lunes, 18 de febrero de 2013

Me robaste el corazón Capítulo 14 La rendición de Anthony

¡Ojo! ¡Ojo! ¡Ojo!
Aviso importante a todas las lectoras de que este es un capítulo con contenido y escenas hotties no recomendadas para menores de 13 años y no 18; que los niño/as de hoy en día están muy adelantados.
Si deseas saber qué es lo que ocurre entre ellos es solo, única y exclusivamente bajo tu responsabilidad.
Hechas las advertencias pertinentes, si has decidido ignorarme porque la curiosidad ha podido contigo aquí te dejo el capítulo.
Disfrútalo.


“La odio” pensó Anthony mientras miraba sentado en un banco  a Zhetta desde lejos.
Bueno, no en el sentido de odiar con todo tu corazón y tu rabia más profunda a una persona hasta el punto de desearle una muerte lenta y dolorosa.
El odio de Anthony era el del otro sentido de la palabra.
El del sentido en el que pronuncias una palabra o una frase en una conversación sin sentirla o pensarla con la plena capacidad de tu raciocinio o con un tono humorístico o de broma. De ese segundo significado hablo.
No obstante, aunque no pensara en odiar a Zhetta, el mero pensamiento y elección de esas palabras respondía a un motivo. Dicho motivo era el siguiente: que desde que Zhetta se había convertido en su “ampollayante” y se había implicado cien por cien en el caso hacía ya una semana, había conseguido más resultados en sus pesquisas que él solo en dos meses y medio de investigación.
Por eso la odiaba. Era su mente envidiosa la que pensaba por él.
Además, la muy condenada era muy buena haciendo preguntas. De hecho, lo hacía de tal forma que  engatusaba y  metía de tal forma en la conversación para conseguir las respuestas a las preguntas que ella deseaba realizar (y que normalmente estaban situadas en mitad de la misma) a sus interlocutores sin que ellos fueran conscientes en ningún momento. Si a eso le sumabas que, al contrario que para con él, con Zhetta todo el mundo sacaba un pequeño hueco (cuando no dos) en sus apretadas agendas diarias para charlar con ella… los resultados estaban ahí.
Y ella iba venciendo.
Para su buena fortuna, aún no había dado con quién era el ladrón.
¡Solo faltaba ya eso para su ego!
Pero vista la velocidad con la que conseguía progresos y recopilaba información de relativa importancia, Anthony ya no lo ponía en duda y por eso había elaborado una lista con posibles explicaciones para el hecho y todas se excusaban, escudaban y tomaban como argumento principal y base que Zhetta era una oriunda del lugar y que por tanto, lo había tenido mucho más fácil al estar plenamente integrada en la comunidad.
En cualquier caso, tampoco se había concentrado mucho en ese  aspecto como posible ocasión a ocurrir porque si Zhetta conseguía dar con el ladrón, una buena parte del mérito y del trabajo de hacerlo le correspondería también a él. Pues para eso ya llevaba realizado gran parte del trabajo cuando Zhetta se incorporó.
Sabía que si esto ocurría iba a quedar como un aprovechado y un envidioso en el imaginario colectivo del pueblo de Clun (quizás no para Kirk, quien lo tenía en los altares) pero no le importaba, dado que no era cierto.
Solo aquellos que conocían el plan y que participaban en él de manera más o menos activa lo sabrían, y con eso para él era más que suficiente.
Esa era otra cuestión, le extrañaba completamente que el hecho de que Zhetta se hubiera convertido en su “ampollayante” aún permaneciera en secreto y no hubiera transcendido entre los vecinos de Clun.
Mirándolo desde otro punto de vista, aél le venía de perlas que no se hubieran ido de la lengua, pues eso permitía actuar a ambos miembros del equipo con tal libertad y sin levantar sospechas. De hecho, para alguien que permaneciera ajeno a la realidad y que los estuviera observando atentamente; alguien como el ladrón por ejemplo, la única sensación que podría estar provocándole era que Anthony era el perrito faldero y bebía los vientos por Zhetta y que la seguía a todas partes con la suerte y esperanza de que ella se fijara en él en algún momento. Mientras esto sucedía, él se contentaba con mirarla desde lejos.
Excepto en lo referente a que él era su perrito faldero y solo se contentaba con mirarla desde lejos, los tiros no irían muy desencaminados porque si había algo que se iba confirmando y acrecentando eran sus sentimientos por Zhetta.
Por otra parte, la segunda resolución que había tomado con respecto a Zhetta si esta resolvía el caso era que se la llevaría con él a Londres y juntos crearían una compañía de investives para ella, detectives para él y acabarían convirtiéndose en la pareja de moda a la hora de resolver crímenes, robos y fechorías en Londres y todos sus alrededores.
Eso sí, primero tendrían que hacer una serie de cambios: así, por ejemplo Zhetta no se llamaría nunca más en su presencia “ampollayante”. Ampollayante, hasta la fecha la única palabra de la que no había conseguido transcribir y adivinar la palabra real que Zhetta pretendió pronunciar la primera vez que este esperpento para cualquier diccionario salió de su boca.
Una palabra a la que no prestó plena atención hasta segunda o tercera vez que Zhetta la pronunció en su presencia y que le horrorizaba en la misma cantidad y grado en que producía enormes ataques de risa. Sin duda que al menos una de las palabras en las que estaba basada era ayudante pero…con esta chica, ¡cualquiera sabía!
Ese sería el primer cambio que realizaría, la nomenclatura en cuanto a la categorización de Zhetta. Y para hacerlo más sencillo y llevadero para la susodicha y principal afectada, buscarían una palabra de menos de tres sílabas. La llamaría…. John simplemente. John a secas
Por otra parte… el segundo gran cambio que debían realizar solo sería a medias puesto que consistiría en vestir a Zhetta de hombre. La ventaja en este sentido era que de los 2365 días que tiene el año, al menos 320 Zhetta iba vestida como un hombre por lo que eso, a priori no supondría un problema y lo único que tendrían que hacer serían cambiar sus ropas de campo por unas a la última moda de la ciudad de Londres.
Todo eso, como una ilusión estaba bastante bien, pero en la realidad era una utopía llevarlo a la práctica sin que él y su hombría se vieran seriamente perjudicados.
¿Por qué?
Porque pese a que estuviese completamente camuflado como un hombre (bigotes y patillas incluidos) él sabría que era Zhetta quien estaba debajo del disfraz e inevitablemente iba a poner la cara de bobalicón que de forma natural ponía ante el mero hecho de escuchar su nombre.
Así que de eso nada, nada de Zhettas vestidos de hombres ni nada de Zhettas en Londres por mucho que esto le disgustara y entristeciera; sobre todo la segunda parte.
En torno a las once de la noche tocaron a la puerta de casa de Anthony.
Unas horas un poco intempestivas e inusuales para visitas.
No obstante, Anthony no estaba preocupado o sobresaltado por esto, ya que conocía perfectamente quién era su visitante nocturno. Básica y principalmente porque siempre le visitaba a esas horas desde hacía muy poco tiempo.
¿Quién era?
Ni más ni menos que su “ampollayante”. Bueno, en realidad eran dos las visitas que recibía a esas horas, la ya mencionada Zhetta y su conejo marrón con complejo de perro guardián Wingers.
Y en cuanto a la hora escogida para las visitas… había sido una idea de ambos ya que, pese  a que vivían muy cerca el uno del otro y en las dos casas más alejadas del pueblo no podían fiarse ni de su sombra. Incluso hubo un momento, recién aceptado el cargo por parte de Zhetta en que a Anthony no le quedó más remedio que preguntarle si ella era quien había robado  el collar. Una pregunta y acusación velada que, contrariamente a lo que había pensado se tomó bastante bien, respondiéndole incluso de forma afirmativa e irónica.
Por eso mismo y para evitar que corrieran rumores malintencionados y falsos acerca de ambos como una futura y real pareja escogieron esta hora diaria.
-          Buenas noches jefe – le saludó ella con el señor Wingers en las manos.
-          ¿Ahora quieres reemplazar a Kirk? – le preguntó irónico y con la ceja enarcada. – Pues no creo que le guste nada cuando lo descubra – añadió, antes de darle un beso en los labios y permitirle el acceso a su casa.
Sabía que se arriesgaba demasiado al besarla en casi cualquier ocasión en la que se quedaban solos puesto que no sabía cómo iba a reaccionar ella y sobre todo,  cuanta tensión podía aguantar su cuerpo y refrenar su deseo antes de estallar pero… le salía solo. En cuanto sus ojos veían los labios de Zhetta con sabor a melocotón, inmediatamente sentía antojo de esa fruta probada en el sabor de sus labios.
-          Tengo una idea para el caso –anunció Zhetta muy orgullosa y satisfecha de sí misma cuando llegaron al lugar escogido como sede de sus planes y operaciones. Un lugar que no era otro que el salón de la casa de Anthony y por este motivo, habían obligado a que el cochero cambiase su lugar de estacionamiento por uno mucho más habitual: una habitación. – Es una idea genial – añadió visualizándola e intentando crear misterio con gestos de las manos. – De hecho, es la mejor idea que he tenido nunca – confirmó. – Pero… no te va a gustar – concluyó.
-          Aún no me lo has dicho – replicó inmediatamente Anthony.
-          Lo sé, pero te conozco – respondió ella. – Y sé que esto no te va a gustar – recalcó.
-          Dilo, listilla – le retó.
-          A ver, dices que ya crees saber quién es el ladrón gracias a tus preguntas de antes  y a mi labor de ampollayante ¿verdad? – preguntó.
-          Correcto – le confirmó él.
-          Entonces lo único que falta es que cometa algún error y que se delate ¿no? – volvió a preguntar.
-          Estás en lo cierto – le confirmó.
-          Pues creo que la mejor forma de hacer que se delate es que cometa un error – explicó. - ¿Y cómo va a cometer un error? – preguntó. – Cuando tú no estés haciendo de investive por el pueblo – se respondió. – Pero tú eres investive todo el tiempo, así que entonces ¿cómo puede suceder algo así? – volvió a preguntar. – Fácil – respondió ella. – Tienes que renunciar – concluyó.
Y esperó la violenta reacción.
-          No – dijo, llanamente para su sorpresa.
-          ¡Lo sabía! – exclamó Zhetta. – A ver… - dijo suspirando. - ¿Por qué no? – le preguntó.
-          ¡No voy a renunciar después de tanto tiempo, trabajo y esfuerzo empleado! – exclamó enfadado.
-          Entiendo que no quieras renunciar después de lo que te paso en Londres con Stulty Towl – dijo Zhetta.
-          Sthealthy Owl – le corrigió él.
-          Como sea – dijo, con un encogimiento de hombros pero esta vez sería distinto – explicó. - ¿Sabes por qué? – le preguntó. -¡Porque sería una renuncia de mentira! – explicó ella, creando confusión en Anthony. – Tú renuncias de forma falsa pero te quedas por aquí hasta la fiesta de mayo como investive espía, el ladrón se confía, comete un error y… ¡zas! – exclamó, golpeando la mesa con el puño. – Lo atrapas y se te quita el trauma – concluyó. – Tienes que admitir que es un plan muy bueno – dijo, satisfecha de sí misma asintiendo con orgullo.
-          Lamento hundir tu ego Zhetta pero tu magnífico plan no tiene ni pies ni cabeza – le dijo. – Así a bote pronto, te has olvidado de dos cosas – dijo, mostrándole dos dedos de una mano.
-          Bien genio, píntame – le pidió.
-          Ilústrame – le volvió a corregir. Uno: Si ya no soy investive más, lo cual es el único motivo por el que estoy en el pueblo ¿cómo explico al resto del mundo mi presencia aquí? – le preguntó.
-          No sé…- dijo con un encogimiento de hombros. – Con lo que quieras – añadió. – Diles que quieres ver Clun florido, que te quieres quedar a ver la fiesta de mayo o incluso que me estás corroborando. No importa. Ellos te creerán – le dijo. –Eres un héroe – añadió.
“De acuerdo” pensó. “Con eso no contaba” añadió.
En realidad no había contado con que Zhetta discurriese y elaborase un plan tan bueno como el que acaba de explicarle. Pues no tenía fallos en realidad y no al contrario, como él pensaba en demostrarle fuese como fuese. La idea de una renuncia pública y falsa para continuar trabajando sin tener la sensación de ser observado y analizado en todos y cada uno de los movimientos que estás haciendo y por tanto, el permiso de actuar con mayor libertad era brillante.
Incluso las soluciones que acababa de inventarse eran buenas y servían perfectamente para explicar su posible estancia prolongada en Clun
De nuevo, la idea de llevársela con él a Londres para crear dicha agencia rondó por su mente. Pero no. No iba a reconocerle la utilidad y brillantez de su plan al igual que no iba a llevársela con él a Londres. De ninguna manera.
Se enfadó consigo mismo. Ese plan e ideas deberían habérsele ocurrido a él y no al revés. Se estaba entonteciendo por momentos y volviendo Zhettadependiente. Por eso mismo, no podía seguir con su plan y por tanto, no iba a renunciar. Eso le daría a Zhetta mucho más poder sobre él del que ya tenía y no lo iba a consentir.
-          ¿Cuál es el segundo gran motivo para no llevar mi plan a cabo? – le preguntó Zhetta esperando para rebatir y contradecir ambos estúpidos argumentos a la vez.
-          Que no voy a renunciar – repitió él. – Ni por todo el oro del mundo o todas las tentaciones que se presenten delante – apostilló. – He dicho que no – añadió.
-          Eres un…un… - dijo, mirándolo con los ojos entrecerrados. – Un ángulo… - añadió mordiéndose el labio y refrenando su lengua.
-          Ámame o déjame – replicó él como si nada.
Y Zhetta se tomó al pie de la letra la última frase de Anthony porque abandonó la casa, solo tras permitir que Wingers le diera un mordisco en el dedo con el que manifestase el grado sumo de enfado para con él en ese momento. Era tal su grado de enfado que durante el camino de regreso no dejó de repetir y maldecir una y mil veces su nombres añadiendo un sinfín de epítetos y palabras malsonantes.
Hasta que cayó en la cama y en la cuenta.
Su plan era pefecto y no tenía fallos, solo que era un cabezota y jamás se lo reconocería a la cara. Muy bien. Esperaría sentada y en silencio a  que él cayera de su burra mental. Además, contaba con un factor muy importante a su favor: el tiempo. Un tiempo que se lestaba agotando porque su último plazo y esta vez no era prorrogable era hasta el final de la fiesta de mayo; para la cual faltaban sólo dos semanas.
Esperaría…
Solo entonces volvería a dirigirla la palabra.
“Otro malentendido con el idioma” pensó Anthony mientras se ponía un paño en el dedo para cortar la leve hemorragia que el mordisco del conejo le había provocado.
Cuando dijo ámame o déjame no era para que lo tomara con literariedad. Al contrario, era como la frase de odio hacia ella que pensó días atrás; es decir, que no tenía ese significado real.Sin embargo, ella parecía no haber entendido ese matiz.
Y aquí estaba él, lamiendo sus heridas. Esto sí, ya mucho más literal y al parecer, sin ampollayante. Por tanto, tendría que retomar y volver a concluir la investigación él solo. Por mucho que esto disgustase a la señora Biggle.
Quizás había cometido al no decirle lo que realmente pensaba de su idea, Pero claro, ella no conocía la tremenda humillación que le supuso el renunciar hacía ya unos años. En realidad, con su marcha de esa manera Zhetta había tomado la mejor decisión. Así él, se concentraría en buscar una nueva estrategia para dar con el ladrón, pues estaba seguro  de que no le haría mucha gracia que le copiase su idea.
Era lo mejor para todos ¿no?
Entonces ¿por qué sentía que nuevamente había metido la pata con ella?
“Serán las hormonas que te nublan en entendimiento” respondió una parte de su mente.
“Has tomado la decisión correcta” le dijo otra. “ Tú siempre has sido algo cabezota y un hombre de palabra” le recordó.
Sí, un hombre de palabra.
Había dado su palabra recién llegado al alcalde que encontraría al ladrón y eso es lo que iba a hacer.
Por su honor y por su palabra.
Y lo haría solo.
Punto y final.


Tres días después un Anthony impoluto y vestido con su mejor traje comparecía ante el pueblo de Clun en el mismo escenario del parque donde se realizó la subasta benéfica de las cestas para anunciar ante la multitud allí congregada que renunciaba al caso dado que no había sido capaz de dar y averiguar con la identidad del ladrón del collar de la alcaldesa pero que iba a permanecer en el pueblo un tiempo más, hasta la fiesta de mayo porque debía recoger las numerosas que había almacenado en su casa durante su estancia en el pueblo.
Dichas estas palabras, descendió en silencio las escaleras y se dirigió solo a su casa, causando el estupor y el asombro general de los allí presentes a la par que una oleada de comentarios y susurros en corrillos múltiples.
En realidad, lo que había hecho no era otra cosa que seguir al pie de la letra el plan de Zhetta, una vez caído de la curra de la testarudez. Algo que debía haber hecho desde el principio, por otra parte. Con esta declaración pública de su renuncia buscaba por supuesto que el ladrón se confiase y cometiese algún error y sobre todo, que Zhetta se enterase y lo entendiese como una manera de disculparse con ella.
Lo cierto es que había esperado encontrársela entre las personas que asistieron a su discurso, pues fue anunciado en la iglesia; lugar donde fue la última vez que la vio pero donde no se dirigieron la palabra. Pero ella no estaba. Por otra parte, eso tampoco le sorprendía demasiado ya que, probablemente estaría ocupada terminando de construir la porqueriza, preparándose para ser la reina de mayo o en cualquiera de los múltiples quehaceres diarios en los que participaba de manera desinteresada.
No obstante, no tenía ningún tipo de dudas de que acabarían enterándose. Y cuando lo hiciera, de inmediato iría a visitarle para regodearse, echarle en cara su suprema inteligencia, discutir un poco, besarse algo más y sobre todo, continuar discutiendo con la estrategia a seguir desde ese punto.
Sin embargo, y para su total desolación no acudió a él de manera inmediata. Ella continuó quedándose en casa, pese a ser conocedora de la noticia. Él mismo había podido comprobarlo con sus propios ojos, pues había vuelto a las andadas y había reutilizado el catalejo orientado a su casa.
 Zhetta se quedó en casa. Al contrario que el resto de la población de Clun; quienes le inundaron de visitas para mostrarle personalmente sus sentimientos y pensamientos acerca de este asunto. Jamás en su vida había atendido tantas recepciones y esto; quizás porque no estaba acostumbrado lo cansó y agotó hasta extremos impensables. Mucho más que el día de la porqueriza.
Por eso tomó una drástica y durante los dos días siguientes a su gran noticia se encerró en su casa cual monje de clausura; mandando al cochero a hacer la compra por él en su lugar. No quería ver a nadie.
A nadie que no fuera Zhetta Caerphilly por supuesto.
Fue por eso por lo que no abrió la puerta a su primer visitante del día tras dos días de encierro voluntario hasta que golpeó la puerta cinco veces; ya que tanta insistencia sin duda indicaban testarudez y fijación por conseguir hacerle una visita. Claro que también podría ser que al cochero se le hubiera olvidado las llaves de la cancela trasera y por tanto, no le quedaba más remedio si quería entrar en casa con la compra que utilizar la puerta principal.
Cuando abrió la puerta tras tres nuevas rondas de golpes sobre ella, lo único que encontró fue una cesta colgando por el aire, causándole desconcierto y extrañeza en primera instancia. Acto seguido sintió horror porque él conocía esa cesta. La conocía tan bien que de hecho, había tenido pesadillas con ella.
¿Qué motivo podía llevar a un hombre y derecho como él a tener unas pesadillas horrorosas con una pequeña cesta forrada de tela burdeos. Ni más ni menos que esa era la cesta utilizada el día que intentó recoger los huevos para el desayuno en casa de Zhetta.
Un momento ¿desayuno en casa de Zhetta? ¿Cesta de huevos de Zhetta? ¿Zhetta?
Dio un par de pasos en la puerta de su casa y se chocó con ella; ya que había decidido justo en ese momento revelarse en su presencia ante la falta de reacción o palabras.
-          Perdona – le dijo Anthony mientras vio cómo se rascaba la frente.
-          Te dije que era una buena idea – le echó en cara ella con una sonrisa. - ¿A ti te parece bonito tardar tanto en abrirme la puerta?  - le preguntó enfadada.- Pensé que te habías ido a Londres – añadió.
-          Estaba esperando a que vinieras – confesó. – Y además, de ti me hubiera despedido – añadió, abrazándola y besándola de manera dulce en los labios mientras jugueteaba con su lengua y disfrutaba saboreando el melocotón de sus labios; un sabor que había añorado y echado de menos en este tiempo de separación.
-          Eh… - titubeó Zhetta aún afectada por el beso. – No había venido a que me besaras – le dijo.
-          ¿No? – le preguntó él, sonriente. – Y entonces ¿para qué querías verme? – añadió.
-          Para que me pidieras perdón, cosa que ya has hecho y… para invitarte a comer – le dijo.
-          ¿Invitarme a comer? – preguntó, desconfiado.
Zhetta asintió mientras balanceaba la cesta delante de sus narices.
-          Nos vamos de picnic – anunció.
-          ¿Picnic? – preguntó con la ceja enarcada y los brazos cruzados.
-          Picnic – repitió Zhetta mientras asentía. – Comida campestre o como quieras llamarlo – añadió. - ¿Es que no has ido nunca a uno? – le preguntó sorprendida.
Anthony se tomó su tiempo para responder a esa pregunta. Echó la vista atrás e intentó recordar algún momento durante su infancia, juventud o adolescencia donde hubiera ido al parque para ir de picnic y no recordó ninguno. Ni siquiera cuando quería robarle besos a alguna señorita de la alta sociedad.
Finalmente negó.
-          ¿No? – le preguntó Zhetta sorprendida. Anthony volvió a negar. - ¿Ni siquiera en los grandes parques que tenéis en Londres? – añadió, a lo que Anthony negó por tercera vez. - ¡Dios Anthony, que sosos eres a veces! – exclamó. – Por suerte para ti, ahora me conoces y muy pronto sabrás qué es lo que se hace en un picnic – dijo, echando a andar y tirando de él.
-          Espera – dijo él plantando los pies de manera firme en el suelo. – Sé que te gusta caminar. A mí también me gusta caminar- A ambos nos gusta caminar pero hoy y sin que sirva de precedentes iremos en mi caballo.
Y ese fue el método de transporte que utilizaron. Concretamente uno de los dos caballos del carruaje que trajo a Anthony desde Londres a Clun. Pero no fue un viaje precisamente tranquilo ya que desde la posición delantera y durante todo el trayecto, Zhetta no hizo otra cosa que quejarse por todo; aunque muy especialmente de por qué tenían que ir dos personas en un caballo cuando hubiera sido mucho más fácil que ella cogiera a Beeps para que el animal no tuviera que soportar ese peso y sobre todo acerca de por qué había tenido que ser ella la que iba delante.
Solo cuando la tuvo sentada delante de él, Anthony descubrió que esa no era la decisión más acertada que había tomado porque gracias a esa posición y perspectiva pudo llevarla agarrada y abrazarse a ella mientras aspiraba el olor a romero de su pelo. No obstante, y aunque en realidad solo habían sido unos días, su cuerpo había extrañado y echado de menos la cercanía de Zhetta. Tanto, que llevar su trasero pegado a su bajo vientre le provocó una dolorosa erección cuando solo llevaban cinco minutos encima del animal. Además, su continua cháchara no ayudaba en nada a que se distrajera de este pensamiento. Más que nada porque Zhetta era de moverse mucho y realizar muchos aspavientos mientras hablaba, por lo que no dejaba de rozarse contra él de manera involuntaria mientras parloteaba.
Por eso, tomó como resolución y primer propósito del viaje calmarla y para ello le dio un beso en el hombro y en el cuello tras echarle el cabello hacia un lado. Dichos besos tomaron a Zhetta por sorpresa quien se giró para exigirle una explicación. Y ese gesto fue su perdición ya que antes de que ambos se dieran cuenta muy bien, se estaban besando de forma apasionada, con Zhetta girada completamente girada hacia él y con los brazos por detrás de su cuello y con Anthony abrazándola y apretándola más contra él.
Podrían haber seguido así (e incluso ir más allá)  durante mucho más tiempo sino llega a ser porque estuvieron a punto de caerse del caballo en uno de sus frenéticos movimientos. Afortunadamente, sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos para impedir este hecho. No pudo decirse lo mismo de la cesta que contenía la comida, la cual sí que cayó (aterrizando de pie y por tanto, sin perder nada del contenido que portaba). Señal de que era el lugar para el picnic.
Asustados, nerviosos y aun afectados por el beso fue como juntos sacaron la manta y la comida del interior de la cesta de Zhetta. Por eso mismo, también decidieron tocar temas de conversación neutros y intrascendentes hasta que al menos de uno recuperase la compostura y la fuerza de voluntad necesarias como para actuar con raciocinio ante una nueva situación como la que acababan de vivir.
Anthony fue quien rompió esa dinámica cuando preguntó a Zhetta acerca de su familia. Dos fueron sus principales motivaciones: la primera y más importante era saber más cosas acerca de la mujer que le gustaba pero que era un enigma para él en la inmensa mayoría de los aspectos y dos, que tras dejar de forma oficial su oficio de investive en Clun debía desahogar el caudal de preguntas acumuladas de una u otra manera.
-          No tengo familia – explicó ella. – Si exceptúas a la población de Clun mayor de cincuenta años, para las cuales soy su hija o nieta adoptiva por supuesto – añadió.- Pero si te refieres a familiares directos, no tengo – añadió algo apesadumbrada.
-          Lo siento – dijo Anthony pese a que sabía que hacía mucho tiempo que Zhetta había perdido a sus familiares y reprimiendo las ganas de darle un abrazo para confortarla porque su erección aún no había desaparecido y no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo ante la extrema cercanía de ella.
-          ¿Y tú? – le preguntó ella. – Conocí a tu padre cuando vivía en tu casa mientras que le cuidaba las plantas y me cayó muy bien. De hecho fue bastante agra…agar…gra… agranado – dijo ella.
-          ¿Agradable? – preguntó Anthony frunciendo el entrecejo. - ¿Mi padre? – preguntó, incrédulo. - ¿Estamos hablando del mismo hombre? – le preguntó. Zhetta asintió. - ¿Del todopoderoso, omnipotente y omnisciente capitán del ejército naval de su majestad, marqués de Harper y héroe de guerra temido por los franceses? – añadió. – Lo dudo mucho – concluyó, incapaz de imaginarse a su padre siendo simpático, cercano o agradable con otra persona; pues era la dureza e inflexión personalizada con sus hijos.
-          Lo creas o no conmigo lo fue – replicó ella. – De hecho, me hablaba mucho de sus hijos – añadió. – Hijos – recalcó. – Así que es obvio que tú tienes hermanos – estableció.
-          Tengo tres hermanos varones y una chica. Joseph, que es mi gemelo, los gemelos de nuevo Rosamund y Henry y el pequeño Edward junior – explicó.
-          ¿Sois cinco? – preguntó boquiabierta. – Y ¿has dicho dobles parejas de gemelos? – quiso saber, entusiasmada. – ¡Como en el póker! – aplaudió ante la estupefacción de Anthony al descubrir que Zhetta sabía jugar al póker (juego que por otra parte era ilegal). - ¿Es cierto eso de que los gemelos tenéis una conexión especial mental? – agregó, dicharachera y vivaracha como no la había visto antes.  
-          Creo que sí porque Rosamund y Henry la tienen pero… el caso de Joseph y mío es diferente – explicó, causando extrañeza en Zhetta. – Verás, los Harper somos extremadamente celosos y reservados con nuestra vida privada y de entre los cinco, Joseph y yo los que más – explicó.
-          ¿Has puesto de tu parte o has intentado acer…ecar… aclarte a alguno de tus hermanos? – le preguntó. Silencio fue lo que obtuvo de Anthony. - ¡Lo sabía! – exclamó, señalándole. – Eres igual que tu padre ¿lo sabías? – le preguntó.
Anthony la instó a continuar con la mirada que le dedicó.
-          No dejas que la gente se acerque a ti ni te muestras cercano de primeras ¿a que no? – le preguntó, sabiendo que tenía razón. – Apuesto a que tampoco tienes muchos amigos y que no eres el colmo de la popu… pupo…. poblacionalidad allí en Londres ¿me equivoco? – le preguntó. Anthony negó. – Bien, pues me vas a prometer que cuando llegues a Londres vas a penetrar con tus hermanos. Con todos y cada uno de ellos, sin excepción – dijo. – Y sobre todo con tu gemelo – añadió, advirtiéndole.
“¿Penetrar?” preguntó Anthony dubitativo. Y ante la mención por inclusión y ser parte de la palabra, sintió un nuevo tirón en la entrepierna. “Querrá decir profundizar” añadió. “Porque la única persona a la que quiero penetrar eres tú…” divagó, aunque pronto cerró la puerta mental a ese hilo de pensamientos.
-          Y también dejarás a la gente que se acerque a ti para cono…noco… para ser tu amiga y te quitarás esa coraza y el corazón con el que te proteges – le ordenó. – Porque puedes ser un anciano, algo soso, rancio, muy urbano, cabezón y bastante subido por tu cargo de jefe de Bow Street – dijo, imitando su voz grave. – Pero eso es porque no dejas a la gente que te conozca bien, si lo hicieras también verían que eres tenaz, fuerte, paciente, gracioso a veces y ¡qué carajo! – exclamó. – No estás nada mal, chico – le felicitó, dándole un puño suave en el hombro.
Quizás no había tenido el comienzo más prometedor del mundo pero sin duda era la descripción más acertada que nunca nadie había hecho de él. Y el saber que a Zhetta él también le gustaba le provocó que una nueva oleada de deseo le recorriese el cuerpo de la cabeza a los pies y que le fuera materialmente imposible contenerse y besarla de forma apasionada, ruda y brusca.
-          Cinco hermanos ¡qué mariposa! – exclamó encantada, aún aturdida por el beso y parpadeando de forma continua.
-          Maravilla querrás decir – le corrigió él, encantado por ser él quien aturdía a Zhetta. – Y no te preocupes, puedes resarcirte cuando seas madre teniendo tú un montón de hijos – añadió.
-          Creo que con dos bastará – mintió Zhetta, pues ella quería muchos hijos más..
-          ¿Dos? – preguntó Anthony confuso y decepcionado.
-          No quiero espantar a mi futuro marido pidiendo muchos hijos – explicó ella. – Además, la señora Biggle me dijo que debía ser convertida por lo que creo que dos estaría bien – añadió.
-          La señora Biggle no tiene ni idea – replicó él enfadado. – Además, no creo que mentir a tu futuro esposo acerca de los hijos que quieres tener esté muy bien – añadió. – Debes decirle el número de hijos reales que desearías tener – le animó. – Zhettanieves – dijo con tono infantil. - Tú eres de esas personas con el extraño talento innato de caer bien a todos los niños a tu alrededor – añadió, pensando sin querer en Peter Dormer y en el marcado instinto de posesividad que despertaba en el niño. – No debes privar al mundo de él – le dijo apretándole la mano y animándola a cumplir el sueño de una gran familia que sabía que tenía.
-          Gracias – le dijo Zhetta, dándole un beso suave en los labios.
-          Y en cuanto a lo de ser comedida… tú eres de todo menos comedida, querida así que tampoco creo que debas mentirle acerca de eso – le recomendó. – Además, es algo que descubrirá pasadas varias horas contigo – añadió. –Pienso que deberías buscar a un hombre que te quiera tal y como eres – concluyó.
“Alguien como yo” pensó.
-          Si de mí dependiera por ejemplo, yo te daría seis o siete hijos como poco – dijo Anthony su pensamiento en voz alta, deseando que se lo tragara la tierra cuanto antes al ser consciente del hecho.
-          ¿Me darías? – preguntó ella burlona. - ¿Es que los compras? – añadió. - ¿Me darías la dirección del mercado donde venden a los niños por favor? – le pidió de manera educada e irónica. – Porque así no nece…cene…porque entonces no me sería útil un marido – añadió.
-          Sabes perfectamente lo que he querido decir – le dijo, compadeciéndose de su pobre entrepierna porque iban a tocar un asunto dolorosa para ella.
-          Claro que lo sé – le interrumpió Zhetta. – Y por eso me cuesta mucho más creerte – añadió. – Yo no te gusto ¿recuerdas? – le preguntó, utilizando sus propias palabras.
-          ¡Qué tontería! – exclamó. – Por supuesto que me gustas Zhetta – le aseguró.
-          Sí claro - bufó ella. – Y por eso, salvo hoy solo me has besado cuando llevo vestidos ¿verdad? – le preguntó. – Dilo Anthony, no pasa nada – le instó. – A ti gustan las mujeres con vestidos y no los hembritos como yo, por eso solo me besas cuando llevo vestidos – repitió Zhetta.
-          Qué estupidez – masculló entre dientes Anthony antes de acortar la distancia que los separaba, plantarse de rodillas pegar su frente y su nariz contra los de ella para que sintiera el aliento de sus palabras mientras que le hablaba y agarrarle el mentón con fuerza para evitar que girase la cara o intentase mientras le decía:
-          Mira Zhetta, que te quede una cosa muy clara y se te quede graba en tu cabecita – le advirtió tocándole con un dedo la frente. – Te mentí al decirte que no me gustabas porque tú me gustas. Y mucho además – recalcó. – No entiendo por qué me gustas ya que eres como un maldito grano en el trasero demasiado descarada, independiente, malhablada  y peleona para mi gusto – le dijo, provocando su enfado y que intentara separarse de él, pero él se lo impidió incrementando su fuerza. – Pero también eres inteligente, preciosa tanto como dentro como por fuera, fuerte, perspicaz, sincera, extraordinaria… ¿quieres que siga? – le preguntó furioso por tener que grabar estas palabras en su mente ante su falta de credibilidad por sí misma. – Me vuelves loco Zhetta, en todos y cada uno de los sentidos de la palabra. Para bien o para mal me vuelves loco – repitió. – Créeme cuando te digo que estoy agotando con esta cercanía todo los restos del autocontrol que me queda para no tumbarte sobre el césped, desnudarte y hacerte mía ahora mismo – añadió. – Y te aseguro que esta vez no me va a importar la ropa que lleves – le advirtió.
-          Ay – se quejó Zhetta de forma lastimera mientras miraba de forma nerviosa a su alrededor.- Entonces no ha sido una buena idea traerte aquí de picnic – añadió.
Solo entonces Anthony miró a su alrededor y fue consciente del lugar donde se hallaban: el claro del bosque donde hicieron de chaperones y donde sacaron a relucir por primera vez el deseo y la pasión que sentían el uno por el otro.
“Desde luego que no lo ha sido” pensó, tragando saliva.
Un nuevo silencio se instaló entre ellos mientras que apartaron la mirada.
Quizás lo provecharon para avergonzarse o que la timidez los invadiera. O puede incluso que recordaran lo sucedido en ese mismo lugar pocos días atrás.
A ciencia cierta ninguno leyó los pensamientos del otro durante esa pequeña fracción de tiempo. Pero, cual gemelo sí que se leyeron la mente cuando sus miradas se reencontraron pues al instante siguiente se abalanzaron el uno sobre el otro y comenzaron a devorarse como si estuvieran famélicos y no hubieran terminado de comer.
Pronto, y pese a que comenzaron a besarse estando ambos de rodillas, Zhetta quedó bajo Anthony quien no dejaba de saborear con sus labios y sus labios el sabor melocotón de Zhetta.  Sin embargo, llevaba mucho tiempo reprimiéndose a propósito y hoy no era suficiente. Su mente curiosa quería descubrir si ese sabor melocotón estaba presente y escondido por otras partes del cuerpo de Zhetta. En cuyo caso, era imperante saber cuál eras y por ello comenzó con la exploración por el rostro de Zhetta.
Rostro que besó en todas partes: en los ojos, la cara, la frente, las mejillas y sobre todo y repetidas veces en la boca entre los jadeos de Zhetta, encantada con esto.
Ni rastro del sabor melocotón en el rostro de Zhetta. Así que continuó su búsqueda por otras zonas del cuerpo y siguió plantando besos y pequeños lametones por debajo del mentón, la rodilla; descendiendo poco a poco por el cuello de Zhetta.
Al llegar al final del cuello se encontró con el primer obstáculo: el cuello de la camisa de algodón color amarilla ceniza que ella llevaba. Sin embargo, no era un problema de difícil solución pues él estaba acostumbrado a desabrochar camisas a diario. Por ello, en apenas unos segundos, todos los botones de la camisa estaban fuera de su agujero y Anthony descubrió que en esta ocasión la ropa interior de Zhetta era distinta.
Mucho más corta y menos numerosa.
De hecho, apenas le tapaban sus pequeños senos el imposible de olvidar apodesmo y un mamillere (banda para darle soporte a los senos).
“Así que este es tu pequeño secreto” pensó con satifacción y hambriento antes de deshacer el nudo del apodesmo y tirar hacia debajo de la banda de tela; dejando los senos de Zhetta a la vista. Unos senos cuyos pequeños pezones color melocotón se pusieron inhiestos al sentir el contraste de temperatura y no estar apretados.
Anthony, colocado entre las piernas se mordió el labio y se relamió del gusto ante la anticipación de saborear y darse un festín de melocotones. Zhetta le miró en ese momento y le sonrió con los labios hinchados, probablemente porque le gustaba la expresión que tenía él en ese momento y él le devolvió la sonrisa antes de iniciar el descenso hacia ella.
Zhetta cerró los ojos por la anticipación de la nueva oleada de placer que Anthony (un experto) le proporcionaría al besarle los senos. No obstante, le sorprendió cuando no la besó ahí directamente y se dirigió primero justo debajo de su ombligo, trazando una línea con la lengua desde ahí hasta el inicio de sus pantalones (repentinamente sobrantes para ella). Pasando por alto su ombligo, trazó una línea de besos hasta sus senos y una vez en ellos, decidió detenerse para encontrar el sabor melocotón que en teoría deberían tener sus pezones al ser del mismo color. Por eso, los besó.
Los besó, una, dos, tres y hasta mil veces antes de llevarse uno de ellos a la boca y comenzar a succionar mientras con una mano agarraba el otro seno y se lo pellizcaba, provocando en Zhetta estremecimientos y movimientos de escorzo bajo él.
Sabía que le gustaba y que estaba disfrutando enormemente de lo que estaba haciendo a sus senos pero estaba sorprendentemente callada para lo que ella acostumbraba. Por eso, se detuvo un momento para observarle el rostro. Preocupado descubrió que la expresión de su rostro era rígida.
-          Zhetta – dijo, besándola en los labios. – Puedes hablar – añadió.
-          N…n…no – consiguió decir ella. – No puedo – añadió.
-          ¿Por qué no? – quiso saber curioso.
-          Porque soy una gritona –le recordó.
-          A mí me gusta que grites – le dijo él.
-          No aquí y desde luego que no en este momento – explicó ella.
-          Zhetta cariño, no te reprimas – le dijo. – Y si tienes que gritar o gemir, hazlo – la informó. – De hecho eso me sería de gran ayuda para saber si lo que te estoy haciendo te gusta o si voy bien o no – aclaró.
-          No voy a gritar – le informó ella.
-          ¿Esa es tu última palabra al respecto? – le preguntó con un deje de amenaza en la voz.
Zhetta asintió.
-          Ya veremos – concluyó él antes de volver a sus pechos para saborear el otro de la misma manera que el primero. Y de repente, en mitad de la degustación de los pechos de Zhetta (los cuales subjetivamente sí que le dejaban un regusto a melocotones) le mordisqueó el pezón, causándole tal mezcla de emociones contradictorias entre el placer y la sorpresa que Zhetta, involuntariamente gritó su nombre con desesperación. Aumentando su henchido de orgullo ego y espoleándole a que continuara.
Y Anthony; como buen niño obediente continuó trazando un peligroso a la par que placentero triángulo entre su boca y sus pechos, los cuales aunque pequeños eran los objetos más dignos de alabación y perfectos para el tamaño de sus inquietas manos.
Liberada de su autoimpuesta represión una Zhetta mucho más perceptiva y receptiva al toque de Anthony entró en acción, con jadeos, gemidos, palabras ininteligibles y sobre todo, frotando su entrepierna contra de Anthony, la cual clamaba por la libertad y la rebeldía total y absoluta de los calzones  y los pantalones de Anthony.
Un Anthony para quien los espasmódicos movimientos de Zhetta contra su entrepierna no eran sino una exigencia de más y una demostración de que realmente le gustaba lo que le estaba haciendo. Sin embargo, esta acción le dio una malévola idea bastante relacionada con el sabor de los melocotones y con la pérdida del control total y absoluto por parte de ella.
¿Cuál era la única parte del cuerpo de Zhetta que no había explorado en busca del sabor de la fruta prohibida? ¿Cuál sería a su vez la única manera que tenía a mano de hacerla perder el control y el dominio completamente?
Exacto.
Volvió a su boca para danzar con su lengua y mordisquear sus suaves y apetecibles labios e inició un implacable asalto a los mismos mientras que, de forma disimulada y tanteando por la suave piel de su vientre plano fue buscando el cierre de los pantalones de Zhetta; el cual desabrochó sin que la dueña se diera cuenta.
De hecho, solo fue consciente de las intenciones de Anthony cuando tenía bajados al menos cinco centímetros sus pantalones y él se incorporó.
-          ¿Anthony? – le preguntó con un susurro apoyándose sobre los codos mientras se repetía mentalmente que él no podía ni iba a hacer lo que estaba pasando por su mente justo en ese momento porque nunca nadie le había hablado de eso.  Ni siquiera Louise Biggle.
-          Shhh – le dijo, poniéndole un dedo sobre los labios. – Ahora mi muy querida Zhetta vas a descubrir cuánto me gustas con pantalones – añadió.
Ella jadeó y se dejó caer contra la manta y la hierba del bosque mientras Anthony le bajaba lentamente los pantalones hasta la altura de las botas y le separaba las piernas mientras pensaba que por una vez era muy útil la abertura justo en el centro que los calzones bombachos de la señoras tenían; aunque hubiera sido mucho mejor si Zhetta no hubiera llevado nada.
“Sí que puede” pensó Zhetta mientras sentía cómo al menos eran dos los dedos de Anthony (dado que no los tenía tan gruesos pues estaba harta de vérselos) los que se estaban introduciendo en ella sin que le opusiera resistencia alguna.
Por una vez agradeció mentalmente el trabajo de Anthony ya que sus dedos eran suaves y no tenían callos, rozaduras o ampollas; lo cual sin duda sería doloroso para ella. En su lugar eran suaves y estaban realizando un perfecto trabajo excitándola y haciendo que perdiera poco a poco el control y la vergüenza con las diferentes velocidades y posiciones con las que entraban y salían de ella.
“¡Sí que puede!” gritó mentalmente.
-          ¡Anthony! – gritó, apretándose mitas voluntaria mitad involuntariamente contra él cuando sintió que eran sus labios los que estaban justo en su centro.
“Vamos bien” pensó pagado de sí mismo al escuchar y sentir la reacción de Zhetta mientras la besaba la primera vez.
Sin embargo, eso solo habían sido unos besos de presentación. Lo que realmente importaba y buscaba él era averiguar si Zhetta sabía a melocotón y por eso, dio paso a que fuera su lengua quien lo descubriera.
Una lengua que se volvió salvaje, malvada y maliciosa al entrar en contacto con Zhetta además de curiosa pues no dejó ningún rincón sin explorar.
-          Oh Zhetta Zhetta, sabes a melocotón – comentaba sin cesar Anthony maravillado antes de volver al ataque, estimulado por los movimientos de Zhetta; quien no sabía qué hacer o qué decir aparte de gemir y llamar a Anthony sin cesar o de arrancar todas las briznas y flores a su alrededor.
El doloroso pinchazo (más que ningún otro de los que había sentido en su vida le hizo) de su entrepierna y el mínimo movimiento que sus pantalones permitieron a su pene, le recordaron a Anthony que no todos había participado en la expedición.
Por eso, un Anthony resuelto y medio borracho de placer se incorporó y llevó sus manos directamente a sus pantalones para poner fin a tan espantosa a la par que placentera tortura.
No sin poco esfuerzo debido a sus temblorosas manos de desabrochó el cinturón y cuando iba a hacer lo mismo con el botón y la cremallera de su pantalón…
-          No – dijo, con la voz ronca.
Volvió a la realidad. Más bien aterrizó en ella y no de muy buena manera.
-          No – repitió más alto.  - ¡No! – exclamó, provocando que Zhetta abriera los ojos y mirase a todos lados a la par que parpadeaba para recordar dónde estaban.
-          ¿Qué? – preguntó con ella sin entender muy bien.
-          No – volvió a decir él, mirándola a los ojos. – Esto – dijo, señalándose. – No está bien – dijo, poniéndose en pie y alejándose al menos quince pasos de ella.
-          Creo… - titubeó. – Creo que es momento de regresar a casa – añadió titubeante y nada convencido  de sus palabras. – Yo… yo voy a dejar que te vistas – añadió. – Vuelvo en un momento – aclaró antes de salir corriendo como alma que lleva el diablo hacia la espesura del bosque ante la expresión insondable del rostro de Zhetta.
Misma expresión que reapareció en su rostro apenas diez minutos después; que fue el tiempo exacto en que Anthony tardó en aparecer…completamente empapado.
-          ¿Lista? – le preguntó a una Zhetta boquiabierta. – Vamos – dijo, antes de montarse y subirse en el caballo.
Para el camino de vuelta, la pareja intercambió posiciones y esta vez, Zhetta iba detrás. También por expreso deseo de Anthony.
Un Anthony en exceso maleducado y brisco con Zhetta, a quien no ayudó a subir al caballo y a quien no le consintió que se abrazara a él para ir más segura.
Sin embargo, este cambio de actitud obedecía a dos motivos principales: la estupidez, pues debió haber hecho caso a Zhetta cuando les sugirió llevar a Beeps con ellos y sobre todo, la falta de confianza en sí mismo en que si Zhetta le tocaba nuevamente llegaría sana, salva y lo más importante de todo, virgen, a casa.
Porque si. Era virgen pese a tener veintiséis años y a estar rodeada de hombres todo el tiempo.
Lo descubrió por la reacción y el gesto de su rostro cuando introdujo los dedos entre sus pliegues para comprobar si estaba igual de húmeda y lista que él.
Ahí lo supo.
Y un instinto férreo animal de posesividad, el cual desconocía poseer se apoderó de él y le clamó e imploró que la tomara ahí mismo como fuera a la par que su sentido común y raciocinio le dijeron que ese no era el lugar indicado para hacer el amor con una mujer su primera vez. Por muy rural o mucho que le gustara el campo, como en el caso de Zhetta.
 Su parte buena ganó y por eso, se detuvo justo en el momento crítico. Siendo necesario desaparecer inmediatamente para autosatisfacerse y darse un baño helado de agua que cortara de raíz cualquier tipo de impulso o pensamiento de tipo erótico, sexual o animal.
Objetivo conseguido hasta que la vio nuevamente; aunque estuviera vestida y completamente vestida en esa ocasión.
Por todo ello, Anthony estaba convencido de que si no la miraba, no la tocaba, no la prestaba atención, la ignoraba a propósito y era maleducado con ella podría superar este mal trago y la nueva erección que estaba comenzando a desarrollarse no llegaría a estar nunca en su total esplendor.
En teoría, el camino de regreso era exactamente el mismo que el de vuelta.
No obstante, era tanta la tensión que se palpaba encima del animal que a ambos les pareció que tardaron el triple que al irse, pese a que el caballo iba a trote ligero.
De hecho, en cuanto Zhetta vio su casa intentó bajarse del caballo. Ese fue el único momento en todo el camino en que Anthony la agarró. Y no precisamente de manera amistosa.
Su pensamiento se resumía en la siguiente frase: “Saliste de mi casa conmigo y conmigo volverás”
Por este motivo, en cuanto ambos estuvieron en el interior del mismo descendieron de un salto y sin mirarse:
-          Adiós – dijo Zhetta enfadada abriendo la puerta
-          Espera Zhetta – la llamó él, provocando que se girase en su dirección
-          ¿Qué? – le preguntó de forma brusca ella.
-          Te olvidas la cesta – añadió, entregándosela.
Y Zhetta se marchó de allí dado grandes zancadas y con un enorme portazo.
“Menos mal” pensó.
Sin embargo, parecía que Anthony no conocía muy bien a Zhetta porque ésta enseguida regresó sobre sus pasos de la misma manera que se marchó, deteniéndose solo un paso frente a él y saltándole para que la cogiera al vuelo, antes de comenzar a besarle.
-          Tú me deseas – explicó lo obvio.
-          ¡Claro que te deseo! – gruñó él,  al comprobar que ahora gracias al beso la erección se había desarrollado por completo.
-          ¿Se te ha pasado por la cabeza que antes en el bosque yo quería lo mismo que tú? – le preguntó enfadada.
-          ¿Cómo dices? – preguntó.
Zhetta se soltó de su abrazo y le dijo:
-          Que yo también te deseo ¡idiota! – exclamó.
-          ¡No puedes desearme! – exclamó él a su vez. – Lo que hicimos en el bosque estuvo mal – explicó.
-          Y tanto que estuvo mal – repitió ella. - ¡Me dejaste a medias! – exclamó, acusándole.
-          ¿Qué? – le preguntó, sorprendídisimo por la revelación.
-          Que me dejaste a medias – repitió ella ante su incredulidad. – Te lo voy a decir de una forma tan soez y clara que hasta tú lo vas a entender: Mi vagina deseaba a tu pene y te quería dentro de mí – dijo. – Quiero – rectificó.
-          ¿Ahora? – preguntó.
-          Ahora – asintió. – Y sé que tú también – añadió, tocándole la entrepierna perfectamente distinguible a través de los pantalones.
-          No sabes lo que dices – dijo él, apartándole la mano.
-          No es una palabra de más de tres sílabas Anthony – le respondió desafiante. – Sé lo que quiero y lo que hago – añadió.
-          ¿Quieres acostarte conmigo? – le preguntó él, encantado con la idea.
-          Sí, quiero – le respondió asintiendo.
-          Tus deseos son órdenes para mí – dijo, apoderándose de su boca de un mordisco y volviendo a besarla de forma tan apasionada que fueron chocándose contra las paredes mientras uno y otro se desabrochaban sendas y respectivas camisas; permitiendo por fin a Zhetta ver y tocar los abdominales de Anthony perfectamente marcados y a Anthony comprobar que Zhetta no llevaba ropa interior:
-          Creía que te habías vestido – le dijo, burlón entre beso y beso.
-          Me gusta que no tengas el pelos en el pecho – le respondió ella entre beso y beso.
-          Vámonos – dijo él tirando de ella.
-          ¿Adónde? – preguntó ella sin comprender.
-          A la cama – dijo con voz ronca. – De donde no vamos a salir en mucho mucho tiempo – añadió, volviéndola a besar y tocándole los pezones de los senos.
-          ¿Por qué no lo hacemos aquí? – preguntó, mirando a su alrededor.
-          ¿Aquí? – preguntó horrorizado. - ¿En el establo? – añadió. – De eso nada – negó vehemente, tapándole los pechos abrochándole un único botón de la camisa.
-          ¿Dónde está tu cama? – le preguntó.
-          En mi habitación – respondió él. Y solo entonces se dio cuenta de que su habitación era la más grande de toda la casa pero también era la más lejana.
“¡Maldición!” pensó.
-          Siempre podemos usar otra cama – dijo retomando la marcha.
-          ¿Y dejar que tu cochero nos descubra? – le preguntó ella horrorizada ahora. – Podemos hacerlo aquí – repitió. – Claro, si tu trasero de ciudad no es lo bastante reproducente y capaz de aguantar el hacer el amor sobre paja… - dejó caer.
-          Mi trasero de ciudad es perfectamente resistente, muchas gracias por preocuparte por ello de todas formas – le replicó mordaz. – Yo lo digo por ti, porque quiero que tu primera vez sea algo que te duela cuanto menos posible, algo para lo cual creo que debes estar en un lugar donde te sientas cómoda – le explicó, acariciándole la cara.
-          Soy una chica de campo – le informó. - ¿Dónde estaré más cómoda que en un establo sin caballos? – le preguntó.
-          Como desees entonces – claudicó, nuevamente hambriento de ella, desabrochándole de nuevo la camisa al mismo tiempo que ella la de él.
-          Ven aquí – dijo, tirando de ella y sentándola encima de la manta sacada de la cesta. – Quítate las botas – le ordenó.
-          Tú también – replicó ella.
-          Los dos a la vez entonces – dijo, sentándose a su lado.
Zhetta aprovechó esta coyuntura favorable para girarse en su dirección y desabrocharle los pantalones.
-          ¿Qué haces? – le preguntó, intentando apartarle la mano.
-          Tú me has visto primero desnuda – le informó y acusó, no sin cierto tono acusador. – Y me has probado – añadió. – Es mi turno, jefe – concluyó; provocando una sonrisa en él.
Por este motivo, Zhetta se colocó de rodillas delante de él y se dejó hacer.
Había menospreciado a Zhetta y a su virginidad, eso desde luego. Porque algo tan cotidiano como bajar unos pantalones y unos calzones masculinos los convirtió en una auténtica tortura y un delirio para sus sentidos.
Hasta que al fin quedó libre de ellos.
Anthony esperaba cualquier tipo de reacción o comentario de Zhetta acerca de su pene. No por ego masculino como podría parecer a simple vista, sino porque le habían dicho que estaba bien dotado. Algo que por otra parte, él no había tenido interés en contrastar directamente. Pero, las pocas mujeres con las que se había acostado en su vida sí que se lo habían comentado.
Zhetta en cambio no.
-          ¿Y bien? – le preguntó. - ¿No sigues? – añadió, apremiándole porque estaba empezando a quedarse sin resistencia.
-          ¿Qué quieres decir con bien? – le preguntó ella. – No es la primera vez que veo un pene, Anthony – añadió. - Los caballos la tienen más grande – concluyó.
-          Y ya voy… don prisas – dijo, toándole la punta del pene. Hecho por el cual éste pareció cobrar vida y Anthony siseó.
Zhetta se sintió poderosa a la par que curiosa, y tal y como Louise le había indicado comenzó a pasar su mano sobre él; haciéndole cosquillas (y provocándole también algo más). No obstante, la gota que colmó el vaso de su resistencia y su paciencia fue cuando le tocó las bolas y se las apretó. Anthony sintió un dolor como nunca hasta entonces y supo que estaba a punto de irse. Irse y no dentro de Zhetta.
De ninguna de las maneras.
De forma brusca y hasta casi podría decirse violenta, volvió a colocarse sobre Zhetta y casi con la misma premura con la que se deshizo de la camisa le sacó los pantalones y le rompió los calzones bombachos en el camino.
Por segunda vez saboreó todo su centro y supo que ella estaba casi tan húmeda y a punto de irse como él. No obstante, debía conseguir  que lubricara algo más y por ello, durante un par de minutos introdujo uno y dos dedos de su mano lentamente primero, para ir incrementando la velocidad después.
Zhetta vibraba y creía revivir una y otra vez con el tacto y los dedos de Anthony mientras le gritaba una y otra vez que quería más pues le dolían los pechos y sentía un cosquilleo en el bajo vientre placentero pero le daba la sensación de que había algo que faltaba.
Repentinamente, Anthony se detuvo y se sentó, sentándole a su vez a ella sobre sus rodillas:
-          No me aguanto más, Zhetta y voy a penetrarte – le informó. – Intentaré ser lo más cuidadoso posible pero no tengo mucha exèriencia con mujeres – confesó.
-          Seguro que más que yo – le dijo ella, acariciándole la cara mientras le sonreía para tranquilizarlo, pues lo veía aún más nervioso que ella.
-          Sé que te va a doler – le advirtió. – Pero te juro que será muy poco tiempo – aseguró. – Luego ya todo se pasa – aclaró.
-          Anthony – le dijo ella, agarrándole la cara para que le mirase. – Hazlo – le ordenó.
-          Como desees – replicó él, abriéndole las piernas y entrando en ella con una embestida leve y no completa.
-          ¡Oh! – gritó Zhetta de forma ahogada ante la indescriptible sensación sentida. – No ha estado mal jefe – le informó.
Anthony volvió a entrar en ella y bien fuera por el continuo ejercicio físico all que sometía a su cuerpo, por montar a Beeps a horcajadas, tal y como la tenía sentada sobre el en este momento o por cualquier otro motivo desconocido para su mente, solo tardó varias veces más en acomodarlo en su interior.
¿Cómo lo supo?
Porque lo abrazó con las piernas en su espalda y desde ese momento fue ella quien cons sus movimientos fue guiándole en sus embestidas mientras ambos gritaban sus respectivos nombres como locos; presas del frenesí.
Lamentablemente, eran tantas las ganas que se tenían y lo estimulados que habían llegado en sus juegos preliminares que tardaron muy poco tiempo en comenzar a tener los primeros síntomas de un orgasmo.
Orgasmo coetáneo que les llegó al mismo tiempo pero que fue acallado en sus bocas.
Sin duda que no había sido la vez que  más tiempo había durado haciendo el amor con una mujer para Anthony,  pero sí que había sido la más intensa.
“Y la más sentimental” añadió mentalmente mientras Zhetta yacía con los ojos cerrados sobre él y éste aprovechó para tomarle la mano y que se la posara sobre su pecho.  “Tengo a la mujer que amo feliz y descansando junto a mí. Podría morir tranquilo ahora mismo” pensó mientras cerraba los ojos.
Y así, agotados y exhaustos ambos echaron una cabezadita.
-          Zhetta – le llamó Anthony, sacudiéndola ligeramente.
-          ¿Mmmm? – le preguntó ella adormilada, rebuznando por los labios con la cabeza alzada antes de volver a posarla sobre el pecho desnudo de él.
-          Zhetta – volvió a llamarla él de la misma manera y entre susurros. – Levántate – le ordenó. – Tenemos que irnos – añadió.
-          ¿Adónde? – le preguntó ella, algo más despierta.
-          A la cama – dijo besándole la nariz. Y ante la expresión picara que ella le dedicó, aclaró: - A dormir –
Zhetta puso expresión desilusionada, hasta que una idea le rondó la cabeza:
-          Señor investive, tengo un nuevo reto para usted – le anunció.
-          ¿Un reto? – peguntó él curioso levantando la ceja  y besándola suavemente en los labios. - ¿Qué tipo de reto? – quiso saber.
-          Le reto a que no es capaz de pasar la noche aquí conmigo durmiendo desnudo en el establo conmigo – le explicó ella.
-          Un reto interesante sin duda – respondió él. - ¿Y cuál sería la recompensa a obtener? – le preguntó con tono de voz seductor.
-          Um… no sé – dijo pensativa volviéndole a besar y sintiéndose poderosa al volver a sentir cómo cierta parte de la anatomía de Anthony se despertaba ante el mero roce de sus dedos por sus pezones. – Pero estoy segura de que tendrá sabor a melocotones – le informó.
-          Acepto el reto – dijo, colocándose sobre ella antes de volver a besarla con la certeza de que iba a dormir muy poco esa noche y de que el melocotón si duda s había convertido desde ese día en su fruta favorita.

11 comentarios:

  1. bueno bueno bueno la mandibula anda dios sabe donde xq la he perdido xq se me ha descolgado de la cara los ojos desorbitados completamente y x fin majos ya era hora q... he esperado este momento dios sabe cuanto jaja y zhetta te hago la ola un monumento lo q tu quieras chata entre las patadas q les das al diccionario xq el momentazo penetrar con tus hermanos ha sido buenisimo y la reaccion del otro penetrar a mis hermanos¿?¿?¿ q ti coño a ti jaja ais no me he reido mas con eso xq no jaja y cuando la ha dejado a medias en el bosque es q me he quedado en plan no me jodas thon thon no me jodas q me has dejado a mi y a zhetta a medias es q me he sentido zhetta y el momento baño de agua fria ha sido tremendo jaja me meo y bueno cuando han ido a caballo al bosque es q mi pensamiento ha sido en plan dios la q se va a liar como asi ha sido ha sido en plan como se ha retorcido en plan niña del exorcista para besarlo xq no me lo explico y q apropiado para la apoteosis final xq ha sido en plan bua chaval de los ojos asi: O.O no daba credito a lo q estaba leyendo xq uff sin palabras y el reto final me ha molado mucho el x zhetta zhetta es un babeante bobo babuino y mata x ella jajaj y romper una lanza en favor de thon thon si dar un beso a zhetta cada vez va a tu casa o la ves es costumbre yo tambn quiero eee me mola esa forma efusiva de hacer happy a la gente o x lo menos a mi me harias muuu happy si cada vez q te veo me recibes de esa forma xq voy a verte todos los dias para el beso diario jaja y montar una agencia de investives yo creo q si la montas ella seria sherlock y tu watson xq ella te gana de calle jajaj y bueno esta torpe declaracion chapucera no tiene precio y para todo lo demas mastecard jajaj en fin el capi bua chaval sublime se magnifique è bellisimo coño ya era hora jaja

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    1. pd: que se me olvidaba thon thon me parece chupilerendi q quieras a zhetta pero majo no le rompas la ropa xq cuesta mucha pasta comprarla y coserla xq como se nota que tu no coses la ropa (entendiendo coser en su acepcion y no en la erotico-festiva) xD

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  2. A ver por alusiones...
    Yo avisé desde el principio que iba a ser hottie... estaba bajo vuestra responsabilidad leerlo o no; así que a mí no me culpeis de vuestras reacciones corporales varias al leerlo.
    Por otra parte ¿que son esas palabras malsonantes en los comentarios señorita ristori?? No son propias ni de ladies ni de señoritas... son muy Zhettacienses por otra parte...
    Y volviendo a lo de antes, también avisé de que esta escena hottie iba a ser diferente.
    Sobre todo por el carácter de ambos personajes ya que ni Anthony es William, Henry, Jeremy o Andrew ni Zhetta es Lops, Sarah Parker, Verónica o Patrice (las otras parejas de las que tengo escritas las escenas hotties) y como cada pareja es un mundo...
    Si prestais atención al título de capítulo se titula la rendición de Anthony y es una rendición en todos los sentidos de la palabra... Mi intención por otra parte era hacerlo un poco salvaje y muy intenso sin perder visos cómicos o algo de romanticismo. Y sobre todo tenía que ser muy rural; de ahí que el lugar escogido fuera un establo.
    Espero que lo hayais disfrutado, que hayais pensado mucho en melocotones y sobre todo, si lo veis excesivamente gráfico, pasional o intenso no me echeis la cualpa a mí, echadsela al reggeaton:
    Sí, sí. Al reggeaton porque justo cuando empecé a escribir esta escena hace ya varios días me salió una canción de este estilo de música y mis dedos comenzaron a teclear muy deprisa... Así que, las quejas a ellos.
    PD; Os dejo la canción por si habéis sentido curiosidad pero obviamente no formará parte de la BSO de esta historia... ¿o sí? xD
    http://www.youtube.com/watch?v=8aZptqwv3CQ

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    1. milady laurel como no usar esos vocablos tan malsonantes pero aun asi recogidos en la RAE para describir ciertos aspectos del capitulo!! es q me salieron solos xq indignada como zhetta me halle cuando la dejo a medias para ir a darse una o mejor dicho bañarse en agua helada para evitar cosas y/o acciones jaja y... seguro q le echas la culpa al reaggeton¿?¿?¿ seguro¿?¿?¿?¿? noooo yo creo q nooo tu y tu mente hottie incitadora q nos indujo a mi x lo menos a tener esas reacciones corporales como mis ojos desorbitados y mi mandibula dios sabe donde andara al leer semejamte capitulazo q me dejo asi melosa y con ganas de mimos x parte masculina jajaj pero si un gran capi de hecho cuando me dormi aun me seguia riendo jaja

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    2. si si, la culpa es del reggaeton y de los rentes family; pues solo con ellos comencé a teclear el final de la escena. Antes solo había llegado a cuando la dejaba a medias...

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  3. Vuelvo a repetir.... "penetrar" XDXD cuando he visto esto me he desternillado, ha sido como.... NO ha dicho eso!!! Jajajajajaja Me ha parecido muuuuyyy mal que la dejara a medias y se fuera a satisfacerse a solas, eh??? Encima vuelve y la trata como el culo, Thon eso no se hace!!!! Pero me ha encantado Zhetta en plan indignada, yo habria hecho lo mismo!!! Que es eso de dejarla a medias???? Hombreeee ya.... jajaja De los momentos me quedo cuando Thon se le declara, que la mi pobre se pensaba que no le gustaba de verdad.... :( y su declaracion es muy bonita :) Y el momento basto de: te lo voy a decir bien claro majete, por las dudas, te quiero dentro de mi YA!! XD Luego el momento sexo, esta bien, pero te he leido cosas mucho mejores, aun asi me ha gustado :) Y siento confesar que, aunque soy una hottie, normalmente estas escenas no me suelen poner hottie :P me ponen melosa y romantica perdida :)

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    1. thon niño malo eso no se hace es lo q te ha faltado jajaja y si opino igual q eso de dejarla a medias me ha dolido hasta a mi pero el momentazo pajar bua superadisimo!! y laurell q se me olvidaba xq has puesto a willy willy aaaais q me lo como madre q lindo ñam ñam el 1º diciendo q no es thon thon¿?¿?¡ ee di anda anda con argumentacion valida!! aunq... eso es xq mi willy willy lo peta alla donde va y es q es como para no!!! q te gusta mi willy willy q lo se yo jajaja me da en la nariz jajaja

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    2. vamos a ver con los significados literales de las palabras... disfrutar leyendo el capítulo y la multitud de situaciones que ocurren en él, no que las escenas hotties que haya en él os pongan cerdacas perdidas...
      Otra aclaración yo NO soy escritora erótica, así que sé de sobra mis limitaciones en cuanto a la hora de escenificar escenas de sexo..
      y repito lo avisado, que iba a ser diferente...
      Y en cuanto a lo de que he puesto a William como el primero en las comparaciones es porque es el único del cual os habéis leído también su escena hottie con Penélope...
      Y claro que le tengo cariño a William, es mi primer nene literario =)

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    3. Oye.... eso díselo a Car, que yo he comentado el capítulo en su totalidad :P como digo yo no me pongo con estas cosas, no es lo que busco en estos libros, para mi es un momento de romance y de cosas bonitas y como digo también lo que más me ha gustado es la declaración de Thon :)

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    4. eeee yo tambn he pensado en cosas bonitas q mi sonrisa bobalicona ha estado ahi presente eee pero claaaro mi mente de hottie es la q ha salido a la luz!! xD

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  4. jajaja Anthony esperaba halagos de su p... y Zhetta le contesta "Los caballos la tienen más grande" jajajaj

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