lunes, 4 de febrero de 2013

Me robaste el corazón Capítulo 6 ¿Quién fue el idiota que dijo que en Clun nunca pasaba nada?


¡Toc, toc, toc!
La primera vez que golpearon a la puerta, Anthony pensó que estaba soñando así que, no le prestó atención. Su visitante ya pasaría sin llamar.
¡Toc, toc, toc!
La segunda vez que golpearon a su puerta no consiguieron despertarlo totalmente pero sí lo suficiente como para que se quejase a media voz diciendo:
-          Es domingo -.
La tercera vez que golpearon consiguieron despertarlo del todo.
Obviamente no podía ser otra persona que su cochero; quien por alguna razón desconocida había decidido levantarse temprano y había decidido gastarle una broma pesada y aplicarle el mismo rasero.
“Estúpido” se quejó. “¿Es que acaso no recuerda que no tengo un buen despertar?” pensó gruñendo antes de sacar su brazo útil por entre la tonelada de mantas y buscar a tientas algo que tirarle para espantarle y conseguir que se le quitaran las ganas de hacer el tonto a esas horas de la mañana.
Lo único que encontró en el suelo fueron sus botas.
Justo lo que necestitaba.
La agarró y apretó con la mano y la lanzó con fuerza en dirección a la puerta.
Creyó que no llegaría porque había realizado el lanzamiento con los ojos cerrados pero, para su sorpresa descubrió tener más fuerza de la creía y sonrió satisfecho al escuchar como impactaba contra ella. Después volvió a meter el brazo bajo las mantas, se dio media vuelta, apretó los ojos con fuerza e  intentó dormirse otra vez.
 Intentó, que no consiguió.
En parte porque su cochero no se había dado por vencido y continuaba aporreando la puerta y en parte porque había conseguido desvelarle. Lo cierto es que ya cuando oyó los primero golpes en la puerta su mente se había puesto en funcionamiento.
-          Hora de levantarse, Thon – se dijo a sí mismo mientras bostezaba, se quitaba las legañas, abrió los ojos y se quedó mirando fijamente al techo blanco.
Le parecía increíble que ya hubiesen pasado ya tres semanas y que por tanto, en poco más de una semana tuvieran que marcharse del pueblo. 
No había hecho amigos, pero tampoco el objetivo de su viaje había sido ese, por lo tanto no le preocupó. Lo cierto era que podía regresar a casa con la satisfacción del trabajo recién cumplido pues ya había conocido a todas las personas a cargo del pequeño marquesado y estaba al tanto del estado de las cuentas actuales del mismo así que no le resultaría nada extraño o desconocido ninguno de los asuntos referentes al mismo cuando fuese su turno para hacerse cargo del ducado.
Quizás no hubiera trabado amistad con ninguna de las personas del pueblo pero sí que había cosas que iba a echar de menos. Esta cama por ejemplo. Hasta lo de ahora la única que había conseguido que quisiera estar todo un día sin hacer nada salvo estar arropado bajo sus numerosas mantas.
O quizás es que se había acostumbrado demasiado bien y demasiado pronto a no hacer gran cosa durante el día, que era básicamente lo que significaban las vacaciones.
¿Ya está? ¿Solamente iba a echar de menos la cama?
Obviamente no, también le molestaba el tener que abandonar Clun apenas iniciada la primavera y sin ver la vegetación de los numerosos árboles que tenía el lugar en pleno esplendor mientras caminaba por su pocas calles.
Y sí, ¿por qué no?  Echaría de menos a Zhetta.
Lo cierto es que en muy poco tiempo esa extraordinaria y poco corriente mujer se había ganado su simpatía por su carácter. Era diferente al resto de mujeres que él había conocido en Londres. Y estaba seguro de que si la enfrentabas contra Rosamund, Zhetta ganaría sin duda. Eso le gustaba mucho y le hacía ganar enteros a sus ojos.
Así que sí, la echaría algo de menos pero solo a su carácter. No a su persona, por supuesto.
Echaría de menos las situaciones disparatadas que seguramente viviría con ella si se quedara más tiempo allí. Pero eso era ya un imposible. Con suerte y si su amiguito Marcus le dejaba suficiente tiempo libre para estar sola podrían tener una última conversación y una nueva pelea, pero nada más.
Además, ni siquiera se había fijado en ella como mujer físicamente.
“¿Mujeres Thon?” se preguntó.
Definitivamente sí, era hora de levantarse y comenzar a realizar tareas con las que distraer y ocupar su mente de pensamientos absurdos y disparatados
¿Mujeres?
¿Desde cuándo pensaba él en mujeres?
¡Toc, toc, toc!
“¡Qué pesado!” exclamó mentalmente mientras se desperezaba y bostezaba, aunque no sabía muy bien por qué lo hacía. Supuso que como una acción automática porque no estaba ni entumecido ni cansado. Al contrario, se encontraba perfectamente descansado y lleno de energía. Como si hubiera estado durmiendo un día entero.
Lo cual era un imposible ya que, por muy mágica y seductora que fuera su cama del pueblo él no se quedaba durmiendo hasta tarde. Al contrario, tenía el horario de Bow Street grabado en la sangre. Por eso, siempre se levantaba rayando el alba sin importar el tiempo atmosférico o climatológico que hiciese en la calle.
La única excepción y por culpa de la cama se había producido en Clun. Pero aún así, nunca eran más tarde de las nueve (quizás las nueve y cinco)
De ahí su cara de incredulidad cuando miró el reloj y vio la hora que éste marcaba.
Era total, rotunda y absolutamente imposible que fuese cerca de la una del mediodía.
No.
Ese reloj debía estar roto.
No podía ser la hora que marcaba.
Nunca en su vida se había levantado tan tarde.
Ni siquiera en las pocas veces que se había emborrachado de ido de juerga en su juventud lo había hecho.
Ni siquiera cuando había estado enfermo y con fiebre.
Y no quería retrotraerse hasta su época de bebé porque no la recordaba con plenitud. Pero seguramente y dado su carácter madrugador, tampoco a esa edad se hubiera levantado tan tarde.
De repente sí que era perfectamente razonable la insistencia de las llamadas a la puerta del cochero ¡Debía estar muy extrañado y preocupado por él!.
Se levantó de un brinco de la cama y salió corriendo a abrir la puerta de su habitación para quitarle la preocupación. Abrió la puerta de golpe y…
Tras ella no había nadie.
Si no había sido el cochero el de las llamadas a su puerta entonces ¿quién había sido?
¿Cómo había entrado en su casa?
Agarró un atizador que había junto a su puerta (del cual no recordaba cómo o cuándo lo había depositado allí) y con él en la mano, salió al pasillo dispuesto a enfrentarse al visitante no invitado.
¡Toc, toc, toc! Volvió a escuchar.
Esos golpes provenían de la puerta principal de la casa y con toda seguridad era lo que había estado escuchando todo el tiempo. Sobre todo desde que descubrió que su cochero en ningún momento se había preocupado por su salud o su bienestar. Al contrario, dormía plácidamente y roncaba como un cerdo completamente estirado en el sofá de su salón; lo cual le recordó nuevamente a Anthony que le ordenaría a su padre que lo despidiera en cuanto llegaran a Londres; por vago.
¡Toc, toc, toc!
No podía culpar ni preguntarse quién podría ser o cuál podría ser el motivo por el cual le visitaban dadas las horas que eran del día. Lo que sí que pudo concluir debido a la continuidad e insistencia de sus llamadas era que tenía muchas ganas (por no llamarle impaciente)  de visitarle.
Sonrió mientras se dirigía a abrir la puerta en respuesta a nuevos golpes en ella mientras pensaba que debería tachar de su lista de tareas a realizar en Clun la de ejercer como un buen anfitrión…
-          No abre – dijo el padre Thadeus.
-          ¿Y si le ha pasado algo al jefe? – preguntó Kirk angustiado mientras le temblaba el vaso de agua que había traído para él en las manos.
-          Es obvio que le ha pasado algo – dijo el alcalde. – Si no haría mucho tiempo que nos habría abierto la puerta – añadió, señalando lo obvio.
-          ¿Y si se ha muerto? – preguntó Kirk aún más angustiado que antes.
-          Pues que le daremos los últimos sacramentos – respondió el padre Thadeus. – Aunque hoy no haya ido a misa – apostilló con evidente disgusto ante la falta de fe del hijo del marqués.
-          Para darle los últimos sacramentos primero tendríamos que entrar dentro – replicó el alcalde. -¿Qué se hace en estos casos? – preguntó mirando directamente a Kirk.
-          ¿Yo? – se preguntó sorprendido y asustado, señalándose.  – Esto… - dijo, rascándose la frente. – Haceos a un lado – ordenó recuperando la pose y la actitud chulesca dando el vaso con agua al alcalde. – Voy a echar la puerta abajo – añadió mirando directamente a Zhetta para intentar ganarse su admiración.
-          ¿Estás seguro? – le preguntó el alcalde observando atentamente su “espectacular” físico, con serias dudas acerca de su capacidad para echar la puerta abajo.
-          Completamente – dijo firme. – Todo sea por el jefe – añadió, guiñándole un ojo a Zhetta; quien puso cara de asco como gesto de respuesta.
-          ¿No habéis pensado en que pueda estar dormido? – preguntó ahora Zhetta para evitar que Kirk se destrozase el cuerpo de forma voluntaria porque iba a ser incapaz de echar la puerta abajo por sí solo.
-          ¿En domingo? – preguntó horrorizado el padre Thadeus. - ¿Sin ir a misa? – añadió, aún más horrorizado y escandalizado ante la posibilidad de que fuese ateo. O peor aún, católico romano.
-          ¿Por qué no? – preguntó Zhetta. – Nadie sabe qué hizo después de la visita al pueblo – añadió.
“Visita en la que me dejó plantada después de insistir una y otra vez en que quería acompa…ocampa… venir conmigo” se recordó furiosa mentalmente mientras apretaba los puños. Y se preguntaba quién entendía y comprendía bien a este hombre tan extraño porque ella no desde luego.
Por otra parte, estaba segura de que se había quedado dormido ya que hoy no había colo…loco… situado el apara…arapa… cachi…cicha… la cosa esa rara que él tenía, junto a la ventana para poder qué hacía ella en su casa.
¿Qué creía?
¿Qué no se había dado cuenta?
¡Habría que ser tonto y estar ciego para no verlo!
Por eso, había disfru…dusfri… se la había pasado en grande actuando de forma rara para que la viera cuanto menos posible en estas últimas semanas.
Se había ensu…unse… se había puesto las ropas perdidas y eso le había gustado mucho. También había descu…dusce… se había dado cuenta de lo flexible que era y sobre todo, se había reído de lo lindo del vecino y sobre todo, de las teorías que pofía haber pensado sobre ella al no verla casi en ningún momento por el día y tendiendo la ropa por las noches.
Hubiera pagado por verlo.
Kirk se distanció unos diez pasos de la puerta; una distancia más que suficiente para coger carrerilla y adquirir fuerza para echar la fuerza abajo con el hombro.
Suspiró antes de iniciar su carrera y cuando faltaban tres pasos para alcanzar su meta personal con la que impresionar a Zhetta, la puerta se abrió de repente y el se frenó tan en seco que acabó de bruces en el suelo; nuevamente ante los pies (descalzos en este caso) de su jefe.
Cuando Anthony abrió la puerta se sorprendió considerablemente al ver la multitud que acampaba ante su puerta. Se sorprendió tanto que, decidió guardar el atizador detrás de la puerta lentamente sin dejar de mirar a ninguno de los presentes mientras lo hacía.
“¿Qué demonios hacen frente a mi puerta de reunión el cura, el alcalde y el policía?” se preguntó.
¿Sería posible que realmente no hubiera despertado todavía?
En tal caso ¿por qué se soñaba justamente con esas personas? Cierto que quedó bastante impactado por todas ellas cuando las conoció ayer pero… ¿no tenía temas o personas más interesantes para protagonizar sus sueños?
Apoyó la cabeza contra el marco de la puerta, cansado por el trayecto hasta la puerta apretando con fuerza los ojos mientras rezaba para que cuando los abriera todo fuera un sueño y estas personas hubieran desaparecido.
-          Buenos días jefe – dijo Kirk – incorporado ya  y ofreciéndole el vaso de agua que le había traído expresamente para él.
-          No soy tu jefe – le respondió enseguida Anthony con voz ronca, aunque sí que cogió el vaso de forma instintiva y se bebió el contenido.
En realidad no se lo bebió porque en cuanto fue consciente de lo que acababa de hacer escupió el contenido junto a sus pies, salpicándose en los calzones largos que utilizaba para dormir. Parecía quera agua, aunque nunca sabía…
Y como no se fiaba del todo de los habitantes de Clun después de la broma del tenderito, decidió escupirla sin remordimientos.
-          ¿Lo veis? – preguntó Zhetta cruzándose de brazos  - Os lo dije – añadió, recreándose en el regodeo frente a los hombre por el hecho de haber resultado más lista que ellos, aunque intentó que no se le notara mucho en la expresión de la cara (Otra cosa era su interior, donde estaba dando saltos de alegría)
Anthony creía que el vaso de agua le había terminado de despejar pero al parecer se equivocaba porque la mujer presente en la escena y de la cual había sido consciente desde el principio y que no podía ser otra que Colette Biggle; la mujer del alcalde, por asociación había realizado una dieta milagrosa durante la noche  que le había funcionado a la perfección. Tan bien le había funcionado de hecho que había perdido el volumen y el peso correspondiente a cinco mujeres de complexión normal hasta adquirir ella misma una silueta… ¡Menuda silueta!
Incluso podría decirse que… ¿era una mujer deseable?
Eso había pensado hasta que escuchó la voz de la dama.
Entonces sí que se despertó del todo.
No solo porque abrió los ojos hasta que casi se le salieron de las órbitas y se despejó los mechones que caían sobre su frente, no. Lo que realmente le convenció de la identidad de la mujer y despejó cualquier tipo de duda o pensamiento erróneo acerca de que la identidad de la señora no se correspondía con la de la señora alcaldesa fue la sonrisa de autosuficiencia y degustación de victoria que ésta le dedicó.
¡Zhetta!
¡Madre mía!
¿Quién iba a pensar que debajo de aquellas ropas viejas de hombre se escondía semejante mujer?
Y ¡qué mujer!
El vestido redondo violeta claro de lo que parecía ser terciopelo con los volantes de las mangas y del escote en forma de cuello de bardo en gasa en color negro se le ajustaba a la perfección y revelaba curvas que hasta ahora había sabido cómo esconder muy bien. Además llevaba un sombrero de raso violeta y negro inclinado hacia el lado izquierdo con tres bucles y que estaba coronado por un penacho de plumas blancas. No estaba muy seguro pero, le parecía que debajo del mismo llevaba puesto un cornette (una de las prendas femeninas más inútiles de todas, en su opinión) de tul muy fino.
Al mirar hacia abajo, se sorprendió nuevamente (aunque no debió hacerlo) al descubrir que en vez de llevar zapatos, aunque fueran de caminar, llevaba botas de piel perfectamente visibles gracias al largo de su vestido. Sonrió ante tan inesperado e inadecuado calzado en ciudad pero perfectamente comprensible y útil en el campo estando en a finales del invierno. Remataba este conjunto una larga capa de tercipelo anudada al cuello con un cordón rojo (que inmediatamente le recordó a otra cosa, aunque no atinaba a acertar qué era en concreto) y unos guantes de lana.
Sin palabras era como le había dejado esa visión.
A punto estuvo de quedarse boquiabierto frente a ella y el resto de personas, con la consecuente vergüenza y enrojecimiento.
Solo entonces se acordó de que estaba enfadado con ella por el desplante de ayer. Un enfado que por otra parte, se redujo considerablemente al no ver a su amiguito el tendero pululando a su alrededor, otorgándole por tanto una opinión mucho más favorable a sus ojos esa mañana.
Lo que no esperaba era que lo manifestara de manera tan evidente frente al grupo de personas plantadas en su puerta ni que su boca le traicionara de la siguiente manera pronunciando las siguiente palabras:
-          ¡Zhetta! – exclamó. – Estás… estás muy guapa -.
-          Gracias le respondió ella, con una ligera inclinación de la cabeza. – Y tú estás… estás… muy desnudo – añadió ella, mordiéndose el labio para aguantar la risa.
Anthony se miró y… ¡horror!
¡Zhetta tenía razón!
¡Estaba muy desnudo!
De acuerdo, no totalmente desnudo. Pero sí muy desnudo.
Muy de mucho.
Muy donde el único represntante de las rendas de vestir en su cuerpo eran sus largas calzones para dormir. Unos calzones que le llegaban hasta las pantorrillas pero que eran transparentes con la luz del sol…
Con un grito ahogado, dio un salto que le ocultó la totalidad del cuerpo tras la puerta.
-          ¿Es que no van a decirle nada? – preguntó horrorizado y avergonzado a partes iguales. - ¡Me ha visto casi desnudo! – añadió.
-          Tranquilo Anthony – le dijo ella. – No eres el primer hombre al que he visto de esa guisa – añadió ella. – Y los he visto mejores – concluyó.
Inmediatamente vinieron a su mente imágenes de Zhetta observando los cuerpos del tendero y del médico como él se hallaba en ese momento (y con menos ropa) y no le gustó para nada, enfadándose de nuevo con ella.
-          ¿Ha escuchado lo que acaba de decir y no piensa hacer nada al respecto? – le recriminó al padre Thadeus.
Y el padre Thadeus le respondió. Pero no de la manera que Anthony esperaba. Solo se limitó a mirar a Zhetta y decir sonriente:
-          Es que nuestra Zhetta es muy especial –
“  Y ¡tan especial que debía ser para que le consintieran toda esta libertad!” exclamó Anthony enfadado. “Esto jamás pasaría en Londres” estableció. “Yo mismo me hubiera encargado de que no sucediera” añadió, firme.
Cuando repitió la pregunta al alcalde (se ahorró la molestia de perder tiempo con Kirk porque estaba seguro de que en cuanto intentara imponerse a Zhetta ésta le pegaría o se vengaría de él con cosas similares a la escabechina de su pelo) éste le contestó con la misma pasividad que lo había hecho momentos antes el sacerdote.
Poco podía imaginar que los motivos por los cuales era la niña consentida de los hombres poderosos del pueblo eran el contrabando de mercancías y la venta de las mismas a precios mucho más razonables y accesibles a sus bolsillos. En concreto se trataban de whisky gales para el maestro y el sacerdote (no era en escocés cierto, pero es que éste tardaba mucho en llegar a Clun y además, a base de beberlo por costumbre, se habían acostumbrado al sabor del mismo) y del té  de plantas galesas de la compañía del té Pembrokeshire (específicamente para la alcaldesa, quien se negaba a beber otro) y, algún que otro habano.
Harta de ser el centro de las críticas de Anthony y del carácter de veleta de Anthony; quien tan pronto la piro…pori… le decía cosas bonitas como se metía con ella, se giró hacia los hombres para decirles entre dientes:
-          ¿No teníais nada importarle que decirle? – preguntó.
Antes de añadir un “Maldición” al ver pasar corriendo a toda velocidad a una mancha negra y blanca justo por detrás de ella y salir a perseguirla.
-          ¿Qué te ha pasado hoy jovencito? – le preguntó el padre Thadeus.
-          Me he quedado dormido – reconoció, avergonzado.
-          Y ¿por eso no has ido a misa hoy? – le preguntó enfadado ante su poca cortesía. -¡La misa es sagrada y de asistencia obligatoria! – exclamó, enfadado. Tanto, que Anthony creyó por un momento que lo iban a excomulgar.
-          He estado aquí tres semanas y no he ido ningún domingo a misa ¿a qué viene tanta preocupación por mi alma de forma repentina? – preguntó, mordaz.
-          A que antes no sabíamos que estabas en el pueblo porque sino jovencito me hubiera asegurado por mis propios métodos de llevarte a la iglesia – le amenazó.
-          ¿Usted padre? – le preguntó Anthony, saliendo de detrás de la puerta ahora que Zhetta se había marchado. - ¿Cómo si puede saberse? – quiso saber, itrigado y burlón.
-          Utilizaría mi arma más poderosa y efectiva – explicó. – Zhetta – añadió.
Anthony rio ante la idea de que la amenaza más fuerte del padre fuera la del uso de una mujer para que lo llevara a la iglesia. Hasta que, no supo muy bien por qué pero su mente se imaginó yendo a la iglesia con Zhetta para una ceremonia en particular y le produjo una sensación muy muy agradable.
Asustado por los extraños giros y derroteros que estaba recorriendo su mente, sacudió la cabeza y focalizó su mirada justo frente a su casa.
Y creyó estar alucinando.
-          ¿Qué? – preguntó Zhetta, dándose por aludida ante la mención de su nombre por el padre Thadeus.
Entonces todos pudieron contemplar tan surrealista escena donde ella ocupaba un papel secundario. Esta escena consistía en su forma de caminar por delante de una oveja a la que traía tirando del cordel rojo que colgaba de su cuello y que llevaba puesta en la cabeza el sombreo que Zhetta había llevado en la cabeza pocos momentos antes. Remataba dicho grupo Wingers, quien estaba situado alzado y de perfil henchido de orgullos y felicidad por la velocidad a la que abría y cerraba sus orificios nasales y por cómo movía las orejas de forma compulsiva sobre el lomo de la oveja, a imitación de los grandes generales romanos que celebraban un triunfo por las calles de la ciudad eterna.
-          ¡T…t…tú! – tartamudeó boquiabierto Anthony ante semejante panorama señalando directamente a la oveja –
-          ¿Qué? – le preguntó Zhetta creyendo que era ella por error. – Soy Zhetta – explicó. - ¿Te ha confun…cunfo… despis…dispes… has creído que era otra al no llevar sombrero? – le preguntó.
“Yo te reconocería en cualquier parte y llevaras lo que llevaras” respondió mentalmente Anthony, pensando que le gustaba mucho más esta Zhetta sin sombrero, pues así podía verle bien la cara. En esta ocasión Anthony se refería a la oveja.
Y el animal, que era muy inteligente, se dio por aludido y le respondió con un balido ante el gesto de Zhetta; conocedora de que sus ovejas solo “trataban” (entendiéndose trataban como emitir balidos) con aquellas personas con las que tenían confianza.
Por tanto, si había balado a Anthony eso quería decir que…
¿Cuándo le conocía?
¿Dónde se habían conocido ellos dos?
-          No me digas que es tu oveja – dijo Anthony.
-          Carnero – le corrigió ella.
-          ¿Cómo? – preguntó sorprendido.
-          Carnero – repitió ella. – Es mi carnero y se llama Rhaff– explicó.
¿Por qué no le sorprendía que la única oveja negra de todo el pueblo y la única oveja que le había cagado en la mano  pertenecía  a Zhetta?
“¡Maldita oveja!” exclamo furioso, lanzando chisas por los ojos. “Carnero” se corrigió
-          ¿Por qué lleva entonces un sombrero de mujer? – preguntó confundido.
-          Como castigo a sus fugas continuas de casa, le pongo mi sombrero para que camine por el sendero de la vergüenza y piense en lo que ha hecho mal – explicó.
-          ¿Ya le habéis dicho lo que ha pasado? – preguntó a los hombros.
Anthony frunció el entrecejo a la espera de tan valiosa información.
-          ¿Te acuerdas de cómo iba vestida mi mujer ayer? – preguntó el alcalde.
“¡Cómo olvidarlo!” pensó con horror.
Dicho atuendo (y la mujer que lo llevaba) podía ser tema central de las pesadillas de cualquier persona y nadie podía reprochárselo. Es más, deberían compadecerse de aquella persona. Anthony no había tenido pesadillas con ella. Afortunadamente. O eso creía. Y si las había tenido, sus siempre tan sabias mente y conciencia lo habían eliminado.
Asintió.
-          ¿Y recuerdas el collar que llevaba? – volvió a preguntarle.
Nuevamente asintió.
También lo recordaba, aunque por motivos distintos. Ya que en su opinión, el corazón (y solo el corazón) de nácar era lo único bonito de esa mujer.
-          Pues lo han robado – anunció, apesadumbrado.
-          ¿Cómo que lo han robado? – preguntó, mirando directamente a Kirk.
-          ¡Yo no lo robé, jefe! – exclamó, con una sonrisa y una risa nerviosa.
Anthony dio un paso en su dirección amenazante que le hizo retroceder y añadió.
-          ¡Oh! -  exclamó cayendo en la cuenta. – Lo busqué – añadió. – No estaba – concluyó.
Anthony gruñó.
-          ¡Lo busqué bien lo juro, jefe! – exclamó.
-          Que no soy tu jefe – dijo, rechinando los dientes.
-          Afortunadamente, estás aquí – dijo el alcalde.
-          ¿Eh?  - preguntó., sorprendido.
-          ¡Jefe! – exclamó acercándose a él pero retrocediendo otra vez ante la mirada que éste le lanzó. – Tenemos un trabajo para usted – anunció en voz bajita.
“No me gusta cómo suena eso” se dijo, preocupado.
-          Mi pobre Colette, que está desolada y por eso no ha podido venir a pedírtelo en persona quiere que tú te encargues de encontrárselo – explicó.
-          No – dijo, provocando alboroto, jaleo y protestas entre los hombres. – Ya tenéis a un encargado del orden- añadió -  Kirk – dijo, señalándolo.
-          Pero… ¡ya lo he buscado y no estaba, jefe! – protestó Kirk.
-          Busca mejor – le ordenó.
-          A lo mejor no quiere que lo busquéis porque lo ha robado él – dejó caer Zhetta.
-          ¿Qué? – gritó enfadado encaminándose hacia ella. Aunque rápidamente retrocedió porque, el suelo estaba lleno de nieve y él estaba descalzo, por lo tanto, sus pies se estaban helando y sobre todo, porque Wingers cambió de posición, pasando de la posición del reconocimiento por la gloria a la de ataque inminente. Y dada la escasez de ropa que llevaba él en ese momento, tenía mucho terreno donde atacarle.
-          ¡Es la mayor tontería que he escuchado nunca! – exclamó, riéndose a carcajadas.
-          En realidad tiene razón, jefe – musitó Kirk. – Voy a investigar – añadió, elevando el dedo índice como si hubiera hallado la inspiración en ese instante antes de entrar en el interior de su casa con todo el grupo; carnero y conejo incluidos, detrás.
Efectivamente, Anthony tenía razón y el collar no estaba en su casa.
Apenas puso esperar al término del reconocimiento y búsqueda del collar por su casa (donde lo único productivo del mismo fue que consiguieron que el cochero se levantara por fin de su ahora “siesta”) para trazar círculos alrededor del ella e intentar intimidarla  y, obviamente que le pidiera disculpas.
-          ¿No tienes nada que decirme? – le preguntó con un tono de voz mucho más seductor de lo que había pretendido.
-          Entonces ya sé por qué no quieres – dijo ella, aguantando su mirada. – Temes fracasar – añadió, desafiante.
-          ¿Perdona? – le preguntó él, altivo.
-          Te da miedo no ser lo sufici… fisicu…de no ser muy buen inves….detec… ¡lo que sea! – exclamó, harta de su incapacidad por decir palabras largas. – De ser muy bien investive para resolver este robo - - concluyó.
-          Estás muy equivocada – le dijo.
-          Y tú eres un gallina – le replicó ella.
-          Mira bonita, soy el jefe de los ocho de Bow Street – dijo. – El jefe más joven que han tenido a lo largo de toda su historia – apostilló, a modo de advertencia. - Podría  resolver este caso en un mes y con solo un brazo si quisiera – concluyó, reprimiendo las enormes ganas que tenía de sacarle la lengua.
-          Hazlo – le instó ella.
-          La pega es que me voy en menos de una semana – añadió, poco apesadumbrado, todo sea dicho.
-          ¡Vaya! – exclamó Zhetta burlona. - ¡Qué casual… causal…! ¡Justo ahora! – añadió. – Gallina – dijo entre diente, aunque él la escuchó perfectamente por lo que le apretó la muñeca para ordenarle que parase.
Pero Zhetta no solo no paró sino que además se puso a imitar a una gallina ahora trazando ella círculos a su alrededor seguida de la cabra; quien balaba y de Wingers, que le mordisqueaba los dedos de los pies provocando que él diera pequeños saltos para evitar las heridas.
Anthony o supo de qué se cansó primero, si del ruido de los animales (unos reales y otros no tanto) de ser mordisqueado en los pies o en el alboroto y revuelto que también estaba provocando los hombres, aprovechando su incapacidad de defensa.
-          ¡Basta! – gritó, con su tono de voz glacial, provocando que las ventanas retumbaran y que una estalactita cayese al suelo y desapareciese para siempre.
-          Basta- repitió. – Lo haré – anunció, sin pensar muy bien.
-          ¿Qué haras? – le preguntó Zhetta como quien no sabía nada.
-          Lo haré -  repitió.- Descubriré quién robo el dichoso collar – anunció.
No había terminado muy bien de pronunciar esa frase cuando se vio entre los brazos del alcalde y con su bigote enorme alrededor de su cara debido a los besos que le daba.
-          A sus órdenes jefe – dijo Kirk, realizando el saludo militar.
-          No soy tu jefe Kirk – le repitió, por… había perdido la cuenta. – Y no me vas a ayudar – añadió. – Lo haré yo solo – anunció, mirando directamente a Zhetta advirtiéndole que no quería intromisiones de ningún tipo con esa mirada.
Esa mirada ofendió a Zhetta, quien en ningún momento había mostrado interés por ser volun…vulon… a ayu…yua… ser parte de su equipo de investives. De hecho, solo le había picado por orden del cura y del alcalde.
Nada más.
Aunque si se lo hubiera dicho con otras palabras… ahora mismo no estaría cabreada con él.
¿Quién se creía que era por ser el jefe de los ocho de bow Street? ¿El rey? ¿El regente acaso?
 La había pifiado porque con esa reacción y actitud lo único que consiguió fue que Zhetta no tuviera ninguna intención de .ayudarle.
Bastantes cosas tenía que hacer ella ya en el pueblo como para encima ayudar al investive mano tonta.
No.
Serían él y su orgullo de machito los que lo harían.
Ella no.
De ninguna manera.
Estaba decidido.
Pero eso no significaba que no pudiera pincharle y burlarse de él mientras tanto.
“Anthony había come…cemo.. se equivo…ivoque… había hecho mal al creerlos una panda de catetos e ignor…ogni… analfa… al creer que ellos no sabían nada pero muy pronto verá su error” pensó de forma maliciosa.
-          Le aseguro señor – dijo solemne y mirando al alcalde a los ojos que en un mes el collar habrá reaparecido –
-          ¿Un mes?- preguntó sorprendido el alcalde. – ¡Eso es muy poco tiempo! – exclamó alarmado.
-          No para mí – le aseguró con la misma firmeza de antes y con la mano sobre el hombro para demostrarle la veracidad de sus palabras con este gesto.
A punto estuvo Zhetta de atragantarse por aguantarse la risa.
“¿Un mes?” se preguntó. “Si claro…” añadió, incrédula. “No tiene ni idea de dónde se está metiendo…” pensó viendo venir las cosas futuras que iban a pasar. “Pero no quiso tu ayuda” se recordó, dolida.
Tampoco le había dado tiempo a ofre…freo… a dársela así que…
Que se aguantara.
Ella iba a sentarse y a esperar cómo iba a meter la pata una y otra y otra vez hasta que lo le quedase más remedio que acudir a ella.
Iba a pasarlo en grande…
Necesitaba en ese momento un melocotón.
Era una ocasión especial.
Y ella tenía algo que celebrar…
Anthony se sentó en el sofá de su casa cuando por fin consiguió que todos sus vistantes, curiosos, manoteadores, sacadores de quicio y agotadores de paciencia se marcharon y se tiró de los pelos.
¿Qué estupidez acababa de cometer?
¡Acababa de aceptar encargarse del robo de la mujer del alcalde del pueblo!
¡En un mes!
¡Pero si él quería marcharse ya la próxima semana!
¡Un mes!
¿Desde cuándo se ponía límite temporal a un caso?
¡Era un error de novatos!
Gruñó.
Todo era culpa de nuevo de Zhetta Caerphilly.
De Zhetta, su oveja, su conejo y sobre todo de su vestido.
¡Maldito vestido violeta y negro ladrón de todas sus facultades!
¿Quién iba a concentrarse bien en lo que estaba sucediendo con ese vestido a su alrededor?
Maldijo.
¿Quién demonios había sido el idiota que había dicho que en Clun nunca pasaba nada?
¡Que se lo pusieran delante si se atrevían!
Iba a demostrarle cuán equivocado estaba sólo con las situaciones de las que había sido protagonista en el día de hoy:
Acababa de cometerse un robo.
Él había estado a punto de estrangular a Kirk Gunn, su autodenominado ahora ayudante.
Y sobre todo, él había mirado de forma lujuriosa a la hembrito  de su vecina.
“Hembrito mi culo” pensó con fastidio.






3 comentarios:

  1. primera apreciacion xq cuando ha hablado thon de enfrentar a zhetta y rosamund me he imaginado una pelea en el barro¿?¿?¿ xD
    segunda apreciacion: thon eres tonto de solemnidad y con balcones a la calle xq TE LAMENTAS DE LEVANTARTE A LA UNA DE LA TARDE¿?¿?¿? XQ CUANDO DIJERON Q LA CAMA ES BUENA TU ESTABAS HACIENDO PIS??¿?¿?¿ xD
    tercera: umm thon thon pensando en mujeres nada mas levantarte¿?¿? PERVERTIDO ;)xD
    cuarto: adoro a los del pueblo me encantan q faunaza hay reunida y todos pensando si se ha muerto jajajajajajjajajaja me meo jajajajaja
    quinto: zhetta pero q listisima q eres mujer te has ganado completamente mis simpatias y me caes genial no lo siguiente jajaja y de nuevo thon eres tonto de solemnidad con balcones a la calle y azotea con barandilla incorporada PENSASTE Q NO SE IBA A DAR CUENTA DE Q NO LA ESPIABAAS¿?¿? Y TU ERES DE LOS 8 DE BOW STREET¿?¿?¿? TU Q DICES LLAMARTE POLICIA¿?¿?¿? TE PARECES A LESTRADE Y TE CREES SHERLOC xD
    sexto: porque las mejores cosas pasan cuando uno esta medio en cueros¿?¿?¿? jajajaja PEAZO DE REACCION CHATO UN POCO MAS Y BABEANTE BOBO BABUINO AAISS Q YA EMPIEZA A HACER TILIN!! AIS COMO LO SABIA YO JAJAJAJAJAJA
    septimo: xq me he imaginado al cura agarrando a thon por las orejas y llevandolo a rastras a la misma y thon pataleando espera jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja me meo jajaja
    octavo: xq me he imaginado a thon en plan cani diendole mira bonita q soy el jefe de los 8 de bow y haciendo giros raros de cabeza y concluyendo ya tu sae a lo pitbull!!!! xD
    noveno: me meo y lo dicho eres tonto de solemnidad thon pero me meo contigo
    conclusiones generales del capi de hoy: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ME MEO VIVAN LOS ANIMALES Q SON LO MEJOR DEL CAPI JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAAJJAJA VIVA EL CONEJO Q ES EL MEJOR JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA BUENO Y ME HA ENCANTAO ME HE REIDO MUCHO A Q NO SE NOTA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA `
    AI PILLIN Q TE ESTA HACIENDO TILIN EL HEMBRITO MI CULO JAJAJAJAJAJAJAJA

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  2. jajajaja que mas le puede ocurrir al pobre Anthony?
    no se fia ni de beberse un vaso de agua que le hayan dado alguno de ellos jajajaja,
    ya veremos cuantas meteduras de pata hace...

    Esperando el siguiente cap...

    Un saludo




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  3. Solo puedo agregar que me he reido mucho XD

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