jueves, 14 de febrero de 2013

Me robaste el corazón Capítulo 11 Chaperones


Las oportunidades están para aprovecharlas.
Eso al menos era lo que pensaba y uno de los pilares vitales en los cuales creía firmemente Anthony Harper.
Y por ello, no iba a desaprovechar la coyuntura favorable que le había proporcionado sus más nuevos y sorprendentes hallazgos y pesquisas de investigador.
Debido a eso, y sin más tiempo que perder se dirigió presto y presuroso a la tienda de los Dormer. Un lugar donde por primera vez en todo el tiempo que llevaba en Clun, no iba a comprar nada, sino en busca de algo mucho más importante y vital para él en esta ocasión: información.
Por azar (al menos en parte, pues junto a esta investigación principal él mismo estaba desarrollando una investigación paralela donde los protagonistas únicos y exclusivos eran él y sus sentimientos)  había decidido que el primero de los dos Dormer a quien investigaría sería Marcus; el joven y muy cercano amigo de Zhetta.
Como si de uno de los representantes de Dios (o Satanás) en la tierra se tratase pues estaba en todas partes (aunque también cabía la enorme posibilidad de que fuera una abstracción real de su conciencia) nuevamente, quien le abrió la puerta de la tienda fue el pequeño Peter Dormer.
No obstante, y para tremendo orgullo y aumento de su ego masculino, por segunda vez consecutiva el niño no le plantó cara o se enfrentó a él sino que actuó de manera diametralmente opuesta y salió corriendo despavorido hacia el interior de la tienda para ocultarse primero tras unas cajas apiladas, después sobre el mostrador que le pareció más alto y adecuado como escondite, pero que resultó insuficiente llevado a la práctica y  por último, hacia el interior del almacén.
Quizás había resultado ser más amenazante y peligroso de lo que pretendió…
En cualquier caso, intrigado por el comportamiento nada habitual de su nieto; el niño más travieso y buscalíos de todos los que había conocido en toda su vida, el sorprendido abuelo Bradley Dormer salió al exterior de la tienda para encontrarse con la persona encargada de dicha reacción y comportamiento de Peter.
Anthony no pudo evitar el gesto de desilusión que se reflejó en el rostro cuando se giró al escuchar pisadas adultas y se encontró con el seño Bradley Dormer; el hombre “no deseado” en esa ocasión.
Lamentablemente el tiempo era un hándicap para su investigación y se le estaba agotando así que no fue sutil no se anduvo por las ramas a la hora de preguntar dónde estaba Marcus; pues necesitaba hablar con él urgentemente.
Cuando Bradley le preguntó para qué le requería Anthony mintió. O más bien, no fue lo más sincero que podía ser en cuanto a los motivos que le movían para ir a hablar con él. En su lugar, usó la segunda motivación (muy útil y conveniente en esta ocasión) e incluyó a Zhetta en la conversación.
En el mismo instante en que mencionó el nombre de Zhetta, el rostro del señor se iluminó con una sonrisa y el mismo gesto de expresión de alegría, felicidad o simple cortesía desapareció del de Anthony.
¿Por qué?
Era debido ni más ni menos a que el señor Dormer había concedido a su hijo la tarde libre para que la aprovechase y la pasase junto a Zhetta dando un paseo.
Un paseo.
Lo cual sólo podía significar en vista de lo liberales y adelantados que eran en este pueblo para algunos aspectos que ese paseo lo estaban realizando a solas.
En otras palabras, sin chaperonas de por medio.
Dios y los padres habían inventado la figura de las chaperonas para evitar precisamente situaciones como estas, pero si sacabas a la chaperona de la ecuación sólo Dios sabía lo que podían estar haciendo esos dos a solas.
Ese fue el motivo principal por el cual las alarmas internas sentimentales de Anthony se dispararon hasta alcanzar cotas máximas de peligro y por el cual decidió salir a buscarlos con la mayor brevedad y urgencia posible; a fin de evitar a toda costa que la escena que se repetía y se representaba continuamente en su mente como si de una única representación teatral donde Zhetta Caerphilly Marcus Dormer eran los únicos actores protagonistas se transformarse en una escena real.
La firmeza y fijación de su pensamiento debió verlo reflejado en su rostro porque sin ni siquiera pedírselo, el señor Dormer le dijo que pensaban ir por los alrededores del pueblo.
Anthony agradeció la escasa e inútil información porque los alrededores del pueblo no eran un territorio fácil de acotar, pero aún así le daba lo mismo ya que iba a encontrarlos y dar con ellos tardase el tiempo que tardase y costase lo que costase.
Era básico para su investigación.
Lo que no estaba muy claro era para cuál de las dos en concreto.
Descartados el parque, el camino que iba a su casa, el atajo desde casa de Zhetta, el recodo y escondite existente que había justo en los aledaños del puente y algunas de las calles menos transitadas del pueblo como posibles lugares escogidos para el tiempo de intimidad de pareja tras una intensa, exhaustiva y minuciosa búsqueda, el único lugar que le quedaba para dar con ellos era la salida del sur del pueblo.
Una salida que se internaba en un pequeño bosquecillo que rodeaba al pueblo. Bosque que era un lugar más que recomendable como sede de encuentros furtivos para amantes o parejas en formación.
Con este pensamiento grabado en su mente, Anthony se encaminó en esa dirección y se internó en el bosquecillo. Afortunadamente para él y en contra de lo que le sucedía en ambientes más o menos urbanos, Anthony contaba con un sexto sentido de orientación en ambientes rurales así que no estaba nada preocupado ante la perspectiva de perderse en el bosquecillo.
Básicamente porque no era un bosque excesivamente grande, porque había personas que lo habían visto dirigirse hacia aquí y que por tanto podían avisar de su desaparición en el caso de una posible desaparición y porque llegado el caso, eso no iba a darse ya que, su instinto le decía que no iba a perderse.
Instinto que le dio la razón cuando llevaba caminado 100 metros en el interior del bosque y pudo observar con detalle y detenimiento la vegetación del mismo; nada exuberante. Al contrario, más bien dispersa y además, lo único que podía restarle visibilidad y propiciar su desorientación; la falta de iluminación por luz solar no ocurría en esta ocasión ya que, los árboles aunque altos, en su mayoría eran de hoja caducifolia; lo cual, como su propio nombre indicaba, hacía que  fuese justo en esa época del año cuando comenzasen de nuevo a llenarse de hojas.
El primer pensamiento que cruzó por su mente según caminaba para encontrarlos fue llamarlos a gritos. Inmediatamente se arrepintió de una idea tan absurda puesto que con eso, lo único que conseguiría sería justo el efecto contrario al deseado; es decir, provocaría o bien que se escondieran mejor de lo que podían estar justo en ese momento o bien incluso que salieran corriendo.
En uno de sus vistazos a los claros que surgían en el interior del bosque tras la abundancia de matorral (este sí todo perennifolio) le pareció ver el final de un zapato.
Al principio no le prestó mucha atención porque un zapato podía pertenecer a cualquier persona. Y más, unas botas como eran en ese caso.
Botas.
Un calzado habitual y casi permanente de los hombres en general.
No obstante, había algo poderosamente familiar en la bota que había conseguido a atisbar mínimamente.
Ese algo era que dicha bota  pertenecía a un agricultor.
Bien, Clun era un pueblo en su mayoría ganadero (así lo constataban los cantos del gallo que lo despertaban a diario al rayar el alba y de los que hacía caso omiso para volver a dormirse acompañados de otros numerosos sonidos de diferentes animales) y agrícola así que esa bota podía pertenecer siguiendo ese hilo de pensamientos a cualquier agricultor que hubiera aprovechado un momento de descanso para venir a ese lugar a echarse una siestecita o un sueñecito reparador antes de continuar con el trabajo duro.
El problema era que él había visto esa bota en tantas ocasiones y tan seguidas que la reconocería en cualquier parte del mundo e incluso lo haría con los ojos cerrados, palpándola simplemente.
Esas botas de piel marrón bastantes desgastadas solo pertenecía a una persona en particular.
Una persona que no era otra que Zhetta Caerphilly.
Zhetta.
“¡Bingo!” pensó, con alegría y enorme satisfacción personal.
Intentó echar a un lado con ambas las ramas del matorral pero le fue imposible, porque parecía que el grosor y espesor del mismo no tenía fin. Así, cuando conseguí apartar una gran cantidad de las mismas, una nueva; que había permanecido oculta y escondida entre el montón salía para fastidiarle e impedirle la visión total de Zhetta.
Eso cuando no lo hacía de forma repentina y acababa por golpearle en la cara a imitación de un látigo. Hecho del cual su frente y sus ojos eran testigos presenciales y principales damnificados (además de su boca; que sin querer había degustado y saboreado una rica ensalada de hojas de matorral. No venenoso, esperaba)
Frustrado por no poder realizar su plan como esperaba, a Anthony no le quedó más remedio que entrar en escena de la manera habitual: de una sola vez. Aún así, como le gustaba la perspectiva de aparecer y sorprenderlo con el clásico salto ruidoso interruptor, decidió innovar e incorporar su toque personal.
Por ello, entró en el pequeño claro de un salto, sí pero un salto con el que se deslizó a través de las briznas de hierba. De tal manera que si alguien le hubiera visto en ese momento, le hubiera dado la sensación de que éstas estaban cubiertas por una imperceptible capa de hielo.
De esa manera fue como Anthony entró en el pequeño claro del bosque.
No obstante, si lo que buscaba era causar estupefacción o sorpresa entre los allí presentes de forma previa, no lo consiguió.
Al contrario, la sorpresa se la llevó él con lo que allí vio.
¿Qué fue lo que vio exactamente?
Ni más ni menos que a Zhetta apoyada junto al tronco de un árbol comiendo un melocotón y… ¿leyendo un libro?
Bien quizás no era un libro, pues el grosor documental no era muy grande pero que estaba leyendo algo era una certeza. De hecho, estaba tan absorta en la lectura que no solo no se había dado cuenta de su magnífica entrada sino que a veces, tampoco conseguía atinar y darle mordiscos al melocotón que tenía entre sus manos.
Y al pensar en dicha fruta, de manera inevitable e inexorable se lamió los labios y la boca se le hizo agua, no solo por la fruta (que también) sino por los labios que la estaban saboreando en ese momento.
Un enorme suspiro mental que lo desinfló (y que se manifestó en la cantidad de aire que salió de sus orificios mentales) fue lo que mejor describió al ver a Zhetta allí sola de esta guisa.
Con gesto decidido; pues no había olvidado que a priori el motivo de esta visita era hablar con Marcus, se encaminó hacia donde ella se encontraba y para conseguir que en esta ocasión sí que fuera consciente de él allí, decidió colocarse de la única manera en que podía molestarle en esa posición: situándose justo enfrente de ella y tapándole la luz del sol.
-          ¿Es que no ves lo que estoy…? – preguntó Zhetta con fastidio mientras levantaba la vista hacia el molesto visitante desconocido. - ¡Anthony! – exclamó, con un tono de voz muy parecido al del graznido de un cuervo y dando un respingo. A consecuencia del mismo, a punto estuvo de perder los papeles que tenía en la mano. Hecho que no sucedió, gracias a la rapidez y los reflejos en su mano izquierda. Pero no pudo evitar que su melocotón a medias salieran rodando, alejándose poco y poco y cada vez más de ellos.
Juntos y en silencio observaron cómo esto sucedía. Cuando el melocotón se perdió tras un nuevo conjunto de espesos matorrales, sus miradas volvieron a encontrarse y Zhetta se quedó a la espera de una explicación por parte de Anthony.
Una explicación que era precisamente lo que Anhtony debía haberle dado. O como mínimo, saludarla al ser la primera vez que se veían tras su último encuentro. Eso hubiera sucedido si las partes racional y sentimental que conformaban y formaban un todo llamado mente de Anthony hubiesen ido juntas y de la mano.
Pero como no lo hacían, lo que Anthony dijo en su lugar tras observar que llevaba puesto el mismo vestido que el día de las cestas fue:
-          Zhetta tú me gustas -. Inmediatamente se dio cuenta de la tontería y estupidez suprema que acababa de escapársele de la boca gracias a la magnífica intervención a favor del amor por parte de Taylor el médico local e intentó arreglarlo preguntándole: - ¿Qué haces aquí? – aunque sabía que era demasiado tarde y que ésta le había escuchado a la perfección.
-          ¿Que yo te gusto? – preguntó incrédula. – Bueno, ahora que estás completo y has dejado de ser mano tonta, tú tampoco estás mal de todo – añadió, volviendo a concentrar su vista y su atención en los papeles.
-          ¿Qué lees? – quiso saber, interesado en esos papeles por el volumen podrían ser perfectamente una carta de amor (“de Marcus”) hacia ella.
-          Eso no te importa – respondió ella, desafiante.
-          ¿Qué haces aquí? – volvió a preguntar, sentándose junto a ella.
-          Perdona ¿quién te ha dado permiso para sentarte a mi lado en el suelo? – le preguntó mientras se guardaba los papales perfectamente doblados en el escote, los introducía más profundamente gracias a sus dedos hasta colocarlos justo en la cinta del corsé que le apretaba el talle y se realzaba el busto aún más, recolocándose ella misma sus senos.
Un conjunto de acciones relacionadas con la papelería de la que Anthony no perdió detalle y durante la cual le costó tragar saliva incuso más que cuando se veía afectado de dolor de anginas y en la que se olvidó de respirar momentáneamente porque durante todo el proceso en lo único que podía pensar era que deseaba ser en ese preciso instante los papeles misteriosos.
-          Eh… titubeó, mientras intentaba volver a la realidad y olvidar lo que acababa de presenciar. - ¿El suelo del bosque o el bosque es tuyo? – le preguntó retador.
Zhetta maldijo mentalmente porque el investive tenía razón.
Así que le respondió de tal forma que su integridad y orgullo no salieran perjudicados; trasladó toda su furia a sus ojos. Ojos con los que le miró entrecerrándolos.
Su mirada debió tener el efecto que deseaba ya que, Anthony reaccionó elevando las cejas, sorprendido.
-          Zhetta… tus ojos – dijo, señalándola.
Algo en el tono de su voz alarmó a Zhetta, quien inmediatamente se preocupó por el estado de su vista. Sentido vital para ella y más, ahora, con todo lo que se le venía encima en muy poco tiempo…
Por eso, se tapó los ojos y se los palpó con los dedos en busca de una pestaña en el interior de los mismos. Al no hallarla, le preguntó preocupada:
-          ¿Qué? - ¿Qué? – repitió. – Anthony ¿qué les pasa a mis ojos? – le preguntó agarrándole con fuerza de las solapas y acercándole de manera inocente hacia ella, con los dientes apretados. - ¿Están rojos? – quiso saber, rebajando y relajando considerablemente el tono de su voz. – Porque a veces me pasa eso cuando leo mucho tiempo – explicó. – Y luego me pican mucho – añadió, provocando una sonrisa en Anthony.
-          No – dijo él. – Son grises – añadió, de forma muy similar a alguien que acaba de entrar en éxtasis. – Y yo siempre he creído que eran azules – explicó.
-          Fallaste señor investive – Son grises y siempre lo han sido – añadió. – Son la única herencia de mi papá ingles porque el resto es de mi madre, la no negra portuguesa – añadió con una sonrisa, recordándole uno de tantos momentos embarazosos protagonizados frente a ella con estas palabras.
-          Son preciosos – dijo sin pensar, aunque tampoco hacía falta dado que era cierto. – Igual que tú – puntualizó.
-          Gra… - dijo, enrojeciendo levemente.
Pero a Zhetta no le dio tiempo a terminar la frase porque Anthony la besó de forma apasionada; que era justo lo que había querido hacer desde que la vio allí sentada sola. Y no solo eso, esta vez, gracias a que tenía las dos manos libres pudo besarla de la manera que él creía que Zhetta debía ser besada por su parte y le agarró la cara con las dos manos y por primera vez en sus beso, dejó que sus lenguas se encontraran de manera cruda, siguiendo el ritmo apasionado que ella marcaba.
Anthony no supo cuándo ni en qué momento exacto comenzó a escuchar ruiditos y lo que parecían ser gemidos o lamentos, los cuales por la intensidad del sonido parecían no estar muy lejanos de ambos. Creyendo que podían ser de Zhetta abrió los ojos para observarla y comprobarlo por sí mismo.
Pero no eran de Zhetta; quien continuaba con los ojos cerrados y disfrutando en su totalidad del beso, moviendo todos y cada uno de los músculos de la cara para sentirlo más mientras esbozaba una medio sonrisa pícara cada vez que sus lenguas se encontraba o rozaba si querer sus dientes debido a su inexperiencia.
“Inexperiencia mi culo” pensó, mientras comenzaba a sentir un incipiente dolor en la entrepierna mientras él se despreocupaba de lo que sucedía a su alrededor, volvía a cerrar los ojos y se concentraba única y exclusivamente en la mujer que tenía en ese momento entre los brazos y en proporcionarle el máximo placer que pudiera darle.
No obstante y aunque lo intentó, en el momento en que escuchó que la intensidad de esos ruidos aumentaban, no le quedó más remedio que interrumpir su beso,  concluyéndolo con un suave beso en los labios, aprovechando el último resto de melocotón que había en ellos antes de ponerse alerta y comenzar a buscar con la mirada y aguzar el oído para descubrir la dirección exacta desde dónde provenía.
Y descubrió que provenía justo de detrás del conjunto de setos que se había tragado el melocotón.
Intrigado por esto, se puso en pie y se dirigió exactamente hacia allí.
-          Anthony, no – dijo Zhetta aún indispuesta después del beso.
Obviamente Anthony la ignoró.
-          Anthony, no – repitió esta vez más fuerte y poniéndose en pie.
-          Quédate donde estás – le ordenó y advirtió mientras se agachaba y justo antes de comenzar a escavar y despejar echando a los lados las espesas ramas de los mismos; aunque sabía que no lo haría.
Efectivamente, Zhetta no solo no le hizo caso sino que encima se le subió a la espalda y comenzó a golpearle en las manos, consiguiendo con cada golpe que soltara las ramas que había agarrado hasta ese momento. Con estas acciones, el instinto y la alarme de Anthony comenzaron a ponerse en funcionamento ya que: obviamente Zhetta sabía qué era lo que estaba ocurriendo allí y debía ser algo muy desagradable o muy sorprendente a sus ojos porque sino, no había otra explicación para su comportamiento actual para con él.
Sin embargo, con lo que no contaba Zhetta era que con esta manera de actuar lo único que conseguía era que su curiosidad y deseo por descubrir qué era lo que allí estaba ocurriendo aumentasen con cada uno de sus golpes e intentos por impedírselo.
Tampoco contaba con que ahora que tenía las dos manos (y pese a que llevaba poco tiempo con ellas de nuevo) había recuperado su fuerza y capacidades de antaño y que ella aunque desafiante y autosuficiente, no representaba un problema ni un rival en cuanto al físico.
Por tanto, no le supuso ningún esfuerzo continuar con su misión de descubrimiento con ella en la espalda. Aún así, cuando llegó a las últimas ramas no le quedó más remedio que sacudirse espasmódicamente para conseguir que ella cayese sobre la hierba y para que él no tuviera problemas de visión; pues mucho se temía que al ver que iba a conseguirlo le hubiera tapado los ojos con las manos.
-          ¡No! – susurró Zhetta poniéndose en pie al instante y perfectamente recompuesta mientras hacía el último esfuerzo por impedírselo.
“Demasiado tarde cariño” pensó, mirándola antes de despejar y echar a un lado la última rama del matorral.
Y lo quedó le dejó catatónico y boquiabierto.
Allí estaba Marcus Dormer.
Pero no estaba solo.
Estaba acompañado de la señorita Louise Biggle.
O mejor dicho, se estaban besando de forma apasionada y revolcçandose por el suelo a imitación de los animales salvajes.
Obviamente estaban en los preliminares y como a Anthony la idea de asistir como espectador a un ritual de apareamiento tan evidente no le atraía lo más mínimo soltó de golpe las ramas y se volvió a Zhetta, señalando en dirección a la pareja mientras le preguntaba, aún impactado:
-          ¿Eso era…? – Zhetta asintió. - ¿Y esos eran…? – quiso saber.
-          Marcus y Louise – le confirmó ella.
Y a Anthony le fue imposible no echarse a reír ante la perspectiva y la imagen de la que acababa de ser testigo. Sobre todo y especialmente, su risa nerviosa fue la manera que tuvo de reaccionar y descargar la tensión acumulada ante la perspectiva e idea de que Zhetta y Marcus pudieran estar involucradas en una relación sentimental.
Idea más que descartada a partir de ahora.
“Zhetta no tiene pretendientes” pensó mientras su corazón brincaba de alegría mientras no podía evitar dejar de sonreír.
-          ¿Eres su chaperona? – le preguntó.
-          Yo creo que es obvio que sí – respondió ella.
-          ¿Por qué dejas que el pueblo crea que eres tú con la que viene a besarse a este paraje? – preguntó, repentinamente enfadado y preocupado ante la imagen pública errónea que Zhetta pudiera estar ofreciendo.
-          Le estoy haciendo un favor – explicó ella. – Ellos se quieren pero como las familias no se llevan muy bien y sobre todo la madre no quiere a nadie que no esté bien situado econo…nocoe… como la madre quiere a alguien que tenga dinero no les queda de otra hasta que Marcus o Louise se hagan con el dinero para poder fugarse y casarse en Gretna Green – añadió. – Creo que les falta muy poco – apostilló. – Y lo hago por amistad de toda la vida, investive – recalcó.
-          Amistad de toda la vida y nada más – repitió él asintiendo, sintiéndose el hombre más feliz del mundo y el más estúpido también.
“Un momento, van a conseguir el dinero pronto… Pueden hacerlo con la venta de un collar” pensó y cayó en la cuenta de repente.
No era una idea nada descabellada de hecho.
Era una venganza perfecta por parte de ambos; así Marcus se vengaba de ella casándose con Louise; quien por otra parte era la mujer de la que estaba enamorado pero la cual tenía prohibida por la madre y sus escasos recursos económico y Louise se vengaba de ella con la venta del collar por tantos años de represión y negación.
¿Qué podría ser mejor que una boda costeada gracias al lujoso collar de una madre superficial y autoritaria que se oponía de forma tan rotunda a un matrimonio entre ambos?
Ahora sí que sí que era absolutamente imperante que hablara con Marcus.
Y sentía mucho tener que hacerlo y romper tan intenso momento. Más que nada porque él se ponía en su situación y no le gustaría en absoluto que se lo hicieran.
Volvió a ponerse de pie, pero Zhetta tiró de su mano con tal fuerza que consiguió hacer que bajara nuevamente.
-          ¿Qué haces? – le preguntó, exigente.
-          Voy a hablar con ellos – explicó.
-          ¿Te has vuelto loco? – le preguntó ella. – Ellos no saben que estás aquí y en teoría estoy yo sola haciendo de chape…chepa…chope… de cómplice, no vas a ir – le ordenó.
-          Oye Zhetta, necesito hablar con ellos – explicó. – Y más después de lo que me has contado – añadió. – Te recuerdo que tengo un caso de robo que resolver y ellos son dos de los sospechosos – le informó.
-          No vas a ir – se negó ella. – Al menos, no hasta que hayan acabado – añadió, cediendo esa mínima concesión.
-          ¿Bromeas? – le preguntó. - ¿No escuchas como gime ella y apenas están en los preliminares? – preguntó, señalando nuevamente a los matorrales. - ¿Es que quieres que termine de ponerme cachondo  - Y recibió un puño en el brazo por parte de Zhetta al pronunciar la palabra cachondo en su presencia – cuando empiecen a ponerse con el tema en serio? – le preguntó.
-          No te vas a poner cachondo – le advirtió. – Y no vas a ir a molestarles – añadió, con el mismo tono de firmeza.
-          ¿No? – le preguntó burlón. – Intenta impedírmelo – añadió, retándola utilizando las mismas palabras que utilizaba su hermana Rosamund para retarle a él.
-          Por supuesto que sí – dijo Zhetta, asintiendo antes de arrojarse sobre él y besarle de la misma manera que él lo había hecho antes con ella.
El beso de Zhetta respondía al propósito y a la experiencia que le proporcionaba saber que los besos apasionados que se habían dado eran la única manera de anular por completo a Anthony.
Sin embargo, lo que comenzó como una “obligación” pronto se convirtió en un placer. Especialmente desde el momento en que Anthony le deshizo la trenza que llevaba hecha y comenzó a juguetear con su pelo, la estrechó contra él agarrándola por la cintura y ambos comenzaron a rodar por el campo hasta que él quedó encima de ella para seguir besándola y le mordisqueaba su suave labio y lleno labio inferior.
No obstante, en esta ocasión; quizás porque de vez en cuando les llegaban los songido ahogados de la otra pareja y eso para sorpresa de Anthony combinándolo con los besos de Zhetta había terminado por exitarlo del todo y volverle loco de deseo por la mujer que ahora mismo tenía bajo él. Por todo eso, en esta ocasión los besos en las bocas no eran bastante y le besó también el mentón y trazó líneas de besos desde su oreja hasta sus labios una y otra vez antes de comenzar a besarle por el cuello hasta llegar a los hombros mientras ella, deliciosamente preciosa y enrojecida se retorcía sin ofrecer resistencia bajo él, disfrutando de todas y cada una de las nuevas sensaciones que estaba experimentando por primera.
-          Zhetta… - dijo él, con voz ronca provocando que esta abriera los ojos antes de besarle con fuerza en los labios para luego descenderlos hasta su escote de barco.
“Maravilloso escote” pensó Anthony mientas descendía un par de centímetros la tela que cubría esa parte de la anatomía de Zhetta mientras ella; encantada aunque no perdida del todo en el mundo de sensaciones que estaba experimentando flexionaba las piernas y tiraba de los cabellos sueltos de Anthony; instándole a que no parara.
Y Anthony no huniera parado.
De hecho, estaba a punto de iniciar a subir la mano por la pierna de Zhetta; sorprendentemente bien dispuesta a permitírselo sino llega a ser porque….
-          Ejem, ejem – escuchó carraspear a alguien justo a su espalda.
La primera vez, ninguno de los dos prestó atención a la llamada de atención a su espalda.
-          Ejem, ejem – repitió. Esta vez una voz femenina.
Nuevamente la pareja hizo caso omiso; estaban mucho más ocupados en otros menesteres.
Hasta que el hombre de la pareja observadora, tocó el hombro de Anthony; quien se sobresaltó de tal manera que giró sobre sí mismo y provocó que Zhetta acabara sentada sobre su estómago.
Una Zhetta que quiso que la tragara la tierra y maldijo el no haber traído algún tipo de sombrero en esta ocasión con el que cubrirse el rostro. No obstante, decidió actuar con toda la dignidad posible que la situación le permitió, se mordió el labio, y se limpió con el labio inferior el superior, se puso en pie, se recompuso el vestido y ayudó a que Anthony se pusiera en pie ofreciéndole la mano.
Juntos, en pie, y con Anthony posando el brazo por encima del hombro de Zhetta, esperaron el aluvión de comentarios críticos y burlas de la otra pareja.
-          ¿Qué? – les preguntó Marcus. -¿Nos lo estábamos pasando bien? – continuó, reprimiendo la risa.
Anthony iba a aguantarse las ganas de responder a sus preguntas y piques, pero Zhetta pareció no leerle la mente para esa situación y respondió dando un paso al frente:
-          Sí - .
Y por ello, no le quedó más remedio que añadir con pose chulesca:
-          Decidimos quitaros el puesto -.
-          No…si bien que lo habéis quitado – dijo Marcus burlón. – Con razón te ofreciste enseguida como chaperona – añadió, dándole codazos para recalcárselo con cada uno de sus golpecitos.
-          Cuida tus palabras al hablar de ella – le advirtió Anthony, súbitamente violento y sobreprotector.
-          Gracias investive pero cuidarme sola – dijo ella. – Y ahora, pregúntale lo que querías saber – añadió.
La otra pareja protagonista lo miró con recelo mientras que un Anthony despeinado se rascaba la cabeza (despeinándose con ello aún más) para recordarlo.
-          Zhetta me ha dicho que queréis casaros pero… ¿desde cuándo tenéis una… - preguntó señalándolos – relación? – preguntó.
-          Desde hace más de cuatro años – respondió Louise.
-          Y precisamente ahora pensais casaros – dijo Anthony.
-          Sí, cuando he reunido el dinero suficiente para comprarle el anillo a Louise y conseguir un carruaje que nos lleve a Gretna Green – afirmó Marcus. – Enséñale el anillo – ordenó.
Louise obedeció y le mostró la simple alianza de bronce que Marcus le había regalado. Anthony maldijo en silencio porque si había vendido el collar no tenía prueba y sin prueba o podía demostrar quién era el culpable. Además eran listos y no habían llamado  la atención demasiado con la joya que habían comprado en su lugar.
-          Justo ahora que se ha producido el robo del collar – explicó, comenzando a pasearse por delante el uno del otro.
-          ¿No estarás insinuando lo que creo que estás insinuando? – le preguntó.
-          Es precisamente eso – le dijo Anthony.
-          Pues te equivocas, yo no he robado el collar ¿para qué lo querría? – preguntó. – Es la cosa más fea que he visto en mi vida – dijo Marcus.
-          Porque es muy valioso, Marcus – le explicó Louise.
-          Para una mujer todas las joyas son muy valiosas – replicó Marcus.
-          Esta lo es de verdad – afirmó Louise muy segura. – Bueno, el corazón de nácar blanco nada más porque el collar es de bisutería barata – explicó – En total cuesta en torno a unas 80 libras – añadió.
-          ¿80 libras? – preguntó Zhetta con los ojos saliendo de las órbitas.- ¡Mi culo! – exclamó sorprendida. –Con eso me compraría yo… - e imaginó las cosas que podría comprar.
-          ¿Cómo sabes tú eso? – preguntó Anthony inquisidor.
-          Porque escuché a mi madre hablarlo con el sacerdote – explicó.
“Y ahí está” pensó. “El círculo se está estrechándose” añadió. “Todo apunta al sacerdote” concluyó. “Pero tampoco descarto a la hija. Demasiado odio en la mirada al hablar de su madre y mucha avaricia al hablar del collar” concluyó.
Bastante satisfecho de sí mismo por los resultados obtenidos, los sospechosos ya solo se reducían a dos: la hija de la alcaldesa y el padre Holis.
Por tanto, cuando tuviera que ir a hablar con el señor Dormer sería un puro trámite.
“Quizás para conseguir alguna información extra sobre Zhetta…” pensó mirando en su dirección y observándola distraída mientras bromeaba con Marcus.
-          ¡Dios mío! – exclamó de repente Louise. - ¿Qué hora es? – preguntó, exigió saber urgente mirando hacia todos lados.
-          Son las… - dijo Zhetta sacando el reloj y mirándolo confusa. – Míralo tú – dijo entregándosela a Marcus. – Sabes que yo nunca me entero bien de estas cosas – reconoció.
-          Las seis y media de la tarde – explicó Marcus.
-          ¿Qué? – gritó Louise. - ¡En casa cenamos a las siete! – exclamó, temerosa. – Mamá me va a matar – añadió, mordiéndose el labio.
“Miedo” pensó Anthony, elucubrando. “Otro motivo por el que huir de casa cuanto antes, robar y vender el collar” añadió.
-          Tranquilízate Louise – le dijo Marcus, agarrándola de los hombros. – Yo iré contigo y juntos le explicaremos lo nuestro – añadió, firme.
-          Aún no – pidió Louise. – Y además, mamá me dejó salir de casa porque iba con Zhetta – añadió. - ¿Cómo le explicamos que regresamos juntos a casa sin que sospeche? – le preguntó.
-          Yo tengo la solución – anunció Anthony provocando que todos le miraran. – Dijiste que saliste con Zhetta y con ella será con quien regreses a casa – añadió mirando a Louise.
-          Pero yo también le dije a mi padre que vine con Zhetta – explicó Marcus.
-          Ya… pero en tu caso tenemos excusa: vendrás conmigo – explicó. – He ido a la tienda a hablar contigo y he salido a buscarte – añadió.
-          Mamá no me deja aún así que vaya acompañada de otros hombres en el camino – explicó, avergonzada por el excesivo y asfixiante control a la que le sometía su madre.
-          De acuerdo entonces – rectificó Anthony. – Marcus y yo iremos primero y vosotras saldréis de aquí cinco minutos después – añadió.  – Así nadie sospechará nada – concluyó.
Todos asintieron y Marcus emprendió el camino al instante.
Anthony salió corriendo tras él de inmediato.
Pero…
Regresó sobre sus pasos, pidiendo a Zhetta que sacase de nuevo su reloj.
-          Justo cuando la aguja esté aquí – dijo, señalando con el dedo la esfera del reloj, - Regresad al pueblo ¿de acuerdo? – le preguntó. Zhetta asintió. – Cuando la aguja esté aquí – repitió esta vez agarrando su mano y llevando también su dedo al mismo punto.
-          Cuando marque la V – explicó Zhetta.
-          Exactamente – dijo. Acto seguido, le agarró por el mentón y la volvió a besar primero de forma suave para ir transformándose poco a poco en un beso apasionado que dejó sin palabras a los otros dos allí presentes.
-          La próxima vez que hagas de chaperona, llámame – le pidió. – Estaré encantado de venir contigo – añadió, dándole un beso en la mejilla y pellizcándosela sin apretarle demasiado fuerte antes de salir corriendo para alcanzar a Marcus de nuevo.


9 comentarios:

  1. Creo que voy a incluir un par de capítulos y los voy a compilar en uno solo así que... sí que sí, la cuenta atrás ha comenzado...
    aunque creo que quedan cuatro capis...

    ResponderEliminar
  2. desde luego que si te has superado con el capitulo desde luego una reverencia de las de zhetta jajaja bueno bueno bueno mi olfato no me engañaba el cura esta metido en el ajo del robo como me daba a mi en mi venazo de sherlock q me sale de vez en cuando jajaja aunq nosotras lo llamamos intuicion femenina aunq no adelantare acontecimientos xq a lo mejor me llevo una gran sorpresa xD y volviendo al tema central del capi bosque+zhett+thon thon q no se aguanta las ganas de... coser -(entendiendo coser como simil de hace cosas erotico festivas con zhetta xD)con zhetta xD q un poco mas y nos hacen una manteleria entera si no los interrumpen xD, bueno pero antes de llegar a ello me encanta peter q creo q lo he dicho el crio me encanta y pobre me da penita xq ahora thon thon lo ha amedrentado jajaja pero tengo ganaas de una venganza apoteosica por su parte jajaja y bueno centrandonos tema bosque q es lo q interesa, mi imaginacion uuuui mi imaginacion aparte de imaginarme la escena enterita xq lo he hecho y no me he reido mas xq no he querido xq he visto la cara tonto de thon thon cuando ha visto a los otros dos cosiendo xD y la otra tan campante leyendo me he imaginado a zhetta diciendole no vayas q no te vas a encontrar con algo adecuado y bueno ya la apoteosis final cuando zhetta y thon thon x fin han empezado al lio padre q era lo q yo queria desde hace mucho y bueno el momento de babeante bobo babuino cuando la otra se guarda las cartas es q me he imaginado la cara de lelo q se le ha quedado y bueno ya ese esta noche no duerme despues de medio coser con zhetta tengo unas ganas de ver mas chicha en este terreno q tengan una noche de estas de pasion q no veas xq si thon thon ha flipao en colorines y no queria q lo pararan cuando los otros lo han hecho q no hara cuando no lo detengan jajaja no me lo quiero ni imaginar... o si¿?¿? xD y para rematar lo q me he reido cuando los han interrumpido jajajaja me meo aun me estoy secando las lagrimas xq he visto la escena como si la estuviera yo misma presenciando jajaja me meo jajaja he dicho xD

    ResponderEliminar
  3. Interesante la nueva acepción que le has dado al verbo coser...
    Me alegro que te gustara y que te lo imaginaras; primero porque esa mi intención (aunque bueno una hottie como tú tampoco tendría muchos problemas para imaginárselo todo... xD)
    Te aviso de que Sip, Peter Dromer reaparecerá como en sus orígenes en breves...
    Y también te advierto que puedes tener algo de intuición femenina o no, pero que el final te va a sorprender total y absolutamente...
    Ah! y que también habrá nuevas escenas hotties...

    ResponderEliminar
  4. si es q nadie cose ya ultimamente jajaja y q bn me encanta y si me lo he imaginado tooodo de tooodo por eso mis pensamientos raros anoche xq mi mente empezó a derivar jajaja y q bn q peter se tome la revancha creo q me voy a reir de lo lindo cuando lo lea jajaj y bueno prefiero sorprenderme!! xD

    ResponderEliminar
  5. ¿Coser? jajaja asi se llama ahora, yo quiero que se sepa algo de la vida de Zhetta y (como AnthonY) ¿adonde se va? y ¿porque? ¿y el collar?, vaaaaaale esperare...

    Gracias Laura hay que ver que rapida eres escribiendo los capitulos!!!!



    ResponderEliminar
  6. Yo tengo una teoría totalmente distinta sobre el robo del collar, pero me la reservo y si no es entonces la cuento :) Pero yo digo que no ha sido el cura, ni la hija, tengo a mi propia sospechosa y los motivos. Me ha encantado saber que Louis está con Marcus Dormer y el careto que se le ha quedado a Thon a tenído que ser.... XD Me ha gustado mucho la escena hottie, pero me ha gustado mucho más la despedida con el reloj!! :D Yo al sobrino de éste hombre le temo... éste niño tiene mucho peligro jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. no eri no es escena hottie estan cosiendo ais es q no entiendes jajajajajajaja xq los han cortado sino hubieran hecho una manteleria monisima con las servilletas a juego jajajaja xD

      Eliminar
    2. Jajajajajajajajajajajajajajajaja pues por Thon no habrá sido que el hombre ha puesto todo su empeño en hacer todos los paños :P

      Eliminar
    3. jajajajaja pero es q no le dejan terminar con la manteleria siempre le estan interrumpiendo jajajajajaja me meo jajaja

      Eliminar