miércoles, 24 de abril de 2013

Amor a golpes Capítulo XVII


CAPÍTULO XVII
Christian Crawford en el Soho
Que los nobles que asistieron a la fiesta de los Richfull, la disfrutaron era un hecho.
No obstante de todos los asistentes, hubo una persona a la que resultó especialmente gratificante, provechosa y…desconcertante.
¿Una persona?
Bueno, en realidad eran dos en uno.
Efectivamente.
Se trataba de Christian Crawford en sus dos versiones: la de su persona física como tal, invitado oficial al evento y la de su alter ego femenino, no invitada al mismo; Christina Thousand Eyes.
-          Como Christina el motivo de su goce y disfrute había sido que por fin le había puesto rostro a la futura señora de Richfull consiguiendo la crónica en exclusiva y por tanto, vendiendo muchos más ejemplares de The Chronichle del día siguiente.
¿Cómo era la susodicha?
Al contrario de lo que muchos esperaban e imaginaban, no se parecía en nada físicamente a su paisana más conocida. Ésta; con quien también compartía el nombre; Anne era un mujer…normal, de pelo color trigueño y ojos marrones claros, altura y peso medios… Además de que tampoco tenía en la cara las cicatrices propias que toda persona que había tenido viruela poseía, al contrario que la otra Anne de Cleves. Por tanto…  sí, normal era la palabra que mejor la definía.
Esa y discreta, dado que debía sumarse a su normal y corriente aspecto físico, una personalidad de lo más anodina.
Por tanto, podría decirse que había altas posibilidades de que el matrimonio de ambos funcionase. No porque hubiera triunfado el amor; al menos no de inicio, pero sí… al menos se basaría en el respeto y con eso ya llevaban mucho ganado.
-          En cuanto a Christian… también había disfrutado de la fiesta, al menos durante el tiempo que estuvo en el interior de la mansión. Durante todo ese tiempo charló y rió con algunos de sus colegas matemáticos mientras disfrutaba de una buena bebida y comida.
Su pensamiento con respecto a esa fiesta se vio modificado cuando salió al exterior.
Ya había estado en los jardines de Lord Richfull con anterioridad y por tanto era sobrado conocedor de la colección tan particular de sus estatuas. Unas estatuas cuyo número había aumentado al parecer y esta vez gracias a su incursión en el maravilloso mundo del arte con un grupo escultórico formado por dos estatuas de enorme tamaño imitado e inspirado en el cuadro El columpio de Fragonard.
Christian sabía y se conocía a la perfección dicho escandaloso cuadro y por eso, movido por la curiosidad se acercó al punto exacto del jardín donde se hallaba para ver y cerciorarse por sí mismo del toque personal que lord Richfull le había dado esperando no llevarse una sorpresa muy desagradable al llegar a ese punto.
No obstante, sí que se llevó una sorpresa.
Y mayúscula.
Pero no por las estatuas, las cuales guardaban asombroso parecido en la manera de vestir con los personajes del cuadro aunque modificando los rostros para asemejarlos al suyo propio y al de…¿la duquesa de Oxford y Mortimer?
La sorpresa vino de manos de otra pareja que, como él también estaban visitando las estatuas esa noche. Y que no era otra que la formada por su archienemigo desde la universidad Henry Harper y, sobre todo y de ahí su enorme desconcierto… ¿Sarah Parker?
¿Su Sarah Parker?
¿Qué demonios hacía con un tipejo como él?
Y además, ¿desde cuándo lo conocía y tan bien como para bromear e incluso hacerse mordaces comentarios? Sin duda ese tipo de comentarios eran producto de una estrecha relación de amistad con grandes dosis de confianza.
La pregunta era ¿cuánta confianza? ¿cuán estrecha era su amistad?
Receloso, se acercó y comenzó a escuchar la conversación entre ambos, cual si de un espía se tratase. O una cotilla. Más bien era un espía cotilla.
Y no le gustó para nada lo que escuchó allí.
Hablaban de irse a casa juntos.
¿A casa? ¿cómo que a casa?
Pero ¿es que Henry conocía donde vivía Sarah? ¿Y el por qué no? ¿Por qué no le había invitado alguna vez a ir allí?
La indignación de Christian creció por momentos, hasta el instante en que Henry; mostrando algo de cordura decidió declinar la propuesta (y la consecuente invitación posterior) y continuar allí sentado.
Por tanto, Sarah se iba a marchar sola a casa, para su total tranquilidad momentánea. Podía haber sido él quien la acompañase a casa pero le resultaría bastante difícil inventar una historia lo suficiente verosímil que explicara e incluyera por qué estaba escondido entre los matorrales para que Sarah, después de recuperarse del susto y del impacto del descubrimiento de su persona allí, le permitiese acompañarle. Por ello decidió no hacerlo. Con ello además se evitaría nuevos comentarios críticos de Henry hacia su persona.
No obstante, esa tranquilidad momentánea duró bastante poco y pronto se convirtió en una tranquilidad transitoria derivando en permanente.
¿El motivo?
Más bien los motivos.
El primero de ellos era que el encuentro del que había sido testigo en el baile de los Richfull no había sido producto del azar o de la casualidad. Ambos habían ido al lugar de la estatua (vete tú a saber qué iban a hacer allí) juntos. Hecho confirmado al encontrárselos a ambos caminando uno al lado del otro por Saint James Park riendo y charlando completamente ajenos a lo que ocurría a su alrededor.
Y el segundo era que tenía un muy mal presentimiento con respecto a esta pareja. Presentimiento romántico.
En otras palabras, como observador y espectador extranjero, había sido consciente de lo increíblemente bien que se veían uno al lado del otro y de la increíble pareja (al menos física) que hacían.
Obviamente, dato que no le gustó en absoluto.
Él la había conocido antes.
Era su amiga.
Y tenía algún indicio de que albergaba algún tipo de sentimiento romántico hacia su persona. Sentimiento ahora disminuido con la aparición estelar de Henry en escena.
Pues bien, estaba claro lo que tenía que hacer.
Para salvaguardar la integridad física y moral de su amiga, una de sus mejores trabajadoras, de las más cumplidas y puntuales no le quedaba más remedio que entrometerse en ese principio de relación de amistad o pseudo noviazgo que ellos estaban iniciando, contándole la verdad acerca de la verdadera imagen de Henry Harper. Bastante distinta seguro a la que tenía ahora mismo en su mente.
Se acabó.
Esta vez no sería Henry quien ganaría en un nuevo enfrentamiento entre ambos.
Él al menos iba a concederle a Sarah la prerrogativa de elegir y escoger entre ambos una vez que los conociera a los dos por entero. Y si en algo creía conocerla, estaba seguro que lo elegiría a él.
Con este pensamiento positivo, salió presto, raudo y veloz de su casa para adentrarse en los más bajos fondos londinenses con el único propósito de ir a visitar a su amiga; poniendo incluso su vida en riesgo por ello.
Consecuencia de no haber estado nunca antes en su lugar: pérdida en el mismo y ausencia total y absoluta de orientación.
Eso mismo fue lo que le ocurrió a Christian una vez cruzó Regent Street[1]; que se perdió.
“¿Cómo puede hacer seis años que la conozca y nunca se me haya ocurrido ir a visitarla a su casa?” se preguntó, enfadado consigo mismo. “¡Ni siquiera lo hice cuando estaba enferma!” añadió con horror.
Maldijo interiormente ante su falta de orientación,
Ésta se la había llevado toda su hermano mellizo William; alguien con un sentido de la orientación tan desarrollado e innato que se compró una casa de trazado laberíntico (la cual aún conservaba en buena parte) y en apenas una semana era capaz de moverse por ella como pez en el agua. De hecho, Christian creía que era el único que era capaz de hacerlo; exceptuando a su mujer Penélope por supuesto.
Parecía que William se había llevado todo lo bueno de sus progenitores, pues también había sido bendecido con el “amargo” don de la belleza siendo nombrado por él mismo como el soltero más codiciado y atractivo de toda la aristocracia. En realidad, lo había hecho porque era conocedor de cuánto le desagradaba este tipo de nombramientos y el comportamiento frívolo y estúpido de la mayoría de las damas de sociedad al ver a un hombre guapo. Y sobre todo, muy rico.
Una vez fuera de juego William Crawford, lo más lógico y razonable habría sido que Christina hubiera elegido a un sucesor en tan “honroso” puesto. Todo el mundo sabía (incluso él mismo) a quién correspondería el legado. Y era por eso mismo por el cual no lo había nombrado.
Dicho puesto correspondía ni más ni menos que a Henry Harper.
Y con eso, cualquier tipo de explicación acerca del por qué no lo había escogido y publicado sobraba. Pero además, tampoco lo había hecho porque Henry, al contrario que su hermano sí que disfrutaba cuando se le reconocía públicamente su belleza y él no quería contribuir a elevar su ya de por sí bastante desarrollado ego.
Por tanto, el puesto de soltero más codiciado continuaba vacante.
Christian sabía que Sarah vivía en un bloque de apartamentos en el Soho, situado en el número cuarenta de la calle Orange Street y… poco más. Y cuando decía poco, decía nada más; lo cual significaba que tenían una larga y extensa conversación personal pendiente.
Afortunadamente para él, la calle a la que fue a parar en la cuadragésima vez que se perdió no estaba tan lejos de la calle Orange como en sus otras pérdidas en el Soho. Así se lo indicó un amable deshollinador. Es más, tan buen hombre le informó acerca de su ubicación exacta; Henrietta Street[2] e incluso se ofreció a acompañarle hasta allí dado que no estaba muy lejos y tenía trabajo que hacer.
Obviamente, Christian dijo que sí y por ello, apenas diez minutos después (trece, tras haber mirado y comprobado su reloj) se hallaba frente a la puerta del edificio de apartamentos donde vivía Sarah.
Un bloque de edificios que era mucho más pobre y le causó una bastante peor impresión a como se lo había imaginado mentalmente. Quizás estuviera muy confundido y equivocado al tomar como referencia los vestidos de Sarah Parker; los cuales pese a ser de una tela pésima (se notaba a simple vista) siempre estaban perfectamente planchados y arreglados y por ello, despistaban.
Aún así, parecía robusto y…acogedor una vez consiguió entrar en él tras sobornar al hombre encargado de custodiar la puerta con cinco libras.
Siguiente problema con el que se encontró una vez en el interior; aunque no había dejado de darle vueltas durante todo el camino: si el bloque de apartamentos era de señoritas que vivían en alquiler eso significaba que Sarah al menos vivía con otra mujer allí. Y la cuestión que se planteaba ¿en qué apartamento en concreto se alojaba?
Su problema engrosó sus dimensiones y su dificultad de resolución cuando descubrió que eran seis las inquilinas en total de dicho bloque. Por otra parte, el tiempo jugaba en su contra para dar con el correcto, puesto que el hecho de que hubiera sobornado al hombre de la entrada no significaba que pudiera permanecer allí todo el tiempo que quisiese. Al contrario. El tiempo que le estaba permitido estar era equivalente al número de libras con las que le había pagado; es decir, cinco.
¿Sería capaz de dar con su apartamento o incluso de encontrársela en tan poco tiempo?
Muchos apostarían en su contra pero él confiaba en su buena suerte.
Y por ello comenzó a caminar de manera frenética por todo el bloque de apartamentos.
-          ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será que Johny se queda tanto tiempo en la feria?[3] – canturreaba Eden feliz mientras paseaba distraída por el bloque de apartamentos de miss Anchor.
El motivo de su felicidad era que no había tendido que madrugar ya que miss Anchor había decidido intercambiar su posición como ayudante de pastelera por el de Teresa; otra de las allí residentes y por tanto, solo tendría que tener listo el comedor para cuando todas se sentasen a comer, ya que el turno de cocinar correspondía a Mary Jo.
“¡Por fin la vida me trata bien!” pensó feliz ya que tenía novio serio del cual estaba muy enamorada tras haber ido y ser maltratada de un hombre a otro y sobre todo, ya llevaba más de un mes trabajando en un lugar sin ser despedida.
Pero es más, no solo no había sido despedida sino que además recibía críticas muy favorables a su trabajo y sus dulces eran de los más vendidos.
No podía, debía ni quería quejarse no fuera a ocurrir que alguien o algo truncasen su racha de buena suerte.
Y así ocurrió.
Fue un alguien quien lo hizo.
Christian Crawford, que se chocó contra ella.
-          ¿Por qué ser….? ¡Dios! – gritó, quejándose por el dolor mientras cerraba el ojo, lo apretaba con fuerza mientras se tocaba para intentar calmar el intenso pinchazo que sentía en ese momento y rezaba para que no le saliese un chichón.
-          ¿Es que no ves por dónde caminas? – le preguntó, enfadada y a voces. Solo entonces, consiguió abrir los dos ojos, parpadear compulsivamente, retroceder bastante sorprendida y añadir con gesto confuso y curioso: - ¿Quién eres tú? –
“Bien, no es Sarah” pensó Christian, igual de dolorido por el choque que la mujer desconocida. “Pero seguro que la conoce y podrá llevarme hasta ella” añadió, con decisión.
-          Hola  - la saludó. – sonriente, mostrándole su perfecta dentadura blanquecina. - ¿Podrías llevarme con Sarah Parker…? – pidió. - ¿Cómo te llamas? – quiso saber, por buena educación.
-          ¿Quién eres? – quiso saber desconfiada.
-          Un amigo – explicó. - ¿Tú? – volvió a preguntar.
-          ¿Qué amigo? – preguntó ella a su vez. – Yo no te conozco – añadió.
-          Pues soy un amigo suyo – aseguró, ya exasperado. – Quién eres tú – exigió ahora con los dientes apretados.
-          ¡Ah! – exclamó, fingiendo distracción. – Una amiga – explicó.
-          ¿En serio? – preguntó él enarcando una ceja y con acritud. – Mira… - inició. – No tengo mucho tiempo y no me gustaría desperdiciarlo contigo manteniendo esta conversación de tontos – explicó.
-          ¿Conversación de tontos? – repitió, ofendida. – Mira… - repitió, imitando el tono de su voz. – Tú has sido quien ha venido hasta mi casa, tú has sido quien se ha chocado conmigo y tú has sido quien se ha negado a decirme primero tu identidad – le recordó, puntillosa sobre todo en la última frase. – Aquí el único que está tonto de los dos eres tú si realmente piensas que voy a compartir mi información contigo así por así – concluyó, orgullosa.
“¡Vaya!” exclamó sorprendido mentalmente. Y estaba seguro que esa sorpresa también se había manifestado en su rostro. “La pequeña mujer desconocida tiene agallas…” añadió, satisfecho.
Aunque eso no fue lo que dijo.
-          Pero es que yo no quiero compartir información contigo – explicó. – Solo te he preguntado quién eras por educación – añadió. – Lo único que quiero es que vayas a decirle a Sarah Parker que alguien que conoce la está esperando – concluyó, resoplando.
-          ¿Y qué hago si me pregunta quién eres? – le preguntó ella. – Porque déjame decirte – dijo, señalándole con el dedo. – Que tu aspecto físico no es nada despampanante y que pasas bastante desapercibido – concluyó.
-          En tal caso, le dices a Sarah Parker que su jefe y amigo, Christian Crawford – dijo, incidiendo y poniendo especial énfasis en su nombre. – Está aquí y que desea verla – concluyó, ya cansado y emitiendo un suspiro.
-          ¿Su…? – preguntó boquiabierta y repentinamente avergonzada. - ¿Su…jefe? – añadió. - ¿Tú eres Christian Crawford? – preguntó enarcando una ceja, sorprendida y sobre todo, con un deje de decepción bastante latente en su tono de voz.
-          El mismo que viste y calza – asintió.
-          ¿Christian Crawford? – preguntó otra vez, descreída. Él asintió. - Christian Crawford – dijo esta vez sin tono interrogativo. El aludido volvió a asentir mientras creía que le saldría una contractura de tan seguido como realizaba estos movimientos hacia delante y detrás. - ¿Estamos hablando de ese Christian Crawford? – preguntó nuevamente señalándole con el dedo índice de un brazo mientras que el otro lo tenía en jarra.
-          ¡Por el amor de Dios! – exclamó él, ya cansado y dolorido. - ¡Sí, soy  yo! – añadió. – Christian Crawford – añadió. – Chris-tian Craw-ford – repitió de forma silábica. – Pero tú… ¿cuántos Christians Crawfords crees que conoce Sarah? – preguntó.
-          ¡Disculpa! – dijo, ofendida. – Pero te llamas Christian y te apellidas Crawford, no Chindasvinto, Agila, Wanba, Teodorico o Recaredo[4] y por tanto son nombres muy comunes. Cabe la posibilidad de que conozca a otro que se llame como tú – se defendió.
-          Pues no la hay te lo aseguro – declaró con firmeza. – El único Christian que conoce soy yo – aseveró. - ¿Decepcionada, señorita…? – preguntó.
-          Eden – se presentó. – Eden Growner – añadió a regañadientes. – Y sí, te imaginaba… yo te imaginaba… te imaginaba… - titubeó. - ¡Bueno! – exclamó dando una palmada. – Desde luego no eres el primo Henry – concluyó, diciendo lo que era evidente.
-          ¿Primo Henry? – preguntó, Christian con desdén y enarcando una ceja.
-          Primo Henry – repitió ella asintiendo vigorosamente. – En realidad, no es mi primo, es el de Sarah pero como soy su mejor amiga y me considera casi una hermana, Henry también es mi primo – explicó.
-          Alto, alto, alto – dijo. - ¿Primo de Sarah? – preguntó confuso.
E inmediatamente asoció nombres y conceptos y se temió lo peor.
Henry y Sarah no podían haber sido tan osados ni tener la poca vergüenza de haberse inventado esa historieta para hacer creer a estas pobres mujeres crédulas y ávidas de cotilleos que eran primos para encubrir su relación… de cualquier tipo que fuera.
No podían.
Afortunadamente, tenía delante a esta mujercita llamada Eden (paradójicamente) quien sería la solución a sus problemas y las respuestas a todas sus preguntas no planteadas. La miró con renovado interés antes de preguntarle:
-          ¿Podrías describirme a este primo Henry por favor? –
-          ¿Qué si podría? – le preguntó. - ¿Que si podría? – repitió elevando bastante el tono de voz y babeando ligeramente al imaginarse a primo Henry allí. Aunque de inmediato, recobró la compostura, se recompuso el moño ligeramente ladeado de lo brisco de sus movimientos imaginativos y respondió amable y tranquilamente: - Si dices ser tan amigo de Sarah es obvio que conoces a su primo y por tanto, es innecesario que te describa a su primo – explicó. No obstante, fue tal la mirada de exigencia que le lanzó el corriente y con cara de buenazo, jefe de Sarah que al final acabó claudicando y lo describió:
-          Mide más o menos como tú, es rubio de ojos azules, rostro cuadrado y cuerpo… ¡ay cuerpo! – exclamó, con un sonoro suspiro. – En fin, diré que es cuerpo que me gustaría descubrir y explorar bien bien bien a fondo… - añadió, con una sonrisa pícara. Christian la miró con acritud. – No te ofendas chato – le pidió. – Tú no estás mal - aclaró. – Pero con ese color cetrino de piel y la expresión tan arcaica de tu cara, tienes una pinta de aburrido que… tira pa atrás – concluyó dándole palmaditas en la espalda para compadecerse de él. – No obstante, Henry… - añadió. – Ese Henry… - dejó caer iniciando a babear. – Con esa linda carita y sobre todo con ese cuerpo… - explicó en pleno trance de hormonas revolucionadas. – No pienses mal de mí, chicuelo, no es que lo haya visto desnudo pero…este tipo de cosas se sobrentienden, se sobrentienden en alguien como él – aseguró nuevamente mucho más consciente de ser observada. – ¡Con gusto le dejaría que me metiera mano pese a que fuera mi primo! – exclamó.
-          ¡Lo sabía! –exclamó furioso, provocando que Eden le mirase con especial atención e interés. - ¡Sabía que era de Henry Harper de quien estábamos hablando! – añadió.
-          ¿Conoces a primo Henry? – preguntó sorprendida.
-          ¡No es primo Henry! – bramó. – Ni el tuyo ni el de Sarah – aclaró. - ¡De nadie! – concluyó, dando un grito y pisando con fuerza el suelo.
-          ¿Qué dices? – pensando que se había vuelto loco.
-          ¡Lo que has oído! – replicó él, a punto de sacarle la lengua. – Henry no es su primo – repitió, pensando que si ya le había costado asimilar la información acerca de su nombre; esta exclusiva le iba a costar tres veces más.
-          ¿Cómo no van a ser primos? – preguntó horrorizada y algo decepcionada tanto consigo mismo con ellos si esto llegase a ser verdad. – Ellos mismos me lo han dicho – explicó.  – Y cuando incluyo la palabra dicho, lo que quiero decir en realidad es que he escuchado de la propia boca de ambos sus versiones y debo decirte que ambas eran iguales – añadió. – Exactas – puntualizó, muy subida y segura de sus palabras.
-          ¡Porque estaba ensayada y preparada! – exclamó él, intentando que viera la luz. – Como un guión de una obra de teatro, tu querida Sarah y su “primo” – dijo poniendo especial énfasis en esa palabra en particular de la frase. – Se han aprendido la historieta que tenían que contar a todo aquel osado que se atreviera a preguntarles – explicó.
-          No sé qué motivos te llevan a pensar tan mal de la gente Christian pero estás equivocado – aseguró ella. – Ellos son familia  – concluyó, tajante.
-          Sarah es huérfana – rebatió él. - ¿Sabes lo que significa la palabra huérfana? – le preguntó burlón y enfadado.
-          Dicho de una menor de edad; a quien se le ha muerto el padre, la madre o incluso ambos – explicó, llena de orgullo. - ¿Y eso qué tiene que ver? – le preguntó. – Como bien acabo de explicar es huérfana de padres, no de familia. Puede tener tíos, primos y un largo etcétera – concluyó.
-          No se parecen en nada – explicó él.
-          ¡Ese es el argumento más absurdo y flojo de todos los que he oído en mi vida! – se rió de él.
-          Tienes razón – reconoció él. – Yo mismo soy la prueba patente de ello porque no me parezco en nada a mi hermano mellizo William – explicó. – Pero déjame que te diga una cosa, si tan familia son ¿por qué no ha aparecido hasta ahora? – preguntó, suspicaz. - ¿Por qué Sarah te ha mantenido oculto su drama familiar real durante tanto tiempo? – añadió, aumentando en ella la incertidumbre y la desilusión antes creada. - ¿No sería mucho más lógico pensar que lo que realmente se ha inventado es esa segunda versión de su pasado influida de alguna manera por Henry? – dejó caer.  – Además, tú sabes de qué trabaja últimamente, si son familia ¿por qué no se preocupa de su seguridad? – añadió. – Si tanto quiere a su prima ¿por qué no es él quien la acompaña? – concluyó.
Y ahí fue cuando Eden cayó en la cuenta.
Ambos le habían mentido.
Ahora ¿por qué?
No tardó ni un segundo en ser consciente del verdadero motivo por el cual se habían inventado la historia de los primos: eran amantes. Lo que Eden no entendía era el por qué Sarah se lo había ocultado. Quizás era porque siempre había sido muy discreta en su vida privada.
Otra cosa que tampoco había pasado por alto era el papel de su jefe en toda la historia. Un jefe, Christian; a quien, pese a ser tan anodino, estaba segura de que albergaba algún tipo de sentimiento hacia él. Era obvio por la manera  postura que adquiría cuando lo mencionaba. Siempre había creído que era sentimiento romántico pero… si era amante o novia de primo Henry ¿de qué modo lo quería?
-          Tengo razón ¿verdad? – le preguntó satisfecho y con una sonrisa. – Pues bien, no lo sabes todo aún – añadió. – Henry no es quien dice ser; os tiene engañadas a todas  - anunció. – En realidad y por muy noble que sea, es un viva la virgen que no tiene oficio ni beneficio y que se aprovecha de las mujeres a que ya no puede sacarles nada más – concluyó. – Sé que Sarah es pobre, así que desconozco por qué ha fijado su interés en ella pero desde luego que se hoy se va a acabar – anunció rotundo. – Y por eso necesito tu ayuda Eden – explicó. – Necesito que me digas  dónde se encuentra para poner punto y final a este despropósito – concluyó, con cierto tono suplicante.
En realidad fue una súplica en toda réplica. Y tan convincente que hubiera convencido a cualquier persona con un mínimo de corazón.
Una persona como Eden Growner… en sus días habituales.
Pero hoy no era un día habitual. La noticia del noviazgo de su amiga Sarah Parker le había dejado tan impactada que cuando sintió la mirada fija de Christian sobre ella, lo único que pudo decir fue:
-          ¡Ay que jodía la Sarah! – exclamó. - ¡Y pensar que fingía exclamación cuando le decía lo de cuanto más primo más me arrimo! – añadió, risueña. - ¡Bien que se había arrimado ella! – concluyó, riendo más fuerte.
-          ¿Es que no vas a enfadarte con tu amiga? – le preguntó, casi fuera de sí; incomprendiendo totalmente su reacción.
-          ¿Enfadarme? – preguntó sorprendida, prestándole nuevamente toda su atención. - ¡No! – exclamó. – Hombre, admito que me ha decepcionado un poco que no me lo contase pero… piensa Sarah y semejante hombretón juntos… ¡menuda pareja! – exclamó. - ¡Ya verás de que se enteren el resto de gallinas cluecas! – añadió riendo. - ¡Seremos las reinas de Orange Street! – concluyó gritando y alzando los puños al cielo.
-          ¡Mujeres! – suspiró Christian. “¿Quién las entiende?” se preguntó.
Eden debería estar enfadada por el engaño. Si a él le hubieran ocultado un hecho tan importante como este, se hubiera indignado con toda la razón del mundo. Una indignación que era la que sentía en ese momento. De ahí que no entendiese la benevolencia de Eden para con ellos.
Pero si ella iba a ser la buena en esta situación, él sería el malo. No le quedaba más remedio.
-          ¿Y bien? – preguntó otra vez.- ¿Me vas a decir de una buena vez dónde vive Sarah? – añadió, impaciente.
-          ¡Ah! – exclamó distraída. – Es esa puerta que está a tu derecha – añadió, señalándola. Christian se encaminó hacia allí y justo cuando iba a aporrear, Eden le dijo: - Pero no está -.
Al escuchar esas palabras, Christian volvió sobre sus pasos, le miró reprimiendo las ganas que tenía de estrangularla y le preguntó, fingiendo amabilidad y dibujando una sonrisa falsa en el rostro:
-          ¿Cómo dices? – preguntó.
-          Que no está – repitió. – Primo Henry vino a llevársela con él esta mañana a primera hora como viene haciendo desde hace una semana y me regala de paso unos excelentes despertares – añadió, suspirando.
-          ¿Dónde está? – preguntó a modo de exigencia y soltando espuma por la boca.
-          No lo sé – dijo, encogiendo los hombros.
-          ¡Muchas gracias Eden! – dijo con ironía. – Me has hecho perder un tiempo precioso con una conversación de borregos y una cháchara insustancial – añadió en el mismo tono.
-          De nada – dijo ella, a quien no le afectaron en absoluto sus palabras. – Pero ¿sabes? – le preguntó. – Yo que tú iría a Saint James Park porque allí fue la primera vez que la llevó en sus paseos matutinos – añadió. – A lo mejor lo han convertido en su templo del amor… - dejó entrever.
-          ¿Qué templo del amor ni que niña muerta? – protestó Christian. - ¿Saint James Park? – preguntó y Eden asintió. – Muy bien, entonces en Saint James Park sucederá – estableció antes de encaminarse hacia la salida.
-          ¡Qué emocionante! – exclamó Eden, inmensamente feliz, cruzando los dedos y dando pequeños saltitos. - ¡Vas a montarle una escenita en público! – añadió, siguiéndole. - ¡Puede que incluso te rete a un duelo! – chilló de forma aguda. - ¡Esto no me lo pierdo por nada del mundo! – concluyó, desarrollando mentalmente una sangrienta escena en pleno Saint James.
Eden se dispuso a seguirle, pero Christian se giró de manera tan brusca y repentina que provocó que esta diera un respingo y trastabillase. A punto estuvo de caer al suelo, pero Christian estuvo mucho más rápido que ella y la agarró por los hombros impidiendo que esto sucediera.
-          Ni lo sueñes – le dijo amenazante. Eden abrió la boca para protestar, pero no le dio tiempo ya que Christian añadió enseguida: - Mira… maldita trotaconventos[5], no pienso permitir que me hagas perder más tiempo ni que actúes como una seguidora loca y acérrima de Henry en el parque solo porque tu vida sea tan insustancial y aburrida que no tengas otro método de entretenerte que fijarte y estar pendiente al detalle de la vida de los demás – añadió. – Así que ¡olvídate de ello! – concluyó, antes de soltarla de mala manera y tan fuerte que si no hubiera sido por el sofá estampado de flores del vestíbulo, esta vez sí Eden hubiera dado con sus huesos en el suelo.
Una Eden que, boquiabierta observó como Christian se alejaba de ella y abandonaba el número cuarenta de Orange Street a grandes zancadas y con la sensación de que, si observabas con muchísima atención podías observar cómo el humo que tenía dentro le salía de por encima de la cabeza y por las orejas.
“Trotaconventos” se dijo.
Nadie la llamaba así desde hacía tanto tiempo…
De hecho, el único que lo hacía era su padre y utilizaba esa palabra como manera cariñosa de referirse a ella; aprovechando de paso su raso personal más definitorio: la curiosidad.
Su padre… el reverendo Growner…
Hacía tanto tiempo que no pensaba en él que la inclusión de esa palabra precisa en la conversación se lo trajo a la mente, instánteamente. Con pésimos resultados anímicos para ella porque Eden en ese momento tuvo un ataque profundo de nostalgia y añoranza del ambiente familiar. Tan profundo que rompió a llorar desconsoladamente en el sofá comunal del vestíbulo, olvidando completamente el pensamiento y la idea de seguirle y ser testigo de excepción del espectáculo que sucedería en Saint James Park en un breve espacio de tiempo. Un acontecimiento que, en cualquier otra circunstancia no se hubiera perdido por nada del mundo.
“Odioso Christian Crawford” pensó mientras sorbía los mocos y se enjugaba las manos y se preguntaba cómo Sarah podía sentir cualquier tipo de cariño hacia él pues era el hombre más antipático con el que había tenido la desgracia de encontrarse en su vida. “Compadezco a la afortunada que se case con él” añadió, con repugnancia antes de que otro espasmo hiciese brotar más lágrimas.
Christian Crawford no se giró en ningún momento para comprobar si Eden le seguía, pues estaba seguro de que no lo hacía. Se lo había dejado tan claro que hasta el ser más estúpido del mundo lo hubiera entendido.
Mucho mejor, dado que no quería testigos del acontecimiento más allá de los tres protagonistas. De ahí que no le hiciese ni pizca de gracia que estuvieran en Saint James Park y mucho menos a estas horas del día; cuando serían numerosas personas las que se encontrarían caminando por él.
Personas entre las que se encontraría sin duda lord Edward Harper, padre de Henry. Lo cual hacía esta situación mucho más estrambótica e incomprensible a sus ojos, sobre todo por la inexistente relación familiar entre ambos. Hecho que por otra parte a él le venía estupendamente y por el cual estaba seguro de que lord Harper le felicitaría.
Dicen que la venganza era un plato que se sirve frío.
Pues bien, ésta llevaba tanto tiempo esperando que prácticamente estaba congelada.
Ahora Henry Harper pagaría todos y cada uno de sus comentarios burlones y bromas en sus años de universidad.
Le arrebataría quitándole aquello que más apreciaba: la relación estrecha y cercana con una mujer que no fuera su familiar directo y que no podía ser otro el motivo por el cual se había acercado a Sarah; puesto que era del todo imposible que le atrajese sexualmente o le gustasen mujeres del tipo de Sarah; muy corrientes y abundantes en las calles londinenses, aunque no quería decir con esto que ella fuera fea.
Una amistad y cercanía con las féminas de la que carecía desde que su madre a quien estaba muy unido, falleció.
Ya estaba disfrutando con la cara y expresión de asco, desprecio, repulsión y odio que Sarah pondría cuando él le revelase la verdadera historia y comportamiento de Henry con las féminas y con su vida en general. Comportamientos que sin duda eran los que más reprobaba y criticaba Sarah; huérfana desde muy temprana edad y a quien no le había quedado más remedio que espabilarse para ganarse la vida si quería sobrevivir.
Una Sarah a la que rompería la imagen idílica e idealizada que había creado en su mente y que rompería en el acto su relación de amistad o camaradería con Henry. Además, Henry no podría defenderse sin mentir, dado que todo lo que iba a contarle era cierto. Punto que hacía que su plan de actuación le gustase más a cada momento que transcurría.
“Así son las cosas Henry” pensó malicioso.”Dile adiós a Sarah” dejó caer, canturreando.
Sarah era su amiga. Él la había conocido mucho antes y en parte, el resultado de cómo era ahora había sido gracias a su modelaje. Por eso, no iba a consentir de ninguna de las maneras que se la quitase y la convirtiese en una más de las mujeres que le seguían como las ratas seguían al flautista de Hamelín[6].
Sarah no. Su Sarah no.
“Sarah” pensó otra vez. “Apenas puedo esperar para contárselo” añadió pensando de manera sibilina y riendo de manera maliciosa al entrar en Saint James Park


[1] Regent Street: Calle que toma su nombre del regente, posteriormente Jorge IV y que fue construida en 1811 por el arquitecto John Nash para desarrollar una ruta ceremonial desde la residencia del regente hasta el recién inaugurado Regent’s Park, así como para diferenciar el barrio del Soho (de mala reputación) de las lujosas residencias de Mayfair.
[2] Henrietta Street: Es una calle cuyo inicio de construcción se produjo en el 1631 y cuya conclusión fue en 1634. Se llamó en homenaje a la consorte del rey Carlos I en el año 1637. Desde el principio fue una calle habitada por comerciantes como sederos o pañeros, aunque a mediados del XVII varias personas con título se trasladaron a vivir a la zona.  En 1633 se tiene constancia de la presencia de dos zapateros y cuatro avitualladores con licencia. La heterogeneidad de la población de la calle aumentó un siglo después, pues se tiene constancia de que vivían un cirujano, cuatro boticarios, un panadero, un comerciante de telas de lino, un sedero, un corredor de bolsa y tres artistas.
[3] Estrofa de una canción popular británica que dice así: « ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será?  Hace tiempo que Johny está en la feria/ Me prometió comprarme un fajo de bandas azules, me prometió comprarme un fajo de bandas azules, me prometió comprarme un fajo de bandas azules para liar mi cabello marrón/ ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? Que Johny se queda tanto tiempo en la feria/ Me prometió traerme un ramo de flores, una guirnalda de azucenas, rosas rojas como regalito, un pequeño sombrero de paja para sustituir las bandas azules que lían mi hermoso cabello marrón/ ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío! ¿por qué será? ¡Ay Dios mío ¿por qué será? Que Johny se queda tanto tiempo en la feria ».

Al principio puede parecer que la preocupación de la joven por la tardanza de Johny es porque teme que éste tenga una amante. Sin embargo, a medida que se canta la canción se descubre que la preocupación responde al interés por los regalos que le había prometido traerle.
[4]  Todos monarcas visigodos
[5] Sinónimo de cotilla.
[6] El flautista de Hamelín: Fábula escrita por los hermanos Grimm en el siglo XIX que se basa y está documentada en un hecho real que sucedió en la ciudad de Hamelín el 26 de junio de 1284 cuando ésta se veía asolada por las ratas.

2 comentarios:

  1. Pero, pero, perooo.... sera perro del hortelano!!!! Chris con lo bien que me caias y la patada en los ovarios que me eres ahora!!!! Jajajajaja me ha hecho mucha gracia la cancion de Jonny!! XDXDXDXDXD me meo con la reaccion de Eden!! que grande que es esta mujer!! XDXD y el otro modo: poker face!! Toma ya!!
    Hola??? Su Sarah?? Desde cuando?? Este con que derecho se cree que puede hacer esto??? Dioos.... que paliza le daba!! Encima, no lo hace por ayudarla siquiera, lo hace por el bien de el mismo y por hacer daño!!! Que dos tortazos le daba!! Encima me deja llorando la pobre de Eden... puffff.... trinando me ando!!!

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  2. bueno bueno bueno UN SALVAME DELUXE YAAAA SEÑORAS Y SEÑORES DAMAS Y CABALLEROS DE DEMAS CALAÑA PREPAPRENSE PARA VER EL COMBATE ENTRE PITAGORIN Y EL CUERPO DEL DELITO DE CABELLOS DE ORO HH jajajaja me meo con el capi chin desde luego eres mi madonna particular cuando uno no se puede superar mas para besarse xq no se llega vienes tu y te vuelves a superar con creces
    para eempezar jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja y mas jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja me meo ais q me meo jajajajajajajaja
    y EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN EDEN esa EDEN como mola se merece una ola cuando y donde quieres el monumento chata xq chapo contigo me meo contigo eres como yo con sus supermegacomentariazos es como yo sin lugar a dudas =) yo el momento eres christian crawford y no toda la ristra de reyes godos es q me he meaado literalmente de la risa xq vaya salida de christian me meo y bueno el momento aaiis babeo al describir a hh commo lo haria yooo es q sin palabras me he seguido riendo y ya el momentazo de y no te eenfadas despues de q le contara lo de q no son primos y el otro jooo me cagüen to ha sido genial lo q hubiera dado x verle la cara de fary chupando limones a christian jaja me hubiera revolcado de la risa
    y bueno christian y esos celos irracionales ahora q te entran de q sarah este con hh despues de q tu la ignoras desde dios sabe cuando ee¿? muy mal muy mal dejala en paz a la chiquilla xq para ti no va a ser chato noo no lo va a ser ella de hh q hacen mu linda pareja y como le hagas daño a sarah capullo q eres un capullo redomado q la vas a liar parda x celos te mato o te corto los cataplines ee q ties q hacer muchos meritos para q me caigas simpatico xq majo vas x mu mal camino q mira q me pongo como la esteban y mato por sarah y hh
    y bueno bueno es nombrarlo y babear AAAAIIIS GUAPO MI SUPREMO GUAPO SI ES Q LO TIES TO MAJO TOOOOO LO TIES ES EN LO UNICO Q COINCIDO CON EL CETRINO DE TU BRO CRETINO TARADO Q LA VAS A LIAR X NADA
    y resaltar el curioso comentario de pobre quien se case contigo christian eden teen cuidadin q vas a ser tuu yo no digo nada pero lo vi en mi bola de cristal
    y bueno rematando me ha encantado me he meado de la risa y quiero el siguiente yaaaaaa q ese va a ser explosivo xD
    he dicho

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