miércoles, 25 de septiembre de 2013

´Capítulo 3: JJ

CAPÍTULO III
Kensal Green
“De tanto vivir frente al cementerio
No me asustan ni la muerte ni su misterio”
Alfredo Zitarrosa

El lugar exacto hacia el que Edward sabía y debía dirigirse no era otro que el cementerio de Kensal Green[1]. Para ello, primero tuvo que cambiarse de ropa, porque una cosa era dormir en taparrabos y otra muy distinta pasearse en dicha “prenda” por las calles de Londres; por muy cerca de su casa que estuviera el lugar que pensaba visitar.
Por otra parte, el hecho de que a él le dieran ataques de calor y sofocos repentinos no significaba que el resto del tiempo tuviese una temperatura corporal de lo más absolutamente normal y por eso, dado que las noches eran frescas, no bastaba con un simple abriguillo o chaqueta con el que taparse. En resumidas cuentas, la ropa era necesaria; ya.

Una vez vestido, rememoró épocas de indecencia y loca juventud en las que se escapaba de casa por el escondite secreto construido en complot general por cuatro de los hermanos Harper y que hasta hacía tres años había sido el secreto mejor guardado frente a Anthony. En esta ocasión y en esta nueva casa, todo el mérito y el trabajo de la construcción del nuevo escondite secreto le correspondían a él; pues era él el único que lo utilizaba al ser él solo el único de los cinco con secretos que esconder a su hermano mayor.

Ahora bien ¿por qué iba a dirigirse al cementerio de Kensal Green de todos los lugares posibles y públicos que podía visitar en Londres? 
Porque en dicho lugar le esperaba la segunda persona que se había ofrecido como voluntario para apoyarle en sus días flojos frente al alcoholismo.
Esa persona no era ni más ni menos que su difunto padre de nombre homónimo; lord Edward Harper Senior, marqués de Harper. De ahí que no protestase ni se quejase de sus intempestivas horas de visita.

La gente podía pensar que era algo excéntrico (que lo era y no tenía ningún tipo de problemas en reconocerlo) al ir a visitar a su padre al cementerio pero en su defensa debía decir que él no tenía miedo a la muerte; ya había visto bastantes en la guerra y que fue su padre en su lecho de muerte quien le amenazó con regresar del Más Allá si en alguna ocasión sentía deseos de volver a coger la botella o algún tipo de recipiente que contuviera líquidos y no tenía a nadie con quien desahogarse ni a quien acudir en busca de ayuda y no pensaba en él; pues quería seguir siendo su padre y ejercer sus funciones incluso después de muerto.
¿Cómo negarse a cumplir esta orden camuflada de sugerencia?
Si ya de por sí tenía tan  mal carácter y pésimo genio en vida como para aterrorizar a sus hijos pensando en las fatales consecuencias que tendrían sus acciones ¡cualquiera se atrevía a ignorarle y desobedecerle como para traerle de vuelta del Más Allá!
¡De ninguna manera!

 Y por ello, aquí estaba.
Plantado frente a las verjas de hierro del cementerio de Kensal Green.

Podía haberse dirigido a la puerta y hacer el suficiente ruido golpeándola como para que el vigilante; el señor Sharp lo escuchase y viniese a abrirle para permitirle el acceso. Sin embargo, un incidente en el que se vio involucrado y que lo relacionaba con una pintada en el mausoleo de los Cassidy cuando acusaron a su hermana de ladrona había creado una enemistad entre ellos que aún continuaba. Por tanto, esa no era ni la mejor ni la idea más brillante que alguna vez podía haber tenido. Es más, lo que buscaba era precisamente lo contrario; que éste no lo descubriese para que así no lo echase de allí de mala manera.

Aunque guardaba más malos, cruentos y desoladores recuerdos de su estancia en el ejército y la guerra, tenía que reconocer que no todo fue malo. Una de las cosas buenas era la espléndida forma física que éste le había reportado y que él había decidido conservar incluso después. Así había creado una curiosa y opuesta rutina diaria que se dividía entre el consumo de alcohol y la ingesta de otras mierdas; pésimas todas para el cuerpo y la realización y práctica de ejercicio hasta casi agotarse.

Pero así era él; un chico de contrastes y extremos.

Fue precisamente ese estado de buena forma física que aún conservaba y mantenía el que le permitió en cinco fáciles y rápidos pasos saltar la verja y estar en el interior del cementerio.

“Una cosa menos” pensó satisfecho y orgulloso de sí mismo y sobre todo, de la ausencia de cansancio mientras se sacudía las manos  por si se las había manchado de óxido ya que no lo sabía porque no veía nada.

Obviamente, el motivo por el cual no veía nada era porque no trajo una luz que le iluminase y alumbrase su camino. Era perfectamente razonable que no lo hubiera hecho dado que si no lo utilizaba en su propia casa mucho menos la iba a llevar fuera de ella. Además, no quería facilitarle el trabajo de identificación y visualización al señor Sharp y que lo descubriese apenas hubiera dado dos pasos por allí.

Sin embargo, más tarde razonó y recordó que las rondas del vigilante del cementerio solían estar más centradas en la zona destinada a los enterramientos de los cristianos romanos porque según el propio razonamiento del vigilante (un anglicano acérrimo y extremista) “esos pseudo paganos son tan diabólicos y tienen tantos pecados que no pueden descansar en paz jamás”; lo cual le daba al menos un tiempo para tener la charla que necesitaba para con su padre. De todas maneras, intentaría ser breve para no ser descubierto in fraganti.

La contratación e inclusión de un vigilante era en parte culpa suya, así que no era el más indicado para hablar o quejarse de que el buen hombre se tomase muy en serio una tarea que, por otra parte era su trabajo y le pagaban por su realización. Si no hubiera hecho aquella pintada ayudado por Andrew… quizás las circunstancias hoy no fueran las mismas.

Aunque por otra parte, quizás hoy era su día de suerte y ni se cruzaba con el vigilante puesto que el cementerio tenía una extensión bastante considerable…
¿Quién iba a molestarse en venir al cementerio siendo las horas que eran?

Pues había gente que sí lo hacía, según había podido comprobar personalmente.
Incluso los había categorizado en grupos; tres:

-          Primero estaban los médicos; a quienes no les quedaba de otra que venir a robar cadáveres para hacer progresos en sus diferentes investigaciones clínicas ya que ninguna persona estaba lo suficientemente cuerda o era lo bastante atrevida como para donarlo de manera voluntaria.
-          Luego estaban los ladrones de cadáveres a secas. Esas personas que, como los médicos aprovechaban el amparo de las noches londinenses para ir a los cementerios a abastecerse de cadáveres para solo Dios sabía qué fin concreto.  Bueno, puede que Dios no fuera el más indicado para sacar a colación en esta ocasión, ya que, según había escuchado a su hermano Anthony, algunas de las personas que robaban cadáveres por el mero hecho del hurto se autoproclamaban seguidores del Diablo.
No era de extrañar entonces que el señor Sharpe pensase lo que pensase, aunque no hubiera atinado del todo con los culpables.

-          Los segundos eran gente rara pero en su opinión no le llegaban ni a la suela de los zapatos al tercer grupo de personas que se había encontrado en sus muchas visitas a horas inusuales al cementerio. Este tercer grupo estaba compuesto por personas en dúo; parejas o no, que venían a estos lugares sacrosantos consagrados a hacer el amor porque les excitaba al parecer este tipo de ambiente.

¿Cómo sabía él de la existencia de este tipo de juegos eróticos?

Como no podía ser de otra manera por su amigo Drew; quien se acostó una mujer con una viuda (cuyo apellido no le quiso desvelar para no matarlo del susto) que se excitaba especialmente y se convertía en la fogosidad encarnada entre las lápidas de los cementerios.
Por más que intentó ponerse en la piel de ella e intentar comprender cómo pudo concentrarse en esos menesteres en tan tétrico y asqueroso ambiente en su opinión no pudo hacerlo, pero él no era nadie para juzgar los actos de otra persona y gracias a ese encuentro de ese encuentro seminecrófilo, Andrew tuvo uno de sus momentos de inspiración mística y pintó una de las panorámicas nocturnas más tétricas y realistas de las pocas que había visto en toda su vida. Mismo cuadro que ahora adornaba las paredes de su habitación y gracias al cual podía decir que no todo debió ser malo esa noche para él.

De todo había en la viña del señor así que… solo le quedaba rezar para que él no se encontrarse ningún día con una situación de esas.

Y si lo hacía era una ventaja el haberse olvidado quitarse el paño de la cabeza porque, pese a estar vestido, este “complemento” seguía confiriéndole aspecto de moribundo y enfermo terminal, por lo que si se encontraba con una pareja de esa guisa, serían ellos quienes se pegarían tal susto de muerte (y nunca mejor dicho) que se les quitarían las ganas de repetir experiencias sexuales alternativas y nuevas.
Sonrió y rió de manera muy suave mientras se imaginaba la escena, hasta que detuvo su caminar de forma brusca porque había dado con la tumba de su padre.

De forma casual porque ésta no presentaba el mejor estado de conservación posible. Hecho curioso cuanto menos, dado que pagaban a un jardinero única y exclusivamente para el buen mantenimiento de la tumba de su padre y en teoría, éste debía realizar el trabajo por el cual le pagaban; de forma bastante generosa además.
Si no quería hacerlo que rehusara porque cualquier otro podría reemplazarlo; incluyendo a la propia Zhetta entre los posibles candidatos, ya que había sido jardinera entre otras cosas allá en Clun. Y poco iba a importarle el qué dirán, pues ya era catalogada como la duquesa más atípica de toda la aristocracia o el hecho de que nuevamente estuviera embarazada, sobre todo porque Callíope había vaticinado que todo saldría bien con este nuevo embarazo.

Solo esperaba que ni Anthony ni la propia Zhetta se enterasen porque entonces, ya nada la detendría en la realización de esta empresa… Solo por eso, se puso de rodillas frente a la lápida y comenzó a quitar la maleza más evidente y en peor estado de su alrededor.

-          Sé lo que estás pensando – dijo en voz alta, como si realmente su padre y no su lápida estuviese frente a él. – Que solo vengo a visitarte cuando voy a pedirte algo – añadió. – Pues en este caso, te equivocas – explicó, con autosuficiencia. – Vengo a informarte de que Zhetta está embarazada. – Acaba de saberlo hoy, así que te traigo una primicia – advirtió. – Sí, yo también creo que la casa acabará por llenarse de críos y que acabarán por echar de allí a los adultos, pero tus hijos no me hacen ni caso y no hacen otra cosas que fornicar y fornicar con sus mujeres – habló, cual vieja enfurruñada. - ¡Luego se sorprenden de que se quedan embarazadas! – protestó. – Hablando de mujeres… - inició, cambiando de tema. - Seguí lo que me dijiste y he comenzado a buscar esposa – anunció. Suspiró. ¿Qué cómo va? – poniendo gesto de culpabilidad en el rostro. – Bueno… - se respondió mientras se rascaba la frente. – No muy bien la verdad – terminó por confesar. – Lo cierto es que tampoco me he puesto a buscar con mucho ahínco – añadió. - ¡No te pongas así! – exclamó, imaginando la cara de horror contenido que hubiera puesto su padre si estuviera vivo y se acabase de enterar de lo que le había dicho. – Aún tengo tiempo… ¡y solo hace seis meses que te fuiste! – le acusó y reprochó, señalando la inocua y silenciosa lápida. – Hablando de eso… ¿por qué te fuiste? – le preguntó con la voz rota y triste.  – A ver, entiendo que quisieras estar con mamá pero ¿tenía que ser justo después de que te dijese que iba a dejar de beber y me ofrecieras tu ayuda? – pregunto, enfadado. - ¡Joder! – exclamó golpeando la hierba con la palma de la mano y pinchándose con una de las espinas del rosal silvestre que había crecido justo delante de la lápida de mármol. - ¡Joder! – repitió, aunque esta vez por el otro motivo. – Si papá, hoy he tenido ganas de beber – explicó. – Otra vez – añadió agachando la cabeza, avergonzado de sí mismo. – Lo siento – se disculpó.  – Te echo de menos – se quejó con tono infantil y derramando lágrimas como si de un niño pequeño se tratase. – Si estuvieras aquí todo sería mucho más sencillo para todos – volvió a echarle en cara. – ¡Ay papá! – suspiró, acercándose a la lápida. Después, posó su mano sobre el borde y sintió cómo el mármol había absorbido todo el frío que había en el ambiente a su alrededor. – Si estuvieras aquí, todo sería mucho más sencillo para mí… - añadió aún llorando y entre susurros antes de bostezar y ser consciente en ese preciso instante de que no era tan joven como había creído en un principio porque tanto la caminata hasta el cementerio como el salto de la verja habían hecho mella en él y se sentía muy cansado.

“Creo que va siendo hora de regresar a casa…” añadió, mientras volvía a bostezar y lanzaba una maldición por lo cansado que sentía en esos instantes…



Cuando el sol estaba brillando en todo lo alto del cielo azul londinense (aunque ese era un día en el que precisamente el sol no brillaba con toda la fuerza y potencia que debiera y el color del cielo no era precisamente azul) Jezabel O’ Donovan encaminó sus pasos desde su casa de Fulham hasta el cementerio de Kensal Green como hacía una vez en semana desde que leyó la noticia en prensa de que se cumplía un mes del fallecimiento de su marido.

Le sorprendió la noticia, para qué negárselo, porque hasta donde ella recordaba, su marido no debía ser mucho mayor que ella y al ser soldado, en teoría gozaba de una buena salud.
En teoría, pero tampoco lo podía asegurar porque no eran muchas más las cosas que recordaba acerca de él.

¿Cómo era eso posible si su matrimonio había durado ocho años?

Fácil.

Se había casado con un militar en un contexto de guerra.

O eso al menos había creído ella durante los dos años que tardó en enterarse de que la guerra había acabado en 1815 y no que ésta continuaba en la fecha en la que se habían casado; tal y como aseguraba su esposo en la carta de despedida que había encontrado justo a la mañana siguiente de su ceremonia nupcial.

Su esposo la había engañado, sí. ¿Y qué?
¿Cómo iba a reprocharle nada si ni siquiera había podido confrontarlo cara a cara y ambos se habían casado estando borrachos como cubas?
¡A saber la sarta de mentiras que ella le habría contado sobre su vida a él!

Además, debía reconocer que, durante esos dos años que tardó en enterarse del año exacto de la finalización de la guerra contra los franceses, ella había estado esperando a que su marido apareciese enfundado en su traje militar de gala y la sacase de Gretna Green; lugar donde había establecido su lugar de residencia hasta que ese momento se produjese. Entonces, comenzó a leer prensa y descubrió la realidad: había sido engañada y emborrachada como una niña pequeña (aunque a las niñas pequeñas que ella supiese no solían emborracharlas, todo fuera dicho).
Quiso hallarlo y dar con él para dar enfrentarlo y decirle todo lo que pensaba acerca de filibusteros, embusteros y tunantes como él pero entonces fue consciente de que eran muchas más las incertidumbres que las certezas que tenía sobre su hombre.

De hecho, las únicas certezas que tenían procedían de los pocos restos materiales que él le había dejado tras su noche de bodas. Una noche de bodas en la que perdió la virginidad a juzgar por los restos de sangre de sus sábanas y de la que ella no conservaba ni un solo recuerdo de ese momento que en teoría era especial e inolvidable en la vida de toda mujer. En teoría porque ella era la excepción que confirmaba la regla.

Gracias a esos restos materiales pudo establecer un perfil aproximado de su marido con inmensas lagunas como por ejemplo la ausencia de cualquier recuerdo relacionado con su aspecto físico o apariencia; con la única excepción (si es que eso podía ser considerado como tal) de que era un hombre joven según indicaba la fecha de nacimiento que había escrito en su licencia matrimonial especial. El resto era una tabula rasa.
Aparte de eso y gracias a ese mismo documento, sabía que su nombre completo era Edward Proud Harper y que era militar en la marina de profesión.

Completaba dicho perfil y proporcionaba otros datos de relevancia el anillo con el gran diamante de vetas coral que llevaba en el dedo y que según le contó el joyero su esposo pagó al contado y en efectivo. Gracias a esta prueba material y al testimonio del joyero (quien era muy cabezota y no quiso darle ningún detalle informativo más sobre su esposo) Jezabel pudo establecer que su marido era un hombre rico.

Su alto nivel adquisitivo lo corroboró el dorso de la carta de despedida del día después. Una carta que a punto estuvo de tirar y quemar fruto del grado máximo de enfado que alcanzó en ese momento pero de la que finalmente no se deshizo cuando descubrió que había algo más escrito en la parte de detrás de la misma.

Ese algo resultó ser un contrato de compraventa de una propiedad en el barrio londinense de Fulham a nombre de su marido realizado justo el mismo día de su boda. Tras superar la sorpresa mayúscula del momento y sobre todo, después de que un notario le comunicase la oficialidad y validez del mismo, decidió empaquetar las pocas pertenencias que tenía y partir de Gretna Green hacia su casa de Fulham, con un grado de enfado considerablemente menor y esperanzas renovadas en que quizás sí ahora, su militar de gala vendría a por ella al hogar conyugal.

Seis años después, su credibilidad y esperanzas habían desaparecido; al igual que su fugitivo y esquivo marido con ella.

No obstante, eso no quería decir que la noticia de su fallecimiento no le hubiese caído como un jarro de agua fría. Máxime cuando se dio cuenta de que se le habían acabado los privilegios y ventajas que conllevaban ser la esposa de Edward Harper; como por ejemplo, el  haber podido pagarse sus estudios para ser institutriz de niños a un precio mucho más reducido que la mayoría o el haber podido pagar a plazos las pertenencias que decoraban la que ahora era su casa de Fulham.

Finalmente ese fue el motivo por el que, de manera egoísta y aunque al principio se mantuvo reticente al hecho, terminase por utilizar su apellido de soltera y desechar para siempre el O Donovan indicador de su solería. Y por eso también un mes después (y ya iban cinco) comenzó a vestir de luto riguroso.
Incluso estuvo muy tentada a aparecer el día en que celebraban la misa en recuerdo de su memoria una vez que consiguió enterarse del lugar exacto de su sepelio. Finalmente decidió no hacerlo ya que no sabría qué responder a quien le preguntase qué hacía allí, por qué motivo había decidido asistir a la misa o si le unía algún tipo de parentesco con el fallecido. Esta última posibilidad sobre todo, fue la que consiguió sacarle esa idea de la cabeza.

Y se la habría quitado totalmente si no fuera porque desde que leyó la noticia del fallecimiento de Edward Harper, comenzó a tener sueños; o mejor dicho comenzó a recordar su ceremonia nupcial con él.
El significado de ese sueño recordatorio estaba claro: debía sí o sí ir a visitar su tumba y al menos ponerle flores como pago y recompensa a la buena vida que él le había proporcionado y de la cual había disfrutado a su costa.
Desde ese primer sueño, no faltó a su cita semanal  en la visita a la tumba de su marido, temerosa de que su cadáver se estuviera revolviendo en el hoyo por su culpa y sobre todo, que su espíritu acabase por enfadarse tanto con ella que acabase por regresar del Más Allá con el único objetivo de atormentar su existencia de por vida.

Ese era el motivo por el cual hoy; como todos los domingos desde hacía seis meses, se saltaba la misa de mañana (otro favor que debía agradecerle a su cónyuge, pues gracias a él estaba dispensada de asistir a misa  y evitaba estar presente en un acto que le parecía terriblemente tedioso) para ir a depositarle flores en su tumba.

“Pasaste de ser la Venus de Boticelli a una de las Gracias de Rubens”  se dijo Jezabel a sí misma con un tono de severo disgusto mientras caminaba y justo antes de pararse a tomar aire, pues iba sin resuello.

El segundo motivo por el cual paró fue para atarse los cordones de sus zapatos, pero eso no quería decir que no continuase enfadada consigo misma.
Tras su boda y gracias a su “buena de vida de casada” había ganado mucho peso y su curvilíneo cuerpo de soltera había pasado a ser un tonel en el que almacenar vino estando casada.

Terminó de atar sus cordones y se recolocó las distintas capas de su falda negra para reemprender su caminata sin enseñar más de lo debido y en ese momento fijó su atención en el color oscuro de su falda. O negra, como ya había mencionado antes. Ese al parecer era lo último que debía agradecerle a su generoso marido; ya que su muerte le había permitido vestir de negro riguroso y otros colores de matices similares, los cuales eran perfectos para disimular sus kilos de más.
Otro motivo más que añadir e incluir entre los ya existentes para llevarle flores.

Debía aprovechar esta “ventaja” todo el tiempo que pudiese ya que muy pronto se le iba a acabar lo bueno. Concretamente en dos meses porque tras ese tiempo, iba a casarse.
Corrección, iba a contraer segundas nupcias.
Por este motivo, se había puesto manos a la obra y actualmente estaba trabajando de forma intensiva y exhaustiva en el proyecto de recuperación de su figura de antaño.
De ahí que hubiese reducido sus raciones de ingesta de alimentos a la mínima expresión y que realizase una buena parte del trayecto que la conducía hasta Kensal Green caminando. Lo ideal sería venir andando desde su casa de Fulham; sin embargo su barrio se hallaba justo en la parte opuesta de la ciudad y para cruzar Londres entero caminando necesitaría al menos un día entero caminado a buen ritmo.
No estaba preparada físicamente para ello.

El afortunado en esta feliz ocasión de casamiento no era otro que David Edmonson, el tercer vástago de un baronet que tenía su residencia dos calles más al norte de la suya propia.
Que conste que ella en ningún momento le buscó; sobre todo porque no estaba para nada interesada en el matrimonio, sino que su prioridad era la búsqueda y hallazgo de un buen trabajo como institutriz, pues sus años de preparación le habían costado llegar a ser la mejor en su institución. Pero, era tan detallista, cariños, paciente, comprensivo…en definitiva, era tan perfecto que, no pudo negarse a sus atenciones primero, a su cortejo seguidamente y a su propuesta de matrimonio, finalmente.

Poco le importaba que tampoco en esta ocasión albergase sentimientos románticos por el que iba a ser su futuro esposo; ya estaba hecha a la idea de que el amor no estaba hecho para ella. Se conformaba únicamente con el hecho de las constantes atenciones que recibía en su noviazgo y que seguro que se multiplicarían durante su matrimonio, conociéndole como le conocía tenía esa certeza para con David.

“Y por fin, Kensal Green” exclamó mentalmente con alivio inmenso. Lo hubiera dicho en voz alta enfatizando todas y cada una de sus palabras, pero justo a su lado había una pareja de dolientes y no quería que pensaran que era una joven que había perdido la cabeza fruto de estar rota por el dolor y la ausencia de un ser querido; cuando no era así. “Ahora solo falta que venga el señor Sharpe y me diga cuál es el pasillo que debo escoger” añadió.

Sí.
Debía confesar que no sabía la ubicación de la sepultura de su esposo.
A ello contribuían especialmente la extraña disposición interna del propio cementerio y el escaso número de visitas que realizaba a la sepultura de su esposo.
Al menos, ya no tenía que acompañarle hasta la propia tumba porque Jezabel estaba segura e incluso podría jurar sin temar a ser castigada por el Señor,  que  desde la primera vez que vino a visitar a su difunto esposos y se identificó como la esposa de Edward Harper, el vigilante le había hecho la cruz (nunca mejor dicho e utilizado el símil dado el lugar en el que se hallaba) y le caía mal.
¿Por qué?
No tenía ni idea.
Pero estaría encantada en conocer el tipo de rencillas o peleas que había tenido con Edward como para que el vigilante traspasase su odio por una persona fallecida al ser vivo con un parentesco más cercano pese a no ser sanguíneo y que en este caso la “suerte” había recaído en ella.

Efectivamente.
No se equivocó al pensar que el señor Sharp la recibiría con cara de desagrado y que no dejaría de refunfuñar durante el corto período temporal que duraría su paseo juntos.

Con paso presto y raudo le dejó atrás y se dirigió a la tumba; ramo en mano, con la sensación de que algo no iba bien ese día.
Su intuición no le falló porque a medida que se fue acercando, el lejano e indefinible bulto fue adquiriendo formas y líneas cada vez más reconocibles hasta conformar por fin la silueta de un cuerpo humano.
De un cuerpo humano masculino para ser exactos.

Así pudo comprobarlo por sí misma Jezabel desde su posición y la perspectiva casi aérea que le daba la diferente altura entre ella; que estaba de pie y el desconocido; que estaba tumbado.

Un desconocido masculino en sus últimos días a juzgar por la manera tan peculiar en la que estaba vestido y en la mala cara que tenía; con profundas ojeras marcadas y destacadas gracias a su blanquecina piel. O bien, aún le quedaba algo más de tiempo y estaba comenzando a entrar en contacto directo con la muerte viniendo al cementerio para dormir justo encima de las sepulturas con las hojas y los restos de las plantas que había arrancado de las ajenas con el único fin de une mejor imitación de su acomodo para el Más Allá.

Ella le miró con una expresión que combinaba desconfianza, desconcierto e incertidumbre. Necesitaba descubrir cuál de las dos posibilidades era la correcta.
Por eso, con decisión agarró la rama de un árbol de dimensiones considerables que, casualmente estaba cerca de su posición y comenzó a pinchar en diferentes partes estratégicamente dolorosas el cuerpo del desconocido.

Su estrategia dio resultados inmediatos y pronto, pudo averiguar que la segunda opción era la correcta a juzgar por la vitalidad con la que se movía para evitar sus picotazos y sobre todo, por los improperios que salían de su boca entre refunfuños y protestas por el daño infringido.

Sabiendo que, al menos se moriría al día siguiente y no por contacto directo con ella, Jezabel  se agachó y comenzó a llamarle reemplazando el palo por su dedo.
Necesitaba saber quién era y sobre todo, por qué había tenido que escoger precisamente la tumba de su esposo fallecido como el lugar en el que intentar pasar a mejor vida en el Más Allá de todas las sepulturas que albergaba este camposanto.

-          Disculpe… - inició, intentando parecer lo más educada que podía con su tono de voz ya que se negaba a abrir los ojos. – Disculpe – añadió, repitiendo gesto y acción. Así lo hizo al menos hasta cinco veces más. No obstante, al ver que la ignoraba y deliberadamente, no le quedó más remedio que cambiar de táctica; dejarse de rodeos y preguntarle directamente, bastante enfadada: - ¿Se puede saber qué demonios es lo que está haciendo justo encima de la tumba de mi marido? -



[1] Cementerio de Kensal Green: Cementerio fundado como el Cementerio General de Todas las Almas, es un cementerio  que en el año 1832 se convirtió en una empresa privada. Fue  inaugurado para su uso y consagrado por el obispo de Londres un año después y en enero albergó su primer funeral Está situado al oeste de Londres, en el municipio de Kensington y Chelsea. Su fundación fue idea del abogado George Frederick Carden y es uno de los siete cementerios londinenses de estilo jardín. En un principio tuvo 39 acres de extensión y dos áreas perfectamente divididas: una mayor para los anglicanos y la ora, de manera oval para los disidentes.
Obviamente, debido a las fechas, su inclusión es una licencia literaria (n. Aut)

2 comentarios:

  1. como bien me has recordado esta tarde si te debo un comentario asi que aqui te lo dejo te lo dejo pero voy a empezar como siempre empiezo y que tu echarias en falta si no fuera de otro modo asi que ahi voy: ERES UNA BRUJA MALISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISISIMA MALA MALOTA MALEFICA MALVADA MALEVOLAMENTE PERVERSA QUE SIEMPRE ME DEJAS IGUAL, ES DECIR, (Y PORQUE NO SE PUEDEN AGRANDAR LAS MAYUSCULAS) A MEDIAS E INSATISFECHA Y CON GANAS DE MAL PEQUEÑA BRUJA MALVADA QUE TU PERVERSIDAD NO CONOCE LIMITES XD

    Y DESPUES DE ESTA SARTA DE "HALAGOS" Y DESDE EL CARIÑO EEE OJO HACIA TU PERSONA PROCEDO AL COMENTARIO DEL CAPI:

    -JO CHASCO PERO NO CHASCO ME LLEVE PORQUE QUERIA Q JUNIOR HUBIERA IDO A VER A UN LORO PARA DESAHOGARSE Y NO A LA TUMBA DEL PAPI ES QUE ME HABIA IMAGINADO LA ESCENA Y ME PARECIA DE LO MAS COMICO Y ME HUBIERA REIDO UN MONTON PERO LO DEL CEMENTERIO ME PARECE UNA BUENA IDEA E IMPACTANTE POR LO QUE LEI DESPUES Y QUE PROCEDO A COMENTAR
    -UNA DE LAS COSAS QUE MAS O.O A CUADROS ME QUEDE SON LOS USOS QUE LE DA LA GENTE A LOS CEMENTERIOS QUE ME PARECEN JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA COMICO PORQUE ANDA QUE NO HAY GENTE EXTRAÑA NI NADA POR EL ESTILO EN ESTE MUNDO JAJAJAJAJAJAJA
    -ANDA QUE LAS PINTAS QUE ME LLEVA EL SR PARA IR A VER AL PADRE SON GENIALES DESDE LUEGO SE NOTA QUE HA SALIDO CON LAS PRISAS DE CASA JAJAJA YO DESDE LUEGO ME LO ENCUENTRO DE ESA GUISA POR EL CEMENTERIO Y EL SUSTO QUE ME LLEVO ES CHICO Y COMO FLOJO PERO TAMBIEN ME REIRIA MUCHO POR EL TURBANTE POR LLAMARLO DE ALGUN MODO JIJIJI PORQUE VAYA PINTACAS JAJA
    -OTRA COSA MARIPOSA EL MOMENTAZO MONOLOGO-DIALOGO CONSIGO MISMO HACIENDO QUE HABLABA CON EL PAPI JAJAJA ME MEO EL POBRE QUE MAL SE DEBE PASAR CON UNA DESINTOXICACION Y QUE NO HAYA NADIE EN ESE MOMENTO SALVO TU PADRE DE LA TUMBA PARA HABLAR
    -OJIPLITICA ME QUEDE CUANDO DESCUBRI QUE ZHETTA ESTA EMBARAZADA QUE CALLADO TE LO TENIAS QUE FUERTE AUN ESTOY EN SOCK QUE FUERTEE QUE FUERTE
    -Y BUENO Y POR ULTIMO BOMBAZO Y MOMENTAZO ENCONTRONAZO JEZABEL/JUNIOR DE OJIPLATISMO DESORBITADO Y MANDIBULA HASTA ABAJO CHICA ME DEJASTE MUEEEERTA NUNCA MEJOR DICHO DADO DONDE SE AMBIENTA EL CAPI JAJAJJAJJAJAJAJAJAJAJ CHAAAAAVAAAAAAAL ME DEJASTE CON EL GUSI GUSI

    COMO CONCLUSION: QUIERO MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS

    HE DICHO

    ResponderEliminar
  2. Me encanta llegar TARRRDEEEEEEEEEEEE pq ahora no me dejas a medias XDXDXD
    Tengo muchas preguntas sobre este matrimonio anyways... pq eso de que tenga una casa y todo pagado y demas... no me cuadra pq él se debería de haber enterado pq es pasta que se le va... y lo de la carta!!! Como diablos pudo escribir una carta al día siguiente si no se acordaba de nada??!! Y no se acuerda de ella y el piensa que todo fue un sueño??? No lo entiendo... Sigo leyendo que me tienes intrigada...

    ResponderEliminar