miércoles, 20 de marzo de 2013

Capítulo 6 Amor a golpes


CAPÍTULO VI
Una cómplice inesperada

-          P…Pp…Pppe…Penne...Penne…Pennelll…Pppennnello…¡Penélope! – exclamó Sarah finalmente horrorizada antes de cerrar los ojos y apretar los párpados con fuerza.
-          No cierres los ojos y sigas la premisa de creer que estás viviendo una alucinación y que al cerrar los ojos para volver a abrirlos de inmediato habré desaparecido porque eso no su sucederá – le dijo con tono amenazador y señalándola con el dedo índice (aunque esto último no lo vio dado que tenía los ojos cerrados).
Efectivamente.
Cuando, pasado un momento, una Sarah temerosa de su sino, comenzó a abrir lentamente uno de sus ojos, descubrió que Penélope tenía razón; que no era un espíritu o aparición sobrenatural estelar y que, para su desgracia, no se había movido un milímetro del mostrador.
-          Supongo que es una pérdida de tiempo preguntarte qué estás haciendo aquí y sobre todo comprándote ropa de tan peculiar estilo ¿o me equivoco? – le preguntó.
Sarah Parker jamás había visto a Penélope tan enfadada como la estaba viendo en esta ocasión. En consonancia, su estado de pánico y pavor se incrementaba por segundos.
-          De acuerdo entonces – asintió con la voz muy tranquila antes de salir corriendo sabiendo perfectamente adónde debía dirigirse para conocer las respuestas a sus preguntas.
No habían transcurrido ni dos minutos cuando una Penélope bastante sofocada reapareció en la puerta del taller de madame Crouchet para dirigirse directamente a ésta:
-          No se preocupe – inspiró aire. – Lavinie – y volvió a inspirar. – Volveré enseguida – concluyó, antes de reanudar la carrera e ignorar deliberadamente la presencia del carruaje que su marido había puesto a su entera disposición para desplazarse y de paso, tenerla controlada y vigilada en todo momento por la ciudad.
-          ¿Es que no vas a detenerla? – le preguntó madame Crouchet a Sarah Parker clavando su mirada en ella mientras se cruzaba de brazos; pasado ya un buen rato esperando cualquier tipo de reacción por su parte (y entender por otra parte la estrambótica e inusual que había sido la de la protagonista secundaria)
La mirada de reprimenda de madame Crouchet hacia ella, sirvió de despertador y como aterrizaje en la realidad para Sarah Parker.
“¡Oh Dios mío!” exclamó mentalmente con horror. “Va a casa de Christian” añadió, antes de a imitación de Penélope, echar a correr en dirección a Saint James Street.
Sin embargo, y como también le sucedió a la primera, poco duró su carrera, ya que en cuanto puso un pie en la calle, fue consciente del aspecto y del más que seguro efecto que su nueva vestimenta tendría sobre los hombres a partir de la próxima semana.
En otras palabras, había olvidado por completo que aún llevaba puesto el corsé semitransparente del escote de mariposa.
Avergonzada y escandalizada a partes iguales, Sarah Parker regresó al taller de madame Crouchet con el único propósito de encontrar algo con lo que cubrirse la parte superior del cuerpo (puesto que la falda no era especialmente escandalosa) Propósito conseguido cuando le arrancó a uno de los maniquíes una estola de color amarillo (que para nada combinaba con el resto de su atuendo) que se echó por encima antes de iniciar por segunda vez una carrera persecutoria en muy corto espacio de tiempo.
No obstante, debía asegurarse de que su imagen no quedase muy dañada no se produjeran malos entendidos. Por ello, utilizó como frase definitiva de despedida para con la duela del taller; mujer pasmada en ese momento:
-          ¡Anote en mi cuenta esto también!

Sarah Parker corrió.
Corrió, corrió, corrió, corrió y corrió.
Corrió tan deprisa como no había corrido en su vida.
Sin embargo, no fue suficiente.
Ya que Penélope había partido con ventaja al haber salido antes que ella y además, poco después del parto de Aurora (y siguiendo indicaciones de Lord Greyford) se había estado ejercitando.
Conclusión: Llegó primero a casa de Christian en Saint James Street y valiéndose de sus estrecha relación y su exceso de confianza con la señora Rider, pasó directamente a su dormitorio; pues por las horas que eran, Penélope tuvo la ligerísima intuición de que estaría durmiendo.
Su intuición al respecto se vio confirmada cuando abrió la puerta del dormitorio y lo encontró roncado a pleno pulmón.
Decidida a interrumpir su sueño, lo llamó.
Lo llamó una, tres, cinco y hasta ocho veces seguidas incrementando con cada mención de su nombre la intensidad de su voz pero… nada. Así que en contra de su voluntad, no le quedó más remedio que seguir el ejemplo de su marido y empujarle de la cama para que cayese al suelo y se despertase.
Objetivo cumplido sobradamente porque desde el suelo, éste le dijo con ironía:
-          ¡Cuñadita! - ¡Qué placer verte! – añadió con una sonrisa. – Sobre todo cuando me despiertas con tanto cariño – incidió con énfasis.
-          Te llamé ocho veces pero no me hiciste caso – se defendió ella. – Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas – añadió.
-          ¿Y no se te ocurrió pensar en tu infinita sabiduría que te estaba ignorando deliberadamente y enviando indirectas con mi apático comportamiento para informarte de que no quería que me despertaras? – le preguntó mientras se ponía en pie bufando, ahuecaba varias veces sus almohadas y volvía a tumbarse sobre la cama antes de cerrar los ojos.
-          Ni se te ocurra intentarlo siquiera – le amenazó ella, siseante. – Tengo que hablar contigo – anunció.
Pero Christian la ignoró, le sacó la lengua y apretó aún más fuerte los ojos, concentrando toda su energía en intentar volver a dormirse.
Sintiéndose burlada e ignorada, Penélope n iba a darse por vencida. Así que, se levantó con decisión y descorrió las cortinas iluminando el interior de la habitación; coincidiendo con el momento justo y exacto en que Sarah Parker entró en ella corriendo como una exhalación y frenando su carrera agarrándose con fuerza al quicio de la puerta.
-          ¡Lo siento! – gritó sin apenas aire y respirando con mucha dificultad.
-          ¡Pero bueno! – exclamó Christian con aspavientos de los brazos. - ¿Es que nadie va a dejar que duerma hasta tarde hoy? – preguntó enfadado y furioso con ambas.
-          Lo… siento – repitió Sarah sin aire. - ¡Ay! – exclamó, antes de sentarse sobre la cama para recuperar en algo el aliento , tranquilizar su desbocado corazón debido al esfuerzo y para evitar que el ligero mareo que sentía en esos instantes se agravase. – Pero es que… ¡Ahhhh! – gritó, dando un salto tan grande de la cama que volvió a ponerse en pie por inercia. - ¿Qué…qué haces? – le preguntó tapándose los ojos con una mano. - ¿Por qué estás medio desnudo? – quiso saber, horrorizada y reprobando la manera que tenía de dormir.
-          Mi casa, mi habitación, mis normas – gruñó, indicándole con la mano donde estaba (o más bien, donde creía que estaba) la puerta de salida. Hasta que fue consciente de a quién pertenecía esa voz. Una persona que le resultaba imposible concebir que estuviese en su dormitorio por su propia voluntad de tan puritana como era. ¿Sarah Parker? Imposible. -¿Qué haces aquí? – le preguntó mientras se rascaba una oreja, bastante sorprendido y se incorporaba con un bostezo.
-          Venía a impedirle que llegara a tu casa – se explicó, mirándole a los ojos fijamente. – Pero… obviamente, fracasé – añadió, agachando la cabeza y con ello la mirada…y por tanto, viendo nuevamente el pecho desnudo de Christian.
-          ¡Ahhhh! – volvió a gritar, tapándose nuevamente los ojos con una mano. ¿Quieres hacer el favor de taparte? – le preguntó irritada. - ¡Así no puedo mantener una conversación seria! – añadió, pateando el suelo con fuerza como gesto con el que manifestar su enfado.
Demasiado vago y cansado como para moverse a horas tan tempranas para él de la mañana, Christian improvisó una solución a la situación utilizando su almohada a modo de escudo y situándola delante de su pecho; cumpliendo con este hecho la exigencia de Sarah para mantener una conversación.
Le tocó el hombro para avisarla de que ya estaba presentable y Sarah abrió los ojos… solo para mostrarse bastante disconforme con lo que sus ojos estaban viendo. Ella esperaba que se hubiera cubierto con la bata y no con la almohada; la cual pese a su gran tamaño le daba una visión de sus brazos desnudos y según la posición que adquiriese para sentarse, en ocasiones también le mostraba sus pectorales. Sin embargo, su vagancia y rebeldía a la hora de realizar acciones tan nimias como esta revelaban que o había pasado una buena noche. Por ello, lo dejó estar.
Otra cosa era la opinión que tenía al respecto acerca de cómo se había despertado esa mañana.
Eso sí, no volvió a sentarse al borde de la cama y se mantuvo de pie, al final de la misma.
-          ¿Y bien? – preguntó Penélope al fin. - ¿Alguno de los dos piensa contarme qué es lo que os traéis entre manos? – añadió, cruzándose de brazos a la espera de la respuesta.
-          ¿Nosotros? – preguntó Christian bostezando. – Naaaada – añadió, desperezándose.
Penélope miró a Sarah en busca de algún síntoma de debilidad por su parte pero en su lugar, ésta negó con la cabeza y por tanto, confirmó la versión de Christian.
-          Ya – dijo Penélope; quien no se lo había creído ni por asomo. – Y yo soy estúpida – añadió entre dientes. – Y por eso, Sarah de repente estaba comprándose ropa que no es nada acorde a su estilo habitual en el taller de costura de madame Crouchet – explicó, llena de sarcasmo.
-          ¿Ah si? – preguntó Christian curioso con una sonrisa pícara, incorporándose un poco hacia delante para intentar vislumbrar su Sarah llevaba puesto debajo del chal amarillo alguna reciente adquisición. Al no conseguir ver nada, fingió indiferencia cuando añadió: - Yo no sé si Sarah necesitaba o no renovar su vestuario, dado que no estoy puesto al día en las tendencias de moda femenina y en cuanto a lo del taller de madame Crouchet…es el más cercano a su casa; es muy lógico por tanto que se compre la ropa allí – respondió. – Tú te compras la ropa allí y nadie murmura o tienes malos pensamientos con eso – concluyó.
-          Sería un muy buen argumento Christian – rebatió Penélope mientras asentía. – Si no llega a ser porque estaba presente cuando la escuché mencionar a la propia Lavinie que no debía enterarme de esto bajo ninguna circunstancia – explicó, con autosuficiencia, sabiéndose victoriosa en este enfrentamiento.
Christian miró disimuladamente hacia Sarah y ésta se descubrió cuando le devolvió una mirada cuyo mensaje implícito era un lo siento mientras se mordía el labio e intentaba disimular su fracasado intento de ocultarle el plan a Penélope.
-          Ahora es cuando me lo contáis – dijo, sentándose ella en la cama, pues presentía que sería una larga explicación.
-          ¡Oh! – exclamó Christian elevando los brazos al techo. - ¡Mira que intenté por todos los medios dejarte al margen y que no te enteraras para que, si por casualidad William se enterase de tu participación activa no me enviase a la torre al intentar poner en riesgo tu integridad! – protestó. - ¡Pero nada! – exclamó, golpeando la cama. - ¡Eres demasiado inteligente! – le acusó. – Y por eso ¡te odio! – concluyó, sacándole la lengua. – pero solo por eso, mereces saberlo – dijo, cambiando rápidamente el registro y tono de su voz hacia el orgullo. – Eso sí – le advirtió. – No puedes decirle ni una sola palabra a nadie – añadió, intentando modular su registro hacia ala amenaza aunque al final, lo más parecido que le salió fue un ruego.
-          ¿Perdón? – preguntó Penélope ofendida y enarcando una ceja ante las palabras de Christian. - ¿Te atreves a cuestionar mi lealtad o la capacidad que tengo para guardar un secreto llamándome indiscreta de forma velada? – añadió, enfadada e incrédula. - ¿Me puedes decir a quién le he dicho en estos seis años que tú eres Christina Thousand Eyes por favor? – le preguntó llena de amabilidad y con mucha ironía. - ¡Ah no! – exclamó, chasqueando los dedos. – Es imposible que me facilites un nombre porque no se lo he dicho a nadie – le recriminó poniéndose en pie; poniendo algo más de distancia entre ella y su cuñado ante sus súbitas ganas de abofetearle.
-          Lo siento Penélope – se disculpó Christian de inmediato. – Nunca debí haber puesto en duda tu lealtad porque tú eres la persona más digna de mi confianza que conozco – añadió.
“Los mellizos Crawford son las personas con más capacidad para meter la pata en cuanto abren la boca que conozco” pensó Penélope.
-          Comienza a hablar – ordenó, aún enfadada y enfurruñada para olvidar cuanto antes las últimas frases pronunciadas.
-          A grandes rasgos…Sarah va a convertirse en periodista – anunció.
-          ¿Periodista? – preguntó frunciendo el entrecejo y mirándola directamente.
-          Cronista más bien – rectificó Christian, captando nuevamente su atención.
-          ¿Cronista? – preguntó repitiendo las palabras de Chrsitian; quien confirmó con un nuevo asentimiento de cabeza. - ¿Cronista de qué? – añadió, aún más confusa que antes.
-          Deportes – le informó Sarah orgullosa.
-          ¿Dep? – intentó repetir pero se atragantó por la sorpresa. - ¿Deportes? – añadió, enarcando una ceja mientras pensaba que le estaban mientiendo, pues era conocedora  de que Sarah carecía de conocimientos en ese ámbito y que existían numerosos deportes entre los que no se permitía el libre acceso a las mujeres; sobre todo los que se comentaban en The Chronichle.
Por eso, plantó una sonrisa de superioridad en el rostro antes de preguntarle a Sarah; no sin cierto rin tintín:
-          ¿Y sobre qué deporte en concreto vas a escribir, Sarah? –
Y Sarah; feliz y orgullosa por el interés que mostraba su amiga en su futuro trabajo respondió:
-          Boxeo -.
Boxeo.
Con esa única palabra desarmó y noqueó (nunca mejor dicho) a Penélope por completo. Una Penélope que no esperaba para nada esa escueta respuesta y que, por lo tanto tuvo que volver a sentarse para analizarlo todo mucho más detalladamente.
-          ¿He oído bien? – preguntó, pasado un rato como si hubiera salido del trance; aunque incapaz de creerlo aún. - ¿Has dicho boxeo? – añadió.  Sarah asintió y Christian hizo lo propio para confirmarle la noticia. - ¡Ay madre! – exclamó, poniendo la mano en la frente y el grito en el cielo algo mareada por el exceso de información antes de explotar: - Pero ¿tú sabes el lío en el que te estás metiendo? ¿Tú tienes alguna ligera idea de boxeo? – añadió. – Y entonces recordó la manera en que había visto vestida a Sarah en el taller de madame Crouchet. - ¡Ay madre! – repitió señalándola. – Que para hacer de cronista y pasar desapercibida te vas a hacer pasar por una p…-
Pero Sarah fue más rápida prestando toda su atención a las palabras de Penélope y por eso, le tapó la boca con la mano antes de que concluyese la frase; sabiendo muy bien cuál era la palabra con la que pondría punto y final a la misma, especialmente porque no quería que Christian supiera la manera en la que iba a pasar inadvertida y camuflarse con el público asistente a este tipo de eventos para realizar su trabajo.
El gesto de Sarah hacia ella ejerció de indirecta poco sutil para que permaneciera callada a este respecto. Pero no para que procediese a tratar otro aspecto que también le preocupaba bastante:
-          Supongo que no irá sola ¿verdad? – le preguntó a Christian, amenazándole con la mirada.
-          Claro – respondió él, encogiéndose de hombros sin entender muy bien a qué venía esa última pregunta.
-          ¿Te has vuelto loco? – preguntó horrorizada. ¿Cómo vas a mandarla allí sola? – añadió, con los ojos sobresaliéndose de las órbitas.
-          ¡Porque ella es del Soho! – exclamó, como si estuviera explicándoselo a un niño de cinco años.
-          ¡Sé muy bien que Sarah Parker es del Soho! – exclamó Penélope enfada en respuesta a su comportamiento condescendiente con ella. – Pero una cosa es vivir y ser del Soho y otra cosa es conocerlo y estar integrado en él – explicó ella, haciendo valer su perfectamente válido punto de vista. Y Sarah, lamentablemente no lo está – puntualizó. - ¡Es más de Mayfair que de allí! – exclamó, intentando hacérselo ver a él. - ¡No sabe moverse por el Soho! – y añadió. - ¡Se la van a comer viva porque lo notarán a la primera! – recalcó. - ¡Y más en un sitio como The Eye y las personas que tiene como espectadores habituales de ese tipo de espectáculos! – apostilló. – Por todo ello, necesita un acompañante – concluyó. - Y si tiene aspecto amenazante mucho mejor – agregó como comentario final a su argumentación.
-          ¡Lo que dices es una tontería! – se defendió Christian con aspavientos de los brazos.
-          Pues yo lo veo muy razonable – rebatió ella a su vez.
-          ¡No tenemos un presupuesto para pagarle 1 sueldo! – añadió él.
-          Págalo de tu propio bolsillo – le ordenó Penélope como alternativa.
-          ¡Sí hombre! – protestó él, ahora bufando. – Te recuerdo que la que se ha casado con el hombre rico de la familia eres tú – apostilló.
-          Es de Sarah y de su seguridad de lo que estamos hablando – le recordó. - ¿No vas a pagar dinero de tu propio bolsillo por protegerla? - le preguntó incrédula y con un tono que buscaba causar a propósito el remordimiento de conciencia y el sentimiento de culpa en su cuñado.
Pero no funcionó y Christian continuó negándose.
-          ¿Por qué no lo haces tú mismo? – le preguntó, proponiéndole otra solución. No era que desconfiara ni dudase de la capacidad periodística de Sarah.
Todo lo contrario.
En ese punto estaba segura de que realizaría un excelente trabajo; no en vano había ejercido de correctora de los artículos de Christian en dos ocasiones y nadie había notado la diferencia entre una y otra.
El verdadero motivo por el que tenía serias dudas del éxito del plan de Christian era por la condición de mujer de Sarah.  Y no es que estuviera en contra de que las mujeres realizasen también ese tipo de tareas; que no era así. De hecho, sería bastante hipócrita por su parte el permitir que ella sí pudiera ejercer como redactora y otras no.
El motivo real y único por el cual no se fiaba del resultado positivo de esta iniciativa era porque al ser mujer y nueva, todos los hombres pronto se percatarían de ella y sus especiales circunstancias y se convertiría en el centro de todas sus lascivas miradas y en el objeto de su deseo (más vistiendo como lo iba a hacer). De ahí la necesariedad de un protector que velara por ella y  la rescatase y librase de situaciones embarazosas y no deseadas porque, o bien la actitud ruda y sin modales o vergüenza de los hombres de Soho había cambiado mucho o mucho se temía que Sarah no conservaría su plena integridad física en sus crónicas.
Siendo lo más triste y lo peor del caso es que ambos lo sabían y ninguno parecía ser plenamente consciente de este punto.
En cambio, si fuera el propio Christian quien fuera allí, nada de esto sucedería puesto que era un hombre. Quizás no el hombre más duro, valiente, amenazador y corpulento de todos los que ella había conocido pero un hombre al fin y al cabo.
Y como tal, no se convertiría en el centro de ninguna mirada. Es más, le dejarían libre y a su aire. Incluso pudiera darse el caso de que se echase a algún amigote entendido en el deporte entre los asistentes con el que comentar el combate y que le proporcionase datos lo suficientemente interesantes, ingeniosos o aclaratorios que incluir en el propio artículo.
Pero no.
Decidió ser un cobarde testarudo y enviar a la crédula e inocente Sarah a que realizase tan arduo trabajo por él.
Indignante, cuanto menos.
-          Dime una cosa, si Sarah no hubiera estado aquí para sacarte las castañas del fuego ¿a quién hubieras enviado a realizar algo que a ti te correspondería mucho más? – le preguntó.
 Christian no dijo nada.
No hizo falta.
El mensaje quedó muy claro con la mirada y la sonrisa que le dedicó.
-          ¿Yo? – preguntó autseñalándose. - ¿Me hubieras enviado a mí? – añadió, pasado un rato y aún impactada por la noticia.
-          Así es – respondió él, asintiendo. – Fíjate de la que te has librado al casarte con mi hermano – añadió. – Ha sido un gran cambio para bien ¿verdad? – le preguntó, sonriente y satisfecho.  – No te ofendas Sarah – añadió girándose hacia ella. – Te aseguro que la experiencia valdrá la pena y será la mejor de tu vida – concluyó, consiguiendo que ella esbozara una sonrisa.
-          No le creas ni una sola palabra, Sarah – añadió Penélope aún furiosa con  su cuñado.

¿Quién demonios se había creído que era para presuponer una cosa así?
¿Un ser divino y todopoderoso?
¿Tan maleable y débil la creía como para pensar que en cuanto le ofreciera el puesto de reportera de deportes ella iba a aceptar sin dudarlo?
Pero sobre todo ¿es que pretendía continuar engañándose a sí misma al negárselo tan rotundamente?
Por supuesto que sí, llegado el caso se lo hubiera propuesto ¡hubiera aceptado sin dudarlo!. ¡Pero si incluso le estaba costando no proponerse como voluntaria ahora mismo!
Penélope maldijo entre dientes al excesivamente lado curioso de su cerebro que en numerosas ocasiones se convertía en el rector de su vida y por ello era causa única y última de todos sus problemas.
No obstante, no podía hacerlo.
Primero porque su conciencia no se lo permitiría. De hecho, estaba feliz de que por fin Christian la hubiese escuchado (en una pequeña parte) y hubiese concedido una oportunidad a Sarah para que diese a conocer su valía. Era lo único que le gustaba del plan.
Y segundo, ahora mismo no podía dedicarse a ello con todo el esfuerzo, dedicación y la pasión que requería. Básicamente porque tenía una familia a la que adoraba y que le robaba todo el tiempo del mundo y sus energías y sobre todo, un marido en exceso protector y muy visiblemente a ojos de todos, enamorado de ella que no consentiría de ninguna de las maneras.
Era el turno de Sarah.
Lo cual no quería decir que ella no luchase por su causa y sobre todo, por su seguridad discutiendo con Christian hasta vencerle y hacerle claudicar para que contratase un vigilante que la acompañara a los combates.
De hecho, hubiera continuado su discusión eternamente con él sino hubiera sido por la inestimable ayuda y magistral intervención de la propia Sarah en la conversación… a favor de Christian con las siguientes palabras.
-          No hace falta Penélope – le dijo. – Yo me valgo por sí misma – aseguró.
Y por segunda vez en la conversación, Penélope fue noqueada y se quedó sin argumentos con los que rebatir.
-          ¿¡Qué?! – gritó incapaz de creer que ella consintiese y diese el visto bueno a este suicidio; ofreciéndose como mártir voluntaria de la causa. - ¡Pero qué dices! – exclamó. – No tienes idea de donde te estás metiendo – le aseguró, señalándola con el dedo y sintiendo un dèja vu mientras recordaba cómo fue la primera vez que ella se internó por las calles del Soho y la cantidad de sensaciones y sentimientos bien distintos que sintió en su cuerpo.
La primera vez que ese acontecimiento se produjo fue hace cuatro años y lo hizo junto con Rosamund para advertir a Stealthy Owl de que Anthony (y con él, los ocho de Bow Street) había descubierto su escondite y como tal, debía cambiarlo y huir de allí o bien permanecer oculto e inactivo durante algún tiempo.
Aunque a la larga esa primera incursión en los bajos fondos tuvo unos resultados muy satisfactorios y beneficiosos en su autoestima y confianza en sí misma, Penélope lo pasó realmente mal y literalmente, el miedo la paralizó esa noche más de una vez.
Sarah Parker era una de las pocas personas que conocía íntimamente con el carácter más similar al suyo y por eso mismo, conocía de antemano y a la perfección cómo se iba a sentir la noche en que hiciese su debut periodístico.
Era una inconsciente y como la propia palabra indicaba parecía no darse cuenta del peligro que corría.
Todo era culpa de Christian.
De Christian y del amor ciego que sentía por él.
Un amor tan obvio a ojos de todos que le resultaba imposible que no se hubiera dado cuenta de tan perspicaz como era con el resto de cosas. O quizás, sí que lo había hecho y la ignoraba deliberadamente; en cuyo caso su delito era doble.
¡Ojalá un día se diera cuenta de los sentimientos de Sarah por él!
O mejor incluso ¡ojalá llegara a la vida de Sarah un hombre que mostrara un interés real hacia ella y que le hiciera olvidar el encaprichamiento adolescente que sentía por Christian Crawford!
Si en su mano estuviera… ¡haría ya mucho tiempo que Sarah sería feliz y tendría suerte en el amor!
Pero al parecer ese momento no había llegado y ella aún no había tenido la oportunidad de ejercer esa función.
-          ¿Es vuestra última palabra al respecto? – les preguntó con los brazos en jarras y mirándoles de la misma manera que cuando regañaba a sus gemelos.
Christian miró con las cejas arqueadas y de forma interrogativa hacia Sarah y ésta hizo lo propio hasta que ambos asintieron a la vez, sobrecogidos por el estado de enfado alcanzado de Penélope en esta conversación.
-          Esto es una locura – farfulló. - ¡Una locura! – exclamó, con aspavientos en los brazos y acercándose a ellos lanzando rayos por los ojos; motivo por el cual al unísono dieron un leve respingo y retrocedieron espantados. – Bien dicen los sabios que no hay más ciego que el que no quiere ver y ¡vosotros dos estáis completamente ciegos! – les acusó. – Esto va a ser una tragedia – dijo para sí en apenas un susurro. - ¡Una tragedia! – añadió, con tono profético. – Estoy viendo el final trágico antes de que suceda – anunció, ya en el hueco de la puerta. – Pero os advierto una cosa – advirtió con tono amenazante y un brillo peligroso en los ojos. – Cuando los acontecimientos se hayan desencadenado y el trágico fin sea irrevocable, no acudáis a mí en busca de consejo o ayuda porque no os los voy a proporcionar. En su lugar, me volveré una repelente y una soberbia, me reiré de vuestro sufrimiento y os repetiré hasta la saciedad que ya os lo advertí – explicó con orgullo. – Sois dueños de vuestro destino y de vuestra elección aquí y ahora dependerá las circunstancias, acontecimientos y la deriva que los mismos tomarán durante los próximos meses – añadió. - ¿queréis condenaros? – les preguntó. – Adelante – les instó. – Pero esta vez no me veré envuelta en una situación peligrosa que incluya secretos ni me arrastraréis en vuestra caída – concluyó, dando un sonoro portazo a la puerta de la habitación de Christian ante la estupefacción y la boca abierta de Sarah.
Pero esa no fue la última noticia que tuvieron de Penélope, pues también cerró de la misma manera la puerta principal de la casa; haciendo tambalear algunos cuadros de las paredes y la jarra y el vaso de agua de la mesita de noche de Christian Crawford; confirmando para él lo que sospechó desde que lo había despertado de esa manera tan particular y violenta: estaba en los días del mes.
La primera vez después de haber tenido a su sobrina Aurora. Y esa vez siempre era especialmente difícil, según le había confesado su hermano.
Cuando Penélope llegó a su propia casa Oxford Street pensó y se lamentó acerca de toda la escena trágica y profética que había protagonizado en casa de Christian.
¿Por qué?
No podía quedarse al margen de esta situación porque, como casi siempre y de manera completamente involuntaria e indeseada…
¡Ya era una cómplice inesperada!





5 comentarios:

  1. ADORO A LOPS LA ADORO LA ADORO LA ADORO ME ENCANTAAAAAAAAAAA LOPS ES LA MEJOR DE VERDAD UN MONUMENTO LA HAGO CUALQUIER DIA JAJA Y MENOS MAL Q TODO SE HA ACLARADO!! XQ NO QUIERO Q MUTILEN A MI WILLY WILLY AAAAAIIIISSS MI WILLY WILLY MAAADRRE Q ME LO COMO COMO QUIERE A MI LOPS DE VERDAD ME ENCANTA ES PERFECTO =) Y BUENO BUENO Q GANAS DEL COMBATE MAAADREEEE
    DESDE LUEGO SARAH HAS GANADO PUNTOS EE HAS DEJADO A LOPS TUERTA A LA CUAL CASI NADIE DEJA TUERTA NUNCA PERO FELICIDADES CHICA MI TOTAL ADMIRACION HACIA TU PERSONA EE Y LOPS ME ENCANTA EN SU PAPEL DE CELESTINA ME ENCANTA Q MATERNAL ES LA CHICA AAAISS MAADRE
    Y CHRISTIAN TU ERES TONTO O TE HAS CAIDO DE UN GUINDO?¿?¿ A NO ERES TONTO Y TE HAS CAIDO DE LA CAMA O MEJOR DICHO TE HAN EMPUJADO POR TONTO DESDE LUEGO VAYA LUMBRERAS Q ESTAS HECHO MOCETE DESDE LUEGO MUCHO PROPONERLE A SARAH EL TRABAJO METERLA EN LA BOCA DEL LOBO Y NO PONERLE UN GUARDAESPALDAS MU MAL MU MAL X TU PARTE DESDE LUEGO LOS HOMBRES MUCHAS VECES NO PIENSAN EN LOS BRILLANTES PLANES Q PROPONEN VAYA TELA CON EL MATEMATICO/CRONISTA DE COTILLEOS MUCHA INTELIGENCIA PA NA PA Q TENGA Q VENIR MI LOPS A SOLUCIONARLO TO Y ENCIMA EL CACHONDO DICE Q NO PAGA AL GUARDAESPALDAS DE SARAH SERAA CRETINO MU INDIGNA ESTOY CONTIGO MAJO YA TIENES Q HACER ALGO GORDO PA Q NO TE PONGA VERDE
    he dicho
    PD: Q GANAS DEL COMBATEEEE NO TE DEMORES MUCHO CHIN Q TOY Q ME SUBO POR LAS PAREDES XD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. aa y a todo esto (momento inspirado xq se me esta cayendo la baba a y sabeis quien en ya sabeis q serie q aaais madre mia) q enpeño x dormir en bolas tienen estos niños ee no piensan en q pueden coger una pulmonia¿?¿?¡ y luego quereis q no tenga pensamientos impuros pues lo llevais claro me liais me liais me tentais malisimas con vuestros niños y sus torsos y claaaro yo comento xq no soy ciega xD

      Eliminar
    2. jajajaj!! lo de Christian y su manera de dormir lo menciono en la historia de Jem pero como me bloquee pos na... en cuanto a tu Gran comentariazo!
      MADRE! O.O cuando yo pienso que es un capitulo de relleno donde no haya gran chicha que sacar vas tú y¡pum! me descuadras...
      A ver, era obvio que nadie iba a castrar a Will (más que ná porque aún tiene que tener dos niños más con Lops) y me gusta que te guste Lops en su faceta de madre; es que la pobre desde que tiene tres churumbeles...tiene el instinto muy desarrollado.
      Christian al final, le pone guardaespaldas: Marc (que lo es por poco tiempo pero no voy a poner spoilers) lo que pasa es que no había caído el pobre, es muy muy despistado... y en el fondo es un buenazo!
      ¿El combate? es un capi largo... así que supongo que para Semana Santa, aunque ya habéis leído un fragmento... anda por el blog... xD

      Eliminar
    3. yo ya lo sabes rompiendo moldes y joe con mi willy willy un poco mas y un equipo de futbol a este paso chaaval q... potencia aunq claro esta noche me ta demostrando lo potente q es xq vaaya tela con cosima a la q odio a muerte a muerte q la arrancaba la cabeza la odio y a la culona de la marquesa/tabernera tambn por p..... y todo esto a que venia a si ya me acuerdo lo de willy willy y el equipo de futbol
      y siii capi del boxeo con ganas jaja muuuchas ganas jajaja y si lops y sarah son una rara mezcla de mi persona xD y ya me he perdido comentandote xD me via a terminar el capi de il falco xD

      Eliminar
  2. Entiendo perfectamente que haya reaccionado así... yo si viera que un capullo (lo siento, pero christian me lo parece por mandar a los demás a hacer el trabajo sucio y a los sitios peligrosos y más sin apoyo) mandara a una amiga mía a hacer lo que quiere que haga, se aprovecha de ella y me parece muy pero que muy mal. mira que le tenía cariño, pero le estoy cogiendo manía a éste tio... y yo también deseo lo mismo que lops, menos mal que ya ha aparecido, todavía espero que llegue el día en que se lamente de perder a sarah parker!!! indignada me hayo!! :P

    ResponderEliminar