con amenazas implícitas - Llevo semanas hablando de tu llegada. No puedes dejarme por mentirosa - advirtió. - Y menos en el inicio oficial de la temporada - concluyó, enfadada.
- ¿Hoy es el inicio de temporada? - le preguntó boquiabierta a Jeremy; quien asintió.  - ¿Quiénes la inician este año? - quiso saber.
- Los marqueses de Aubrey - le informó lady Dunfield.
Verónica pensó que no los conocía antes de analizar y hacer una lista mental con los pro y los contra de ir o no a esa fiesta.
Suspiró.
"No es una buena idea" le dijo una parte de su cerebro. "No debes pensar siquiera en ir" recalcó. "Estás agtada" le recordó.
"Se lo debes" le ordenó la otra. "Te han acogido en su casa como a una más" le recordó. "Lo menos que puedes hacer es devolverles el favor asistiendo a una estúpida fiesa ¿no te parece?" le preguntó echándoselo en cara.
Tenía razón.
Estaba decidido.
Asistiría.
- Está bien, iré - anunció. - Dejaré que sea lord Dunfield quien me reintroduzca en sociedad - añadió, despejando cualquier posible atisbo de duda.
Dicha noticia provocó que ambas mujeres Gold reaccionaran de la misma manera; dando pequeños grititos agudos de satisfacción y aprobación mientras aplaudían encantadas.
"Craso error" pensó Jeremy en clara oposición a las mujeres de su familia.
Aunque, por otra parte, su asistencia a esa fiesta le brindaría la oportunidad y le permitiría mantener una conversación privada y a solas. Porque la "pequeña italiana" y él no se habían dicho muchas cosas y tenían mucho de qué hablar...
- ¿A qué hora debemos estar allí? - le preguntó Verónica a lady Dunfield.
- Creo que la hora más indicada sería sobre las once - respondió.
La invitada echó cuentas mentales, ayudándose de los dedos en alguna ocasión antes de decir:
- ¿¡Que?! - gritó, horrorizada. - ¿¡Las once?! - añadió, atragantándose con su propia saliva, por lo que comenzó a toser. 
Y entre tos y tos comenzó a decir: - ¡N...nnn....nnno m...mm...mme... va...a...dar...tiempo! - exclamó, antes de salir corriendo de la habitación para comenzar a prepararse.
De una manera muy poco protocolaria, cabe reseñar.


7 comentarios:

  1. Creo que ha habido un problema tecnico... sólo sale el poema... O.o??

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  2. PERO TU QUE QUIERES QUE A MI ME DE UN CHUNGO O ALGO¿? ES ESE TU PROPOSITO DE AÑO NUEVO MATARME DE UN CHUNGO?¿?? Q PASA LUEGO XQ LO DEJAS A MEDIAS QUE QUIERO VER LA REACCION DE JEM CUANDO VE A RONNIE!!!! QUIERO VERLA Q DIOS LO HAS DEJADO AI Y YO AQUI CON EL GUSI GUSI Y LA INTRIGA DE A VER QUE CARA DE DESCOMPOSICION O BABEANTE BOBO BABUINO PONE JEM XQ QUIERO LEERLA PRONTO ASI Q PONLA XFIS XFIS XFIS XFIS ANDA SE BUENA XD XD

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  3. A ver... varias cosas que comentar aquí: primero decir que sea la madre de Kat la que le recuerda el protocolo, pq siendo la incomparable, yo creía que no haría falta y sería la típica pija repelente... jaja. Segundo:la madre que la parió a la Kat jajaja o sea... eso de... no puedes ser tu mi amiga que tengo una enemiga ahora, pero todo está bien pq estás viuda y ya no hay problemas....mmmm... dos cosas le decía yo XD Tercero: Poooobreeee mujer que lata con el vestido coño!! XD Cuarto: me he tenido que reír a fuerza con tu descripción de la risa de Verónica pq yo me rio casi igual, encima me la he imaginado atragantándose con la raspa de pescado XDXDXD Quinto: pedazo de cabrón que es Jem!! jajaja cómo se aprovecha de la situación de su hermana para tener amantes, encima nada más ver a Veronica es lo único que piensa, que va a ser otra más... Ya le vale!!! Eso si que es zas por toda la boca!! Jajaja Sexto: no se si ya lo tenías pensado o no, pero me alegro que le hayas puesto de mote Jem, que fue como lo llamé el otro día :) y me encanta como suena :) Siete: me encnata la reacción de Jem al ver a Vero, totalmente imaginable, pq a mí me ha pasado!!! Y se como se siente la mi pobre jajaja y sabiendo ahora como es él, sólo puedo decir que espero que pase de él durante algunas páginas y que se jorobe muuuuchooooo!!! Y por último: me encanta la madre!! :D

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  4. bueno bueno bueno q redescubrimiento con jem aunq hay q decir q el pobre es tonto de solemnidad y con balcones a la calle y provisto de una buena azotea jajajajaja vamos a ver cacho tonto (siempre en tono cariñoso) si al principio cuando la escuchaste reirse supiste q era ronnie xq narices te pones a hablarla en frances tontaina y rompiendo una lanza a su favor creo q me vas a hacer pasar muy buenos ratos queridos xq dejando de lado a mi dios supremo usease mi guapisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisimo willy willy a un lado xq el es supremo y me hizo pasar buenos ratos de risa tu de momento te acabas de llevar mi simpatia querido xq de momento me he reido lo que he querido y mas cuando he visto la cara de babeante bobo babuino que has puesto al ver a ronnie q un poco mas y la mandibula al suelo los ojos desorbitados y bueno evidente la prueba de tu deseo chato q un poco mas y me quedo sin aire de la risa q me has hecho pasar!! y con respecto a la autora MALISIMA QUIERO MAS pero hoy no te voy a decir todas las palabras q empiezan por M xq hoy rompo una lanza a tu favor diciendote q me encanta que hables de cosas de arte como ejemplo de ello el grand tour queridisimo q adoro mucho y me sale de pe a pa en los examenes y q salgan hombretones como lord byron!! asi q POOOOOON MAAAAAAAAS PRONTO PLIS JIJI

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  5. Lo primero gracias a ambas por los comentarios... ahora estoy más centrada con Thon y Zhetta y sobre todo con la búsqueda de un título adecuado... pero os dejo un mini sneak peek: si os dais cuenta en este libro siempre hay un fragmento de poema que en teoría está relacionado con lo que va a pasar en el el capi. Bien, el siguiente poema va a ser La primera vez que él me besó...
    No digo más.

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  6. ves como eres MALIGNA MALEFICA MALOTA MALVADA lo ves¿?¿?¿?¿ yo de examenes y tu poniendome cosas de estas para q me distraiga (bendita distraccion) jiji como quieres q no te llame asi asi q arrea a ponerlo pronto q.... vaya gusi gusi q me acabas de meter en el cuerpo chata jajajaja aunq rompiendo una lanza a tu favor mañana matas algo el gusi gusi con el capi de thon asi q reduzco las palabras malvadas a malota solo xD

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