martes, 19 de febrero de 2013

Me robaste el corazón Capítulo 15 El festival de mayo


“Estoy enamorado de Zhetta Cerphilly” pensaba, canturreando casi continuamente durante las 24 horas del día Anthony.
Y por si esa frase no era lo suficientemente contundente, añadía:
“La amo”
¿Cómo?
No lo sabía.
¿Cuándo?
Misma respuesta. Quizás la primera vez que la vio vestida con un vestido a su regreso de misa, la vez que la vio vestida de Blancanieves o puede que incluso ya se dieran en él los primeros síntomas de enamoramiento cuando sintió celos infundados del médico, del maestro y de Marcus Dormer pero no estaba seguro de la respuesta.
¿Dónde?
Ídem.
En resumen podía decirse si ningún tipo de duda al respecto que Anthony era un hombre enamorado de una mujer pero que no sabía ningún tipo de información acerca de cómo había llegado a ese estado.
Una cosa estaba clara; y era que su enamoramiento no había sido un flechazo o le había llegado de manera súbita. No.
Más bien había sido todo lo contrario y se había dado de manera lenta y progresiva.
Pero era una evidencia que estaba enamorado y él no pensaba negárselo a ninguno que se le acercara par saberlo y de esto sí que estaba seguro. Ya no solo porque se había acostado con ella, siendo la primera vez que se acostaba con una virgen; lo cual bien podría ser una razón de peso en otros casos, pero no en el suyo porque él ya pensó que la amaba antes de hacer el amor por segunda vez en el día con Zhetta.
Además de que si el motivo por el cual amaba a Zhetta era por haber mantenido relaciones sexuales con ella en una ocasión (que fueron tres), ya no tendría por qué quererla; ya que desde esa magnífica y pasional noche producida hacía ya una semana no habían vuelto a acostarse juntos. Al menos con ese propósito, ya que sí que habían dormido juntos y abrazados el resto de las noches.
No les quedaban fuerzas al acabar el día.
Estaban agotados.
Y además, Zhetta estaba en los días de paños.
Lo cierto era que ninguno de los dos había tenido el don de la ubicuidad a la hora de elegir el día en que se conocieron en profundidad porque desde luego que no habían sido las fechas más propicias estando el festival de mayo tan cerca.
Un festival en el que Zhetta era la reina de mayo; lo cual la mantenía con un ritmo de actividad frenética (más del doble de lo habitual) realizando mil actividades relacionadas con dicho evento y sobre todo; ensayando continuamente un pequeño teatro que tenía que realizar junto a Marcus Dormer; designado hombre verde de ese año.
Resultado; apenas se veían.
Solución a este pequeño problema por su parte; presentarse voluntario para ayudar en todo lo posible con la decoración y organización del evento pues en teoría ya no tenía nada más que hacer que empaquetar sus cosas y marcharse de allí. Además, en vista de que dicho festival le robaba a Zhetta la mayoría del tiempo, así al menos podía verla desde la distancia y sentirse tremendamente orgulloso de ella.
Por otra parte, cambiando de tema y retomando el asunto los síntomas del amor; Anthony no buscaba una relación basada de forma casi exclusiva en el sexo. Pues para eso estaban las amantes que te salían “gratis” o las prostitutas en ocasiones muy puntuales.
No.
Aunque  la compatibilidad física era un asunto importante para una relación de pareja (y futuro matrimonio), según los propios criterios establecidos por Anthony ése no debía ser el único o el principal.
Y de hecho, con Zhetta le sucedía eso.
Disfrutó enormemente la situación del granero. Pero aún le gustaban más las cenas que compartieron en esos días, las conversaciones hasta horas intempestivas en una y otra casa mientras le ayudaba a repasar el breve guión que debía aprenderse, los momentos en los cuales por fin todos los animales de Zhetta le fueron presentados de manera oficial y éstos comenzaron sino a portarse de forma agradable con él al menos no a cagarle, golpearle o tirarse pedos en distancias cortas a su persona, el momento en que Zhetta le llevó por el camino y consiguió que robara un melocotón junto a ella de la tienda de los Dormer y sobre todo y especialmente, los momentos en que la echaba terriblemente de menos por las noches y ella le dejaba dormir a su lado, abrazándola.
Eso, era estar enamorado para Anthony Brave Harper.
Y ¿qué hace un hombre cuando está enamorado y muy seguro de sus sentimientos por otra persona?
Casarse con ella.
Naturalmente.
Más sobre todo cuando escuchó unos rumores terriblemente maliciosos, malintencionados e hirientes acerca de la persona de Zhetta y de la “especial” relación que mantenía con él.
Rumores en los que se venía a manifestar de manera nada velada que Zhetta se había convertido en poco menos que su puta y que sin duda estaban motivados por la envidia de las chicas que habían perdido la posibilidad de hacerse con la corona de la reina de mayo de este año aprovechando las miradas de adoración y enamoramiento absoluto que este le dedicaba a cada pocos segundos (y que la avergonzaban casi continuamente).
Mismos comentarios a los que ella no prestaba atención, pues como ella misma le había dicho en numerosas ocasiones no era la primera vez que lo insinuaban y la relacionaban amorosa o sexualmente con otros hombres.
Pues bien, Anthony no sabía cuál había sido la reacción de dichos hombres (si es que la habían tenido en  su momento) pero desde luego que con él las cosas no iban a quedar así.
Nadie iba a hablar mal de Zhetta  o dudar acerca de su virtud en su presencia; aunque fuera cierto que la había perdido.
Solo había un modo de poner fin a esta situación.
¿Cómo?
Haciendo de Zhetta su esposa. Una idea que a más la planificaba digería y pensaba más acababa de gustarle.
Haría de Zhetta su esposa si ella lo aceptaba en muy poco tiempo. No obstante, para casarse con alguien y hacer la declaración de sentimientos y proposición de matrimonio que él tenía en mente hacían falta los familiares.
Y a falta de familiares directos por parte de ella (aunque había sido adoptada por todo el pueblo) los únicos familiares que estarían presentes serían los suyos.
Esta había sido la razón principal de que ese día se hubiera marchado a horas muy tempranas (ya que probablemente se perdiera por el camino) de Clun para ir a Ludlow. Más bien había ido a la oficina de correos de Ludlow ante la inexistencia de una por el propio tamaño del pueblo en el lugar donde vivía con el único propósito de escribir a todos sus hermanos y a su padre para exigirles su presencia en tres días en el festival de mayo de Clun pues tenía que informarles de un asunto muy urgente y vital para el bienestar y la continuidad de la familia.
Con la satisfacción del trabajo bien hecho y de que las cartas enviadas cumplirían su propósito, puso rumbo y camino de regreso en su carruaje de nuevo a Clun.
“No está en casa” pensó en Zhetta tras llamar más de diez veces seguidas a su puerta y comprobar que nadie le abría la puerta.
En realidad su visita tampoco era de vital importancia. Únicamente había venido a informarle de que el ensayo de la obra del festival iba a ser esta tarde y a devolverle el pañuelo que se había olvidado en su casa la noche anterior.
Y sí, bueno a entregarle un pastel de carne que había hecho especialmente para él y con algo de suerte, a darse unos besos nada castos.
Lo cierto era que lo iba a echar de menos cuando regresara a Londres en pocos días puesto que había sido su vecino durante casi tres meses y habían compartido y vivido muchas situaciones. Además de que era el primer hombre por el que se había sentido bastante atraída físicamente en su vida y hasta lo de ahora, el único que hacía que sus hormonas se revolucionases y se pusiera nerviosa y roja ante la mera idea de encontrarse con él.
En cierto sentido, Anthony había sido el hombre que le había hecho ser consciente de su feminidad y por ello, tenía que darle las gracias por el resto de su vida; o al menos, el tiempo que le quedaba en Clun.
Lo único malo de todo esto es que esa atracción había derivado en ciertos sentimientos hacia él por su parte. No sabía si debía llamarlo amor dado que nunca había sentido nada similar por nadie pero, según la información que pudo sonsacarle a Louise Biggle acerca de esta asunto sin que se diera cuenta, tenía muchos rasgos en común con el amor.
“Empotrada de Anthony Brave Harper…” pensaba incrédula.
Desde luego que no era lo mejor que podía sucederle en este momento; pues en menos de una semana empezaría a ser cortejada por hombres venidos de granjas y pueblos de alrededor. Y si estaba enamorada de Anthony obviamente no iba a estar muy receptiva a sus atenciones; lo cual no era precisamente el propósito del título ni el suyo particular; que era casarse y tener hijos.
Por eso, sin duda lo mejor era comenzar a olvidarse de Anthony y dejar de pensar en él de manera romántica porque él se iría a Londres, recuperaría su puesto de jefe de Bow Street y nunca jamás regresaría a Clun; al menos hasta que fuera marqués. Justo el comportamiento que había tenido hasta ahora.
Y como podían pasar años hasta que este hecho y cambio se produjese el descartar utopías era lo mejor. Ahora eran amigos pero el tiempo y la distancia hacen el olvido y él se olvidaría de ella cuando conociese a la mujer que le hiciese perder la cabeza, se casara con ella y la convirtiese en la siguiente marquesa de Harper.
Sabía por otra parte que el pueblo querría despedirse de él y le organizaría una fiesta de despedida, sobre todo cuando descubriera y resolviera el caso del ladrón del collar de la alcaldesa. Evento al que ella asistiría como parte integrante poblacional de pueblo, por supuesto y celebración que retrasaría su partida de Clun un día como mucho.
Sin embargo, ella quería hacerle un regalo único y personal. El problema o mejor dicho, los problemas eran que no daba con lo que él podría querer y sobre todo, que el tiempo se le estaba echando encima.
Miró hacia el cielo en busca de ayuda e inspiración divina y con los ojos cerrados escuchó cómo los pájaros cantaban y cómo el viento pasaba entre las hojas de los árboles.
“Una lástima que se marche tan pronto” pensó. “Porque es a partir de mitad de mayo cuando todas se ponen bonitas” añadió.
Y entonces abrió los ojos de repente.
Había tenido una idea.
Rebuscó entre los bolsillos de sus pantalones y con las manos temblorosas sacó el reloj. No era una experta en números romanos pero aún sabía que aún faltaban horas para el ensayo.
Tiempo más que suficiente para el regalo que tenía pensado en hacerle a Anthony…
“¿Este es mi jardín?” se preguntó Anthony boquiabierto y estático ante la puerta de su casa. “Pero ¡qué maravilla” añadió, extasiado.
Anthony no sabía quién lo había hecho; aunque estaba claro que su cochero no había sido. Eso desde luego. Pero tendría que agradecérselo repetidas veces porque la bucólica e impresionante visión que su jardín perfectamente cuidado y limpio le ofrecía en este instante no tenía precio.
Gracias a los cuidados y conocimientos de jardinería del oferente  anónimo podía apreciar sin ningún tipo de impedimento a las retamas (el arbusto más abundante de su jardín) en su máxima expresión florida con flores de muchos colores diferentes tales como: amarillo (predominante), así como rojos, rosas, blancos, azules y violetas.  También había una notable presencia de brezos verdes, rosas, blancos y anaranjados y arándanos violáceos y rojos (de los cuales tomó una futa y la saboreó).
La presencia de helechos y de plantas aromáticas como la lavanda o el romero era considerable y Anthony descubrió que el suelo de su jardín estaba compuesto de césped y no de piedras; tal y como había pensado la primera vez que lo vio debido a su estado.
Completaban la numerosa flora de su jardín la presencia de la hiedra en la fachada de la casa; un acierto por parte del jardinero la decisión de mantenerla ahí, flores como rosas, margaritas, geranios o crisantemos y un par de tilos.
Mientras atinaba a abrir la puerta de su casa (acción harto difícil pues era incapaz de dejar de mirar hacia su remodelado jardín) deseó fervientemente conocer la identidad del artista. Justo entonces se dio cuenta del trozo de tela colgado en el pomo de su puerta.
Trozo de tela que se correspondía con uno de sus pañuelos; el cual, obviamente había ensuciado a propósito. Inmediatamente su mente materializó y responsabilizó como autor de los hechos a Peter Dormer mientras lo extendía para comprobar cuán graves podían ser los daños.
Para su sorpresa y desconcierto no eran manchas de mierda, tal y como había pensado en primera instancia. Eran de tinta y se correspondían a una nota escrita en él.
Nota en la que aparecía lo siguiente:
Siempre me repites hasta la saciedad y eras muy pesao con el tema en que te encan…ancen…que te gustaría mucho ver el pueblo de Clun florido en su máximo esplendor florido.
Pese a que lo inten…niten… pese a que traté de hacerlo, no pude. Además de que te marcharás antes de que eso suceda. Pero lo que sí podía hacer y de hecho hice fue convertir a tu pésimo jardín al estado de antaño para que te hagas una idea de cómo podría ser.
Espero que te guste.
Y no me des las gracias; consi…cinso… es un regalo.
                                                                                                                                  -Z.-
“Zhetta?” se preguntó. “¿Su Zhetta había hecho toso esto en apenas horas?”
¿Cómo no iba a quererla por regalos como este?
Aunque fuesen regalos de despedida y eso es algo que no iba a ocurrir entre ellos.
Tendría que pensar algo con lo que compensarla…
Quizás esa noche…


Y por fin, el evento que todo el pueblo de Clun estaba esperando desde hacía un año llegó el primer fin de semana de mayo. El festival de mayo.
Festival también conocido como el del festival del Hombre Verde. Curiosa figura la del hombre verde pues no era otra cosa que la cristianización de la figura del dios celta Sucellus y del dios romano Silvano; protector de bosques y naturaleza entre otras muchas cosas. En realidad dicha fiesta lo que conmemoraba era la floración de la primavera y la victoria de la misma frente al frío invierno; representado y focalizado en la lucha en el puente de Clun entre el Hombre Verde y la reina de Hielo.
Una reina de Hielo cuyo papal era representado a su vez por la reina de mayo el primer día de los tres que duraba la fiesta.  Y ahí, justo en ese momento estuvo presente Anthony indistinguible entre la ruidosa multitud (masculina en su mayoría) debido a que había cambiado su habitual vestimenta urbanita londinense por una mucho más relajada y libre de etiqueta o protocolo formada solo por una camisa de lino, pantalones de fina tela y botas; jaleando y aplaudiendo a rabiar como el que más a una Zhetta bellísima con su vestido de inspiración griega color trigo y su cabello semirecogido con una trenza al costado mientras la coronaban reina de mayo con una corona hecha de hojas de olivo y espigas de trigo y cebada entrelazadas. Lo único que lamentó de ese momento fue no poder subir al escenario y declararle su amor delante de todos antes de pedirle que se casara con él. Pero no pudo hacerlo porque sus hermanos aún no habían llegado. Y los Harper eran una pieza fundamental de la función.
Aún así, tampoco estaba muy preocupado ante la posible competencia que podría planteársele pues para empezar todos eran más bien feos y lo decía un hombre que no había sido especialmente vanidoso acerca de su aspecto hasta ese momento y además, aunque estuvo riendo, charlando, bailando y prodigando besos y abrazos con todo aquel que se le acercaba para felicitarla o conocerla; nunca, en ningún momento dejó de lanzarle miradas y sonrisas (correspondidas por su parte). Pero no solo eso, también justo en el momento de la comida pública del pueblo vino expresamente a sentarse a su lado para compartir lo que había en su inmenso y sobrecargado plato con él e incluso, consiguió sacarle a bailar una típica danza galesa.
A él.
Que no sabía bailar ninguna pieza musical en los abarrotados salones de Londres por pura y simple cabezonería.
Pero con Zhetta a su lado diferente… simplemente se dejaba llevar, libre de preocupaciones y lleno de felicidad. No temía hacer el ridículo más espantoso por no saber bailar o carecer de cualquier atisbo de sentido del ritmo.
“¡Ojalá lleguen pronto mis hermanos!” se quejó y protestó mientras giraba y daba círculos metido de lleno en la daza campestre con Zhetta como pareja de baile nuevamente. “Paciencia” añadió.
Y paciencia tendría.
Hasta el último día del festival. El día de la batalla,
Si no actuaría y pasaría a la acción sin que ellos estuvieran presentes pues una vez comprometidos, ya habría tiempo más que suficiente después para presentársela.
Y el tercer día del festival de mayo llegó a Clun.
El día más importante de los tres; pues con el enfrentamiento entre el hombre verde y la reina de hielo se daba inicio de manera oficial a la feria de Mayo (y al cortejo de la reina).
Por este motivo, o quizás por pura casualidad éste fue el día escogido por los hermanos Harper para regresar a Clun; el pueblo de sus antepasados y de su infancia. Unos hermanos Harper que habían viajado en dos carruajes aparcados frente a la entrada de la casa familiar del pueblo y del que descendieron un total de siete personas y media (pues Rosamund estaba embarazada); como si de una pequeña comitiva real se tratara.
Un grupo compuesto por todos los hermanos Harper más lord Greyford; el marido de Rosamund y sus dos hijas de cinco y cuatro años respectivamente Penélope y Verónica.
El único miembro de la familia Harper que no estaba allí presente era Edward el marqués de Harper; excesivamente sobrecargado de trabajo para su edad, a quien no veían hacía mucho debido a este motivo.
De hecho, no entraba en los pensamientos de ninguno de los cuatro hermanos el viajar a Clun en esas fechas pero, cuando todos recibieron sendas cartas idénticas de Anthony no les quedó más remedio.
 Una carta que les sorprendió enormemente por otra parte ya que ninguno de ellos esperaba que Anthony aguantara tanto tiempo en un ambiente tan rural como el de Clun. De hecho, esperaron su regreso desde la primera semana en que se marcho e incluso, se hicieron apuestas al respecto. Unas apuestas que ninguno había ganado porque para su completo y total desconcierto no solo no regresó a la semana sino que había pasado casi tres meses aislados del mundo y sin ningún tipo de comunicación con ellos hasta la enigmática misiva que ordenaba su presencia allí para un asunto familiar vital.
¿Qué hacer ante esta sugerencia o posibilidad?
Pues ir corriendo lo más rápido que la organización de un viaje y la coordinación de tantas personas les permitieron  y presentarse en Clun; preocupados en extremo, plantándose en la puerta de su casa para que…
Para que nadie les abriese la puerta.
“¿Dónde demonios se había metido Thon?” era la pregunta que cruzaba y rondaba por todas las cabezas Harper.
La respuesta a la pregunta se la proporcionó un lugareño: probablemente en el parque para ver cómo la reina de Hielo se preparaba ante su enfrentamiento con el hombre de verde.
Esta respuesta picó la curiosidad de todos los hermanos; quienes habían decidido ir a averiguar qué demonios era lo que significaba eso.  Y por si les quedaba alguna duda acerca de si iban a ir o no, las niñas se imaginaron a la reina de mayo como un hada de los bosques. Casualmente su personaje mitológico favorito.
En el pequeño parque de San Jorge, Anthony estaba que se subía por las paredes por nos nervios ante su pronta declaración y proposición de matrimonio a Zhetta y también, porque sus hermanos no habían venido; lo cual le enfadaba sobremanera ya que nunca hasta ese momento les había exigido o pedido nada y para una vez que lo hacía, ése era el caso que le hacían.
Quien sí que estaba allí y no perdía detalle de su persona era el “angelito” de Peter Dormer escondido detrás de un árbol y lanzándoles miradas llenas de odio y con una expresión en el rostro que solo podía significar que algo malicioso estaba planificando, ejerciendo su injusta y completamente equivocada función de monaguillo.
Tenía pensado cantarle las cuarenta y ajustar cuentas por el incidente del día de la porqueriza; su anterior gran enfrentamiento cuando volvió a mirar hacia él tras un nuevo vistazo a la multitud en busca de alguna cabeza familiar conocida y descubrió que le estaba sacando la lengua y dedicando un corte de mangas en exclusiva.
No obstante, una idea completamente se cruzó en su mente en ese momento.
Ya había conseguido ganarse el respeto y el cariño (al menos de algunos) de los animales de Zhetta; los cuales ya no le atacaban. Era hora de hacer lo mismo con Peter.
Y él sabía exactamente cómo hacerlo.
-          Hola Peter – le saludó.
-          Hola – le respondió él en tono de voz normal. – Comemierda pisapis – añadió entre dientes y con bastante cara de fastidio al verlo allí a su lado.
-          Tengo una pregunta que hacerte – le informó, causando interés en el niño; quien por primera vez en la conversación se giró hacia él y le instó a continuar con la expresión de su rostro. – Sé que tú quieres a Zhettanieves y que ibas a casarte con ella dentro de poco pero ¿sabes? – le preguntó. – Yo también la quiero – le dijo.
-          ¡Eres un copiota asqueroso! – le acusó. – Yo la vi primero y es mía – añadió, excesivamente posesivo para un niño de su edad y sacándole la lengua.
-          Pero ella también me quiere – le mintió.
-          ¿Ella…t…tt…tttambién te quiere? – le preguntó, desolado.
-          Eso creo – dijo, asintiendo.
-          ¿Lo crees o lo sabes? – le preguntó confuso.
-          Es lo que pretendo saber – le confesó. – Pero para eso necesito tu ayuda – añadió.
-          ¿Mi ayuda? – preguntó aún mas confundido que antes, señalándose con el dedo índice.
-          Tu permiso más bien – rectificó. – Peter… - suspiró y siendo perfectamente consciente de lo ridículo que podría parecer lo que estaba a punto de hacer. – Necesito que me des tu permiso para casarme con Zhetta – le informó.
-          ¿Quieres casarte con Zhetta? – le preguntó con la mandíbula abierta y caída hasta el suelo. Anthony asintió. – Pues te va a decir que no – respondió firme. – Porque no sabes si te quiere o no te quiere – explicó.
“El condenado niño tiene razón” pensó molesto.
-          Aunque yo creo que sí – añadió, provocando y centrando toda la atención de Anthony en él; quien le miró sorprendido y esperanzado. – Te mira de esa manera tonta como cuando Pippa  mira a un cachorrito -  le explicó.
-          ¿Tu crees? – le preguntó sorprendido. Peter asintió. – Entonces ¿debo pedírselo? – volvió a preguntar. Peter volvió a asentir de manera dócil, para total asombro de Anthony. - ¿Me das tu permiso? – volvió a preguntarle.
Y ahí, Peter dudoso; tardó y se demoró  más en proporcionarle una respuesta:
-          Tengo condiciones – le dijo.
“¡Qué raro!” exclamó Anthony irónico. “Si ya me dijo Zhetta que aquí nada era gratis…” añadió.
-          Dime pues -.
-          Primero; yo seré tu ayudante  de policía en el pueblo y no el tonto de Kirk Gunn – le dijo.
-          Hecho – concedió él sin ningún tipo de objeción al respecto.
-          Segundo: yo seré uno de los padrinos de la boda y quien te entregue a Zhettanieves en el altar – continuó.
A Anthony esta sugerencia le pareció descabellada y sin sentido en un principio. Sin embargo, cuando se detuvo a analizarla más detallada y pormenorizadamente se dio cuenta de que en realidad y por muy inusual que fuera, podría ser perfectamente plausible ya que el niño había manifestado en público en numerosas ocasiones sus intenciones de casarse con Zhettanieves gritando el dinero que tenía para comprarle una sortija a pleno pulmón.
-          Está bien – accedió.
-          Y… tendrás que comprarme chucherías cada vez que me veas por este trato, aunque esté delante de mi madre y ella te diga que no – añadió.
De las tres condiciones planteadas ésta fue la que Anthony más se pensó porque eso significaba un pequeño desembolso monetario cada vez que lo viera. No es que fuera tacaño o tuviera escasez de liquidez; al contrario. Es que le daba la sensación de que desde el momento en la aceptase el crío iba a convertirse en su sombra. Aún así decidió que era mucho mejor tener a Peter de su lado que como enemigo y además, que con la edad que tenía pronto se olvidaría de las chucherías, golosinas y dulces y se concentraría en otras distracciones. Por todo ello…
-          De acuerdo – respondió. - ¿Amigos? – le preguntó, ofreciéndole la mano.
Peter le escupió en la palma de la mano e hizo lo propio con la suya antes de darle un apretón fuerte de manos (al menos todo lo fuerte que pudo hacerlo un niño de diez años) antes de decirle:
-          Amigos -.
“Una cosa menos” pensó con tremendo alivio. “Pero no la última” añadió al mirar hacia el escenario.
-          No es de buena educación espiar a las personas ¿sabes? – preguntó Anthony apareciendo de manera inesperada por la espalda de Zhetta; provocándole un respingo.
-          Y pero es que yo no he tenido educa…udace… yo soy una salvaje – le replicó. – Además, no estoy espiando – se defendió. – Solo estoy viendo cuánta gente va a venir a verme fracasar – añadió echando un nuevo vistazo tras el improvisado telón verde.
-          Zhetta… - dijo poniéndole las manos en los hombros y apartándola del telón puesto que era nocivo para ella. – Relájate y respira – le dijo.
Ella obedeció. Cerró los ojos, tomó aire y lo expulsó de golpe. Y  Anthony aprovechó ese momento de distracción de Zhetta para besarla en los labios.
-          ¡Anthony! – exclamó ella, apartándole a tortazos. – Si me besas así delante de todos, es normal que digan lo que dicen de mí – le advirtió, avergonzada.
-          ¿Y qué quieres que haga viendo cómo vas vestida hoy? – le preguntó él intentando justificarse. – Serás la reina del hielo pero a mí no me estás enfriando precisamente… - dijo, antes de volver a besarla.
-          Anthony… -le advirtió ella, nuevamente cortando el beso antes de tiempo.
-          Uno más – le pidió con el dedo levantado. – Solo uno más – repitió, sacando morritos. – El beso de la buena suerte – le dijo, volviendo a insistir.
-          ¡Ah bueno! – exclamó ella. – Si es el beso de la b… -
Pero Anthony no le dejó terminar la frase, se apoderó de su boca de forma violenta mientras la abrazaba y la estrechaba contra para volver a saborear ese sabor a melocotón que tanto le gustaba.
-          Si pudieras escaparte media hora… - le propuso susurrándolo junto a sus labios.
-          ¡Anthony! –le regañó, dándole una colleja.
-          ¿Qué? – le preguntó él de forma inocente. – Mi cuerpo te echa de menos – le explicó. – Y además, te he distraído y relajado – le explicó. - ¿A que ya no estás tan nerviosa? – le preguntó, y Zhetta negó con la cabeza. – Bien, porque no tienes que hacerlo ya que te lo sabes perfectamente – le advirtió. – Lo has ensayado y repetido tantas veces que no solo te sabes tu papel sino que también te sabes el del hombre verde e incluso has hecho que yo me lo aprendiera – le dijo. – incluso yo diría que te has metido demasiado en él en ciertos aspectos – concluyó, mostrándole el corte que tenía en el brazo; fruto de uno de sus tantos ensayos de la escena de la pelea con espadas. Ellos utilizaron espadas de mentira así que por lo tanto no tenían por qué resultar heridos. Obviamente se habían equivocado en este pensamiento.
-          Lo vas a hacer estupendamente – le aseguró. – Y si se te olvida algo, no creo que al pueblo le importe porque ellos te quieren y te perdonarán cualquier descuido en el guión. Además que ninguno a excepción del sacerdote se sabe el diálogo completo así que si se te olvida algo, solo él te regañaría y yo no voy a permitir que lo haga – le aseguró. – No temas – concluyó. – Y hablando de olvidos… Toma – dijo, entregándole un ramo de flores.
Ramo de flores por el cual se decidió como el mejor regalo posible al combinar perfectamente con la temática del festival. O al menos así lo creyó él hasta que vio la cara de desconcierto de Zhetta al tenerlo en las manos.
-          Flores – dijo ella.
-          Flores – repitió él.
-          Me das flores – añadió.
-          Sí – dijo, asintiendo además con la cabeza.
-          Anthony…¡ si querías estas flores en tu jardín podías habérmelo dicho antes! – exclamó, exasperada. – Has tenido días para hacerlo – le regaño. - ¡Y me lo das precisamente ahora! – protestó, golpeándole con él.
-          Zhetta… las flores no son para el jardín – le explicó él, creyendo que el mensaje había quedado perfectamente claro.
-          ¿No? – pregunto ella confusa. – Entonces ¿por qué otro motivo ibas tú a darme estas…? ¡Oh! – exclamó, cayendo en la cuenta. - ¿Son un regalo? – le preguntó ella. Anthony asintió. - ¿Para mí? – añadió, incrédula. Anthony volvió a asentir.
-          ¡Vaya! – exclamó avergonzada. – No sé qué decir… - añadió intentando disculparse. – Es que nunca me habían revolcado flores – le explicó ella. – Gracias Anthony, son muy bonitas – le dijo ella con una sonrisa.
-          Ni la mitad de bonitas que tú – le replicó él antes de volver a besarla e interrumpiendo él el beso en esta ocasión. – Diez minutos – le dijo él, con la voz ronca y en susurros y la nariz apoyada sobre su frente.
-          No puedo – se quejó ella. – Y creo que deberías poner distancia de mí porque el padre Holis viene hacia aquí – añadió.
Anthony levantó la cabeza y vio cómo efectivamente Zhetta tenía razón y el padre Holis se acercaba justo a su posición…seguido muy de cerca por todos sus hermanos.
“Han venido” pensó aliviado, satisfecho y orgulloso. Aunque repentinamente fue consciente de que no había podido avisar y preparar a Zhetta ante la presentación familiar.
-          Zhetta – le dijo. – Cuando toda la representación acabe y se dé inicio a la feria de mayo, espérame en el puente – le pidió.
-          Pero… -
-          Por favor – le interrumpió él de manera firme. – Quédate en el puente – repitió. – Tengo un reto muy importante que proponerte – le explicó.
Ante la posibilidad de un nuevo reto a superar, Zhetta asintió; sonriendo impaciente por descubrir qué era.
Gracias a que lord Greyford tenía un gran sentido de la orientación en los bosques y sobre todo, a los difusos y nebulosos recuerdos que Joseph conservaba de su última visita a Clun, los Harper dieron con el pueblo.
Pero aunque Clun era un lugar pequeño, ellos no sabían dónde exactamente podía hallarse su hermano y por ello, comenzaron a dar vueltas por el mismo, no encontrando a nadie en su caminata; lo cual les pareció increíblemente siniestro. Al menos hasta que llegaron al parque de San Jorge, pues allí sí que había gente. Y mucha.
Al parecer iba a realizarse un gran anuncio o se representaría una obra te teatro, dado que allí había un escenario.
A la espera de la aparición de su hermano y dado que, de momento no tenían nada mejor que hacer se sentaron; ocupando con ello entera la última fila de banquetas dispuestas para el público.
Por una vez, agradecieron el no parecerse físicamente a Anthony, dado que de ninguna manera querían que su presencia allí como hijos del marqués de Harper fuera desvelada. Sobre todo porque no estaban aún muy seguros del motivo real de su estancia allí ese día. En este punto, también había sido una idea fantástica la propuesta por lord Greyford de vestirse con ropas no demasiado lujosas e imitar el estilo de ropa rural.
Todos estuvieron de acuerdo a la hora de realizarlo; especialmente las niñas, quienes pensaron que estaban en una fiesta de disfraces. ¿Todos? Bueno todos no, Edward Harper no.
Edward Harper estaba cansadísimo y medio muerto sentado en su banqueta. Más bien, desplomado era la palabra la manera en la que se hallaba. Una postura cuanto menos curiosa y llamativa para todo el que la observara e incluso podía ser motivo de preocupación acerca del estado de salud de Edward; sobre todo porque su color de cara no era el más saludable posible. Sin embargo, ninguno de los Harper estaba preocupado por su hermano pequeño, dado que todos sabían perfectamente cuál era la causa del mismo: estaba de resaca.
Efectivamente, Edward estaba de resaca.
“No debía haber salido la noche anterior” se dijo.  Pero no pudo evitarlo.
Es un hombre sociable y muy amigo de sus amigos.
¿Qué culpa tenía él de que todos sus amigos prefirieran los ambientes de los clubes nocturnos y los prostíbulos como ambientes donde relacionarse en vez de bibliotecas o salones de tertulias filosóficas o literarias?
Absolutamente ninguna.
De hecho, anoche, sabiendo de sobra el viajecito inesperado que le había tocado en suerte realizar gracias a la carta de Anthony, decidió hablar más que beber. El problema es que olvidó de dónde se estaba tomando las copas: Brook’s.
Habitualmente Edward tenía un gran aguante y tolerancia en cuanto a lo que el alcohol se refería pero desconocía qué ingrediente, poción o veneno secreto echaban a sus licores y bebidas allí mientras los destilaban para provocar que éste supiera a rayos y sirviera de precedente a una muerte dolorosa en vida al día siguiente.
Por si esto fuera poco, la suerte y la fortuna no solían ser buenas amigas suyas. Y hoy nuevamente volvía a demostrarse.
No podía ser un típico día de primavera británico frío lluvioso y gris donde lo único que apeteciera fuera quedarse en casa durmiendo o haciendo el vago.
No.
En su lugar era todo lo contrario: un día caluroso donde los pájaros cantaban y el sol brillaba con fuerza (con demasiada fuerza en su opinión, puesto que le estaba dando en toda la cara). Un día de esos en que el clima te incitaba a salir a la calle y a relacionarte con otras personas charlando y riendo.
En otras palabras, haciendo ruido.
Justo como en esos momentos.
Y en ese instante bucólico por otra parte, había dos personas que se llevaban la palma y que se estaban ganando a pulso el título de reinas del ruido: sus sobrinas. Niñas a las que en la mayoría de las ocasiones y en las que estaba menos borracho y resacoso que ahora adoraba. Pero hoy no era el día propicio para prodigar su amor hacia ella ya que cada uno de sus chillidos y grititos de entusiasmo se les estaba clavando en las sienes como puntas de cuchillos súper afilados o punzones.
En ese momento, Edward junior envidiaba enormemente a su padre por su haberse quedado en Londres debido a las múltiples responsabilidades que le reportaba hacerse cargo del marquesado de Harper y que lo habían mantenido tan ocupado apenas lo había visto en meses.
Con gusto él se hubiera hecho cargo del análisis de las cuentas con tal de quedarse en casa y o sufrir esta tortura pues en ese momento mataría por un bidón de agua para beberse o bañarse en él;  pues estaba sudando como un cerdo o una persona excepcionalmente obesa cuando hacía algo de ejercicio, mataría por una cama. O lo que era aún mejor: mataría por el más total y absoluto de los silencios.
-          ¿Te encuentras bien, Junior? – le preguntó Henry con bastante recochineo.
-          Perfectamente – gruñó, lanzándole una mirada llena de furia acompañada de la sonrisa de complacencia más falsa que puso esbozar.
Edward júnior continuó sumergido en su mundo de críticas y maldiciones contra todo y todos hasta que escuchó al sacerdote decir que la reina de mayo de ese año se llamaba ¿Zhetta?
¿Zhetta?
¿Qué clase de esperpento o proyecto podía llamarse como la última letra del abecedario?
Sin duda que eso debía ser digno de ser contemplado y por ello, de incorporó mientras se reía a carcajadas de dicho nombre tan ridículo.
Edward continuó riendo hasta que vio salir al “esperpento” de detrás de la cortina utilizada como telón.
-          ¡Madre mía! – exclamó, boquiabierto y restregándose los ojos con fuerza para confirmar que el alcohol de Brook’s no tenía además la capacidad de producir alucinaciones.
No era así al parecer porque la mujer continuó allí.
Por una vez deseó haberse sentado más cerca del escenario para contemplar más de cerca a semejante divinidad.
-          Con gusto pasaría por el resto de las letras del abecedario si el premio es la Zhetta – dijo en voz alta el pensamiento calenturiento que cruzó por su mente en ese momento.
-          Te agradecería que te guardaras tus opiniones sobre qué es lo que no harías con las mujeres delante de mis hijas – le dijo Grey mirándolo de manera desafiante y amenazante antes de continuar jugando con Verónica, sentada sobre sus rodillas.
Edward lamentó haberlo dicho en voz alta, pero no sus palabras porque sin duda que la tal Zhetta era la mujer más guapa que había visto en mucho tiempo aunque llevara un antifaz plateado que le cubriese la mitad de la cara. Pero esos labios… esos labios estaban hechos para ser besados, mordidos y saboreados hasta saciarse y solo por eso, tuvo que alabar el criterio del jurado en la hora de su elección en esta ocasión.
Zhetta era divina.
Divina y exquisita.
Provocaría que todos los hombres babearan en su presencia justo como él había hecho cuando la vio vestida como la reina del hielo. Quizás sería la reina del hielo hoy pero con el atuendo que llevaba (compuesto por un vestido blanco de seda de muselina con escote bajo en forma de corazón aunque cubierto por un tul blanco tornasol azulado transparente bordado con hilos de plata y blanco y con detalles que imitaban motivos de copos de nieve que hacía que el escote del mismo fuera redondo. De esta tela también eran las mangas francesas del mismo. En cuanto a la falda del mismo no era demasiado amplia, aunque sí muy vaporosa y compuesta por dos capas de muselina de seda;  de las cuales la superficial tenía bordados flores de muérdago y hojas de abeto de las cuales caía escarcha y copos de nieve en blanco. Además llevaba una corona de bisutería plateada cubierta con piedras brillantes y el ya mencionado antifaz que impedía ver si estaba maquillada o no).
Arrebatadora e hipnotizante.
Por eso, no hizo falta que el sacerdote repitiera dos veces que debían seguirla hasta el puente de Clun para ver cómo se enfrentaba y era derrotada por el Hombre Verde para que así pudiera convertirse de nuevo en la reina de mayo.
La primera vez que lo dijo, él ya se había puesto en pie e iniciado la marcha hasta el lugar pese a que no sabía muy bien dónde se hallaba.
Una Zhetta tremendamente concentraba caminaba recitándose una y otra vez las frases que tenía que decir antes de la batalla. Iba tan concentrada de hecho, que no fue consciente de cuando alguien la sacó del camino y la ocultó entre la maleza tapándole la boca para evitar que gritara.
Lo que esa persona olvidó por completo era la capacidad de autodefensa de Zhetta quien le dio un codazo en el ombligo y le mordió la mano para liberarse antes de girarse y darle una patada en la entrepierna que le dejó de rodillas ante ella. Iba a continuar propinándole una paliza cuando el afectado levantó la mano pidiendo un armisticio y levantando la cabeza para que ella le identidicase.
En realidad le identificó por cómo iba vestido ya que no podía verle la cara al tenerla cubierta por una máscara.
-          Marcus ¿qué demonios te pasa? – le preguntó enfadada. - ¿Es que te has vuelto loco? ¿Cómo se te ocurre sacarme del cortejo así? – añadió. – Anda vamos – le ordenó iniciando la marcha para reintegrarse al desfile.
-          Espera… - dijo, sin aliento y elevándose del suelo muy muy lentamente y por pasos debido a que la “paliza” le había quedado hecho una birria. – Dios… - protestó entre dientes. – Se me había olvidado lo bien que pegas, chica – añadió.
-          ¡Ay! – exclamó, con un suspiro ya en pie. – De eso precisamente quería hablarte: tenemos problemas – le informó.
-          ¿Qué tipo de problemas? – le preguntó ella, aunque tuvo una intuición acerca de ello.
-          La señora Biggle – respondió simplemente. Pero por si le quedaba alguna duda añadió: - Nos ha descubierto –
-          ¡Maldito idiota! – exclamó ella, comenzando a golpearle repetidas veces en el pecho y en los brazo. – Os dije que debíais tener cuidado y ¿ese es el caso que me hacéis? – le preguntó enfadada. - ¿Qué va a pasar ahora? – le preguntó, mientras bufaba y hervía de ira.
-          Nada porque nos vamos a casar inmediatamente – la tranquilizó ella.
-          ¿Cuándo? – le preguntó ella. – y ¿dónde? – añadió. – Porque no hoy en Clun. Sobre todo porque el padre Holis nos espera a los dos en el puente – le recalcó.
-          Será hoy, pero en Gretna Green – anunció.
-          ¿Cómo hoy en Gretna Green? – preguntó contrariada. - ¿Os va a dar tiempo a iros después del teatro y de la fiesta de después? –añadió dudosa.
-          No lo entiendes Zhetta, no voy a ir a la representación y no voy a ser el hombre verde – le explicó.
Por segunda vez en la conversación, Zhetta se abalanzó sobre él para golpearle como hacía escasos momentos antes:
-          ¡Eres tonto Marcus! – le exclamó. - ¿Qué hago yo ahora? – le preguntó mientras le daba collejas y pescozones. – Tengo que enfrentarme al hombre verde porque si no no hay feria, ¡imbécil! – añadió. - ¿Has pensado en eso mientras teníais sexo? – le reprochó. - ¿En qué posición me deja eso a mí? – volvió a preguntarle. - ¡No hay nadie que se sepa el papel! – exclamó desesperada.
-          Lo sé, lo sé – dijo abrazándola para intentar calmar su ataque de nervios. Hecho que no consiguió pero sí que le sirvió como objeto de golpeo para descargar su enfado. – Créeme cuando te digo que con gusto iría contigo al puente y explicaría nuestras peculiares circunstancias pero… no puedo arriesgarme a ser el blanco de las iras de la alcaldesa, el seño alcalde, del sacerdote y de mi padre. Lo entiendes ¿verdad? – le preguntó con voz suave.
Zhetta lo entendía perfectamente. De hecho había visualizado la escena que hubiera ocurrido en el puente si Marcus fuera allí con ella: todos los mencionados se hubieran unido y aliado (de manera puntual debido a los numerosos y rencores internos en ese grupo de personas) para enfrentarse a él. Y a ella por supuesto; quien como su chaperona oculta saldría en defensa de la pareja. Y de Anthony probablemente, quien se uniría a la causa no porque los defendiera o compartiera opinión y creencias con ellos sino porque no consentiría que la tocaran un pelo; así de posesivo y protector era con ella. En cualquier caso estaban en franca desventaja frente a ellos aunque lucharan con uñas, dientes y armas. Era una derrota anticipada y supondría el triste y amargo final de esta pareja; separada para siempre, pues en cuanto la señora Biggle pusiera las manos encima de su hija la enviaría muy lejos de Clun.
Ella no podía consentirlo.
Era una romántica empedernida por mucha apariencia externa de hombre que tuviera la mayor parte del tiempo.
Suspiró y le miró a los ojos.
-          Vete – le ordenó.
-          Gracias – le susurró, dándole un sonoro beso en la mejilla. - Pero… ¿y tú? – le preguntó confundido.
-          Ya se me pasará algo por la cabeza, no te preocupes por la reina de mayo – le respondió añadiendo una sonrisa tranquilizadora a su rostro mientras pensaba que cuando dijese la noticia dejaría de ser la reina de mayo y se consolaba a sí misma diciéndose que fue bonito mientras duró.
-          Gracias Zhetta – repitió Marcus mientras se deshacía de su careta de hombre verde con cuernos de ciervo, de su capa cosida con hojas del mismo color y de su cayado. – Gracias de verdad – le dijo por tercera vez.
-          Espero una pequeña Zhetta y la mejor botella de whisky a cambio – le advirtió, señalándole con el dedo índice.
Marcus asintió casi compulsivamente antes de salir corriendo dejando sola a Zhetta en el lugar. Una Zhetta que volvió a  formar parte de la comitiva como si nunca hubiera recibido una noticia trascendental que cambiaba por completo la dinámica del día y que la iba a privar de su título de reina.
Sin embargo, cuando llegó al inicio de puente (el cual tenía que cruzar hasta la mitad porque el enfrentamiento era precisamente en ese punto) sus pensamientos eran bien distintos y mucho más positivos, concentrados sobre todos alrededor de la siguiente idea: si no había hombre verde no habría pelea y si no había pelea ella no tendría que perder para transformarse en la reina de mayo; lo cual era bastante bueno porque a ella no le gustaba perder a nada (aunque fuera de mentiras) y no era una buena perdedora.
“Bueno ¡mi culo” pensó mientras esperaba ya en la mitad del puente la llegada del hombre verde; siendo la única de todo con el absoluto y seguro convencimiento de que no vendría. “Muy bien Zhetta, Marcus no va a venir y tú te sabes su papel. Te toca a ti hacer de hombre verde también” se dijo.
Suspiró e inició la frase del hombre verde con la que empezaba la escena de la batalla.
-          ¡Óyeme oh, cruel Reina del Hielo; jefa de los inviernos duros e insoportables! Me he alzado con el caluroso sol para hacer valer mi derecho sobre este valle de Clun… -
-          Escucha ahora la obligación que te pongo: Libera al verano este mismo día. Escucha mis palabras dirigidas a ti porque esa es mi voluntad y así debe ser – y acercándose a ella debido a los gritos de júbilo de todos los allí presentes le dijo en voz baja: - Si la montaña no va Mahoma, Anthony va a Zhetta -.
-          ¿Anthony? – le preguntó en un susurro boquiabierta. Él asintió.
Puede que los amigos hubieran pensado que nadie había sido testigo de su conversación pero no podían estar más equivocados. No habían sido conscientes de que él había decidido no quitarle ojo de encima a Zhetta en todo el día; ya no solo por motivación propia sino porque según la intuición de ella, hoy sería el día en el cual el ladrón se revelaría y por tanto, cuando ella se diera cuenta le haría una señal. De ahí que no pudiera perderla de vista ni un solo instante y que la siguiera y escuchara la conversación; oculto en el bosque.
Escuchó la desesperación y el nerviosismo de ella al ser consciente de que no tendría a su nemésis y parte contraria en la escena del puente; fundamental en el pueblo y vio cómo se entristecía al pensar que ya no sería reina de mayo por este hecho. Pero también observó cómo antepuso el bienestar y la felicidad de sus dos amigos al suyo propio y decidió la humillación pública personal ante que la de ellos.
Y por ello, su amor por ella se incrementó aún más.
En ese momento decidió que la ayudaría.
Ya no solo porque se supiera y conociera las líneas que tenía que decir; que también (aunque dudaba bastante de sus capacidades interpretativas)  sino porque quería ser su héroe y rey de mayo personal antes de pedirle que se casara con él.
Decidido como nunca antes en su vida, agarró la máscara del hombre verde (el objeto y complemento de un disfraz más horroroso que había visto en su vida hecho en madera y con hojas labradas y talladas pintadas de color verde rematado con un cuerno y medio de ciervo, pues el otro medio se había roto al caer) del suelo donde Marcus la había arrojado y se la puso, así como también hizo lo mismo con la capa y el cayado. No obstante, decidió darle su toque personal cogiendo hojas del suelo y alunas pequeñas ramas y la añadió antes de encaminarse hacia el otro extremo del puente, a la espera de su gran entrada.
“Definitivamente tengo que dejar de beber la mierda que nos sirven en Brook’s” pensó Edward júnior. “No solo tengo una resaca del carajo, sino que encima tengo alucinaciones” añadió, mientras se frotaba los ojos hasta hacerse daño.
Alucinaciones.
No podían ser otras cosas que eso el hecho de que creía estar viendo a su hermano mayor Anthony; la rectitud, el tedio y el aburrimiento personificados disfrazado de Dios sabía exactamente qué era eso haciendo el ridículo más espantoso con tan extraña vestimenta ante una multitud de personas con las que había convivido un corto espacio de tiempo.
En otro tiempo podía echarle la culpa de esto a sus coqueteos con la cocaína, pero ya no pues estaba limpio de malos vicios desde hacía más o menos un año gracias a Henry, su testarudez y su infinita paciencia con él, a imitación del santo Job.
Por tanto, no podían ser más que alucinaciones provocadas por la ingesta del alcohol de Brook’s.
Sin embargo y contrariamente a las que había tenido en ocasiones anteriores ésta parecía tan real y cercana que no le quedó mas remedio que presguntar en voz alta para asegurarse; aún a riesgo de quedar como un loco y un paranoico delante de sus hermanos y su cuñado:
-          ¿Alguien puede explicarme por qué Anthony va vestido como el Grinch que roba la navidad en su versión más primaveral? –
Efectivamente,
Edward se ganó toda la atención de los Harper con esta pregunta. Para mal, ya que nadie se creyó ni un por instante que el ser de indescriptible denominación fuera su hermano mayor.
-          ¡Qué dices! – exclamó Rosamund; como siempre la primera en expresar su opinión sin riesgo a equivocarse.
-          Ese no es Anthony – dijo Henry, acabando la frase de su hermana.
A esta corriente de pensamiento se unieron Joseph y Grey de inmediato; pues ninguno podía creer esa posibilidad. Dicha disputa se resolvió de forma favorable para Edward (quien suspiró tranquilo al descubrir que no sufría ninguna enfermedad mental) cuando sus sobrinas saludaron a su tía con entusiasmo pronunciando las palabras “Tito Anthony” y éste les devolvió el saludo; de forma mucho más disimulada eso sí.
-          No puede ser Anthony – exclamó Joseph con un hilo de voz, completamente alucinado.  
-          Lo es – respondió el resto como si de un coro se tratase.
-          ¿Qué demonios hace Anthony siendo el hombre verde de Clun? – volvió a preguntar Joseph.
-          Ni idea – respondieron los cuatro de la misma manera, aunque repentinamente mucho más interesados en la escena que iba a desarrollar antes sus ojos.
-          Escúchalo porque es la voluntad del gran, gran verde – dijo el coro de pequeños niños vestidos de verde, sacando a Zhetta de su ensimismamiento y devolviéndola a la realidad. – ¡Libera al verano este día y devuélvenos a nuestra reina feliz! – exclamaron.
Zhetta echó a reír de forma maliciosa y dijo:
-          Yo, la reina del Hielo desprecio y me río de tu pavoneo; desprecio el trabajo agotador de tu orden y por mí, hablaré de forma audaz: Clun es mi trono y mi gran fortaleza. Yo reino aquí. - ¡Sométete a mí! – le ordenó. - ¡Hinca la rodilla o date media vuelta y huye! – añadió. – No deberías estar fuera del bosque esta noche para venir conjurar al verano – le advirtió. – Es simple: yo no te lo permito y te lo prohíbo. Yo reino sobre el día así que por tanto, debes irte Hombre Verde – concluyó entre los abucheos de la multitud.
-          Escuchas sus palabras y doblégate. O seréis desterrados y congelados porque ella es la grande; la única Reina del Hielo. – dijo el coro de niños que acompañaban a Zhetta y que en esta ocasión representaban a unos carámbanos. – Ella triunfará sobre tu verde enfermizo -.
Nuevamente se escucharon abucheos; incluso de los Harper, muy metidos en la obra y apoyando con vehemencia la causa de su hermano.
-          No puedes prohibir lo que está más allá de tu control y no puedes competir con mi poderosa cruz de mayo – rebatió él. – Yo venceré a tu frío y lleno de hielo aliento – aseguró con firmeza. – Yo destruiré este último intento de retención del invierno – añadió. – Mi hora ha llegado reina del Hielo y con el sol del verano te destierro. ¡Tu reinado ha llegado a su fin! – exclamó, desenvainando su espada de madera pintada de plateado ante los vítores de la muchedumbre enfervorecida.
-          Lo veremos, Hombre Verde – le retó la Reina del Hielo desenvainando la suya.
Y ahí fue la primera vez que Zhetta vio o más bien sintió el deslumbre y el reflejo del sol que brillaba sobre un objeto brillante de  tal forma que impactaba de lleno en su cara impidiéndole ver con claridad. No obstante, no le prestó demasiada atención ya que,  pensó que era “culpa” de las espadas. Por eso, cambió de posición e inició la escena de la lucha con espadas.
Sin embargo, durante el fragor de la “batalla” (pues estaba perfectamente ensayada y coreografiada de tal manera que era imposible e impensable que alguno de los dos saliese herido) Zhetta recordó y fue consciente de que las espadas estaban hechas de madera y pintadas de gris.
Pintadas.
Con pintura no brillante.
Así que, obviamente el brillo no podía provenir de las espadas.
Inmediatamente pensó en su corona de estalactitas, la cual sí que tenía brillantes. Pero también tuvo que descartarla porque era bastante complicado por no decir imposible que los rayos del sol se reflejaran en ella y que rebotaran en alguna otra parte de manera que el propio rayo de luz también le diese en la cara y la medio cegase.
No.
El brillo tenía que provenir de algún objeto de los presentes entre la multitud. Precisamente por eso, le vino que ni pintada la escena de la batalla porque le permitía echar un vistazo más o menos detenido a la mayoría de los allí congregados entre choque y choque de espadas; guiada por la dirección del rayo de luz que la dejaba medio ciega.
Medio ciega era un decir.
En realidad la cegaba por completo.
Tanto, que en una ocasión no atinó con el golpe que debía dar y tiró la espada al suelo; lo cual fue interpretado por la multitud como la aproximación del final de la escena en la que la reina de Hielo pierde y huye acompañada de sus pequeños carámbanos.
De hecho, eso mismo fue lo que los niños vestidos como sus seguidores hicieron, no así Zhetta quien permaneció quieta en el puente, cubriéndose los ojos por el molesto e intencionado refulgor orientado hacia sus ojos.
Solo cuando éste alcanzó un grado de brillo aceptable ésta encaró al hombre Verde.
Había llegado su momento.
El momento final en el que la reina de Hielo se desprendía del antifaz y se soltaba los cabellos para colocarse el cinturón lleno de flores que la identificaba como la reina de mayo e indicaba la victoria del Hombre Verde, asegurando la llegada del verano.
Anthony la miró y la sonrió; infundiéndole ánimos y felicitándola con ese gesto por tan maravillosa interpretación.
Zhetta llevó las manos lentamente hacia su pelo sin dejar de mirar a Anthony. 
O mejor dicho en dirección de Anthony.
Sin embargo no pudo completar la acción cuando un nuevo rayo de luz la cegó instantáneamente.
No obstante, esta vez sí que había visto de dónde provenía y sobre todo, qué era lo que le hacía.
Y se quedó blanca.
Porque el objeto que le había estado molestando todo el tiempo no era otra cosa que un collar lleno de pedrería brillante y barata.
Un collar que poseía justo en el centro un corazón blanco de nácar.
Un collar que no era otro que…
¡El collar robado a la alcaldesa!
Zhetta intentó advertir de este hecho de manera disimulada a Anthony con gestos de la cara, inclinaciones de la cabeza y movimientos disimulados de las manos pero este no se dio por aludido en este momento.
No quedaba más remedio que hacerlo público.
-          Anthony… ¡El collar! – exclamó, causándole confusión. - ¡El collar de la alcaldesa! – añadió.
En vista de que no reaccionaba de ninguna de maneras esperadas y acordadas, ella se puso en marcha gruñéndole un “idiota” cuando pasó por su lado antes de señalar con el dedo al portador del objeto y gritar:
-          ¡Al ladrón! –
Antes de salir corriendo tras él.
  




12 comentarios:

  1. A ver.... comentando, comentando!! :D La primera.... empotrada de Anthony??? XDXD fijo que Anthony la ha empotrado ya muchaaaas veces, pero vamos, esa no era la palabra que ella quería decir también fijoooooo jajajjajaja Me ha encantado el regalo de Zhetta a Anthony <3 es superbonito!!!!! Y el otro todo enamorado me encanta y cuando la salva de la función y la "rapta" esos diez minutillos pq no ha podido estar con ella por los ensayos!! Me gusta mucho!! Y también me gusta como hace las paces con Peter jajaja esperemos que luego no le pida otro tipo de chucherías... Muy buena la reacción de Junior XDXD y de toda la familia cuando ven al otro actuando, en plan... ese no es thon!!! XD Y el collar que me has dejado ahi toda intrigada a mi!! Que quiero saber quien es!!! Aunque esto se acaba y eso no me gusta :( Solo tengo una pega y es que te has tomado una licencia literaria graaaandeeeee... encima en mi campo: la cocaína, digo mi campo pq con el mundo que me muevo se todo lo referente... y la cocaína no se empezó a usar como tal hasta finales del s. XIX, pero muyyy finales... y luego ya en el s. XX en los 60, 70 y 80 :) Pero quitando eso... todooooo perfect!!!

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    1. aunque ya lo hemos estado charlando por otro lado... ¡eso está en la nota a pie en el original! =)

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    2. ala q malas y no me habeis comentado nada jum jum!!!

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  2. bueno bueno bueno sherezade como buena contadora de las 1001 noches q mantuvo en vela al sultan eso acabas de hacer conmigo ahora mismo me has dejado con el gusi gusi en el cuerpo x saber quien es el malo/a malote/a que ha robado el collar!! umm pero eso en el siguiente capi!!!
    comenzando el comentariazo: he de decir que me hallo en un momento esta noche y hoy en general un tanto meloso y melindroso xq toy asi con muchas ganas de mimos por parte masculina en plan un abrazo de oso de esos q te relajan y x ello en ciertos puntos del capi se me han caido las lagrimas y lo he notado xq me han empezado a picar los ojos y thon me has hecho suspirar hoy con tu toy enamorao cuan gato q sale en los moviles q son monisisimos jiji pero me gusta muchisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisisimo tu lado romanticon rompo una lanza a tu favor por eso y no te llamo tonto (aunq puede q lo haga xD) me encanta como suspiras x las esquinas x zhetta y como duermes con ella abrazada sin mas eso me encanta y me has hecho llorar y suspirar con eso pillin y ahora me estas sacando otra vez las lagrimillas!!
    segundo: jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja espera jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj ese edward como mola se merece una ola ue ue ue un tsunami jajajajaja espera me troncho jajajajajaja (ataque de risa) jajajajajajajajajajajajaja desde q han aparecido en el pueblo lo q me he podido reir con la borrachera del personajazo xq me ha encantado el personajado y el mommento me cargo al q sea si no se calla jajaja y buen reaccion de babeante bobo babuino y en plan venga tos al puente a ver el espectaculo ha sido jajajajajajajajajajajaja no me he ahogado de la risa xq no jajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj
    tercero: momento tregua con peter jajaj adoracion siento por el crio jajaj y lo del padrino de boda me he quedado en plan zaas en toda la boca jajaj pero me mola q hayan hecho las paces!!
    cuarto: ai zhetta empotrada de thon thon¿?¿?¿ opino como lady jessy killer thon thon ya te ha empotrado muchas veces ajaj y no habeis cosido una manteleria precisamente jajaj me encanta como le da esta mujer patadas al diccionario jajaj me meo mi culo esa frase es mitica ya jajaj
    y los 10 minutillos q le ha robado aaaaais (suspiro prolongado) q bonito thon thon vivo en cc ven a por mi anda majete q yo quiero alguien como tu o mi supremo willy willy y hago hª del arte yo lo dejo caer jajajajaja
    quinto: y plato fuerte reirme revolcarme de la risa ha sido poco cuando he leido el momentazo en el puente cuando thon thon ha aparecido como el grinch como dice edward y los hermanos en plan ese es thon¿?¿?¿?¿ venga ya¿?¿?¿? si¿?¿?¿? no jodas q hace vesstido de esa guisa y haciendo el panoli y el gallolo jajajajajajaja! bueno un mas 20 le daba a edwaard y su resaca de garrafon del brook´s q me han recordado a las cocteleraas del oxigeno... jajajajajajajajaja y bueno pilla y a cuadros cuando he leido lo de la coca
    en conclusion un mas 100 al capi xq he pasado del llanto a la risa en poco tiempo y pena me va a dar cuando se acabe el libro pero bueno deseando q lleguen los siguientes jajaja

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    1. Sí...
      Es que era un momento clave con el que cortar el capitulo. Por eso lo hice.
      Bueno, uff... menos mal
      Pensé que llorabas por otra cosa mujer. Me alegro que te guste el lado romanticón de Thon.
      A eri también se lo he dicho; es que Edward Junior las chita callando y es el chungo de los hermanos; aunque sea Henry el pobre que se las carga.
      En cuanto a lo de Peter si había hecho las paces con los animales de Zhetta, no le quedaba más remedio que hacerlas también con Peter y bueno,obviamente no va a ser su padrino pero... no estaría mal que lo fuera.
      PD: La frase de Edward es una de mis prefes de este libro. Y bien, ya expliqué donde Lops y William por qué me cae fatal y dilipendio al Brook's...

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    2. ui q malote ya tu sae!! xD y si hoy tengo el dia lloron y melindroso meloso toy asi puchuploff sera xq ando casailla y me pongo asi tristona!!

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    3. Yo creo que.... a este hermano le deberías hacer un libro.... sino me lo veo algún dia en los titulares de cristiana thousand eyes en plan... el pequeño de los Harper se pega un tiro!!! y eso noooooo, por dios!!!!

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    4. Nada me gustaría más que hacerle un libro a este personajazo... de hecho tengo un par de ideas sobre una posible historia para él, pero mis musas no acaban de decidirse así que...hasta que eso no pase no puedo hacer nada al respecto. Por otra parte, ¡aqui no se muere nadie por mi mano!
      Bastantes traumas en este sentido tengo ya gracias a Shonda y Anatomia de grey...

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    5. libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward libro de edward x aclamacion popular oh musas os invoco para q la ilumineis y definais el libro de este personaje tan particular jajajaj me he ha encantado o si no una propuesta q se enamore de una actriz hija bastarda de un noble q la repudio y la vio en una obra de teatro representada en una casa en una fiesta xD es una idea ahi la dejo caer!! xD

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    6. Lo primero, la frase del grinch os ha entusiasmado muy y mucho. Demasiado en mi opinión porque os ha creado una imagen bastante equivocada de él ya que el señor Edward Junior no suele causar simpatías a primera impresión.
      Es todo lo contrario; una perlita de Huelva...
      Y en cuanto a tu idea, la aprecio miss Ristori pero... los tiros de ambas posibilidades no van mucho por ahí... son más cómico-siniestros, sobre todo una de las opciones...

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    7. es una propuesta x si las musas se ponen puñeteras y no inspirar ya sabeis musas os invoco os llamo a tmbrazos si quereis pero inspiradla q queremos hª de eddie jajaja lo voy a llamar eddie mas corto y me mola mas aunq como me conoces le ire agregando motes nuevos jaja y es q si de resaca y/o en borracheras o épocas de examenes se tienen dudas existenciales y/u opiniones variopintas y disparatadas xD

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  3. Me ha gustado que haya sido presentado de manera "oficial" a sus animales y haya echo las paces con Peter (con soborno icluido) jejeje.

    Pero....¡¡¡quien es el ladron!!!! aaarrrrgggghhhhhhhhhh.

    PD (el hermano de Anthony es una "joyita ¿eh?)

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