domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 1 Me robaste el corazón: Unas vacaciones

- ¡Ay! - gritó, protestando por el dolor.
- ¡Estate quieto! - fue la orden de réplica.
- ¡Au! - volvió a gritar más fuerte que antes.
- Para - le advirtió él.
- ¡Me estás haciendo daño! - exclamó a voces, recriminándoselo.
- No - negó el hombre frente a él de forma tranquila. - El único que se está haciendo daño aquí eres tú - le regañó, señalándole.
Pero el paciente testarudo y protestón no le estaba prestando atención. Estaba mucho más concentrado en deshacer el nudo que le impedía liberarse y abandonar de una buena vez, por todas y para siempre aquella consulta médica del demonio.
Había sido una mala idea.
No.
Una pésima idea acudir a esta consulta de nuevo.
Pero claro, tuvo que seguir el consejo de su padre y cambiar a su médico de toda la vida por este novato.
¿Desde cuándo le hacía él caso a su padre?
Puede que aún fuera de los pocos hermanos Harper que continuara viviendo en la residencia familiar pero ¡por Dios! ¡Era el primogénito! ¡El futuro duque de Harper!
Y lo más importante de todo ¡era el jefe de los 8 de Bow Street!
¡El responsable y encargado máximo de la seguridad de todo Londres!
¿Cómo había dejado convencerse y ser engañado tan fácilmente?
¿Qué importaba que su nuevo médico fuera ni más ni menos que su hermano pequeño Henry?
¡Él debía tener su propio criterio!
Y con todo, aquí estaba.
En su consulta. Heredera a su vez de la anterior consulta del hoy felizmente retirado doctor Phillips.
"¡Por fin!" exclamó aliviado al verse libre de sus amarras, realizando un gesto de triunfo elevando el brazo con el puño cerrado.
No obstante, poco tiempo pudo permanecer en esa posición ya que, al momento se escuchó un crujido leve que provocó que su brazo cayera como un plomo y se golpease con la silla que estaba justo al lado se la camilla y que antes había utilizado para ayudarse.
- Te lo mereces - replicó Henry, orgulloso y con los brazos cruzados.
- ¿Que me lo merezco? - preguntó Anthony sorprendido. - ¿Qué me lo merezco? - volvió a preguntar elevando el tono de voz. - ¡Me habías atado! - dijo, lanzándole el pañuelo con su mano buena.
- ¿Qué esperabas que hiciera si no hacías otra cosa que retorcerte como una serpiente y quejarte como un bebé? - le preguntó. - Recuérdame que la próxima vez te amordace - le pidió.
- ¡Ah no! - protestó. - De eso nada - añadió. - No habrá una próxima vez - estableció, poniéndose en pie y encaminándose hacia la puerta. Una puerta que abrió (o más bien intentó) abrir con el brazo lesionado, con el consecuente fracaso y los nuevos gestos y gritos de dolor.
- ¡Mira que eres cabezota! ¿eh? - le dijo, pero no como una pregunta sino como una afirmación mientras se acercaba a él.
Ya que, si algo tenía en común todos los hermanos Harper pese a sus enormes diferencias físicas eran su extrema cabezonería y un marcado afán de privacidad acerca de su vida privada.
El propio Henry cumplía con esos requisitos; especialmente con el último ya que de hecho, no fue hasta el año pasado cuando reveló a su familia cómo se ganaba la vida boxeando y que poseía dos carreras universitarias (medicina y derecho) gracias a los ingresos procedentes de las apuestas en torno a él.
En realidad, no le quedó más remedio que hacerlo cuando su hoy esposa Sarah llevó a toda su familia al que fue su último combate en The Circle para que le vieran en acción; provocando la sorpresa mayúscula de todos y que Anthony estuviera a punto de detenerle y meterle en prisión por ganar dinero procedente de las apuestas ilegales.
- Dime al menos buenas noticias - advirtió con un tono muy exigente en su voz.
- La buena noticia es que estás curando bien - inició Henry. - La mala... - titubeó. - Es que aún no estás recuperado del todo y por tanto no puedes volver a trabajar todavía - añadió.
- ¿¡Qué?! - gritó más alto que todos sus anteriores quejas y manifestaciones de dolor a altos decibelios. -Sabía que no era una buena idea venir aquí a que eme examinaras - se quejó. - Pero no... como te has convertido en el favorito de papá, Honorius - dijo, poniendo especial énfasis en su segundo nombre; recuperado con todo el honor (y nunca mejor dicho) tras dicho combate - tenía que venir aquí - se quejó. - Pero ¿sabes que te digo? - le preguntó. - Que nunca más - informó. - Me voy a buscar otro médico que sí sepa ejercer la medicina - concluyó, poniéndose en pie e intentando colocarse de forma correcta la bufanda alrededor del cuello. Tarea harto difícil de realizar con una sola mano.
Henry sabía que su hermano mayor no estaba enfadado con él directamente sino únicamente con la situación actual que estaba viviendo en ese momento, así que no hizo caso a sus intentos de comentarios ofensivos y le respondió de la siguiente manera:
- Adelante. Ve- le instó. - Pero todos te van a decir lo mismo que yo - incidió con tono autosuficiente. - Y te agradeceré enormemente que no vuelvas por aquí porque sin duda eres el peor paciente que he tenido - le informó. - No sé qué haces aquí si tan mal médico soy - le hizo ver. - Entiendo lo de la primera consulta para que te sacara la bala del hombro porque te dispararon a dos calles de aquí pero ¿esta? - le preguntó.
- Has venido porque has querido no porque papá sea uno de mis pacientes - le informó. - Además, él está ahora mismo en Clun ocupándose de las tierras del ducado y nunca jamás se hubiera enterado por mi boca de tu traición familiar al consultar a otro especialista - aseguró. - Admite hermanito, que pese a todo, te fías de mi criterio - concluyó.
Anthony analizó una a una las palabras que su hermano le había dicho y admitió con enorme fastidio que tenía razón. Por mucho que protestara y fueses un paciente difícil se fiaba de su criterio y había depositado todas sus esperanzas en él para que le curase. Al fin y al cabo, le había sacado la bala del hombro sin apenas esfuerzo pese a que se había alojado en muy mal sitio y le había dejado una cicatriz de no más de cinco centímetros.
Eso dejaba entrever que era un experto en su campo.
Otra cosa es que se lo reconociera públicamente.
- ¡Mierda! - exclamó con fastidio pensando en la perspectiva de retrasar nuevamente su reincorporación al trabajo golpeando con fuerza la pared con el puño. Un puño que pertenecía a su brazo lesionado; el cual por arte de magia había recuperado momentáneamente su capacidad de movimiento. - ¡Mierda! - volvió a gritar con gestos de dolor en el rostro; pues había olvidado ese vital detalle.
- ¡Hala!- exclamó Henry con fastidio. - ¡Mira lo que has hecho! - le recriminó. - Se te han saltado los puntos - le informó. - Después de todo el trabajo que me ha costado cosértelos debido a tus continuos movimientos espasmódicos - se quejó con un suspiro. - Déjame ver - dijo, acercándose.
- ¿Qué? - preguntó Anthony con un hilo se voz. - ¿Los puntos... los puntos... han saltado? - preguntó tartamudeando.
"¡Horror!" pensó Anthony.
Eso sólo podía significar una cosa: sangre.
"Sangre" se repitió mentalmente con asco.
No quería mirar hacia su hombro izquierdo.
No quería mirar.
Incluso se lo ordenó mentalmente utilizando y empleando el mismo tono de voz que empleaba con los delincuentes más peligrosos en los interrogatorios con el que los atemorizaba y les hacía confesar hasta el más íntimo de sus pecados.
Pero ese tono de voz que funcionaba con el resto del mundo no tenía el más mínimo efecto en él.
Por eso, su mirada; traicionera poco a poco se fue deslizando hacia el lado izquierdo de su cuerpo donde... efectivamente, ahí estaba. La sangre.
Bien es cierto que no iba a morirse desangrado porque apenas manaba un hilillo de esa parte de su cuerpo. Aún así, esa mínima cantidad visionada provocó y tuvo su efecto inmediato en el resto de su organismo:rápidamente comenzó a sentirse mal, con el estómago revuelto y sintiendo náuseas, gotas de sudor frío perlaron su frente y sobre todo, la habitación comenzó a moverse y todo el contenido de su interior (incluyendo personas) se multiplicó por dos.
- ¡Ay Dios! - exclamó débil. - Creo... creo...que me estoy mareando - añadió, mientras le flaquearon las piernas, estando a punto de caer al suelo redondo.
No cayó porque Henry, conociendo a su hermano y adelantándose a lo que iba a pasar se pasó su brazo lesionado por detrás del cuello y le agarró por la cintura.
- Necesitas tumbarte - estableció-
Y por primera vez en todo lo que había durado la visita a su consulta, Anthony no protestó, se quejó o ladró. Solo obedeció y se dejó llevar.
Acompasando el ritmo de sus pasos al del peso muerto que ahora mismo era su hermano, Henry lo llevó de nuevo hacia la camilla y le ayudó a tumbarse sobre ello (esta vez sin atarle, de momento) y mojó un paño con agua fría que depositó suavemente sobre su frente.
-¿Me vas a dejar que te vende ahora? - le preguntó. - Aunque podría hacerlo de todas formas debido a tu incapacidad - le informó.
Anthony claudicó y asintió de forma casi imperceptible antes de decirle: - Te odio ¿sabes? -
- ¿Por tolerar la sangre? - le preguntó mientras le cosía nuevamente los puntos bajo otra oleadas de quejidos y gestos de dolor. Gestos que pararon un instante para volver a asentir a su hermano. - Bueno... sería un poco irónico que un boxeador y un médico fuera intolerante a la visión de la sangre - explicó. - Casi tan intolerante como que lo sea un... - inició.
- No te atrevas a terminar la frase - le amenazó Anthony señalándole con el dedo. O eso creía porque en ningún momento abrió los ojos y por tanto, desconocía la posición e ubicación exacta de su habitación.
Como no le gustó en absoluto la vuelta a las andadas y al comportamiento de paciente tiránico anterior, esta vez sí, Henry le apretó a propósito la herida; con la consecuente iracunda reacción de su hermano
- ¿Qué está pasando aquí? - preguntó Sarah preocupada y completamente sorprendida del espectáculo que vio: a su marido agarrando las muñecas de su cuñado mientras este pataleaba al aire y se retorcía como un pequeño roedor al que acababan de coger por la cola para intentar golpear a su hermano pequeño.
Al escuchar el sonido de una voz femenina. O mejor dicho de esa voz femenina, ambos hombres detuvieron lo que estaban haciendo: Henry se recompuso y Anthony se incorporó con un movimiento tan brusco que el paño que había sobrevivdo a la batalla salió disparado hacia delante.
El problema para él es que aún no estaba completamente recuperado del mareo cuando lo hizo así que poco tiempo permaneció sentado de manera erguida en la camilla. El tiempo justo para saludar a su cuñada antes de caer redondo otra vez sobre ella.
Rápidamente,mientras su marido le agarraba de los pies y se los elevaba, Sarah comenzó a echarle aire con lo más parecido a un abanico que pudo encontrar en la consulta:
- Sarah ¿qué haces aquí? - le preguntó Henry, visiblemente enfadado; aunque preocupado a partes iguales.
- Escuché voces y vine a ver si necesitabas ayuda - explicó ella, simple. - Y es obvio que la necesitas - añadió, señalando con la mirada a su hermano mareado.
- ¿ Y el bebé? - le preguntó.
- El bebé está dormido profundamente y con Eden vigilándole así que no te preocupes - respondió ella. - Y a ti ¿qué te pasa Anthony? - le preguntó.
- Sangre - respondió el.
Y Sarah se echó a reír a carcajadas.
Consecuentemente dejó de abanicarle. Pero ya era innecesario porque del enfado que sintió al descubrir a su cuñada; una mujer de poco más de un metro sesenta riéndose de él, se le pasó el mareo inmediatamente.
De hecho, se incorporó y esperó, mirándole fijamente e interrogativo a que terminara su risa; hecho que sucedió mucho tiempo después.
- ¡Lo siento, lo siento!- se disculpó de manera falsa. - Pero ¡Anthony! Mides más de metro ochenta... Y eres el jefe de los ocho de Bow Street ¿cómo te pueden dar miedo y asco la sangre? - le preguntó, burlándose de él.
- Ratas - respondió él, mirándole de forma retadora.
- Ratas - repitió ella, aún con los restos de su última carcajadas. - ¿Ratas? - preguntó preocupada mirando a su alrededor. - ¡Ratas! - gritó de forma aguda y por tanto más fuerte que su cuñado.- ¿Dónde? ¿dónde? ¿dónde? - peguntó de forma compulsiva y nerviosa subiéndose y cambiando de lugar por uno cada vez más alto a medida que lo preguntaba.
Al final, acabó cogida en brazos de Henry, quien le respondió:
- No hay ratas Sarah. Anthony solo lo ha dicho para burlarse de ti como tú has hecho con él -.
- No es gracioso - le dijo ella sacándole la lengua y mirándolo con todo el ojo que podía transmitirle al tenerlos entrecerrados.
- Ojo por ojo... - inició Anthony, sonriente.
- Yo no tengo la culpa de que estés amargado por no poder trabajar desde que te dispararon - replicó Sarah al instante. Y justo en el momento en que concluyó su frase se dio cuenta de que había metido la pata hasta el fondo al pronunciarla.
Con cara de sorpresa mayúscula y mucho arrepentimiento saltó de los brazos de Henry se tapó la boca con ambas manos intentó disimular, hacer como si la situación nunca hubiese sucedido y rezó para que Anthony no la hubiera escuchado ya que podía llevarla a la cárcel por desacato a la autoridad. Aunque era obvio que sí que la había escuchado; pues estaba junto a su oído prácticamente cuando pronunció esas palabras.
"¡Genial Sarah!" se felicitó mentalmente. "¿Por qué siempre metes la pata diciendo lo primero que se te pasa por la mente sólo con tu familia política?" se preguntó de forma retórica y regañó mentalmente mientras recordaba su ya histórico rapapolvo a lord Edward Harper (rapapolvo que siempre le recordaban con el único propósito de avergonzarla).
- ¿Qué te pasa? - preguntó con una intentando borrar de su memoria su comentario anterior. Acto seguido y sin darle tiempo a responder, se giró hacia su marido y le preguntó preocupada: - ¿Algo va mal? -.
- Al contrario - dijo vehemente. -Todo va bien. Su herida está cicatrizando bien y en poco tiempo recuperará la movilidad total del brazo - informó, tranquilizándola.
- La cuestión es que ¡yo no tengo tiempo! - gruñó. - ¡Ya debería estar curado! -añadió.
- Pero es que da la casualidad de que no eres un semidiós, Thon sino solo un simple mortal - replicó él, fingiendo lástima. - Y como humano que eres te recuperas a la velocidad a la que toda persona normal lo haría - le dijo.
- Yo vine a verte para que me firmaras el alta - dijo, rechinando los dientes y apretando la mandíbula  para contener su enfado.
- ¿Bromeas?-preguntó sorprendido. - ¡No pienso darte el alta! - negó vehemente.
- ¡Eres mi hermano! - dijo amenazante.
- Y también soy médico - replicó. - E hice un juramento hipocrático por el cual mi objetivo siempre será el bienestar de mis pacientes - añadió.
- ¡Por eso mismo! - exclamó Anthony intentando hacerle ver su postura. - Mi bienestar será que me des el alta para que pueda volver a trabajar mañana - añadió.
- No - negó Henry alargando la  pronunciación de la -o para ver si así era Anthony ahora quien entendía la situación.
- Aguafiestas - le respondió entre dientes. - Me las pagarás - añadió amenazante cruzándose de brazos, siseando del dolor.
- ¿Cómo quieres que te dé el alta y mienta calificándote como apto para trabajar cuando no puedes estar ni dos minutos sin quejarte por el dolor? - le preguntó.
Nuevamente Henry tenía razón y una persona normal y razonable asumiría que no tenía razón, le pediría disculpas y acataría y cumpliría con el tratamiento que éste le mandara sin rechistar.
Una personal normal, no Anthony Harper.
Anthony Harper era tan testarudo que no daría nunca jamás su brazo a torcer y moriría defendiendo su opinión como la única válida y correcta; por muy inverosímil o indefendible que fuera.
En este caso, si tenía que defender hasta su último aliento y hacer creer a cualquiera que se le pusiera por delante que estaba bien pese a que apenas podía mover el brazo, era lo que tocaba.
- ¿Sabes lo que va a pasar cuando me presente mañana por la mañana en la sede de Bow Street? - le preguntó a Henry.
- ¿Qué te mandarán a casa para que te recuperes completamente? - aventuró Henry.
- Sí, eso también pero ¡le darán mi puesto a otro! - exclamó horrorizado.
- Solo será temporalmente - le consoló Sarah con palmaditas en la espalda.
- ¡Le darán mi puesto a Edwards! - exclamó aún más horrorizado que antes.
- ¿Quién es Edwards? - preguntó Sarah. - ¿y qué pasa porque tenga él tu puesto? - quiso saber.
- ¡No pueden darle mi puesto a Edwards! - negó, vehemente.
- ¿Por qué no pueden darle tu puesto a Edwards? - inquirió Henry.
- ¡Porque es un viejo! - exclamó Anthony.
- ¿Y? - le preguntó sin comprender. - Edwards era el jefe antes que tú así que no veo por qué es tan malo que te sustituya temporalmente - dijo Henry.
- No está bien de la cabeza - dijo Anthony en voz baja, temeroso a que pudiera oírle tocándose la frente e imitando gestos de locura.
- Te escogió como su ayudante frente a todos los aspirantes y te propuso como su sucesor en el puesto de jefe de Bow Street pese a que te empecinaste en que ibas a atrapar a Sthealthy Owl y fracasaste rotundamente, yo creo que tan mal de la cabeza no debe estar... - dejó caer Henry.
Anthony bufó desesperado. Por tercera vez y sin que sirviera de precedentes (esperaba) Henry tenía razón otra vez.
- ¡Anímate! - dijo Sarah sonriendo y apretándole la mano. Mano que pertenecía a su brazo lesionado y en el cual causó otro nuevo pinchazo de dolor. Provocando como consecuencia que este le mirara furibundo pero que, relajase la expresión de su rostro al comprobar cómo con los ojos muy abiertos y una expresión de arrepentimiento en el rostro, Sarah le pedía disculpas silenciosamente. - Míralo por el lado positivo, puedes tomarte un descanso - añadió.
- ¿Tomarme un descanso? - le preguntó sin entender.
- Bueno, un período de inactividad - rectificó Sarah.
- ¿Período de inactividad? - preguntó Anthony con la ceja levantada.
- Ya sabes... un período de tiempo donde te dedicas a comer, descansar, a tus pasatiempos... - enumeró Sarah. Pero al ver que la expresión de confusión y falta de entendimiento de Anthony aumentaba dijo con un hilo de voz y una sonrisa dubitativa esperando una mala reacción: - ¿Vacaciones? -
- ¿Vacaciones? - bramó Anthony como si llevara al mismísimo Satanás dentro poniéndose en pie. - ¿Has dicho vacaciones? - volvió a preguntar.
Tn fuerte y tan de repente se puso en pie frente a Sarah que ésta, aterrorizada por el tono de voz que había empleado su cuñado dio un respingo y salió a correr, escondiendose tras su marido sin dejar de temblar.
- Anthony, relájate - le pidió mientras hacía lo propio consigo mismo, refrenando las enormes ganas que había sentido de golpear de nuevo a alguien tras un año de inactividad.
Nadie se metía con Sarah.
Nadie.
Ni siquiera su esposa.
- ¿Tú has escuchado la tontería que ha dicho? - le preguntó indignado.
- ¡Eh! - le advirtió para que se callara. - Lo que Sarah ha dicho no es ninguna tontería - añadió. - De hecho, es la frase más inteligente que he escuchado en esta habitación en todo el día - concluyó.
- ¿De verdad? - preguntó una incrédula Sarah.
- De verdad - le aseguró Henry, dándole un beso en la mejilla a modo de agradecimiento y para calmar su estado de nerviosismo. - Es tan buena que de hecho, voy a incluirla en el informe médico - añadió, tomando su pluma.
- No te atreverás - le amenazó.
- Mira lo desobediente que soy - le retó.
Anthony lo intentó, pero por mucho que corrió y forcejeó con su hermano pequeño acabó perdiendo esta "batalla". Lo achacó sin duda a su flojera corporal por la recuperación del balazo porque intentaba autoconvencerse de que si hubiera estado en plenas condiciones otro gallo hubiera cantado...
- Aquí tienes - le dijo Henry, entregándole el papel con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.
- ¿Vacaciones? - le preguntó escéptico al verlo escrito en el papel.
Sabía de sobra que su hermano lo había escrito ya que besaba y babeaba el suelo por el que pisaba Sarah (cosa que le asqueaba sobremanera) pero hasta que no lo vio y comprobó con sus propios ojos en aquel escrito oficial no acabó de creérselo.
- Vacaciones - repitió Henry, asintiendo vigorosamente. - Será lo mejor para ti - le aseguró.
- ¿Lo mejor para mí? - le preguntó incrédulo. - ¡Y unas narices! - añadió enfadado arrugando el papel.
- Eh... te recomendaría que tuvieras cuidado con el papel - le dijo Henry. - Al fin y al cabo es el informe que debes entregar un Bow Street mañana - le recordó con cierta.
- ¡Me trae sin cuidado lo que le ocurra al papel! - exclamó, arrugándolo más delante de sus narices. - No voy a tomarme vacaciones - estableció.
- No es eso lo que pone en tu informe médico... - dejó caer.
- ¡La delincuencia no se toma vacaciones en esta ciudad! - exclamó enfadado.
- Cierto - le concedió Henry. - Pero para detener a los malhechores ya están los ocho de Bow Street - añadió.
- ¡Yo pertenezco a los ocho de Bow Street! - dijo Anthony con orgullo golpeándose en el pecho con su mano no lesionada.
- Lo sé Anthony. Tú y otros siete conformais los ocho de Bow Street - dijo Henry. - O-tros sie-te - repitió sílaba por sílaba para grabárselo en el cerebro. - Otros siete y tú formáis los ocho de Bow Street y sois los héroes contemporáneos - volvió a decir, añadiendo las últimas palabras con una clara intencionalidad aduladora. - Pero lamentablemente y por el espacio de tiempo que duren tus vacaciones van a tener que ser sólo siete magníficos hombre los encargados y garantes del orden londinenses - añadió Henry mientras acompañaba a su hermano Anthony hasta la puerta de salida, agotado mentalmente y sin paciencia hasta la extrema cabezonería y obtusidad absoluta de su hermano mayor.
- Sabes que voy a romper este informe en cuanto esté a un par de casas de aquí - le informó Anthony en las escaleras de la calle que daban acceso a su casa.
- Hazlo - le ordenó Henry. - Pero no olvides que el resto de los chicos saben que ahora yo soy tu médico - le recordó. - No tiene más que venir a la consulta para que yo les repita palabra por palabra, frase por frase, coma por coma y punto por punto el informe que tienes ahí escrito - concluyó antes de dar un sonoro portazo, apoyarse sobre el quicio de la puerta y suspirar de forma muy sonora mientras abrazaba a su esposa; cuyo olor a melocotones ya le estaba reconfortando algo y devolviéndole parte de sus energía perdidas y sin dejar de pensar que si todos los pacientes que iba a tener ese día eran como Anthony, probablemente él también necesitara de unas vacaciones.

                                                                                   ***
"¡Será imbécil!" exclamó Anthony muy enfadado mentalmente. "¡Me ha cerrado con la puerta en las narices!" añadió.
- Vacaciones - dijo con tono despectivo. - ¡Qué idea tan estúpida! - exclamó, guardándose el papel en el bolsillo de la chaqueta. - ¡Menuda pérdida de tiempo! - exclamó.
"¿Quién quiere vacaciones?" se  preguntó enfadado mientras caminaba por la calle con el brazo vendado e inmóvil gracias a un pañuelo de seda azul atado detrás del cuello; captando la atención de los viandantes.
"¿Por qué me mira la gente?" se preguntaba. "Ni que nunca hubieran visto a un hombre con el brazo vendado" añadió.

Lo dejó pasar exactamente quince minutos.
Pasado ese tiempo de cortesía, hartó se deshizo del pañuelo con movimientos bruscos que acarrearon más dolor, gritos y maldiciones varias saliendo de su boca y oraciones silenciosas porque no se le hubieran vuelto a saltar los puntos.
"¡Ya está bien!" gritó mentalmente.  "Voy a hacer lo que debía hacer hecho desde el principio añadió, con tono firme. "Voy a consultar con el doctor Thompson; mi médico de toda la vida" estableció.
- Vacaciones - dijo entre dientes y por segunda vez en el día con tono despectivo. - Se congelará el infierno antes de que me tome vacaciones - añadió con toda la potencia y firmeza de su voz antes de aporrear la puerta del doctor Thompson varias veces seguidas.


2 comentarios:

  1. No se lo que me hace más gracia, si que le de cosa la sangre siendo policia o que no le gusten las vacaciones!!Y luego... madreeee.... sabiendo como es Zhetta... la que van a liar estos dos!!! :D

    ResponderEliminar
  2. jajajajajajajajajajajaja me meo me troncho q gran capitulazo es q he estado en la sala curandole los puntos a thon jiji q buen capi pero malota pon maaas q me dejas a medias como siempre jijiji no desde luego explosiva la pareja de zhetta y thon explosiva va a ser la caña el libro y desde luego doble h o triple h en mi opinion es grande y no sabia q fuera medico y abogado jijiji

    ResponderEliminar