martes, 12 de marzo de 2013

Amor a golpes Cap. 2 Una noche como esta (Henry)


CAPÍTULO II
Una noche como esta
(Henry)

“Santo Dios y Santísima Mierda” pensó Henry Harper mientras despegaba de forma milimétrica las pestañas y los párpados de sus ojos, incapaz todavía de abrirlos por completo mientras muy lentamente comenzaba a recuperar la consciencia.
“Pero ¿qué brebaje infernal me ha dado de beber?” se preguntó enfadado, notando aún los efectos del alcohol en su cuerpo y sobre todo, un más que incipiente y los numerosos a la par que doloroso pinchazos en la frente.
“Voy a matar a la mierdecilla del jodido sátiro[1] y leprechaun[2] de Edward júnior” estableció furioso.
Sabía, sabía que no había sido una buena idea (de hecho no había sido su mejor idea para ser exactos) la de aceptar salir a tomar una copa con él ya que para empezar nunca era una única copa con Júnior.
¿Tanto le costaba regresar a su casa y disfrutar de una tranquila y apacible noche de lunes después de tanto tiempo sin tener una noche libre?
Al parecer sí.
Precisamente ahí radicó el problema: en su incapacidad para mantenerse inactivo y sobre todo en el día de la semana.
Había subestimado al lunes y Juno, la diosa a la que dicho día estaba consagrado. De forma bastante errónea pensó que al ser el día que daba inicio a la semana no habría ningún divertimento o distracción nocturno que lo tuviera ocupado a falta de una pelea (dado que su amigo y organizador de las mismas Albert Branches no le había informado de novedades en ese aspecto oculto de su vida para su familia).
Obviamente se había equivocado.
Más teniendo como compañero de salida nocturna a su hermano pequeño.
Por eso aceptó sin dudar su ofrecimiento cuando se lo encontró en la calle, precisamente justo después de confirmar que esa noche no pelearía.
¿Quién no iba a fiarse de su aspecto inocente e inofensivo?
Ahora, tumbado sobre una inusual, fría e incómoda cama se daba cuenta del craso error que había cometido…
En realidad, la noche había comenzado bien: primero fueron a un club en el cual nunca había estado: el Stratford[3]; club para caballeros sin ningún tipo de inclinación política ¡gracias a Dios! porque la política le parecía un tema tremendamente aburrido y tedioso. Además de que ya tenía suficiente de política pues era tema recurrente en la residencia Harper debido a que tanto su padre como su hermano Anthony, el primogénito eran conservadores ( muy conservadores) y su cuñado Mattheus Appleton era absolutamente liberal. No muy activo políticamente, pero sí lo suficiente como para ofender en extremo a ambos hombres Harper.
Resumiéndolo en pocas palabras; sus reuniones familiares nunca eran aburridas.
Allí jugaron un par de partidas cartas frente a otros caballeros, las cuales ganaron.
El problema vino cuando comenzaron a beber.
No es que él no estuviese acostumbrado a la ingesta de alcohol. Al contrario, estaba más que acostumbrado (buena prueba de ello era la gran variedad de bebidas alcohólicas del mueble bar que había en su sala de juegos)
La gravedad del asunto se produjo porque había subestimado por completo a su hermano pequeño Edward; el ojito derecho de su padre.
Un Edward quien, a sus veintiocho años había sido declarado héroe de guerra por su destacado papel en la lucha contra los franceses y en especial en la batalla de Leipzig[4].
Edward; quien de cara a la galería era la imagen de la disciplina, la rectitud y el buen comportamiento.
Cara a la galería.
Porque pocos; muy poco, conocían el lado desenfrenado y salvaje de éste héroe nacional donde el sexo, el alcohol y lo que es más importante y grave, las drogas eran algo muy habitual.
Normalmente era capaz de controlarse.
Eso sí, una vez que probaba algunos de los tres ingredientes explosivos era incapaz de parar y decir no.
Henry creía (dado que él también había estado allí y por tanto lo había sufrido, aunque de una manera mucho menos directa) que utilizaba estos tres recursos para olvidar todos los horrores de la guerra; una guerra sangrienta y cruel que había dejado grabado sus recuerdos en la memoria y las pesadillas de su hermano pequeño. Sin embargo, no estaba muy seguro de este pensamiento, pues cuando intentaba tratar algo de este tema con él siempre reaccionaba con evasivas (cuando no se tornaba violento)
Y esta noche él había olvidado esa posibilidad.
“¡Mierda!” maldijo nuevamente para sí
Olvidó esa posibilidad y confió plenamente en él cuando le preguntó si se fiaba de él y si se atrevía a probar un “cóctel” (así lo llamó) que él mismo sabía preparar.
Obviamente aceptó, (pensando que el camarero se negaría en rotundo) pues al fin y al cabo, era su hermano. Y un hermano no haría nada que pudiera perjudicar a otro miembro de su familia (a no ser que estuviese muy enfadado) ¿verdad?
Nuevamente equivocado.
Cuando Edward, muy sonriente, plantó el vaso justo enfrente suya, Henry primero lo agarró y lo olfateó imitando a un perro sabueso.
“Falsa alarma” pensó, tranquilizándose. “Al menos huele bien” añadió.
-          ¡Oh vamos Henry! – se quejó su hermano. – No seas cobardica – le acusó. – Fíate de mí y bébetelo – le pidió. – Pero eso sí, de un trago – concluyó.
Las últimas palabras de Edward le causaron y provocaron bastantes reservas, aún así lo bebió. De un trago además. Justo como le pidió.
Para su sorpresa estaba bueno. Muy bueno.
Desconocía cuáles eran los licores que se habían utilizados para su elaboración pero no amargaba ni le quemaba la garganta. Al contrario, casi le pareció notar un regusto dulce en él. Y mira que a él no le gustaba lo dulce.
Es más, cuando algo era muy dulce, éste le provocaba ganas de vomitar.
-          ¿Lo ves? – le preguntó Edward preguntó sonriendo al comprobar que a su hermano le gustaba. – Sabía que te gustaría – añadió satisfecho. - ¡Pero Henry! – exclamó un instante después, - ¡Si te has dejado la mitad! – añadió.
Edward miró el vaso vacío a excepción de los restos de azúcar moreno o canela pegados tanto en el fondo del vaso como en uno de los lados del mismo; en el que había bebido él.
“¿Me toma el pelo?” se preguntó. “¿Tanta bronca para esto?” añadió. “De acuerdo que el azúcar o la canela es lo que le da el sabor y el toque especial a la bebida pero… ¡tampoco es para ponerse así!” exclamó mentalmente.
Mentalmente porque, sin tiempo a réplica real Edward añadió:
-          ¿Sabes cómo se arregla esto? – le preguntó. – Tomándote otra – añadió. – Y esta vez – dijo mientras le rellenaba el vaso y le removía el contenido con el azúcar gracias a una cucharilla, - No quiero que dejes nada – le ordenó.
Henry fue bueno y no solo hizo lo que éste le pidió sino que repitió la acción varias veces, sintiendo cómo con cada nuevo cóctel que pedía, el alcohol iba haciendo más efecto y mella en él. Sin duda, debido al azúcar.
“Azúcar” pensó Henry mientras intentaba esbozar una sonrisa y abrir bien los ojos en la búsqueda de la ropa de abrigo o sábanas para cubrirse; pues repentinamente tenía frío.
“Si eso hubiera sido realmente azúcar…” añadió.
Lo cierto es que no tuvo ningún género de dudas al establecer que el ingrediente secreto de los cócteles no había sido azúcar en cuanto salieron a la calle, puesto que se sentía bastante más borracho, confuso y desorientado que con una borrachera compuesta solo de alcohol.
Ahora sólo debía averiguar qué había sido.
El frío nocturno de octubre les dio la bienvenida y él aturdido como nunca antes y bastante desorientado, se dio cuenta de que necesitaría la ayuda de su hermano para regresar a su casa hoy.
“Henry, te estás haciendo mayor” se dijo con lástima.
No obstante, para Edward la noche aún era joven y por eso mismo no tenía intención alguna de regresar al hogar familiar todavía.
Así se lo hizo saber cuando le preguntó, sonriendo de manera enigmática:
-          ¿No crees que hace una noche estupenda para comerse un Brownie? -
Sin voluntad debido a sus “azucarados” tragos, Henry asintió y lo acompañó al prostíbulo más famoso de todo Londres: el salón de Miss Naughty.
Creyó entender mal la pregunta de su hermano cuando descubrió cuál era el lugar al que se habían dirigido, ya que pese a que nunca había estado en él (prefería otros) sabía a ciencia cierta que eso no era un salón del té y que por tanto, no servían dulces de ningún tipo (mucho menos brownies) en dicho lugar.
Un lugar cuyo local no quedaba lejos del punto donde se encontraban en ese momento y al que por tanto no deberían haber tardado mucho en llegar. No obstante, el trayecto se alargó bastante más.
¿Por qué?
Debido a las numerosas – S que Henry trazaba en el acerado y a los numerosos cruces delanteros de piernas que ejecutaba a cada paso y que a punto estuvieron de provocarle más de una caída.
Síntomas inequívocos de una borrachera monumental.
Borrachera no justificada dadas las circunstancias.
La única explicación que se le ocurría a su embotada mente era que había pasado demasiado tiempo en el Soho emborrachándose a cervezas con Albert y por eso, tanto su gusto como su paladar habían descendido varias clases sociales.
En teoría, el paseo debería haberle ayudado a despejarse de su borrachera.
En teoría.
Porque en la práctica en absoluto le despejó el paseo.
Principal motivo por la cual, cuando entró en el local (inexplicablemente) Henry se separó de su hermano y se fue directamente a la barra a beber.
Agua.
Porque era tal el estado de embriaguez en el que se encontraba que el mero hecho de oler cualquier tipo de bebida alcohólica le producían náuseas y además también necesitaba despejarse-, pues en estas circunstancias era incapaz de hacer nada…
Edward en cambio se fue a la zona de las chicas a buscar a su amiga.
Lamentablemente para él, su amiga no estaba disponible esa noche para él.
Y por ello se enfadó, creyendo equivocadamente que la tenía en exclusividad.
Al verlo en tal estado, el resto de chicas intentaron calmarle, ofreciendo sus numerosos y abundantes encantos en sustitución de los que él quería.
Fue en vano, ya que cuanto más se lo recordaban, más furioso se ponía.
Tal fue el grado que alcanzó su enfado que a punto estuvo de golpear a algunas de las chicas que intentaron detenerlo. Para evitar hacer algo que no deseaba de ninguna de las maneras, pagó su frustración de la única manera que se le ocurrió: fue a por ella.
Saltándose con ello todas las normas y reglas establecidas al respecto y desoyendo también los consejos y advertencias que le recomendaban que desistiese de su disparatada idea antes de que miss Naughty lo descubriese.
Y eso sí que no iba a gustarle a nadie.
Haciendo caso omiso de todo y todos, Edward se dirigió hacia la zona de las habitaciones y encuentros reservada para las chicas iracundo y obcecado.
No entendía.
No entendía por muchas veces que se lo repitiera alguna de las chicas de Miss Naughty que ninguna de las chicas que allí trabajaba era propiedad exclusiva de un solo cliente; pues era una de las cláusulas y requisitos para trabajar allí. En el momento en que lo incumplían, eran despedidas y debían marcharse del local.
Por tanto, era imposible que Brownie fuera de su exclusiva pertenencia. Sin embargo a él, le resultaba incomprensible.
Edward entró en la habitación donde se estaba llevando a cabo la “reunión” entre Brownie y otro de sus amigos tirando la puerta de una patada y entrando en el habitáculo con grandes zancadas y sonoros resoplidos.
Tan inesperada fue su entrada en escena que los pilló “in fraganti”; aumentando con ello su furia treinta veces más.
Incapaz de seguir viendo por más tiempo la escena sin hacer nada, la desenroscó de encima de él y se la llevó de allí completamente desnuda caminado el pasillo adelante.
Su marcha fue detenida en el propio vestíbulo por la propia Miss Naughty; quien los estaba esperando con los brazos cruzados, visiblemente enfadada.
Nada más verla, a Edward le cambió la expresión en el rostro y soltó a Brownie de inmediato; quien corrió sollozando junto a las otras chicas que estaban tras Miss Naughty para que la tapasen y la confortasen.
“Uff… esto se va a poner feo” pensó Henry observándolo todo desde la barra, pues era incapaz todavía de ponerse en pie y mantenerse erguido.
-          ¿Qué narices te crees que estás haciendo, Edward Harper? – le preguntó, visiblemente enfadada aunque sin levantar la voz en ningún momento. Edward no respondió, así que a Miss Naughty no le quedó más remedio que añadir, exigiendo: - Contesta -.
-          Ella – dijo señalando a Brownie. – Es mía – añadió, simplemente con un tono de voz que reflejaba un exceso de confianza y familiariedad con su interlocutora.
Henry miró con atención entrecerrando los ojos hacia la mujer que su hermano señalaba y entonces comprendió lo de Brownie. Tal y como había supuesto cuando descubrió que iban a entrar en un lupanar, Brownie debía ser un mote cariñoso o nombre en clave utilizado para una de las chicas que allí trabajaban. En este caso muy acertado porque Brownie era negra; no de piel completamente oscura pero sí bastante más oscura que la del resto de personas que allí había presentes. Estaba claro que era mulata. Pero no quería decir que con ello fuera bella, pues al contrario, era la mujer más hermosa de todas las que trabajaban para Miss Naughty.
-          No Edward – respondió Miss Naughty. – Ella no lo es – añadió con firmeza. - ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo para que lo entiendas? – le preguntó exasperada.
-          ¡Sí que lo es! – replicó él. - ¡Yo fui el primero que se acostó con ella y que la llamó Brownie! – gritó, autoseñalándose.
-          Lo recuerdo perfectamente – respondió ella sin inmutarse.
-          Por eso mismo es mía – incidió mirando de forma posesiva y amenazante en dirección de la chica.
-          ¿Vas a sacarla de aquí? – le preguntó con dureza. Edward no respondió. ¿Te las vas a llevar contigo para ofrecerle una vida mejor? – volvió a preguntar mientras Edward continuaba callado. - ¿Vas a casarte con ella? – preguntó por tercera ocasión.
Edward tampoco respondió a la última pregunta de Miss Naughty, lo que sirvió de estímulo para que ésta volviera a hablar:
-          Lo que yo sopechaba – dijo, decepcionada. – Sin embargo – añadió, - Hoy Edward has cruzado todos los límites y te has pasado de la raya. Así que no me queda más remedio que expulsarte de aquí y borrarte de la lista de nuestros clientes – anunció.
“Esto sí que no te lo esperabas” pensó Henry riendo mentalmente mientras hacía una pequeña –O con la boca, fruto de la sorpresa del anuncio de Miss Naughty a la vez que se preguntaba cómo se había comportado su hermano en sus visitas anteriores al lugar. No muy bien sospechaba.
-          ¿¡Qué?! – bramó Edward. - ¡No me puedes hacer esto! – le amenazó señalándola con el dedo índice.
-          No solo puedo sino que lo he hecho – respondió, señalándole la puerta de salida como gesto de réplica.
-          Pero ¡ella es mía! – exclamó acercándose a Miss Naughty, levantándola del suelo y zarandeándola con fuerza.
-          Chicos, lleváoslo de aquí – ordenó sin inmutarse ella.
-          ¡No! – exclamó soltándola de golpe; provocando que cayese al suelo pues Henry fue cogido en volandas por los brazos y transportados como un ligero paquete por los dos únicos hombres que trabajaban allí. Hombres que ejercían y se encargaban de la seguridad del mismo.
Retorciéndose como una serpiente y con movimientos espasmódicos de entre los brazos de los dos hombres gracias a la rabia y furia que lo dominaban en ese momento; Edward consiguió alcanzar con una patada el estómago de Miss Naughty.
-          ¡Eres una maldita zorra caliente! – le gritó. - ¡Esto no va a quedar así! – le amenazó. Edward iba a continuar con sus amenazas e improperios hacia la dueña del negocio pero un puñetazo de uno de los dos hombres impactó de lleno en su cara y por tanto, se lo impidió.
“Buen gancho de izquierda” pensó Henry mientras asentía con la cabeza, orgulloso del golpe.
-          Por supuesto que no va a quedar así – anunció Miss Naughty ya restablecida de la patada y una vez consiguió volver a respirar con normalidad. – He mandado llamar a los ocho de Bow Street – anunció.
-          ¿¡Qué?! – gritó Edward. - ¡Estás loca! – exclamó, retorciéndose de manera más evidente mientras intentaba hacer aspavientos con las manos.
En uno de esos múltiples y bruscos aspavientos, una pequeña bolsita de te cuero cayó del interior del bolsillo de la chaqueta. Una bolsita que Miss Naughty recogió de inmediato y que, curiosa abrió para revelar su contenido: en su interior había un papel arrugado que envolvía un continente de pequeña cantidad y tamaño. Continuó movida por la curiosidad y desenvolvió el papel, revelando el contenido: un pequeño montón de polvos blancos.
En cuanto vio el contenido del papel, Miss Naught comenzó a recelar y sospechar acerca de cuál podía ser la sustancia.
Sus sospechas, recelos y temores se vieron confirmadas cuando tomó una milésima parte del montón con los dedos índice y pulgar y lo probó. Su sabor desagradable fue pronto reconocido: cocaína.[5]
-          ¿Cocaína? – le preguntó enfadada a la par que enfadada mostrándole el papel y el polvillo.
“¿Cocaína?” se preguntó Henry poniéndose en pie de golpe y mostrando una posición sorprendentemente erguida muy enfadado. “Voy a matar al maldito enano bastardo” añadió.
Así que este era el ingrediente secreto de sus cócteles.
Claro.
Ahora entendía mucho mejor su atípica reacción de euforia y aceptación al asistir al prostíbulo de tan buena gana y con tanto entusiasmo. Eso también explicaba la monumental borrachera que tenía pese a lo “poco” que había bebido. Una borrachera que lo obligaba a beber ingentes cantidades de agua que podían desecar el Támesis y que le hacían quedar como un mariquita ante las prostitutas de más fama y renombre de la ciudad y los alrededores.
Este no era él.
Todo él esa noche de lunes era obra, gracia y milagro de Junior.
Si pudiese hablar (cosa que no podía hacer con normalidad pues notaba su lengua pastosa y pesada) y moverse con ligereza, emplearía todas sus artes de luchador clandestino para proporcionarle a su hermano una paliza de la que se acordaría el resto de su vida.
Pero no podía.
Y ¿de quién era la culpa nuevamente?
“De Edward y la cocaína” gruñó mientras apretaba con fuerza el vaso del que bebía agua y que se había convertido en el salvador de su noche.
-          ¿Qué te dije de esto? – le echó en cara furiosa antes de volver a cerrarlo y tirarlo al suelo.
-          ¡No! – gritó él aullando de dolor como si le hubieran golpeado. - ¡Es mío! – añadió desesperado. - ¡Devuélvemelo! – exigió.
-          No en mi local – respondió ella, inmune a sus reacciones. – Lo tenías prohibido – le recordó, reprochándoselo. – Y sabes mi postura acerca de esto – añadió. – Me lo diste a probar una vez y no me gustó la experiencia – concluyó, firme.
Toda la fortaleza de Henry desapareció de repente y fue dando pasos torpes hasta alcanzar la barra para agarrarse con fuerza a ella mientras tanteaba el aire en busca del taburete; pues era una necesidad imperiosa la de sentarse la que sentía ahora mismo.
Como buen integrante del gremio de la medicina estaba  al tanto y atento a todas las novedades en ese campo y por ello, había leído en un artículo[6] que la cocaína producía estado de euforia y una vez pasados los efectos podían provocar golpes de calor y una necesidad continua de hidratarse; ambos síntomas se habían cumplido en su caso y en muy poco espacio de tiempo por lo cual su “dosis” no deseada no debió ser muy grande.
Hablando de hidratarse…Agarró con fuerza su vaso de agua y lo miró fijamente mientras parpadeaba de forma lenta (pues sus párpados debían pesar al menos una tonelada cada uno) y su mente hervía de pensamientos:
“Espera un momento ¿Junior?” se preguntó. “¿Junior y Miss Naughty?” añadió frunciendo el ceño, bastante confuso. “¿Cuándo?” quiso saber.
Definitivamente había probado la cocaína esa noche.
Estaba teniendo alucinaciones; otro de los efectos secundarios según el artículo que leyó.
De otra manera era imposible que hubiera escuchado lo que le había parecido oír. Era inverosímil de una y todas las maneras que su hermano y Miss Naughty hubieran tenido una aventura. No por la falta de artes y dotes de seducción de su hermano; quien aunque guapo no era el más atractivo de los Harper si lo comparabas con el resto de hermanos; ese “honor” le correspondía a él. El motivo por el cual no se lo creía era por Miss Naughty. Más bien, por la edad que ésta tenía.
Resultaba evidente que era bastante más mayor que él, así que también lo era más que Junior. ¡Por Dios! ¡Si podía pasar por su madre!
Un escalofrío de asco y repulsión al imaginársela desnuda recorrió su espalda y sacudió su cuerpo.
-          ¡Oh vamos Mary! – se quejó Edward de forma lastimera. – Disfrutaste enormemente de nuestra experiencia común con la cocaína – le reprochó. – Y lo que es más importante, me hiciste disfrutar mucho a mí – añadió, con un ronroneo y mirándola de manera incitadora.
“¿Mary?” se preguntó sorprendido bebiendo de un trago otro vaso de agua. “¿Mary?” volvió a preguntarse. “¿El nombre real de Miss Naughty es Mary?” volvió a preguntarse porque no terminaba de creérselo. “¡pues vaya!” exclamó con desilusión. “Esperaba algo más…No sé… ¿exótico?” se preguntó.
-          Te equivocas Ed – dijo Miss Naughty. – Yo nunca jamás disfruté de la experiencia – añadió. – Ese fue mi segundo gran error – explicó. – Porque obviamente el primero fue tener una aventura contigo – concluyó mirándole directamente y echándoselo en cara con evidente desdén y desprecio en el rostro.
“¡Toma ya!” exclamó Henry esbozando una sonrisa. “Esquiva ese dardo envenenado” añadió. “Ed” concluyó, diciendo el diminutivo cariñoso de Miss Naughty para con su hermano en tono infantil.
-          Me dijiste – dijo. – No, me prometiste – rectificó ella acusándole. – Que tras lo que pasó aquella noche no volverías a probarla ¿Cumpliste tu palabra? – le preguntó. - ¡No! – se autorespondió. – No solo no has dejado de consumirla sino que ¡encima lo haces a diario! – exclamó furiosa.
“Y también droga de manera sutil, furtiva y disimulada a sus hermanos mayores, ignorantes de sus gustos y aficiones a la hora de divertirse” añadió Henry mentalmente con la mano levantada para llamar su atención y poder decirlo en voz alta.
-          Durante todo este tiempo cedí y transgredí mi norma por ti cuando te veía llegar afectado a mi local – le dijo. – Por ti y por el cariño que te tengo – recalcó. – Pero eso se acabó – añadió con firmeza. - ¿Qué creías? – le preguntó, desafiándole. - ¿Qué no me iba a enterar de tu ofrecimiento a Brownie? – le preguntó mordaz.
-          Esa perra debería haber mantenido la boca cerrada – dijo Edward escupiendo en su dirección mientras la miraba con furia y odio.
-          No – le interrumpió Miss Naughty de forma tajante. . Esa “perra” como tú la llamas es lo suficientemente inteligente y me tiene el cariño necesario para confiar en mí y respetarme. Además sabe lo que le conviene y por eso vino a contarme acerca de tus ofrecimientos en cuanto se lo propusiste la primera vez – explicó. – Sabe muy bien lo que opino acerca del cumplimiento de las normas y lo que ocurre cuando se transgreden. Es muy fácil acostumbrarse a los lujos, comodidades y seguridad que mi local ofrece y es muy difícil regresar a la calles después de esto – informó. – Las calles de Londres son muy duras, poco acogedoras y frías por las noches, sobre todo para alguien de una belleza tan exótica y poco corriente como la de Brownie – añadió con un deje amenazante en la voz mientras la miraba.
“¡Qué elocuencia y qué bien habla Miss Naughty” pensó Henry mientras se ponía nuevamente en pie para aplaudir a su compañera de equipo en la batalla contra el consumo de drogas esa noche.
-          Pero ¿Sabes? – le preguntó recogiendo la bolsa de cuero del suelo, captando la atención de ambos hermanos. – En el fondo me alegro de haber descubierto tu paquetito sorpresa esta noche – le informó son superioridad. – Así podré informar a tu hermano Anthony de la manera tan particular que tienes de divertirte y aunque lo conozco poco, estoy segura de que no le va a hacer ni pizca de gracia – dejó caer, sonriente.
-          No te atreverás – le amenazó intentando soltarse mirándola con furia asesina.
-          Claro que lo haré - le aseguró ella mientras lanzaba al aire y recogía la bolsa de cuero. – Espera y verás – añadió.
“¿¡Qué?!” El grito exclamativo e interrogativo fue tan fuerte que resonó en las paredes de su cerebro y acabó por levantarle dolor de cabeza. “¿Ha dicho Anthony?” se preguntó temeroso escupiendo el trago de agua que tenía en ese momento en la boca. “Eso quiere decir que… ¿ha llamado a los ocho de Bow Street?” añadió. “¡Mierda!” protestó. “Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda y mil veces más…¡ jodida mierda!” exclamó. “No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no y diez mil veces no” pensó negando con la cabeza también (fueron tantas veces y tan seguidas que acabó mareado ligeramente) “Anthony no puede verme de esta manera” estableció. “¡De ninguna de las maneras!” concluyó con firmeza.
Bien es cierto que ambos hermanos; Anthony y él eran ya personas adultas (Anthony tenía treinta y cuatro y era un solterón y él treinta y uno) pero Henry no dejaba de verlo como su amenazante hermano mayor y viceversa, Anthony no dejaba de verlo como tocapelotas continuo y el inútil de su hermano pequeño. Y aunque el causante de este gran follón armado había sido Edward, como era el ojito derecho reconocido de lord Harper y el continuador del orgulloso y extenso linaje militar familiar, condecorado por ello en la guerra, Henry sabía que al final todas las culpas recaerían sobre él.
Por eso, antes de que esto sucedieses, decidió actuar y marcharse de allí.
“Tengo que irme de aquí antes de que aparezcan” declaró mientras se levantaba del taburete y se deslizaba poco a poco de forma sigilosa hasta la salida; sorprendentemente despejado. “¡Bendita agua bendita!” reverenció mientras abandonaba el local caminado de puntillas.
Solo se detuvo en el umbral de la puerta para echar la última mirada hacia Junior; quien continuaba agarrado por los dos gigantones mientras Miss Mary Naughty continuaba hablándole y Brownie y el resto de chicas se burlaban de él.
“Pobre Edward” pensó con lástima en un principio. Aunque pronto su mente se encargó de recordarle los acontecimientos ocurridos durante la noche relacionados con el consumo de alcohol y cocaína y su hilo de pensamientos y visión de los hechos se vieron completamente modificados. “Lo siento Junior pero esta noche no voy a quedarme  a soportar la bronca de Anthony, Tú lo has provocado y tú debes cargar con la culpa” añadió. “Apáñatelas como puedas sin mí y… ¡ten una buena noche!” le deseó con una sonrisa mientras se imaginaba la cara de furia y el enfado monumental de Anthony mientras le detenía y e echaba una de sus interminables broncas y soporíferos sermones…
-          ¡Lo tengo señor! –gritó alguien, agarrándole por sorpresa a la salida del local.
“¿Qué demonios?” pensó Henry mientras intentaba soltarse inútilmente.
-          Muy bien – gritó alguien a lo lejos como respuesta. – Mantenlo contigo hasta que lleguemos – añadió.
“Lo único bueno de que Anthony sea el jede de los ocho de Bow Street es que conozco a todos y cada uno de sus integrantes” pensó Henry como consuelo.
Así fue como descubrió que, quien lo había agarrado era uno de los tantos y tantos colaboradores y ayuda ciudadana y que quien lo había agarrado no era otro sino Lucas Copper; el otro único miembro de los ocho menor de cincuenta años.
-          Suéltame – le ordenó mentalmente.
-          ¡Que te lo has creído! – replicó el joven borde, aumentando la presión sobre él.
-          No pienso hacerlo – añadió. . Te mantendré aquí sujeto como me han ordenado  hasta que ellos vengan y te detengan – explicó, rotundo. – Así aprenderás a no formar escándalos y a respetar la ley – concluyó intentando parece autoritario mientras repetía la frase que Henry sabía que había escuchado repetir a Anthony hasta la saciedad.
No consiguió el tono necesario y lo único que le provocó fue una sonrisa.
Con esa misma sonrisa, tomó aire y suspiró antes de volver a hablar:
-          Mira… -  inició, armado de paciencia. – No quiero discutir contigo – añadió. – Yo no soy el alborotador. Él sigue ahí dentro – se chivó. – Yo solo soy otro de los clientes que tas un rato de distracción y divertimento que se marcha a casa – le explicó, de manera inocente.
-          Justo cuando han avisado a los ocho de Bow Street – apostilló él, incrédulo. – Ya claro. Y yo me chupo el dedo – se burló.
“El jodido niñato es cabezota y obtuso” bufó mientras se imaginaba la cara de horror que pondría su madre si viviera hoy por la cantidad de tacos que utilizaba en sus pensamientos y conversaciones y en lo orgullosos que se sentiría Albert por este mismo motivo.
-          Suéltame – volvió a ordenarle. – No quiero verme obligado a hacer algo de lo que más tarde podría arrepentirme -  le advirtió.
-          Inténtalo siquiera – le retó.
“¿Es que no le voy a dar descanso ni una noche siquiera a mis puños?” se preguntó desesperado. Y enfadado consigo mismo. “Al parecer no”  añadió.
Por eso, agradeciendo mentalmente el día en que comenzó a adquirir y a desarrollar sus habilidades pugilísticas; se “libró” de la “fuerte” presión de su captor con tan solo dos movimientos y acto seguido le dio un puñetazo en toda la mandíbula que le hizo retroceder  varios pasos antes de trastabillar y caer al suelo.
-          Mira que te lo advertí – le dijo resignado. – Pero no quisiste escuchar ni hacerme caso y estas han sido las consecuencias – añadió, señalándole.
-          ¿Sam? – preguntó una voz cercana y familiar para Henry; la de Lucas Copper. - ¡Oh Dios mío! – exclamó agachándose a su lado para verle mejor. – Pero ¿qué te ha hecho? – preguntó antes de mirarle directamente a él.
“¡Mierda!” se quejó antes de echar a correr para evitar ser detenido.
Pero Lucas Copper, enfadado por la acción violenta contra un colaborador ciudadano, se puso en pie de un salto y salió corriendo tras él para capturarle mientras le gritaba:
-          ¡Deténgase! - ¡Ha golpeado a un colaborador de los Ocho! ¡Va a ir usted a la Torre! – acompañado de un sinfín de improperios.
“Maldito Lucas y la maldita buena forma física de los Ocho” maldijo Henry mientras sentía cómo comenzaba a faltarle el aire en los pulmones y sentía a Lucas sobre sus talones.
Afortunadamente para él, su padre le había hecho ejercitarse como a un militar desde pequeño y por eso, pese a que estaba bastante perjudicado por el alcohol y alguna otra sustancia, conseguía mantener cierta ventaja sobre él.
-          ¡Deténgase! – repitió. - ¡Está usted detenido! – gritó.
“Sí hombre” pensó Henry. “Como para detenerme estoy yo ahora” añadió, incrementando de forma mínima su velocidad (o al menos eso le pareció a él). “A ver” pensó con raciocinio. “Lo primero perder de vista a este petardo es confundirle así que… a callejear se ha dicho” añadió, antes de dar un giro brusco e inesperado a su hasta ahora rectilínea trayectoria.
Su plan de despiste tuvo el efecto deseado porque, en la oscuridad que le proporcionaba esta calle oscura y sin iluminación, puso comprobar con alivio como Lucas había dejado de seguirle.
De momento.
Lo que le proporcionaba un momento de respiro.
Momento que también aprovechó para pensar una solución de emergencia ante la posibilidad de que Lucas diese con él.
Miró a su alrededor y comprobó que no había muchas posibilidades de éxito: era una calle abierta a otras dos calles, pero aún así era trasera. Es decir, que las puertas que había en él eran de salida y por tanto, por mucho que las aporrease en búsqueda de protección y ayuda tenía la completa seguridad de que no le abrirían.
Y la opción de ir a la parte delantera de los edificios quedaba descartada porque era tentar demasiado a la suerte…
Así que a falta de salientes en los muros sobre los que trepar para alcanzar las ahora inexpugnables e inalcanzables en escala humana ventanas, Henry se centró en el “otro” recurso disponible que allí había: los contenedores de basura.
Agradeciendo nuevamente las nuevas medidas de higiene y sanidad públicas aprobadas por el Parlamento, Henry se acercó a los mismos con la firme intención de esconderse tras ellos.
Sin embargo, ya agachado y oculto tras ellos, se acordó  de una de las técnicas de camuflaje que aprendió durante su breve participación en la guerra dado que Lucas estaba tardando más de lo habitual en cruzar por ahí. No obstante, acabaría por hacerlo.
Probablemente el motivo de su tardanza era que había ido a conseguir iluminación (iluminación con la que sería descubierto muy fácilmente), Henry decidió que la única solución posible a la situación en la que se hallaba actualmente “gracias” a Edward estaba ahí; justo en el interior de los contenedores.
Efectivamente.
Y ¿qué es lo que hizo con la basura?
Se cubrió con ella.
Se echó por encima casi todo el contenido y además, también esparció el resto de basura que quedaba en el interior del mismo a su alrededor; colocándolo de forma “desordenada”, es decir, haciendo creer a cualquier atípico transeúnte que caminase a esas horas por ahí con un farol en las manos que alguien había pegado una patada al contenedor y por tanto, la situación de la basura era “normal” y no salía de ojo.
Se tumbó inmediatamente en el suelo al escuchar las pisadas cercanas de alguien (Lucas) entrar en la calle.
Se tumbó, calmó el ritmo y el número de sus respiraciones por minuto y cerró sus frenéticos ojos a la espera de que pasase la “tormenta”.
“Lo que tengo que hacer por tu culpa Edward” pensó, con fastidio y con la mandíbula tensa al recordar a su hermano.
Eso fue lo último que recordaba de esa noche con claridad ya que al parecer se había quedado dormido.
Hasta ahora.
Cuando había recuperado la consciencia y vuelto en sí gracias a las risitas de Edward.
Risitas que le mosquearon y enfadaron sobremanera; pues seguramente se estuviera de él y de las pintas que llevaba por su culpa.
Pues bien: ya era suficiente.
No iba a aguantar ni una sola burla más a su costa.
Se acabó.
Se iba a enterar el enano este.
“Te vas a cachondear de tu puñetero padre” pensó
Por eso, en cuanto sintió que se apartaba de su lado, le agarró fuertemente antes de decir exactamente lo que pensaba.
-          Te vas a acahondear de tu puñetero padre – repitió.
Cuando Sarah escuchó esta frase y el desconocido la agarró con fuerza el brazo, puso los ojos en blanco y al instante todos los huesos, músculos y terminaciones nerviosas se pusieron rígidos.
Henry notó cómo el cuerpo de su hermano se tensó y, con los ojos cerrados saboreó el momento.
Sabía que no se había confundido y que la inclusión de su padre en la frase había sido una excelente elección de palabras; ya que mencionar aunque de pasada a lord Harper en una frase era como incluir a Anthony, solo que multiplicado por trescientas veces.
-          Se te acabaron las risitas a mi costa, niñato – añadió, antes de incorporarse y abrir los ojos por completo.









[1] Sátiro: Criaturas masculinas mitológicas mitad hombre, mitad carnero, de orejas puntiagudas y cuernos en la cabeza que acompañaban y formaban parte del cortejo de los dioses Pan y Dionisos. Son alegres y pícaros pero a veces este carácter festivo puedo tornarse en violento y peligroso. Son amantes del vino, de las mujeres y de los placeres físicos y el apetito sexual; razón por la cual aparezcan representados con una erección permanente.
[2] Leprechaun: Tipo de duende masculino que habita en la isla de Irlanda. Se le representa como hombres pelirrojos con barbas vestidos de verde, sombrero y fumando en pipa. Suelen ser zapateros y disfrutan enormemente gastando bromas y realizando travesuras.
[3] Stratford: Club de cartas reconocido mundialmente por ser el lugar de Londres donde se jugaba al whist y al bridge. Tiene la reputación y la fama de ser el club más antiguo de bridge del mundo. Se fundó escasos años antes de 1815 como el club Stratford. Se le cambió el nombre por el actual de Portland en 1825.
[4]  Batalla de Leipzig: Batalla producida entre el 16 y el 19 de octubre de 1813 en Sajonia, fue el mayor enfrentamiento armado y la derrota más importante de todas las sufridas por Napoleón.
[5]  N. Aut: El consumo de la cocaína por parte de Edward es una licencia literaria ya que aunque era conocida y consumida en Sudamérica desde el 3.000 a. C no fue hasta bastantes años  después; 1859 cuando el químico alemán  Albert Niemann y no fue hasta 1880 cuando comenzó a hacerse popular entre la comunidad médica. Razón  por la cual desde mediados del XIX hasta inicios del XX personas de toda clase y condición social comúnmente usaban mágicos elixires con cocaína y opio.
Uno de esos elixires ha sido lo que Henry ha bebido.
[6]  N. Aut: Nueva licencia literaria por mi parte. El artículo existe y se llama Übber Coca. De hecho lo escribió Sigmund Freud pero en el año 1884. Por tanto, nuevamente bastantes años después. En dicho artículo y como consumidor habitual promovía el consumo de esta sustancia, publicitando sus “beneficios” y llamándola sustancia “mágica”. En dicho artículo explicaba también alguno de sus efectos secundarios.

6 comentarios:

  1. uno: di q si campeon viva el amor fraternal entre hermanos jaja
    dos: me imagino en esa casa las peleas en las comidas y no precisamente por el mando de la tele me imagino a los conservadores thon thon y papi harper pelearse con manzano/ken/obtuso/tonto con balcones a la calle liberal xq en el parlamento se han tirado los trastos a la cabeza jaja me meo jaja
    tres: vaya joyita eddie junior desde luego el lema sexo drogas y rock´n roll viene de lejos xD
    cuatro: eddie es un cani y un chungo de cuidado
    cinco: aais el alcohol q nos vuelve seres irracionales o nos vuelve personajes curiosos jaja
    seis: esperate q ahora viene thon thon grande y los detiene por malotes a los dos jaja me parto jajaja eramos pocos y pario la abuela jajaja me meo jajajaja q viene el sr investive jajaj
    siete: recuerdame q nunca vaya de fiesta con este par de pollos porq acabo en la carcel maadre mia la han liado parda pero rectifico la ha liado parda eddie jaja me meo me hubiera gustado q thon thon los sermoneara xq... jajajajajajajaj me hubiera meado viva jajajaja te lo juro y quiero saber la reaccion de doble h cuando vea a sarah y no ha eddie xq la sorpresa va a ser MAYUSCULA JAJAJAJAJ tengo interes en el capi siguiente jaja xq... INTUYO Q VA A SER EXPLOSIVO JAJAJ ME MEO JAJA
    NO SE SI ES COMENTARIAZO O NO PERO TOY BAJO LOS EFECTOS DEL IBUPROFENO XQ MI ESPALDA HA DICHO BASTA Y ANDO MEDIO PERSONA AHORA MISMO =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esperaba que me comentaras y te centraras en una de las sorpresas de Edward y la señora Naughty... eh? =)

      Eliminar
    2. ves tu ves tu q se me escapaba algo es q el ibuprofeno me dejo cao anoche y estaba q no era persona y aun sigo sin ser persona xq ando como en un mundo paralelo hoy pero casos a parte ai va mi reaccion ante la relacion eddie sra q regenta el club de caballeros:
      COMO Q EDDIE Y MISS NAUGHTY HAN ESTADO JUNTOS¿?¿?¡ PERO COMO¿?¿?¿ SI ES UN MOCOSO Y UN MIERDA (EN PALABRAS LIGERAMENTE ALTERADAS DE DOBLE H AAIS DOBLE H AUNQ WILLY WILLY TU SABES DE MI AMOR POR TI E CHATO TU SUPREMO SIEMPRE XD) CUANDO COMO Y DONDE HAN ESTADO JUNTOS ESTOS DOS¿?¿? CUANDO¿?¿? EE QUIERO UNA EXPLICACION COHERENTE Y CON ARGUMENTACION ABUNDANTE Y VALIDA DE DICHO HECHO XD Y OTRA COSA MARY¿?¿? COMO Q MARY¿?¿?¡ ME ESPERABA ALGO MAS RIMBOMBANTE COMO ATAULFA Q NO ME SALE ASI NINGUN NOMBRE RARO Y EXOTICO XD ESTOY DE ACUERDO CON AAIS DDOBLE H AAIS (WILLY WILLY NO TE ENFADES) MAADRE MIIA DIOS MIO ME HUBIERA GUSTADO Q HUBIERA SALVAME DELUXE EN ESTAS ÉPOCAS PARA SABER DE ESTOS COTILLEOS XQ MAAADRE DE DIOS COMO TA LA FAMILY HARPER TA Q LO PETA CON ESTOS BOMBAZOS INFORMATIVOS XD Y SI ME SORPRENDI CUANDO LO LEI Y ME REI MUCHO PERO AL COMENTARTE AYER SE ME PASO ASI Q HE AQUI MI REACCION xD he dicho

      Eliminar
    3. jajajaj!! ves tu? Ahora sí... Echaba yo de menos que no te fijases en ese tipo de detalles... xD

      Eliminar
  2. Jo... con el hermano pequeño y encima violento, no me cae nada bien Edward.

    Henry en cambio sí me gusta, tengo ganas de ver la cara que pondra cuando vea a Sarah jejeje.

    ResponderEliminar
  3. Dile a Edward que deje las drogas eh??? Menuda joya está hecho! Que nochecita le ha dado al hermano y a Sarah Parker...

    ResponderEliminar