jueves, 10 de enero de 2013

George "Beau" Brummel

Recientemente fueron los reyes y, uno de los regalos más socorridos son las colonias y/o perfumes...
Pues bien, reconozco que (ya no pero antes) regalaba anualmente un frasco de colonia Brummel y, picada por la curiosidad un día busqué en la enciclopedia (pues eran tiempo en los que San Google no estaba ni planeado) si la palabra Brummel tenía algún significado en concreto.
¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir que hacía referencia a un hombre real!
Creo que, desde ese momento, me gustó el personaje de Brummel. Y dado que en mis historias sale Jorge IV, de manera más o menos activa... era lógico y razonable que este señor también saliera.

Pues bien, George Bryan Brummel, aunque apodado "Beau" (el bello) Brummel nació en Londres un siete de junio de 1778. Al leer que se convirtió en íntimo amigo de Jorge IV, cualquiera pensaría que procedía de un noble y extenso linaje, pero nada más lejos de la realidad: de hecho, su abuelo era tendero.
La riqueza de la familia vino de manos de su padre, quien trabajó de secretario para Lord North y más tarde fue gobernador de Berkshire.
Dese su más tierna infancia, Brummel se interesó por la moda; confeccionando casi desde que tuvo uso de razón sus propios atuendos. Con doce años fue enviado a Eton y allí se hizo popular por su manera de vestir. También fue ese el lugar donde conocería a Jorge IV. Más tarde, fue a estudiar a Oxford donde aumentó su fama gracias a sus atuendos y donde descubrió la posesión de nuevos talentos como la lengua afilada.
Tras su época de "estudiante" regresó a Londres donde inició una intensísima vida social gracias sobre todo a su amistad con Prinny.
Poco después, entró en el ejercito; donde llegaría a alcanzar el rango de capitán, pero pronto tuvo que abandonarlo ya que le restaba mucho tiempo para asistir a los eventos sociales.
 Con 21 años hereda 30.000 libras legadas por su padre al morir. Y es desde ahí donde convierte el arte de vestir en su forma de vida. De hecho, dilapidó su fortuna comprándose vestidos, finas camisas, corbatas, sombreros, guantes y bastones.
Era un dandy, forma de actuar y comportarse de la que hizo su estilo de vida y su trabajo. De hecho, nunca trabajó alegando que ser un dandy era su trabajo a tiempo completo.
En contra de lo que pudiera parecer, Brummel se opuso firmemente a lgunas de las tendencia imperantes en su época prefiriendo vestir de manera simple y con tejidos de lana y algodón. Un traje típico de Brummel consistía en una casaca de lana azul con los botones dorados, unos pantalones holgados de ante y unas botas cuidadosamente limpias.
Nunca en su vida llevó peluca o maquillaje. De hecho, el único "accesorio" y/o "complemento que siempre llevaba puesto era el necktie; de su propia invención y que consistía en la superposición de una corbata encima de un gran pañuelo anudado al cuello.
Ya he mencionado en su post el peculiar y extravagante sentido de la moda del rey Jorge IV  y por eso me resultó muy llamativo el modo en que se conocieron y forjaron su amistad.
¿CÓMO?
Pese a que ya se habían conocido antes, el encuentro que cambiaría sus vidas se produjo en un tienda de Green Park. Allí, mientras Brummel hablaba con la propietaria entraron Jorge y la marquesa de Salisbury.
No resulta extraño que Brummel llamara la atención del joven príncipe debido a su estilismo, formado por una impecable corbata y un conjunto no menos impecable formado por chaleco  camisa y pantalón rematados con unos brillantes zapatos de punta afilada a la última moda de la época. Además, Brummel era alto y bien plantado, por lo que le causó una muy buena impresión (y también algo de envidia)
Sin embargo, la buena impresión no fue mutua ya que Brummel le criticó el corte de su chaqueta de su chaqueta de cola; a lo que el obeso rey respondió con tartamudeos.
Para suplir sus carencias en estilo y la manera de vestir, Jorge lo invitó a unirse a su grupo de amistades.
Esa fue su época de gloria y aquí os dejo un par de anécdotas que lo reflejan de forma fiel:
- Una vez, cuando asistió a un baile, le disgustó tanto la parte trasera del vestido de la duquesa de Rutland que no cejó hasta conseguir que ésta se retirara del mismo ayudada por dos lacayos.
- Su manera de vivir y actuar queda muy bien reflejada en esta frase: "La verdadera elegancia consiste en pasar inadvertido".
No obstante, su tiempo de gloria pasó debido precisamente a su exceso de confianza con Prinny y a la falta de tacto en sus comentarios. Así sucedió la cosa:
Un día, estaban ambos con unos amigos tomando café tras la cena y en un momento dado, Brummel le dijo a Jorge:
- Gales, llama al criado -.
Dicho comntario debió  pillar a Jorge en un mal día, ya que se lo tomó a mal. Por eso, cuando el criado apreció y se colocó frente a él le dijo:
- El señor Brummel se va, acompáñele hasta la puerta.

Ese fue el principio de su fin. Con 38 años perdió su fortuna (se dice que llegó a gastarse un millón de libras en ropa) y el favor real. Peonto los acreedores se agolparon a la puerta de su casa; motivo por el cual sólo salía de la misma por la noche. Aún así, asfixiado por las deudas, vendió sus muebles y se trasladó a Calais.
En Calais continuó viviendo como en Inglaterra gracias a los préstamos que sonsacaba a los ingleses que visitaban Francia. Un día normal de Brummel en Calais consistía en: levantarse a las nueve de la mañana, tardar dos horas en vestirse, salir a pasear y, acostumbrado a la buena comida, cenar de modo opíparo.
Nuevamente las deudas le acosaron.
Pese a todo, un amigo consiguió que se le nombrara cónsul de Inglaterra en Caen, ciudad a la que se trasladó para ocupar su cargo. Sus ingresos era modestos, pero este hombre parecía no aprender nunca y continuó con su estilo de vida lujosa. Siendo este uno de los motivos por el que fue destituido de su cargo y el momento en que los acreedores se lanzaron nuevamente sobre él.
En Caen ya no pudo comprarse más ropa. De hecho, era un sastre quien le cosía y le remedaba gratis los trajes que tenía movido por la compasión y el respeto hacia el antiguo rey de la elegancia.
Cuando parecía que la cosa no podía irle a peor, fue encarcelado por deudas (¡cómo no!) en 1835.
Su corta estancia en la cárcel lo transformó por completo, aunque no estuvo mucho tiempo. Sus amigos le sacaron de allí y consiguieron sacarle una mínima renta con la que apenas le llegaba para pagar la habitación del hotel Inglaterra donde se alojaba.
Incapaz de vivir como un príncipe dejó de vestirse, bañarse y afeitarse. Su salud mental se resintió y sufría continuas pérdidas de memoria. Motivo por el cual pasaba horas y horas solo en su habitación.
Numerosos visitantes y huéspedes del hotel a menudo le veían requisar sillas para subirlas al cuarto. En él, las colocaba junto a la pared, encendía un montón de velas, abría la puerta y gritaba:
- ¡Su alteza real el príncipe de Gales! ... ¡Lady Coningham! ... ¡Lord Alvanley! ... ¡Lady Worcester! ... ¡Gracias por venir! ... -
Y tras indicar a cada uno de sus invitados cuál era la silla que debían ocupar, volvía a la puerta y exclamaba con más énfasis:
- ¡Sir George Brummel!-
Poco después despertaba d su sueño, aterrizaba en la realidad mirando sus sillas vacías y se derrumbaba en el suelo sollozando desconsoladamente.
George Brummel murió en el asilo de caridad publico (eufemismo de manicomio) de Bon Saveur en Caen después de dos apoplejías de origen sifilítico.
Triste final para tal personaje. Por eso, he decidido no dejar con un mal sabor de boca e incluir algunas anécdotas más de su etapa de mayor esplendor; para ayudaros también a haceros una mejor idea del personaje.

- Fue patrón e inaugurador de una tienda de sastres; Schweitzar and Davidson en Cork Street (Hecho que aparece reflejado en mi libro Serie Amigas Duquesas I: De toda la vida).
- También fue uno de los grandes precursores de la higiene personal diaria.: Se bañaba a diario en una bañera llena de leche.
- Ya he comentado que tardaba más de dos horas en vestirse. Por tanto, ése era un espectáculo digno de ver al que invitaba a sus amigos más íntimos. Su forma de ponerse la corbata era esperada por todos con ansiedad (aquí os recuerdo que  las corbatas en esa época consistía en largas tiras de tela que se iban enrollando alrededor del cuelo hasta anudarse). Brummel no lo hacía como la mayoría de las personas.
Él primero se levantaba los cuellos de la camisa (enormes cuellos que apenas le dejarían ver)  y a continuación se anudaba la corbata.
Su método no debía ser sencillo y fácil porque ensayaba diez, quince e incluso veinte veces hasta dar con el acertado. Cada vez que fallaba, arrojaba la corbata al suelo y la reemplazaba por una nueva.
Cuando por fin quedaba satisfecho,miraba a las corbatas apelotonadas en el suelo con desprecio y excalamaba:
- ¡Hay que ver cuántos errores se cometen!

1 comentario:

  1. q personajazo este es el tabatah te necesito pero del XIX dios de mi vida este conmmigo no podria ir de compras o me decapita en plena tienda no estariamos muy de acuerdo jijij pero desde luego q pena q acabara tan mal!!!

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