Capitulo II: Georgiana
Me llamo Georgiana Marie Leakey.
¿Os suena mi nombre? Os dejo un momento para pensar.
¿No? ¿Nada? Está bien, os doy una pista: tengo un nombre
famoso.
Pero no soy famosa por
haber un concurso de conocimientos o un reality show, ni nada por el estilo. De hecho, es mi nombre el que
es famoso, no yo.
¿Ni siquiera eso os da una pista? Está bien, no lo demoro ni
un momento más. Para aquellos no familiarizados con la historia (o mejor dicho,
con la prehistoria) comparto nombre con Mary Leakey, la arqueóloga británica
que descubrió el primer cráneo del Australopithecus
Boisei[1]
y las huellas de Laetoli[2].
De acuerdo, quizás os he sobrevalorado en cuanto a
conocimientos y si es así, me disculpo. También podéis decirme si os habéis
picado por haberos llamado incultos que yo me llamo Marie y no Mary como la
susodicha, pero… aunque un nombre es francés y el otro inglés, mi familia y muy
especialmente mi abuela materna (ya que me lo pusieron por ella) se empeñan en
pronunciarlo de la misma manera, de ahí que no existan diferencias entre uno y
otro para mí.
Pero… ¿por dónde iba?
Me llamo Georgiana Marie Leakey, tengo veintiocho años y…
soy historiadora.
¿Lo dudabais con ese nombre? Pues mi familia sí.
Pero no soy historiadora de trabajar en excavaciones
arqueológicas del tipo Indiana Jones y Lara Croft; no. Soy más de interiores,
del trabajo posterior.
De hecho, podría
decirse que ese es mi trabajo definitorio porque trabajo en un museo
catalogando, limpiando, estableciendo cronologías y restaurando artefactos.
Ahora entendéis mejor lo del consolador ¿eh? Al mismo tiempo, preparo una tesis
doctoral pero ya diré sobre qué más adelante.
Y una última característica definitoria de mi persona es que
… Me declaro orgullosa y sin ningún tipo de vergüenza por ello, una romántica
empedernida.
Curiosa manera la de demostrar tu romanticismo si te dedicas
a coleccionar corazones humanos embalsamados podríais pensar.
Pero no, eso no tiene que ver con el romanticismo, es por
trabajo. Pero mi trabajo tampoco es ir pidiendo y coleccionando corazones
humanos embalsamados ni otras partes de
cuerpos humanos como si fuera la nueva doctora Frankenstein.
Y mi romanticismo es como el de cualquier persona normal y
corriente, nada de excentricidades ni cosas por el estilo. Hablo de
romanticismo por una vasta y extensa colección de películas y libros
románticos.
Si se estrena una película romántica, película que voy a
ver. Y si se estrena en un país extranjero al cual no tengo posibilidad de
visita para verla e directo… primero la descargo de Internet (lo sé, soy una
pirata de las descargas aunque no debo hacerlo) y después, si me ha gustado
mucho (hecho que sucede en numerosas ocasiones) acabo comprándola en Internet y
ésta pasa a engrosar las estanterías de DVD’s románticos que habitan y pueblan
todo mi piso.
Las tengo de todo tipo: adolescentes, románticas, dramas
románticos, dramas históricos románticos, grandes tragedias shakesperianas,
modernas, antiguas, blanco y negro, color… e incluso tengo algunas películas
que no deberían estar ahí camufladas. Basta tan solo con el hecho de que haya
un romance secundario en el argumento para que me decida a incluirla.
Y lo mismo sucede con los libros.
Hay quienes gastan pequeñas fortunas en ropa, calzado y/o
complementos. Afición que les lleva incluso a desembolsar pequeñas fortunas y a
adatar habitaciones de sus viviendas para acogerlos a todos. Y después estoy
yo, que hago lo mismo pero… con los libros.
No sé si algún ejecutivo o trabajador de IKEA leerá estas
páginas algún día pero… desde aquí quiero agradecer públicamente la invención,
creación y diseño de unas estanterías facilísimas de montar y de modificar para
agregar más baldas. Sin vosotros, chicos, la habitación favorita de mi piso; el
despacho, jamás hubiera podido ver la luz.
Tengo libros románticos de toda índole también: desde la más
remota Antigüedad hasta la más rabiosa actualidad, pasando por cada uno de los
subgéneros; desde los viajes en el tiempo, a las novelas medievales, vikingos,
modernas, de la Regencia, contemporáneas, de vaqueros, indios, sobrenaturales,
poesía … todas, las tengo todas. Y al igual que sucede con las películas, puedo
saberme diálogos de una novela de memoria y reconocerla solo con saber unas
líneas. Diría aquí los nombres de algunos de mis autores favoritos pero… como
no los conozco personalmente y no voy a recibir ningún beneficio económico en
su nombre o el de las editoriales que los publican por esta publicidad
gratuita, me reservo nombrarlos aquí. NO SPAM.
Como no podía ser de
otro modo dado mis gustos en el entretenimiento, adoro todos y cada uno de los
grandes y pequeños gestos y declaraciones públicas de amor, entre personas y
animales. Todas me enternecen de la misma manera, aunque me tocan la fibra
sensible (que debe ser óptica porque a la mínima empiezo a llorar) más que
ninguna otra aquellas de las que yo soy espectadora directa.
Por qué podréis preguntaros. ¿Es que no te cansas nunca de
tanto romanticismo? Querréis saber. Incluso podréis pensar que mi novio es un
blandengue y un ñoño pero… es aquí donde estáis completamente equivocado
porque, aunque parezca inverosímil y
paradójico, ninguna de mis parejas amorosas se ha caracterizado por ser el
adalid y el paladín del romanticismo en el mundo actual, aunque para eso ya estaba
yo, que valgo por dos o por tres.
Pero volvamos al tema de mi trabajo, el cual me parece mucho
más interesante y menos doloroso psicológicamente hablando en mi caso. Este, el
trabajo que ocupa todo mi tiempo laboral y buena parte del libre es mucho más
específico y temporal, de corazón.
¿A qué se debe mi excitación sobre este corazón en
particular?
A su dueño.
¿Por qué? Porque el dueño de ese corazón no es ni más ni
menos que… Ricardo Corazón de León[3].
No es una broma.
Hablo de Ricardo Corazón de León, el de verdad, el único e
irrepetible en su fama. Sí, el mismo rey inglés de Robin Hood y cuyo hermano
era Juan sin Tierra[4].
Ese rey.
¿Que por qué lo he pedido? Paciencia.
Aquí está lo referente a mi trabajo: organizo una exposición
temporal en el museo que versará sobre el Amor a lo largo de la historia en
todo tipo de manifestaciones y artilugios.
Salvando el hecho de que incluya la palabra corazón en su
nombre no le veis mucho sentido y relación con el tema de la exposición ¿verdad?.
Tenéis toda la razón del mundo. Es que al principio el tema
de la exposición iba a ser sobre grandes personajes de la historia pero, desde que mi jefa, quien también es la directora
general del museo se casó hace un año y vive en una nube de algodón de azúcar
rosa chicle, ha entontecido considerablemente.
La exposición sobre el amor no es más que otro de los frutos
de uno de esos ataques de enamoramiento. Especialmente porque decidió cambiar
el tema a última hora de un día para otro. (En otras palabras, yo tuve que
joderme bien) No obstante, decidió que debíamos conserva a Ricardo y a su
corazón. No por el renombre o la importancia histórica de dicho monarca sino
porque el corazón era un símbolo internacional del amor.
-
¡Qué bajo has caído Ricardo! – exclamé
mientras asentía y lo miraba con lástima. - ¡Con lo que tú has sido! – añadí, emulando a aquellos señores mayores de
los pueblos que ponen este tipo de tono de voz melancólico antes de empezar a
contarte sus batallitas y demás avatares vitales.
Aspiré, profundamente y… llamadme loca pero, juraría que
pese a haber sido embalsamado hacía nueve siglos y pese al cristal de
metacrilato que lo protegía, hubiera jurado que aún conservaba el olor de las
plantas aromáticas utilizadas para su embalsamamiento.
Volví a aspirar, esta vez con el cristal pegado
completamente a mis fosas nasales para intentar identificarlos. Creo que lo
hice pues de repente, identifiqué olor a ¿margaritas? (“¿Es que las margaritas tenían algún significado funerario en la Edad
Media? Si era así, ¡qué diferencia con su identificación como la flor de….
Actual!”), ¿mirto? (“¿En serio mirto?
Pero ¡si era una planta de clarísimas referencias bíblicas! ¿Será verdad entonces que incluyó hierbas de
clara identificación bíblica porque era antisemita?), había una tercera
hierba que no sabía muy bien identificar pero que por descarte no podría ser
otra que incienso y… Menta. (“¿Menta?
¿Para qué menta? Además de para dotarle un buen olor no se me ocurría otra cosa
por la que utilizarla…”)
Maravillada de que tuviéramos algo en común; la menta,
aunque bien es cierto que utilizada para ámbitos bien distintos, la menta aquí
era en sentido funerario y para mí la menta era un símbolo de celebración, una
recompensa si preferís llamarlo así.
Pero esto no era una celebración y por tanto, no podía
comerme uno. ¿O sí?
Había luchado con uñas y dientes y me había convertido en la
persona más pedante y pesada del mundo con tal de convencer al deán de la
catedral de Ruán y al encargado de su conservación de que lo enviasen para
convertirlo en el objeto estrella de la exposición. Si eso no era un motivo para celebrar y comer
chicle de menta, no sé qué podría ser.
“¡Joe!
¡Tanto hablar de menta que me ha entrado antojo de chicles de menta!”
protesté. “¿Debería hacerlo?” me pregunté.
Hombre, si se tomaba
con alfileres este argumento… bien podría ser utilizado como tal.
Me arriesgué y… acabé
convenciéndome a mí misma.
Por eso, agarré el paquete de chicles de menta de
celebraciones especiales que tenía localizado en el cajón inferior de mi
escritorio y metí no uno, sino dos (¡Sí! ¡Así de atrevida me había vuelto!) y
comencé a masticarlo, dejando que las partículas fuertes de sabor y,
saboreándolo como si fuera e manjar más delicioso que había probado en mi vida.
Mientras masticaba pensé que era muy triste celebrarlo solo
mascando chicle. Así que, continué pensando qué más cosas eran necesarias para celebrar un evento como Dios manda.
¿Alcohol? Sí, pero no en horas de trabajo.
¡Música! ¡La música era la segunda cosa necesaria para
celebrar algo como Dios manda!
Encendí el reproductor, me puse en pie, dispuesta a bailar,
darlo todo y dedicarle un par de canciones a Ricardo y… esperé.
Desafortunadamente para mí, la primera canción que sonó fue La consagración de la Primavera de
Tchaikovsky. Me paralicé.
Asumí, comprendí y me di cuenta de que realmente era La consagración de la Primavera y no
cualquier otra canción de música clásica de las que poblaban mi reproductor
MP3. Pero no, no tuve tanta suerte y efectivamente era Tchaikovsky quien
sonaba.
No quería escucharlo ni un segundo más porque me traía
pésimos recuerdos. No era por el compositor, a quien creía un genio y tampoco
era por la música , que era potente, poderosa y excepcional. Era por el Ballet
y la asociación y los pésimos recuerdos que éste me traía.
“Paul” pensé con
asco, conteniendo mis ganas de vomitar.
¿Qué quién es Paul? Mi exnovio.
El hombre perfecto, atento y considerado. 100% Material de pareja… si no fuera porque
ya estaba casado cuando inició su relación conmigo. Dicho de otra manera, yo
fui la otra durante los seis meses que duró nuestra relación.
No me miréis mal ni penséis mal de mí porque yo no inicié mi
relación con Paul sabiendo que estaba casado. Ese fue un dato que,
convenientemente se olvidó de mencionar…Ya sabéis le restaría todo atractivo.
Ese pequeño detalle que se le olvidó comentarme fue el que
descubrí por mí misma. ¿Cómo? En una representación del ballet La Consagración
de la Primavera de Tchaikovsky.
La publicidad aseguraba que era un espectáculo
extraordinario.
No podría daros mi opinión al respecto ya que para mí el
verdadero espectáculo grandioso era el que estaba ocurriendo un par de filas
por delante de mí y que tenía como protagonistas a mi pareja y a otra mujer.
En un principio pensé que era la otra, pero al día siguiente
me enteré por su propia boca que la otra era yo. Desde ese mismo momento, puse
punto y final a nuestra relación.
Hace un año y un par de meses de ello y desde ese momento
permanezco soltera y sin tener ningún tipo de confianza en los hombres.
No quería seguir pensando ni un segundo más en tan doloroso
recuerdo y a su vez causa principal de mi desconfianza en el género masculino a
la hora de tener pareja.
Toda la culpa era de la melodía.
La solución era bien sencilla: no iba a seguir escuchándolo
ni un segundo más.
Salí corriendo, para cambiarla, tan rápido que acabé
tropezándome con mis propios pies y…caí sin querer un enorme montón de folios
de encima de mi escritorio.
Por suerte para mí, aunque puedo parecer una persona caótica
y desorganizada, lo tengo todo perfectamente bajo control (sobre todo en lo que
a organización documental se refiere) y, no sucedió ninguna tragedia porque
todos esos papeles estaban perfectamente organizados en fundas de plástico. No
tuve que pasarme tres horas recogiendo. (“¡Yai!”
exclamé, pataleando.)
Recogí todos los plásticos y volví a colocarlos sobre mi
mesa en el mismo lugar que estaban antes. Sin querer el montón, cambió la
canción que iba a comenzar a sonar y saltó a la siguiente dentro del orden
aleatorio de mi lista de reproducción y… recuperé mi posición inicial.
Iba a sonar la música, conmigo misma más dispuesta que nunca
a comenzar a bailar cuando… ¡Bip, Bip!.
Un mensaje de texto al grupo de Whatsapp de las chicas; llamado
Las Cuatro Jinetes del Apocalipsis (no me preguntéis, fue cosa de Evelyn)
Era de mi amiga Soteria:
SOS
Quedamos en The Buffet para comer en 30 min? Invito yo.
Suspiré.
“Voy a
tener que salir fuera a comer al final” pensé.
No tenía pensado abandonar el despacho hoy porque pensaba
dedicarle toda mi atención a Ricardo pero… solo había un motivo por el cual
Soteria SOS en el grupo. Nos necesitaba y de manera urgente. ¿Para qué estaban
las amigas si no?
Respondí afirmativamente.
De lo que no me había dado cuenta era que, el inicio de la
canción había coincidido con el mensaje de Soteria y ésta, la cual sí que
conocía e incluía la letra, tenía un swing y un flow que, enseguida me hicieron balancearme y apoyar el peso de mi
cuerpo mientras caminaba en ambas caderas. Más tarde, trasladé ese mismo peso a
los hombros, de tal forma que para cuando llegó al estribillo, ya estaba
desatada.
Por eso, agarré de nuevo a Príapo para darle un nuevo uso a
su falo; el de micrófono y comencé a cantar
Liar,
liar…
“Mira,
una canción que le pega a Paul…” pensé.
Liar, liar
She is on fire!
She is waiting there
Around the corner
Just a little air
And she’ll jump on ya![5]
Y al decir el –ya del
estribillo señalé al corazón de Ricardo.
Esta fue la manera (imposible de disimular con una acción
cotidiana) en la que me encontró así
Dani, mi becaria.
-
¡Vaya! – exclamó, cruzándose de brazos.
– Alguien está de buen humor hoy… - añadió, con sorna. – No – dijo pasado un momento, con la boca abierta.
Se encaminó a grandes zancadas hacia la mesa de mi despacho y, a un palmo de la
misma, se giró en mi dirección señalando al corazón de Ricardo y me preguntó: -
¿Ese es…? Asentí. - ¡Qué pasada! – exclamó.
-
¡No se toca! – le regañé, golpeándole
en la palma de la mano cuando sus deso estuvieron a punto de tocar el cristal
de metacrilato.
-
¿Cómo no? – ¡Soy licenciada en Historia
del Arte y en Bellas Artes! – exclamó, indignada.
Y ahí estaba.
El carácter de Dani en todo su esplendor.
Debo decir que Daniela es una chica que encantadora que me
cae genial y con la me divierto, compartiendo anécdotas históricas y de
historia del arte. Además, tenemos una corta diferencia de edad y eso nos hace
más afines. Eso por no hablar de que sé que, secretamente soy su modelo vital a
seguir y que querría seguir una trayectoria profesional similar a la mía (yo
empecé también como becaria en el museo).
Sin embargo, de vez en cuando, saca su lado prepotente y
altanero, creyéndose más experta que nadie (especialmente conmigo, ya que yo
“solo” he estudiado un máster de dos años mientras ella tiene Bellas Artes) y
entonces no hay quien la soporte.
-
No puedo creer que hayas abierto el
cofre sin mí – me echó en cara, incrédula y con algo de odio en sus ojos.
-
Si hubieras llegado puntual de tu media
hora y no cuarenta y cinco minutos para comer y hubieras encontrado en tu
puesto de trabajo, lo habrías abierto conmigo -
le respondí, con voz suave pero firme.
Supe que la había dejado sin argumentos. Y por más que
buscara y pensara una buena réplica, no la iba a encontrar.
-
Bien… - suspiré, dije mientras guardaba
el corazón en el cofre donde había sido transportado. - Ya que finalmente estás
aquí me voy – anuncié.
-
¿Te vas? – preguntó, nuevamente
boquiabierta. - ¿Cómo que te vas? – añadió. – Pero ¿no comías hoy aquí? – quiso saber.
-
Cambio de planes – respondí de manera
críptica.
Cogí el bolso e ignorando sus palabras y súplicas salí de mi
despacho en dirección a los ascensores. Unos ascensores que me llevarían a la
planta sótano del museo, situada seis plantas por debajo de la segunda planta
donde estaba situado mi despacho.
Sótano donde estaban situadas las cajas de máximas seguridad
y las cámaras acorazadas. Precisamente, a una de estas últimas me dirigí para
guardarlo allí abajo y no volver a verlo hasta el día de la inauguración.
Sentí una repentina tristeza y un fuerte apego por un objeto
que llevaba tan poco tiempo conmigo. Realmente, fue muy duro para mí deshacerse
de él.
Pero lo hice. De raíz, que era el método menos doloroso.
Cuando salí del interior de la cámara acorazada a la que
solo tendríamos acceso la directora y yo mediante la clave de la seguridad que
solo nosotras sabíamos, Dani seguía ahí esperándome. Furiosa cual Inquisidor
general.
–
¡Te odio! – gruñó.
-
No me odias y lo sabes – le respondí.
-
¡Eres mala y cruel conmigo! – exclamó
entonces, cambiando de opinión.
-
Si tan a disgusto estás, puedes ser la
becaria de la Momia, no voy a poner pegas a ese cambio – le sugerí,
encogiéndome de hombros.
Dani ahogó un grito de horro ante esa posibilidad.
-
¡Eres una zorra sin piedad! – exclamó,
con el calentón. Y aunque debería haberme sentido ofendida, no sentí nada en
absoluto.
O bueno, sí.
Sí que sentí algo unas enormes ganas de reírme.
Y eso fue precisamente lo que hice; para mayor aumento de su
rabia.
Me miró, mordiéndose el labio para no soltar una palabrota
personalizada y con los ojos echando chispas.
-
Eres una mujer sin corazón – me dijo,
finalmente.
Y ahí sí que le respondí.
Era inevitable, con una réplica tan sencilla para dedicarle.
-
Claro que no tengo corazón, Daniela,
acabo de deshacerme de él –
Y dicho esto, le guiñé un ojo y finalmente, salí al exterior.
Tenía una cita para comer y el tiempo se me estaba echando
encima.
[1]
Australopithecus
Boisei: También conocido como Paranthropus
Boisei o Zinjántropo Boisei fue un homínido extinto y temprano del África
Oriental. Se le describe por su fisonomía como el más grande del género Paranthropus. Vivió en África en el
Plesitoceno desde hace aproximadamente 2’3 millones de años hasta 1’2 millones
de años.
El primer hallazgo de esta especie se produjo el 17 de
julio de 1959 en la Garganta de Olduvai en Tanzania por Mary Leakey.
[2]
Huellas de Laetoli: Laetoli es un
yacimiento situado en la meseta Eyasi que se encuentra a 25 km de Olduvai. El
hallazgo de estas huellas tuvo lugar entre 1976 y 1978 por Mary Leakey y el
geólogo Richard Hay, que excavaron 27 metros de largo y es allí donde se hallaron
las huellas de unos 18/21 cm y que podrán pertenecer a tres individuos
diferentes con una altura estimada entre 1’15 cm y 1’56 cm. Las diferencias de
altura vendrían dadas por el diferente género de los individuos y su edad: dos
individuos y un niño.
[3]
Ricardo Corazón de León: Ricardo I
de Inglaterra. Tercer hijo de Enrique II
y Leonor de Aquitania. Fue rey de Inglaterra entre 1189 y 1199 y partió con la
Tercera Cruzada hacia Tierra Santa. Conquistó la isla de Chipre. Fue capturado
y solo regresó a Inglaterra de manos del emperador Leopoldo V tras haber pagado
un elevado rescate en 1194. Falleció en 1199 al recibir una herida mortal de
flecha,
[4]
Juan sin Tierra: Juan I de
Inglaterra. Hijo menor de Enrique II y Leonor de Aquitania. Rey de Inglaterra
desde 1199 hasta 1216. Durante el viaje de Ricardo I a Tierra Santa, él
permaneció en el poder gracias al permiso de su hermano. No obstante, una vez
allí intentó hacerse con el poder permanente.
Su nombre le proviene de que no recibió ningún lote de
tierra como herencia.
[5]
Canción de Chris Cab feat Pharrell Liar
liar.
Mentirosa, mentirosa… ella es muy apasionada. Ella
está esperando allí, junto a la esquina. Solo un momento, y saltará sobre ti.
jajajajaja que bueno el capi me da a mi que me voy a reir mucho con la historia de georgiana tiene muy buenos puntos pero... MALOTA MALVADA MALEFICA MALEVOLA QUIERO MAAAS PON EL 3 PRONTO
ResponderEliminarHE DICHO