miércoles, 16 de enero de 2013

Conociendo a Panetonne


“¡Qué duro es tener una vida doble!” se quejó mentalmente una Penélope exhausta mientras se dirigía por segunda vez en la mañana a Hyde Park a toda carrera. “¡Jamás podré ser espía!” añadió como protesta.
Y no solo porque de vez en cuando y de manera fortuita se le acabaran escapando algunos secretos guardados (afortunadamente para ella, ninguno era de gran importancia) sino por el hecho de que el tener que estar yendo de un lado a otro continuamente y el tener organizada a la perfección una existencia en cada uno de los lugares donde tenías tu ámbito de acción, asegurándose de que nadie supiera de tu doble vida, debería dejar agotada en su opinión a la mayoría de las personas.
Lo decía ella; quien lo estaba sufriendo en sus propias carnes aunque en una escala mucho más reducida.
Todo era por culpa de Christian. O más bien de su alter ego, la famosísima y sempiterna Christina; quien parecía haberse vuelto irremediablemente dependiente hacia su persona y por tanto, bastante insegura e incapaz de publicar ni un solo escrito sin que antes hubiera pasado por sus manos.
Por otra parte, tenía razón. Se lo debía después de todos los acontecimientos pasados. Y por eso, no pudo negarse a prestarle su ayuda y colaboración cuando se lo pidió.
Tampoco tuvo opción, viéndolo desde otra perspectiva, ya que prácticamente la raptó de la velada musical de los Stewart para decírselo con no muy buenas palabras y un tono para nada agradable.
De ahí que incumpliendo la orden de Rosamund de ejercer de perro guardián por las mañanas mientras ella dormía, se escapó de Hyde Park y dejó a Verónica sin vigilancia durante un rato para cumplir con su obligación y ganarse su sueldo.
Lo que no esperaba de ninguna de las maneras era que la redacción y el estilo de Christina hubiera descendido hasta el nivel parvulario en tan corto espacio de tiempo y que, en consecuencia, dicha acción le fuese a robar tanto tiempo.
Sabía que Rosamund iba a estar enfadada con ella cuando se encontraran.
Muy enfadada.
La ventaja de tener una amiga de la infancia era que la conocía mucho mejor que la propia Rosamund en la mayoría de las ocasiones. Por eso, sabiendo de antemano su reacción y anticipándose a la misma, decidió cubrirse las espaldas e inventar una excusa lo más razonable y cuerda posible para salir airosa de la situación sin levantar sospechas.
Tal y como haría un espía.
O no.
Porque Penélope no estaba muy segura que los espías utilizasen las almendras garrapiñadas para salir airosos de una situación.
Almendras garrapiñadas.
Un fruto seco (aunque en este caso no mucho) que conocía que era el preferido por Verónica.
Una Verónica que desconocía que iba a resultar culpable de la situación sin haber abierto la boca en toda la mañana porque la excusa para salvarse de la quema de Rosamund consistía en que Penélope solo había salido del parque obedeciendo órdenes y satisfaciendo un antojo yendo a comprarle almendras.
Cierto era una excusa muy cotidiana y sin ningún tipo de sofisticación. Pero iba a ser la que le sacase las castañas del fuego esa media mañana.
Efectivamante.
Penélope no se equivocó con respecto a la cara y a la reacción de Rosamund cuando la vio aparecer en la entrada de Hyde Park con un saquito de tela de almendras garrapiñadas.
O bueno sí, porque para ser sinceros completamente, su reacción fue mitad de enfado mitad de sorpresa mayúscula. Segunda reacción producida porque era a Katherine a quien ella estaba esperando, no a Penélope en cualquier caso.
Cuando por fin apareció la tercera en discordia (no sin antes recibir la clásica reprimenda de tardanza por parte de Rosamund) juntas entraron en Hyde Park para conocer la urgencia por la cual les había citado (nuevamente he de precisar, sólo había convocado de manera urgente a Katherine pues en teoría Penélope estaba encargándose de ella y Rosamund siempre iba a acompañarlas una vez se había levantado).
La primera vuelta para dar con ella resultó ser un completo desastre, la segunda lo superó y no fue hasta la tercera cuando por fin consiguieron dar con ella.
Sin duda les había despistado total y absolutamente que se encontraba abstraída, sonriendo y hablando con un caballero. De hecho, fue gracias al tono de voz (más elevado que el que los británicos utilizaban habitualmente) por lo que descubrieron (en realidad fue Penélope quien lo hizo) que la mujer se trataba de Verónica.
¿Por qué? Porque ambos estaban hablando en italiano.
Intrigadas por la identidad del misterioso hombre desconocido, las tres se acercaron con los codos entrelazados intentando ser lo más sigilosas posibles.
Mientras lo hacían, tres eran las reacciones y pensamientos que se sucedían:
-          Enfado. Estado perteneciente a Rosamund por la desobediencia y rebeldía de Verónica, a la cual le había repetido hasta la saciedad que no se fiara del primer hombre que se acercara a ella con una sonrisa en el rostro y fingiese amabilidad (y más ahora), ya que ello siempre le había causado numerosos problemas, pero era una recomendación de la cual ella siempre hacía caso omiso.
-          Injusticia. Estado y queja correspondiente a Katherine. Aunque en este caso la envidia tampoco hubiera sido una mala elección, ya que la retahíla de pensamientos de la bulliciosa mente de Katherine sólo giraba en torno a las quejas acerca de que Verónica siempre atraía la atención y las miradas de los hombres atractivos (porque este hombre le parecía muy atractivo, aunque no lo distinguiese con claridad) cuando ése era un privilegio que le correspondía a ella por derecho propio por ser la incomparable.
-          Y por último, curiosidad. Científica por supuesto. Este estado por eliminación le correspondía ni más ni menos que a Penélope, quien en ningún momento dejó de fruncir su ceño ante la sorpresa que le causaba encontrar a un hombre que hablase en italiano con un perfecto acento.
También en este caso, la palabra concentración hubiese casado a la perfección porque ése era el otro estado imperante en Penélope; quien, después de pasar tanto tiempo sin practicar ese idioma temía haberlo olvidado. De ahí que su nivel de concentración fuera máximo. En otras palabras, no quería perderse ni un detalle.
Intentaron ser todo lo sigilosas que sus ropas les permitieron pero…al final fueron descubiertas en uno de los giros de cabeza de Verónica ya que habían olvidado esconderse al ir caminando (algo básico para el espionaje).
Cuando Verónica las descubrió no hubo siquiera un hámago de reproche. Al contrario. Parecía que las estaba esperando. Es por este motivo por el que cortó de raíz su conversación con el hombre y se adelantó para recibirlas.
Desconcertadas, las tres observaron con detenimiento cómo se acercaba hacia ellas… Poco duró su desconcierto no obstante.
Exactamente el tiempo que tardó el desconocido del traje color beige en dársela vuelta.
Ahí las reacciones se sucedieron.
Inevitablemente, las tres agrandaron mucho los ojos porque sus pupilas se dilataron; duplicando su tamaño habitual y, de forma plenamente consciente ya, aceleraron la marcha para acortar gran parte de la distancia que las separaba de él en apenas unos pasos quedando tan solo a diez metros.
Solo en esa cercanía, cada una reaccionó de manera distinta; aunque todas de manera muy positiva.
¿El motivo?
Ninguna quería desmerecer a los hombres conocidos y desconocidos de su entorno más cercano; especialmente Rosamund (cuyos hermanos eran considerados muy atractivos por una amplia mayoría femenina) pero…¡Era el hombre más atractivo que las tres habían tenido la dicha de ver desde tan cerca! Y además ¡existía una más que probable posibilidad de que lo fuesen a conocer!
Sonrieron ante una perspectiva tan favorable…
Y eso fue lo único que hicieron. Sonreír; ya que la presencia de este hombre las había dejado mudas, avergonzadas y babeantes.
¿Era para tanto?
Desde luego que sí.
Y no solo porque fuera el hombre más cercano al cuarteto; o porque prácticamente era la única representación masculina de todo el parque a esa hora (que también) sino por el propio físico privilegiado de tan bien parecido espécimen.
Era más alto que todas ellas (aunque para eso tampoco hacía falta mucho mérito; sobre todo en el caso de Penélope quien era la más bajita de las cuatro) pero, haciendo cálculos comparativos con la altura de Rosamund (que era la más alta) el amable desconocido debía medir en torno a 1’85 metros.
Lo único que sabían de él era que hablaba a la perfección el italiano. Pero eso no les aportaba mucha información relevante pues bien podría ser oriundo de Gran Bretaña o bien haber nacido en algunos de los muchos reinos en los que la península italiana estaba dividida.
Además, su manera de vestir tampoco les ayudaba nada a discernir cualquier atisbo de información sobre su identidad puesto que vestía completamente a la moda imperante marcada por Brummel: levita cruzada de color beige abotonada por cuatro botones negros. Al llevarla abierta pudieron entrever el chaleco enterizo acabado el cuello redondo alto (aunque no tan alto como el de la camisa blanca que sobresalía) que llevaba debajo. Dicho chaleco destacaba por su color negro, a juego con los botones de la chaqueta y los gemelos de la camisa blanca. Remataba el conjunto del tronco superior una corbata de tipo Ascot[1] color negro también.
El conjunto lo completaban unos pantalones largos entallados a la cintura y ajustados en sus muslos (informando de unas piernas más que bien torneadas) a juego con la levita, unas botas alemanas que le cubrían gran parte del gemelo.
Los únicos elementos de los que carecía tan detallado conjunto eran: el bastón (innecesario porque era un hombre joven y por tanto, no necesitaba de ningún elemento de apoyo para caminar), el sombrero de copa (no muy recomendable ya que pese a que estaban en verano, el día no había amanecido soleado; aunque el llearlo o no era siempre una elección personal) y los guantes (tampoco demasiado útiles debido a la estación del año en que se encontraban pero de uso obligatorio según cánones de moda… ¿sería un hombre de manos calientes, con todo lo que ello implicaba?).
No.
Lo que realmente causaba la inexistencia de reacción era el imponente físico.
Físico que entreveían e imaginaban gracias a su manera de vestir y que colmataba su rostro. Rostro que tenía un mentón prominente aunque curvo, una frente amplia pero dentro de las medidas de normalidad, unas cejas negras pobladas y apenas elevadas, unos desconcertantes ojos pequeños y almendrados de los que dudaban acerca de su color entre el marrón y el gris, una nariz poco aguileña, no respingona aunque sobresaliente y unos labios muy marcados de color melocotón cuyo grosor del labio inferior les estaban provocando una ganas irresistibles a las tres de besárselos para confirmar si eran tan suaves como parecían.
Además, debían añadir a los atractivos rasgos de su rostro una serie de detalles que lo hacían destacar para bien sobre el resto de los hombres allí presentes: el tono bronceado de su piel, sus patillas apenas destacadas, la barba negra de un par de días y sobre todo, su cabello negro como una oscura noche. Cabello corto, ondulado y despeinado de tal forma que parecía estar colocado de esa manera a propósito; con varios mechones cayendo por su frente.
En otras circunstancias y a otras personas, este aspecto, indicador clarísimo de un largo viaje  le hubieran conferido un aspecto de cansancio y le hubieran restado atractivo al poseedor. Pero en esta ocasión, eso no había sucedido. Al contrario, su aspecto fruto del viaje le conferían un aspecto terriblemente seductor  y un aire de peligrosidad poderosamente atractivo.
Es por eso que se entendieron comprensiblemente las reacciones inmediatamente posteriores a su silencio sepulcral: Katherine entró en una especie de trance y éxtasis donde no dejó de emitir sonoros suspiros y en el cual se le cayó un pequeño de baba en más de una ocasión, Rosamund continuaba en silencio boquiabierta, aunque daba la impresión de que en cualquier momento comenzaría a hablar por los apenas perceptibles movimientos de su mandíbula y Penélope… Bueno, Penélope tuvo su clásica reacción: se cayó de culo, literalmente.
Afortunadamente para sus amigas, desde que vieron por primera vez de cerca al atractivo desconocido, éstas se habían soltado de los codos, ya que si no hubiesen sido las tres las que hubieran caído al suelo arrastradas por el impulso y la fuerza de Penélope; situada en uno de los extremos de la fila. Con el consecuente abochornamiento que ello conllevaba. Vergüenza extrema de la cual únicamente fue protagonista Penélope; como siempre.
-          Chicas – dijo Verónica, provocando que por primera vez en mucho tiempo fijaran sus miradas en ella. – Quiero presentaros a… -
-          ¡Yo sé quien es! – gritó Katherine, interrumpiendo su frase.
-          ¿Lo sabes? – le preguntó extremadamente sorprendida, elevando las cejas.
-          ¡Claro! – respondió ofendida. - ¡Es un ángel! – añadió, señalándole con el dedo. - ¡Un ángel! – repitió más alto y mirándole directamente exhibiendo una de sus sonrisas de conquista que tanto éxito tenían entre los hombres británicos.
-          È vero – respondió Dante acercándose a Katherine hasta estar justo delante suya. – Sono un angelo. – añadió. – Dante Angelo Filippi dijo, haciendo una reverencia y mostrándole su sonrisa. Una sonrisa con la que las tres descubrieron la perfección de su dentadura; por si no fuera lo suficientemente perfecto ya.
-          Un momento… ¿has dicho Dante Filippi? – preguntó Rosamund, tras parpadear varias veces, intentando salir de su asombro y creyendo haber oído bien.
-          Sí  Rosamund – respondió él. – Sono Dante – repitió.
-          ¿R..R…R…? – tartamudeó ella. - ¿Tú como sabes cómo me llamo? –preguntó, enfadada consigo misma y avergonzada a partes iguales por haber mostrado debilidad ante un hombre.
-          Io so molti di voi – respondió Dante sonriendo y orgulloso realizando una reverencia cortés antes de besarle la mano; ganándose con este gesto a la reticente Rosamund, quien no sabía dónde mirar para ocultar su enrojecimiento.
Acto seguido y continuando con la ronda de presentaciones, se agachó para situarse a la altura de Penélope y decirle en un perfecto italiano:
-          Ciao – la saludó de forma muy sonriente.
Roja como un tomate, Penélope giró y agachó la cabeza con la esperanza de que se lo tomara a mal, se ofendiera, se levantara y pusiera distancia entre ambos. Así podría recuperar su tono de piel habitual y sobre todo, recuperar la normalidad en sus pulsaciones y respiraciones. Desafortunadamente para ella, ese no era su día de suerte (o bien, Dante era un hombre muy testarudo) porque él permaneció plantado allí aguantando el equilibrio y sin quejarse pese a lo incómoda de su posición.
-          Ci…ci…ci…ci ci ci… ciaaaaaoo – consiguió decir relajada al fin, tras una ola de tartamudeos.
-          Piacere Penélope – la saludó, besándole la mano y ofreciéndole su ayuda para ponerla en pie. Cosa que hizo de un leve tirón que no le supuso ningún esfuerzo. – Parla molto bene l’italiano – añadió.
-          Gra…gra… gra…gra…gra…grazie – dijo por fin de una vez pronunciando la palabra de forma muy similar a un estornudo, provocando una nueva sonrisa en el rostro de él.
-          Veo que ya parece innecesario pero… chicas, os presento a Dante Filippi – dijo Verónica, señalándole.
-          Hola – saludaron las tres a la vez completamente embobadas agitando su mano, en respuesta e imitación al saludo de él.
-          Un momento, un momento, un momento… - dijo Rosamund, acercándose y situándose entre ambos intentando poner en orden y aclarar sus ideas. – Necesito estar segura de una cosa – dijo, elevando el dedo índice. - ¿Este es Dante Filippi? – le preguntó. Verónica asintió. - ¿El de verdad? – quiso estar segura, aún escéptica. En esta ocasión, fue Dante quien respondió afirmativamente. – A ver… ¿estás queriendo decirme… – preguntó mirando directamente a Verónica. - … que este es tu prometido napolitano? – concluyó. Verónica volvió a asentir. - ¿¡El hombre con el que te vas a casar?! – preguntó, enfadada mientras pensaba en la injusticia de la que su amiga era protagonista.
-          Con el que me iba a casar – apuntilló Verónica. – Dante ya sabe todo y hemos decidido que no nos vamos a casar – explicó.
-          No quería advertírtelo pero… ¡te lo dije! – le reprochó Katherine.
-          ¿Eres consciente del error que cometiste? – continuó Rosamund enfadada. - ¡Mírale bien! – exclamó. - ¡Mira a Penélope! – añadió, señalándola. - ¡Si hasta ella está sexualmente excitada! – concluyó a voces, provocando que Penélope quisiera construir un agujero en el suelo y meterse en él.
-          Calma, calma – pidió Dante. Non farli arrosire per favore – rogó mirando a Penélope, quien se lo agradeció de forma silenciosa.
-          No sé lo que me has dicho – advirtió, señalando a Dante. – Pero es que mi amiga Verónica la pobrecita es ¡tonta! – explicó Rosamund. – Dante – señaló con una sonrisa asintiendo vigorosamente y con el pulgar hacia arriba. – Abuelete – añadió, negando de la misma manera y con el pulgar hacia abajo, añadiendo además arcadas debido al asco que le provocaba y para remarcar el tremendo error de su elección. – Dante – repitió acciones. – Abuelete – hizo otro tanto. – Dante, Abuelete – dijo una tercera vez.
Y así hasta al menos diez veces.
-          Bueno, vale ¡ya basta! – exclamó, gritando y dando un fuerte pisotón en el suelo para mostrar el grado de su enfado.
Lo exagerado de su reacción consiguió el propósito que perseguía, ya que todas callaron a la espera de una explicación razonable para su repentino ataque y pérdida de  paciencia; acciones ambas no muy habituales.
-          No pienso consentir que insultéis a Jeremy en mi presencia – aclaró, conteniendo su furia. - ¡Debería daros vergüenza! – les recriminó a las tres, aunque miraba directamente a Katherine.
Katherine, quien enseguida se dio por aludida, se apresuró a responderle para salvaguardarse y defenderse:
-          Es que Rosamund tiene razón – respondió. – Dejando a un lado que Jeremy es mi hermano, si yo hubiera estado en tu situación y conociera a los dos escogería a Dante sin duda – opinó.
-          ¿Ah sí? – preguntó ofendida. - ¿por qué si puede saberse? – añadió, entre dientes, enfadada.
-          ¡Pues porque es el hombre más atractivo que hemos visto nunca! – se le escapó a Penélope; quien, de inmediato se tapó la boca con una mano y la cara con su enorme sombrero de ala grande; horrorizada ante la espontaneidad, efusividad y vehemencia de su afirmación.
Decepcionada con las mujeres en general y con sus amigas en particular por venderse y sucumbir con mucha facilidad ante un hombre guapo y un par de ojos bonitos, Verónica retrocedió lanzando rayos por sus ojos.
Todo lo contrario que Dante, quien se acercó a las chicas con los brazos extendidos, se situó entre ellas y tras recolocarle a Penélope el sombrero, colocándoselo en el lugar que le correspondía (es decir, sobre su cabeza), se situó entre ellas, las estrechó, abrazándolas contra él y le dijo a Verónica en un clarísimo tono de burla esbozando la mejor de sus sonrisas de felicidad:
-          Sai? Amo a le tue amice – les dijo, besando una a una sus tres cabezas. – E io ho la senzacione che mi piacerà essere nella Gran Bretagna –
Verónica ni se molestó en responderle.
Se alejó bufando de allí.






[1] Una corbata ascot, o ascot, es una banda para el cuello estrecho, con amplias alas puntiagudas, tradicionalmente hechas de seda gris pálido con dibujos. Este lazo amplio, formal suele ser similar, doblada y sujeta con un alfiler o un alfiler de corbata. Por lo general se reservan para el uso con el vestido de mañana para bodas formales durante el día y se usa con un chaqué corte y pantalón gris a rayas. Este tipo de corbata vestido está hecho de un más grueso, tipo tejido de seda similar a un lazo moderno y es tradicionalmente ya sea gris o negro.El pañuelo es descendiente de la versión anterior de la corbata muy extendida en el siglo 19, sobre todo en la época de Beau Brummell, de lino almidonada y primorosamente atado alrededor del cuello

4 comentarios:

  1. me encanta justo la misma reaccion q he tenido yo al ver al mismo especimen esta mañana jijiji solo q no se me ha caido la baba como a kate no me he caido de culo como lops pero si se me han salido los ojos y la boca hasta el suelo como rosamund!! xD

    ResponderEliminar
  2. A ver si va a ser a la pelirroja a quien te parezcas al final...

    ResponderEliminar
  3. no me he reido mas xq no he querido mi madre vaya 4 mozas son como babeantes bobas babuinas!! ais q gran frase de Harry Potter 4 de los Hnos Weasly!!! desde luego q esa hubiera sido mi reaccion ante semejaante especimen experimentaria la de las 4 a la vez ahora q lo pienso!!! xD

    ResponderEliminar
  4. Mi cara esta mañana fue OoO jaja asi que si, yo tambien me he quedado muy como ellas y es que el chico lo merece y me he reído muuuuuchoooo imaginando a Rosemund haciendo abuelito- dante!! XD

    ResponderEliminar