domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 27 Amor a golpes


CAPITULO XXVII
Lauren Sunbright
No era nada habitual recibir un regalo de Navidad, cuando faltaban exactamente dos semanas para esa fecha. A no ser que fuese un cumpleaños, un santo o se celebrase alguna efeméride especial que conllevara la entrega e intercambio de presentes. Pero mucho menos habitual era que ese regalo consistiese en dos invitaciones para asistir a un lugar en el que iba a organizase un evento organizado con bastante secretismo.
Pues eso precisamente era lo que le había sucedido a Sarah.
Lo único que la tranquilizaba e este sentido era que el regalo provenía de Henry y que éste le había asegurado que le entusiasmaría.
No obstante, sus dudas y recelos a este respecto reaparecieron con más fuerza que antes si cabe cando le explicó el lugar exacto al que tenía que dirigirse: la residencia de los Cassidy.
Buscó algo de información acerca de dicha familia en las columnas de Christina y descubrió con horror y pánico que los Cassidy eran una de las familias aristocráticas de más renombre y que actualmente contaban entre sus miembros con la incomparable de su temporada (por la renuncia pública de Katherine MacReed) Cassandra. Una Cassandra que, sino se le torcían mucho las cosas acabaría contrayendo nupcias al final de esta temporada.
¿Una familia aristócrata?
¿Un evento de la alta sociedad?
¿Por qué había conseguido Henry un par de invitaciones para actos de este tipo cuando él apenas tenía relación con la aristocracia?
¿Qué demonios quería que fuese a hacer ella allí?
No obstante, con tal de que asistiera, la había convencido utilizando todas las armas de las que disponía: tanto físicas como psíquicas. Además de que la había besado hasta dejarla sin sentido cada vez que ella sacaba el tema a colación para intentar sonsacarle algún tipo de información; confundiéndola de tal manera con estas acciones que siempre acababa olvidándose de qué habían estado hablando, el lugar donde se hallaban e incluso quién era.
¿Quién iba a oponer resistencia ante tanta vehemencia argumentativa? No sería ella desde luego.
Además, ante la ausencia de pistas, ya sí que sentía una enorme curiosidad acerca de qué era exactamente lo que tanto podría gustarle de un evento que organizaba una conocida matrona aristocrática.
Eso sí, decidió cubrirse las espaldas en el caso de que se aburriera y no pudiese marcharse antes de tiempo por normas de protocolo y se llevó a Eden con ella.
Una Eden que llegaba tarde y que era el motivo por el cual estaba esperándola en la entrada de la mansión para asombro mayúsculo del mayordomo; quien al parecer no toleraba muy bien el frío y por tanto era incapaz de entender cómo podía permanecer a la espera en la calle, con las bajas temperaturas que hacía y la nieve que había caído la noche anterior.
Probablemente la nieve sería el motivo de su retraso.
Puede que incluso el motivo fuese que se estuviera peleando con el vestido que tenía que ponerse para el evento y que miss Anchor había conseguido que le prestasen; de corte mucho más aristocrático y de mucha mejor calidad y confección. Y por tanto, completamente diferente de los que solía llevar. Sarah esperaba y deseaba que éste no fuera el motivo porque si no, la mataría.
O pudiera darse el caso también de que se hubiera perdido en el camino hacia la calle de los Cassidy; sita en Dover Street[1] pues, pese a que se lo había repetido hasta la saciedad e incluso se lo había anotado por escrito, el sentido de la orientación de Eden no estaba muy desarrollado. Además, dado que no estaba acostumbrada a cruzar Regent Street, era bastante probable que acabara perdiéndose durante el camino y que ése fuera el motivo de su tardanza.
Incluso, tampoco sería nada desdeñable que el motivo del retraso de Eden fuera una mezcla y conjunción de las tres posibilidades que habían cruzado pro su cabeza.
Por eso, decidió continuar esperándola no en la entrada de la puerta principal de la casa como había hecho hasta ahora sino en el inicio de la calle (aunque tampoco tuvo que caminar mucho más tiempo porque la casa de los Cassidy ocupaba la esquina).
Tan concentrada estaba Sarah en la localización y en el acertijo del momento exacto en que se produjese la llegada de su amiga que no fue consciente de que apenas echó a andar, una persona salió del interior de la casa de los Cassidy.
No obstante, pronto lo hizo.
Primero la olió.
No porque emitiese un olor especialmente agradable o pestilente. Bueno pestilente…no sería la palabra más adecuada para utilizar en este caso. Sería desagradable.
Porque en este caso, la persona que salió de casa de los Cassidy olía a tabaco y, probablemente tuviese el fumar como un hábito.
Tabaco.
Un olor que desde que estuvo en Almack’s le desagradaba sobremanera y le provocaban unas inmensas ganas de toser, así como sus ojos comenzaban a picarle y a llorar hasta que le resultaba doloroso quizás porque lo asociase con esa noche tan aciaga y bochornosa de su vida.
Después de olerla, la escuchó.
Y con ello pudo comprobar que era una mujer y no un hombre.
Una mujer extremadamente deslenguada y mal hablada según pudo comprobar. Y no del todo, afortunadamente. Aunque para ser totalmente francos y sinceros, preferiría no hacerlo ya que, aunque solo escuchaba retazos de su retahíla de comentarios, de cada seis palabras que pronunciaba, cuatro eran palabrotas o maldiciones.
Soeces palabras que siempre giraban en torno a que tenía demasiados nervios, que no estaba preparada y sobre todo, en cagarse en la bella estampa (en realidad, usó otra frase) del rubito angelical tocapelotas y mosca cojonera.
Sarah reprobó inmediatamente ese discurso y retahíla de atentados contra el léxico. Máxime cuando estaban a plena luz del día y en una calle tan transitada u de residencias de tan alto nivel como Dover Street era.
Y así se lo iba a hacer saber.
Pero entonces la vio.
Y se quedó boquiabierta y paralizada por la visión.
La persona que había soltado esa serie de barbaridades por la boca era en efecto una mujer, pero lo que ella no esperaba de ninguna de las maneras era que fuese ¡una adolescente!.
¡Una adolescente pudiente!
Pero si tenía que estar a punto de debutar ¡por Dios!
¿Quién demonios la había enseñado a hablar y maldecir de semejante manera?
Y ¿quién la había dejado fumar?
Pensaba informar de este hecho a los propietarios de la mansión en cuanto accediese al interior, pues no le cabían dudas de que desconocían este dato.
Aprovechó el estado de abstracción que la jovencita tenía fruto de su enfado mayúsculo para observarla con atención: era bajita (más o menos como ella o quizás de la altura de Penélope), vestía un vestido de corte imperio francés color crema que resaltaba el color más bien bronceado de su piel y además, llevaba una diademas rematada con un enorme lazo rojo que iba a juego con sus zapatos. Tenía también una gran mata de cabello rizado; rizos que habían perdido algo de su definición con la humedad y que en cambio habían ganado volumen.
Quiso continuar con la observación detenida pero en ese instante, la chica terminó de fumar el tabaco de su pipa y entró en el interior de la casa, maldiciendo (más bien, cagándose) el frío londinense y ella volvió a concentrarse en la llegada de Eden.
Una Eden que tampoco se retrasó mucho tiempo más y quien explicó que el motivo de su tardanza había sido un exceso de actividad y afluencia de compradores a última hora en la pastelería y no cualquiera de las tres teorías que se había planteado. Es más, ni siquiera tuvo problemas o reparos a la hora de vestirse con el vestido (el cual ya llevaba y le sentaba como un guante), justo como se había imaginado.
Ahora sí, y ya juntas, entregaron sus acreditaciones e invitaciones al mayordomo de la puerta para acceder, ya sin problemas al interior de la mansión.
Ambas mujeres, extrañas y obviamente igual de fuera de lugar, perdidas y temerosas, decidieron disminuir su estado de miedo conjunto aliando efectivos y fuerzas y paseando con los brazos entrelazados en silencio y la una junto a la otra tan cerca, que acabaron frotando sus caderas y estorbándose al caminar por el contacto de ambas faldas; las cuales se habían convertido en un obstáculo a la hora de dar zancadas.
Mientras Sarah; quien de las dos era la que tenía más experiencia en lugares y en situaciones como ésta se imaginaba que el evento de hoy podría ser algo parecido a la recreación histórica de los misterios de Eleusis[2], Eden; quien nunca antes había estado en tan en el interior de la residencia de un noble era quien retrasaba la “marcha” deteniéndose de forma brusca y repentina cada tres pasos para admirar la riqueza de los detalles con la que estaba decorada. Probablemente, también se hubiera acercado para cerciorarse de la buena calidad o confección con la que estaban realizados.
Sin embargo, el miedo la paralizaba y por ello, se contenía.
Al final y gracias a las indicaciones de otro de los sirvientes de los Cassidy, alcanzaron su destino y descubrieron para decepción enorme de Eden y aumento considerable del recelo en Sarah, que el evento iba a celebrarse se haría en una sala casi vacía de personas por el momento, pero lleno de sillas a ocupar dispuestas en forma de semicírculo frente a una hilera de sillas situadas en línea recta y justo por detrás de una única silla central a mitad de camino entre ambas.
Ellas quisieron pasar lo más desapercibidas posible y por tanto, escogieron como primer lugar donde sentarse, una esquina de la última fila. Sin embargo, ahí demostraron su provincianismo y su nula experiencia en estas lides porque pronto fueron informadas de que esos no eran sus lugares y les guiaron hasta los suyos; sitos en la misma posición solo que en la segunda fila.
Parecía que iba a ser un en exclusiva un evento para mujeres a excepción de los sirvientes porque sólo eran personas de género femenino las que entraban en el salón.
Hasta el momento en que una embarazadísima (de casi nueve meses) Katherine MacReed  vestida a la escocesa, hizo acto de presencia, despejando con esto cualquier tipo de duda acerca de la continuidad de las rencillas, odios y rivalidades entre ella y su ahora sucesora, apoyada y ayudada a caminar por la imponente presencia de su esposo; el laird Evan Mac Reed quien medía casi dos metros.
Poco después llegaron juntas también Verónica Gold, Rosamund Appleton y Penélope Crawford; a quien Sarah saludó con excesivo entusiasmo desde la lejanía.
El siguiente hombre que rompió con la dinámica femenina de la sala fue Christian Crawford. Un Christian al que Eden fue la primera persona que vio, poniendo gesto de disgusto inmediatamente al descubrirlo allí.
Incapaz de mirarle mucho más tiempo de seguido sin hacer una barbaridad, decidió informar a Sarah de su llegada.
-          Ahí está tu jefe – anunció después de tocarle el hombro Sarah le miró extrañada y Eden añadió: - Tu jefe – Christian Crawford – concluyó.
“¿Christian?” se preguntó confusa. Siguió las indicaciones de la cabeza de Eden y… le descubrió allí, sentados varias filas por detrás de ambas.
Lo cierto fue que le sorprendió verlo allí.
De hecho, le sorprendió incluso volver a verlo pues no habían vuelto a tener contacto cara a cara desde el día en que escogió a Henry en vez de a él. Desde ese momento, habían mantenido una correcta y educada relación por correspondencia.
Le saludó con un asentimiento de cabeza, antes de preguntarle a Eden, bastante sorprendida.
-          ¿Conoces a Christian? –
-          Eh… - titubeó ella, nerviosa. – Sí – reconoció con fastidio. – Tuvimos un encuentro casual y fortuito en el que nos conocimos – explicó.
Ahí Sarah dejó de prestarle atención y Eden recordó ese momento preciso.
“Trotaconventos” pensó. Y dicha palabra resonó tan fuerte y cercana en su mente que por un momento pensó que el propio Christian la estuviera repitiendo y llamándola de esa manera a voces. Cosa que no iba a consentir.
Por ello, se giró nuevamente en su dirección, clavó su mirada fija en él y con esta acción descargó toda la ira y rabia contra su persona por haberla provocado un ataque de nostalgia tan grande acerca de su padre y su pueblo que lloró después de mucho tiempo sin haberlo hecho.
Muy intensa debió ser la mirada que le lanzó porque Christian enseguida fue consciente de que era el punto de fuga y el centro de atención de una persona presente en el salón.
La buscó con la mirada y no pudo evitar sorprenderse al descubrir que era Eden y no Sarah como había pensado en un principio quien le miraba de esa manera.
“Ahí está” pensó Eden sonriendo. “Justo a tiro” añadió al comprobar que él correspondía a la intensidad de su mirada.
Justo en ese momento, una idea loca y para nada adecuada y acorde con el ambiente en el que se hallaba cruzó por su mente. Por eso mismo, no pudo dejar pasar la ocasión: le sacó la lengua para mostrarle el nivel de desagrado que le provocaba antes de dedicarle en exclusiva un visible (y doloroso para ella) corte de mangas, antes de volver inmediatamente la cabeza hacia delante sin detenerse si quiera a admirar su reacción o darle tiempo a que le dedicase una respuesta.
Sí.
Sabía que su acción y comportamiento había sido excesivamente infantil y totalmente desproporcionada pero…¡Por Dios!
No podía negar que le había gustado hacerlo y que volvería a repetirlo si estuviera en su mano y la ocasión fuera especialmente favorable. Mucho más cómoda, relajada y satisfecha consigo misma, miró al frente a la espera de lo próximo que tenía que suceder en evento que parecía no comenzar nunca.
Sin que todas las sillas del salón se hubiesen ocupado y por tanto, el aforo no se hubiera completado de personas (aunque faltaban muy pocos), las personas que debía ocupar los asientos de las fila recta y principal comenzaron a salir; siendo Henry Harper el primero de todos ellos, para incredulidad de ambas mujeres.
En cuanto Sarah lo vio aparecer, Sarah no pudo evitar enrojecer y agachar la cabeza cuando éste la saludó apenas elevando una mano una vez estuvo sentado; casualmente justo frente a ellas.
A Eden no le extrañó que Henry las saludase; lo que realmente le causó extrañeza y llamó poderosamente su atención fue la reacción de Sarah. La miró fijamente y esperó en silencio a su respuesta y explicación.
Al ver que no llegaba, la golpeó en el hombro con suavidad para darle el empujoncito que sabía que el faltaba.
-          Henry y yo… somos novios – acabó por confesar entre susurros.
-          ¡Ya era hora que lo dijeras! – exclamó Eden riendo. – Primos decías – dejó caer con ironía. – Estaba claro que no erais primos desde que vino a verte la primera vez al bloque de apartamentos de miss Anchor – explicó. – Pero como no es nada tuyo, yo sí que lo he tomado como de mi familia así que ¡enhorabuena prima! – le felicitó abrazándola.
Y después miró a Henry, elevó el dedo pulgar para mostrarle su conformidad por la formación de esta pareja y… amenazarle con el dedo índice para advertirle que le golpearía mucho y le cortaría la cabeza si hacía daño a su amiga; gestos que sacaron una sonrisa en él.
No obstante, poco tiempo más pudo continuar amenazándole porquetodas las sillas desea fila se completaron y con esto, todos los asistentes se dieron cuenta de que estaba destinada a aquellas personas que tenían o iban a tener algo que ver con lo que iba a suceder: estaban Cassandra Cassidy, un hombre desconocido al que pocos reconocieron como Joseph Harper; de tan esquivo y reacio que era a este tipo de eventos sociales, Henry Harper; que iba a la zaga a su hermano mayor en comportamiento social y la anfitriona del mismo, la señora Cassidy.
Mujer que se puso en pie y comenzó a hablar para desvelar por fin el misterio que tanto rodeaba a este encuentro.
-          ¡Sed bienvenidos todos y todas a mi humilde hogar! – exclamó con orgullo al descubrir el lugar abarrotado de gente. – Todos os preguntaréis qué hacéis aquí y por qué no sabéis apenas nada de lo que va a ocurrir – añadió. – Relajaos, porque ese momento ha llegado a su fin – pidió. Suspiró. – A todas y cada una de las personas que estamos aquí hoy presentes en la sala quizás no nos apasione la lectura y la literatura. Pero sí que tenemos algo en común con respecto a este tema: todas estamos absolutamente enganchadas a los folletines que Lauren Sunbright publica de forma semanal en el periódico The Chronichle ¿no es cierto? – preguntó a la audiencias; recibiendo asentimientos de cabezas de todos los allí presentes de manera más o menos evidente. – Pues bien, abrid los programas que se os han entregado según ibais llegando por favor – volvió a pedir, esbozando una sonrisa.
“¿Programas?” se preguntaron Sarah y Eden mientras se miraban extrañadas. “¿Qué programas?” añadieron. “¡No hemos recibido ningún programa al entrar!” protestaron.
Ambas decidieron asegurarse de todas las maneras posibles antes de protestar ante tan evidente exclusión y levantaron ligeramente el trasero de sus asientos y palpar sobre él en busca de algún papel del que no hubieran sido conscientes antes de sentarse pues no habían mirado.
Efectivamente, ahí estaba el programa. Enrojecieron muertas de vergüenza por la ignorancia que habían demostrado con este hecho aunque, su nivel de color descendió cuando se dieron cuenta de que esto mismo le había sucedido a las tres cuartas partes del público femenino allí presente.
Ni siquiera les dio tiempo a abrir para leerlo porque fue tan el murmullo y los comentarios en voz baja que comenzaron a formarse según las filas precedentes los iban abriendo que Sarah y Eden pudieron hacerse una idea de que la sorpresa iba a ser muy agradable y mayúscula. Incapaz de resistirlo mucho más, Sarah abrió su programa y sintió cómo Eden se acercaba a ella para también leer de allí; demasiado vaga para abrir el suyo propio.
Juntas leyeron el contenido y… sus ojos salieron de sus órbitas.
Incluso tuvieron que morderse la lengua para no dar grititos de alegría y ser el centro de las burlas del resto de mujeres allí presentes.
¿El motivo?
¡Lauren Sunbright iba a estar allí presente en menos de cinco minutos!
¡Iban a conocer en persona a la autora que las traía de cabeza con sus historias románticas!
¡No podían creer la buena suerte que habían tenido!
O bueno, sí que podían creerlo porque había sido gracias a Henry por lo que estaban allí.
Henry, quien estaba sentado justo enfrente de ellas y disfrutaba como un enano al ver cómo estaban conteniendo sus emociones y conseguían no mostrarlas a duras penas. Soltó una leve risita y arqueó las cejas con superioridad, indicando con este gesto a ambas mujeres que como les había advertido (aunque en realidad solo había sido a Sarah) sabía que este detalle les entusiasmaría).
Adoración era lo que ambas sentían por Henry en ese instante y por eso, aprovecharon el revuelo formado para ponerse en pie y aplaudir su iniciativa mientras Eden le lanzaba besos, como si se tratara un actor de teatro que había salido a recibir la aclamación de su público al concluir su obra.
-          ¡Orden señoras por favor! – pidió la señora Cassidy llamando a la calma. – Orden – repitió, y ambas mujeres se sentaron. – Antes de darle paso a la autora me gustaría indicar un par de cosas: la primera es que hoy en rotunda exclusiva se pondrá a la venta el libro de lady Delia y el marqués y que será la propia autora quien nos deleitará con la lectura de los capítulos finales para justo después las interesadas, podrán hacerse de un ejemplar dedicado en exclusiva por la propia Lauren – explicó.
Eden y Sarah volvieron a mirarse y esta vez maldijeron mentalmente. No llevaban dinero encima para comprarlo y por tanto, no podrían tener su ejemplar dedicado.
“¡Demonios!” exclamaron enfadadas
-          Lo segundo que me gustaría hacer es agradecer personalmente la iniciativa e inestimable colaboración del señor Henry Harper; sin cuya intervención este acto jamás hubiera tenido lugar y agradecer a su hermano, el señor Joseph Harper su presencia hoy aquí en representación de la editorial que ha publicado el libro – explicó.  A ambos, gracias – dijo indicando que se levantara y comenzando a aplaudirles. Gestos que fueron imitados por todos y cada uno de los allí presentes a excepción de Christian Crawford. No hizo falta en realidad, pues el entusiasmo de Eden lo suplía. De tal forma que sus aplausos eran equivalentes al de tres personas mínimo e incluso silbó para enfatizar su agradecimiento.
Tras una generosa ovación, los dos hermanos se sentaron y la señora Cassidy hizo lo propio, indicando de forma silenciosa a uno de sus sirvientes que abriese la puerta e hiciese por fin pasar a la autora; poniendo fin a la espera y a la ansiedad del público expectante.
Aún tardó un rato más en salir de donde quiera que fuese que estuviera esperando dicho momento la autora; aumentando con ello el murmullo y la creciente ansiedad y expectación por conocer su aspecto físico. Quizás estuviera haciéndolo a propósito incluso, como un capricho de grandeza pero hubo incluso mujeres que sin disimulo se levantaron completamente de sus asientos y se inclinaron para ver si por casualidad, eran las primeras en atisbarla desde la lejanía. No hubo suerte para ninguna de ellas.
Por fin, Lauren Sunbright salió y el público allí presente respiró tranquilo y el ambiente volvió a adquirir tintes de relajación y comodidad; pues todas las mujeres pudieron comprobar finalmente el aspecto físico de la mujer que provocaba y traía a sus mentes sueños románticos.
No fue hasta que la autora comenzó a enfilar el camino dirigido expresamente a la silla central cuando comenzaron los comentarios en voz baja acerca de su aspecto físico; alcanzándose más revuelo que en la misa de los domingos de la catedral de San Pablo. Ahí fue cuando Sarah también miró hacia Lauren Sunbright, pues no entendía cómo unas mujeres de cierta edad (y en teoría adultas y responsables en su modo de actuar) podían comportarse peor en público que unas jovencitas debutantes solo por el aspecto físico que la susodicha mujer podía tener.
Alzó la vista y entonces lo supo y lo entendió.
¿Esa era Lauren Sunbright?
Imposible.
¡Ella le conocía!
¡Era la misma jovencita que había despotricado cual marinero en el callejón! ¡Y además fumaba en pipa!
Tenía que haber un error.
Seguro que ahora llegaría al centro y explicaría que la verdadera Lauren Sunbright se encontraba enferma o algo por el estilo. O mejor que no abriese la boca porque… con lo que había escuchado no sabía que era mejor; si que la chica lo explicase o no. Pero en cualquier caso ésta no podía ser de ninguna de las maneras una de sus escritoras predilectas del último año.
No podía ser su Lauren Sunbright.
¡Pero si era una cría!
Ella se imaginaba a Lauren Sunbright como una Jane Austen mucho más cercana. Bien es cierto que no había visto en su vida a Jane Austen y por tanto, desconocía el aspecto físico que también pudiera tener. Pero seguro que no era como el de esta chica de pelo alborotado y lengua excesivamente suelta para mal. Sería normal y corriente y con una mirada sagaz, inteligente e intuitiva.
Por fin la insegura chica en su forma de caminar llegó a la silla y suspiró. Iba a hablar y a explicar el motivo de la ausencia de la autora a su manera.
Sarah lo esperaba con impaciencia.
Pronto iban a quedarse sorprendidas con las asombrosas capacidades lingüísticas de tan pequeño ser, se horrorizarían y escandalizarían en grado sumo y la acabarían expulsando de allí sin miramientos.
Ya le daría la razón, ya…
Para su total incredulidad, la chica no solo no explicó el motivo de la ausencia de la escritora sino que se presentó como la propia Lauren Sunbright con un tono de voz completamente diferente al que salió de su garganta en el callejón; mucho más profesional y adulto sino que como si realmente se tratase de ella, ocupó su lugar en aquella silla, abrió lo que parecía ser uno de los ejemplares del libro de lady Delia y del marqués (cuyo título aún no se había desvelado) y comenzó a leer justo por lo que parecía ser el capítulo inmediatamente posterior al último folletín que The Chronichle publicó.
Aunque intentó concentrarse en el misterio y la resolución de un caso clarísimo de suplantación de identidad, pronto el tono dulce de voz de la chica y sobre todo, el argumento de la historia que en teoría ella había creado la envolvieron de tal manera que, se olvidó de todo lo demás y solo se concentró en las aventuras y desventuras de esta pareja literaria que tantos corazones había cautivado.
Y por eso, no pudo evitar que se le escaparan un par de lágrimas cuando Lauren leyó las que eran las últimas frases de dicha historia:
-          Lady Delia miró al marqués y el marqués clavó su mirada en lady Delia. Ninguno de los dos dijo ni una sola palabra. No hizo falta porque los dos sabían que pese a todos los obstáculos que el destino les habían interpuesto y todas las pruebas que habían tenido que superar para estar juntos, había merecido la pena. Pues ambos sabían que los amores en los que había algo de sufrimiento, eran los más duraderos de todos los existentes y los que más perduraban en el imaginario popular -. Acto seguido, cerró el libro, miró al público y añadió con una sonrisa mientras decía: - Fin -.
En el mismo instante en que pronunció esa palabra, se escuchó una horda de suspiros en la sala e incluso Lauren pudo comprobar con total sorpresa que incluso varias de las mujeres habían derramado lágrimas. Lo que ella no supo es que también el bebé de los MacReed dio una patada al concluir el relato, confirmando con este gesto a sus orgullosos y ansiosos papás que iba a ser una niña; tal y como el método egipcio de Penélope había predicho. Y casi sin darse cuenta, Henry la tomó de la mano y la puso en pie para que pudiera recibir la ovación que se merecía.
Ovación que recibió de forma bastante efusiva cuando todas las mujeres (y los pocos hombres allí presentes) se levantaron y comenzaron a aplaudirla dejándose las palmas en ello. E incluso Eden, a la que no le había gustado porque no le había contado la historia de Serena, Christopher y Harry y por tanto, estaba bastante perdida en el argumento, volvió a silbar aprovechando la ocasión.
Después y como si se hubiera producido una carrera silenciosa por la supervivencia en la que el premio era ser la primera persona que tuviese un ejemplar del libro de Lauren Sunbright publicado; todas las mujeres salieron corriendo hacia su persona. Incluso Katherine; quien esquivaba rivales gracias a lo abultado de su tripa.
Al ver semejante oleada de personas dirigiéndose en su dirección y contra ella; tan pequeña cosa, Lauren sintió mucho miedo y unas enormes ganas de salir corriendo y esconderse. Pero no lo hizo porque ambos hermanos Harper se colocaron delante de ella, actuando como los garantes de su seguridad y encargándose de controlar a la masa, ordenando en algunas palabras y sugiriendo con buenas palabras en otras que hiciesen una fila y que mantuviesen el orden pues Lauren había prometido no marcharse de la mansión de los Cassidy hasta firmar el correspondiente ejemplar a todas y cada una de sus fieles lectoras; noticia que las tranquilizó sobremanera y que provocó que más o menos se comportaran y mantuvieran la compostura y un comportamiento civilizado hasta que les llegase su turno.
Una a una, Sarah y Eden, observaron como todas las mujeres allí presentes compraban al menos ejemplar de la historia de Un amor inesperado; la historia de lady Delia y el señor marqués, muertas de envidia y con un tremendo fastidio; Sarah especialmente, pues no había mujer soltera que no aprovechase la tesitura y circunstancia de tener a Henry tan cerca para intentar coquetear con él de forma bastante descarada.
El único motivo por el que permanecía impasible de manera fingida era porque no había sido presentada como su novia a la familia y sobre todo porque esperaba con bastante ilusión el poder charlar apenas un par de minutos con su escritora favorita aún sin haberle comprado el libro para decirle cuánto le gustaban sus historias una vez todas las mujeres se hubieran marchado.
No obstante, no pudo ver cumplido su objetivo porque tras las mujeres y para su incredulidad, los hombres continuaron con la dinámica: primero fue Christian; lo cual le sorprendió aunque algo menos porque al fin y al cabo, Christina tendría que hacer reseña del evento y sobre todo, de la autora. Quien realmente le sorprendió que le pidiese un ejemplar dedicado fue Henry; el organizador del evento y alguien, que en teoría la conocía bastante bien pues sin su inestimable ayuda, la autora no hubiera venido hoy.
Pero sin embargo, si se había acercado para pedirle un ejemplar y se comportaban con una perfecta cordialidad… eso quería decir que no la conocía y que le había mentido. O eso creyó, hasta que vio cómo se abrazaban de forma bastante efusiva en público y por tanto, no le quedó más remedio que acercarse un par de pasos.
-          ¡Ya no vienes a vernos! – le regañó Lauren solo después de haberle soltado. .- Te echamos de menos – añadió. – Yo te echo de menos – apostilló, con tono de voz seductor.
“¡Vaya!” exclamó, Sarah, aunque sin sorprenderse en exceso. “Sí que se conocen” añadió.
-          Eh… - titubeó. - Pequeña enana ¿cómo voy a verte con lo ocupada que estás entre tus escritos y tus libros, más ahora que vas a ser famosa? – le preguntó, burlón.
-          Sabes lo que quiero decir – respondió cuando dejó de reírse y golpeándole el brazo con suavidad.
-          Entonces…supongo que no me quedará más remedio que volver – añadió pensativo.
-          ¡Sí! – gritó ella abalanzándose sobre él. – No sabes lo feliz que vas a hacer a todos allí – dijo, dándole un beso. – Y a mí, también – agregó. – Sbes lo que me debes – advirtió.
-          Es cierto – recordó. – Ve eligiendo fecha para la boda – añadió. – No te fallaré – aseguró, apretándole las manos con fuerzas antes de volver a abrazarla con fuerza.
“¿Hola?” se preguntó Sarah sorprendida a la par que enfadada. “¿Henry?” añadió, a voces en esta ocasión. “¡Henry!” gritó, dando un pistón en el suelo. “¿No se supones que esto es por mí?” se preguntó. “Entonces ¿por qué no dejas de coquetear descaradamente con la autora y me presentas como tu novia?” gruñó. “¿A mí?” exclamó autoseñalándose e intentando llamar su atención.
Pero fracasó, pues al parecer Henry estaba mucho más (por no decir totalmente) concentrado en su nueva amiguita intelectual (en ocasiones) y sobre todo, en abrazarla y restregarse contra ella  besándose en público sin ningún tipo de pudor; como cuando realizaba su papel de Doble H.
Harta de que la ignorasen tan evidentemente, bufó y gruñó antes de salir de casa de los Cassidy no corriendo; pues eso llamaría mucho la atención de todos los asistentes que allí continuaban pero sí caminando con pasos firmes y rotundos a una velocidad algo más rápida de lo que solía hacerlo habitualmente.
De hecho, caminó tan rápido y con tal seguridad por la mansión de los Cassidy que no parecía que fuera la primera vez que la estuviera visitando. Por ello, Lauren solo pudo alcanzarla (y su trabajo le costó) una vez ya en la calle.
-          ¡Sabrina! – gritó, pero Sarah entre enfadada y que no era su nombre, no se detenía. - ¡Sabrina! – repitió, consiguiendo el mismo caso; cero. - ¡Sabri…! – repitió, tomándola de la mano. - ¡Ay Dios! – se quejó, sintiendo que le faltaba el aire. – Necesito dejar el tabaco – añadió con la lengua fuera, encorvada y respirando con mucha dificultad. No obstante, y pese a que no se había recuperado del todo, al sentir la mirada fija de Sabrina sobre ella, se irguió solemne y le dijo por cuarta vez – Sabrina – en un tono que expresaba bastante bien el grado de disgusto que tenía. - ¡Te he estado llamando – explicó, reseñando lo que era obvio. – A voces – apostilló contendiendo su furia. - ¿Es que no te has dado cuenta de ello? – preguntó.
-          ¡Oh sí! – dijo ella con ironía. - ¡Por supuesto que me he dado cuenta! – añadió. – Al igual que me ha dado cuenta de cómo Henry y tú coqueteabais, os abrazabais y os besabais en público ¡sin que el protocolo os importara nada! – exclamó, con enormes aspavientos de los brazos.
-          Celosa ¿no? – le preguntó, conteniendo su risa apenas.
-          ¡Es obvio que sí! – gruñó, aunque este pensamiento se le escapó y se tapó la boca con las manos horrorizada por lo que acababa de escapar de su boca.
Lauren esta vez sí que sí se echó a reír a carcajadas ante la comicidad de la expresión de su rostro:
-          Así que tú eres Sabrina – dijo finamente mientras asentía con orgullo. – O como Henry te llama, Park – añadió satisfecha. – Tenía interés en conocerte – confesó.
-          Yo también – explicó ella. – Pero después de comprobar el coqueteo y la relación que tenéis mi novio, o ya no tan novio y tú, de repente, se me han quitado las ganas – gruñó.
-          ¿Yo? – preguntó Lauren sorprendida autoseñalándose. - ¿Y yo qué he hecho? – preguntó, sin entender. – Aquí la única que tiene derecho a enfadarse soy yo – estableció, cruzándose de brazos. Ahora era Sarah la que no entendía. – Me has hecho venir desde mi hogar, dejando de lado a mi novio y su obsesión por tener controlados todos y cada uno de los detalles de nuestro enlace, me haces leer en público; cosa que odio pues no tengo don de oratoria, cuando yo era feliz con el anonimato, tengo que aguantar los mimos comentarios y gestos estúpidos de orgullo como pellizcarme en las mejillas de viejas señoronas para poder hablar contigo y entregarte uno de mis ejemplares solo porque Henry me exigió sin tiempo de margen o réplica que viniera y ahora, porque saludo a un viejo amigo vas tú y te enfadas – explicó. –La próxima vez van a venir a tocarme los…Ni el Papa me convencerá de que venga la próxima vez – rectificó. Eres muy rara ¿lo sabías? – le preguntó.
“Alto, alto, alto” dijo mentalmente mientras pensaba que el cerebro le iba a estallar. “Demasiada información” añadió, mientras intentaba procesarlo todo pero tardaba lo mismo que si hubiera vuelto a beber en Almack’s.
-          ¿Tienes novio? – le preguntó ella, dubitativa lo primero.
-          Aún quieres asegurarte ¿eh? – le preguntó, con autosuficiencia y sonriendo. – Sí, tengo novio – respondió. – Desde hace cinco años – apostilló. – Y nos vamos a casar – anunció.
-          ¿Por qué quieres que Henry esté en la boda? – le preguntó.
-          Pues porque él ayudó y creyó en mi hermano cuando nadie más lo hizo y porque también fu la primera persona en ver mi talento y animarme a que lo publicase – explicó. – Y ¿bromeas? – le preguntó. - ¡Para dar envidia a todas las mujeres del pueblo cuando vean qué dos mocetones me acompañan al altar! – exclamó, recreándose en la idea. – Entiendo que te pongas celosas y te muestres preocupada en ese sentido pero…no tienes nada que temer por mi parte – explicó.
-          ¿Perdón? – preguntó sin entender.
-          Henry… - dejó caer. – Vamos a ver, nadie es de piedra ante Henry a no ser que esté ciego – explicó, de forma clara.- Incluso yo misma y quiero mucho a mi Jesus lo intenté en su día pero… fracasé – confesó, apesadumbrada y algo resignada de su destino.
-          ¡Pero si tenías novio! – exclamó horrorizada.
-          Y lo tengo – aseguró Lauren. – Pero Henry era encantador, agradable, muy muy atractivo y mucho mejor partido que mi futuro esposo…no perdía nada por entenderlo… - dejó caer con un suspiro. – Pero fracasé y me rechazó – explicó. – Como rechazó al resto de mujeres que se le acefrcaban con la firme intención y determinación de convencerle de que serían la mejor candidata a su esposa – aclaró. – De ahí el enorme interés que tenía hacia ti y que ha sido el único motivo por el cual he viajado pese a unas circunstancias climatológicas tan adversas – concluyó, mirándola.
-          Pero… - volvió a titubear no queriendo creer lo que su mente le estaba diciendo. – Tú viniste a Londres por la presentación de tu libro – añadió confusa y con un hilo de voz.
-          No – interrumpió ella de forma firme. – Yo vine a Londres a conocer a la novia de Henry a la que casualmente le gustaban mis escritos – aclaró. – Lo de la fiesta de alta sociedad y la publicación de mi libro ha sido una sorpresa inesperada y algo desagradable también debo decir – se quejó. Sarah, aún afectada por la confesión de Lauren y, si era aún posible algo más enamorada de él, continuó mirándola recelosa porque, aún era incapaz de creerse que porque ella hubiera mencionado  varias veces de pasada, él hubiera hecho lo imposible por conseguírselo. Se veía indigna y demasiada poca cosa, si tenía que ser sincera. A Lauren este detalle no le pasó inadvertido y le dijo para terminar con sus dudas: -  Sí hija sí, soy tu regalo de Navidad anticipado – con cierto tono de fastidio. – Con lazo y todo – indicó señalándose el enorme lazo rojo que llevaba en su diadema y que se había puesto a propósito para indicar mejor y de manera más visible su estatus de presente hacia ella. – Y hablando de regalos…-  inició, recordándolo. – Ten – dijo, sacando un libro de entre uno de los huecos de las capas de la falda de su vestido – Es tuyo – le informó. – Henry me pidió que guardase y te dedicase el primer ejemplar solo para ti – aclaró.  - Debe de quererte mucho – añadió, solo cuando Sarah tomó el libro entre sus manos.
Primero Sarah aspiró el olor a libro nuevo con los ojos cerrados mientras lo estrechaba contra ella; de sus olores favoritos junto con el de los dulces recién hechos e incapaz de creer su buena suerte. Después y ya con los ojos abiertos, pasó los dedos por las cubiertas, las solapas y el filo de los mismos para continuar cerciorándose de que era real y no un sueño y solo una vez que estuvo cien por cien segura, miró a Lauren y le preguntó, con una carcajada triste:
-          ¿Qué me quiere? –
-          Yo diría que sí – respondió ella mientras asentía. – Y de la misma manera en que tú lo quieres a él – señaló.
-          ¡Pero si ni siquiera me ha tocado! – protestó. – No hemos pasado más allá de unos cuantos besos y abrazos – explicó frustrada y bufando. - ¿No se supone que los hombres no piensan en otra cosa que meterte mano cuando saben ya de por sí que eres suya? - preguntó, indignada.
-          En teoría sí – respondió ella explicando su propio caso. – ¿Y tú dices que Henry no lo ha intentado contigo? – preguntó extrañada y confusa. Sarah asintió. – Pues no tiene pinta de ser un soso y un aburrido en la cama – explicó Lauren.
-          ¡Exacto! – exclamó Sarah agradeciendo la rapidez mental de esta chica.
-          ¿Y tú en ningún momento te has abalanzado sobre él como una perra en celo? – quiso asegurarse. Sarah negó con la cabeza. – Entonces sí que debe de quererte más de lo que te piensas como para esperar un tiempo para llevarte al catre – dijo. Sarah iba a replicar pero Lauren alzó la mano como gesto de advertencia para que no lo hiciera y añadió: - Y no tengas ni el más mínimo gesto de duda de que no te desea porque he visto cómo te miraba y ahí se destilaba sexo – aclaró. – Todo llegará, paciencia – le pidió apretando la mano.
-          ¡Aquí estás! – exclamó Henry a su espalda. - ¡Park! – añadió besándola en los labios. – Llevo buscándote como un loco durante un buen rato – explicó. – Eden se ha ido – anunció, dándole otro beso suave en los labios. – Enana – le saludó cariñoso.
-          Blanquito – le devolvió ella el saludo mordiéndose la lengua para no decir una burrada mayor.
-          Veo que os conocéis – mirando con recelo a ambas mujeres.
-          Sí – respondió Sarah. – Hemos estado hablando y ya me ha dado tu libro. Es perfecto y me encanta – aseguró. – Muchas gracias Henry –
-          De nada – dijo como si no le hubiera costado bastante esfuerzo organizar todo esto, aceptando los labios que ella le ofrecía. - ¿Ves? – le preguntó. – Te dije que la conocía – le dejó caer.
-          Ahora te creo – aseguró ella mirándole de manera tierna.
-          ¡Ugh! – exclamó Lauren con desagrado rompiendo el clima de romanticismo que habían creado en mitad de la calle – Demasiada azúcar en el ambiente – añadió, encaminando sus pasos al interior de la mansión Cassidy.
-          Hablando de azúcar… - se acordó Henry. – Tengo hambre – explicó. - ¿Quieres que vayamos al Coffe Palace a tomar algo calentito? – le preguntó, echando el brazo sobre su hombro.
-          Me encantaría – respondió ella con una sonrisa mientras le agarraba con su brazo libre por la cintura y juntos comenzaban a caminar.
-          ¡Henry! – les llamó Lauren desde la puerta de entrada cuando ya llevaban caminados más de doce pasos. - ¿Puedo escribir vuestra historia de amor? – le preguntó, esbozando su sonrisa de felicidad a la espera de un consentimiento.
-          Ni se te ocurra siquiera intentarlo enana o te destrozaré – le advirtió él
Frustradas sus expectativas de un nuevo éxito literario, Lauren entró en casa de los Cassidy protestando, maldiciendo y bufando sobre el blanquito y su novia; quienes se creían superiores y más dichosos a la media; sorprendiendo con esta retahíla de palabras a Penélope y Rosamund, con quienes se encontró en la puerta de entrada a la espera del carruaje que las llevara de vuelta a sus respectivos hogares dado que Verónica había decidido quedarse acompañando a sus cuñados.
Las dos mujeres decidieron inspeccionar y otear el horizonte de carruajes que había situado delante de la puerta de los Cassidy y sus alrededores en busca del suyo propio mientras protestaban en silencio (una más que la otra) acerca de las enormes similitudes entre todos los carruajes oficiales; negros y lo pequeños que eran los blasones familiares identificativos que en teoría distinguían a unos de otros.
-          Penélope – dijo Rosamund.
-          ¿Lo has identificado? – preguntó ella esperanzada volviéndose en su dirección.
-          ¿No es aquel Henry? – preguntó dubitativa y con los ojos entrecerrados señalando al chico rubio que se alejaba en compañía de una mujer y quien caminaba de manera exacta a su hermano gemelo; motivo por el cual lo reconocería en cualquier parte
-          ¿Henry? – repitió su amiga poniéndose por delante de ella y siguiendo la línea que ésta le indicaba para confirmar con horror que, en efecto, era Henry y que se marchaba acompañado de Sarah Parker. – No – añadió.
-          Juraría que sí – repitió, no muy convencida de la respuesta de su amiga.- ¿Quién es la mujer que va con él? – quiso saber.
-          Apenas estoy convencida de que el hombre sea Henry ¿cómo quieres que sepa quién es la mujer que va con él? – le preguntó. – Y si va con una mujer ¿qué más te da? – quiso saber. - También tiene derecho a pasar el rato con mujeres, está soltero – explicó.
Su amiga tenía razón.
Su hermano estaba soltero y podría divertirse cómo y con quién le diera la gana tal y como hacían los otros.
El problema era que no le daba igual porque era Henry.
Su gemelo Henry. O en otras palabras, su hermano predilecto.
Y una cosa es que ella conociese de oídas sus escarceos y aventuras amorosas y otra muy distinta era que las viese, aunque fueran lejanas.
Continuó mirando a la lejanía con los ojos entrecerrados, odiando a la mujer que iba con su hermano solo por ese hecho.Ella no lo sabía pero ahora que la había “descubierto” su tiempo junto a Henry se le había acabado. Ya se encargaría ella de eso.
Henry debía tener a su lado a una buena chica y no a cualquier pelandrusca o busca fortunas o renombre como sería la mujerzuela en cuestión. ¡Y pobre de la inocente en el caso en que quisiera plantarle cara negándose a ello! Porque si se le ocurría semejante despropósito, la destrucción de Troya y Pompeya iban a ser una travesura de juego más de los malvados gemelos Crawford comparándola con el grado de destrucción en el que la iba a dejar.
Instintivamente, miró de reojo a Penélope mientras su mente elucubraba un nuevo plan de acción. Llevaba demasiado tiempo inactiva y clamando por una nueva aventura por ese mismo motivo y sus peticiones habían sido correspondidas.
Tenía un nuevo plan vital a realizar: dar con la novia de su hermano Henry.


[1] Dover Street: Fue construido por un sindicato de constructores dirigidos por sir Thomas Bond. El sindicato compró una calle en Picadilly llamada Clarendon House; propiedad de Chrisopher Monck; 2º duque de Albermarle en 1683 y procedió a demoler la casa y a desarrollar la zona. El sindicato también construyó las calles Bond Street y Albermale Street.
A Anne Lister; una famosa actriz victoriana le gustaban alojarse en el 26 de Dover Street y en 1797 el arquitecto John Nash se trasladó al 28 de Dover Street, edificio que él mismo diseñó y construyó una casa mucho más grande a su lado, lugar al que se trasladó a vivir al año siguiente.
Históricamente Dover Street es conocida por ser una de las calle donde se ubicaron clubes de gran fama y renombre; como por ejemplo Albermarle Club, el cual se trasladó a Dover Street antes de su cierre.
[2] Misterios de Eleusis: Ritos de iniciación y culto anuales dedicados a las diosas Deméter y Perséfone que conmemoraban el regreso a la tierra de la segunda. Eran considerados los de mayor importancia en la Antigüedad y todos sus ritos han permanecido en secreto, siendo realizados por mujeres. Reciben su nombre de Eleusis, una pequeña ciudad agrícola, cerca de Atenas.

2 comentarios:

  1. Vale.... me ha encantado el momento Eden corte de manga a Christian XD Y lo que puede llegar a soltar por la boca Lauren cuando esta enfadada, el momento celos me parece mas que justificado y el regalo de Henry supermono :) Y..... madre de dios la que se va liar!!!!! Deseando leer algo nuevo pronto :)

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  2. bueno pues como ya lei el capi y no te voy a llamar malota esta vez xq creo q es innecesario aunq tu sabes de por si q eres una malefica maleficencia he decir q:

    JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJA ME MEO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ME TRONCHO JAJAJAJAJAJAJAJA Q ME MUERO DE LA RISA PRIMERO CON EL MOMENTAZO DE ME CAGO HASTA EN LA MAS BELLA ESTAMPA DE LA DESCONOCIDA Q FUMA EN PIPA ES Q LO HE LEIDO Y BUENO LA DE MONICA NARANJO JAJAJA Y AUN SIGO CON LA TONTERIA JAJAJ

    SEGUNDO EEEEDEN EEEEDEEEN EEDEEEN EEEDEEEN DONDE TE HAGO EL MONUMENTO HIJA MIA DONDE TE LO HAGO PORQUE ME TIENES A TUS PIES QUERIDA SUPREMA EDEN DE LAS EDEN ERES LA MEJOR VIVA TU Y LA MADRE QUE TE PARIO OLE TUS NARICES Y EL CORTE DE MANGAS Q LE HAS LANZADO AL (GESTO DE POTAR COMO HACIA PARA CON POR KATRINA KAIF A QUIEEN NO SOPORTO POR GUARRA Y NO SABER ACTUAR ZORRUPEDA Y LE SUMAS EL GESTO DE PUÑO CHOCANDO CONTRA MANO)INNOMBRABLE Q HASTA Q NO HAGA MERITOS SERA EL INNOMBRABLE XD

    AAIIIS Q ME LO COMO AL SUPREMO HH ME LO COMO Q REMONISIMO ES EL MAADRE MIA ELLA LE PIDE LA LUNA Y EL SE LA REGALA JOE YO QUIERO UNO COMO EL DONDE TE ESCONDES CHATO DONDE EE DONDE Q YO LAS PUERTAS DE MI CASA LAS TIENES ABIERTAS DE PAR EN PAR EE PARA LO Q TU QUIERAS EEE AMOS DIOS DONDE SE ESCONDEN LOS CABALLEROS COMO ESTOS EE Q PEAZO DE REGALAZO Q LE HA HECHO A LA SARITISIMA AMOS YA QUISIERA YO EE YA QUISIERA

    Y BUENO COMO COTILLA Q SOY DE PRENSA ROSA AAIS SI ES Q HA IDO LA CREME DE LA CREME LONDINENSE COOOÑO SI HASTA JOSEPH HA IDO CHAAAVAL SI NO SALE DE SU CAVERNA PLATONICA CASI NUNCA Y OOIS Q PREÑADISIMA LA KATE DORADA Y MARIDO Q PREÑADISIMOS ME IBAN PERO EL MONISIMO ACOMPAÑANDOLA ME ENCANTA AAIS Q MONO

    Y BUENO MOMENTAZO DEL SIGLO NO DEL MILENIO CON LA APOTEOSICA ENTRADA DE LAUREN SUNBRIGHT CUAN REGALO DE NAVIDAD Q ES Y PEDAZO RAPAPOLVO Q LE HECHA A SARAH POR DUDAR DE HH Q SE LO MERECE PARA Q SEPA EL PEDAZO DE HOMBRE QUE SE LLEVA PA CASA AMOS CHATA SARAH MENOS DUDAS Y MAS LENGUA HASTA LA CAMPANILLA MAJA Q ME ENCANTAN LOS POCOS PELOS EN LA LENGUA Q TIENE LAUREN ME ENCANTA COMO LE ABRE MAS LOS OJOS ACERCA DE HH Y LO Q ESTE LA QUIERE Y MOMENTAZO CUANDO LA OTRA LE SUELTA MIRA CHATA Q SI AUN NO TE HA LLEVADO AL CATRE ES PORQ ES UN CABALLERO Y TE QUIERE CON LOCURA Y Q YO QUIERO A MI JESUS CON LOCURA PERO INTENTE ARRIMARME A HH PERO ME RECHAZO ESO CON LOS OJOS COMO PLATOS

    Y EDEN ME ENCANTA MOMENTO Q SOIS NOVIOS Y ELLA GUAY MOLA ME ENCANTA FELICIDADES PRIMA Q SABIA YO Q PRIMO ME ARRIMO Y GESTOS DE AMENAZA A HH SI LA HACIA DAÑO ME MEO Q COMICO ESO ME HA ENCANTADO ES Q ME LO HE IMAGINADO

    Y OTRO MOMENTAZO DEL CAPI Q ADEMAS ME LO HE IMAGINADO COSA MALA Y ME HA HECHO MAS GRACIA AUN EL MOMENTO FIRMA DE LIBRO ME HE IMAGINADO A KATE EMBARAZADISIMA A MANOTAZO LIMPIO CON LA GENTE CON EL BARRIGON AVANZANDO PARA SER LA PRIMERA PARA CONSEGUIR EL LIBRO EN PLAN YO PRIMER YO PRIMER

    A Y PARDISIMA SE LIARA CUANDO LA PELIRROJA SE ENTERE DE QUIEN ES LA NOVIA DE SU GEMELO ES Q VA A SER EL COMBATE DEL AÑO AUNQ A LA PELIRROJA PECHUGONA (Q A CUADROS ME ESTOY QUEDANDO CON ELLA EN MAD MEN Q VAYA TELA LO SUELTA Q ME ESTA EN LA SERIE MAADRE MIA) ME GUSTARIA VERLA EN UNA PELEA CON LA ESTEBAN Q SEGURO ESE SERIA EL COMBATE DEL MILENIO POR LO MENOS ES Q ME LO IMAGINO Y TODO Y ME TRONCHO CON LA VISION JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

    EN FIN PARA CUANDO EL SIGUIENTE PORQUE..... ME HAS DEJADO COMO SIEMPRE A MEDIAS... HE DICHO

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