domingo, 10 de marzo de 2013

Amor a golpes Cap. 1: Una noche como esta (Sarah)


CAPÍTULO I
Una noche como esta
(Sarah)

Londres, 1821
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
¡Din don! ¡Din don! ¡Din don!
El sonido del tañir de las campanas que la iglesia de Saint Bride[1] tenía en su campanario con forma de pagoda[2]  se escuchaba en la lejanía.
Eso solo podía significar una cosa: medianoche.
Medianoche.
Y según la señora Anchor, la casera y dueña del edificio de pisos de alquiler donde Sarah Parker vivía, sólo había dos tipos de mujeres que andaban campando a sus anchas por las peligrosas calles londinenses a esas horas: las prostitutas y las comadronas; a cada cual peor en su consideración personal.
Bien, Sarah no era una prostituta; obviamente. De hecho era virgen a sus veintiséis años y nunca había recibido un beso en su vida así que la primera opción entonces estaba descartada. Además no creía que sus recatados, toscos y sosos vestidos de tonos tierra y confeccionados con lana fueran las prendas habituales entre estas mujeres para seducir a los hombres y captar clientes.
En cuanto a lo de ser comadrona… bien es cierto que sentía cierta atracción hacia la medicina e incluso había ayudado en no pocas ocasiones al doctor Phillips en alguna de sus consultas atendiendo partos pero… hoy precisamente ése no era el motivo por el que regresaba a casa a tan altas horas de la noche
“Otro viernes perdido trabajando hasta tarde” pensó Sarah Parker con un suspiro mientras arrastraba los pies de camino a casa mientras rezaba para que la señora Anchor no se hubiese quedado hasta tarde a esperarla.
En realidad no tenía por qué quejarse dado que había estado haciendo una de las cosas que más le gustaba; escribir, junto a la persona de la que llevaba enamorada seis enamorada seis años; Christian Crawford, el hermano pequeño del duque de Silversword.
O mejor dicho, con Christina Thousand Eyes.
Aunque en realidad Christina solo era su pseudónimo periodístico bajo el que escribir. En otras palabras un personaje ficticio que él se había inventado creándolo de la nada para poder escribir y comentar de forma mordaz sus escritos cargados de ironía y comentarios sarcásticos acerca de todo lo que ocurría en la alta sociedad londinense y británica.
Y ella era su ayudante.
Bueno… eso n era del todo cierto.
Al menos en su totalidad puesto que solo era su ayudante provisional y por temporadas.
Normalmente, el único momento en que ella entraba en contacto directo con los artículos de Christina era durante el trayecto de la calle Saint James[3] (lugar de residencia habitual de Christian) hasta la “oficina” del editor.
Una oficina que por otra parte era además era parte una iglesia; la capilla de Santa María[4] y que estaba en el condado de Tower Hamlets[5]. A dicho lugar ella viajaba a diario ya que era la encargada de entregar los artículos corregidos al editor del periódico The Chronichle. O más bien a dejarle los folios, dado que desconocía la identidad de tan misterioso hombre y en consecuencia nunca lo había visto en persona.
Su actual ocupación, la de correctora de los artículos de Christina Thousand Eyes era realizada por su amiga Penélope Storm (cuñada de Christian). No obstante, debido a que acababa de dar a luz a su tercer hijo; una niña llamada Aurora y a que su marido le había prohibido terminantemente salir de casa hasta que estuviera completamente restablecida, ahora era ella quien se encargaba de ambas acciones.
Se sentía feliz.
Pero no contenta.
Ella soñaba con ser periodista.
Con que su nombre apareciese reflejado en los periódicos. Incluso se conformaba y no le importaba que fuese bajo un pseudónimo. Lo importante era que fuese ella misma quien lo hubiera escrito y a quien se lo hubieran publicado.
Y eso, bajo la alargada sombra de Christina Thousand Eyes era algo muy difícil de conseguir…
Entonces ¿por qué seguía ahí, junto a él permitiéndoselo?
Para empezar porque su situación actual bien podría considerarse como un triunfo; ya que una huérfana sin recursos, nacida, criada y salida del Soho[6] ¿cómo demonios iba a convertirse en una periodista?
“¡Si ni siquiera sabes leer o escribir!” le habían repetido durante toda su vida una y otra vez mientras se reían de ella.
Pues bien, pese a que tenía tendencia a ser débil de carácter, todos esos comentarios y burlas no hicieron más que estimularla y espolearla en sus ganas de aprender. Eso, sumado a que era una chica trabajadora y a que tuvo algo de suerte con sus patrones a la hora de trabajar  dieron como resultado final que en poco más de dos años aprendiera lectoescritura a la perfección.
Incluso también consiguió una total independencia al alquilar un apartamento en alquiler de un edificio para señoritas regentado por la señora Anchor y situado en el número 40 de Orange Street[7].
Bien es cierto que dada su “prosperidad”; pues incluso se relacionaba a diario con personas de la alta aristocracia, podía haberse mudado perfectamente a otra zona de la ciudad mucho más segura y de mejor fama pero… era una chica del Soho y como buena oriunda, viviría y moriría allí.
En cuanto a lo de escribir… mientras ella supiese y valorase su talento, de momento le bastaba.
Por otra parte, aún no estaba preparada para “abandonar el nido”
No.
Aún no podía abandonar a Christian.
Se sentía en deuda con él por proporcionarle su actual empleo, por pagarle de forma bastante generosa y porque estaba total y absolutamente enamorada de él desde hacía seis años.
Si bien es cierto que desde que lo conoció sintió un marcado un instinto de posesividad hacia su persona, el desarrollo de sus sentimientos románticos hacia él no se produjeron mediante un flechazo.
Ni mucho menos.
Al contrario, fue progresivo y se incrementó con el tiempo.
Puestos a elegir de quien enamorarse por su atractivo físico debía haber escogido a William, su hermano gemelo, el duque de Silversword y al que todo el mundo consideraba como el más atractivo de los dos.
Pero no.
Ella no.
En su lugar, escogió al hermano “corriente”; el que tenía el cabello castaño claro con los ojos marrón almendra y u ligero toque ámbar.
Lo realmente gracioso de la situación era por más que se lo había dejado entrever (sobre todo por sus ataques de celos contra Penélope), su jefe parecía no darse cuenta de ello de tan concentrado como estaba en la redacción de sus artículos y la resolución e investigación en sus ejercicios matemáticos.
Pero un día, un día él se daría cuenta de sentimientos hacia ella, se le declararía y ella estaría ahí dispuesta para recibirle y aceptarle como esposo con los brazos abiertos.
Cuando cruzó la plaza de San Jacobo[8] y enfiló la calle de Carlos II[9] sabiéndose cercana a su casa, aceleró el paso por las horas que eran y sobre todo porque pese a que estaban mediados de octubre y pese a que no hacía un frío que helaba los huesos (que eran tan propio de épocas navideñas por otra parte) la temperatura de la calle tampoco era muy agradable.
Mientras la cruzaba, Sarah escuchó un ruido que la sobresaltó, aunque no la asustó especialmente pues al fin y al cabo no era la primera ni la última vez que se encontraría en su vida frente a frente con una rata.
Pero, aunque lo hiciera a diario, eso no quería decir que le resultara agradable o que las ratas fueran su animal favorito.
Todo lo contrario.
Le daban bastante asco y repelús.
A eso debía añadirle que dicha calle solía ser utilizada como basurero de todos los clubs para caballeros cercanos y de las viviendas adyacentes a éstos; con el consecuente olor nauseabundo que desprendían.
Olor nauseabundo que no hacía sino otra cosa que atraer a dichos animales y también provocaban que su desorbitada imaginación crease imágenes mentales de ratas enormes y peludas que le provocaban espasmos y contracciones de su estómago.
Y aunque se camuflaría perfectamente entre tanta basura acumulada, lo que menos le apetecía del mundo era vomitar allí.
Tan concentrada y obcecada en apartar el hilo de pensamientos asquerosos de su mente que… no lo vio venir.
Y en consecuencia se tropezó.
Su primer pensamiento al aterrizar sobre sus rodillas y las palmas de sus manos fue asegurarse de que estaba bien y de que no había sufrido daños graves.
En ese momento, agradeció mentalmente que la calle contara con iluminación; aunque fuera tenue. Así comprobó con disgusto que, como sospechaba, tenía ambas zonas de su cuerpo enrojecidas y peladas.
“¡Dichoso tronco en mitad de la calle!” se quejó mentalmente. “¿Quién es el idiota que se deshace de un tronco a estas alturas del año y con el frío que empezará a hacer dentro de poco?” se preguntó, ahora enfadada.
Justo en ese momento escuchó un sonido a su espalda
“¡Una rata!” exclamó aterrorizada. “¡Qué asco, qué asco, qué asco, qué asco!” añadió, poniéndose en pie de un salto olvidándose momentáneamente del dolor.
Una vez en pie, fue consciente de que sus pies estaban pisando sobre algo blando cuando no escuchó el sonido de la suela de sus zapatos al pisar sobre los adoquines.
Rezando mentalmente para que no fueran vísceras, restos de cualquier animal, mierda o cualquier otro tipo de sustancia blanda que le provocara vómito inmediato, Sarah fue valiente, se agachó y comenzó a palpar para descubrir qué era exactamente sobre lo que se estaba apoyando.
En este primer tanteo descubrió que aquello que estaba pisando era una mano.
Una mano humana además, dada la fisonomía de la misma.
“¿Humana?” se preguntó, horrorizada dando un brinco; con tan mala suerte que volvió a aterrizar en el mismo lugar que pretendía dejar de pisar.
Sabía que aunque era bajita y tenía algunas curvas sobre todo en las caderas, era delgada si la comparabas con otras mujeres. No obstante, era tal el bote que acababa de dar que, por muy delgada que fuese, la persona a la que pertenecía esa mano (pues estaba unida a un brazo según había comprobado) debería haberlo sentido. Y quejado por ello, ya que sus zapatos llevaban un poco de tacón.
Todo el mundo reaccionaba cuando le clavaban un tacón; por muy pequeño que fuese.
O debería reaccionar.
A menos que…
-          ¡Oh Dios mío! - exclamó conteniendo un grito tapándose la boca con las manos, aunque si hubiera gritado nadie se hubiera enterado tampoco.
“No puede ser un cadáver ¿verdad?” se preguntó con el pánico apoderándose poco a poco de ella y su torrente sanguíneo corriéndole a mayor velocidad. “No, no, no, no, no, no” se repetía mientras nuevamente hincaba la rodillas en el suelo (siseando de dolor por esto) y comenzaba a palpar a tientas de la manera más exhaustiva posible alrededor de la mano y por todo el cuerpo para comprobar empíricamente que su instinto se había equivocado y en realidad no había ningún cuerpo humano en esa vía.
Efectivamente.
Sus sospechas se confirmaron…para mal.
Había un cuerpo humano  (afortunadamente para ella) vestido en dicha calle.
Un cuerpo humano masculino.
Al menos, así lo indicaba el incipiente vello de su rostro.
“A lo mejor es una mujer barbuda circense” pensó, recordando la primera vez que vio a una de estas mujeres.
Descartando ese hilo macabro y necrófilo de pensamientos, Sarah decidió que lo primero que debía hacer era conseguir que se levantase de allí pues corría el riesgo de morir congelado.
Y por ello, comenzó a abofetearle el rostro incrementando la intensidad, potencia y fuerzas de cada par de tortas. Con esto recordó que tenía las manos peladas y con pequeñas heridillas; siseando de dolor por cada acción.
No obstante, no le importó.
Lo más importante era conseguir que despertara.
Pero el hombre continuaba dormido.
Razón por la cual comenzó a zarandearlo levemente.
Nada inmóvil.
Sin reacción.
Al acercarse a él, comprobó que estaba borracho; tal era el hedor a alcohol que desprendía.
De lo que se dio cuenta también de que, para su horror, no respiraba.
Pensando que era producto de su imaginación y fruto del pánico, Sarah tembló cuando fue a tomarle el pulso al desconocido.
Con un alivio inmenso comprobó que tenía pulso.
Débil.
Pero lo había.
Sin embargo, no respiraba.
Así lo reafirmó cuando no notó nada de aire cálido saliendo de su nariz.
Y se alarmó sobremanera.
“No, no, no, no, no, no” pensó poniéndose en pie y retrocediendo un par de pasos. “No puedo tener más mala suerte” se quejó.
Bien es cierto que en numerosas ocasiones las calles y callejones servían como lugares donde esconder y dejar abandonados cadáveres pero en los seis años que llevaba siendo la ayudante de Christian, nunca jamás se había encontrado con uno desde Saint James Street a Orange Street.
“Y esta noche tampoco” pensó con rotundidad antes de salir corriendo disparada en dirección a la casa y lugar donde tenía su consulta médica el doctor Phillips: la calle Panton[10].
Por suerte para ella, el doctor Phillips siempre se dormía tarde y dormía pocas horas.
Gracias a estos hábitos, no lo despertó cuando llamó a la puerta con desesperación con grandes, sonoros (y dolorosos) golpes.
-          ¡Doctor Phillips! – gritó para que supiera quién era la persona que llamaba a la puerta y le visitaba a esas horas.
Nada más abrir la puerta, el doctor Phillips se limpió con un trapito y se reajustó las gruesas lentes que llevaba puestas sobre el puente de su nariz para ubicarse mejor. Obviamente no la esperaba, vista la expresión de su cara.
-          ¿Sa? ¿Sarah Parker? – preguntó.
La aludida respondió con un asentimiento de cabeza antes de explicarle lo que acababa de vivir en la calle.
-          Carlos II – dijo señalando a la calle. – Muerte. Frío. Mano. Hombre. Mujer barbuda… intentó explicarle. Pero estaba tan asustada y nerviosa que su mente y su aparato fonético iban a velocidades distintos; lo cual causaba y creaba gestos de confusión y desconcierto en el rostro del doctor Phillips; quien por más que le prestaba toda su atención, no la entendía.
-          Sarah, Sarah, Sarah… - le dijo posando sus manos sobre los hombros de la asustada chica para tranquilizarla. – No entiendo una palabra de lo que me dices – le explicó con voz suave, - Por favor, repítelo – añadió.
Sarah expulsó el aire de forma sonora antes de intentar serenarse poniéndose la mano en el pecho antes de volver a hablar.
-          La calle de Carlos II – repitió, señalando nuevamente. – Hay un hombre muerto o a punto de morir de frío allí – explicó.
-          ¡¿Qué?! – gritó boquiabierto.
-          Un hombre está a punto de morir de frío en esa calle si no nos damos prisa – le apremió. – Y una vez muerto será para ratas y… ¡qué asco me dan las ratas! – exclamó con cara de asco mientras un escalofrío le recorría la espalda.
-          Entonces vamos – dijo el doctor Phillips volviendo sobre sus pasos para ponerse una bufanda, coger un farol en forma de botella para tener una mejor iluminación y llamar a su ayudante para que les acompañase. Al fin y al cabo, si la historia de Sarah resultaba ser cierta (cosa que dudaba porque aunque estuvieran en una mala zona, ésa no solía ser una calle donde se tirasen los cadáveres pues para eso estaba el Támesis y la chica siempre había tenido fama de rarita y fantasiosa en el barrio) necesitarían su ayuda para trasladar el cuerpo.
Sin embargo, esta vez resultó tener razón y efectivamente, el cuerpo de un hombre cubierto de basura estaba en la calle de Carlos II.
Un noble, según pudieron comprobar los tres con sus propios ojos tras apartarle los restos de inmundicia que le cubrían por encima (acción que a punto estuvo de hacer vomitar a Sarah).
Así, gracias a la iluminación de la gruesa vela descubrieron que el desconocido era rubio, de sus ojos nada podían saber pues los tenía cerrados) y que vestía completamente a la moda imperante: botas negras de estilo italiano, calcetines blanco, pantalones bombachos a la altura de la pantorrilla color azul oscuro, camisa blanca, pañuelo, chaleco y corbata negros y una chaqueta del mismo azul de terciopelo con botones y gemelos bordados en plata.
Además y bordados con los mismos hilos había dos grandes H (una encima de la otra) en una de las solapas de su chaqueta.
“¿H H?” se preguntó mentalmente ella mientras se mordía las uñas debido al nerviosismo que la gobernaba a la espera del diagnóstico por parte del diagnóstico del doctor Phillips. “No me suena ningún H H” añadió.
Y era cierto.
De todos los nobles y con los que tenía “relación” no conocía a ninguno al que le coincidiesen la inicial de su nombre y de su apellido.
Volvió a dirigir su mirada hacia el rostro del desconocido y descubrió que su cara le sonaba… pero no sabía de qué o de dónde. Acto seguido, volvió a mirar las iniciales bordadas en la solapa de la chaqueta, pasando los dedos por encima de las mismas.
Esta “marca” era bastante inusual.
Parecía que quisiera reivindicar su identidad y darse a conocer, diferenciándose del resto de la nobleza con algo tan nimio como la exhibición de sus iniciales.
-          Buenas noticias Sarah – dijo el doctor Phillips alumbrándole el rostro y sonriéndola. – No está muerto y por su constitución parece que no morirá hoy, solo está muy borracho y algo drogado quizás – añadió.
Sarah dejó de morderse las uñas de la mano y suspiró aliviada.
Era mucho mejor pisarle la mano a un borracho que a un muerto.
-          Pero tienes razón – dijo el doctor Phillips. – Si no nos lo llevamos en su estado acabará por congelarse de frío. Ten – añadió, entregándole el farol.
-          ¿Adónde nos lo llevamos? – preguntó ella desconfiada mientras agarraba el farol como acto reflejo.
-          Nos lo llevamos a mi consulta por supuesto – estableció.
Sarah Parker ni se molestó en desperdiciar tiempo o saliva para intentar hacer ver al doctor Phillips que ya no era el jovencito de antaño y que como tal, no era aconsejable que cargar peso porque se lo tomaría bastante mal y se ofendería cuando ella aunque bajita y delgada podía ocupar su lugar y ayudar a George a cargar al noble desconocido. En vez de eso, se puso a la cabeza de la comitiva; alumbrándoles el camino a ambos hombres.
Por suerte para ellos, durante el corto trayecto que iba desde la calle de Carlos II a Panton Street no se encontraron con nadie. A saber qué podían pensar viéndoles de esta guisa y actuando con tanto sigilo.
Sarah Parker podía hacerse una idea; exactamente pensarían lo mismo que ella si se hubiese descubierto: que acababan de robar un cadáver para que el doctor Phillips enseñase a su discípulo George a tomar experiencia en el ejercicio de la medicina pues en el barrio era un secreto a voces los métodos de enseñanza del doctor.
En ocasiones como esa, Sarah agradecía vivir y ser del Soho pues en ningún otro barrio londinense se guardaban secretos como ese. Quizás en Endfield…
Ambos hombres tumbaron al desconocido en la camilla destinada a los pacientes y presurosos, comenzaron a desvestirle.
Tan abstraída y concentrada en el pensamiento de que la cara del desconocido le sonaba que cuando fue consciente de lo que ambos hombres se disponían a hacer se horrorizó.
Tanto, que acabó pegada a la pared.
-          Qq…qqq…qué…qqquuueeeé… eeesssstttáis… hacc… hacccii haccciiieeen…haccciiieeennnddooo? – preguntó señalándoles.
-          ¿A ti qué te parece? – le preguntó George con ironía, enfadado con ella por ser la causante de la perturbación de su sueño.
“¡Cuánto le queda por aprender!” se lamentó mentalmente el doctor Phillips mientras desaprobaba las maneras de George.
-          Como tú bien has dicho Sarah, este hombre probablemente se hubiera muerto congelado de frío sino llega a ser por ti – dijo. – Afortunadamente, apareciste en su camino cual ángel guardián y lo salvaste – añadió. – No obstante y aunque solo está muy borracho, vamos a quitarle sus ropas, a lavárselas,  a secárselas para que las pueda utilizar mañana cuando se despierte, a ponerle un traje de dormir de George y a taparle para evitar que tenga fiebre – explicó. – Y para ello esta noche velaremos su sueño – anunció. – Con suerte conseguiremos que vomite  y que eche todo en poco tiempo para así poder irnos todos a dormir – concluyó.
“El problema del doctor Phillips es que excesivamente gráfico y detallado” pensó Sarah Parker, con gesto de disgusto.
-          Y yo… ¿tengo que verlo? – preguntó temerosa.
-          ¡Oh! – exclamó el doctor Phillips siendo consciente de era una mujer y de que por tanto se sentía incómoda y no estaba preparada para verlo. –Date la vuelta – le ordenó.
“¿Date la vuelta?” se preguntó incrédula. “¿Date la vuelta?” repitió ella enfadada mientras obedecía a regañadientes mientras bufaba y se cruzaba de brazos. “No puedo creerlo… ¡ni siquiera me ha pedido que salga fuera un momento!” añadió.
Justo en ese momento llamaron a la puerta y, como era ella quien estaba más cercana al lugar, salió de la habitación sin mirar atrás y fue a abrir. Pero lo hizo tal y como le habían enseñado en su bloque de alquiler; una cuarta y permitiendo solo lo justo para verle el rostro.
Eso fue exactamente lo que hizo.
O al menos, lo intentó porque el visitante de esas horas entró en tromba, provocando que la puerta rebotase contra la pared con fuerza. Ambos se sobresaltaron por este hecho, aunque por diferentes motivos.
La visitante porque no esperaba encontrarse a Sarah allí (mucho menos que fuera ella quien le abriese la puerta) y Sarah porque no esperaba que la visitante fuera una mujer; era Lindy, una de las chicas de Miss Naughty y sobre todo por la fuerza del impacto.
-          ¿Y el doctor Phillips? – le preguntó sin aliento.
-          Dentro – respondió, señalando con la cabeza.
-          Necesito verlo – exigió.
-          Está ocupado – rebatió.
Pero ella la ignoró y comenzó a caminar hacia allí.
-          ¡Espera! – exclamó tirando de ella agarrándola del brazo. – No puedes entrar ahí – añadió.
-          ¿Por qué no? – le preguntó ella de forma despectiva. – Tengo prisa – añadió antes de soltarse de su agarre y entrando en la habitación.
-          ¡Pero bueno! – protestó George girándose hacia la puerta. - ¿No habías dicho que no ibas a entrar? –le gritó a Sarah. – Hola Lindy – añadió de forma seductora y con una sonrisa en el rostro al descubrir que había metido la pata hasta el fondo.
Ésta, a quien no le gustó en absoluto el tono de voz empleado con Sarah le ignoró a propósito y solo se dirigió al doctor Phillips.
-          ¡Doctor Phillips, ha ocurrido una tragedia señor! – exclamó de forma muy teatral con aspavientos de los brazos. – Te necesitamos urgentemente – añadió, mucho más seria.- Ha habido una pelea en el club – concluyó, ya sin ningún rastro de la expresión anterior.
-          ¿Una pelea? – preguntó George mucho más interesado en el tema. - ¿Grave? –añadió, con los ojos muy abiertos.
-          ¡Oh sí! – dijo ella mientras asentía . - ¡Ha habido navajazos y todo! – añadió. – Afortunadamente nadie llevaba pistola porque sino… - dejó caer mientras se mordía el labio sin concluir la frase para quo do el mundo fuese consciente de la gravedad del asunto.
-          ¿Heridos con navajas? – preguntó el doctor Philipps preocupado. – George, agarra los maletines – ordenó.
George obedeció, soltando al desconocido (ya vestido con su ropa de dormir) de inmediato antes de que el doctor hiciera lo mismo y comenzaran a seguir a Lindy.
Sarah; quien en todo momento estuvo tras Lindy (más alta y corpulenta que ella) solo reaccionó cuando vio las intenciones claras que tenían de marcharse todos y dejar al desconocido todo.
-          Pero… - musitó boquiabierta. – Pero… - repitió algo más fuerte señalándole. – Pero, pero, pero… - añadió, incapaz de terminar la frase. - ¡Doctor Phillips! – gritó ella con los puños apretados cuando éste ya se hallaba en la puerta, captando su atención.
-          ¿Si Sarah? – le preguntó mientras se ponía la bufanda.
Sorprendida por el cambio tan repentino de pasar de la ignorancia más total y absoluta a convertirse en el centro de atención, Sarah sólo pudo articular señalándole con el dedo índice:
-          ¿Y él? -.
-          ¡Oh! – volvió a exclamar él riéndose de forma suave. – Para eso estás tú aquí – añadió. – Por suerte para todos, tú también has sido mi ayudante en ocasiones puntuales – concluyó antes de salir de la consulta dando un portazo sin tiempo a que ella le diese la réplica.
“¿Su ayudante?” se preguntó enfadada. “¿Su ayudante?” se repitió. “¡Pero si ya hace un año desde la última vez!” protestó.
-          ¡Yo solo quería irme a casa a dormir! – exclamó, quejándose con un bostezo tan grande que derramó unas lagrimillas. – Todo esto es por tu culpa – añadió mirando con los ojos entrecerrados por la furia al desconocido borracho antes de sacarle la lengua y golpearle el pecho con su puño.
Obviamente el hombre ni lo notó de tan borracho como estaba. Era tal la borrachera que ésta le hacía dormir profundamente y ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
-          Te odio – estableció con firmeza.
“¡Maldita mi mala suerte!” volvió a quejarse. “¡Y yo que pensaba que era un mendigo a punto de morirse de frío!” añadió, riéndose de su propia estupidez. “Esto me pasa por estar atenta a todo lo que me rodea” se autoreprendió. “La próxima vez no miraré a nada de lo que haya a mi alrededor” estableció. “Solo mis zapatos” añadió. “¡Lo juro!” se prometió, antes de echarle otro vistazo.
Seguía como antes.
O sea dormido.
Y muy borracho.
“¿Qué tipo de noble se agarra tal cogorza como para acabar en una calle del Soho cubierto de basura?” se preguntó curiosa.
Uno al uso no, desde luego.
Y uno de los que ella conocía mucho menos.
“¿Dónde he visto esta cara antes?” se preguntó nuevamente mientras se mordía el labio y se acercaba al desconocido e intentaba recordar y ubicarlo.
A medida que reducía la distancia que los separaba pudo confirmar lo que el primer vistazo bajo la luz del farol ya le había sugerido: que desde luego, era un hombre bien parecido.
Era alto (al menos medía 1’80 metros), rubio, bien musculado y para su total sorpresa sin un solo vello en el pecho (al menos en la parte del pecho que ella podía ver gracias a que no estaba completamente cubierto por la sábana y porque no habían abrochado la camisola de pijama de George con las prisas de su marcha)
Sin duda que debido a su atractivo debía llevarse a las mujeres de calle… y su mente fantasiosa comenzó a funcionar.
Se sentía intrigada.
Y como tenía curiosidad se preguntó de qué color tendría los ojos, cómo sonreiría, si tenía hoyuelos al hacerlo o si conservaba intacta la dentadura.
Suspiró hondamente antes de soltar una risita.
Por suerte para él, se encontraban en el Soho  ya que no quería ni imaginarse la cara que pondría si alguien los encontrase de esta guisa: él en ropa de dormir (o puede que incluso medio desnudo) tumbado en una camilla y ella a su lado mirándolo con mucha atención, siendo fuertemente tentada por sus instintos a pasar sus manos por su cuerpo.
Probablemente hubieran tenido que casarse.
“¿Qué iba a hacer un noble como él casado con una chica del Soho de pura cepa como ella?” se preguntó mientras reía a carcajadas mentalmente.
Tanto se reía en su mente que, una nueva risita se escapó de su boca.
“¡Compórtate Sarah!” se ordenó. “Está dormido, no muerto” se recordó enfadada consigo misma.
Tenía razones para enfadarse de esa manera consigo misma de esa manera.
Le habían encargado que cuidase de él y aunque no le había hecho ni pizca de gracia el “trabajito” que le había salido, no le quedaba de otra que hacerlo pues era su única ayuda en caso de que empeorase.
Ahora estaba dormido y dormido debía permanecer puesto que era un buen síntoma.
Pero el que estuviera dormido también significaba que como tal podía despertarse en cualquier momento. Sobre todo, ates de lo previsto si la persona que estaba a su lado no dejaba de reírse.
Era una idiota.
A nadie le gustaba despertarse (o mejor que lo despertasen) con un ruido de fuera. Mucho menos en un lugar extraño, con ropas que no son las tuyas, borracho todavía o con los efectos del alcohol causando estragos en su organismo (es decir, con una enorme resaca) y con alguien desconocido mucho más pequeño y débil que tú riéndose de ti justo a tu lado.
En circunstancias normales ¿qué pensaría cualquier persona?
Obviamente, que se estaba riendo de él y no de sí misma.
Por este motivo y para evitar una nueva situación complicada y difícil de explicar y creer en una noche que ya de por sí le había resultado lo suficientemente compleja, decidió alejarse de él y volver a ocupar su lugar en el asiento del doctor Phillips, situado a una distancia prudencial de esa camilla junto a la pared opuesta y comenzar a rezar y desear que pronto regresaran el doctor Phillips y George, su ayudante,
Así se evitaría problemas futuros y riesgos innecesarios.
Esas eran sus firmes intenciones.
Sin embargo, cuando se disponía a hacerlo, la mano del desconocido surgió de por encima de la sábana y le atrapó el brazo impidiéndole la realización de cualquier tipo de movimiento por su parte mientras le dijo de forma muy amenazante:
-          Te vas a cachondear de tu puñetero padre -.




[1] St Bride Street: Es una iglesia sita en la Ciudad (The City). Es una de las iglesias más antiguas de Londres; probablemente fundada en el siglo VII a. C dedicada a Santa Brígida de Kildare o de Irlanda una monja. En 1210 el rey Juan sin Tierra celebró aquí un Parlamento. En el siglo XV fue reemplazada por una iglesia de mayor tamaño. En 1666 fue carbonizada por el Gran Incendio de Londres y fue construida por entero por Christopher Wren; uno de sus trabajos más caros y largos, el cual le llevó siete años.
Al estar ubicada en la calle Fleet, mantiene tiene una larga asociación con  periodistas y periódicos. Rn pináculo mide 69 metros, siendo la segunda más alta de las iglesias diseñadas y construidas por Wren.
[2]  Pagoda:  Término para una torre escalonada, construida en las tradiciones originarias de Asia oriental histórico o con respecto a estas tradiciones, con múltiples aleros comunes en Nepal, India, China, Japón,  Corea, Vietnam, Birmania y otras partes de Asia.
[3] Saint James Street: Es una de las principales calles londinenses del exclusivo barrio de nombre homónimo. Se extiende desde Picadilly cuesta abajo hasta el palacio de Saint James (Palacio construido por Enrique VIII y que ha sido residencia de la realeza durante dos siglos) y Pall Mall (calle que recibe su nombre por el juego de nombre homónimo al que se jugaba con un mazo y una pelota durante el siglo XVII). No fue construida con un plan urbanístico perfectamente trazado pero recibió un enorme impulso constructivo gracias a lord Alban, quien planeó y diseñó la plaza de Saint James. Era una calle conocida sobre todo por ser sede de algunos de los clubes para caballeros más importantes  como Brook’s o White’s. (Hoy día sigue conservando esa función. N. Aut)
[4] St. Mary’s Chapel: Capilla dedicada a Santa María (probablemente de las Gracias) erigida en 1380 Posteriormente fue convertida en vivienda; aunque no se sabe con exactitud cuándo se produjo el cambio de función. En 1799 sufrió reparaciones y en 1811 se convirtió en una “aseada” granja.
[5] Tower Hamlets: Es un municipio de Londres situado al este de la ciudad y al norte del río Támesis. A los habitantes de esta zona se les requería habitualmente para proporcionar trabajadores para la Torre de Londres
[6] Soho: Área del centro de Londres limítrofe con Mayfair que durante el siglo XIX fue el lugar escogido para el asentamiento de prostitutas, salones de baile y pequeños teatros.
[7] Orange Street: El lugar de la calle Orange estaba cubierto por los establos del duque de Monmouth. La calle se creó en torno a  1696 en los que los arrendamientos de construcción del suelo a ambos  fueron otorgados por la duquesa de Buccleuch y su hijo James, conde de Dalkeith a distintos compradores. En el año 1720 Orange Street fue descrita como justa y de buenas casas construidas.
[8] Saint James Square: Única plaza en el distrito londinense de Saint James. La arquitectura de la plaza es georgiana y neo-georgiana con un jardín privado en el centro. En dicho jardín hay una estatua de Guillermo III erigida en 1808.
[9]  Carlos II: (1660-1685)  Fue el monarca inglés que gobernó tras la guerra Civil Inglesa y tras la muerte de Cronwell (N. Aut: La calle de Carlos II no está en el Soho; es una licencia literaria)
[10] Panton Street: Calle londinense que recibe su nombre de Thomas Panton, un “jugador” quien en 1671 pidió al Consejo Privado aumentar su propiedad a pesar del rey pues había comprado grandes parcelas en esta zona y servía de cierre de una jurisdicción en el siglo XVI. Se le fue denegada pero al final fue construida por la intervención de Christopher Wren; quien creyó conveniente construirla para aliviar el tráfico de esa zona. De tal manera que en 1674 ya aparece como tal Panton Street. En 1720 fue descrita como una calle abierta y habitada por comerciantes.
(N. Aut Esta calle no está en el Soho, es una licencia literaria)

5 comentarios:

  1. bueno bueno bueno menuda sorpresa con este primer capi pero... ENAMORADA DE CHRISTIAN¿?¿? COMO Q ENAMORADA DE CHRISTIAN¿?¿? ME HAS DEJADO EN ESTADO DE SHOCK ABSOLUTO CHATA ME HE QUEDADO A CUADROS ASI O.O UN GRAN ZAS EN TOA LA BOCAZA DE LOS GRANDES y la pobre mia q ella queria dormir y se encuentra a un desconocido no tan desconocido q aaiis como ñam ñaam esta jiji aunq willy willy supremo ee ese no se toca y es de penelope chin y mio ee cuidao sarah q te arranco los pelos del lili ee cuidadin y bueno el momento mano agarrandola en plan te vas a reir de tu puñetero padre ha sido ajajajajajajaja me meo jaajajajajjajajajajajajaj en fin
    QUIERO MAAAAAS MALEFICA MALVADA MALOTA EE QUIERO MAAAAS
    HE DICHO xD

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    Respuestas
    1. Claro que esta enamorada de Christian!!
      Yo creo que es algo obvio en el libro de Lops... pero por si acaso si, está enamorada de Christian.
      Yo pensaba que te iba a sorprender por la iglesia de Saint Bride...
      En cuanto a lo de te vas a reír de tu puñetero padre... tiene su por qué.
      Lo descubrirás pronto porque el próximo capi es la noche desde el punto de vista de Henry... =)

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  2. si la iglesia donde un harper es el editor xD y trabaja alli y lo se lo se por el libro de thon thon aais thon thon pero willy willy supremo ee eso siempre tos estan mu ñam ñam pero mi supremo es willy willy q quede claro y ves como siempre acaba en todos los fregaos ee has visto xDy te dije creo en su momento q pense siempre q sarah tenia algo o le pasaba algo especial con chris chris el hermanisimo de mi supremo willy willy lo sabia lo intuia pero siempre creo me lo negaste y ya pensaba mi cabecita el xq sarah miraba mal a mi lops por la q mato e sarah ojito con meterte con mi lops q te arranco los pelos del lili xD cuidadin cuidadin q me pongo chunga contigo ee pues eso ya sabes xD

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  3. Ya he visto que te has tomado un "kit-kat" con Jeremy por tus musas jejeje, pero menos mal que no te han abandonado del todo y has empezado esta otra historia y ¡que comienzo!, que ella estaba enamorada de Crhistian ya se veia, pero ahora que ha entrado H.H. en escena a ver como sigue...

    ¿Penelope ya tiene 3 hijos? como pasa el tiempo jajaja.


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  4. Jajajajajajajajajajajaja me quedo con el final!!! XD

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