martes, 7 de mayo de 2013

Capítulo 25 Amor a golpes


CAPÍTULO XXV
Adiós Christian
Con esta era ya la tercera noche que Sarah no dormía bien.
No por falta de ganas, empeño e interés en la realización de esta actividad de descanso; pues ella era la más interesada en que su cuerpo estuviese descansado.
De hecho, conseguía dormir bien una parte de la noche.
Pero en torno a las tres de la madrugada se despertaba sobresaltada después de unas horribles pesadillas; las cuales nunca recordaba con exactitud o al mínimo detalle, pero que siempre la hacían llorar.
Ninguna del resto de las chicas entendía a qué podía ser debido, ya que no estaba enferma.  Aunque, a punto estuvo de fingir una enfermedad para conseguir que Henry viniera a realizarle una consulta; pues así tendría la ocasión más propicia para poder charlar sin temor a ser interrumpidos, al calor y la privacidad de su apartamento.
Sin duda era muy buena idea… hasta que recordó que por antigüedad y estrecha relación de amistad con miss Anchor, sería el doctor Phillips y no Henry el encargado de explorarla y ése no era el doctor que ella quería en estos momentos.
De hecho, ella tenía una teoría al respecto, explicativa de sus pesadillas: en su opinión, las pesadillas no eran sino un recordatorio horrible de su conciencia; la cual se burlaba y le reprochaba a la vez la estupidez tan absoluta que había cometido al dejar escapar a un hombre tan magnífico como Henry.
Afortunadamente para ella, no estaba sola pasando por este mal trago y estado depresivo: tenía a Eden. Una Eden a la que había hecho partícipe de forma no deseada por ella.
Misma Eden a la que iba a visitar cuando las pesadillas la visitaban y le provocaban temor por volver a dormirse; acción que conseguía realizar aunque mucho tiempo después. Esa Eden a la que despertaba e interrumpía su sueño con esta acción.
Por eso mismo, la primera reacción y acogida a sus visitas no era especialmente agradable: de hecho, refunfuñaba, protestaba y la mandaba a lugares que ninguna mujer debería pronunciar con tanta ligereza; por muy enfadada que estuviera.  No obstante, siempre terminaba por acogerla sin hacerle preguntas al respecto y le hacía un hueco en su cama para que durmiese con ella.
Por su comprensión y todas estas acciones, Sarah se prometió a sí misma que si en algún momento Eden tenía problemas con su novio Albert o con cualquier otro (“cosa que parecía no suceder nunca” pensó con fastidio), ella le prestaría el mismo tipo de ayuda.
Además de ejercer como su madre nocturna, Sarah decidió hacer partícipe a Eden de la totalidad de su mísera historia contándosela. Eso sí, no de forma directa. En otras palabras, se valió de artimañas literarias atribuyéndole su experiencia personal a Lauren Sunbright inventándose que era otra de las historias que publicaba en el periódico por folletines, agradeciendo que Eden no fuese una mujer que siguiese las modas o costumbres imperantes y que no se hubiera enganchado a los capítulos semanales que publicaba esta buena (y mala a su vez) mujer en The Chronichle.
Así Eden, conoció la historia de Selene; una mujer que había creído querer durante toda su vida a Christopher… hasta que conoció a Harry. (De acuerdo, los nombres dejaban bastante que desear en cuanto a su originalidad y se parecían bastante a los de los personajes en los que estaban basados pero… ella nunca había tenido mucha imaginación. Además de que sus neuronas no estaban muy activas en ese momento). Un Harry quien la descolocó y rompió todos sus esquemas desde su primer encuentro. Es más, este Harry fue quien hizo que se diera cuenta de quién era y lo que quería realmente en la vida. Y por ello, Selene se había ido poco a poco enamorando de él sin ser consciente de ello. Solo se dio cuenta del hecho después de haberlo perdido.
Cuando Eden quiso saber cómo la protagonista había resuelto el embrollo, Sarah le explicó que la autora tenía un bloqueo mental y que no sabía cómo continuar. Y así se lo había hecho saber a sus lectoras. Hecho que era cierto, solo que en realidad la autora era ella y las lectoras se concentraban en la persona de Eden.
Fue la propia Eden quien, de hecho, le proporcionó la solución a su problema en un comentario que pronunció de forma inconsciente y como quien no quiere la cosa enfadada con Lauren Sunbright por no dar una solución a este problema y concluir la historia cuando, en realidad era muy simple.
Era tan simple a ojos de Eden que tomó a Sarah como referencia para explicarlo.
En su opinión, lo que Selene debía hacer era lo que ella había hecho días atrás con sus regalos de cumpleaños: se había desprendido de la pluma estilográfica que aunque lujosa, parecía no haberle gustado mucho y por eso la tiró cuando se cayó y permanecía ahora perfectamente guardada en el cajón de escritorio donde había guardado los dibujos de los gemelos Crawford y escogió al estetoscopio como el regalo que más le había gustado; el cual por ello enseñaba a todo el mundo orgullosa y no se separaba de él ni a sol ni a sombra.
-         Ni siquiera a la hora de irse a dormir -  recalcó, creando vergüenza en Sarah; pues era cierto.
Dicho de otra manera y mucho más propia de Eden: debía agarrar al toro por los cuernos. O utilizando un ejemplo más cercano; debía agarrar al foneidoscopio con las orejas.
Las sabias palabras de Eden sirvieron de revulsivo y de despertador para su inactiva mente.
Tenía razón.
Lo que ella debía realizar ahora de manera consciente y voluntaria era exactamente la misma acción que realizó como acto reflejo e inconsciente el día de su cumpleaños.
Debía tirar a la pluma estilográfica y enganchar al foneidoscopio.
Debía decirle adiós a Christian en el sentido romántico de su relación para decirle hola a Henry sin perder más tiempo.
Y eso precisamente fue lo que hizo.
Para total perplejidad de Eden; sobre todo por las horas que eran (faltaba muy poco para la hora de comer) Sarah se levantó llena de energía del sillón donde ambas sentadas y afirmó rotunda que iba a salir sin dar ni aportar ningún tipo de información más.
Fruto de las repetidas visitas producidas a casa de Christian durante seis años y sobre todo, porque era bastante rutinario, Sarah no tuvo ningún tipo de problema e inconveniente tanto de acceso al interior de la casa como al hallazgo y búsqueda de Christian en ella: estaba en el despacho, trabajando en sus ejercicios matemáticos.
Corrección; estaba trabajando muy concentrado en sus ejercicios matemáticos.
De hecho, estaba tan concentrado escribiendo, tachando y trabajando en ellos que ni siquiera fue consciente del momento exacto en que ella accedió al interior del mismo; aunque bien es cierto por otra parte que fue muy sigilosa al entrar.
Le gustaba observar a Christian enfrascado en su trabajo.
Siempre le había gustado.
Era la representación y expresión máxima de la diligencia, el esfuerzo y la concentración. De hecho, emitía con tanta fuerza dichos sentimientos que los transmitía y compartía con los que estaban a su alrededor. Y por eso, cuando era ella quien le corregía los artículos ante la baja de Penélope o cuando era ella misma quien tenía que escribirlo como George Iron Pounches, trabajaba mucho mejor si lo tenía cerca.
No obstante, en su opinión se había pasado de concentración y aislamiento del mundo en esta ocasión. Había alcanzado nuevos y desconocidos niveles en lo que a la concentración se refería, ya que llevaba un buen rato en el interior de su despacho y él ni siquiera se había percatado de su presencia. Y no porque estuviese en silencio; que lo estaba sino porque el excesivamente dulzón perfume con el que le había rociado Eden y que según ella contenía feromonas que atraían a los hombres había triplicado la intensidad del mismo al estar en un espacio cerrado tan pequeño. Además, resultaba bastante obvio que no había salido en varios días de allí nada más que para ejecutar sus labores excretoras, según pudo comprobar al descubrir apilados varios platos, vasos y cubiertos  en una banqueta bajo el ventanal.
Cuando Sarah se estaba preguntando cuándo sería el momento exacto en que se daría cuenta de que ella estaba allí; Christian (como Henry días antes) pareció haberle leído el pensamiento (o puede que estuviera pensando otra vez en voz demasiado alta) y levantó la mirada de los numerosos papeles que cubrían su escritorio para descubrirla allí, junto a la puerta.
-         Sarah – musitó sorprendido frotándose la vista. - ¿Quieres algo? – le preguntó confuso, porque no recordaba haberla llamado para ningún artículo de Christina. - ¿Sucede algo importante? – añadió, reclinándose sobre su sillón concediendo un respiro a su frenética y llena de operaciones matemáticas, mente.
-         Eh… sí – titubeó mientras caminaba varios pasos hacia delante. – Mi cumpleaños – confesó, maldiciendo al instante su estupidez porque en ningún momento quiso decir eso.
-         ¡Oh! – exclamó Christian, apenado mientras se ponía en pie con los brazos extendidos. – Muchas felicid… - añadió.
-         Fue hace varios días – le cortó Sarah.
-         No te he comprado nada – confesó Christian mientras volvía a sentarse y ponía sus brazos sobre el escritorio.
Sarah sospechaba que eso había sucedido.
Estaba hecha a la idea después de tantos años, pero aún así no pudo evitar que este desplante y olvido de Christian hacia ella le doliese y decepcionase a partes iguales. Eso sí, en un grado mucho menor del que se había imaginado.
Esta reacción no vino sino a confirmar lo que ella había descubierto recientemente: que no estaba enamorada de Christian.
No podía afirmar que nunca desde que lo conocía hubiera estado enamorada de él, pues sería mentira. Estaba segura que en algún punto de esos seis años, sintió algo de forma romántica hacia él. Sin embargo, también en algún momento durante esos seis años, el amor se convirtió en amistad y sobre todo, respeto. Lo que ocurría es que ella se había habituado a la comodidad que prefirió la idea de permanecer a la espera de que Christian le confesase sus sentimientos que moverse y salir a buscar al hombre más adecuado para ella.
¡Cuánto tiempo había desperdiciado!
Afortunadamente, ya había dado con ese hombre: Henry Harper.
Y no pensaba desperdiciar mucho tiempo más con otras cosas.
-         ¿Son suficientes veinte libras? – preguntó, sacando un billete de color violeta y agarrarlo con dos dedos, orientándolo en su dirección.
-         ¿Cómo? – preguntó ella aturdida y parpadeando varias veces, pues había estado tan concentrada en su hilo de pensamientos que apenas había prestado a lo que Christian había dicho o hecho.
-         ¿Veinte libras o más para que te compres un regalo de mi parte? – preguntó, repitiendo más o menos las palabras que antes había dicho.
Sarah bufó y resopló por la nariz, mostrando con estas acciones que el grado de decepción y enfado hacia Christian había aumentado con este ofrecimiento tan “pobre” (en realidad, era una considerable suma de dinero).  No obstante, pobre si la comparabas con el hecho de que no solo se había olvidado de su cumpleaños, sino que además ni se había molestado en comprarle un regalo. Un regalo que ella hubiese aceptado independientemente de si le gustase o no; porque para ella lo importante era el detalle. Aún así, y bramando de furia por dentro, se acercó y se lo quitó de las manos, retomando inmediatamente su posición anterior y permitiendo que Christian volviese a sus ejercicios.
Tenía ganas de marcharse de tan enfadada como estaba como él, y de hecho pensó en hacerlo porque en su opinión ya se había desprendido de la pluma estilográfica para siempre. Sin embargo, la parte impulsiva de su mente no estuvo muy de acuerdo en este punto porque antes de que fuera muy consciente de lo que estaba haciendo, dijo:
-         Estoy enamorada de ti, Christian -.
Al escuchar estas palabras, Christian dejó de lado su goteante pluma encima de los documentos en los que acababa de escribir y preguntó, sin manifestar cualquier tipo de sentimiento o expresión de sorpresa mayúscula en su rostro:
-         ¿Cómo dices? –
-         Estoy enamorada de Christian – repitió. – Estaba – rectificó, inmediatamente porque ese hecho ya no era cierto.
-         ¿Disculpa? – preguntó él, mirándola ahora sí extrañado. - ¿Estás o estabas? – quiso saber, no sabía si más sorprendido por la primera o la segunda pregunta.
-         Estaba – explicó. – Ahora he conocido a alguien y creo que es el amor de mi vida – añadió, orgullosa y convencida absolutamente de su afirmación.
-         ¿Qué has conocido a alguien? – preguntó, sorprendido. - ¿Dónde? – quiso saber. - ¿A quién? – terminó por preguntar nuevamente, esta vez sí elevando la voz como pruebe inequívoca de la sorpresa y el disgusto que sentía en esos instantes.
-         Estoy enamorada de Henry Harper – explicó Sarah con una enorme sonrisa en el rostro que indicaba la felicidad que sentía al poder expresarlo en público y en voz alta por primera vez.
-         ¿Qué? – gritó ahora sí Christian. E incluso se puso en pie. - ¿Henry Harper? – preguntó con desprecio. - ¿Lo dices en serio? – preguntó. – Pero ¿yo que te dije acerca de que te relacionaras con él? – le reprochó. – No son buenas compañías – le advirtió.
-         Tú no tienes ni idea – respondió ella, defendiéndolo.
-         Precisamente porque compartí con él años de universidad puedo decirte que sí que tengo idea – rebatió él. - ¡Es un viva la vida! – exclamó- - ¿Por qué demonios quieres malgastar tu tiempo con alguien que no tiene ni porvenir ni futuro? – le preguntó intentando hacerle ver su aciago porvenir si continuaba por ese camino. - ¡Abandonó sus estudios y es un cuarto hijo! – concluyó, con aspavientos de los brazos.
-         No le insultes – le advirtió. – Le quiero y eso basta – añadió.
En realidad, Sarah se había contenido a la hora de proporcionarle una respuesta. Si por ella hubiera sido, le hubiera explicado que para nada era un vago o un viva la vida como él acababa de llamarle de forma tan despectiva sino que era médico, abogado y hablaba además tres idiomas. En todo caso, no era un iletrado. Y ni quería mencionarle siquiera que era Skin HH Skull o el dinero que se embolsaba por las apuestas en torno a él; porque palidecería sin duda o,  moriría de envidia.
Sin embargo, decidió permanecer callada y esperar a que fuese el propio Henry quien lo anunciase callando muchas bocas con su confesión. Eso sí, lo que no iba a dejar de hacer en cuanto estuvieran juntos (de hecho, lo haría desde el primer momento) era aumentar su confianza en sí mismo hasta que por fin e intentar convencerle para que finalmente diese ese paso adelante y plantase cara, no solo a su familia, sino a todo aquel que se le pusiera por delante.
-         Pero Sarah… tú te mereces algo mucho mejor – explicó él.
-         ¿Algo mejor? – le preguntó ella, enfadada. - ¿Qué entiendes tú por algo mejor? – quiso saber, desafiante a la espera de su respuesta.
-         Alguien que pueda darte todo lo que pidas y proporcionarte todos los lujos con los que vives y a los que te has acostumbrado desde que me conoces pese a ser y vivir en el Soho – explicó tranquilamente. Acto seguido, comprndió y analizó lo que había dicho y añadió: - Alguien como yo -. Después, tomó aire y pensó muy bien la siguiente frase que pronunció: - Cásate conmigo Sarah Parker -.
“Cásate conmigo, Sarah Parker” repitió la aludida mentalmente.
No ¿quieres casarte conmigo?, ¿Me harías el inmenso honor de convetirte en mi esposa? O cualquier otro tipo de declaración o petición de matrimonio romántica; de esas que tanto le gustaban a ella y que en teoría debería saber, pues llevaban seis años siendo amigos.
No.
En su lugar había pronunciado la frase (aunque más bien pareció un orden o una exigencia) “Cásate conmigo, Sarah Parker”.
Si esa frase la hubiera pronunciado apenas dos meses antes, por muy recordatorio a ordenanza y poco romántica que ahora le pareciese, hubiera bastado y sido suficiente para que ella le diera el sí y se convirtieran en marido y mujer.
¡Cómo cambiaban las cosas!
Ahora esa misma frase no le movió ni uno solo de los pelos que le recorrían el cuerpo, ni sintió mariposas en su estómago e incluso el ritmo de los latidos de su corazón permaneció impasible y sin sobresaltos.
La razón y la respuesta estaban claras: no estaba enamorada de él y por tanto, no iba casarse con un hombre a quien no amaba. Sobre todo cuando aún cabía la mínima posibilidad de que contrajese matrimonio con el que realmente quería.
Por eso, se lo hizo saber.
-         No – respondió firme y segura sin que la voz le tambalease en lo más mínimo.
-         ¿No? – preguntó él sorprendido y con los ojos fuera de las órbitas.
-         No – repitió ella, con más seguridad en sí misma y en su tono de voz que antes.
-         Sarah – le advirtió Christian. – Sé perfectamente que me has querido desde que me conociste hace seis años y también estoy seguro que esto era lo que estabas esperando desde ese instante – añadió. - ¿Te atreves ahora a negarte a mi proposición de matrimonio? – le preguntó, incrédulo e irritado.
-         Por supuesto que me atrevo – rebatió ella. – Me estás pidiendo matrimonio por una rabieta envidiosa contra Henry, no porque estés enamorado de mí – explicó. – Y además, como ya te he dicho tres veces, no te quiero y estoy enamorada de él – concluyó.
-         ¿Quieres decir que prefieres pasar el resto de tu vida con un hombre que no tiene estudios o recursos para subsistir, que ha sido expulsado públicamente de la familia por su padre y que además ha sido y probablemente lo siga siendo, puto a hacerlo conmigo? – gritó, iracundo aunque sorprendido en grado sumo.
-         Si él me acepta sí – explicó Sarah altiva acercándose a él. Acto seguido y pillándole completamente desprevenido debido a la sonrisa que había plantado en su rostro, le agarró por las solapas de la chaqueta y le dijo apretando la mandíbula, amenazante: - Yo que tú me lavaría la boca y me pensaría muy y mucho qué es lo que vas a decir acerca de Henry Harper porque puede que como tú hayas dicho sea todo eso pero te aseguro Christian Crawford que tú no eres ni la mitad de hombre de lo que lo es él – antes de soltarle y empujarle contra el sillón; algo avergonzada después. Pues fue consciente de que con la última frase que había pronunciado ante Christian había dejado caer y entrever que había disfrutado y compartido con Henry una intimidad que desconocía.
No obstante, decidió dejarlo pasar y abandonar el despacho de la casa de Christian en Saint James, con el firme convencimiento de que esta vez sí se había desprendido totalmente de la pluma estilográfica y segura más que nunca de que no debía perder más tiempo e ir en busca del foneidoscopio.
Estupefacto ante el ataque y demostración de poderío del que acababa de ser testigo y partícipe indirecto, Christian permaneció un instante sentado en el sillón analizando y reflexionando por todo lo que cavaba de ocurrir en su despacho mirando fijamente cómo salía de su despacho
Después, y por primera vez en varios días, se levantó y la siguió. Eso sí, manteniendo una considerable distancia entre ambos.
Gracias a esta distancia pudo continuar observándola y ser testigo, fascinado y cautivado de cómo abandonaba su casa caminando con su manera de actuar y con el porte regio y la manera triunfal que tenía al caminar.
Estaba sorprendido con mayúsculas y no le avergonzaba en absoluto el reconocerlo.
Sarah tenía razón: no le habñia pedido matrimonio porque la quisiera de manera romántica o porque súbitamente hubiera sufrido un flechazo con ella. El motivo había sido Henry. No por la envidia o el deseo de revancha acumulado desde hace años que pudiera sentir hacia él y que solo ganarle en cualquiera de algunas actividades o competiciones hipotéticas que pudieran mantener ambos le reportaría, no. Tenía que ver pero no era el motivo único. Sarah también tenía bastante que ver ahí.
Quizás no fuera el hombre más cariñoso o demostrativo con gestos del amor o del cariño que pudiera sentir hacia los que más querían (especialmente cuando estaba bastante estresado con el trabajo, que no hacía más que acumulársele) per él quería y apreciaba a Sarah. Y por eso, de ninguna manera deseaba o quería que ésta acabase implicada sentimentalmente con Henry, alguien obviamente bastante inferior e indigno de su amiga.
De ahí que aún hubiera asimilado totalmente el comportamiento para con él de Sarah. Un comportamiento que había sido una novedad inesperada.
Bien era cierto que sospechaba que algo de carácter debía tener. Sobre todo cuando descubrió el cambio de papeles con Penélope en el baile de lady Mushroom años atrás, pero no tenía ni idea de que podía alcanzar estos límites y extremos.
Ya que, si él hubiera sido consciente de ello o ella también hubiera mostrado siquiera un ápice del mismo en que había sacado a relucir hoy durante los seis años en que la conocía, las cosas hubieran sido diferentes.
Muy diferentes.
Bastante diferentes de hecho.
Porque si estaba seguro de que eso hubiera sucedido más a menudo o aunque hubiera sido una sola vez tan solo, él bien podría haberse enamorado de Sarah Parker y su proposición de matrimonio por tanto, real.

“¿Qué les pasas a las prostitutas de la calle Doorthmay con las heridas?” se preguntaba Henry enfadado mientras retiraba otro pequeño fragmento de cristal de la pierna de Mary.
A ver, no se quejaba porque se hiriesen o fuesen heridas, ya que los pequeños accidentes domésticos y cotidianos así como la cura de los mismos eran su principal fuente de ingresos, pero lo que le fastidiaba en estas ocasiones y con estas dos chicas era que todas y cada una de las heridas que había tenido que desinfectarles y en las que había tenido que intervenirles se producían en la misma zona del cuerpo.
¿Tenían que ser todas ahí?
¿Todas?
¿Con  lo grande que era?
¿Todas tenían que producirse justo en la cara interior del muslo justo al lado del pubis?
¿En serio?
Al parecer, con estas dos chicas sí.
En este caso, Mary había resultado a consecuencia de una pelea callejera en la que se habían visto involucrados dos borrachos; uno de ellos con una botella de licor. Misma botella que se cayó y rompió durante su forcejeo y de la cual, muchos de los pequeños fragmentos fueron a parar y clavarse en las piernas de Mary. Algo bastante razonable por otra parte, viendo la escasa tela que formaba su falda hoy y la enorme apertura que ésta tenía además.
Por eso, cuando la vio de semejante guisa de camino a casa, no le dio tiempo siquiera a llevarla al interior de su consulta. Su situación bien podía considerarse una urgencia. Y por ello, la atendió en plena calle, siendo perfectamente consciente de que cualquiera que pasase tendría una serie de pensamientos bastante diferentes y mucho más eróticos que los que sucedían en la realidad.
Sarah buscaba frenética a Henry en cada ventana, puerta ligeramente entreabierta o cada recoveco que iba encontrando por las calles y callejones que recorría desde Saint James a la casa de Henry en la calle Parsonage Street de la Isla de los Perros en Tower Hamlets.
Había decidido que hoy sí o sí tenía que hablar con él y confesarle sus sentimientos y no le importaría todo el tiempo que fuera necesario delante de la puerta de su casa y consulta para hacerlo. Es más, si tenía que hacer noche frente a ella o colarse en su interior si se negaba a abrirle la puerta, lo haría.
No hizo falta que Sarah llegase a esos extremos, pues cuando faltaban un par de calles para alcanzar Parsonage Street, dio con Henry.
“Reconocería ese cabello rubio y esa espalda en cualquier parte” pensó Sarah con un suspiro.
Un Henry que  no la había visto porque estaba de espaldas y con la cabeza bajo las faldas de una mujer.
“¿Con la cabeza bajo las faldas de una mujer?” se preguntó horrorizada y alarmada e intentando no imaginar qué era lo que realmente estaba haciendo en esa posición tan particular. “¿En la calle y a plena luz del día?” añadió, enfadada.
Aunque bueno, eso de a plena luz del día era un decir, ya que en realidad estaba anocheciendo.
Sin embargo, Sarah decidió en esta ocasión no dejarse llevar por sus pensamientos o primeras impresiones y no cometer los errores de ocasiones anteriores y veces pasadas y que eran los responsables de la situación en la que se encontraba ahora.
Por eso, caminó de forma silenciosa (gracias a sus botas planas) hasta acercarse a ellos de tal forma que pudiera observar qué era realmente lo que estaba sucediendo allí (y no lo que se había imaginado en un principio) y se tranquilizó y alivió en extremo cuando descubrió que lo que Henry estaba haciendo realmente era curar a una paciente que tenía cristales clavados en las piernas.
Se felicitó mentalmente por no haber montado una escena y haber escuchado a su sentido común, concediendo el beneficio de la duda a Henry.
Lo observó trabajar; completamente concentrado en lo que hacía. Si Christian le producía y provocaba unas ganas irrefrenables de ponerse a trabajar hasta llegar y quedar a su altura, Henry la anulaba e hipnotizaba de tal manera que no pudo hacer otra cosa que mirarlo con toda su atención.
De hecho, no fue hasta pasado un buen rato hasta que no pensó en lo mal que lo estaría pasando la pobre prostituta a la que le estaban retirando poco a poco los cristales. Cierto que parecía no estar muy incrustados en su carne pero… eran bastante numerosos y era evidente que algún tipo de dolor o molestia debía sentir mientras se los retiraba. Le tomó simpatía y admiró su fortaleza por aguantar todo el proceso sin quejarse hasta que…le miró el rostro y descubrió quién era.
Reconocería su rostro en cualquier lugar; independientemente de las condiciones atmosféricas o de luminosidad y por muy alto nivel de embriaguez que tuviera en esos momentos pues de hecho, fue borracha como la conoció: era la prostituta que estaba en el pasillo de los camerinos de Henry.
La misma mujer que le informó acerca de las actividades que “en teoría” estaba realizando con una mujer en el interior del mismo; confundiéndola con sus palabras. Misma mujer que había sido la culpable y única responsable de la enorme borrachera para olvidar este hecho la noche de su cumpleaños. Era ella y no Henry como creyó de forma errónea en un principio la causante.
Enfadada y furiosa con ella dijo de forma despreciativa, ojos entrecerrados y señalándole con el dedo índice:
-         Tú –.
-         Hola – le respondió ella con satisfacción, pues había escuchado cómo acabó la noche de oídas en uno de esos rumores que corría como la pólvora entre el gremio.
En ese momento, Henry fue consciente de la presencia en el callejón donde estaba y la miró confundido. Después no pudo hacer nada más, porque ésta le empujó haciendo que callese al suelo.
Desde esa posición observó patidifuso cómo Sarah se plantaba frente a Mary, sacaba hombros, suspiraba y… le daba un doble bofetón en cada una de sus mejillas antes de amenazarle diciéndole que no volviera a hacerlo y que tuviera mucho cuidado con enfadarla de nuevo porque pagaría bien las consecuencias.
Después y sin tiempo de reacción a estas acciones y palabras, Henry fue puesto en pie y llevado a rastras de allí (siendo una suerte que hubiera terminado de curarla y que en esos instantes tuviera agarrado su maletín de trabajo pues Sarah; cual torrente de agua en una crecida, tiraba de él tan fuerte que si no, no hubiera tenido más remedio que abandonarlo allí. Con lo costoso que era el material quirúrgico que contenía).
Varias calles después, Sarah rebajó algo la presión y la fuerza con la que caminaba y permitió con ello a Henry que se soltara y le preguntara, alucinado con lo que acababa de ver y vivir y algo enfadado también:
-         ¿Se puedes saber por qué has hecho eso? -.
Ahí estaba.
Su momento.
Justo frente a ella.
Sarah no perdió el tiempo y habló:
-         Porque te quiero -.
-         ¿Qué tu qué? – preguntó casi como un graznido, K.O ante esas palabras de Sarah.
-         Te quiero – repitió ella, antes de tomar la iniciativa en esta ocasión y ser ella quien le agarró de la mandíbula y besarle de la misma manera que él había hecho en su mañana de cumpleaños.
Si Henry no esperaba en absoluto la declaración de amor “pública” de la mujer de la que estaba enamorado, mucho menos esperó que ella le besara. Y por ello, al principio, le costó participar en el beso.
No obstante, no le costó demasiado ponerse a su altura y por ello, la estrechó y apretó contra él antes de ser él quien tomara el control de la situación y besarla de manera brusca. Tan brusca que incluso podía ser considerada como salvaje si alguna persona hubiera visto la forma anhelante en que sus lenguas se enroscaban, buscaban y saboreaban y cómo sus brazos se tocaban y descendían una y otra vez por las espaldas.
-         Yo también te quiero – respondió Henry, incapaz de pensar aún inflamado por la pasión antes de apoyar a Sarah contra la pared y perderse devorándola.
Esta vez sin importarle perder el tiempo o dónde pudiera acabar su maletín.
Lo cierto es que ninguno de los dos fue realmente consciente del tiempo que pasaron besándose de manera tan apasionada en el callejón que la escena del primer beso entre Skin HH Skull y la mujer en el primer combate al que Sarah había asistido, se rebajó y quedó a la altura del betún por la osadía y pasión de ambos.
Realmente, Sarah estuvo a punto de creer que Henry la haría suya ahí mismo, en esa calle y apoyada en el muro de ladrillos. No lo hizo finalmente, pero a ella no le hubiese importado en lo más mínimo.
Lo que Henry decidió hacer en su defecto fue acompañarle de vuelta a su apartamento, pues había anochecido cuando dejaron de manosearse y besuquearse.
Trayecto que había realizado en numerosas ocasiones y del que por tanto tenían perfectamente el tiempo que tardaban en recorrerlo; unos veinte minutos aproximadamente. No obstante, era tan la pasión que ambos emanaban que bastaba el mínimo roce involuntario (o más bien voluntario, pues iban agarrados de las manos) para que detuviesen su caminata y se besasen en público, ebrios de felicidad y sin importarles el qué dirán.  En consecuencia, tardaron algo más del doble de tiempo en llegar a la puerta principal del bloque de apartamentos de miss Anchor en el número 40 de Orange Street. Una puerta que ahora mismo se encontraba vacía y sin vigilancia externa porque el encargado de vigilarla estaba dentro, cenando.
Lo cual era perfecto para los planes e intenciones que Sarah tenía en mente.
-         Entra conmigo – le dijo, tirando de él.
En otra ocasión, Henry hubiera aceptado esa proposición y hubiera compartido de buena gana la cena junto a Sarah, las chicas y miss Anchor. Pero la mirada de Sarah era tan evidente y picara que Henry sabía que compartir la cena no era realmente el motivo por el cual Sarah quería que entrase ahí.
-         He creado un monstruo – dijo burlón.
-         Entra conmigo – repitió con más énfasis antes de besarle.
-         Park… - dijo él, separándose mínimamente, pero ella volvió a besarle. – No voy… - añadió, antes de ser besado. – A entrar ahí – concluyó, antes de verse invadido por los labios y envuelto en el abrazo apasionado se Srah (que no rechazó)
-         Quiero que pases la noche conmigo – dijo, mirándole a los ojos con rubor en el rostro; quizás por vergüenza ante la osadía de su propuesta o quizás por el sofoco que sus besos estaban provocando en ella.
-         No – dijo Henry. Costándole bastante esta negativa de lo que en realidad le pareció a Sarah.
-         ¿Por qué no? – preguntó ella haciendo pucheros.
-         Porque no – dijo él, rezando porque no quisiera que le confesase el motivo entero.
-         Pero… - dijo besándole. – Yo…- añadió con un susurro y un beso en los labios. – Te…- añadió, repitiendo las mismas acciones. -… Deseo – concluyó, y le besó nuevamente de manera apasionada, aunque fugaz para dejarle con ganas de más; como así sucedió.
-         ¡Dios! – gimió. – Si sigues comportándote así acabarás por convencerme – se quejó, apretando los dientes.
-         Te deseo – volvió a decir Sarah con voz seductora antes de poner morritos.
-         Yo también te deseo – acabó por confesar él, aprovechando la posición de sus labios para volver a deleitarse y saborearlos.
-         Déjame que dude acerca de eso – dijo ella con la ceja enarcada, separándose algo de él y mirándole a los ojos.
-         Yo te deseo – repitió. – Y con mucha más intensidad que tú porque te recuerdo que yo me di cuenta de que estaba enamorado de ti mucho antes – apostilló, no sin cierto tono infantil y encantador.
Sarah pareció continuar sin creerle, debido a la expresión descreída que continuaba apareciendo en su rostro y Henry decidió convertirla en una creyente de sus palabras llevando su mano a su abultada y dolorida entrepierna; que no ocultaba ya su erección. Al sentir esa reacción de corporal, Sarah le creyó firmemente y… también se sintió poderosa y orgullosa de sí misma al tener la plena certeza de que ella había sido quien se la había provocado. Sonrió ante ese pensamiento, contagiando su sonrisa  a Henry.
-         Te deseo – se reafirmó Henry. – Pero también te quiero muchísimo – añadió besándole los dedos de las manos con los que le había obligado la caliente tela de sus pantalones. – Y tú menos que nadie te mereces esto, ni aquí ni ahora – apostilló. – Ahora lo que debes hacer es obedecer a lo que tu médico te recomienda que en este caso es que entres ahí – explicó, señalando el bloque de apartamentos. – Cenes algo y sobre todo duermas – apostilló. – Porque aunque continúas estando bellísima, no creas que no he notado que no tienes el aspecto más saludable desde que te conozco – le advirtió antes de soltar su mano.
Después, se acercó a ella y la besó justo en la zona de la cabeza donde el cabello inicia su crecimiento y le susurró con la voz ronca de deseo: - Lo nuestro puede esperar un día más, Park -. – Tengo toda la vida para demostrarte la intensidad y curiosidad que tengo hacia ti – añadió, besándola y haciéndole una segunda marca en el cuello aprovechando el estado de trance en el que ella se encontraba; seguro que  imaginándose esas escenas.
Cuando su cuerpo obedeció a la parte con cautela de su mente, Henry puso al menos diez pasos de distancia entre él y Sarah para decir:
-         Buenas noches y que duermas bien, Park – antes guiñarle un ojo y despedirse definitivamente de ella esa noche, dedicándole una vez más el saludo secreto que ambos compartían y echar a andar en dirección a su casa; justo en dirección contraria. Seguro de que esa caminata le vendría bien para calmar su estado y despejar en algo su mente.
Varias veces estuvo Sarah a punto de echar a correr tras él y seguir sus pasos. No obstante, se contuvo y decidió comportarse como una buena niña. Dicho cambio de comportamiento y actitud se materializó en que decidió dedicarse a observar con continuos suspiros de mujer enamorada, cómo poco a poco la silueta de Henry se empequeñecía antes sus ojos hasta desaparecer por completo en el horizonte.
Solo en ese momento y tras morderse el labio inferior, recordando todo lo que había sucedido en el día (unos recuerdos mucho más reales y vívidos gracias a la marca en su cuello y por la cual no dejaba de pasar los dedos) con expresión soñadora, entró en el bloque de apartamentos canturreando y dando pequeños saltitos de felicidad.
Tenía la sensación y la sospecha de que 1821, año en que cumplía los veintiocho iba a ser su mejor año

5 comentarios:

  1. ¡QUE NO! xD
    Aún faltan por suceder algunas cosas a estos dos pero... que estamos entrando en la recta final eso sí que es cierto. Pero como en la historia anterior me dijisteis que no queríais cuenta atrás, esta vez oh he hecho caso y solo he dejado entreverlo =)

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  2. bueno pues despues de la lectura del capi procedo a realizar lo q viene siendo el comentario del mismo: ante todo quiero dejar claro y patente mi grado de indignacion q es el siguiente:

    MALIGNAAAAA MALVADAAAA MALEFICAAA MALOTAAAA MALEVOLAAA MALAAA MALISIMAAA COMO TE ATREVES A DEJARME A MEDIAS CON EL FINAL DEL CAPI¿? COMO TE ATREVES MALEFICENCIA MALVADA EE COMO A VER CON LO INTERESANTE Q SE ESTABA PONIENDO LA COSA Y VAS TU ALE LO DEJAS AI ALA DEJANDOME CON LA MIEL EN LOS LABIOS CON GANAS DE SABER Q PASA LUEGO
    PERO ROMPO UNA LANZA A TU FAVOR Y A FAVOR DE TUS MUSAS CONFIANDO EN Q PRONTO SABRE Q PASA PERO AHI QUEDA PLASMADA MI INDIGNACION DE HOY

    BUENO BUENO CAPIULAZO Q ME HAS DEJADO HOY SUPREMA DE LAS SUPREMAS CHIN O DIOSA DE DIOSAS MUSA DE MUSAAS O TE GLORIFICAMOS AAIIISS

    DESPUES DE TENER SENTIMIENTOS ENFRENTADOS HACIA TU PERSONA HE DECIR Q HE PASADO DE LA IRA MAS ABSOLUTA HACIA LA PERSONA DEL INNOMBRABLE XQ MIRA Q HAY Q SER GILIP... CAB.... HIJO DE .... IMBECIL TONTO DEL BOTE Y UN LARGO ETC DE INSULTOS HACIA LA PERSONA DEL INNOMBRABLE AMOS DARLE 20 LIBRAS X DIOS YA HAY Q SER INEPTO Q GANAS TENGO DE Q EDEN LO META EN CINTURA XQ ESTE ESTA MI OPINION DE EL EN EL MENOS 1.000.000.000.000.000.000.000.000 POR LO MENOS SI LA CIFRA EXISTE Q DIGO YO Q EXISTIRA AMOS Q NO ACORDARSE DEL CUMPLE DE SARAH XQ TIE Q ESTAR HACIENDO NUMEROS MALDITO MATEMATICO DE MIERDA CAB.. HIJO DE... IMBECIL DE PACOTILLA Q XQ ME TIENEN SUJETA Q SI NO TE REVIENTO AMOS A CUADROS ME HA DEJADO TU COMENTARIO GILIP.....
    Y Q ES ESO DE PERDIRLE Q SE CASE CONTIGO POR DESPECHO EEE Q ES ESO SUBNORMAL DE PACOTILLA EEE Q ES ESO AMOS Q LA HAS TENIO PA TI 6 AÑOS Y NO HAS SIDO CAPAZ DE NADA CON ELLA EN ESE TIEMPO EE CRETINO EEE Q SI TE COJO NO SE Q TE HAGO IMBECIL TONTO DEL BOTE AMOS AMOS AMOS SI ANTES ERAS MENOS 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 AHORA LO ERES X MIL MAS O POR UN MILLON ESO AMOS AMOS AMOS Q TE REVENTABA Q NO LE LLEGAS AL SUPREMO DE TU BRO AAIIS TU BRO Q ME LO COMO M AADRE MIA Q WENO Q TA NI AL SUPREMO DE HH NI A LA SUELA DE LOS ZAPATOS

    ESO SI CON LOS OJOS ASI O.O A CUADROS COMPLETAMENTE Y LA MANDIBULA PERDIDA POR EL SUELO CON SARANEITOR MAAAAAADREEEE MIIIIAAA LA HA POSEIDO LA ESTEBAN O SU VERSION DE ESTEBANEITOR Y ELLA POR HH MATA Y VAYA Q SI MATA UN POCO MAS Y SE CARGA A LA GUARRA DE LA MARY Y AL INNOMBRABLE Q SE CARGA AL INNOMBRABLE Y BUENO LA HAGO UN MONUMENTO EN MITAD DE TRAFAGAL SQUARE AMOS Q SI JAJAJA

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    1. Y PORQUE LAS MAYUSCULAS NO SON MAS GRANDES Q SI NO LAS HACIA MAS GRANDES BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEN BIIIIIIIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEN X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN CARNACAAAAAAAAA X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN DE LA BUENAAAAAAAAAAA X FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN SE HAN DECLARADO SENTIMIENTOS MUTUAMENTE Y HAN HECHO COMO EN LA CANCION DE SABINA Y LA DURCAL BESARSE EN CADA FAROLAAAAAAAA AAIS Q ME ENCANTA ESA CANCION DE Y NOS DIERON LAS DIEZ Y LAS ONCE BIIIIIIEEEEEN AAIIIISS Q BONITO AAAIISS MAADRE (CORAZONES Q YA NO SABEN DE DONDE SALIR SI DE MIS POROS DE MIS OJOS O DE DONDE XD AAAIIIIS SUSPIRO DE ENAMORADA Q BONITO MAAAADREEE) Q GANAS TENIA DE ESTE MOMENTAZO Q GANAS DIOS Q GANAS AAAIIIISS Q BONITO Q BONITO YO TAMBN QUIERO

      ESPERO Q NADA NI NADIE Y NI MUCHO MENOS UN INNOMBRABLE ESTROPEE ESTO XQ SI NO VOY PARA ALLA Y LA LIO ME LO CARGO VAMOS A QUIEN SEA A QUIEN SEA Y AAIIS Q BONITO CUANDO ELLA SE QUEDA MIRANDO COMO SU CHURRI XQ YA SE PUEDE DECIR Q ES SU CHURRI AAISS Q NO SOY CAPAZ DE ESCRIBIR ESTO SIN SOLTAR UN SUSPIRO DE AAIISS Q BONITO SE VA CALLE ABAJO Y ELLA LE PIDE Q SE QUEDE PERO EL NO QUIERE XQ ES UN CABALLERO COMO LA COPA DE UN PINO DE GRANDE PERO ESO SI YA EL MOMENTO DECLARACION LO HAN DADO TODO LOS DOS AAIIS Q PRECIOSIDAD Q BONITOOOO AAIIS

      Y BUENO MI EDEN SUPREMA ELLA Q ME ENCANTA Y ME LA COMO AHI AYUDANDO EN LO Q PUEDE Y ELLA DANDO LOS CONSEJOS SIN QUERER ES Q ME ENCANTA ESTA MUJER ME CHIFLA ME LA COMO CON PAPAS

      EN FIN QUIERO MAS COMO SIEMPRE XQ ME HE QUEDADO CHOCHA Y CON OJIPLATISMO PARA TODA LA TARDE Y ESO NO SE HACE MALIGNA Q MAÑANA TENGO UNA VISITA Q DAR Y VOY A ESTAR PENSANDO TODA LA TARDE EN HH Y SARANEITOR MALIGNA Q ERES UNA MALEFICA MALIGNA
      HE DICHO

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  3. Uyyyy Sarah quiere jugar a los medicos con Henry y no sabe como hacerlo... como ya dije esta tarde, a mi me pasa lo mismo que a esta buena y ciega mujer cuando estoy mal, no se pq siempre es a las tres de la mañana... Los capitulos que esta buena y mala mujer publicaba... siiiiii.... es cierto!! Nos tienes enganchadas con tus malignidad XD
    O.O!!!! DIOOOOOS!!! WHHHHATTTT!!!!!???? ESTE TIO ES GILIPOLLAS!!!!! Y ademas de que sea medico, abogado y que hable tres idomas, no trata de comprarla!!! Que cuando ha sacado el dinero yo le habria dado un par de ostias!!! Olleeeee ahiiiii ahi Sarita!!! Aunque yo le habría plantado el tortazo... lo de este hombre... es mala suerte ya!! siempre se tiene que encontrar en las peores situaciones!! Anda que el panorama... madreee.... Mary, preparate mona!! Pq mira que los escorpiones tenemos paciencia, pero como se enfade... arde roma!!!! Diooos... que calor!!! Y que bien dadas esas dos ostias!!! XD que bocao le daba!!!!! XDXD esperando el siguente con deeeseeeeoooo XD

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