sábado, 16 de febrero de 2013

Me robaste el Corazón Capítulo 13 El reto


Kikirikí.
El canto de un galló sonó y Anthony abrió los ojos de golpe.
Tampoco hubiera sido muy difícil conseguirlo dado que durante los dos días anteriores había dormido realmente mal.
Remordimiento de conciencia decían que se llamaban.
Sería cierto en su caso porque sabía a ciencia cierta que no se había comportado de la mejor manera posible con Zhetta en su último encuentro.
Había pagado con ella su rabia e impaciencia y además se la había imaginado protagonizando una orgía con el resto de hombres del pueblo y casada con algún perdedor como Kirk Gunn y un sentimiento desconocido que no era furia se había apoderado de él.
En consecuencia, nuevamente debía volver a pedirle disculpas.
Afortunadamente para él no debía esperar mucho tiempo para hacerlo pues hoy la vería de nuevo. Ya habían pasado dos días desde su último encuentro y eso solo significaba que era el día del reto. Un reto que, obviamente conllevaba un nuevo encuentro entre ambos.
Precisamente relacionado con el reto estaba el segundo motivo por el cual tampoco había podido dormir muy bien durante los dos días pasados.
¿Cómo estaban relacionados conceptos a priori tan diferentes?
Porque si por algo había conocido bien a Zhetta era por sus pensamientos improvisados para mal con él y su mala leche; que tenía mucha.
Encima, para más inri desfavorable hacia él, el fin de su último encuentro no había sido el más amistoso de todos los sucedidos… así que a saber el reto que le propondría y cómo se vengaría de él por ello.
Kikirikí.
Otro gallo cantó. Puede que incluso fuera el mismo de antes que cantó dos veces seguidas.
Pero contrariamente a lo hecho en todas las ocasiones anteriores, hoy Anthony no se dio la vuelta ni se tapó la cabeza con la almohada para continuar durmiendo. En su lugar, arrojó las sábanas y mantas que le tapaban de forma brusca y se puso en pie de un salto.
Tenía muchas cosas que hacer…
Y sin perder mucho más tiempo, se dirigió presto a casa de Zhetta.
Al contrario que Anthony, Zhetta; quien solía dormir como un tronco, despegó las pestañas con bastante esfuerzo y abrió los ojos cuando Anthony había golpeado por tercera vez la puerta con los puños.
“No puede ser” pensó, cansadísima mientras bostezaba medio incorporada en la cama y se desperazaba. “¿Quién llama a estas horas?” se preguntó enfadada.
Completamente dormida pese a estar de pie (dando tumbos y chocándose con las paredes a ambos lados del pasillo por este motivo) y con la sensación de que las piernas le pesaban tres toneladas cada una fue como Zhetta abrió la puerta (al cuarto intento)
Cuando Anthony, vestido impoluto y correctamente, eso sí, de la manera más rural que pudo encontrar vio a Zhetta abrir la puerta despeinada, con los ojos cerrados, la bata desabrochada y mal puesta y sobre todo, con los labios sacando morritos de manera totalmente involuntaria, reflejando con este gesto que estaba cansada y que le había costado mucho levantarse de la cama no pudo evitarlo.
Agachó su cabeza, le agarró por el mentón y le besó en los labios.
-          Buenos días cariño – le dijo, al concluirlo.
Si antes le había costado abrir los ojos un esfuerzo titánico, el beso que le dio y que la dejó atontada lo único que consiguió fue de dicha acción rutinaria, diaria y sencilla se convirtiera en lo más difícil que nunca había realizado.
Por eso mismo, le preguntó con la voz ronca y todavía con los ojos cerrados, incrédula aún de la situación que acababa de vivir.
-          ¿Es que te has golpeado la cabeza hoy al salir de la cama? -.
-          No – respondió él. – Pero tú te mereces una disculpa por mi comportamiento del otro día y creo que esta es la mejor manera – añadió. – Bueno esto – dijo, dándole un nuevo beso fugaz y: - Lo siento Zhetta – pidió perdón.
-          ¿Qué hora es? – preguntó Zhetta, con los ojos entrecerrados todavía.
-          Las siete menos cuarto – le dijo él.
-          ¿Tan pronto? – preguntó sorprendida, ahora sí con los ojos completamente abiertos.
-          Bueno… - dijo él, incomodo y con un encogimiento de hombros – Era temprano, no podía dormir, escuché el canto del gallo y me desperté – le resumió lo hecho hasta ese momento en el día. – Además – añadió dando una palmada que la despertó por completo, causándole un sobresalto. - ¡Estoy listo para trabajar! – exclamó lleno de energía.
-          ¿Has desa…dase…duse… has comido alguien antes de salir de casa don lleno de energía? – preguntó Zhetta.
-          No – reconoció musitando, dándose cuenta en ese momento de que no había desayunado, tal y como Zhetta sospechaba.
-          Muy mal señor investive – le regañó. – Primer error del día – añadió.  – Como tenemos tiempo, eso será lo que haremos y será en mi casa. ¿Quieres huevos? – le preguntó.
Anthony se relamió del gusto ante la mera posibilidad de un desayuno que contuviera huevos. Daba lo mismo cómo estuvieran cocinados; cocidos, escalfados, pasados por agua o fritos. No importaba. Pero que fueran huevos.
Por ello, Anthony asintió vigorosamente.
-          Bien – dijo ella, dándole la cesta que utilizaba habitualmente para esta tarea diaria y que casualmente tenía a mano. – Ya tienes algo que hacer mientras me visto – añadió.
-          ¿Esta es la manera que tienes de castigarme por mi comportamiento del otro día? – le preguntó. Y ante la mirada furibunda que Zhetta le lanzó y que incluso provocó que se detuviese justo en la mitad del pasillo, Anthony solo pudo levantar las manos como modo de probar su inocencia y gesto de arrepentimiento y añadió: - No he dicho nada – antes de coger la cesta y salir al patio en busca de los huevos.
“El patio parece más pequeño visto desde lejos y con un catalejo” pensó Anthony al entrar en él.
Desde la distancia no se veían ninguno de las tres pequeñas naves donde sin duda se guardaban animales (el olor a animal era inconfundible e imposible de camuflar). Ahora bien, al haber tres naves se le planteaba a Anthony el siguiente problema: ¿cuál de las tres era la escogida y designada para las gallinas?
Como en las veces anteriores decidió confiar su suerte a su hasta entonces infalible instinto. Un instinto que en esta ocasión le indicaba que la correcta era la central y por ello allí se dirigió.
Y entró en el lugar no sin cierto esfuerzo, dado que la puerta estaba encajada. Aún así, un pequeño empujoncito de su forzudo hombro recuperado y… estaba dentro.
En un principio había pensado cerrar la puerta pero enseguida cayó en la cuenta de que no tenía modo de iluminarse y orientarse sin la luz natural que los primeros rayos del sol le estaba proporcionando, así que decidió dejarla abierta.
Se giró y en los pocos minutos en que sus ojos se acostumbraron a estar en la penumbra los vio. Ahí estaban los huevos. Justo al alcance de sus manos. Bueno, en realidad al alcance de sus manos literalmente no. En realidad tuvo que caminar tres pasos para poder cogerlos con las manos.
Situado junto a ellos, descubrió que solo habían puesto seis durante esa noche y que todos estaban muy juntos. Por segunda vez en la mañana una nueva pregunta vital se le planteó: ¿Cuántos huevos debía coger? Desconocía el nivel de apetito de Zhetta a primeras horas de la mañana así como el nivel de inteligencia de la gallina así como del número de huevos que servía de límite para que la gallina no se diera cuenta de que se los habían robado.
Al final optó por el número tres. La mitad. Así Zhetta y él desayunarían la misma cantidad de comida y él creería que la gallina no se enfadaría mucho, ya que no le habían dejado sin existencias.
Cogió el primero y para su sorpresa descubrió que estaba caliente. Esto significaba que las gallinas ponedoras de Zhetta no eran nocturnas sino que la franja horaria destinada a estos menesteres estaba más bien rayando el alba. Depositó el primer huevo en el interior de la cesta; un huevo grande para ser de gallina y cogió el segundo; a la misma temperatura que el primero.
Solo entonces sintió que estab siendo observado, lo cual era una absoluta tontería porque no había nadie más que él en dicha nave. Aún así, decidió asegurarse y miró hacia todos lados en busca de su misterioso acosador.
Obviamente no vio nada porque no había nadie.
¿O sí?
Anthony no se había equivocado al pensar que era la única persona que estaba en dicho lugar, sin embargo no estaba solo en la nave.
Él mismo pudo comprobarlo cuando miró hacia delante y descubrió a una oca enorme y blanca ¿mirándole enfadada y furiosa?
Y entonces cayó en la cuenta y comprendió su error.
Esta no era la nave de las gallinas, era la de la señora oca.
Una señora oca, la cual, por la temperatura de los huevos había estado incubándolos ella misma hasta hacía no mucho.
Decidido a enmendar su error, Anthony; rígido como una estatua,  metió la mano nuevamente en la cesta y muy lentamente sacó el huevo de la misma para volver a colocarlo en su sitio.
No obstante, la señora oca debió entenderlo mal fruto de la observación de todo el proceso inverso y de forma decidida, parpó antes de abrir las alas y extenderlas en toda su envergadura para lanzarse contra él y picarle en las manos.
Fruto del primer doloroso picotazo, Anthony soltó la cesta y salió corriendo antes de que el pico de la oca volviese a alcanzarle. Aún así y por más que lo intentó, no fuelo suficientemente rápido para mamá oca quien volvió a volar mínimamente para alcanzarle en esta segunda ocasión en el trasero.
Tan concentrado estuvo en la huida y en salir indemne de la misma que olvidó por completo cerrar la puerta de dicha nave. Consecuencia de este pequeño detalle; la señora oca se escapó y salió corriendo tras él alas extendidas, enloquecida y con un instinto asesino soprendentemente desarrollado por haber intentado robarle a sus polluelos sin dejar de parpar en todo la persecución.
Anthony intentó despistarla corriendo en zigzag, intentando esconderse e incluso  arrojándole algunos pequeños objetos que encontraba en el camino pero parecía que Zhetta poseía el conjunto faunístico doméstico más inteligente de toda Gran Bretaña porque ninguna de sus estrategias funcionó y la señora oca siguió picoteándolo y causándole más dolor.
En ningún momento quiso avisar a Zhetta de sus problemas técnicos pero, cuando por evitar nuevos ataques y golpes de este animal abrió las dos puertas de las otras dos naves, abriendo la veda y dando permiso de salida a los animales que allí contenía no le quedó más remedio.
Sobre todo cuando se creó el siguiente círculo viciosola señora oca le perseguía a él, el gallo (cuya exitencia acababa de descubrir y que muy probablemente fuera su despertador natural diario) seguía a la señora oca, las gallinas (los animales ponedores de los huevos que él debía haber cogido) las cuales no se fiaban mucho del carácter del gallo del corral (quien debía ser una buena pieza) obviamente perseguían al gallo para ver qué era lo que iba a hacer exactamente. Dichas gallinas tenían pollitos, los cuales tenían idolatradas a sus madres y por tanto, trataban de imitar todo lo que ellas hacían y en consecuencia se unieron al círculo justo detrás de ellas. Además y por si la flora de aves no fuera suficiente a ésta se sumaron la ovicápridos. Ovejas más bien, representados especialmente por Rhaff el carnero oveja que se le cagó en la mano y al que le gustaba llevar sombreros. Un carnero que lo reconoció al instante y el cual por eso mismo, se situó justo a la misma altura que la señora oca en su persecución. Lo que Anthony también desconocía era que junto a Rhaff también había dos ovejas también negras que perseguían al macho del rebaño.
Quizás a los animales les daba la sensación de que estaban jugando a un juego, pero desde luego esa no era una opinión compartida por Anthony; quien lo único que quería era despistar y deshacerse de sus perseguidores para entrar de una vez en el interior de la casa de Zhetta y disfrutar que dicho edificio le proporcionaba.
No obstante, y hasta lo de ahora los animales sin duda ganaban al hombre yanto en inteligencia como en velocidad; pues de nada le servía incrementarla ya que en menos de lo que cantaba un gallo (figura literaria especialmente útil y venida a cuento en dicha situación) los tenía a todos tras él.
Por todo ello, sabiéndose y sintiéndose vencido por todos los animales de la casa (en realidad por todos no, porque Beeps, la burrita era la única que no había decidido ejercitarse corriendo tras él, en su lugar comía hierba plácida y tranquila  y de vez en cuando soltaba algún rebuzno que otro) decidió llamar con gritos desesperados a Zhetta.
Una Zhetta que permanecía ajena a la escena que estaba sucediendo en su patio, se estaba vistiendo y colocando su ropa interior justo cuando escuchó el primer rebuzno de Beeps. Un sonido que le extrañó sobremanera y más siendo las horas intempestivas que era, ya que normalmente era ella quien tenía que despertar a la burra antes de iniciar el camino a las distintas casas y fincas donde debían ayudar a diario.
No obstante, el segundo y más claro indicador de que las cosas no iban como debían ser fue la reacción de Wingers. Un Wingers que permanecía ocioso y olisqueando todos y cada uno de los rincones de su cuarto en busca de alguna miga de pan o pelusa que llevarse a la boca pero que de repente se posicionó sobre sus dos patas traseras (su porte de alerta y precaución) olisqueó dos veces el aire y… salió corriendo disparado en dirección al patio trasero de la casa.
Obviamente comportamiento tan atípico debía deberse a una buena razón y tener una explicación razonable y por eso mismo Zhetta salió corriendo tras él; escuchando el segundo rebuzno de Beeps recién iniciada su carrera.
Pero no solo eso fue lo que escuchó. A medida que acortaba la distancia con el patio le parecía escuchar de manera más plausible cómo Anthony la llamaba a voces; pareciendo desesperado por ello. Preocupada y no solo por él sino por los destrozos que podía haber causado en su propiedad incrementó la velocidad, deteniéndose únicamente y de forma repentina (tanto que casi da un culazo del derrape que dio) cuando contempló el dantesco espectáculo que estaba sucediendo delante de sus ojos.
Era soberbio.
Digno de una representación circense donde se estuviera parodiando el pasaje bíblico del arca de Noe y donde Anthony sin duda ejercía el papel de payaso principal.
Era tan absolutamente irreal y absurdo que Zhetta no pudo hacer otra cosa que reírse a carcajadas.
-          ¡Zhetta! – volvió a gritar pidiendo auxilio Anthony ya por septuagésima vez mientras saltaba un abrevadero. Abrevadero colocado ahí antes de una patada que él mismo le había dado en uno de sus infructuosos intentos por espantar a tan curiosa comitiva animal que le seguía.
Y como si la audiencia hubiera decidido apiadarse del en esa ocasión, Zhetta apareció en escena.
Ahí estaba, apoyada en el quicio de la puerta de acceso y salida al patio riéndose de él a carcajada limpia y llorando de la risa y… ¿en ropa interior?
-          ¿Se puede saber qué demonios haces? – le preguntó mientras corría y saltaba obstáculos.
-          ¿No me llamabas? –le preguntó ella con un deje burlón, aunque también algo sorprendida por el tono brusco de su voz.
-          ¿Quieres vestirte inmediatamente? –le preguntó como una exigencia visiblemente enfadado. - ¿Es que quieres enfermar y morir congelada? – añadió.
-          Yo creo que ayudarte a ti ahora es más importante – explicó ella.
-          Ayudarme a mí ¡mi culo! – exclamó. – Ve a vestirte – ordenó.
“Como si no tuviera ya suficientes problemas con los animales de tu granja como para que encima tú aparezcas ahora semidesnuda y en ropa interior casi transparente” pensó tragando saliva.
Y los animales aprovecharon su momento de distracción para atacarle: Wingers se lanzó sobre su bota, la señora oca le picó en el trasero y Rhaff se tiró un hediondo peo en su cara; dejándolo medio mareado.
-          ¡Ayuda Zhetta! – exclamó desesperado ante el ataque conjunto animalario. En respuesta a dicha petición, Zhetta dio dos pasos adelante. Unos pasos que hicieron reaccionar a Anthony; quien añadió contradiciéndose: - ¡Que vayas a vestirte! –
-          ¿En qué quedamos: me visto o te ayudo? –le preguntó confusa.
-          ¡Vístete! – le gritó. Antes de que la señora oca le diese un picotazo en la mano con la cual le había ordenado a Zhetta la realización inmediata de la orden.
Un picotazo por el cual se quejó y que le llevó a girarse y a encararse con la señora oca. Coyuntura favorable para Rhaff; quien volvió a tirarse un maloliente pedo.
-          ¡Ayúdame! – exclamó medio mareado y exhausto -¿Qué demonios le das de comer a tu oveja? – le preguntó Anthony enfadado y caído en el suelo a Zhetta mientras sacudía la mano para evitar la concentración de tan desagradable olor tan cerca suya.
Zhetta, harta de tantas contradicciones, decidió tomar una decisión y ayudar a Anthony antes de vestirse. Y así antes de que se diera cuenta la tenía recostada junto a él y observándola preocupada por si tenía algún tipo de herida grave o lesión a causa de algún animal.
“¡No!” exclamó mentalmente. “¡No!” añadió.
La cercanía de Zhetta era sin duda lo peor que podía ocurrirle esta mañana. Mucho peor que la persecución de todos los animales domésticos de su dueña y el motivo estaba muy claro: la ropa que llevaba.
O mejor dicho, la escasez de la misma dado que solo iba en ropa interior. Claro, que el único consuelo que le quedaba en esta situación es que al menos la llevaba puesta porque el uso de dichas prendas no era una costumbre muy habitual en esas fechas.
Pero  ¿en qué consistía exactamente la ropa interior que llevaba? Ni más ni menos que una camisola con una cinta de lino desatada justo por debajo de los pechos y unos calzones bombachos anudados con lazos y cintas por debajo de la rodilla. El problema no era que la llevase o no. El problema era la tela con la cual se habían confeccionado: muselina.
Muselina o en otras palabras semitransparente. Muy semitransparente.
En consecuencia, ya no le dejaba nada a la imaginación.
-          Zhetta…  -  dijo con los dientes apretados. – Levántate –le ordenó.
Zhetta fue a hacerlo, pero Anthony estaba apoyado por sobre uno de los extremos de las cintas y, en consecuencia, cuando intentó levantarse le fue imposible. Es más, cayó encima de él, comenzando a reír a carcajadas. Trasladando y contagiándole la risa a él.
-          Anthony – dijo,sin dejar de reír. – Si no te levantas de mis cintas no podré hacerlo – le informó.
Acto seguido Anthony se incorporó abrazado a Zhetta.
-          Ya – dijo con las manos levantadas. - ¿Para qué son esas cintas? – le reguntó intentando no mirarle los senos.
-          No son cintas, se llama… - dijo, rascándose la cabeza al recordar que era una palabra de más de tres sílabas. – A-po-des-mo – añadió. – Y sirve para esto – explicó agarrando uno y otro extremo de la cinta, dándole la vuelta justo por debajo de los pechos, rodeando el contorno de su cintura y anudándolo justo en el centro.
“Quien fuera apodesmo” pensó mientras tragaba saliva, se olvidaba de respirar al ver esa acción, reprimía las enormes ganas de ser él quien anudaba (o mejor dicho, desanudaba) la cinta y maldecía su estupidez por ser tan curioso.
-          Sé que no son muy grandes pero… de alguna manera tengo que potenciar a mis amigas ¿no crees? – le preguntó con una sonrisa.
Anthony solo pudo asentir como un tonto muy lentamente y boquiabierto mientras volvía a maldecir porque gracias a esto le fue inevitable mirarle los senos y la pequeña zona rosada justo en el centro de los mismos potenciados gracias al uso de esta prenda, complemento o lo que Dios había elegido como el instrumento de su tortura. Instrumento mágico, ya que con el simple gesto de anudarse las cintas, el busto de Zhetta se había realzado y potenciado de forma poderosa.
“Si bajo un poco a la cabeza quizás podría descubrir si saben a la fruta de la que tienen el color” pensó. Pero inmediatamente se refrenó.
-          Zhetta… ve a vestirte – ordenó con la voz ronca.
-          ¿Tú estás bien? –le preguntó.
-          Perfectamente – le dijo. “Perfectamente insatisfecho y dolorido” añadió mentalmente.
-          Entonces pongámonos en pie – dijo, levantándole y tendiéndole la mano.
-          Eh… - titubeó. – Yo prefiero quedarme aquí un rato más si no te importa – dijo, intentando tapar con la mano de la manera más disimulada su erección perfectamente distinguible pese a llevar calzones y pantalones.
-          ¿Lo ves? – le preguntó ella regañándole. – No estás bien – dijo, volviéndose a agachar. - ¿Qué te pasa? – le preguntó preocupada.
-          No me pasa nada – le aseguró. – Estoy bien, perfectamente bien – recalcó. – Pero si no te pones de nuevo en pie y vas a vestirte voy a tirarte al suelo, voy a terminar de descubrir tu ya de por sí escasamente vestido cuerpo, voy a terminar de satisfacer mi curiosidad y mi imaginación, voy a hacerte el amor de forma tan violenta y apasionada pues el tal el deseo y las ganas que siento por ti en este momento que los animales saldrán despavoridos a esconderse y ni yo voy a hacer el reto ni tú te vas a convertir en mi ayudante – dijo, besándola apasionadamente  y estrechándola contra él con las manos pero también con los músculos de su cara y los movimientos de su lengua para que ella misma la sintiera antes de que le mostrara por sí mismo su erección.
En respuesta a dicha frase, de contenido tan erótico a la par que violento que le provocó una extraña sensación en bajo vientre al igual que la que sintió el día que ambos fueron chaperones y sobre todo, tras ver lo que vio, Zhetta con los ojos salidos de sus órbitas se levantó en pie silenciosa, se giró (con lo cual permitió que Anthony admirara su trasero y lo que era peor para él, la abertura central en sus calzones, razón por la cual gimió y le dio una patada en las pantorrillas, apremiándola a que se marchara), dio una palmada que provocó que todos los animales desapareciera del patio y regresaran a sus respectivas naves, volvió a darle la cesta de los huevos a Anthony y le dijo antes de desaparecer con paso presuroso:
-          La nave de las gallinas es la derecha -.
El recoger los huevos le llevó más tiempo del que había pensado para realizar una acción a priori tan simple porque tenía que perder el suficiente tiempo como para que su erección desapareciese sino en su totalidad al menos hasta que no fuera distinguible y apreciable a ojos vista. Además, de que debía olvidar las imágenes de Zhetta paseándose en ropa interior de su mente; algo que no consiguió, al contrario que lo primero.
Cuando Anthony entró en la casa, una Zhetta perfectamente vestida (de hombre) le recibió con una sonrisa. Y él débil y con una mente excesivamente pasada de temperatura volvió a fijar su mirada en sus senos para descubrir que en esta ocasión tenían forma redondeada. Lo cual no podía ser posible pues Zhetta tenía razón y había sido muy certera a la hora de describirlos como pequeños. Pequeños y no desarrollados en su totalidad, ya que tenían una forma puntiaguda. Así que, si ahora eran redondos, solo podían haber cambiado gracias a alguna prenda de vestir femenina. La cuestión era ¿cuál?.
Pese a que intentaron ser cordiales, el ambiente estaba tenso entre ambos; por parte de Anthony porque no dejaba de tener pensamientos lujuriosos y muy eróticos con la mujer que tenía delante, los cuales se reflejaban a la pefección en las expresiones de su rostro y por parte de Zhetta porque estaba alerta ante el más mínimo intento de “ataque” de Anthony para repelerlo… ¿o no?
Por eso mismo, ambos decidieron concentrarse en la comida y Anthony comprobó por sí mismo la excelente cocinera que era Zhetta. Había tenido sus dudas acerca de si la comida que había en el interior de la cesta (la cual se comió entera, pues para eso la había pagado) del día de la subasta benéfica la había preparado la propia Zhetta o se la había cocinado alguna mujer del pueblo como favor personal.
Ahora esas dudas habían sido despejadas pues pese a que el desayuno era sencillo aunque contundente: unas tiras de carne de cordero, bara brith y pan tostado con queso y mantequilla además de un té, era lo más exquisito que había comido en mucho tiempo. Por este motivo, no dejó de repetírselo continuamente provocando los sonrojos de la cocinera.
Inmediatamente después de desayunar, ambos se pusieron en marcha hacia el lugar donde Anthony iba a ser probado. Con la única salvedad de que hoy lo hicieron a pie, pues Zhetta había considerado de forma muy inteligente que Anthony había tenido suficiente relación con los animales ese día.
Caminaron uno junto al otro y, en algún punto del camino, Zhetta de manera impulsiva, entrelazó sus dedos con los de Anthony. Sin embargo, en cuanto fue consciente de la acción, (sobre todo porque no estaba muy segura de la reacción que iba a tener Anthony ante un nuevo contacto entre ambos) intentó desentrelazarlos. Lo intento con todas sus fuerzas y poniendo todo su empeño en ello, pero Anthony no se lo permitió.
Es más, el caminar de la siguiente manera junto a Zhetta le provocó tal sensación favorable, que le pasó el brazo por la cintura, la acercó a él y entrelazó su otra mano con la de ella. De esta manera; como si fueran una pareja de enamorados, fue como se dirigieron a la casa de destino.
Pese a que al llegar a la entrada de la misma, deshicieron lo hecho y caminaron uno al lado del otro con al menos tres pasos de separación y distancia entre ambos, la manera en la que había caminado hasta allí no pasó desapercibida a una persona que les había estado observando escondida gran parte del tiempo desde que los divisó en la lejanía, causándole un incipiente enfado que fue aumentando su grado de intensidad a medida que se acercaban.
Había llegado el momento de la venganza.
-          ¿Y bien? –le preguntó Anthony. - ¿Vas a decirme de una buena vez qué reto voy a tener que superar para que aceptes ser mi ayudante? – quiso saber.
-          La verdad es que lo del reto me lo inventé sobre la marcha – reconoció Zhetta. – Quizás por eso me costó dar con el reto para ti – Ñadió. – Hasta que recordé nuestro primer encuentro y lo vi todo mucho más claro – le explicó.
Anthony la miró expectante., temeroso y sin comprender muy bien dónde quería llegar Zhetta con su introducción:
-          Bien-ve-ni-do milord a su reto – dijo, haciéndole una reverencia. – Hoy ayudarás a construir una por-que-ri-za – añadió, antes de recuperar la posición erguida y desaparecer ante sus ojos mientras gritaba e informaba a los presentes que el investive y ella ya habían llegado para ayudar.
El comportamiento de Zhetta podía deberse y ser explicado por dos motivos principales:
1.      Que tuviese miedo de su reacción de enfrentarse a él una vez comunicado el reto; lo cual dado el carácter de Zhetta era bastante improbable.
2.      O bien, que con el anuncio de su llegada le impidiese cualquier posibilidad de fuga a él. Aunque también podría huir de todas maneras, eso sí quedando como un cobarde y un delicado primero ante estos hombres y más tarde ante el resto del pueblo, perdiendo con ello la posibilidad de conseguir a Zhetta como ayudante.
De las dos, esta segunda opción era mucho más probable. Sobre todo y especialmente por su intolerancia a cierto tipo de olores.
Olores como el de la mierda.
“Mierda” pensó, mientras se estremecía. “De todos los olores y trabajos ha tenido que ir a escoger precisamente ese” añadió, quejándose.
Aunque, por otra parte, si se paraba a mirarlo detenidamente, con la explicación del motivo por el cual había escogido este reto precisamente para él, se había delatado. Más o menos. Recordaba su primer encuentro; desconocía si como uno agradable o desagradable pero estaba claro que no lo había olvidado.
¿Sería posible que Zhetta también pensara continuamente en él como le ocurría con ella?
En vista de que Zhetta no aparecía por ningún lado, Anthony decidió aventurarse y comenzó a explorar por sí mismo la casa mientras pensaba y reflexionaba cuán injusto era el resto que Zhetta le había autoimpuesto a la par que se consolaba pensando que al menos no le había tocado ejercer de matarife en una matanza.Porque eso sí que no hubiera podido soportarlo y además, todos descubrirían su nula tolerancia a la visión de la sangre pese a pertenecer a los ocho de Bow Street.
Tan distraído y sumido en sus pensamientos iba caminando Anthony por la casa que, no se dio cuenta de lo que había justo delante de él hasta que lo golpeó. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que aquello a lo que había golpeado era ni más ni menos que ¿un par de botas?
Sí, un par de botas. A priori algo que sería insignificante pero dados el lugar y disposición de ese par de botas en particular, destrozó lo que había a su alrededor. En otras palabras, con el golpeo y caída de estas botas había creado un efecto dominó con el resto de botas, perfectamente posicionadas a su alrededor y acabó creando una pequeña montaña de estos zapatos justo en el centro de la habitación.
En un principio, no le concedió mucha importancia a esta acción, pero su opinión cambió radicalmente cuando descubrió un par de botas específicas dentro del baturrillo de calzado. Unas botas que él conocía a la perfección y cuya dueña no era otra que Zhetta Caerphilly. Pensándolo bien y tras prestarles mucha atención, se dio cuenta de que las botas podrían corresponder perfectamente a los hombres que iban a trabajar en la construcción de la porqueriza y que en total, serían ocho según las cuentas de los pares allí descolocados.
Anthony no sabía muy bien por qué todos se habían descalzado; si porque iban a trabajar con los pies descalzos (que lo dudaban), si era porque se cambiaban los zapatos para realizar ese trabajo en particular o si esa acción correspondía a un tipo de ritual de buena suerte o de cualquier otro tipo con orígenes galeses de realización obligatoria por aquellos lares. En cualquier caso, como él no quería ser menos que nadie, al contrario deseaba ser uno más de los hombres de la cuadrilla, se descalzó y colocó sus propias botas en una de las esquinas del rombo que había creado al colocarlas y se retiró un par de pasos para comprobar con satisfacción la obra realizada.
De repente, surgiendo de la nada cual dios primigenio en cualquiera de las mitologías existentes, un perro apareció corriendo y escogió su par de botas de entre todos los que componían dicha figura geométrica antes de volver a desaparecer ante sus ojos.
“No, no ¡No” exclamó furioso. “Otro animal no” pensó, antes de salir corriendo detrás del perro y maldecía al mundo animal por entero.
¿Cuál fue el lugar escogido de todos los posibles por el perro para esconderse dada su especial relación del día con ellos?
Efectivamente.
Los establos.
Y ¿qué es lo que había en los establos? Más animales.
Vacas y caballos principalmente.
Unas vacas y caballos de los cuales no había ni rastro ahora, afortunadamente para él.
En ese mismo momento, desde el otro extremo del establo, Anthony vio de nuevo al perro con sus botas en la boca y reemprendió la carrera persecutoria contra él, doblando la velocidad.
Tan concentrado estaba en el objetivo de recuperación de su calzado que tampoco vio el nuevo obstáculo aparecido de repente frente a él. Nuevo obstáculo que en esta ocasión tenía forma de pierna.
Pierna de niño la cual le puso la zancadilla y provocó que cayera…
Justo en un enorme montón de mierdas de todo tipo (algunas más frescas que otras) y que seguramente pertenecían a los animales del interior de dicho recinto para guardarlos y que estaba situado justo a su espalda
A punto estuvo de probar tan “exquisito” bocado pero al final su cara se quedó a escasos centímetros del mismo; lo cual no impidió que se manchara por entero y que el nauseabundo olor le impregnara y calara las fosas nasales.
“Definitivamente, esto es un ataque planificado” pensó, asqueado ya que había caído justo en el medio del montón de boñigas y por tanto, la única solución y remedio que le quedaba para salir del mismo era meter las manos de lleno en ellas para buscar la tierra en la que apoyarse.
Hecho esto, levantó la cabeza y… descubrió quién era su némesis.
Ni más ni menos que… Peter Dormer.
¿Peter Dormer?
¿Qué demonios hacía allí Peter Dormer?
¿Es que le espiaba y se había convertido en su sombra desde que besó a fiesta en la fiesta de cumpleaños?
Anthony no sabía ni cómo, ni cuándo ni el por qué de la presencia de Peter Dormer allí ese día, pero allí estaba y era una certeza.
Así como también era una certeza que Peter Dormer estaba plantado frente a él con el pequeño perro del demonio (y nunca mejor dicho) en una mano, su par de botas en la otra y con la sonrisa de superación, satisfacción, autosuficiencia y maliciosidad que había visto en su vida.
-          Eres un cobarde ¿lo sabías? – le preguntó. – Atacarme a traición así no es de niños grandes – le regañó.
-          Puede – dijo Peter con un encogimiento de hombros. – Pero tú eres un comemierda un pisapis – añadió él.
“Lo de comemierda lo entiendo perfectamente pero…¿pisapis?” se preguntó. “¿También se inventa las palabras como Zhetta?” se preguntó.
Poco duraron sus dudas acerca del significado de esta nueva palabra. Exactamente el tiempo en que volvió a mirar hacia el niño pequeño. En ese mismo momento, Peter soltó las botas (que cayeron de pie) justo en el interior del montón de mierdas varias, se bajó los pantalones y comenzó a mear dentro de ellas mientras que su adorable cachorrito hacía lo propio en la otra bota del par.
-          Te voy a enseñar yo a ti lo que es un pisapis niñato – gruño, apretando la mandíbula e intentando atraparle, pero Peter fue más rápido que él y salió corriendo hacia su lado izquierdo. Anthony lo único que consiguió con esta acción fue resbalarse dentro de montón de mierda personal, hundirse y mancharse aún más (botas incluidas).
Cuando pensaba que no podía haber caído más bajo, desolado descubrió que sí porque justo en ese momento comenzó a escuchar voces y risas cada vez más cercanas al punto donde él se hallaba.
Zhetta reía y charlaba animosamente junto al resto de los hombres que iban a construir la porqueriza cuando, todos a la vez descubrieron el cambio significativo que se había producido en la entrada del establo; ya que cuando ella pasó por allí para ir a buscar al resto de hombres e ir a presentárselos a Anthony no había ni el más mínimo rastro de mierda y ahora al regresar, había prácticamente un océano. Pero no solo eso, en el interior del mismo, cual náufrago falto de ayuda se encontraba Anthony. Un Anthony a quien la última vez que lo había visto estaba en la entrada de la casa.
Así que  ¿cómo había ido a parar ahí?
-          Si eso es una excusa para no trabajar, te aviso de que no va a funcionar – le advirtió desde la lejanía debido al maloliente olor que dicho conjunto de heces desprendía.
-          ¿De quién es la casa donde vamos a ayudar? – preguntó, Anthony con los dientes apretados mientras se ponía en pie y salía por fin de su infierno personal.
-          De los Dormer, los padres de Peter – explicó ella.
“¡Cómo no!” exclamó Anthony irónico. “Maldito niño” refunfuñó. “Como lo pille…”.
Dándose por aludido, Peter entró nuevamente en la escena a toda carrera corriendo y gritando el nombre de Zhetta para darle un enorme abrazo y un montón de besos por toda la cara y pedirle que lo cogiera en brazos pese a que ya no tenía edad para ello. Desde esa posición, le dedicó una sonrisa maliciosa antes de poner expresión de inocencia y preguntarle:
-          ¿Qué te ha pasado? –
“Traidor” le dijo. “Mentiroso” añadió “Como si no lo supieras” respondió mentalmente, gruñendo. “¡Qué gran actor se está perdiendo el Globe!” exclamó.
-          Yo… - inició.
Pero de inmediato se detuvo.
Lo hizo porque se dio cuenta de que la pregunta de Peter era mucho más inteligente y maliciosa de lo que podía parecer en un principio ya que… ¿cómo iba a explicarle a ese grupo de personas desconocidas que el culpable de la situación en la que se hallaba en ese momento era ese niño que parecía un angelito y que tenía cara de no haber roto un plato justo en ese momento sin parecer un acusica y quedar como un completo estúpido e inútil ante ellos?
No.
Mintió.
-          Yo… resbalé y caí –
Clara y concisa. También había quedado como un tonto ante ellos, pero en un grado mucho menor y de momento, a él le bastaba con eso.
Por otra parte, ya habría tiempo de vengarse de Peter y  de su cachorrito…
Zhetta miró a Anthony e, inevitablemente comenzó a reírse a carcajadas, contagiando al resto de hombres en poco tiempo e incluso a él mismo.
-          Ya está bien – cortó uno de los hombres del grupo que parecía el de más edad y quien por tanto sería el capataz de la obra. – Nos hemos divertido pero ahora es tiempo de trabajar – anunció.
Y con eso, cada uno fue a ocupar a sus puestos iniciando con ello una nueva ronda de problemas para Anthony; quien obviamente no había traído ropas ni unas botas (detalle del meado en su interior que prefirió omitir) de repuesto.
-          No habías traído ropas de trabajo desde el principio – le dijo Zhetta al escuchar sus numerosas quejas por este motivo.
Era cierto, desde que vio sus ropas a primeras horas de esa mañana se dio cuenta de que no eran las más adecuadas para el trabajo y el reto que le iba a proponer pero se le había olvidado decírselo tras su episodio con sus animales y solo volvió a acordarse de ello, cuando lo vio revolcándose en la mierda. Aunque, por otra parte, tenía serias dudas acerca de que hubiera en sus armarios o baúles alguna prenda adecuada o específica para las labores agrícolas.
Ni Anthony había traído ropas de repuesto ni le era útiles ninguna de las prendas de vestir de alguno de los hombres que allí vivían, ya que éste señor Dormer era más bien rechoncho. Obviamente la ropa de Peter no le estaba bien, así que no le quedó más remedio que ponerse la ropa que le prestó el hijo mediano, quien se llamaba Miles.
Inconveniente a tan idónea situación; que pese a que tenían más o menos la misma altura, la corpulencia de uno y otro era bastante distinta.  En otras palabras, Anthony hacía al menos dos Miles; pues éste era tan delgado y poca cosa como Kirk Gunn. Consecuencia: la camisa no le cerraba y los pantalones apenas le cerraban y le llegaban por debajo de la rodilla escasamente.
Parecía una rueda de mondongo. Pero una rueda de mondongo hecha a tanta presión que iba a estallar en cualquier momento.
Efectivamente, estalló en cuanto se agachó; rompiéndose los pantalones por entero justo a la altura del culo y la camisa justo en el centro de su espalda.
-          ¡A la mierda! – gritó furioso mientras se deshacía de la ropa y se desvestía, golpeando la ropa y alejándola lo más posible de él a patadas y se quedaba sólo en calzones ante la mirada y las carcajadas de Zhetta quien estaba disfrutando enormemente con lo mal que lo estaba pasando el pobre de Anthony en su día rural. Al menos eso hizo hasta que se quedó casi desnudo frente a ella porque en ese instante tragó saliva y enrojeció al echar un vistazo a su pectoral, completamente depilado a excepción de una línea de vello que le crecía justo por debajo del ombligo y a sus marcados abdominales y bíceps.
Tal visión la dejó sin palabras y sobre todo, con bastante curiosidad y ganas de pasar la mano por ellos para cerciorarse de que eran de verdad y no se lo estaba imaginando. Si por ella hubiera sido, se hubiera quedado de esta guisa durante el resto del día. No obstante, el capataz reparó en las miradas hambrientas que Zhetta le lanzaba y le puso remedio.
¿Cómo?
Con lo que tenían más a mano que podía ser de su talla y le cubría al menos las tres cuartas partes del pecho desnudo. Lo cual no era otra cosa que el delantal excesivamente decorado con flores, pájaros y lazos de la madre de la señora Dormer.
Y así, de esta guisa, fue como Anthony participó en la construcción de la porqueriza de los Dormer bajo las órdenes de Zhetta; capataz excepcionalmente por un día.
En realidad, la construcción de dicho recinto ya había sido iniciada y los hombres, con ayuda de Zhetta habían construido el principio del muro de piedra. Sin embargo, debían concentrarse en reforzar los pilares y cimientos de la misma para evitar que se desmoronase, además de que debían elevar la altura de las paredes para impedir que los cerdos se escaparan de un salto.
Anthony dudaba que los cerdos fueran capaces de saltar un muro tan bajo como el que estaba en ese momento. Incluso dudaba de su capacidad para realizar cualquier tipo de salto. No obstante, los cerdos no eran un tema en el que fuera especialmente experto, así que calló y acató como un buen trabajador las órdenes de trabajo para ese día, que consistían precisamente en reforzar la cimentación y elevar la altura según les había dicho Zhetta.
Una Zhetta que, les señaló el montón de donde debían coger las piedras y les mostró la manera correcta de hacerlo para evitar lesiones innecesarias. Toda esta información en realidad no era necesaria, pues la inmensa mayoría del grupo eran hombres curtidos en el campo. Aún así y según propias palabras de Zhetta “debía mostrárselo al nuevo hombre del grupo”.
Cuando Anthony la vio caminar de forma tan decidida hacia el montón de piedras enormes y pesadas, realmente tuvo sus dudas acerca de las capacidades de Zhetta para levantar (y sobre todo soportar) ese peso durante el camino de vuelta hacia la porqueriza. Para su enorme y total sorpresa, Zhetta no solo pudo con una sino que, cual pequeña y menuda versión de Hércules cargó con dos sin apenas esfuerzo y las colocó en la parte de debajo de la pared. Al ver esto, cayó en la cuenta de que si ella quisiera, seguramente podría cargar con él sin que le costase apenas nada.
-          Vuestro turno – le dijo, especialmente dedicado a él.
Y allá que fue Anthony, aún aturdido por la imagen de una forzuda Zhetta. De hecho, iba tan abstraído en este pensamiento que no vio el regalito que había cerca de las piedras hasta que lo sintió; suave y pastoso contra la suela de su bota.
-          Otra mierda – dijo irónico y resignado.
-          Creo que esa es de cerdo – le informó Zhetta.
-          Gracias por tu aclaración – dijo, irónico. - ¡Qué bien! – exclamó. – Después de la de vaca y caballo era la que me faltaba – añadió.  - ¡He completado la colección! – concluyó, con el puño levantado para informar a todos de su felicidad.
-          Míralo por el lado bueno – le dijo Zhetta burlona. - ¡Vas a tener un montón de buena suerte! – le informó, causando las risas del resto de hombres.
Anthony decidió ahorrarse su respuesta hablada; otra cosa bien distinta era lo que pasaba por su mente en esos instantes. Cerebro que era un hervidero de actividad en ese momento. En su lugar, se gachó y cogió una de las piedras del montón, sintiendo y comprobando el peso real (nada ligero) de cada una de las componentes del montón; motivo por el cual le dio un leve tirón en la espalda.
-          Será mejor que dobles las piernas si no quieres hacerte daño en la espalda – le dijo Zhetta.
-          Será mejor que dobles la espalda si no quieres hacerte daño en la espalda – repitió, imitió y remedó Anthony mientras se agachaba para coger otra piedra. – Sabihonda – refunfuñó, antes de sentir un nuevo tirón en la espalda.
En la quinta ocasión en que le tocó ir a por piedras, decidió innovar y hacer caso a la recomendación de Zhetta. No porque creyese que tuviera razón, sino “sólo para darle el gusto” se dijo. Volvió a maldecir al comprobar cómo, nuevamente tenía razón y la forma en que ella le había dicho para recoger piedras era mucho más útil y nada dolorosa. Desde ese mismo momento, Anthony probó con el estilo Zhetta a la hora de coger piedras.
Al menos el poco tiempo en que estuvo desempeñando esa función porque, para su tremendo disgusto, cuando parecía adaptarse y realizar a la perfección una tarea, la capataza y excesivamente llena de poder Zhetta le cambiaba de puesto y posición; incluyendo un nuevo título con el que burlarse de él. De este modo fue lord Palero, señor del Lodo, capitán de cerco, barón Remilgos, marqués de Mierda y sobre todo y especialmente el que menos le gustaba de todos; jefe de los ocho de Cwt Mochyn.
En su opinión tampoco había protestado y refunfuñado tanto, pero obviamente discrepaba con la del resto de personas allí presentes. Claro que él no tenía la culpa de que el olor fuera tan repugnante ni de que absolutamente todos y cada uno de los poros de su cuerpo estuvieren impregnados de agua sucia y estiércol.
Incluso, cuando el final de las horas de trabajo llegó a su fin porque pronto iba a atardecer, todos acabaron reconociendo su esfuerzo y empeño en el trabajo; dándoles su visto bueno y declarándole apto para el puesto de trabajador rural; eso sí, tras meses y meses de incansable entrenamiento.
Uno a uno, Zhetta se despidió de los hombres hasta el día siguiente con un apretón de manos y de Peter con un enorme abrazo. Abrazo que el niño prolongó a propósito y mientras lo hizo, le sacó la lengua, devolviéndole con este gesto lo que él le había hecho días atrás.
Antes de salir de casa, la señora Dormer le devolvió sus pertenencias en un saco. Pertenencias que se correspondían con sus ropas más o menos limpias (las cuales iban a necesitar de un segundo lavado) pero chorreantes de agua. Anthony en respuesta, le devolvió el peculiar delantal y, por tercera vez en el día se le planteó a Anthony Harper (un hombre para nada interesado en la moda o en los distintos estilos a la hora de vestir) un dilema acerca de qué prendas de ropa debía vestir en el camino de vuelta; pues estaba claro que no podía caminar únicamente con unos calzones y unas botas puestas.
No solo porque atraería miradas indiscretas de mujeres solteras y casadas, sino ya por el mero hecho de que pese a que estaban en primavera, aún refrescaba al caer la tarde y, bastante se había mojado ya durante todo el día como para que encima cogiese frío y cayese enfermo. Por eso, la solución volvió a llegar de manos de la suegra del señor Dormer; que se llamaba Gretta. Pues bien Gretta de forma desinteresada le prestó a Anthony una de sus capas de paseo; su favorita según sus propias palabras antes de ir a por ella.
De regreso, la cara de ambos al descubrir cómo era fue impagable; más que nada porque la capa de paseo favorita de Gretta era ni más ni menos de terciopelo y de color…amarillo pollo. Nada discreto.
“Si la montaña no va a Mahoma, Anthony va a Zhetta” se repitió mentalmente varias veces Anthony mientras suspiraba y se colocaba dicho objeto.
Ya sin distracciones e impedimentos, la pareja emprendió el camino de regreso a sus respectivas casas; a una velocidad mucho más lenta de cómo habían venido debido a que Anthony estaba cansadísimo y apenas daba diez pasos debía apararse a tomar aire.
Lo cierto es que Anthony no había estado más cansado en toda su vida. Ni siquiera su trabajo en Londres con los ocho de Bow Street le había agotado tanto; ni cuando debían entarse a realizar los pasos previos de una investigación donde lo único que ejercitaban el ejército. Un órgano mucho más difícil de poner en forma por otra parte.
Por eso, no concebía cómo Zhetta podía hacer cosas similares a diario y continuar de una pieza y viva.
Miró en su dirección.
Estaba muy callada, sin duda sumida en sus pensamientos.
Solo que ella era afortunada y no pisaba mierdas cuando se imbuía y abstraía en el mundo de las ideas.
Mejor.
Así el pudo observarla con total atención y esbozar una sonrisa boba al hacerlo mientras se decía que estaba realmente orgullos de ella y de su enorme fortaleza física y mental. Pues no solo era capaz de levantar el doble de peso que él en una sentada sino que encima había conseguido que los hombres la tomaran en serio y la obedecieran si cuestionar sus órdenes cuando era ella quien estaba al cargo. Y eso era muy difícil de conseguir. De hecho en Londres, no había ninguna mujer de cara a la galería que hubiese conseguido hacerlos; ni tan siquiera su hermana Rosamund pese a sus continuos intentos. Y Londres era Londres, la capital de Gran Bretaña y en teoría un lugar mucho más abierto y liberal que un pueblo como Clun. De ahí el esfuerzo aún mayor que esto suponía para Zhetta, pues los hombres rurales solían ser mucho más cerrados y cazurros a priori, por supuesto.
Sintió deseos de besarla hasta hacerla pensar en ese momento, pero se contuvo.
No sabía cómo iba a reaccionar ella  y además, su apariencia y olor no eran las más adecuadas o las que más invitaban e incitaban a ese tipo de acciones.
Por tanto, era mejor estar así.
Cuando Anthony volvió a levantar la cabeza del camino (dado que no quería más regalos indeseados por hoy) descubrió con estupor que habían llegado a la puerta de su casa y de que por tanto el día había llegado a su fin.
Era el momento decisivo.
Ahora iba a descubrir si Zhetta  había considerado que había superado el reto impuesto por ella misma y sobre todo, si quería ayudarle en su investigación.
De entrada (lo cual debía ser bueno en teoría) comenzó a aplaudirle.
-          Enhorabuena – le felicitó. – Me has pasmado Anthony – añadió.  Creía que tanta agua sucia, estiércol y barro te echarían para atrás y te rendirías dando una imagen débil y algo a-fe-mi-na-da pero en lugar de eso seguiste e hiciste todos los trabajos que te mandé con mayor o menor suerte – explicó. – Muy bien – le dijo sonriente.
Anthony le devolvió la sonrisa mientras pensaba que de momento, la cosa pintaba bien.
-          ¿Sabes Anthony? – le preguntó. – Si pudiera te daría un beso para darte las gracias de esa manera también pero…estás sucio por todas partes,  hueles fatal y  no me atrae mucho la idea de besar a un pollito gigante – añadió.
Anthony se plantó de ella en dos zancadas y antes de que se diera, se apoderó de sus labios sin utilizar ninguna otra parte de su cuerpo que fuera su boca o sus dientes.
-          La cara la tengo limpia – le respondió con una sonrisa cuando puso punto y final al beso.
-          Hueles a mierda – le dijo. – Mi consejo es que entres en casa, quemes esa ropa en la chimenea porque seguro que el hijo del marqués tiene mucha más ropa y es un lujo que te puedes permitir, te des un largo baño con agua caliente y te frotes todo el cuerpo, cenes y te vayas a dormir – le recomendó, pues exceptuando lo de quemar la ropa era lo mismo que iba a hacer ella. – Estoy segura de que hoy vas a dormir como un recién nacido – añadió.
-          Mientras no piense en ti en ropa interior, todo irá bien – se le escapó a Anthony, horrorizado por lo que acababa de decir.
Zhetta en cambio no se lo tomó en mal. En su lugar se echó a reír antes de empezar a caminar y desearle unas buenas noches y despedirse de él hasta el día siguiente.
“De acuerdo” reflexionó Anthony mientras la veía alejarse. “He superado el reto pero… ¿qué hay de ser mi ayudante?” se preguntó.
-          Anthony – dijo Zhetta a mitad del camino., sacándolo de sus pensamientos y provocando que fijara la mirada en ella. – Se presenta ante el señor investive y el jefe de los ocho de Bow Street su ampollayante Zhetta Caerphilly – añadió imitando el saludo militar.
“Reto superado” pensó Anthony.


6 comentarios:

  1. Mi trabajo me costó terminarlo pero... puedo decir, que ¡estoy satisfecha con el resultado!=)

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  2. bueno bueno bueno hoy una super reverencia que te la mereces x ql divertidisimo capitulazo q has escrito jaja no me he reido mas xq no he podido aun me estoy secando las lagrimas q se me han saltado y bueno empiezo con mis vivas hacia los animales q son geniales y thon thon tener miedo de una simple oca a tu edad jajajaja me meo jaja yo si hubiera estado me hubiera revolcado por el suelo de la risa y lo reitero xq todas las cosas graciosas pasan cuando una de las personas q las vive va medio en cueros¿?¿?¿? jajajajajaj y bueno thon yo tambn quiero q me des los buenos dias como se los das a zhetta q asi da gusto empiezar el dia eso x ahi jajajaja segundo te voy a explicar la diferencia entre un huevo de oca y uno de gallina: querido y q te falta una buena ruralizacion aunq poco a poco se consigue, thon thon, un huevo de oca es mas grande que uno de gallina eso x ai los de gallina son mas pequeños y de tonos marrones claros o blancos dependiendo de la gallina y tienen forma ovalada asi q normal q la oca te atacara so burro jajaj y dejando aclarado esto decir q me encanta la venganza del niño solo puedo decir: peeeter peeter peeter peeter o ese peter como mola se merece una ola ueee jajaja me he meado como el cuando lo hace en las botas de thon thon esperate q comentandote aun me sigo riendo jajaja a mi no se me hubiera ocurrido mejor venganza q esa jajaj y pobre ha acabado de mierda hasta laas cejas jajaj y bueno ya vestido con la capa amarillo pollo y zhetta diciendole q no besa a pollos gigantes ha sido jajajajaj me meo y dios thon thon pervertido pensando en lo mismo aun lleno de mierda jum... jajaja y zhetta me encanta tu ropa interior creo q me la voy a comprar x visto el exito q ha tenido hacia para con thon thon q dice q quien fuera apodesmo ha sido tambn mu bueno y un tipico comentario masculino salido jaja y me ha encantado el momentazo ayudame vete a vestir cuando le atacaban los animales espera jajajajajajajajajajajajajajaaj muy comico jajajaja ha sido un gran capitulazo jaja

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  3. Repetimos... como las antillas.... -.- A ver... me reído mucho imaginando a Thon yendo a por los huevos, entre otras cosas porque estaba en plan: "verás que picotazos que le van a meter las gallinas, cuando intente pillarle los huevos!" pero es que ha sido muchoooo mejor que eso XD Ha sido un show imaginar a las ocas con cala de mala uva corriendo detrás suya, picándole en el culo y todo el ejército detrás y la oveja tirándose pedos XDXD y el otro llamando a Zhetta jajaaj luego encima me lo mandas a construir el porquerizo, que buena venganza!! y el Peter se la juega, yo pensando que diablos era un pisapis jaja puto niño!! XD no contenta con éso le visten de Thonna! con el delantal con flores que me he reído de lo lindo imaginándolo y luego de pollo!!! A mí también me gusta la ropa interior de Zhetta,pero me ha gustado mucho más ver a Zhetta mirándolo con cara de deseo y la escena final del beso :D

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  4. yo me he relamido los labios ante la vision de ese hombre en cueros de cintura para arriba umm ñam ñam ñam ais oma q rico maadre auqn mi willy willy supremo es mi willy willy supremo =)

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  5. jajajaja pobrecito jajaja, no me puedo ni imaginar la peste que haria puag... ya quiero que empiecen a trabajar juntos, a ver quien ha robado el collar...

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